Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 43 - Junio 2017 - Pags. 12 a 14
Reportaje a Eriberto J. Peralta
El día 4 de mayo ppdo. me encontré con Eriberto Peralta en una cafetería de Villa Ballester, para conversar sobre temas que a ambos nos interesan, principalmente la historia nacional y la de nuestra ciudad.
Charlar con Eriberto, que fue fundador y primer presidente del Instituto Juan Manuel de Rosas de General San Martín, con su prodigiosa memoria -que es para envidiar- siempre es un placer. A sus 92 años -parece que tuviera muchos menos- es un ejemplo de vida.
Decidí hacerle un reportaje, para que todos los lectores lo conozcan y sepan también algo más del San Martín de la mitad del siglo pasado.
Norberto J. Chiviló
Chiviló - Eriberto, tengo entendido que Ud. vivió muchos años en San Martín, ¿nació aquí?
Peralta - Nací en Rosario en el año 1924 y a raíz del traslado de mi padre que era ferroviario, vinimos a vivir en el año 1938 a Villa Diehl, lo que ahora es Villa Maipú. Vivimos en una casa que era de mis abuelos en la calle Ituzaingo, hasta el año 1955 en que con mi familia nos mudamos a Hurlingham, lugar en el cual vivo en la actualidad.
¿Siempre fue rosista?
- En realidad, no. Fui educado allá en Rosario y luego aquí en Buenos Aires en el Colegio Nacional Sarmiento, en el antirrosismo, con lo que se llamó la "historia oficial". Nos llenaron la cabeza de cuentos, como que a las mujeres le pegaban en el pelo la divisa federal con alquitrán, o aquella otra que la Mazorca por la calle perseguía y degollaba a la gente. En esos momentos, para mí, Rosas era un monstruo. Estudiábamos con los libros de Grosso, Vicente Fidel López y nos hacían leer "El Matadero" de Echeverría y "Amalia" de Mármol, entre otros. Pero allá en Rosario, una vez, un profesor de historia, llamado Dardo Corvalán Mendilaharzu, nos dijo a los alumnos: "Pero Uds. no saben nada de historia" y también nos comentó que la historia que nos habían enseñado, había sido falsificada y estaba toda plagada de mentiras.
Y como fue, que con todo ese bagaje negativo hacia Rosas, Ud. se acercó a la verdad histórica.
- Aquellas palabras de Corvalán Mendilaharzu, habían provocado una duda sobre todo lo que había aprendido sobre Rosas y un día, a fines de 1940, caminando por el centro de Buenos Aires, pasé frente a una vieja casona de la calle Perú N° 359, que según me dijeron después había sido propiedad de la familia Dorrego, que en su frente tenía una placa que decía "Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas". La puerta estaba abierta y miré con curiosidad. Había una escalera de mármol de Carrara y me decidí a subir, con aquella curiosidad de todo adolescente. Al final de la escalera, me encontré con un salón inmenso, convertido en biblioteca. En el lugar se encontraba un señor mayor que me atendió, que se llamaba Manuel Vizoso Gorostiaga, a quién le transmití algunas de las dudas que tenía sobre la historia de nuestra patria y señalándome la biblioteca, me dijo: "Mire m'ijito, allí tiene todo lo necesario para informarse. Se tiene que hacer socio de este Instituto, paga un peso como cuota mensual y tiene todos estos libros a su disposición". Así me hice socio y recibí un lindo diploma, que lamentablemente años después extravié. Llegué a tener cierta amistad con Vizoso Gorostiaga.
¿Cómo siguió esa amistad?
- Evidentemente le caí simpático a Vizoso Gorostiaga, ya que me invitó a concurrir al Archivo Histórico Nacional, ubicado en la Av. Leandro N. Alem al 100, donde él tenía un alto cargo, no recuerdo si era el Director o algo parecido, pero tenía un cargo muy importante. Yo trabajaba en la gerencia de los Ferrocarriles, a pocas cuadras de allí, en Bartolomé Mitre y 25 de Mayo y al mediodía en el horario del almuerzo, me corría al Archivo, donde él me mostraba diversos documentos, entre ellos, y uno de los más importantes, la carta de la Hacienda de Figueroa que Rosas le mandó a Quiroga cuando este se encontraba en viaje hacia Tucumán y que llevaba en su chaqueta cuando fue muerto en Barranca Yaco, por lo cual la carta estaba manchada con la sangre de Facundo; también me mostró una carpeta que contenía las cartas intercambiadas entre Rosas y quien había sido su ministro Roxas y Patrón, entre otros interesantes documentos que pude ver y apreciar. Ese lugar era frecuentado por escritores e historiadores tomando notas y examinando documentos y así Vizoso Gorostiaga, me decía: "Ve a ese Señor, es Enrique de Gandía" y así con Levene y otros personajes.
¿Cómo se relacionó con otros jóvenes de aquí en San Martín?
- En los primeros días de marzo de 1946 me enteré que en la Iglesia parroquial de Jesús Amoroso de San Martín, se iba a oficiar una misa recordatoria de Rosas y luego también se le haría un homenaje en la plaza de San Martín, que estaba enfrente, separada en aquél entonces del Templo, por una calle.
Por supuesto que concurrí a la misa y al acto, que se realizó junto al monumento al Gral. San Martín y se depositó a su pié una ofrenda floral. Allí conocí a otros jóvenes de la zona: Jaime Tristán González Polero y Gabino Peláez, entre otros. Les referí mi identificación con el ideario nacionalista y revisionista y mi pertenencia al Instituto Rosas de la capital -muchos de cuyos socios también habían concurrido al acto- e informándoles que junto a otros vecinos de Villa Diehl habíamos formado una biblioteca llamada "17 de octubre", donde habíamos reunido gran cantidad de libros sobre política e historia.
De izq. a der. Prof. Jorge O. Sulé, Jaime T. González Polero y Eriberto Peralta |
Al día siguiente recibí una invitación de ambos, para encontrarnos en la casa de González Polero, para conversar e intercambiar opiniones sobre historia y política nacional. Ese fue el comienzo de una ininterrumpida amistad, especialmente con Jaime, acrecentada y cimentada por los mismos ideales patrióticos y el mutuo respeto personal.
¿Así nació ese grupo de jóvenes revisionistas de San Martín, a quienes en el Instituto central llamaron los "muchachos de San Martín"?
- De allí en más todos los amigos de Jaime y Peláez y los míos, constituimos un grupo entusiasta de jóvenes, amantes de la verdadera historia que nos reuníamos indistintamente en la confitería San Martín, que ya no existe, en el bar Urbión, en el Club General San Martín, todos de la zona céntrica de San Martín y también en el bar alemán que se encontraba en San Andrés en la calle La Crujía, esquina Riobamba, que ya no existe, porque en el año '62 o '63, más o menos, por la explosión de una garrafa, destruyó todo el establecimiento y nunca más se reconstruyó y actualmente y después de 50 años, sigue baldío. Me acuerdo que en una oportunidad, invitamos a José María Rosa a disertar en el Club San Martín sobre el tema Caseros y el revisionismo histórico, que fue una brillante conferencia. Ese evento causó mucho revuelo en el vecindario, en algunos medios periodísticos de la zona e incluso entre las autoridades del mismo Club, pues la palabra "Rosas" era mala palabra en aquél entonces. Tengamos en cuenta que en aquellos momentos San Martín, era un pueblo y no la gran ciudad que es hoy.
Tengo entendido que Ud. fue uno de los promotores de la creación del Instituto Rosas o una filial en San Martín.
- Sí, a raíz de aquella conferencia del Dr. Rosa en el Club San Martín, y viendo el disertante y algunos miembros del Instituto de capital, que habían concurrido al evento, del gran entusiasmo que teníamos aquellos jóvenes de San Martín, nos instaron e invitaron a la creación de una filial.
¿Cómo siguió la cosa?
- Después de algunas reuniones que mantuvimos entre nosotros, se propuso que un pequeño grupo se entrevistara con los miembros de la Comisión Directiva del Instituto de capital, para tratar de concretar la idea. Para intervenir en tal entrevista fui elegido junto con González Polero y Peláez. El encuentro fue un gran momento emocional para los tres, ya que ser recibidos por el presidente Julio Irazusta, por el secretario Vizoso Gorostiaga y demás directivos como Antonio Villamil, Alberto Contreras, Alfredo Ortíz de Rozas y Julio César Corvalán Mendilaharzu, significó para nosotros no solo un gran honor, sino también un espaldarazo y nos dieron la consiguiente autorización para constituir en San Martín la Filial del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. La filial San Martín, fue la primera que tuvo el Instituto. Después se crearon otras en distintas ciudades y pueblos de nuestro país.
¿Cuándo se concretó la fundación de la nueva Filial?
- La reunión constitutiva la realizamos en el domicilio de Ubaldo Verón, encontrándose presentes también Héctor Juan Pedroza, Gabino Peláez, Jaime Tristán González Polero, Ángel Gentile, Francisco Gerasi, Carlos Bañuelos, Ernesto Lacalle, Ricardo Lazarini, Ricardo E. Pedroza, Horacio Conde, Eliseo Torreira, Guillermo Bigand, José Barrientos, José García Montes, Roberto Fenelli, Juan Camalet Le Noble, Antonio Beato, Jesús Olguin, Jorge F. Perrone, Marianelli, Vicuña, Paganotti, Olsen, Pardo, Gorno y yo.
González Polero y Jorge Perrone |
¿Cómo fue de allí en adelante la relación de Uds. con el Instituto?
- González Polero y yo establecimos un contacto permanente con el Instituto central, recibiendo un apoyo permanente de todos sus integrantes, destacándose Vizoso Gorostiaga, que nos tomó un real aprecio, considerándolo nosotros como un padrino de nuestra Filial, pero desgraciadamente a los dos años falleció y ello nos privó de su valiosa amistad.
Tengo entendido que la Filial, tuvo un local en el centro de San Martín para el desarrollo de las actividades, ¿fue así?.
- Nuestra Institución fue creciendo con la incorporación de otros asociados como Mario Freire, José María Ramallo, Marcelo Barros, Gutiérrez del Castillo, entre los que ahora recuerdo. Estábamos en la búsqueda de un espacio físico para desarrollar nuestras actividades, cuando un amigo de González Polero, el Sr. Anacarsis Hidalgo, entusiasta colaborador de nuestras inquietudes juveniles, que era el dueño de una vieja casona ubicada en la calle San Lorenzo N° 172, que se encontraba desocupada, nos la ofreció sin pedirnos nada a cambio, en un gesto de patriotismo y propio de su generosa naturaleza. Se imaginará la alegría de todos nosotros. Quiero destacar la actitud ejemplificadora de Anacarsis, frente a situaciones discordantes de logreros oportunistas, que nunca faltan en las Instituciones, perjudicando los ideales sustentados.
¿Qué pasó cuando recibieron la casa?
- Cuando tomamos posesión de la casona, todos trabajamos con gran entusiasmo para ponerla en condiciones digna de ser la sede de nuestra Institución. Con gran ahínco y a pulmón realizamos trabajos de limpieza, albañilería para refaccionarla, pintura y el gran salón que tenía la propiedad se empapeló con los colores federales. En ese gran salón, en el cual realizábamos nuestras reuniones, también era utilizado en las conferencias que dábamos algunos de nosotros y miembros del Instituto de la capital, como José M. Rosa, Vizoso Gorostiaga, Julio César Corvalán Mendilaharzu, Juan Pablo Oliver, Suárez Caviglia, Mario César Gras, Ramón Doll y muchos otros, cuyos nombres escapan a mi memoria, que nos dieron charlas y conferencias de valía, que honraron a nuestra Filial con su invalorable presencia.
He leído en alguna vieja Revista del Instituto central, que se hacían actos en la plaza central de nuestra ciudad.
- Sí. Nuestra actividad no se terminaba puertas adentro de nuestra sede, sino que tratamos de llevarla a cabo también en ámbitos públicos. Muchísimos de los actos los realizábamos en la Plaza de San Martín, que se caracterizaban por contar con fervorosa adhesión de nacionalistas conocedores de la verdadera historia, con el agregado de algunos vecinos que se acercaban al palco, para lograr alguna información histórica. También quiero señalar que otros muchos vecinos curiosos, nos observaban a la distancia desde donde estaban la confitería San Martín y el bar Urbión, sin animarse a participar directamente del acto por el prejuicio que existía sobre la figura de Rosas, pero que por primera vez escuchaban en San Martín, un relato histórico muy distinto al que habían recibido hasta ese entonces, producto de la imposición ideológica por los vencedores de Caseros y Pavón. Quiero destacar también que el Padre Clóvis Fernández Mendoza, cura párroco de la Iglesia, editada un pequeño semanario parroquial y en el mismo aparecía la noticia sobre los actos que realizábamos.
¿Cómo mantenían desde el punto de vista económica la actividad de la Filial?
- En realidad toda la actividad que desarrollábamos era onerosa y se sostenía con el aporte voluntario de los miembros que formábamos la Comisión Directiva y el de los asociados y simpatizantes. El mayor desembolso económico consistía en los gastos de imprenta por la confección de volantes, comunicados, invitaciones, etc. y para ese cometido recurríamos a la imprenta de Alberto Contreras, quien como un amigo nos entregaba el trabajo solicitado en tiempo y forma, sin importarle si le abonábamos el total del costo, asumiendo él generosamente, las diferencias que nosotros no podíamos completar, demostrando su altruismo y también su compromiso con la causa que compartíamos. Vaya mi reconocimiento hacia tal amigo.
Alguna vez en alguna charla anterior Ud. me contó que habían participado de un importante Congreso Federalista de Historia.
- Sí, así fue. Tuvimos la grata noticia de ser invitados, seguramente por la gestión de Vizoso Gorostiaga, a ese un Congreso que se realizó en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz. Eso fue a fines de los años '40, si mal no recuerdo. En representación de nuestra Institución concurrimos González Polero y yo, participando de las deliberaciones, no obstante lo onerosos que era en aquellos momentos para nosotros los gastos de viaje y estadía. Fue una experiencia muy linda y provechosa. Conocimos a escritores e historiadores muy importantes.
Alguien me dijo que por aquellas épocas alguna calle de la zona llevaba el nombre de Rosas. ¿Puede darme algún dato de ello?.
- Recuerdo que alguien nos comentó que en San Andrés, existía una calle o una cortada, no recuero bien, que llevaba el nombre de Juan Manuel de Rosas, pero que no tenía ningún cartel que así lo indicara. Después de corroborar la información y comprobar que ello era cierto, surgió la idea de encargar una placa que indicara el nombre de esa calle y ponerla en el lugar, lo que hicimos en un acto que contó con gran concurrencia de vecinos. A los pocos días manos intolerantes y depredadoras cubrieron la placa con alquitrán y al poco tiempo más la hicieron desaparecer.
Cuando a principios de la década del '60 yo era estudiante secundario en el Colegio Nacional Tomás Guido, nunca ví ni me enteré que el Instituto Rosas tuviera una sede en la ciudad, a la cual hubiéramos concurrido con otros amigos, con los cuales estábamos descubriendo cual era la verdad histórica, ¿Qué había pasado, con aquella sede de la calle San Lorenzo?
- Bueno… en esos años ya no había ninguna sede. En el mes de setiembre de 1955 con motivo de la llamada Revolución Libertadora que derrocó al gobierno constitucional del Gral. Perón, un comando civil tomó por asalto la casona que era nuestra sede en la calle San Lorenzo, llevándose todo lo que encontraron, cargándolo en un camión del ejército que los apoyaba. Se llevaron todo lo material, pero no pudieron llevarse nuestras convicciones, que continuaron en pie tras la adversidad. Ello, por razones obvias produjo la disgregación del grupo. En ese año, yo me mudé a Hurlingham y González Polero, cargó la mochila itinerante del Instituto Juan Manuel de Rosas de San Martín, llevando sobre sus espaldas la noble misión de la reconstrucción anhelada. Pasaron muchos años de inciertas perspectivas, pero nada ocurre en vano en el largo camino recorrido. Gracias a las gestiones realizadas principalmente por Jaime, se logró que la Municipalidad comprara la casa que había sido de Rosas, ubicada en la calle Diego Pombo, casi Ayacucho, de San Andrés, donde en la época de la Confederación, Rosas había establecido la comandancia del ejército y que ahora allí funcione el Museo Regional "Casa de Rosas". Fue un verdadero logro. También Jaime reorganizó nuevamente el Instituto de Investigaciones Juan Manuel de Rosas de Gral. San Martín, siendo su motor hasta su fallecimiento. Él dejó el testimonio de una generación, que allá hace 70 años, inauguraba en San Martín, una nueva visión de la historia nacional.
Eriberto, le agradezco todos estos datos que me ha transmitido y que también les permitirá a los lectores de "El Restaurador", conocer algo más de la actividad cultural y de esclarecimiento histórico que en nuestra Ciudad, llevaron a cabo todos Uds. hace ya tanto tiempo atrás, pero que ha dado fecundo fruto, pues si bien hay mentes obtusas que no quieren ver la realidad de los hechos ocurridos en nuestra historia, les ha permitido a muchos otros conocer la verdadera historia, sin mentiras ni falsificaciones. Como argentino y sanmartinense y por esa patriótica tarea, le doy las gracias.
- Amigo Norberto, para concluir esta entrevista, que le agradezco infinitamente, permítale expresarle, evocando a todos los que integramos la cruzada revisionista de la historia en 1947, el reconocimiento por continuar con la noble misión de difundir desde su periódico, el más preciado galardón que pueda tener una Nación Soberana: el conocimiento de su verdadera historia.
Mucho le agradezco su reconocimiento y que Ud. me considere su amigo, para mí es un alto honor.