domingo, 1 de septiembre de 2019

Rportaje a un tripulante del Crucero General Belgrano

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XII N° 52 - Setiembre 2019 - Pags. 10 a 13 

Reportaje a un tripulante del Crucero General Belgrano

El día 5 de agosto pasado, me reuní con el Sr. Roberto Oscar Aquino, para hablar sobre el tema de la Guerra de Malvinas, ya que por aquellos días, fue tripulante del Crucero ARA General Belgrano. De esa charla, surgió el siguiente interesante reportaje. Actualmente Aquino, es nuestro vecino, ya que se domicilia en la localidad de José León Suárez, Ptdo. de Gral. San Martín. Se retiró de la Armada Argentina en el año 1987 con la jerarquía de cabo primero, a raíz de las afecciones psíquicas de estrés post traumático a causa de los acontecimientos bélicos de aquella gesta.

                                 Norberto Jorge Chiviló - Director                                                        


Guerra de Malvinas


El Restaurador (ER): Tengo entendido que Ud., integró la tripulación del Crucero ARA General Belgrano cuando acontecieron los hechos de Malvinas.

Roberto Oscar Aquino (ROA): En 1982, yo era Suboficial de la Armada con el grado de cabo segundo y formaba parte de la dotación permanente del Crucero, desde diciembre de 1980. En esos momentos tenía 20 años y cumplí los 21 pocos días después, el 19 de abril. Era santabarbero, esto es, era uno de los encargados de las Santabárbaras; así se llama el pañol o lugar donde se guarda la munición. Yo era mecánico de armas, especialista en munición.

ER: El día 2 de abril de 1982, día de la recuperación de las Malvinas, ¿dónde se encontraba y como se enteró de los acontecimientos ocurridos?

ROA: Yo estaba embarcado y la nave en esos momentos se encontraba en reparaciones en los talleres de la Base Naval de Puerto Belgrano. Esa mañana un camarada me despierta y me dice: “Despertate Negro, recuperamos las Malvinas”. Recibimos con mucha sorpresa y alegría la noticia. Desembarcamos y en una formación que, como excepción, se hizo en tierra, pues normalmente se efectuaba sobre cubierta, el Comandante capitán de navío Héctor Elías Bonzo nos informó sobre lo que había acontecido. Nos puso en conocimiento también que se iban a incrementar  las tareas de reparaciones, para que el buque estuviera lo antes posible en servicio. Le comento que una semana antes hubo movimiento de buques en el puerto que nos llamaron la atención, pero nunca lo hubiéramos relacionado con lo que sucedió después.

ER: ¿Tardaron mucho en poner el buque en capacidad operativa?

ROA: Toda la tripulación participó activamente en esas tareas, junto con los operarios de los talleres de Puerto Belgrano, y el día 16 a media tarde zarpamos con una dotación de 1093 tripulantes.

ER: ¿A dónde se dirigieron?

ROA: Nos dirigimos al sur. El buque fondeó cerca de las Islas de los Estados, cumpliendo la función de control de vigilancia del tráfico marítimo. El Belgrano formaba parte de una fuerza de tareas junto a los destructores Bouchard y Piedrabuena y al buque tanque de YPF Puerto Rosales. Estuvimos allí hasta que el día 30 de abril zarpamos hacia la llamada zona de exclusión total, fijada unilateralmente como zona de guerra por el gobierno británico, que cubría un radio de 200 millas marinas desde el centro de las Malvinas.

ER: Ya estamos llegando al fatídico día 2 de mayo, ¿cómo transcurrieron esos días?

ROA: El 1ro. de mayo en horas de la tarde fuimos arengados por el Comandante quien nos informó que estábamos preparados para entrar en combate contra la flota enemiga. Recuerde que ese día se había producido el ataque aéreo contra nuestras fuerzas en Malvinas, por lo que el conflicto ya había tomado un cariz de franca guerra. Durante toda la madrugada del día 2 cada tripulante estaba en su puesto de combate en lo que se llama “guardia de puestos de combate total”, ya que el mismo era ya inminente. A las 9 de la mañana se recibió la orden de cambiar el rumbo para dirigirnos a una posición más cercana al continente, fuera de la zona de exclusión a la espera de nuevas órdenes y las guardias pasaron a ser “guardias de crucero de guerra”, esto es que no toda la tripulación estaba en sus puestos de combate, sino que solo era una guardia mínima. Ese cambio, nos distendió un poco.

ER: ¿En qué parte de la nave cubría su puesto de combate?

ROA: Yo era apuntador de dirección en el director de tiro de las torres de 6 pulgadas de proa, que corresponde a la artillería más pesada, de más calibre.

ER: Siga con su relato.

ROA: Cuando el domingo, 2 de mayo, dejamos nuestra guardia total de guerra, con un amigo nos dirigimos al comedor. Cerca de las 16 horas, cuando salíamos de allí y nos dirigíamos al sollado, así se llama al lugar donde dormíamos, a fin de dejar los elementos del rancho, nos sorprendió una tremenda explosión, que no sabíamos en ese momento cómo se había producido, la luz se cortó y todo quedó a oscuras y a los pocos segundos se produjo una segunda explosión. El buque había sido torpedeado por el submarino nuclear británico HMS Conqueror, que nos disparó tres torpedos por babor, que es el lado izquierdo de la nave y que solo impactaron dos, el primero en la parte central y el otro en la proa. El de la parte central impactó en la caldera llamada de popa, que es uno de los compartimentos más grandes del buque y está rodeado de muchos sollados, por lo cual ocasionó la mayor cantidad de víctimas, ya que muchos tripulantes se encontraban descansando en las cubiertas bajas, luego de la guardia de combate y estrés sufridos durante la noche ultima. El segundo torpedo impactó en la proa, debajo del ancla, donde produjo pocas víctimas, porque allí prácticamente no había sollados. El mayor daño en la estructura del buque lo ocasionó el primer torpedo que produjo un gran rumbo, donde el agua comenzó a entrar a raudales y que determinó que el barco escorara y se produjera su posterior hundimiento. Ese primer impacto originó que el buque quedara sin energía, tanto para la propulsión del navío como de energía eléctrica, por lo que el Belgrano prácticamente quedó paralizado y al garete. El segundo torpedo, prácticamente seccionó la proa del resto del buque.

ER: ¿Cómo evacuaron la nave?

ROA: Pese a la oscuridad que reinaba por todas partes, la tripulación en total orden comenzó a subir a la cubierta principal, donde estaban designados los puntos de reunión que cada uno tenía asignado para el caso de naufragio. La oscuridad no fue un impedimento de los que éramos dotación permanente para la evacuación, ya que cada uno de nosotros por haber vivido en el buque y por el adiestramiento que habíamos recibido, conocíamos de memoria cada lugar, inclusive el número de peldaños de cada escala y prácticamente su ubicación exacta. Pero llegamos a tomar conciencia de la gravedad de la situación al saber de numerosos heridos y quemados. Le comento que cuando estábamos subiendo hacia cubierta superior, sentimos que desde el crucero se hacía fuego con las baterías antiaéreas de 40 milímetros. Ello se debió a que aparentemente los vigías creyeron ver el periscopio del submarino y por eso se hizo fuego sobre ese supuesto objetivo.

ER: Me imagino escenas de pánico en los tripulantes heridos.

ROA: Como le dije, no hubo escenas de pánico, incluso ni entre los heridos ni entre los numerosos quemados, incluso con quemaduras muy graves. Cada uno de ellos con total entereza no emitían queja alguna, probablemente por estar en estado de shock. Los que estábamos sanos tratamos de ayudarlos de todas las formas posibles en esas circunstancias tremendas que nos tocaban vivir y con una incertidumbre también sobre nuestro futuro. Cuando llegamos a cubierta superior, el buque se encontraba escorado sobre babor y todos nos dimos cuenta que la nave estaba mortalmente herida y que la situación era grave. No obstante ocupamos nuestros lugares de combate.

ER: ¿Se ubicaron en los puestos de combate?

ROA: En principio sí, mientras el buque se iba escorando poco a poco, minutos después el Comandante dio la orden por megáfono de dirigirnos a los llamados puestos de abandono, que no implicaba todavía el abandono del buque, y minutos después se dio la orden de abandono, llamémoslo abandono efectivo, para que lo entiendan los lectores.

ER: ¿Cómo se vivían esos tremendos momentos?

ROA: Había mucha gente herida y quemada y de gravedad, se colaboró con los enfermeros para poder ayudarlos, suministrarles morfina y realizarle alguna curación de emergencia y yo por ejemplo le cedí mi manta a un herido. Al no haber podido llegar a mi sollado, no pude contar con los elementos personales de abandono, que se nos había indicado preparar ante la inminencia de un combate, ropa abrigada, medias, documentos en bolsas de nylon, etc. Los chalecos salvavidas, en general, solo nos los quitábamos para descansar. Los que se encontraban en el momento del torpedeamiento, en sus sollados, que no se encontraban comprometidos por las explosiones, pudieron obtener todos esos abrigos y elementos.

ER: ¿Cómo fue el abandono del buque?

ROA: El abandono del buque fue complicado, como se podrá imaginar, la cubierta estaba bañada en fueloil,- justo el día anterior el buque había cargado combustible- y por lo tanto estaba muy resbaladiza, el encontrarse el buque escorado fue otro factor que complicó las cosas y sumado todo ello a que el mar estaba muy picado todo se hizo más difícil. El lugar que yo tenía asignado para el abandono del buque estaba en la banda de estribor, es decir la banda contraria que había recibido los torpedos y por ello estaba más alta respecto al mar. El estar la cubierta tan resbaladiza, hacía que nos patináramos y después de mucho esfuerzo pudimos llevar la balsa de salvamente y la echamos al agua. Muchos tripulantes caían al agua al no poder acertar en el techo de la balsa al arrojarse, porqué el mar tan picado, subía, bajaba, acercaba y alejaba continuamente a ésta. La balsa es de hule, inflable, no es rígida. La instrucción que habíamos recibido nos indicaba que debíamos tirarnos de espaldas sobre el techo de la balsa, pero una cosa es hacerlo en un mar más o menos tranquilo y otra muy distinta cuando el mar está picado, que la balsa no queda en un lugar, sino que va y viene, tirarse de espaldas de esa forma es casi imposible. Muchos tripulantes se tiraban al agua y a nado, o embarcados por otros náufragos llegaban a las balsas, pero el agua en el sur es muy fría, con temperaturas bajo cero y el problema después era estar con esa ropa mojada. Traté de ver cómo era el movimiento de la balsa y en un momento decidí tirarme sobre ella, con tan buena fortuna, que directamente entré por una pequeña abertura que tiene como entrada. La ropa seca no me duró mucho, ya que después había que ayudar para ingresar a la balsa al camarada que se tiraba pero que en vez de caer en la balsa, caía en el mar o al que venía ya nadando.

ER. Que me puede decir con respecto a las balsas de salvataje.

ROA: Las balsas eran de hule, de color naranja fuerte, a fin de que pudieran ser visualizadas más fácilmente en el mar y autoinflables. Tenían un dispositivo, que no tiene sentido explicarlo, pero que cuando caían al agua se inflaban. Tenían una capacidad de veinte personas. En ellas había alimentos para la supervivencia, ricos en glucosa, terrones de azúcar para proveer de calorías, y fundamentalmente, agua potable. Las balsas no eran rígidas, sino flexibles.

ER: En la balsa en la cual estaba, ¿cómo se organizaron?

ROA: En esta balsa éramos diecisiete personas, la mayoría nos conocíamos y con la conformidad de todos tomé el mando de la misma. Ahora venía la otra etapa que era la de supervivencia en el mar. No sabíamos cuándo podíamos ser rescatados, si bien sabíamos que la gente encargada de las comunicaciones del crucero, producido el ataque trataron de comunicarse con los otros buques que se encontraban a proa y estribor, para dar cuenta de la situación de emergencia en la que se encontraba el buque, eso lo hicieron con señales de luces, porque no había forma de hacerlo por radio, por la falta de energía. De inmediato constaté los elementos con los cuales contábamos y se racionalizaron para que duraran la mayor cantidad de días posibles. Así asignamos el consumo de medio litro de agua por día y por persona. De ahora en más nuestro enemigo era el mar que se había puesto embravecido y el frío. Algunos de nuestros compañeros se encontraban con heridas o con quemaduras, otros tenían todo el cuerpo cubierto de fueloil y solo se destacaban el blanco de los dientes y los ojos. 

ER: En esos primeros momentos posteriores al abandono del navío, puede comentar si vieron el hundimiento del crucero.

ROA: Sí pudimos verlo, incluso pudimos divisar el gran boquete que bajo la línea de flotación había ocasionado el impacto del primer torpedo. También el segundo torpedo había seccionado la proa. El buque estaba totalmente escorado sobre babor como ya le conté y comenzó a hundirse por la popa. Desde que recibió el impacto de los torpedos hasta el hundimiento pasaron no más de treinta y cinco a cuarenta minutos, según estimo. Fue algo impresionante. Segundos después de la desaparición total del buque sentimos tremendas explosiones, producidas por las calderas que explotaban. Normalmente cuando se hunde un navío, el agua que se introduce en el mismo produce una succión que traga, por decirlo de alguna forma, a balsas o náufragos que se encuentran en la proximidad, por lo cual hay que tratar de alejarse lo más lejos posible para evitar esa situación. Por suerte en este caso, no se produjo esa succión y por lo tanto no hubo víctimas, ni balsas que se hundieran por ese motivo. Sí hubo hundimiento de balsas cuando se estaba efectuando el abandono de buque y eran las que bajaron por la parte afectada y que por el impulso de las olas fueron llevadas hasta el lugar en el que se había producido el rumbo y las chapas con puntas y filos rasgaron muchas balsas, produciendo su pinchadura. Inmediatamente después de hundido el buque, como expulsadas por un resorte, los tambores vacíos de doscientos litros de combustibles como así también unos puntales de madera que toda nave lleva para apuntalar compartimentos en caso necesario, salieron a flote a gran velocidad y en forma violenta saltando por el aire, hasta muchos metros de altura, no puedo decir cuántos, pero por lo que sé, ninguna de las balsas fue afectada.

Guerra de Malvinas
Foto tomada por el Teniente de Fragata Martín Sgut

ER: Volviendo un poco para atrás, ¿no se pudo advertir la presencia en la zona del submarino y tomar medidas preventivas contra un ataque?

ROA: Desde que salimos de Puerto Belgrano y durante toda la navegación, se mantuvo la formación antisubmarina. El Belgrano no contaba con sonar, ni armas antisubmarinas, sí tenía armamento para la lucha con otros navíos de superficie y una buena cobertura antiaérea. Los otros dos destructores que le nombré al principio, sí tenían sonar y aquel armamento como cargas de profundidad y cargas de profundidad tipo erizo, es decir que antes de caer al agua se abre la carga y las explosiones cubren un gran área; esos explosivos son regulados para que exploten a determinada profundidad, donde se estima que puede estar el submarino, como así también torpedos. En esa formación el Belgrano iba en el medio y escoltado por los destructores, uno a proa y estribor y el otro a popa y a babor, pero al momento del ataque al crucero, los dos destructores estaban a proa y a estribor y esa formación había cambiado porque no se temía un ataque por parte de un submarino, sino que era previsible un ataque por la aviación enemiga. Según leí años después, la ubicación del Belgrano fue detectado por el submarino, por el buque tanque que nos aprovisionó de combustible el día antes y que por no ser tan silencioso, fue detectado por el enemigo.

ER: ¿Cuántos días tardaron en rescatarlos?

ROA: El rescate de algunas balsas, fue a las pocas horas del hundimiento del Belgrano, pero a nosotros tardaron casi cuarenta y seis horas en encontrarnos. Cuando abandonamos el barco y ya en las balsas, nos amarramos a otras, algunas sin ocupantes, para ser ubicados con mayor facilidad y disponer de algunos elementos de supervivencia extras necesarios en caso de prolongarse la espera a ser rescatados, pero el temporal que se desató y el mar embravecido hizo que a la noche las balsas se desamarraran y cada una fuera por su lado. Como le dije el mayor problema era el frío, dentro de la balsa tratamos de mantenernos unos cercanos de otro para darnos calor con nuestros cuerpos y nos impusimos no dormirnos ya que eso podría ser letal, tratamos de hacer pequeños ejercicios para provocar calor. Grandes olas se abatían sobre nosotros y la balsa se movía de un lado para otro en forma violenta y el agua que entraba era un problema, por lo cual también debíamos turnarnos para sacarla. Así pasamos la primera noche. El lunes 3, la situación de mar agitado era la misma. En horas de la tarde, cuando algunos de nosotros ya estaban a punto de desfallecer ante la falta de novedades, avistamos un avión de la marina, un Neptune al cual le hicimos señas de todo tipo, desde el avión nos vieron y nos lo hicieron saber con el movimiento de sus alas. Nuestras esperanzas renacieron. Pero la noche vino pronto, porque estábamos en mitad del otoño y por la latitud en la que nos encontrábamos. Esa noche fue más complicada que la anterior, ya que pese al avistamiento, el no ser rescatados minó nuestro estado de ánimo; no obstante el que podía trataba de darle ánimo al resto. El problema era el personal que estaba herido, si bien no de gravedad y también aquellos que estaban empapados con fueloil. Por lo que estábamos viviendo en una situación casi al límite, consideramos que otra noche así no podríamos sobrevivir. El martes 4, por suerte el día amaneció soleado y con un mar calmo. 

ER: ¿Cómo los encontraron?

ROA: Evidentemente el Neptune, había dado nuestra posición y ya venían en nuestro auxilio. A las primeras horas del día nos sobrevuela un helicóptero con la cruz roja, no sabíamos de qué nacionalidad era, ni tampoco tenía mayor importancia en esas circunstancias. Cerca del mediodía vimos en el horizonte un barco cuyo casco estaba pintado de anaranjado. Amarramos una bengala en un remo y con el remo en lo alto hicimos señas al barco, que venía en nuestro encuentro. El buque era el ARA Bahía Paraíso. Eso como se imaginará, por lo que habíamos pasado, nos llenó de alegría y todos nos vimos envueltos en una algarabía incontrolable, ya que ello significó sin exagerar, pasar de la muerte a la vida. Después supimos que el helicóptero que horas antes nos había sobrevolado correspondía al buque. Cuando se acercaron a nuestra balsa, comenzaron a darnos indicaciones mediante un megáfono y nos tiraron cabos para acercar la balsa y luego tiraron una escala para que pudiéramos subir a cubierta. La tarea no resultó fácil pues si bien las condiciones del mar no eran malas, había lo que llamamos mar de fondo y la balsa al costado del buque, subía y bajaba con el movimiento del mar, lo que dificultaba la tarea de rescate. De tanto jalar la soga, tuve quemadura en las manos. A duras penas pude subir por la escala y cuando estaba por llegar, los marineros desde arriba me agarraron de la ropa y me subieron como pudieron. Cuando me vi en cubierta, caí extenuado y no me pude levantar, es como si me hubiera distendido y ya no tuve fuerza para nada. Lo mismo pasó con mis compañeros.

ER: Cuanta distancia recorrieron desde el lugar del siniestro hasta el lugar del rescate.

ROA: Fuimos rescatados a una distancia de 70 millas del lugar de donde se hundió el Belgrano, lo que equivale a una distancia de 110 kilómetros aproximadamente, en dirección sur, arrastrados por el viento y la corriente marina. 

ER: Ya embarcados en el Bahía Paraíso, seguramente recibieron la atención necesaria que el caso requería.

ROA: Sí, ese buque había sido convertido en buque hospital, le comento que semanas más tarde, fue pintado todo de blanco con dos cruces rojas enormes pintadas sobre su estructura. Allí fuimos atendidos a las mil maravillas. Inmediatamente me pusieron en una camilla especial con la forma de un cuerpo humano y me bajaron al comedor que había sido transformado como sala de emergencia, siendo atendido de inmediato por médicos y enfermeros, cortaron toda mi ropa y comenzaron a revisarme, preguntándome si tenía alguna fractura o dolencia, mis piernas y los pies estaban blanquecinos, tenían un aspecto cadavérico, lo mismo que mi cara, como consecuencia del frío que habíamos sufrido ya que la circulación sanguínea se había visto afectada. Me dieron un baño con agua caliente y me hicieron masajes en todo el cuerpo, hasta que la piel fue tomando un color normal, mis manos y cara se veían más rosadas, nos dieron ropa seca y un chocolate caliente que me reconfortó. La actuación del personal sanitario, tanto los médicos como los auxiliares fue maravillosa y muy humana, yo había sufrido la rotura parcial de unos dientes delanteros y escoriaciones en las piernas.

ER: ¿Fueron trasladados en seguida a tierra?

ROA: No. Permanecimos más o menos una semana embarcados, ya que el Bahía Paraíso siguió en la búsqueda de más náufragos. Después de nosotros rescataron otra balsa con muchos tripulantes, pero después las balsas que se avistaron estaban ocupadas por una, dos o pocas personas y todos ellos habían fallecido por el frío. En el caso nuestro, el hecho de que hubiera muchas personas en la balsa, hacía que pudiéramos darnos calor unos a otros y por lo cual sobrevivimos al frío tan intenso.

ER: Yo hubiera pensado, sin tener en cuenta lo que ahora me dice, que al ser pocos los ocupantes de una balsa, tendrían más medios de subsistencia a su disposición, más agua, más alimentos, pero lo que ahora me explica me hace entender un poco más la necesidad de contar con calor y también me parece ahora que al ser más personas, en lo anímico ayuda, pues en una balsa con una sola persona o dos, el desfallecimiento y el verse perdido en la inmensidad del mar, debe haber influido negativamente en las ganas de seguir luchando cuando los resultados no aparecen a la vista.

ROA: Sí exactamente. Este barco rescató más de sesenta náufragos del Belgrano, entre vivos y fallecidos. Durante esos días fuimos recuperando fuerzas y muchos fueron operados. Después fuimos trasladados a Ushuaia y desde allí en avión a la Base Naval de Puerto Belgrano, donde nos volvieron a atender en el Hospital.

ER: Cuántos tripulantes del Belgrano, resultaron muertos como consecuencia inmediata del ataque y en los días posteriores.

ROA: Perdimos a 323 camaradas, muchísimos de los cuales descansan en el fondo del mar, junto a nuestro querido crucero.

Capitán Héctor E. Bonzo
El Comandante Héctor E. Bonzo con nuestro entrevistado

ER: He leído sobre el comportamiento que el comandante Bonzo tuvo siempre hacia la tripulación del Belgrano, ¿desea agregar algo al respecto?

ROA: Sí, por supuesto. El comportamiento de nuestro comandante, fue en todo momento ejemplar, sobre todo en los momentos más difíciles que es cuando afloran los verdaderos valores humanos. Después del conflicto, siguió acompañándonos, hasta el momento que falleció, hace ya 10 años. Creo que ningún tripulante del Belgrano, mientras viva, podrá olvidarse del capitán Bonzo.

ER: Bueno Aquino, le agradezco todo lo contado, que ha sido más que interesante. Como hago con todo veterano, le doy las gracias como argentino, por haber estado al servicio de la Patria en aquellos momentos del conflicto austral.

Voy a terminar esta entrevista con unas palabras que expresó su recordado y querido comandante: “Cada vez que escucho hablar de las víctimas del Belgrano me enfermo. Son héroes y así deben ser recordados”.