martes, 25 de mayo de 2010

Rosas y el 25 de Mayo

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 15 - 25 de Mayo de 2010 - Pag. 8  

EDICION DEL BICENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO

 Rosas y el 25 de Mayo 

por Norberto Jorge Chiviló


El día 16 de diciembre de 1829, a los pocos días de haber asumido por primera vez la gobernación de la provincia, Rosas, dictó un decreto póstumo de honores y homenaje a Cornelio Saavedra, hombre decisivo y primera figura de la revolución de Mayo y Presidente de la Primera Junta, quien había fallecido el 29 de marzo de ese año, olvidado por las autoridades del gobierno de Lavalle.

El decreto dice así: “Buenos Aires, diciembre 16 de 1829. – El primer comandante de patricios, el primer presidente de un gobierno patrio, pudo sólo quedar olvidado en su fallecimiento por las circunstancias calamitosas en que el país se hallaba. Después que ellas han terminado, sería una ingratitud negar a un ciudadano tan eminente el tributo de honor rendido a su mérito, y a una vida ilustrada con tantas virtudes, que supo consagrar entera al servicio de su patria. El gobierno, para cumplir un deber tan sagrado, acuerda y decreta:

“Art. 1°. En el cementerio del Norte se levantará, por cuenta del gobierno, un monumento en que se depositarán los restos del Brigadier General D. Cornelio Saavedra. Art. 2°. Se archivará en la Biblioteca pública un manuscrito autógrafo del mismo Brigadier General, con arreglo a lo que previene  el decreto de 6 de octubre de 1821. Art. 3°. Comuníquese y publíquese. – Rosas. – Tomás Guido.”

La fotografía que ilustra esta nota corresponde al monumento levantado en cumplimiento de dicho decreto, en el cementerio del Norte –actual Recoleta–, ubicado a escasos ochenta metros de la entrada y sobre su calle principal.

El día 13 de enero de 1830, se realizaron en la Iglesia de la Merced, solemnes funerales en memoria de Saavedra, al cual concurrieron además del Gobernador Rosas, sus ministros Guido y Balcarce, generales, jefes y oficiales.

Días más tarde, y ante el fallecimiento de otro de los personajes de Mayo de 1810, don Feliciano A. Chiclana, Rosas dictó este otro decreto de homenaje al prócer:

“Buenos Aires, enero 16 de 1930. – Aunque los nombres de los primeros ciudadanos no tuvieron la gloria de ser los autores de la independencia de la Patria, pertenecen a la historia, encargado de transmitirlos a la posteridad; el gobierno reconoce como un deber sagrado perpetuar su memoria, tributando un justo homenaje de gratitud a aquellos varones esforzados que supieron encontrar recursos en sólo su genio para arrancar la patria de manos de sus opresores. Entre estos beneméritos patriotas, ocupa, sin duda, un distinguido lugar el Dr. D. Feliciano A. Chiclana, cuyas virtudes cívicas lo hicieron sobreponerse a las circunstancias azarosas de los memorables días de Mayo de 1810, contribuyendo muy particularmente al grande acontecimiento que trastornó la faz política de un mundo entero. Estos justos motivos han impulsado al gobierno a decretar lo siguiente: Art. 1°. En el cementerio del Norte se levantará, por cuenta del Gobierno, un monumento en que se depositarán los restos del Dr. D. Feliciano A. Chiclana. Art. 2°. Se depositará en la Biblioteca pública un manuscrito autógrafo del mismo Dr. Chiclana, con arreglo a lo que previene el decreto del 6 de octubre de 1921. Art. 3°. Comuníquese y publíquese.  – Rosas – Tomás Guido”.

También en los documentos públicos durante el período rosista, los mismos iban encabezados por una leyenda que señalaba entre otros, los años transcurridos desde la Revolución de Mayo: “(tantos) años de la Libertad…”; así por ejemplo en una carta dirigida a los “Argentinos engañados por el salvaje unitario Juan Lavalle”, dice así “¡Viva la Confederación Argentina! / Santos Lugares de Rosas, octubre 31 de 1840 / Año 31 de la Libertad / 25 de la Independencia / y 13 de la Confederación Argentina”.

El 25 de mayo de 1836, ante el cuerpo diplomático que se había reunido en el Fuerte de Buenos Aires, para saludarlo con motivo de un nuevo aniversario de la fecha patria, Juan Manuel de Rosas, pronunció el siguiente discurso que al decir del historiador Julio Irazusta en “Vida Política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia”, Tomo III (Edic. de 1975). “No se podrá negar que este discurso encierra una notable hermenéutica de la  revolución argentina. Tal vez la más próxima a la verdad. Ella es la que mejor enlaza los destinos del país independiente, con las tradiciones del pasado colonial. La que mejor concilia el hecho de la emancipación, con el lealismo imperial y monárquico de nuestro primer gobierno autónomo. La única que salva la dignidad nacional de la tacha de perfidia colectiva en la declaración de la independencia por los mismos hombres, sobre poco más o menos, que habían jurado lealtad a Fernando VII. Jamás el Estado argentino se pensó a sí mismo, por el órgano de sus magistrados supremos, con más nobleza y racionalidad en la alocución maya de Rosas”.

He aquí el discurso de Rosas -que publicó la Gaceta Mercantil N° 3893 el 27 de mayo de 1836-:

“¡Qué grande, señores, y que plausible debe ser para todo argentino este día, consagrado por la Nación para festejar el primer acto de soberanía popular que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año mil novecientos diez! ¡Y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y una dignidad sin ejemplo! No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la Nación, había caducado de hecho y de derecho. No para revelarnos contra nuestro soberano, sino para preservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecernos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarnos con mejor éxito en sus desgracias. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella y no ser arrastrados al abismo de males, en que se hallaba sumida la España.

Estos, señores, fueron los grandes y plausibles objetos del memorable Cabildo abierto celebrado en esta ciudad en 22 de mayo de mil ochocientos diez, cuya acta debería grabarse en láminas de oro para honra y gloria intensa del pueblo porteño. Pero ¡ah!... ¡Quien lo hubiera creído!... Un acto tan heróico de generosidad y patriotismo, no menos que de lealtad y fidelidad a la Nación española, y a su desgraciado Monarca: un acto que ejercido en otros pueblos de España con menos dignidad y nobleza, mereció los mayores elogios, fué interpretado en nosotros malignamente como una rebelión disfrazada, por los mismos que debieron haber agotado su admiración y gratitud para corresponderlo dignamente.

Y he aquí, señores, otra circunstancia que realza sobremanera la gloria del pueblo argentino, pues que ofendidos con tamaña ingratitud, hostigados y perseguidos de muerte por el gobierno español, perseveramos siete años en aquella noble resolución, hasta que cansados de sufrir males sobre males, sin esperanza de ver el fin, y profundamente conmovidos del triste espectáculo que presentaba esta tierra de bendición anegada en nuestra sangre inocente con ferocidad indecible por quienes debían economizarla mas que la suya propia, nos pusimos en manos de la Divina Providencia, y confiando en su infinita bondad y justicia tomamos el único partido que nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e independientes de los Reyes de España, y de toda otra dominación extranjera.

El Cielo, señores, oyó nuestras súplicas. El cielo premió aquel constante amor del orden establecido, que había excitado hasta entonces nuestro valor, avivado nuestra lealtad, y fortalecido nuestra fidelidad para no separarnos de la dependencia de los Reyes de España a pesar de la negra ingratitud con que estaba empeñada la Corte de Madrid en asolar nuestro país. Sea pues nuestro regocijo tal cual lo manifestáis en las felicitaciones que acabáis de dirigir al gobernador por tan fausto día; pero sea renovando aquellos sentimientos de orden, de lealtad y fidelidad que hacen nuestra gloria, para ejercerlos con valor heróico en sostén y defensa de la causa Nacional de la Federación, que ha proclamado toda la república. De esta causa popular bajo cuyos auspicios en medio de las dulzuras de la paz, y de la tranquilidad, podamos dirigir nuestras alabanzas al Todo Poderoso y aclamar llenos de entusiasmo y alegría.

Viva el Veinte y Cinco de Mayo

Viva la Confederación Argentina

Mueran los Unitarios impíos”