Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 20 - Setiembre 2011 - Pags, 11 a 15
Jauretche, Rosas y el
Revisionismo histórico
Por
Marcelo Gullo*
|
Arturo Jauretche |
Desde
hace algunos años han proliferado historiadores, biógrafos y ensayistas que
definiéndose todos ellos, de alguna manera, como admiradores y continuadores
del pensamiento de Arturo Jauretche que dieron a luz una copiosa producción de
escritos en los cuales, paradójicamente, opinan sobre Juan Manuel de Rosas todo
lo contrario de lo que expresara sobre el Restaurador
de las Leyes, don Arturo Jauretche durante toda su vida. Los mismos, ubican
a Rosas como una expresión más del centralismo porteño, e interpretan la
traición de Urquiza que -en momentos en que la Confederación Argentina
se encontraba en guerra contra el Imperio esclavista del Brasil- decidió
marchar sobre Buenos Aires y no sobre Río de Janeiro -como una reacción de los
pueblos del interior contra la hegemonía porteña. Ven a Rosas -a quien San
Martín le legara su sable, el sable que lo acompañó en la guerra de la Independencia de
España, por considerar que Rosas había combatido una segunda guerra de independencia contra Francia e Inglaterra- como
una expresión más de la concepción portuaria de la Patria Chica, como un
Rivadavia, vestido de colorado.
En
esta nueva y curiosa versión de la historia -como en la elaborada por Mitre- la
batalla de Caseros tiene un sentido positivo. Rosas, aparece como un unitario
disfrazado de federal y la batalla de Caseros, como una importante victoria del
campo nacional y popular. Podría tratarse, pensaran algunos, de que estos
nuevos historiadores, que se declaran jauretcheanos, tienen apenas una
diferencia de matices con el pensamiento de Jauretche. Sin embargo, creemos que
estos ensayistas no plantean una simple cuestión de matices sino que, por el
contrario, contradicen el nudo o la piedra angular del pensamiento de
Jauretche. Podría pensarse también que aun siendo así, esa diferenciación con
el pensamiento del maestro, no tiene hoy una mayor relevancia política, que no
tiene implicaciones prácticas y que, en nada afecta al presente y futuro de los
argentinos y de la
Argentina. Creemos, sin embargo, que esta nueva
tergiversación de la historia realizada irónicamente en nombre de don Arturo
Jauretche -que combatió durante toda su agitada vida intelectual y política
contra la falsificación de la historia- tiene una importancia fundamental
porque, como enseñara justamente don Arturo, sin el conocimiento de una
historia auténtica, es imposible el conocimiento del presente y el
desconocimiento del presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro.
Lo de “ahora” -nunca se cansó de repetir Jauretche- no se puede resolver sin
entender, previamente, “lo de antes”.
Rosas, pivote histórico
|
General Rosas. Litog. de época |
Fue
el rescate de la figura histórica de Juan Manuel de Rosas -quien fuera el
objetivo táctico principal del primer revisionismo histórico- el elemento que
le permitió a Jauretche articular, definitiva y sistemáticamente, su
pensamiento: “De mí, puedo decir que sólo
he integrado mi pensamiento nacional a través del revisionismo, al que llegué
tarde. Sólo el conocimiento de la historia verdadera me ha permitido articular
piezas que andaban dispersas y no formaban un todo.” (1)
Desde
su conversión al revisionismo histórico, Jauretche se convirtió en uno de los
más agudos y perseverantes predicadores de ese “revisionismo histórico” y de la
reivindicación de la figura del Brigadier Juan Manuel de Rosas. Fruto directo
de esa incansable prédica, fue su libro “Política
Nacional y Revisionismo histórico”, un texto que Jauretche construyó con
los apuntes de dos conferencias que pronunciara en la sede central del
Instituto Juan Manuel de Rosas y en la filial “Fuerte Federación” de la ciudad
de Junín en la Provincia
de Buenos Aires. En dicho libro, Jauretche afirma: “El revisionismo histórico se ha particularizado en un momento de la
historia argentina: el que va del año veinte a Caseros, aunque cada vez se
extienda más, hacia atrás y hacia adelante. Su pivote ha sido la discusión de
la figura de don Juan Manuel de Rosas y su momento. Explicaremos que no podía
ser de otra manera porque es figura clave; tan clave, que la falsificación de
la historia hubo de hacerse tomándolo como pivote a la inversa. Nada se puede
entender sobre esa época ni lo que ocurrió más adelante, sino se trata de
entender lo que significó Rosas.” (1)
El retorno de la política
nacional de la Patria
Grande
En
su libro “Ejército y Política”
-escrito poco después del derrocamiento del General Juan Domingo Perón el 16 de
setiembre de 1955-, Arturo Jauretche, tratando de explicar el significado
histórico de Rosas afirma: “La PATRIA GRANDE
resurge por la aparición, en Buenos Aires, de una tendencia opuesta a los
directoriales y unitarios, cuya expresión política es Rosas. Esta tendencia,
que no se divorcia del pasado hispanoamericano, tiene la concepción política de
la PATRIA GRANDE,
es celosa del mantenimiento de la extensión, y si bien representa las
tendencias predominantes del puerto,
comprende la necesidad de una conciliación con los intereses del interior y
representa los primeros pasos industrializados del país, en la economía
precapitalista del saladero, que es propia.” (2)
Más
adelante en el tiempo, en su libro “Política
Nacional y Revisionismo histórico” -al que ya hemos hecho referencia-,
Jauretche le contesta a aquellos historiadores que, para negar la figura de
Rosas argumentan que el Restaurador mantuvo tercamente en sus manos el control
de la Aduana
tal como habían hecho antes los unitarios y que la verdadera figura que expresó
el federalismo, por aquellos días, fue el gobernador de Corrientes, Pedro
Ferré, que: La necesidad de mantener la
aduana para conservar el poder unificador que exigía la permanente guerra
internacional, como garantía del orden en peligro, es cosa que se olvida, se le
impuso cualquiera fueran sus puntos de vista teóricos. Anótese en cambio la ley
de aduanas que significó la defensa de la industria del interior, que
reverdeció bajo su influencia restableciendo el trabajo estable y organizado en
las provincias. Se pretende reeditar un viejo argumento falsificador,
presentando a Rosas como a un unitario vestido de colorado, para lo que es
necesario aceptar que los cándidos federales se engañaban. Por el contrario
éstos eran políticos realistas; tal vez para ellos Rosas no fuera lo más
federal pero era lo más aproximado a
un federal que podía dar Buenos Aires, pues la opción eran los rivadavianos y
sus continuadores. Es cierto que un antirrosista, Don Pedro Ferré,
intelectualmente era el federal más profundo, pero éste, en los hechos, actuó
siempre a favor de los unitarios, y en política son los hechos y no las ideas
abstractas, los que valen.” (1)
Y,
como precisamente son los hechos los que valen, por aquello de que la única
verdad es la realidad, conviene, en este momento de nuestra argumentación,
realizar una breve reseña histórica del gobierno de Juan Manuel de Rosas para
poder situar, en su real dimensión, las afirmaciones realizadas por Jauretche
sobre Rosas y su gobierno.
La insubordinación ideológica de 1830 y la Ley de Aduana de 1835
El
primer gobierno de Rosas fue una época de salarios altos donde la economía
creció más que la disponibilidad de mano de obra pero, no rompió con el esquema
de libre comercio heredado de la época colonial borbónica y de los primeros
gobiernos autónomos que se sucedieron a partir de 1810.
Rosas,
en su primer gobierno, no supo, no quiso, o no pudo, manifestarse en contra del libre comercio. Sin embargo, esta
posición pro-librecambista, cambiaría radicalmente cuando fuera nuevamente
elegido, por una amplia mayoría popular, para ejercer un segundo mandato.
Poncho
de seda natural, bordado en sus cuatro lados con rosas y flecos. Se lee en su boca: “Obsequio de Felipe
Heredia a Don Juan Manuel de Rosas. Fue realizado por monjas catamarqueñas.
(Fuente Revista El Federal)
En
los primeros años de la década de 1830, comienza una asombrosa Insubordinación Ideológica, que
rechazará al liberalismo económico y su doctrina del libre comercio,
identificándola como una ideología de dominación al servicio de los intereses británicos.
En 1831, en ocasión de discutirse el Pacto Federal, Pedro Ferré planteó la
necesidad de una política aduanera proteccionista. El diputado por Corrientes
Manuel Leiva -partidario de la reunión de un Congreso Constituyente que
estableciera el proteccionismo económico y la nacionalización de la Aduana de Buenos Aires-
escribe una carta al catamarqueño Tadeo Acuña que será publicada en todas las
provincias y hará doctrina. En ella, afirma Leiva: “Buenos Aires es quien únicamente resiste a la formación del Congreso
porque pierde el manejo de nuestro tesoro con que nos ha hecho la guerra y se
cortará el comercio de extranjería que es el que más le produce…los
provincianos debemos trabajar en sentido contrario a ellos para que nuestro
tesoro nos pertenezca y para oponer trabas a ese comercio que insume nuestros
caudales, ha muerto nuestra industria y nos ha reducido a una miseria
espantosa.” (3)
La
carta de Leiva a Acuña, vía Facundo Quiroga, llegó rápidamente a las manos de
Juan Manuel de Rosas. Paulatinamente, la polémica proteccionismo-librecambio se
fue agudizando y caldeando los ánimos de los intelectuales y de la mayoría de
la población de las Provincias Unidas. La discusión llega
a su punto más alto cuando los amigos de Ferré, publican un folleto anónimo
abiertamente anti-librecambista en el que se sostiene: “El proteccionismo resolvería indudablemente muchos de los problemas
que afligen al país. Abriría nuevos campos de acción a la actividad económica y
proporcionaría trabajo a obreros de ambo sexos. Esa fue al menos la experiencia
de Corrientes. Esta provincia solía importar azúcar; ahora el azúcar se produce
y elabora en su territorio, y la provincia mejoró su balanza de comercio en
cerca de $ 80.000…Este resultado prueba el beneficio que recibiría la provincia
de Cuyo, si la nación cerrase la entrada de los vinos y aguardientes
extranjeros…El hecho es que la
Argentina, después de un régimen de comercio libre de más de
veinte años, se halla ahora dirigida por un puñado de extranjeros. Si el
proteccionismo diera como resultado el desplazamiento de los comerciantes
extranjeros de sus posesiones de preeminencia, el país se podría felicitar por
haber dado el primer paso para recuperar la independencia económica…La nación
no puede vivir sin las restricciones que pueden desarrollar su industria.” (3)
Minada
la firmeza de la doctrina liberal por la Insubordinación Ideológica protagonizada por Ferré, Leiva, Marín
y otros hombres representativos de las provincias, una ascendente ola a favor
de la instauración del proteccionismo económico, partió de los artesanos y fabricantes, que fueron
acompañados en sus demandas, por numerosos intelectuales de las clases medias.
La
Ley
de Aduanas y el comienzo de la Insubordinación
Fundante
La
protesta generalizada contra el liberalismo económico tuvo amplio eco en La Legislatura de la Provincia de Buenos
Aires. Fue entonces que el Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, se
decidió por la instauración definitiva del proteccionismo económico. El 18 de
diciembre de 1835, después de 25 años de aplicación radical del libre comercio,
se sanciona la Ley
de Aduanas. La conversión de Rosas al proteccionismo se define “sin cortapisas”.
En el mensaje del 31 de diciembre del año 1835, refiriéndose a la nueva ley,
sostiene: “Largo tiempo hacía que la
agricultura y la naciente industria fabril del país se resentían de la falta de
protección, y que la clase media de nuestra población, que por cortedad de sus
capitales no puede entrar en empleos de ganadería, carecía de gran estímulo al
trabajo que producen las fundadas esperanzas de adquirir con él, medios de
descanso en la ancianidad y de fomento de sus hijos. El gobierno ha tomado este
asunto en consideración, y notando que la agricultura e industria extranjera
impiden esas útiles esperanzas, sin que por ello reporten ventajas en la forma
y calidad...ha publicado la ley de Aduanas.” (4)
Las
provincias del interior, Córdoba, Catamarca, Cuyo, Tucumán y Salta, que habían
sufrido los efectos desbastadores de la política librecambista instaurada desde
1778 y, reforzada desde 1810, recibieron alborozadas la nueva Ley de Aduanas.
Evaluando
la figura política de Rosas, su condición de clase y la política económica
aplicada durante sus gobiernos, Arturo Jauretche afirma: “Rosas es uno de los pocos hombre de la clase alta que no desciende de
los Pizarros de la vara de medir que en el contrabando y en el comercio
exterior fundaron su abolengo. Por eso no tuvo inconvenientes en ser burgués.
Fundó la estancia moderna y después fundó el saladero para industrializar su
producción, y fundó, paralelamente, el saladero de pescado para satisfacer la
demanda del mercado interno. Y defendió
los ríos interiores y promovió el desarrollo náutico para que la burguesía
argentina transportara su producción; integró la economía ganadera con la
industrialización y la comercialización del producto y le dio a Buenos Aires la
oportunidad de crear una burguesía a su manera. Pero, además con la Ley de Aduanas, de 1835,
intentó realizar el mismo proceso que realizaban los Estados Unidos: frenó la
importación y colocó al artesanado nacional del litoral y del interior, en
condiciones de afirmarse frente a la competencia extranjera de la importación,
abriéndole las posibilidades que la incorporación de la técnica hubiera
representado, con la existencia de un
Estado defensor y promovedor, para pasar del artesanado a la industria.” (5) Siguiendo el certero análisis de
Jauretche es posible afirmar, entonces, que Rosas, con la Ley de Aduanas, retoma, aunque
con limitaciones, el sendero iniciado por Artigas: el camino de la Insubordinación Fundante.
Importa precisar que, cuando Rosas se decidió, durante su segundo gobierno, a emprender un proceso de Insubordinación Fundante, tendiente a completar la independencia política, declarada en 1816, con la independencia económica, es decir a liberar a la Argentina del dominio informal inglés, el gobierno de Gran Bretaña estaba en las manos de uno de los políticos más brillantes de su historia: Henry John Temple, tercer Vizconde de Palmerston, quien fuera autor intelectual de la Guerra del Opio, luego de la cual China no sólo se vio obligada a permitir la importación y el consumo de opio sino que, perdió el control de sus aduanas, debiendo aceptar el libre comercio, así como que quedara en las manos de Inglaterra, la potestad de fijar el régimen arancelario del Imperio chino. Este hecho no puede ser, livianamente, pasado por alto cuando se analiza objetivamente este periodo de la Historia Argentina.
Por
otra parte, para comprender la
importancia de La ley de Aduanas, como piedra angular de la Insubordinación Fundante que se inicia en el segundo gobierno de
Rosas, hay que ubicarla en el contexto de otras medidas tendientes a la librar
a la Argentina de la subordinación británica. La primera de estas medidas fue la disolución
del denominado Banco Nacional controlado
por el capital inglés, producida el 30 de mayo de 1836. Dicho Banco fue
reemplazado por una Comisión Fiscal
que, funcionando en la Casa de la Moneda, comenzó a actuar como un verdadero Banco estatal.
La
segunda de las medidas aludidas fue la prohibición de exportar oro y plata
decretada el 31 de agosto de 1837. Evaluando esta medida, Vivian Trías
sostiene: “Así se enjugó la pérdida
incesante de metálico que aparejaba el comercio exterior deficitario (agravado
por la guerra) y, también, se entorpeció el funcionamiento del patrón oro en la
relación con la economía rioplatense. Es
otro certero golpe contra los intereses del Imperio británico que
habría de gravitar en los esfuerzos
del gobierno de su Majestad por tumbar al gobernador federal.” (3) Importa
precisar además que, en 1837, se reforzaron las normas proteccionistas. Se
estableció entonces, que todos los artículos que pagaban un 10% ad valoren o más, sufrieran un recargo
del 2 al 4% (el 2% los que pagaban del 10 al 17% y los que tributaban el 24 o
más, el 4%).
En
1838, el primer ministro británico, Lord Palmerston, al constatar la
insistencia de Rosas en el proteccionismo, “…comunicó
al Ministro británico que no hiciera uso del derecho de protesta formalmente,
pero que deseaba que el Ministro aleccionara al Gobierno de Buenos Aires sobre
las virtudes del libre comercio y la locura de los altos impuestos aduaneros, y
que le señalara los perniciosos efectos sobre el comercio del país que con
tanta seguridad se seguirían de aquellos.” (3)
“No hay duda -sostiene Vivian Trias- de que la virazón en la política aduanera de Rosas, influyó en el cambio operado en las relaciones con Gran Bretaña.” (3) En noviembre de 1845, una flota anglo francesa compuesta por 22 barcos de guerra, equipados con la tecnología militar más avanzada de la época, penetró en el Río de la Plata. El objetivo anglo francés era claro: imponer el libre comercio. La guerra que se desató entonces, de la cual la Confederación Argentina resultó victoriosa, fue calificadapor el General San martín de “Segunda guerra de Independencia”.
Desde
el punto de vista económico es preciso remarcar que: Debido a la Ley de Aduanas y quizás por
los propios bloqueos se neutralizó la importación de productos extranjeros -tal
como había ocurrido en los Estados Unidos cuando éste, en 1812, entró en guerra
también con Gran Bretaña- permitiendo la aceleración de un proceso de
industrialización importante que, de haberse sostenido a través del tiempo,
hubiese convertido a la Argentina en un país tempranamente industrializado. Sin embargo, no todas las provincias
respetaron la ley de aduanas, ni estuvieron a favor del proteccionismo
económico. “Es importante subrayar que, en Entre Ríos no regía la ley aduanera de 1835, ni la prohibición de exportar oro; Urquiza (gobernador de la provincia) practicaba el liberalismo tal como la City (Londres) lo predicaba”. (3)
La caída de Rosas y
la victoria de la Patria
Chica
El
gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas que había logrado resistir con
éxito la invasión anglo francesa, cayó, el 3 febrero de 1852 en la batalla de
Caseros. El gobernador de Entre Ríos, jefe del ejército de vanguardia que la Confederación Argentina
había preparado para la Guerra
contra el Brasil, luego de entrar en tratos con la diplomacia brasileña,
decidió marchar sobre Buenos Aires y no, contra Río de Janeiro.
Creemos
que las razones que explican el cambio de bando de Urquiza y la posterior
derrota de Rosas, más allá de la conocida flaqueza de principios del General
entrerriano, deben buscarse en los cambios producidos en el sistema económico
internacional y, principalmente, en su centro: Gran Bretaña.
En
1843, el sistema capitalista entra en una larga onda de prosperidad -a pesar de
la recesión de 1847- que va a acelerar la incorporación de las periferias
dependientes, al sistema. Se produjo, en ese período, una revolución en los
transportes, con el ferrocarril y el barco a vapor, y, una revolución en las
comunicaciones, con el telégrafo. La primera, le permitió a Gran Bretaña llegar
al corazón de las áreas subordinadas y, la segunda, la aplicación de nuevos
procedimientos bancarios como la letra de cambio que le dieron a los
movimientos financieros internacionales una inusitada velocidad. Por otra
parte, en Gran Bretaña, centro de la economía internacional, las fábricas de
tejido de lana se multiplicaron “pasando
de 32 mil a 80 mil entre 1838 y 1850.”
(3)
Para
funcionar, el complejo textil lanero británico necesitaba importar el 70% de la
materia prima que consumía, como insumo básico. Los estancieros de la Mesopotamia argentina,
con Urquiza a la cabeza, advirtieron, perspicazmente, esa situación y
se decidieron a emprender la explotación ovina en gran escala para abastecer al
mercado británico en mejores condiciones -dada la mayor proximidad a
Inglaterra- que lo que lo venían haciendo los ganaderos australianos. Los
estancieros entrerrianos estaban “dispuestos
a ajustarse a los nuevos requerimientos” (3) del mercado inglés y no
estaban, en consecuencia, interesados, en la aplicación de leyes
proteccionistas -como la ley de aduanas de 1835- que eran, para Inglaterra, causal de
excomunión. Esta actitud de los estancieros entrerrianos -destaca agudamente
Trías- significaba la sujeción política a las exigencias de Gran Bretaña. Es
decir, “…la apertura de los ríos al
comercio internacional (que Rosas había rechazado con éxito venciendo a la
flota anglo francesa), el liberalismo
económico y el libre comercio (al cual Rosas ponía un freno con la Ley de Aduanas de 1835), la paz con el gobierno de Montevideo (a
la cual Rosas se oponía en la esperanza de lograr, en el tiempo, la
reincorporación de la
Banda Oriental a la Confederación Argentina), y el abandono de esa áspera e
intransigente defensa de la soberanía que Rosas había llevado al extremo.” (3) La arquitectura económica que Rosas
trataba de implantar en la Confederación Argentina, era, claramente,
contraria a los intereses de los ganaderos entrerrianos y, por lógica
consecuencia, los estancieros mesopotámicos estaban predispuestos a enfrentar a
Rosas ni bien las circunstancias les parecieran favorables.
En
1851 Urquiza llega a la conclusión que, con el apoyo, en tropas, armas, dinero
y logística del Imperio del Brasil estaría en condiciones de eliminar el
principal obstáculo para la “alianza” (léase subordinación) con Inglaterra, ese
obstáculo era Rosas. En febrero de 1852, los hechos estaban consumados. Lo indiscutible es, como afirma Manuel
Gálvez, que: “Cuando cayó Rosas y con
él su ley de Aduanas, nuestras industrias se arruinaron. Ya he dicho que
solamente en Buenos Aires había ciento seis fábricas y setecientos cuarenta y
tres talleres y que la industria del tejido
florecía asombrosamente en las provincias. El comercio libre significó la
entrada, con insignificantes derechos aduaneros, de los productos
manufacturados ingleses, con los que no podían competir los nuestros. Y la
industria argentina murió.” (6)
Caseros y Gettysburg
En
una nota dirigida a Lord Palmerston, el encargado de negocios británico en
Buenos Aires, Mr. Gore, relata que, al recibir al cuerpo diplomático en
Palermo, Urquiza lo apartó del resto de los concurrentes y le habló
francamente. Resumiendo la exposición de Urquiza, el historiador
anglocanadiense Ferns, anota que, el
General entrerriano, le había formulado al encargado de negocios de su Majestad,
las mismas “…promesas y esperanzas formuladas en dimensiones más amplia por
Rivadavia, un cuarto de siglo antes.” (3)
|
Juego de ajedrez de marfil, de Rosas |
Estos
hechos demuestran, como bien lo entendía Jauretche, que el que estaba
“disfrazado” de federal era el interesado y crematístico General entrerriano y
no, Rosas, como está de moda sostener por algunos historiadores que “lavan la cara y modernizan la historia
mitrista.”
En
cumplimiento de sus promesas, Urquiza firma, en julio de 1853, el Tratado de
Libre Navegación, que le aseguraba a Inglaterra el libre intercambio mercantil.
Paradójicamente, el Tratado había sido tramitado por Sir Charles Hotham, el
vencedor de Obligado.
Como sostuviera, reiteradamente, Arturo Jauretche, el análisis objetivo de los hechos históricos muestra que, mientras en la guerra civil norteamericana, en la batalle de Gettysburg, triunfó el proteccionismo sobre el libre comercio, en la guerra civil argentina, en la batalla de Caseros, se impuso el libre comercio, sobre el proteccionismo.
Por un debate sin
vanidades
A
modo de conclusión, digamos que no se trata, por supuesto, que con estas breves
líneas queramos clausurar el debate en torno a la figura de Rosas, ni
pretendemos, tampoco, establecer una ortodoxia jauretcheana, arrogándonos la
vara de medir de quiénes son verdaderos discípulos de Jauretche. Pero, como
premonitoriamente advirtiese el propio Arturo Jauretche, para que el debate en
torno a la figura de Rosas, “… sea fecundo no debe ser el producto de la vanidad
personal de los historiadores que se apoyan
en los caudillos, simplemente por no dar su brazo a torcer respecto de
Rosas.” (1)
Referencias
(1) JAURETCHE Arturo, “Política Nacional y
Revisionismo histórico”
(2)
JAURETCHE, Arturo, “Ejército y Política”
(3)
TRIAS, Vivián, “Juan Manuel de Rosas”
(4)
ROSA, José María, “Historia argentina”
(5)
JAURETCHE, Arturo, “El medio pelo en la sociedad argentina, apuntes para una
sociología nacional”.
(6)
GALVEZ, Manuel, “Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad”
*Marcelo
Gullo es Doctor en Ciencia Política por la “Universidad del Salvador”, Master
en Historia y Política Internacional por el “Institut Universitaire de Hautes
Etudes Internationales” de la
Universidad de Ginebra, Diplomado en Estudios Internacionales
por la Escuela
Diplomática de Madrid. Es profesor de la Universidad Nacional
de Lanús y autor de “La insubordinación fundante. Breve historia de la
construcción del poder de las naciones”, Ed. Biblos, Bs. As, 2008; este libro
fue traducido al italiano y publicado en Firenze por la editorial Vallecchi en
2010, con el título: “La costruzione del Potere”.