jueves, 1 de junio de 2017

Historia de un retrato y de su autor Prilidiano Pueyrredón

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 43 - Junio 2017 - Pags. 4 y 5 


Historia de un retrato y de Prilidiano Pueyrredón, su autor.

por Norberto Jorge Chiviló

Autoretrato de prilidiano Pueyrredón
Prilidiano Pueyrredón. Autorretrato. 1861
Prilidiano, nacido en 1823 era hijo de Juan Martín de Pueyrredón, uno de los héroes que se había destacado en el Combate de Perdriel, acción ocurrida el 1° de agosto de 1806 y quien al mando de un puñado de criollos, se enfrentó a fuerzas invasoras inglesas mayores en número y recursos y formadas por aguerridos soldados, siendo este el primer hecho de armas entre criollos e ingleses en aquellas memorables jornadas de la Reconquista. Diez años después Juan Martín fue nombrado por el Congreso de Tucumán como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Los Pueyrredón eran de ideas unitarias. En 1835 y con motivo del acceso de Rosas al poder de la provincia de Buenos Aires por segunda vez, Juan Martín se alejó de Buenos Aires junto a su familia, con rumbo a Europa, especialmente a Francia, de donde provenían sus antepasados. Allí su hijo Priliadiano obtuvo una formación intelectual europea y años más tarde también tomó conocimiento de las manifestaciones artísticas de la corte brasileña, ya que se radicaron en 1841 en Río de Janeiro y después de dos años, volvieron nuevamente a Europa. En París, Prilidiano se recibió de ingeniero.

Regresaron a Buenos Aires en 1849, seguramente por la situación de bonanza y de paz en la que se vivía en aquél entonces en la Confederación Argentina, falleciendo el ex Director Supremo en marzo de 1850, a raíz de una enfermedad que lo aquejaba hacía tiempo.

Habiendo ocurrido en mayo de 1851 el pronunciamiento de Urquiza, en Buenos Aires, un grupo de federales quisieron alagar a Rosas, obsequiando a Manuelita -quien hasta ese momento nunca había posado para un pintor- con un retrato de su figura. La hija del gobernador antes de aceptar, quiso consultarlo con su padre, el que a su vez designó una comisión formada por su amigo Juan Nepomuceno Terreo, su exsocio en actividades comerciales Luis Dorrego y su hermano Gervasio Ortíz de Rozas, para que aconsejara y dictaminara si Manuelita debía ser retratada y en su caso, si el obsequio debía ser aceptado. La comisión no solo se expidió afirmativamente, sino que también definieron detalles de la obra, como el color del vestido y la posición “más análoga a la moral y al rango” que debía darse a la retratada y otras cuestiones que se consideraron importantes. 

La obra fue encargada por esta comisión al joven Prilidiano Pueyrredón,  quien contaba con 27 años de edad y sólidos conocimientos pictóricos, quien se abocó a la tarea y previo los bocetos correspondientes, como el que ilustra esta página, retrató a Manuelita de cuerpo entero, en tamaño casi natural, en el impactante óleo pintado a mediados de 1851, que mide 199 x 166 cms. y que se reproduce en la página de inicio de este periódico.

Esta pintura, que es considerada como gran exponente de la iconografía pictórica argentina se encontraba originariamente expuesta en el Museo Histórico Nacional, pero a principios de los años '30 la obra de Prilidiano Pueyrredón fue revalorizada por los críticos de arte y por ello pasó a ser exhibido en el Museo de Bellas Artes de la ciudad de Buenos Aires, donde ocupa lugar destacado y que por sus características, no resulta indiferente ya que por el contrario atrapa la vista y atención del visitante.

Boceto del retrato de Manuelita Rosas







Boceto al óleo de 37,7 x 30,3 cm. realizado Pueyrredón y que utilizó para pintar el célebre retrato de Manuelita









Después de ejecutar este retrato, su joven autor viajó a España, pero al poco tiempo regresó y se instaló definitivamente en Buenos Aires en 1854. 

De su primera estadía como artista en esta ciudad, solo se conocen el retrato de su padre, otro inconcluso de su prima y vecina  Magdalena Costa, que fue su amor no correspondido y el de Manuelita, con quien en la infancia, tuvieron una antigua amistad. Estos fueron retratos de fuerte carácter afectivo entre el pintor y estos tres personajes. 

Al momento de la ejecución de la obra, Manuelita que tenía 34 años, fue retratada de pie, junto a una mesa dorada con tapa de mármol blanco en la que se ve un florero con flores rojas, rosadas y blancas, está un poco perfilada hacia la derecha, con un vestido "colorado de la patria federal" y "con expresión risueña" en el “acto de colocar sobre su mesa de gabinete una solicitud dirigida a su tatita", el fondo es de un tinte verdoso.

En el retrato prima el rojo, en distintas gamas y tonalidades, utilizado para pintar la mayoría de los objetos, como el vestido de terciopelo a la moda, la alfombra, el cortinado, el tapizado del sillón estilo Luis XV y algunas de las flores del ramillete que se encuentran en el florero, sobre la mesa de gabinete.

Con el fin de mejorar el efecto visual y otorgar luminosidad al retrato y quebrar la uniformidad cromática, el artista pintó unos encajes blancos de la falda, rematados por moños rojos y unos volados del mismo color en las mangas. 

De color blanco es también el escarpín de seda del pie izquierdo de la retratada, que sobresale debajo del vestido.

El vestido con miriñaque de terciopelo rojo, con un generoso escote en "v" está de acuerdo a la moda europea del momento.

En el cuadro, Manuelita luce una diadema sobre su peinado, acompañado por un moño punzó, además de un importante collar que resalta por el amplio escote y un prendedor; aros y pulseras de oro con piedras preciosas y anillos en ambas manos.

El cuadro es armónico, pese a la hegemonía de los tonos de rojo, pues la tonalidad verdosa del fondo, los detalles en blanco ya mencionados, hacen un contraste interesante y en realidad hacen resaltar más el rojo, que fue el color solicitado. 

Una vez pintado este retrato, fue presentado a la vista pública, en una sesión de baile de gala en honor de Manuelita, que se realizó en el teatro Coliseo, organizado por destacadas personalidades como Baldomero García, Eustaquio José Torres y Juan Manuel de Larrazábal, entre otros, en el que además se proyectaba distribuir litografías del mismo a los asistentes. Estas personas mencionadas, eran quienes habían ofrecido a Manuelita, el obsequio de su retrato.

Ese baile que se realizó en octubre de 1851 y duró hasta altas horas de la noche, contó con la concurrencia de la alta sociedad porteña y en la que Manuelita fue la figura principal.

Patio porteño en 1850, pintado por Pueyrredón en 1860

Prilidiano fue un gran artista, a quien muchos llaman el "primer pintor de la Patria" y entre sus obras más importantes, además del retrato de Manuela, podemos mencionar "La pulpería", "Un alto en el camino", "Lavanderas del bajo Belgrano", "Un domingo en los suburbios de San Isidro", "Paisaje de la costa", "Capataz y peón de campo", "El rodeo", entre muchas otras, donde se destaca como gran paisajista y donde en sus telas volcó las tradiciones y costumbres de los habitantes rioplatenses. También tenemos que destacar la infinidad de retratos de personas de la alta sociedad que pintó, lo que lo sitúa entre los grandes retratistas.

Sus obras se encuentran en los Museos más importantes del país y cuando alguna de una colección particular sale a la venta, logra alta cotización.

No debemos dejar tampoco de mencionar sus pinturas eróticas y realistas de "El baño" y "La siesta", muy sensuales por la voluptuosidad de la modelo que era la cocinera de su chacra, obras que fueron pintadas para deleite propio y para exhibiciones privadas con sus amigos. 

No solo fue reconocido y apreciado como gran pintor en su época, sino que en la actualidad se lo considera como uno de los más importantes y representativo del arte argentino.

Pero no solo eso, ya que también fue arquitecto, ingeniero, paisajista y urbanista entre otras actividades.

Como arquitecto podemos mencionar que en mismo año de 1851 en el que retrató a Manuela Rosas, estaba proyectando la chacra Los Olivos, para su amigo Miguel de Azcuénaga, que con sucesivas remodelaciones realizadas a través de los años, sería la actual residencia presidencial. También modificó la fachada de la Catedral Metropolitana y realizó mejoras en la Iglesia del Pilar.

Como paisajista hizo un parque de dos kilómetros cuadrados en la estancia San Juan de su amigo Pereyra de Iraola.

En la Plaza de la Victoria, frente al Cabildo, que parecía un páramo, plantó 300 paraísos y también modificó la Pirámide de Mayo y le agregó la escultura de La Libertad.

Como ingeniero, proyectó y construyó un puente de hierro giratorio para cruzar el Riachuelo, que se puso en funcionamiento después de su fallecimiento.

Falleció a los 47 años, en 1870.