jueves, 1 de septiembre de 2011

Atentados presidenciales a Figueroa Alcorta y de la Plaza

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 20 - Setiembre 2011 - Pag. 16 

Crónica de atentados (3ª. parte)

En la reseña de atentados a presidentes argentinos, que se publicaron en los dos últimos números de este periódico, se han detallado cronológicamente aquellos realizados contra Sarmiento (22/8/1873), Roca (1/5/1886) y Quintana (11/8/1905). El efectuado contra Quintana fue el primer acto de violencia anarquista hacia uno de nuestros mandatarios. La anarquía, sistema político y social según el cual el individuo debe liberarse de toda tutela gubernativa, y el comunismo, doctrina tendiente a colectivizar los medios de producción, a la repartición de bienes de consumo según las necesidades de cada uno y a la supresión de las clases sociales, saturaron muchas mentes europeas desde una treintena de años antes del fin del siglo XIX. La corriente inmigratoria iniciada en 1880 trajo a nuestro país, junto con miles de hombres y mujeres que buscaban paz y trabajo, a individuos portadores de ambas ideologías, que hallaron aquí fácil expansión a causa de los conflictos desatados por la insensibilidad de sucesivos gobiernos, interesados en el progreso económico de la nación pero indiferentes al reclamo popular por una mejor calidad de vida.

Atentados contra presidentes
Figueroa Alcorta


1) Una bomba para Figueroa Alcorta 

El Dr. Quintana falleció el 12 de marzo de 1906; le sucedió el vicepresidente, Dr. José Figueroa Alcorta, quien residía con su familia en una casa de la calle Tucumán 848. En el mes de febrero de 1908, en el interior de una canasta con frutas enviada a la esposa del Presidente se encontró una bomba rudimentaria, lista para estallar a determinada hora, cuyo mecanismo -un reloj despertador, papel de lija y fósforos- no funcionó. Al atardecer del 28 de febrero llegó el Dr. Figueroa Alcorta desde la Casa de Gobierno y al apearse del coche, un individuo que, fingiendo resguardarse de la  llovizna, estaba en el zaguán de la casa lindera, le arrojó un paquete y echó a correr. Del bulto salía humo y el Presidente atinó a alejarlo de sí con un golpe del pie y entrar rápidamente en su casa. El cochero, viendo que el  sujeto huía por la calle Tucumán, alertó con sus gritos a un policía, el oficial Luís Ayala, que caminaba por esa arteria. Ayala detuvo al agresor, que intentó herirlo con un cuchillo; logró desarmarlo y, con dos agentes que acudieron a su silbato, lo condujo a la comisaría. El paquete se estaba quemando, lo apagaron con un baldazo de agua y, examinado en la dependencia policial, resultó ser un cilindro de latón con clavos, remaches, balas de  revólver y frascos con ácidos; el artefacto pesaba 6 kgs. y no estalló porque el choque contra la acera no rompió los frascos, aunque los gases causaron el humo y el incendio de los papeles de diario en que estaba envuelto.

El detenido era un salteño de 21 años, de nombre Francisco Solano Rojas, obrero de la construcción y ex afiliado a una asociación gremial de índole comunista. La bomba, preparada en la habitación que alquilaba en la calle Avellaneda 352, la había llevado esa tarde en tranvía hasta la Casa de Gobierno para arrojarla al Presidente cuando ingresara a la misma. No pudo hacerlo porque el Dr. Figueroa Alcorta ya estaba dentro y decidió intentar el ataque en su domicilio de la calle Tucumán. Lamentó haber fallado en su propósito: eliminar al Presidente para que un cambio de gobierno solucionara la penosa situación de la clase obrera.

Enjuiciado, Solano Rojas recibió una condena a 20 años de prisión, reforzada con 10 días de reclusión solitaria en los aniversarios del atentado. En la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras trabó relación con Salvador Planas y Virella, el tipógrafo catalán que atentara contra el Presidente Manuel Quintana. El 6 de enero de 1911 Planas y Solano Rojas, junto con otros 12 presos, se fugaron por un túnel cavado en el jardín y nunca fueron recapturados.


Victorino de la Plaza - El doctor Confucio


2) Un “justiciero” contra “El doctor Confucio”

El 9 de agosto de 1914 falleció el presidente Roque Sáenz Peña y se hizo cargo del Ejecutivo el vicepresidente, Dr. Victorino de la Plaza. Ultimo representante del llamado “Régimen presidencialista” o simplemente “Régimen” -período que concluiría al entregar la presidencia a Hipólito Yrigoyen en 1916-  de la Plaza era una persona introvertida; su costumbre de hablar en voz muy baja y con los ojos entrecerrados le valió el apodo de “Doctor Confucio”.

El 9 de julio de 1916, en ocasión de cumplirse el primer centenario de la Independencia, presenciaba desde la Casa Rosada el desfile militar. Eran las tres y media de la tarde y pasaba la última formación del desfile cuando, de entre la multitud que llenaba la Plaza de Mayo, salió un hombre que disparó un tiro de revólver hacia el balcón en que estaba el Presidente. La bala dio contra una moldura, el individuo intentó disparar otra vez pero ya algunos circunstantes se apresuraban a desarmarlo. El agresor estuvo a punto de ser linchado y la policía debió esforzarse para rescatarlo, en tanto “el doctor Confucio” seguía presidiendo, inmutable, los actos conmemorativos.

En la comisaría, el sujeto, de nombre Juan Mandrini, porteño y soltero, alegó que su intento de asesinar al Dr. de la Plaza tenía por motivo vengar a Lauro y a Salvatto, a quienes consideraba injustamente ejecutados.

El caso de Lauro y Salvatto, dos pescadores, que, por encargo de la esposa de un  hombre adinerado, Carlos Livingston, asesinaron a éste de manera atroz y fueron condenados a muerte, había conmocionado a la opinión pública. La explicación de Mandrini ante las autoridades hizo dudar de su cordura; le hicieron pericias médicas que concluyeron en que padecía de poca capacidad de raciocinio pero tenía conocimiento de sus actos. Se le enjuició, no por tentativa de homicidio sino por disparo de arma de fuego, y lo condenaron a 1 año y 4 meses de cárcel. 

Algunos historiadores señalan que el Presidente ordenó liberar a su agresor por considerarlo un hombre enfermo. No fue así. Mandrini no estuvo en una cárcel sino que se lo mantuvo preso en una Alcaidía policial; el 1º de febrero de 1918, habiendo cumplido su condena, se lo puso en libertad. 

Jauretche y Rosas

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 20 - Setiembre 2011 - Pags, 11 a 15 

Jauretche, Rosas y el Revisionismo histórico

                                                                    Por Marcelo Gullo*

 

Revisionismo histórico
Arturo Jauretche

Desde hace algunos años han proliferado historiadores, biógrafos y ensayistas que definiéndose todos ellos, de alguna manera, como admiradores y continuadores del pensamiento de Arturo Jauretche que dieron a luz una copiosa producción de escritos en los cuales, paradójicamente, opinan sobre Juan Manuel de Rosas todo lo contrario de lo que expresara sobre el Restaurador de las Leyes, don Arturo Jauretche durante toda su vida. Los mismos, ubican a Rosas como una expresión más del centralismo porteño, e interpretan la traición de Urquiza que -en momentos en que la Confederación Argentina se encontraba en guerra contra el Imperio esclavista del Brasil- decidió marchar sobre Buenos Aires y no sobre Río de Janeiro -como una reacción de los pueblos del interior contra la hegemonía porteña. Ven a Rosas -a quien San Martín le legara su sable, el sable que lo acompañó en la guerra de la Independencia de España, por considerar que Rosas había combatido una segunda guerra de independencia contra Francia e Inglaterra- como una expresión más de la concepción portuaria de la Patria Chica, como un Rivadavia, vestido de colorado.

En esta nueva y curiosa versión de la historia -como en la elaborada por Mitre- la batalla de Caseros tiene un sentido positivo. Rosas, aparece como un unitario disfrazado de federal y la batalla de Caseros, como una importante victoria del campo nacional y popular. Podría tratarse, pensaran algunos, de que estos nuevos historiadores, que se declaran jauretcheanos, tienen apenas una diferencia de matices con el pensamiento de Jauretche. Sin embargo, creemos que estos ensayistas no plantean una simple cuestión de matices sino que, por el contrario, contradicen el nudo o la piedra angular del pensamiento de Jauretche. Podría pensarse también que aun siendo así, esa diferenciación con el pensamiento del maestro, no tiene hoy una mayor relevancia política, que no tiene implicaciones prácticas y que, en nada afecta al presente y futuro de los argentinos y de la Argentina. Creemos, sin embargo, que esta nueva tergiversación de la historia realizada irónicamente en nombre de don Arturo Jauretche -que combatió durante toda su agitada vida intelectual y política contra la falsificación de la historia- tiene una importancia fundamental porque, como enseñara justamente don Arturo, sin el conocimiento de una historia auténtica, es imposible el conocimiento del presente y el desconocimiento del presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro. Lo de “ahora” -nunca se cansó de repetir Jauretche- no se puede resolver sin entender, previamente, “lo de antes”.

 

Rosas, pivote histórico

Rosas
General Rosas. Litog. de época
Fue el rescate de la figura histórica de Juan Manuel de Rosas -quien fuera el objetivo táctico principal del primer revisionismo histórico- el elemento que le permitió a Jauretche articular, definitiva y sistemáticamente, su pensamiento: “De mí, puedo decir que sólo he integrado mi pensamiento nacional a través del revisionismo, al que llegué tarde. Sólo el conocimiento de la historia verdadera me ha permitido articular piezas que andaban dispersas y no formaban un todo.”  (1)

Desde su conversión al revisionismo histórico, Jauretche se convirtió en uno de los más agudos y perseverantes predicadores de ese “revisionismo histórico” y de la reivindicación de la figura del Brigadier Juan Manuel de Rosas. Fruto directo de esa incansable prédica, fue su libro “Política Nacional y Revisionismo histórico”, un texto que Jauretche construyó con los apuntes de dos conferencias que pronunciara en la sede central del Instituto Juan Manuel de Rosas y en la filial “Fuerte Federación” de la ciudad de Junín en la Provincia de Buenos Aires. En dicho libro, Jauretche afirma: “El revisionismo histórico se ha particularizado en un momento de la historia argentina: el que va del año veinte a Caseros, aunque cada vez se extienda más, hacia atrás y hacia adelante. Su pivote ha sido la discusión de la figura de don Juan Manuel de Rosas y su momento. Explicaremos que no podía ser de otra manera porque es figura clave; tan clave, que la falsificación de la historia hubo de hacerse tomándolo como pivote a la inversa. Nada se puede entender sobre esa época ni lo que ocurrió más adelante, sino se trata de entender lo que significó Rosas.”  (1)

 

El retorno de la política nacional de la Patria Grande

En su libro “Ejército y Política” -escrito poco después del derrocamiento del General Juan Domingo Perón el 16 de setiembre de 1955-, Arturo Jauretche, tratando de explicar el significado histórico de Rosas afirma: La PATRIA GRANDE resurge por la aparición, en Buenos Aires, de una tendencia opuesta a los directoriales y unitarios, cuya expresión política es Rosas. Esta tendencia, que no se divorcia del pasado hispanoamericano, tiene la concepción política de la PATRIA GRANDE, es celosa del mantenimiento de la extensión, y si bien representa las tendencias  predominantes del puerto, comprende la necesidad de una conciliación con los intereses del interior y representa los primeros pasos industrializados del país, en la economía precapitalista del saladero, que es propia.” (2)

Más adelante en el tiempo, en su libro “Política Nacional y Revisionismo histórico” -al que ya hemos hecho referencia-, Jauretche le contesta a aquellos historiadores que, para negar la figura de Rosas argumentan que el Restaurador mantuvo tercamente en sus manos el control de la Aduana tal como habían hecho antes los unitarios y que la verdadera figura que expresó el federalismo, por aquellos días, fue el gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, que: La necesidad de mantener la aduana para conservar el poder unificador que exigía la permanente guerra internacional, como garantía del orden en peligro, es cosa que se olvida, se le impuso cualquiera fueran sus puntos de vista teóricos. Anótese en cambio la ley de aduanas que significó la defensa de la industria del interior, que reverdeció bajo su influencia restableciendo el trabajo estable y organizado en las provincias. Se pretende reeditar un viejo argumento falsificador, presentando a Rosas como a un unitario vestido de colorado, para lo que es necesario aceptar que los cándidos federales se engañaban. Por el contrario éstos eran políticos realistas; tal vez para ellos Rosas no fuera lo más federal pero era lo más aproximado a un federal que podía dar Buenos Aires, pues la opción eran los rivadavianos y sus continuadores. Es cierto que un antirrosista, Don Pedro Ferré, intelectualmente era el federal más profundo, pero éste, en los hechos, actuó siempre a favor de los unitarios, y en política son los hechos y no las ideas abstractas, los que valen.” (1)

Y, como precisamente son los hechos los que valen, por aquello de que la única verdad es la realidad, conviene, en este momento de nuestra argumentación, realizar una breve reseña histórica del gobierno de Juan Manuel de Rosas para poder situar, en su real dimensión, las afirmaciones realizadas por Jauretche sobre Rosas y su gobierno.

 

La insubordinación ideológica de 1830 y la Ley de Aduana de 1835

El primer gobierno de Rosas fue una época de salarios altos donde la economía creció más que la disponibilidad de mano de obra pero, no rompió con el esquema de libre comercio heredado de la época colonial borbónica y de los primeros gobiernos autónomos que se sucedieron a partir de 1810.

Rosas, en su primer gobierno, no supo, no quiso, o no pudo, manifestarse en contra del libre comercio. Sin embargo, esta posición pro-librecambista, cambiaría radicalmente cuando fuera nuevamente elegido, por una amplia mayoría popular, para ejercer un segundo mandato.








Poncho de seda natural, bordado en sus cuatro lados con rosas y flecos.  Se lee en su boca: “Obsequio de Felipe Heredia a Don Juan Manuel de Rosas. Fue realizado por monjas catamarqueñas. (Fuente Revista El Federal)




En los primeros años de la década de 1830, comienza una asombrosa Insubordinación Ideológica, que rechazará al liberalismo económico y su doctrina del libre comercio, identificándola como una ideología de dominación al servicio de los intereses británicos. En 1831, en ocasión de discutirse el Pacto Federal, Pedro Ferré planteó la necesidad de una política aduanera proteccionista. El diputado por Corrientes Manuel Leiva -partidario de la reunión de un Congreso Constituyente que estableciera el proteccionismo económico y la nacionalización de la Aduana de Buenos Aires- escribe una carta al catamarqueño Tadeo Acuña que será publicada en todas las provincias y hará doctrina. En ella, afirma Leiva: “Buenos Aires es quien únicamente resiste a la formación del Congreso porque pierde el manejo de nuestro tesoro con que nos ha hecho la guerra y se cortará el comercio de extranjería que es el que más le produce…los provincianos debemos trabajar en sentido contrario a ellos para que nuestro tesoro nos pertenezca y para oponer trabas a ese comercio que insume nuestros caudales, ha muerto nuestra industria y nos ha reducido a una miseria espantosa.” (3)

La carta de Leiva a Acuña, vía Facundo Quiroga, llegó rápidamente a las manos de Juan Manuel de Rosas. Paulatinamente, la polémica proteccionismo-librecambio se fue agudizando y caldeando los ánimos de los intelectuales y de la mayoría de la población de las Provincias Unidas. La discusión llega a su punto más alto cuando los amigos de Ferré, publican un folleto anónimo abiertamente anti-librecambista en el que se sostiene: “El proteccionismo resolvería indudablemente muchos de los problemas que afligen al país. Abriría nuevos campos de acción a la actividad económica y proporcionaría trabajo a obreros de ambo sexos. Esa fue al menos la experiencia de Corrientes. Esta provincia solía importar azúcar; ahora el azúcar se produce y elabora en su territorio, y la provincia mejoró su balanza de comercio en cerca de $ 80.000…Este resultado prueba el beneficio que recibiría la provincia de Cuyo, si la nación cerrase la entrada de los vinos y aguardientes extranjeros…El hecho es que la Argentina, después de un régimen de comercio libre de más de veinte años, se halla ahora dirigida por un puñado de extranjeros. Si el proteccionismo diera como resultado el desplazamiento de los comerciantes extranjeros de sus posesiones de preeminencia, el país se podría felicitar por haber dado el primer paso para recuperar la independencia económica…La nación no puede vivir sin las restricciones que pueden desarrollar su industria.” (3)

Minada la firmeza de la doctrina liberal por la Insubordinación Ideológica protagonizada por Ferré, Leiva, Marín y otros hombres representativos de las provincias, una ascendente ola a favor de la instauración del proteccionismo económico, partió  de los artesanos y fabricantes, que fueron acompañados en sus demandas, por numerosos intelectuales de las clases medias.

 

La Ley de Aduanas y el comienzo de la Insubordinación Fundante 

La protesta generalizada contra el liberalismo económico tuvo amplio eco en La Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Fue entonces que el Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, se decidió por la instauración definitiva del proteccionismo económico. El 18 de diciembre de 1835, después de 25 años de aplicación radical del libre comercio, se sanciona la Ley de Aduanas. La conversión de Rosas al proteccionismo se define “sin cortapisas”. En el mensaje del 31 de diciembre del año 1835, refiriéndose a la nueva ley, sostiene: “Largo tiempo hacía que la agricultura y la naciente industria fabril del país se resentían de la falta de protección, y que la clase media de nuestra población, que por cortedad de sus capitales no puede entrar en empleos de ganadería, carecía de gran estímulo al trabajo que producen las fundadas esperanzas de adquirir con él, medios de descanso en la ancianidad y de fomento de sus hijos. El gobierno ha tomado este asunto en consideración, y notando que la agricultura e industria extranjera impiden esas útiles esperanzas, sin que por ello reporten ventajas en la forma y calidad...ha publicado la ley de Aduanas.”  (4)

Las provincias del interior, Córdoba, Catamarca, Cuyo, Tucumán y Salta, que habían sufrido los efectos desbastadores de la política librecambista instaurada desde 1778 y, reforzada desde 1810, recibieron alborozadas la nueva Ley de Aduanas.

Evaluando la figura política de Rosas, su condición de clase y la política económica aplicada durante sus gobiernos, Arturo Jauretche afirma: “Rosas es uno de los pocos hombre de la clase alta que no desciende de los Pizarros de la vara de medir que en el contrabando y en el comercio exterior fundaron su abolengo. Por eso no tuvo inconvenientes en ser burgués. Fundó la estancia moderna y después fundó el saladero para industrializar su producción, y fundó, paralelamente, el saladero de pescado para satisfacer la demanda  del mercado interno. Y defendió los ríos interiores y promovió el desarrollo náutico para que la burguesía argentina transportara su producción; integró la economía ganadera con la industrialización y la comercialización del producto y le dio a Buenos Aires la oportunidad de crear una burguesía a su manera. Pero, además con la Ley de Aduanas, de 1835, intentó realizar el mismo proceso que realizaban los Estados Unidos: frenó la importación y colocó al artesanado nacional del litoral y del interior, en condiciones de afirmarse frente a la competencia extranjera de la importación, abriéndole las posibilidades que la incorporación de la técnica hubiera representado, con la existencia de un Estado defensor y promovedor, para pasar del artesanado a la industria.” (5) Siguiendo el certero análisis de Jauretche es posible afirmar, entonces, que Rosas, con la Ley de Aduanas, retoma, aunque con limitaciones, el sendero iniciado por Artigas: el camino de la Insubordinación Fundante.

Importa precisar que, cuando Rosas se decidió, durante su segundo gobierno, a emprender un proceso de Insubordinación Fundante, tendiente a completar la independencia política, declarada en 1816, con la independencia económica, es decir a liberar a la Argentina del dominio informal inglés, el gobierno de Gran Bretaña estaba en las manos de uno de los políticos más brillantes de su historia: Henry John Temple, tercer Vizconde de Palmerston, quien fuera autor intelectual de la Guerra del Opio, luego de la cual China no sólo se vio obligada a permitir la importación y el consumo de opio sino que, perdió el control de sus aduanas, debiendo aceptar el libre comercio, así como que quedara en las manos de Inglaterra, la potestad de fijar el régimen arancelario del Imperio chino. Este hecho no puede ser, livianamente, pasado por alto cuando se analiza objetivamente este periodo de la Historia Argentina.

Por otra parte, para  comprender la importancia de La ley de Aduanas, como piedra angular de la Insubordinación Fundante que se inicia en el segundo gobierno de Rosas, hay que ubicarla en el contexto de otras medidas tendientes a la librar a la Argentina de la subordinación británica. La primera de estas medidas fue la disolución del denominado Banco Nacional controlado por el capital inglés, producida el 30 de mayo de 1836. Dicho Banco fue reemplazado por una Comisión Fiscal que, funcionando en la Casa de la Moneda, comenzó a actuar como un verdadero Banco estatal. 

La segunda de las medidas aludidas fue la prohibición de exportar oro y plata decretada el 31 de agosto de 1837. Evaluando esta medida, Vivian Trías sostiene: “Así se enjugó la pérdida incesante de metálico que aparejaba el comercio exterior deficitario (agravado por la guerra) y, también, se entorpeció el funcionamiento del patrón oro en la relación con la economía rioplatense. Es otro certero golpe contra los intereses del Imperio británico que habría de gravitar en los esfuerzos del gobierno de su Majestad por tumbar al gobernador federal.” (3)  Importa precisar además que, en 1837, se reforzaron las normas proteccionistas. Se estableció entonces, que todos los artículos que pagaban un 10% ad valoren o más, sufrieran un recargo del 2 al 4% (el 2% los que pagaban del 10 al 17% y los que tributaban el 24 o más, el 4%).

En 1838, el primer ministro británico, Lord Palmerston, al constatar la insistencia de Rosas en el proteccionismo, “…comunicó al Ministro británico que no hiciera uso del derecho de protesta formalmente, pero que deseaba que el Ministro aleccionara al Gobierno de Buenos Aires sobre las virtudes del libre comercio y la locura de los altos impuestos aduaneros, y que le señalara los perniciosos efectos sobre el comercio del país que con tanta seguridad se seguirían de aquellos.”  (3) 

“No hay duda -sostiene Vivian Trias- de que la virazón en la política aduanera de Rosas, influyó en el cambio operado en las relaciones con Gran Bretaña. (3) En noviembre de 1845, una flota anglo francesa compuesta por 22 barcos de guerra, equipados con la tecnología militar más avanzada de la época, penetró en el Río de la Plata. El objetivo anglo francés era claro: imponer el libre comercio. La guerra que se desató entonces, de la cual la Confederación Argentina resultó victoriosa, fue calificadapor el General San martín de “Segunda guerra de Independencia”.

Desde el punto de vista económico es preciso remarcar que: Debido a la Ley de Aduanas y quizás por los propios bloqueos se neutralizó la importación de productos extranjeros -tal como había ocurrido en los Estados Unidos cuando éste, en 1812, entró en guerra también con Gran Bretaña- permitiendo la aceleración de un proceso de industrialización importante que, de haberse sostenido a través del tiempo, hubiese convertido a la Argentina en un país tempranamente industrializado. Sin embargo, no todas las provincias respetaron la ley de aduanas, ni estuvieron a favor del proteccionismo económico. “Es importante subrayar que, en Entre Ríos no regía la ley aduanera de 1835, ni la prohibición de exportar oro; Urquiza (gobernador de la provincia) practicaba el liberalismo tal como la City (Londres) lo predicaba”. (3) 


La caída de Rosas y la victoria de la Patria Chica

El gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas que había logrado resistir con éxito la invasión anglo francesa, cayó, el 3 febrero de 1852 en la batalla de Caseros. El gobernador de Entre Ríos, jefe del ejército de vanguardia que la Confederación Argentina había preparado para la Guerra contra el Brasil, luego de entrar en tratos con la diplomacia brasileña, decidió marchar sobre Buenos Aires y no, contra Río de Janeiro.

Creemos que las razones que explican el cambio de bando de Urquiza y la posterior derrota de Rosas, más allá de la conocida flaqueza de principios del General entrerriano, deben buscarse en los cambios producidos en el sistema económico internacional y, principalmente, en su centro: Gran Bretaña.

En 1843, el sistema capitalista entra en una larga onda de prosperidad -a pesar de la recesión de 1847- que va a acelerar la incorporación de las periferias dependientes, al sistema. Se produjo, en ese período, una revolución en los transportes, con el ferrocarril y el barco a vapor, y, una revolución en las comunicaciones, con el telégrafo. La primera, le permitió a Gran Bretaña llegar al corazón de las áreas subordinadas y, la segunda, la aplicación de nuevos procedimientos bancarios como la letra de cambio que le dieron a los movimientos financieros internacionales una inusitada velocidad. Por otra parte, en Gran Bretaña, centro de la economía internacional, las fábricas de tejido de lana se multiplicaron “pasando de 32 mil a 80 mil entre 1838 y 1850.” (3)

Para funcionar, el complejo textil lanero británico necesitaba importar el 70% de la materia prima que consumía, como insumo básico. Los estancieros de la Mesopotamia argentina, con Urquiza  a la cabeza,  advirtieron, perspicazmente, esa situación y se decidieron a emprender la explotación ovina en gran escala para abastecer al mercado británico en mejores condiciones -dada la mayor proximidad a Inglaterra- que lo que lo venían haciendo los ganaderos australianos. Los estancieros entrerrianos estaban “dispuestos a ajustarse a los nuevos requerimientos” (3) del mercado inglés y no estaban, en consecuencia, interesados, en la aplicación de leyes proteccionistas -como la ley de aduanas de 1835-  que eran, para Inglaterra, causal de excomunión. Esta actitud de los estancieros entrerrianos -destaca agudamente Trías- significaba la sujeción política a las exigencias de Gran Bretaña. Es decir, “…la apertura de los ríos al comercio internacional (que Rosas había rechazado con éxito venciendo a la flota anglo francesa), el liberalismo económico y el libre comercio (al cual Rosas ponía un freno con la Ley de Aduanas de 1835), la paz con el gobierno de Montevideo (a la cual Rosas se oponía en la esperanza de lograr, en el tiempo, la reincorporación de la Banda Oriental a la Confederación Argentina), y el abandono de esa áspera e intransigente defensa de la soberanía que Rosas había llevado al extremo.”  (3) La arquitectura económica que Rosas trataba de implantar en la Confederación Argentina, era, claramente, contraria a los intereses de los ganaderos entrerrianos y, por lógica consecuencia, los estancieros mesopotámicos estaban predispuestos a enfrentar a Rosas ni bien las circunstancias les parecieran favorables.

En 1851 Urquiza llega a la conclusión que, con el apoyo, en tropas, armas, dinero y logística del Imperio del Brasil estaría en condiciones de eliminar el principal obstáculo para la “alianza” (léase subordinación) con Inglaterra, ese obstáculo era Rosas. En febrero de 1852, los hechos estaban consumados. Lo indiscutible es, como afirma Manuel Gálvez, que: “Cuando cayó Rosas y con él su ley de Aduanas, nuestras industrias se arruinaron. Ya he dicho que solamente en Buenos Aires había ciento seis fábricas y setecientos cuarenta y tres talleres y que  la industria del tejido florecía asombrosamente en las provincias. El comercio libre significó la entrada, con insignificantes derechos aduaneros, de los productos manufacturados ingleses, con los que no podían competir los nuestros. Y la industria argentina murió.” (6)

Analizando el significado histórico de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros, Arturo Jauretche afirma: “Caseros es la victoria de la PATRIA CHICA, con todo lo que representa desde la desmembración geográfica al sometimiento económico y cultural: la historia oficial ha disminuido su carácter de victoria de un ejército y una política extranjera, la de Brasil. Si para los liberales y unitarios la caída de Rosas y la confederación significaba un cambio institucional y la posibilidad de un nuevo ordenamiento jurídico, para los intereses económicos de Gran Bretaña significó la destrucción de todo freno a su política de libertad de comercio y la creación de las condiciones de producción a que aspiraba. Para Brasil fue cosa fundamental. Derrotado siempre en las batallas navales y terrestres, Brasil tenía conciencia clara de que su marcha hacia el sur y hacia el oeste estaría frenada mientras la política nacional de la PATRIA GRANDE subsistiera en el Río de la Plata. Era necesario voltear a Rosas, que la representaba, y sustituirlo en el poder por los ideólogos que odiaban la extensión y que serían los mejores aliados de la política brasileña, destruyendo al mismo tiempo toda perspectiva futura de reintegración al seno común de los países del antiguo virreinato. Caseros significa así, en el orden político internacional, la consolidación de la disgregación oriental, altoperuano y paraguaya y las manos libres para su expansión para el Brasil, para su expansión definitiva sobre los países hispanoamericanos limítrofes, de los que la Confederación constituía el antemural.(2) Para dejar en claro la errónea visión, actualmente muy en boga entre cierta línea de historiadores que se esmeran en presentar a Caseros como una victoria del federalismo por sobre el unitarismo y de elevar a Urquiza al nivel de adalid de las banderas del interior, Jauretche agrega: “Lo que importa, es dejar establecido que, en Caseros, triunfó la Política Nacional del Brasil por sobre la Política Nacional de los argentinos  y que, su resultado en la política de la guerra significa el abandono de la línea Nacional. Pero lo más grave no consiste en que Caseros sea una victoria brasileña, sino que se la presente como una victoria argentina, porque ese punto de partida falso imposibilita la construcción de un esquema racional de nuestra política exterior y de defensa. Así la revisión histórica se impone como una exigencia lógica para establecer las bases del razonamiento y del punto de apoyo de nuestras acciones. Sabiendo que Caseros es una victoria brasileña y una derrota argentina, la Política Nacional es una e inversa, ignorándolo.” (2)

 

Caseros y Gettysburg

En una nota dirigida a Lord Palmerston, el encargado de negocios británico en Buenos Aires, Mr. Gore, relata que, al recibir al cuerpo diplomático en Palermo, Urquiza lo apartó del resto de los concurrentes y le habló francamente. Resumiendo la exposición de Urquiza, el historiador anglocanadiense Ferns,  anota que, el General entrerriano, le había formulado al encargado de negocios de su Majestad, las mismas “…promesas y esperanzas formuladas en dimensiones más amplia por Rivadavia, un cuarto de siglo antes.” (3)

Juego de Ajedrez
Juego de ajedrez de marfil, de Rosas

Estos hechos demuestran, como bien lo entendía Jauretche, que el que estaba “disfrazado” de federal era el interesado y crematístico General entrerriano y no, Rosas, como está de moda sostener por algunos historiadores que  “lavan la cara y modernizan la historia mitrista.”

En cumplimiento de sus promesas, Urquiza firma, en julio de 1853, el Tratado de Libre Navegación, que le aseguraba a Inglaterra el libre intercambio mercantil. Paradójicamente, el Tratado había sido tramitado por Sir Charles Hotham, el vencedor de Obligado.

Como sostuviera, reiteradamente, Arturo Jauretche, el análisis objetivo de los hechos históricos muestra que, mientras en la guerra civil norteamericana, en la batalle de Gettysburg, triunfó el proteccionismo sobre el libre comercio, en la guerra civil argentina, en la batalla de Caseros, se impuso el libre comercio, sobre el proteccionismo.


Por un debate sin vanidades

A modo de conclusión, digamos que no se trata, por supuesto, que con estas breves líneas queramos clausurar el debate en torno a la figura de Rosas, ni pretendemos, tampoco, establecer una ortodoxia jauretcheana, arrogándonos la vara de medir de quiénes son verdaderos discípulos de Jauretche. Pero, como premonitoriamente advirtiese el propio Arturo Jauretche, para que el debate en torno a la figura de Rosas, “… sea  fecundo no debe ser el producto de la vanidad personal de los historiadores que se apoyan  en los caudillos, simplemente por no dar su brazo a torcer respecto de Rosas.” (1)

Referencias

(1) JAURETCHE Arturo, “Política Nacional y Revisionismo histórico”

(2) JAURETCHE, Arturo, “Ejército y Política”

(3) TRIAS, Vivián, “Juan Manuel de Rosas”

(4) ROSA, José María, “Historia argentina”

(5) JAURETCHE, Arturo, “El medio pelo en la sociedad argentina, apuntes para una sociología nacional”.

(6) GALVEZ, Manuel, “Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad”

 

*Marcelo Gullo es Doctor en Ciencia Política por la “Universidad del Salvador”, Master en Historia y Política Internacional por el “Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales” de la Universidad de Ginebra, Diplomado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid. Es profesor de la Universidad Nacional de Lanús y autor de “La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones”, Ed. Biblos, Bs. As, 2008; este libro fue traducido al italiano y publicado en Firenze por la editorial Vallecchi en 2010, con el título: “La costruzione del Potere”. 

Pedro E. Giachino

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 20 - Setiembre 2011 - Pag, 10 

Guerra de Malvinas
Pedro A. Giachino



Pedro Edgardo Giachino

El día 10 de junio ppdo. fue retirado un cuadro con la imagen del Capitán de Fragata (Post-Mortem) Pedro E. Giachino del recinto del Concejo Deliberante del Ptdo. de Gral. Pueyrredón, por decisión tomada por su presidente, el Arq.  Marcelo Artime, a pedido de organizaciones de “derechos humanos”.

Giachino, oficial de la Armada, fue el primer muerto de la Guerra de Malvinas (el 2 de abril de 1982) en acto de arrojo y valor, -habiendo recibido la Cruz al Heroico Valor en Combate- y como tal y como todo muerto en defensa de nuestra Patria debería tener la consideración y respeto de todo argentino bien nacido.

Los muertos en Malvinas no se tocan ni manosean. Pero pareciera que algunos funcionarios jugaran a favor del invasor inglés.

Desde este humilde periódico publicamos esta pequeña crónica y la foto del capitán Giachino en homenaje y en desagravio a su memoria.

Desde aquí los argentinos de honor, decimos: CAPITAN GIACHINO, PRESENTES!!!

Ofrecemos a nuestros lectores, el testimonio de quienes acompañaron al Capitán Giachino, en aquella jornada histórica, donde nuestro héroe diera su vida por la Patria.


Su compañero de estudio y de armas  Oscar Monnereau, recuerda los momentos previos al desembarco: “Lo ví (a Giachino) aquella mañana, antes de emprender la acción, gozando ese momento que la historia había querido depararnos. Ajustarse el correaje y empuñar el arma  en esos momentos, era para él, algo mas que un privilegio. Estábamos reconquistando un sueño, algo que habíamos  aprendido a amar a la distancia, desde niños y que era ni mas ni menos que un pedazo muy querido de la Patria…”

“El 1 de abril, aproximadamente a las 21 horas, el Santísima Trinidad detuvo su marcha en la boca occidental de Bahía Enriqueta -dice el capitán de corbeta Guillermo Sánchez Sabarots-. Allí comenzó la maniobra de arriado de los botes neumáticos que en número de 21 debían transportar a los Comandos Anfibios hacia la costa. La alta borda del buque y el fuerte oleaje residual del temporal que azotara la zona el día anterior, hacían difícil y peligrosa la maniobra”. 

Cuenta el teniente de corbeta de infantería Bernardo Schweízer: “Llegamos a la zona de operaciones embarcados en el destructor Santísima Trinidad. Nuestra misión fue lograr objetivos antes que la fuerza de desembarco hiciera su arribo a Malvinas. Nos transportamos desde el buque en lanchas neumáticas. Estaba formada, aproximadamente, por cien hombres y debíamos tratar de realizar la operación lo menos cruenta posible, por órdenes expresas del alto mando."

"Tuvimos pequeñas escaramuzas con marines que fueron rápidamente neutralizadas y en ese trayecto fuimos tomando los primeros prisioneros", Sigue el relato el teniente de fragata Gustavo Luro:

“La compañía de Comandos Anfibios se separó en dos patrullas, una a cargo de su jefe y la otra del capitán Giachino. Junto con él, nos dirigimos hacia la casa del gobernador, donde se habían agrupado los infantes ingleses. A través del teniente García Quiroga, que era el que hablaba fluido inglés, nos comunicamos con el gobernador para que se entregue y evitar así un inútil derramamiento de sangre”.

Así comenta el teniente Diego Fernando García Quiroga, la situación: “Me pegué a Giachino; él me ordenó: hábleles. Hice una bocina con mis manos y con toda mi voz grité el mensaje: Mr. Hunt (gobernador británico), somos marines argentinos, la isla está tomada, los vehículos anfibios han desembarcado y vienen hacia aquí; hemos cortado su teléfono y le rogamos que salga de la casa solo, desarmado y con las manos sobre la cabeza, a fin de prevenir mayores desgracias. Le aseguro que su rango y dignidad, así como la de toda su familia, serán debidamente respetados”. 

Continuamos con el relato de Luro: “Al no obtener ninguna respuesta, se hizo un tiroteo intimidatorio y volvimos a insistir con el mensaje. Como respuesta recibimos una andanada de disparos desde la casa. Así que se resolvió atacar en los parámetros ya preestablecidos. Se forman los diversos escalones y cuando estaba amaneciendo resolvimos empezar con el operativo. El capitán Giachino estaba al mando del primer escalón, así que fue el primero que logró entrar a la casa. El tiroteo se prolongó desde la seis de mañana aproximadamente hasta las nueve. Este buzo (Giachino era buzo táctico) llegó a una de las habitaciones vacías de un gran caserón deshabitado. Como no tuvo ninguna resistencia salió a un patio interior, donde fue alcanzado por una ráfaga de ametralladora junto al teniente García Quiroga, que lo seguía en segunda instancia. Fueron los dos primeros en caer".

“El resto de los suboficiales retrocedieron ante la amenaza de esa ametralladora. Pero siempre existen las actitudes heroicas a las que hay que destacar. El cabo segundo Urbina, enfermero de patrulla, que no pertenecía al escalón del capitán olvidándose del fuego intenso del arma, corrió en auxilio de los jefes. Sin contemplaciones y a pesar de exhibir claramente sus insignias de sanidad, fue también herido."

“Allí quedaron sin que nosotros pudiéramos ayudarlos. Así estuvieron desde las 7.30 hasta las 9 de la mañana, que se rindieron”.

Al ser herido, Giachino pide un enfermero. El cabo enfermero Ernesto Urbina nos relata: “Me encontraba cruzando fuego contra el enemigo cuando escuché que alguien pedía un enfermero, llamándome por mi apellido; era el capitán Giachino… que estaba malherido, tome la decisión de ir… Corrí tres o cuatro pasos y de pronto sentí un golpe a la altura de la cintura que me levantó en el aire y caí de espalda…”

"Llego a la casa del gobernador, -nos cuenta el teniente de navío médico Arturo Gálica- avisado que allí estaban los heridos. Veo al capitán Giachino cuando lo suben a un jeep que lo llevaría al hospital. Su estado era sumamente grave, tenía dilatación pulmonar, con indudables signos de hemorragia e inconsciente. Le hicimos todo tipo de auxilio de reanimación en el vehículo y después en el hospital, incluso tuvimos la ayuda de un médico inglés. Durante más de quince minutos estuvimos luchando pero las heridas y el tiempo que estuvo sin atención médica influyeron para que el desenlace fatal fuera inevitable. Luego atendimos al teniente García Quiroga, a quien le hicimos los primeros auxilios, y pudimos derivarlo al buque hospital con la ayuda de un helicóptero. Mientras venían otros médicos con los cuales pudimos operar al cabo Urbina. Tenía una herida importante en el abdomen con las vísceras afuera y sangrando. Gracias a Dios, hoy ambos se están recuperando. Estas fueron las tres víctimas importantes que tuvimos".


Fuentes: 

www.reconquistaydefensa.org.ar

“La guerra de las Malvinas”, Tº 2, de Ediciones Fernández Reguera

La Banda Oriental

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 20 - Setiembre 2011 - Pag 9  

LA BANDA ORIENTAL

Escudo artiguista
Escudo artiguista de la Banda Oriental

         

En los textos de historia, cuando leíamos algo relativo a la “Banda Oriental”, sabíamos que era referente al territorio que actualmente ocupa la R.O. del Uruguay, pero nadie nos explicó porqué se la denominaba de esa forma.

Se llamaba así al territorio más al este u oriental del Virreinato del Perú –hasta 1776– y después Virreinato del Río de la Plata; se encontraba al este del río Uruguay y al norte del Río de la Plata. Era un extenso territorio que comprendía el territorio de nuestro actual país hermano –Uruguay– y el sur del actual Brasil –estado de Río Grande do Sul–.

Siempre fue un territorio muy codiciado por los lusitanos y luego por los brasileños, siendo origen de muchos conflictos entre las coronas de España y Portugal y posteriormente entre sus continuadores en América: las Provincias Unidas del Río de la Plata y posteriormente la Confederación Argentina y el Imperio del Brasil.

Monumento a Artigas

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 20 - Setiembre 2011 - Pag 9  

Monumento a Artigas

Artigas


En el centro de la Plaza Uruguay, delimitada por Av. del Libertador, Austria, Tagle y Av. Figueroa Alcorta, de la Ciudad de Buenos Aires, se erige el monumento al Gral. José Gervasio Artigas, obra del arquitecto Alejandro Bustillo y del escultor Juan José Zorrilla de San Martín.

En el año 1955 el Poder Ejecutivo dispuso la construcción del monumento, tres años después se firmó el contrato con el escultor y recién fue inaugurado en abril de 1973.

La obra se destaca por una importante escultura en bronce de la figura de Artigas que mide aproximadamente seis metros, emplazada sobre una base de doce metros de mampostería revestida en granito rojo dragón. Dos bajorrelieves en piedra simbolizan la Libertad y la Federación

En cada una de las caras del monumento y en su parte inferior hay cuatro fuentes de granito gris con grifos de bronce que simbolizan a los cuatro ríos en los que se desarrolló la gesta artiguista: el Plata representado por un tiburón y un delfín, el Uruguay por un surubí, un pacú y un dorado y el Paraná, y el Paraguay por dos anacondas, pirañas y yacarés.

En la parte frontal figura el nombre “Artigas”, en sus laterales “Federación” y “Libertad” y en la posterior, las leyendas: "Primeramente pedirá la declaración de la independencia absoluta de estas colonias. No admitirá otro sistema que el de la confederación..."; "la constitución garantiza a las provincias unidas una forma de gobierno republicana. De las instrucciones de Artigas a la diputación oriental ante la asamblea del año XIII".

Religiosidad de Artigas

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 20 - Setiembre 2011 - Pag 9 

 

Religiosidad de Artigas
Catedral de Montevideo
La religiosidad de Artigas

En su ostracismo en Paraguay, primero en la villa de Curuguaty y al final en ibiray, Artigas llevó una vida adornada con todas las virtudes cristianas. Su amor por los niños, su ayuda a los necesitados, le granjeó la amistad y respeto y admiración de sus convecinos.

Así por ejemplo, Deodoro de Pascual afirma:

“[Artigas con] su ejemplo influyó mucho en los habitantes del lugarejo en que residía; convirtióse en el padre y protector de los pobres; dábales cuanto reunía en sus trabajos; les socorría con medicamentos; les consolaba en sus lechos y aflicciones; distribuía entre ellos lo que poseía, en perjuicio muchas veces de lo necesario para su existencia; y consiguió ser bienquisto, querido y respetado de los aldeanos que tantos beneficios recibían de sus ya añosas manos”.

Dice el testimonio de Hammerly Dupuy:

“Durante los últimos años de su vida en Ybiray, Artigas fue apreciado por su gran piedad. Era su deleite el explicar a los niños el significado del cristianismo en relación con la historia de la humanidad. Disponía para ese fin de una edición ilustrada de la Santa Biblia, a cuya lectura se dedicaba frecuentemente” Y agrega: “esta información fue proporcionada al autor, por Juan León Benítez, nieto del presidente (paraguayo) Carlos López…”

Carlos A. Washburn, ministro residente de los Estados Unidos en Asunción del Paraguay desde 1861 hasta 1868. En su “Historia del Paraguay”, dice:

“En sus últimos años, después de la muerte del dictador, el Protector dejó sus cultivados campos, testigos de sus obras de caridad nunca oídas en el Paraguay, y se fue a Ibiraí, donde pasó sus últimos días”.

A principios de 1846 Artigas recibió en Ibiray la visita de su hijo José María, quien contará:

“Aquellos vecinos de Ibiray… aquellos pobres que tanto quieren y veneran a mi padre, se reúnen con él a rezar el rosario, cuando el toque de oraciones de las campanas distantes llegan hasta ellos de la Asunción; los ví todos los días en el mismo sitio. Mi padre hacía coro; los demás, arrodillados en torno suyo, contestaban las oraciones, muchos de ellos, la mayor parte, en guaraní. En concluyendo, todos se retiraban a sus casas; después de saludar, uno a uno, con veneración, al viejo; éste entraba a paso lento en su rancho, y se acostaba muy temprano. Se levantaba con el Alba”

Dice el testimonio de Don José León Benítez:

“El general José Gervasio ¡qué bueno era, como me quería! Era un buen cristiano Siempre decía: “Dios es muy grande, pero mantiene (permite vivir) a muchos pícaros”. De tarde reunía a todos los chicos del barrio y nos enseñaba la doctrina cristiana (catequesis). Recuerdo que nos repetía: “Hay que hacer la caridad sin mirar a quien se hace”.

El obispo de Asunción, Monseñor Juan Sinforiano Bogarín, dejó el siguiente testimonio, en el que se refleja la piedad eucarística del Prócer:

“La señorita Asunción García me ha referido, algunos años antes de morir, lo siguiente: Cuando la enfermedad de Artigas se agravó, manifestó deseos de recibir los últimos sacramentos. Entonces la señora doña Juana Carrillo, esposa de Carlos Antonio López, mandó llamar a un miembro de la familia de la citada Asunción García (familia tan distinguida, por cierto como piadosa), y le encargó fuera a preparar el altar para administrar al enfermo el Santo Viático. Cumplida la orden, el cura párroco de la Recoleta, Presbítero Cornelio Contreras, llevó al general Su Divina Majestad. En los momentos en que el sacerdote iba a administrarle el Santo Viático, Artigas quiso levantarse. La encargada del aderezo del altar le dijo que su estado de debilidad le permitía recibir la comunión en la cama, a lo que el general respondió: "Quiero levantarme, para recibir a Su Majestad". Y ayudado por los presentes, se levantó, y recibió la comunión, quedando los muchos circunstantes edificados de la piedad de aquel grande hombre».

Fuentes:

Gaudiano, Pedro. “Artigas Católico”

http://blog.transfiguracion.org/artigas-catequista-popular/

Artigas y Paz

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 20 - Setiembre 2011 - Pag 8 

Gral. Paz

La visita del Gral. Paz

El General José María Paz, después de haber sido derrotado en Corrientes por Urquiza, pasó al Paraguay y visitó a Artigas en 1846 y en un paseo que ambos hicieron en caballo, Artigas le habló sobre su actuación y su relación con el Directorio de Buenos Aires y esto le dijo:

“Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio, y a la guerra que él me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso, entonces, del realismo. Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo quería la autonomía de las Provincias dándole a cada estado su gobierno propio, su Constitución, su bandera y el derecho de elegir sus representantes, sus jueces y sus gobernantes, entre los ciudadanos naturales de cada estado. Esto es lo que yo había pretendido para mi Provincia y para los que me habían proclamado su Protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo… Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus Procónsules a gobernar a las provincias militarmente y despojarlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental habían nombrado, y poniendo á precio mi cabeza…” (Publicado en El Nacional, Montevideo, año II, 25 de setiembre de 1884)

Según Antonino Reyes, edecán de Rosas, “las visitas del general Paz a Artigas no eran de simple cortesía, sino que obedecían al plan de que acaudillara un movimiento que se quería organizar en Corrientes contra Rosas. Y él respondió que no quería abandonar Asunción, sino morir tranquilamente donde estaba, antes de plegarse a un movimiento que no fuese el que él mismo había iniciado...”

El 21 de mayo de 1845 fue designado “Instructor del Ejército de Paraguay”. Aceptó y fue a la capital Asunción; pero informado que era para luchar contra Rosas, declinó la designación al informársele que el ejército por él instruido iba a combatir contra Rosas, “no quería hacer soldados unitarios”... (En aquellos momentos el gobierno paraguayo que coqueteaba con el Imperio del Brasil, estaba enfrentado a Rosas. Por el contrario Rosas nunca estuvo en contra del Paraguay a la que siempre consideró como provincia argentina)