lunes, 1 de junio de 2015

El destino de los prisioneros paraguiayos

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 35 - Junio 2015 - Pag. 12  

El destino de los prisioneros paraguayos

 

Guerra de la triple Alianza
Dibujos de Ángelo Agostini. Uniformes de la caballería y la infantería del ejército paraguayo, año 1868

Los soldados paraguayos que caían prisioneros en manos de los argentinos y uruguayos, eran incorporados a la fuerza en sus ejércitos y obligados a luchar contra sus compatriotas, bajo una bandera que les es ajena, mientras que los brasileros se los repartían como esclavos para servir en las plantaciones.

También los correntinos y orientales que luchaban en el ejército paraguayo, al ser tomados prisioneros eran fusilados por "traidores", el mismo fin corrieron los paraguayos que se escapaban y eran vueltos a ser tomados prisioneros.

Según el coronel uruguayo León de Palleja, en su "Diario de Campaña de las fuerzas aliadas contra el Paraguay" el general oriental Flores informó: "Los batallones orientales han sufrido una gran baja, y estoy resuelto a reemplazarla con los prisioneros paraguayos, dándole una parte al general Paunero para aumentar sus batallones que están pequeños algunos, mientras que los brasileros se los reparten como esclavos".

Muchos jefes aliados no estaban de acuerdo en la incorporación de los prisioneros a sus fuerzas, así el mismo Palleja, escribió en su Diario: "…hasta repugna dar armas a estos pobres hombres para que peleen  contra su pabellón nacional y claven la bayoneta en el pecho de sus propios hermanos".

Lo mismo opinaba el general argentino Garmendia, en "Recuerdos de la guerra del Paraguay": "Hay algo de bárbara y deprimente en este acto inaudito de obligar a uno a que haga fuego contra su bandera; es un hecho sin ejemplo".

En una carta que Mitre le escribió al vicepresidente Marcos Paz el 4 de octubre de 1865, le comentaba, con cierto dejo de asombro: "Nuestro lote de prisioneros en Uruguayana fue de poco más de 1.400 -escribe Mitre a Marcos Paz-. Extrañará usted el número, que debiera ser más; pero por parte de la caballería brasileña hubo tal robo de prisioneros que por lo menos arrebataron 800 o 1.000 de ellos; los robaron para esclavos, hasta hoy mismo andan robando y comprando prisioneros. El comandante Guimaraes, jefe de una brigada brasileña, me decía el otro día que en las calles de Uruguayana tenía que andar diciendo que no era paraguayo para que no lo robaran" (4 de octubre de 1865 en "El mariscal Solano López" de J. E. O'Leary).  

López desde Humaitá remitió una carta a Mitre el 20 de noviembre en el cual cuestionó el trato que se daba a los prisioneros paraguayos:

"Es de uso general y práctica entre las naciones civilizadas atenuar los males de la guerra por leyes propias, despojándola de los actos de crueldad y barbarie que, deshonrando la humanidad, estigmatizan con una mancha indeleble a los jefes que los ordenan, protejan o toleren, y yo lo había esperado de V. E. y sus aliados..."

"La estricta disciplina de los ejércitos paraguayos en territorio argentino y en las poblaciones brasileras así lo comprueban... V. E., entre tanto, iniciaba la guerra con excesos y atrocidades... La bárbara crueldad con que han sido pasados a cuchillo los heridos del combate de Yatay... y acciones todavía más ilegales y atroces que se cometen con los paraguayos que han tenido la fatal suerte de caer prisioneros del ejército aliado en Yatay y Uruguayana. V. E. los ha obligado a empuñar las armas contra la patria aumentando con sus personas el efectivo de su ejército, haciéndolos traidores, y aquellos que han querido resistir a destruir su patria con sus brazos han sido inmediata y cruelmente inmolados. Los que no han participado de tan inicua suerte, han servido para fines no menos inhumanos y repugnantes, pues que en su mayor parte han sido llevados y reducidos a la esclavitud en Brasil. Y los que se prestaban menos, por el color blanco de su cutis, para ser vendidos, han sido enviados de regalo, como entes curiosos sujetos a la servidumbre. Este desprecio, no ya de las leyes de la guerra sino de la humanidad, esta coacción tan bárbara como infame que coloca a los prisioneros de guerra entre la muerte y la traición, o entre la muerte y la esclavitud, es el primer ejemplo que conozco en la historia de las guerras, y es a V. E., al emperador del Brasil y al actual mandatario de la República Oriental a quienes cabe el baldón de producir y ejecutar tanto horror".