Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pags. 1 a 8
Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el 9 de Julio de 1816
Centenario de la asunción de la Presidencia de la Nación por el Dr. Hipólito Yrigoyen
El largo camino hacia la Casa Rosada
por Norberto Jorge Chiviló
Hipólito Yrigoyen,
retrato del dibujante Juan Carlos Alonso publicado en la revista Caras y Caretas N° 917 del 29 de abril de 1916 |
12 de Octubre de 1916. "El Hombre", ingresa a la Casa de Gobierno para tomar posesión del cargo de Presidente de la Nación. ¿Quién es la persona a quién así llaman?. Nada más y nada menos que don Hipólito Yrigoyen, quién después de muchísimos años de luchas políticas, y a los 64 años de edad, llega a ocupar la primera Magistratura del país, siendo el primer presidente constitucional elegido verdaderamente por el pueblo.
Don Hipólito, nacido el 12 de julio de 1852, por línea materna era sobrino de Leandro Nicéforo Alem y nieto de Leandro Antonio Alén, funcionario éste del gobierno rosista, quien en el año 1853 -y ya producida la derrota de Caseros- fue juzgado por las autoridades de Buenos Aires, por mazorquero y por crímenes que le imputaron -pero que años después se acreditó que no habían sido cometidos por él- y por ello fue condenado a muerte y ajusticiado el 29 de diciembre de ese mismo año en la plaza de la Concepción, junto a otro mazorquero, el coronel Ciriaco Cuitiño. Su exánime cuerpo fue colgado en la horca durante cuatro horas para la exposición pública. Sus hijos fueron señalados luego, como los "hijos del ahorcado" y para deshacerse de tal estigma, Leandro mutó la "n" de su apellido por la "m" y así pasó a ser Alem.
También Hipólito fue señalado como el "nieto del ahorcado" y asimismo llamado "el mazorquero", -por la filiación política de su abuelo al partido federal y leal servidor de Dorrego, y más tarde con Rosas-.
Gran parte de su vida transcurrió, en una etapa de nuestra historia signada por el fraude electoral, donde las elecciones se ganaban copando los atrios de las iglesias -que era el lugar donde se votaba-, o las mesas de elección, logrado a punta de cuchillos o pistolas, generándose pequeñas batallas, con muertos y heridos; fraude que también se lograba con la inmoral compra de votos o el voto doble y el "vos no votás porque no figurás en las listas"; fraude también que era consecuencia además de los chanchullos y componendas políticas. Era la época en la que el funcionario saliente designaba a su sucesor en los llamados "acuerdos patrióticos" y el común de los ciudadanos eran mantenidos al margen o simplemente ignorados y donde los muertos… "votaban". Este estado de cosas, encontró en Yrigoyen un verdadero adversario, quien con tesón y una larga lucha -matizada de derrotas y victorias- logró imponer los principios por los que luchó: el voto universal, secreto y obligatorio, dando inicio así a una nueva etapa en la política nacional.
Leandro N. Alem |
Con la promulgación de la Ley Sáenz Peña en 1912, que estableció el voto universal, secreto y obligatorio, la Unión Cívica Radical, dando fin al abstencionismo en su participación en elecciones teñidas de fraude amañadas por el régimen, pasó a ganarlas en las elecciones provinciales de Santa Fe (1912), Entre Ríos (1914) y Córdoba (1915) y las presidenciales nacionales de 1916, con lo cual don Hipólito llegó a ocupar el sillón presidencial en la Casa Rosada.
Pero veamos sucintamente, como fue su azarosa vida, hasta llegar a ocupar tan alto cargo en la administración del país.
Siendo muy joven -20 años- fue designado comisario en el barrio de Balvanera -por ello, años después sus enemigos se referirán a él como el compadrito de Balvanera-, también fue profesor de filosofía, instrucción cívica e historia en la Escuela Normal de Maestras desde 1880 hasta 1905.
Estudió derecho y se recibió de abogado, si bien con posterioridad no hizo la tesis doctoral, por lo que sus enemigos, años después lo criticarían por dejarse llamar doctor; incluso muchos dudaron de que hubiese concluido la carrera de abogacía y en vez de llamarlo doctor, con cierta sorna remarcaban el señor.
El 1886 decidió donar su sueldo de profesor a la Sociedad de Beneficencia, con destino al Asilo de Niños, demostrativo ello de su desapego a los bienes materiales, lo que sería una constante en el resto de su vida.
Yrigoyen, de gran contextura física, tenía el rostro de base cuadrada, era de tez mate y ojos un poco achinados, rasgos estos heredados de su abuela materna que era indígena. Una postura bastante habitual en él era que cuando estaba parado o caminaba, llevaba las manos en los bolsillos delanteros del pantalón. Era de un andar mesurado y firme. Su persona se imponía por su sola presencia. Fue un verdadero seductor de multitudes. Fue un criollo de verdad.
Siempre usaba traje -a la moda de 1880: sacos largos, solapas chicas, chaleco excesivamente altos- de colores oscuros y una galerita típica en él y calzaba botines con elástico.
La personalidad de Yrigoyen fue un poco extraña. Era una persona introvertida y contrariamente a su tío Leandro, que fue gran orador y uno de los más importantes de Buenos Aires, y que a pesar de no haber nunca pronunciado discursos, arrastraba multitudes que lo seguían con fervorosa devoción; el pueblo tenía verdadero afecto hacia su persona. Nunca escribió artículos periodísticos y trataba de exhibirse lo menos posible. Su vida privada, fue verdaderamente así y celosamente guardada. Era una persona austera, no concurría a teatros, fiestas, ni siquiera al cine y estaba alejado de todo placer mundano.
Su casa que alquilaba en la calle Brasil, era una modesta morada y modestos también eran los muebles que tenía.
Se inició en la vida política en la década de los '70 -junto a su tío- en el Partido Autonomista de Adolfo Alsina, llamados los crudos en contraposición al Partido Nacionalista de Mitre, denominados los cocidos. El Partido de Alsina, conformado entre otros por orilleros, negros, plebe urbana, compadritos, que era el mismo pueblo que otrora había idolatrado a Dorrego y Rosas, encontraba también adherentes en antiguos rosistas. Uno de los principales postulados del autonomismo era la oposición a la federalización de la ciudad de Buenos Aires. Cuando a fines de 1877 los autonomistas pactaron con Mitre, Alem e Yrigoyen se separaron y fundaron junto a otros jóvenes políticos el Partido Republicano; por esa actitud, Yrigoyen fue expulsado de su cargo de Comisario. En 1878 y al rendir los últimos exámenes en derecho fue elegido como diputado por su partido, desempeñándose hasta 1880.
La muerte de Alsina ocurrida el 29 de diciembre de 1877, determinó que el Partido Autonomista rompiera su alianza con Mitre, por lo que muchos dirigentes del Partido Republicano renunciaron y volvieron al autonomismo, como también lo hicieron después, Hipólito y su tío.
El tema de la federalización de Buenos Aires, provocó la primera discrepancia entre Hipólito y Leandro, ya que el primero avalaba la idea porque la considera conveniente, mientras que su tío se oponía firmemente ya que entendía que ello llevaba a la "decapitación de Buenos Aires", y produciría una mayor centralización y el predominio de Buenos Aires sobre las otras provincias, y por tal la considera contraria al federalismo y al sistema democrático. El partido Autonomista había claudicado de sus principios, al apoyar el proyecto de federalización remitida para su tratamiento al Congreso por el presidente Avellaneda a fines de agosto de 1880. El autonomismo de la provincia, solo fue defendido en la Legislatura porteña por Alem, y lo hizo en forma ardorosa y vehemente durante cuatro o cinco sesiones y terminado el debate renunció a su banca y se fue a su casa.
Resuelta ya la cuestión de la capital, apareció en la escena política el general Julio Argentino Roca con el Partido Autonomista Nacional (PAN), quien asumió como presidente el 12 de octubre de 1880. Yrigoyen adhirió en un principio a la política de Roca y ocupó una banca en la Cámara de Diputados de la Nación durante 1880 y 1882, pero en este último año, abandonará el roquismo y también temporariamente la política y se dedicará como estanciero a actividades agropecuarias.
Julio Argentino Roca (n. San Miguel de Tucumán el 17 de julio de 1843, f. Buenos Aires el 19 de octubre de 1914). Fue presidente de la Nación durante dos períodos 1880-1886 y 1898-1904. Principal figura del Partido Autonomista Nacional, que tuvo gravitación importante en la vida política nacional durante casi treinta años.
Con un préstamo del banco Provincia, compró y arrendó varios campos en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y San Luis y así forjará una fortuna que años más tarde dilapidará en pos de la política.
Esa actividad le permitirá estar en contacto con el hombre de campo, así conocerá sus necesidades y asumirá con ellos una actitud paternalista. Abonaba a sus peones sueldos mayores a los acostumbrados y los hacía partícipes en cierto porcentaje en las ganancias.
La soledad de su actividad y el estar alejado de la ciudad, lo impulsaron a la lectura de los clásicos y pensadores de todos los tiempos.
En 1880, la ciudad de Buenos Aires se convirtió en la ciudad capital de la República y comenzó su modernización de la mano de Torcuato (Antonio) de Alvear (1), primero presidente de Comisión Municipal de Buenos Aires (1880-1883) y luego nombrado primer Intendente (1883-1887). En esa década Buenos Aires se convirtió en la gran capital de Sud América y llamada la París de América, por la fastuosidad de muchas de las construcciones públicas y privadas. Con afán modernista la piqueta se ensañó con las antiguas construcciones de la época colonial, desapareciendo así toda arquitectura de aquella época, ya que muy pocas quedaron como mudo testimonio de aquél pasado, contrariamente a lo ocurrido en otras ciudades de nuestro continente. Se construyeron grandes e importantes edificios -con destino a escuelas públicas, hospitales, bancos, organismos del estado y otros- como así también mansiones y palacios -para servir de vivienda, muchas de ellas, a las poderosas y ricas familias de la época-, algunas de las cuales se hacían con materiales traídos desde Europa -encajonados y numerados, que se armaban luego aquí como un rompecabezas-, que nada tenían que envidiar a las existentes en el antiguo continente.
Esa manía de destruir lo antiguo, como la demolición de la Recova que separaba la Plaza del Fuerte de la Plaza de la Victoria para crear un gran espacio, o hacer nuevas construcciones, como el caso señalado de la Casa de Tucumán como lo mencionamos en el número anterior de este periódico, o la demolición de parte del Cabildo de Buenos Aires, para dar lugar a avenidas, para citar solo algunos ejemplos, fue una constante en la mayoría de nuestros hombres públicos, de aquella época, quienes muchos lo hicieron con un afán de falso progresismo, fijando su vista parcialmente en Europa y decimos "parcialmente", pues en Europa se conserva todo lo antiguo y nada se tira abajo porque sí, aún cuando se levanten edificaciones modernas, las que a su vez deberán ser conservadas también en el futuro, como reflejo de una época histórica.
Es la época de las grandes exportaciones de cereales y carnes y con ello comienza el desarrollo de la industria frigorífica. Se incrementa el intercambio comercial con el Viejo Mundo. Surgen nuevas industrias, actividades y servicios que transforman la Argentina y la convierten en uno de los principales países agroexportadores, sobre todo durante el gobierno de Miguel Ángel Juárez Celman, ingresando al país capitales extranjeros, dando lugar a especulaciones financieras. Se multiplica el tendido de vías férreas.
A fines de la década del '80, la caída de los precios de los productos agrícolas, el endeudamiento externo, la especulación con las actividades financieras y la inflación cada vez creciente, con la cotización del oro que subía y el peso que bajaba, llevaron al país a una crisis económica, que se trasladó también a la política.
Las medidas de emergencia dispuestas por el gobierno para parar la crisis, consistente en derramar las reservas del Banco Central al mercado, con el fin de estabilizar el papel moneda, fracasaron.
Fue una época en la cual se incrementó la inmigración europea y con la incorporación de todos esos extranjeros a la vida nacional, con su bagaje ideológico traído desde Europa, van surgiendo las primeras asociaciones que agrupan a los obreros (panaderos, tipógrafos, gráficos, entre otros), de distintas ideologías (sindical, socialistas, anarquistas). Aparece en el mundo laboral un método de acción directa, para el logro de conquistas sociales: la huelga.
En ese contexto nació la Unión Cívica, que aglutinaba a todos los opositores a Juárez Celman: exautonomistas, mitristas, católicos, masones, alemnistas y entre los que se destacan Bartolomé Mitre, Leandro N. Alem, Juan Manuel Estrada, Pedro Goyena, Aristóbulo del Valle, Adolfo Saldías y otros personajes importantes del momento. Hipólito Yrigoyen no formó parte de la Unión Cívica en su inicio, sino que se incorporó después.
La Junta Ejecutiva de la Unión Cívica, conspiraba para hacer una revolución y sacar del poder a Juárez Celman -sucesor de Roca en la presidencia-, a quien se acusaba principalmente de ser la cabeza de un régimen corrupto; a la conspiración también se sumaron grupos militares.
El 26 de julio de 1890 se produjo la revolución cívica militar que tuvo como epicentro el Parque de Artillería, por lo cual a ese movimiento la historia lo recuerda como la "Revolución del Parque" o "Revolución del 90".
Parque de Artillería |
El foco revolucionario, lo conformaban el citado cuartel, cantones formados en las azoteas de los edificios cercanos y trincheras formadas en las bocacalles aledañas.
Los revolucionarios formaron un Gobierno Provisorio presidido por Alem, quien nombró a su sobrino como jefe de Policía de la Ciudad. El mando militar quedó a cargo del general mitrista Manuel Campos. El plan de acción revolucionario era que desde ese lugar se extendiera el movimiento al resto de la ciudad para tomar distintos objetivos estratégicos. Pero las fuerzas revolucionarias no recibieron la orden de su jefe para avanzar sobre la ciudad que se encontraba prácticamente desguarnecida, dando tiempo a que las fuerzas gubernamentales se organizaran, reaccionaran y pusieran sitio a los revolucionarios, quienes después de varios días de lucha que ocasionaron en ambas fuerzas numerosos muertos, se vieron así, obligados a capitular.
Según la opinión de algunos historiadores, los mitristas si bien querían la caída del presidente, tampoco querían a Alem al frente del gobierno y por eso el general Campos no dio la orden de avanzar a las fuerzas revolucionarias, consideraban -como sucedió- que el solo hecho de la revolución produciría el alejamiento de Juárez Celman del gobierno y eso ya era suficiente.
Juárez Celman, si bien logró una victoria al derrotar a los revolucionarios, quedó debilitado políticamente y no tuvo más opción que dimitir del cargo a favor del vicepresidente Carlos Pellegrini. El gran beneficiado de la revolución del 90 fue Roca quien se deshizo de Juárez Celman, -de quien era cuñado- quien le había disputado el poder y en su lugar puso a uno de los suyos -el vicepresidente Pellegrini- al frente del gobierno.
Pellegrini, integró a su gobierno a varios intervinientes de la revolución vencida, con el objeto de anular a la oposición y lograr la estabilidad política; el mitrismo y otras fuerzas política aceptaron. Mitre y Roca llegaron a un acuerdo y se formó la Unión Cívica Nacional (UCN).
Los opositores a su vez, con Alem e Yrigoyen a la cabeza, formaron en 1891 la Unión Cívica Radical (UCR).
El comité de la UCR es presidido por Alem, quien tiempo atrás había apoyado la candidatura de Mitre a la presidencia, lo que Yrigoyen no había aprobado, eso determinó que comenzara a producirse un distanciamiento entre ellos. Una Convención eligió a Yrigoyen presidente del Comité de la Provincia, que tomó de sorpresa a muchos y que como su tío estaban disconformes de esa decisión. Ese Comité provincial será el núcleo organizativo del nuevo partido.
Como consecuencia de acuerdos entre Mitre y Roca y con el decidido apoyo del presidente Pellegrini, surgió la candidatura a presidente de Luis Sáenz Peña, de 70 años, quien fue elegido como candidato para cerrar el paso de la presidencia de su hijo Roque -que años más tarde también será elegido Presidente- adversario de Roca y quien podría disputarle el poder y que había sido apoyado por grupos de figuras jóvenes, que luchaban por una renovación de las prácticas políticas que se llamaban partido Modernista, a la que adherían elementos independientes, antirroquistas y algunos gobernadores de provincias.
Pocos días antes de las elecciones, los radicales liderados por Alem, proclamaron el abstencionismo, realizando una gran oposición en todo el país, a lo cual el gobierno de Pellegrini respondió con la declaración del estado de sitio y con ello la clausura de diversos órganos periodísticos, diarios y revistas y la detención de las principales figuras de la UCR, que fueron confinadas en el buque La Argentina. Así la candidatura de Luís Sáenz Peña, sin oposición, se impuso fácilmente.
Al poco tiempo, el gobierno de Luis Sáenz Peña se fue desgastando y surgieron divergencias entre roquistas y mitristas, por lo cual el presidente intentó gobernar con los radicales. Yrigoyen, presidente del Comité Radical de la Provincia de Buenos Aires no acuerda, se mantiene intransigente y conspira contra el gobierno.
En esa época hay en Buenos Aires 2.192 inquilinatos, el primer automóvil llega al país -un Daimler Benz a vapor-, se funda -por miembros de la colectividad inglesa- el Buenos Aires Lawn Tennis Club y aparecen en las calles, los primeros buzones rojos.
En 1893 se producen revoluciones radicales en San Luis, Santa Fe, Corrientes, Tucumán, Córdoba, Buenos Aires. Ya se habla en la UCR de alemnistas e yrigoyenistas. Yrigoyen hombre fuerte del radicalismo bonaerense prepara su revolución, la que es modelo de organización y coordinación. No obstante que el levantamiento -con enclave principal en el nudo ferroviario de Temperley- se extiende a muchísimos ciudades y pueblos del interior de la provincia, donde la revolución triunfa, y se produce el ingreso de fuerzas revolucionarias a la ciudad de La Plata, con la designación de un nuevo gobernador -radical- de la provincia. El intento finalmente fracasó, por la intervención decidida de Pellegrini -secundado por mitristas y roquistas- en apoyo del gobierno nacional, acompañado por algunos ministros y la decisiva intervención de fuerzas militares leales al presidente.
En setiembre de ese año hay nuevos levantamientos revolucionarios -con gran apoyo popular- que responden a Alem, en las provincias de Santa Fe y Tucumán. Yrigoyen no se pliega, pues no quiere exponer nuevamente a su gente a tan poco tiempo de transcurrido el levantamiento anterior, considerando que esta nueva intentona no estaba bien organizada. Después de cuatro días de lucha, los revolucionarios son vencidos. Alem se entrega a las autoridades e Yrigoyen es tomado preso y confinado en el buque Ushuaia y luego será desterrado al Uruguay.
El gobierno de Luis Sáenz Peña quedó muy golpeado por la situación, sumado ello a dificultades de carácter económico y al poco apoyo que tenía de las fuerzas políticas -especialmente de Roca-, el presidente se ve en la necesidad de renunciar, lo que ocurrió el 21 de enero de 1894, siendo reemplazado por el vicepresidente José Evaristo Uriburu -otro hombre de Roca- quien a los pocos días de asumir, decretó una amnistía para los revolucionarios del '93, saliendo en libertad los presos políticos y regresando al país los que habían buscado refugio en Uruguay.
La derrota de los seguidores de Alem, mostraron las diferencias de las fuerzas de uno y otro caudillo radical, ya que la organización planeada por Yrigoyen se demostró muy superior a la de su tío.
La separación o distanciamiento entre ambos líderes, se hizo cada vez más profunda, no obstante que Yrigoyen sigue sin pronunciar discursos, ni tener palabras contrarias a su tío. Mientras que Yrigoyen comienza a hostilizar políticamente a Alem en el Comité Nacional, muchos alemnistas quieren la expulsión de Yrigoyen del Partido.
Una polémica en el año 1894 entre el expresidente Pellegrini y Alem -quien tiempo antes había renunciado al Senado nacional- y en el cual el primero sacó a la luz una cuestión de deudas que afectaba al líder radical, sumió a este en un estado de amargura, sintiéndose desprestigiado y moralmente enfermo. Dos años después, Alem se suicidó e Yrigoyen pasó así a ser el máximo líder del radicalismo.
En 1897 Roca a quien por sus "habilidades" para realizar componendas políticas, llamaban el Zorro, es propuesto por el presidente Uriburu, para sucederlo en el cargo. Mitristas de la UCN y radicales se oponen y tratan de impedirlo, acordando una salida, que se conoce como el "acuerdo de las paralelas", que consistía en que cada partido iría a las elecciones con sus propias listas, pero con los mismos candidatos en ambas papeletas. En la provincia de Buenos Aires se votaría como gobernador a un candidato mitrista y como presidente de la Nación a un radical moderado -Bernardo de Irigoyen-. En setiembre de 1897 la convención nacional de la UCR, en una violenta sesión aprobó el acuerdo de las paralelas, al que se opuso férreamente el intransigente Yrigoyen quien se encontraba al frente del Comité de la provincia y procedió a la disolución del radicalismo bonaerense, dando así por tierra con el "acuerdo". El radicalismo se mantenía intransigente a todo acuerdo y se abstendría en la elección y ese abstencionismo era levantado como bandera de una causa regeneradora.
El 12 de octubre de 1898, Roca asumió por segunda vez la presidencia, y gobernará hasta 1904.
En 1902 Hipólito encara desde su casa de la calle Brasil -que se convierte en centro de operaciones-, la reorganización partidaria en forma lenta y paciente. Su casa será llamada la cueva y a él se lo llamará con el mote de el peludo.
Pellegrini, quien comienza a criticar el fraude y la corrupción, se distancia de Roca, quien pierde así a uno de sus principales aliados.
El Comité Nacional de la UCR en 1904, dispone como una decisión ética, el abstencionismo del radicalismo en las elecciones.
Tapa
de la revista Caras y Caretas N° 238 del 25 de abril de 1903
En las presidenciales de 1904, con poquísima participación ciudadana, surgió un Colegio Electoral, que eligió como presidente y vice a los roquistas Manuel Quintana y José Figueroa Alcorta.
Mientras tanto, Yrigoyen conspira contra el régimen, prepara su revolución, del cual es jefe indiscutido. El 4 de febrero de 1905, se producen levantamientos cívico-militares en la Capital Federal, Bahía Blanca, Córdoba (2), Rosario y Mendoza, que si bien son sofocados por el gobierno -tengamos en cuenta que las autoridades contaban con la sólida organización militar impuesta por el general Pablo Riccheri- después de una semana de enfrentamientos que ocasionaron muchos muertos, elevan el prestigio de Yrigoyen, -llamado por los suyos como el General- quien se proyecta como jefe indiscutido de la UCR y principal dirigente opositor a nivel nacional. La revolución sirvió como elemento de propaganda y difusión de ideas, por el cual miles de personas -criollos o hijos de inmigrantes- se adhieren al radicalismo y se refieren a Yrigoyen como Don Hipólito o el Doctor y para la gente común era el Dotor. Su prestigio crece día a día, sus adherentes destacan su humildad, austeridad e incorruptibilidad y él se convierte en el abanderado de la reivindicación democrática. El radicalismo se transforma en un partido de masas con una organización nacional -el Comité Nacional se conforma en base a principios de federalismo-, con mecanismos democráticos internos, formado por elementos de clase media y baja, pero en el cual militan estancieros, personas de tradicionales familias de Buenos Aires y del interior, universitarios y numerosos profesionales y en el que caben los excluidos del régimen. Yrigoyen se convierte en caudillo popular. El conservadurismo comienza su disgregación, si bien mantendrá su fuerza en algunas provincias.
Dice el historiador A. J. Pérez Amuchástegui, sobre las consecuencias de la revolución de 1905: "…Yrigoyen podía esgrimir en su favor las instrucciones precisas de evitar los derramamientos de sangre y todas las formas violentas. Había logrado crear dentro del pretoriano ejército una sensación de culpa, y dentro del país entero una imagen heroica del movimiento, que aparecía vigoroso, digno, noble, sano, y se transformaba en la única esperanza de acabar con la tiranía de un régimen oprobioso que, no contento con mofarse de la voluntad multitudinaria, se mostraba feroz con quienes acudían a las armas en defensa de conculcados derechos".
"Esta revolución fue, en buena medida, la restauración del espíritu montonero acallado después de Pavón; y es claro que ella transformó a Yrigoyen en caudillo nacional, y al movimiento ahogado en sangre en cáliz de redención. En lo sucesivo, la no participación en los actos comiciales fue, para todos, incluso para el oficialismo, signo cabal de que la ciudadanía se plegaba a la abstención decretada por el radicalismo, cuya firme intransigencia mostraba la decisión de mantener el acerado principio de no doblegarse ante el fraude acuerdista, aunque en ello le fuera la vida: se abstenía en la espuria lid comicial, pero participaba, efectivamente en la lucha vindicatoria por el único medio posible, a fin de salvar la causa regeneradora. E Yrigoyen, encarnación carismática del movimiento, comenzó a ser llamado con un apodo mágico: El Hombre…"
Desde fines de febrero de 1905, gobierna provisoriamente el vicepresidente Figueroa Alcorta por una enfermedad que aquejaba al presidente Quintana quien fallecerá quince días después y entonces el vicepresidente asumirá oficialmente la primera magistratura. Semanas antes había fallecido Bartolomé Mitre -Don Bartolo-, hasta ese momento uno de los artífices importantes de la política nacional.
A mediados de junio se sanciona una ley de amplia y generosa amnistía por delitos políticos conexos con los militares, que beneficia a los revolucionarios de febrero, cuya consecuencia es la cesación de los procesos contra los revolucionarios y los militares son reincorporados al ejército. Con esta medida, el presidente trató de ganarse la confianza de los radicales -ya convertidos en un partido multitudinario-, tan proclives a las revoluciones. Dos veces se reunieron Figueroa Alcorta e Yrigoyen, con la intención del primero de lograr un acuerdo que pusiera fin al abstencionismo, pero el líder radical se mantuvo irreductible en su postura de no transigir con el régimen bajo ningún aspecto.
Dentro de los radicales había un grupo acuerdista, pero Yrigoyen era imperturbable, consideraba que el transcurso del tiempo, favorecía la adhesión cada vez mayor a su movimiento, con el consiguiente desgaste día a día del régimen, que terminaría en algún momento en caer. Era cuestión de ser pacientes y esperar.
El diputado Carlos Pellegrini, al fundamentar su voto positivo al proyecto de ley sobre la amnistía, había dicho estas esclarecedoras palabras: "¿Quién perdona a quién? ¿Es el victimario a la víctima o la víctima al victimario?¿Es el que usurpa los derechos del pueblo o es el pueblo que se levanta en su defensa? ¿Quién nos perdonará a nosotros…? …solo habrá ley de olvido, solo habrá ley de paz, solo habremos restablecido la unión de la familia argentina, el día que todos los argentinos tengamos iguales derechos, el día que no se los coloque en la dolorosa alternativa o de renunciar a su calidad de ciudadanos o de apelar a las armas para reivindicar sus derechos despojados". Pellegrini, hacía tiempo ya se había sacado su ropaje roquista y era sostenedor del presidente Figueroa Alcorta.
A mediados de julio falleció Pellegrini y ya sin la ayuda de éste, el presidente debió afrontar el embate en el congreso de los exroquistas, pero poco a poco va licuando el poder de Roca quien quiere seguir siendo el árbitro de la política nacional, pero que ya carece de real poder para imponer una candidatura en la próxima elección presidencial.
A mediados de 1909 un grupo de ciudadanos formó un comité que levantó la candidatura de Roque Sáez Peña, para la próxima elección presidencial y se conforma una nueva fuerza política que se llamará Unión Nacional.
Muchos gobernadores y aún el presidente Figueroa Alcorta adhieren a esta candidatura. El candidato, se declara independiente de todo partido.
El partido Unión Nacional proclama en el mes de diciembre la fórmula Roque Sáenz Peña - Victorino de la Plaza.
Un mes antes la Convención de la UCR había solicitado al presidente, la reforma de la ley electoral y la confección de un padrón en base del enrolamiento militar, pero éste, teniendo en cuenta la inminencia de las elecciones, consideró la imposibilidad de acceder al pedido y por ello el radicalismo se decidió nuevamente por la abstención.
En los comicios que se desarrollaron el 12 de marzo de 1910, ganaron -sin oposición- los candidatos propuestos por Unidad Nacional, y los electores del Colegio Electoral los eligieron como presidente y vice, quienes asumieron sus cargos el 12 de octubre de 1910.
El nuevo presidente, vio la necesidad de modificar la ley electoral vigente, a fin de facilitar a los ciudadanos el libre ejercicio de la elección. Consideró que era necesario cerrar una etapa que representaba a la vieja política y a su vez abrir otra, que permitiera la libre participación ciudadana, que hasta ese momento se abstenía de intervenir.
Pocos días antes de asumir como presidente, Sáenz Peña realizó una gestión conciliadora y para ello se reunió con Yrigoyen. Éste le manifestó, que su partido se veía en la necesidad de recurrir a las revoluciones, porque el camino de las elecciones se encontraba cerrado y que si el gobierno daba las garantías pertinentes, la UCR concurriría al comicio. Así planteó Yrigoyen la cuestión: "Elija usted entre hacer un gobierno de violencia y de sangre, o dar garantías a la República para que vote sin trampas y elija a sus verdaderos representantes". "Jamás me mancharé con la violencia ni para imponer mi voluntad", respondió el presidente electo, "…Le ofrezco mi compromiso de honor en dar libertad y garantía electoral". Sáenz Peña le ofreció a su interlocutor algunos ministerios en su gobierno y la reforma de la ley electoral tal como la que pedían los radicales, pero Yrigoyen firmemente rechazó los cargos. Para él, solo el pueblo en comicios libres, podía elegir a las personas que lo gobernaran.
En su discurso dado el día de asunción del cargo, el nuevo presidente se pronunció sobre su plan político que tenía el eje en la ley electoral.
Fiel a sus convicciones y promesas, el 17 de diciembre envió al Congreso un proyecto de ley, en el que establecía el enrolamiento general de los ciudadanos y la confección de un nuevo padrón electoral, que se haría tomando sobre la base del registro de enrolamiento militar -evitándose así a los electores falsos-, todo ello a cargo de Ministerio de Guerra. Un segundo proyecto confió al Poder Judicial -justicia federal- la confección del padrón electoral, utilizando como documento habilitante la libreta de enrolamiento, evitándose así los vicios manejados por las anteriores autoridades electorales, y la designación de funcionarios que debían organizar la elección y controlar su desarrollo y un tercer proyecto que establecía el voto universal -para todos los varones mayores de 18 años-, obligatorio y secreto y el sistema de lista incompleta -adjudicación de las dos terceras partes de las bancas en disputa al partido mayoritario y el otro tercio al partido que le seguía-.
Libreta
de Enrolamiento Matrícula 77, perteneciente a Juan Vucetich, creador del Sistema Dactiloscópico Argentino |
El Congreso aprobó la ley después de largas discusiones y fue sancionada el 10 de febrero de 1912 y promulgada tres días después por el Presidente con el número 8871. Se la llama con justicia "Ley Sáenz Peña" y son sus puntos principales: Son electores los ciudadanos nativos o naturalizados mayores de 18 años, siempre que se encontraren inscriptos en el padrón electoral; el sufragio es universal, secreto y obligatorio. (La mujeres no podían ejercer el derecho a voto y solo podrán hacerlo a partir de 1947).
La UCR abandonó su actitud abstencionista y triunfó en las elecciones provinciales de Santa Fé, Entre Ríos y Córdoba.
En setiembre de 1913, por enfermedad del presidente asumió interinamente el vicepresidente Victorino de la Plaza, quién se convertirá en presidente ante la muerte de aquél, ocurrida el 9 de agosto de 1914.
Pocos días antes -el 29 de julio- el imperio Austrohúngaro había declarado la guerra a Servia y en los días posteriores, el conflicto se extendió a toda Europa, dando lugar a la llamada Gran Guerra -Primera Guerra Mundial-, que posteriormente dejará de ser solo europea, para convertirse en mundial.
Contrariamente a lo que muchos creían, Victorino de la Plaza quien no había sido un entusiasta de la reforma electoral, respetó los principios de la Ley Sáenz Peña.
Año 1916. Es el año de elecciones nacionales para Presidente de la Nación, bajo la vigencia de la nueva ley electoral.
El socialismo tiene en Juan B. Justo y Nicolás Repetto a sus candidatos; el Partido Demócrata Progresista concurrirá con el binomio Lisandro de la Torre y Alejandro Carbó, los conservadores van sin candidatos designados, para maniobrar libremente y de acuerdo a las circunstancias en los Colegios Electorales, mientras que la Convención Nacional del Radicalismo -por 140 votos sobre 146 emitidos- en un clima de gran algarabía, eligió por ovación a Hipólito Yrigoyen y como compañero de fórmula a Pelagio B. Luna.
Cuando unos emisarios se dirigieron a la casa del caudillo radical para hacerle saber lo decidido por la asamblea, se encontraron con su negativa a ser candidato. Transmitida a la Convención sobre aquella decisión, se convino conformar una nueva comisión integrada por radicales de distintas provincias, para entrevistarlo nuevamente. Yrigoyen insistió con su negativa, la comisión también y le contestaron que si él renunciaba, ellos también lo harían, con lo cual el partido se desmembraría. "Hagan de mí lo que quieran", les respondió Yrigoyen.
Las elecciones verdaderamente democráticas -ya sin matones ni compadritos en los atrios de las iglesias y sin compra de votos- se realizaron el 2 de abril en un clima de orden y de total tranquilidad. De 1.189.254 ciudadanos inscriptos, votaron 745.825, cantidad que nunca se había visto hasta ese momento en nuestro país, demostrativo de la gran participación ciudadana y que el abstencionismo ya había quedado atrás.
El radicalismo (incluido la fracción disidente de Santa Fe) obtuvo casi el 51% de los votos, correspondiéndole 152 electores. A las otras fuerzas políticas: conservadores (PAN), demócratas progresistas (PDP) y socialistas (PS) les correspondieron 76, 58 y 14 electores respectivamente.
La elección presidencial era indirecta, esto es que se elegían electores que conformaban los Colegios Electorales en cada provincia y estos eran los que votaban la fórmula ganadora.
Si bien el radicalismo con 152 electores, sobre un total de 300, tenía los suficientes para consagrar presidente a Yrigoyen, 19 de ellos pertenecían a una fracción disidente que había ganado en Santa Fe y en principio se negaban a votarlo. Por ello, Victorino de la Plaza, manifestó "Soy el primer mandatario argentino que a estas horas no sabe quién será su sucesor".
Entre el 10 de abril, fecha en que se conocieron los resultados electorales y el 20 de julio, día en el que se debían reunir los Colegios Electorales, los personeros del régimen se movieron para impedir la llegada de la fórmula radical a la presidencia, tratando de conformar una mayoría con el concurso de aquellos 19 electores, o por lo menos de una parte de ellos.
Yrigoyen, mientras tanto, retirado en su estancia "El quemado", se mantuvo alejado de aquellas componendas políticas y se negó a negociar con los disidentes cualquier arreglo que no respetara la voluntad popular. Éstos viajaron a Buenos Aires, para entrevistarlo, pero él no los recibió. Alguno de sus allegados le pidieron que por lo menos diera una declaración de simpatía hacia aquellos 19 electores, que se habían decidido por fin a apoyarlo, pero Yrigoyen se mantuvo irreductible. Consideraba que todo era una cuestión de conciencia de ellos y que él no les diría que es lo que tenían que hacer. "Es preferible que se pierda una presidencia pero se salven los principios", dirá.
El 20 de julio en el Colegio Electoral, los 152 electores radicales votaron la fórmula Hipólito Yrigoyen - Pelagio B. Luna, consagrándolos así como los ganadores y nuevas autoridades nacionales.
Cinco días más tarde, don Hipólito hizo donación por escrito de sus sueldos como presidente a la Sociedad de Beneficencia.
Alguien le ofreció una mansión sobre la Av. Callao, más acorde a su alta investidura, pero Yrigoyen la rechazará y seguirá viviendo en su casa de la calle Brasil.
El 12 de octubre de 1916, con la llegada de Yrigoyen a la presidencia de la Nación, comienza otra historia.
En honor a la verdad, debemos decir que si bien la ley Sáenz Peña fue un adelanto en lo que hace a la transparencia del acto electoral, lamentablemente la llamada viveza criolla, buscará otras formas para tratar de burlar la voluntad popular: el clientelismo político, el voto en cadena, la sustracción y cambio de boletas, la duplicación de documentos, el amedrentamiento de los fiscales, la quema de urnas, la sustitución de persona y aún el voto de los fallecidos entre otras lindezas.
Notas.
(1) Torcuato Antonio de Alvear, fue padre de quien será el segundo presidente radical: Marcelo Torcuato de Alvear, quien sucederá a Hipólito Yrigoyen y gobernará desde 1922 hasta 1928.
(2) En Córdoba -uno de los focos más importantes de la revolución- el Comandante Daniel Fernández, al sublevar el regimiento 8° de Línea, arengó a las tropas con estas palabras: "Soldados, vamos a realizar una cruzada trascendental para la argentinidad, próxima a morir, que es el reverso de Caseros y de Pavón".
Bibliografía
Cárdenas (h), Felipe. "Hipólito Yrigoyen, ese enigmático conductor", Revista "Todo es historia" N° 2, Buenos Aires, junio de 1967.
"Crónica Histórica Argentina", Editorial Codex S. A., Buenos Aires, 1968.
Gálvez, Manuel. "Vida de Hipólito Yrigoyen -el hombre del misterio-", 5ta. edición, Editorial Tor, Buenos Aires, 1959.
Luna, Félix. "Hipólito Yrigoyen", Colección "Grandes Protagonistas de la Historia Argentina", Editorial Planeta Argentina S.A.I.C., Buenos Aires, 1999.
Perrone, Jorge. "Historia argentina", Editores Unidos, Buenos Aires, 1984.
* * * * * * * * * * * * * * *
La elección presidencial en el Partido
de General San Martín
El resultado
de la elección presidencial en el Partido de Gral. San Martín -que en aquél
momento también comprendía el territorio del actual Partido de Tres de Febrero-
en el que votaron un total de 2.423 ciudadanos, fue el siguiente: Unión Cívica Radical:
1.135 votos, Partido Conservador: 888 votos, Partido Socialista: 211 votos,
Partido Socialista Argentino: 34 votos, otros partidos: 69 votos, en blanco y
nulos: 86 votos. La elección se desarrolló con total normalidad.
Fuente:
Periódico El Observador de San Martín, año 6, N° 82.
* * * * * * * * * * * * * * *
Yrigoyen
y Brochero
Yrigoyen tenía cierto carisma y se cuenta que después de una conversación que tuvo con el padre José Gabriel Brochero, el cura gaucho exclamó ¡Es un santo…!