martes, 25 de mayo de 2010

Revolución de Mayo - Prolegómenos

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 15 - 25 de Mayo de 2010 - Pags. 9 a 11  

 EDICION DEL BICENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO 


Prolegómenos de Mayo de 1810 en Europa

Por el Dr. Oscar J. C. Denovi


En mayo de 1808, apenas iniciado el mes, se producirá un acontecimiento de la historia europea, que no tendrá parangón con ningún otro ocurrido antes de esa época, ni después de ella.

Napoleón Bonaparte (A)

La causa de ese fenómeno, será el por entonces secular enfrentamiento entre Inglaterra y Francia, y que se verá reforzado por el fortalecimiento político experimentado por la Francia con el ascenso de Napoleón al poder, que alimenta en los primeros años del siglo XIX, una escalada militar agudizada por los planes napoleónicos de dominación, que conducían a una inevitable guerra entre ambas potencias. El bloqueo continental impuesto por el Gran Corso al comercio inglés, se veía fisurado por la acción de un pequeño país enclavado en la península Ibérica, que alguna vez había estado unido a España, pero con la ayuda de Inglaterra había recobrado su autonomía respecto de aquella y cumplía un papel de auxilio en la introducción de mercadería inglesa en el continente. Portugal, este pequeño Estado, resultaba un obstáculo para los planes de Bonaparte, y entonces se concibe la invasión que marcará el comienzo del ocaso del emperador de la Francia.

Hacia 1780, cuando aún se estaba un tanto lejos de los años referidos, ante el principio enunciado por Inglaterra de que ningún neutral podía desafiar a un beligerante, realizando un comercio del que estaba excluido en tiempos de paz, Francia opuso el principio de la “neutralidad armada”, en la que proclamaba que “buques libres, hacen mercaderías libres”.

Gran Bretaña, declara también que la simple comunicación de un bloqueo bastaba a los fines de su efectividad, estableciendo la figura jurídica del “bloqueo sobre el papel”, que muchos años más tarde sirviera para el bloqueo al Río de la Plata en dos oportunidades. Todos estos “principios” apuntaban a establecer los derechos de los beligerantes protagonistas de esa lucha entre ambos países separados por el Mar del Norte. En esa línea de creación de derechos, el 16 de mayo de 1806 la Gran Bretaña comunicó a los Estados neutrales, que las costas desde el río Elba hasta Brest se encontraban bloqueadas “en el papel”, y desde Ostende hasta la desembocadura del río Sena en forma efectiva. Napoleón respondió a esto el 27 de noviembre de ese año, estableciendo el bloqueo en el papel de las Islas Británicas. El 7 de enero del año siguiente, se declaraba por parte del gabinete inglés, legítima presa a todo navío que comerciase con Francia, y el 11 de noviembre extendía el bloqueo a todos los puertos de Francia y sus aliados, lo que incluía los puertos americanos pertenecientes a España, y a esto contesta el gobierno Francés que todo buque que se sometiera a la “order in council” del ministerio inglés, sería considerado británico, y por lo tanto legítima presa para Francia.

Todas estas medidas excedían las posibilidades de Francia e Inglaterra, ninguna estaba en condiciones de hacerla cumplir, en todos lados y al mismo tiempo.

“La separación de los procesos históricos americanos de los europeos, no obedece sino a un criterio equivocado acerca de la verdadera naturaleza de la vida política y económica internacional. El centro de la monarquía española estaba en Europa. Sus destinos se jugaban desde la corte, estuviese ésta en Aranjuez o Bayona.”, dice Diego Luís Molinari.

 

La Casa Real española en el ojo de la crisis

Carlos IV, rey de España, estaba totalmente dominado por María Luisa, su esposa, que a su vez cobijaba a Godoy, el ministro que manejaba los asuntos del Estado español, con la injerencia de esta mujer del rey.

La pareja del rey y su esposa, habían tenido un hijo, Fernando, que había tenido una infancia triste, creciendo débil y enfermizo, Puesto a los dieciocho años bajo el cuidado del canónigo Juan de Escoiquiz, éste se ocupó de fomentar en Fernando, un odio profundo por Godoy, quien reforzaba el que había anidado en su espíritu por el ambiente enfermizo que se vivía en el casi inexistente ambiente familiar, agravado por el político. Casado Fernando con su prima María Antonia de Nápoles, acrecentó este sentimiento contrario a Godoy, pues la princesa, conocía muy bien los servicios prestados por Godoy a Napoleón, a quien odiaba, e influyó sobre Fernando en el mismo sentido. El 21 de mayo de 1806 María Antonia falleció, dejando al joven príncipe Fernando desamparado, odiado por su madre y perseguido por Godoy.

Una serie de intrigas palaciegas, había hecho mutar al ambicioso Godoy de su posición pro francesa -gravitó en ello la suspensión de las negociaciones sobre el reparto de Portugal, de la que él esperaba surgiera la soberanía hereditaria que había de tocarle en suerte- y el 6 de octubre de 1806 lanzó un manifiesto convocando al pueblo a tomar las armas, sin identificar el enemigo para el que debía armarse, pero quedaba tácito que dicho enemigo era Napoleón. Pero esta maniobra se frustró, al perder en la batalla de Jena el ejército ruso y sus aliados. El emperador ruso, había sido la tabla de salvación esperada por Godoy, para vencer a Napoleón. Este a su vez, advertido que su antiguo servidor había intentado una maniobra en su contra, aprovechó la circunstancia para hacer de Godoy el más sumiso de sus admiradores. Obtuvo de Godoy que España se sumara a Francia al bloqueo continental contra Gran Bretaña, obteniendo al mismo tiempo reforzar el poderío militar francés con los aportes militares de España, y como si esto fuera poco aún, admitió el primer ministro ambicioso y traidor a su patria, que José Bonaparte fuera el rey de Nápoles. Cuando Godoy advirtió que quedaba en descubierto ante Bonaparte, quiso ganarse a su causa al príncipe Fernando ofreciéndole en casamiento a su cuñada, prima del rey. Fernando, aconsejado por Escoiquiz y los duques del infantado y San Carlos, rechazó la proposición de su enemigo, a quien odiaba desde niño, y sus consejeros lo indujeron a escribirle a Napoleón para obtener un casamiento con una mujer de la familia Bonaparte.

Carlos IV - Fernando VII (B)
Al año de haber recibido estos consejos, Fernando le escribía a Napoleón denunciando la desolación en que vivía. Dice Vicente Sierra al respecto: “Carta semejante, escrita a un monarca extranjero por un príncipe heredero, sin anuencia de sus padres, se convirtió en manos de Napoleón en un arma poderosa contra su autor, sobre todo en momentos en que hacía creer a Godoy que, olvidando su mal paso, había llegado el momento de satisfacer sus ambiciones, a cuyo fin se gestaba en París el tratado para la partición de Portugal”.

Dominada toda Europa continental, o casi toda según veremos por el Gran Corso, luego que en Tilsit arreglara sus diferencias con los emperadores de Rusia y Prusia, sólo Gran Bretaña se oponía a la Francia napoleónica.

Resaltaba en esta situación como una antorcha encendida en una noche de luna nueva en invierno, el pequeño país enclavado en la península Ibérica e íntegramente rodeado por España: Portugal.

El 27 de octubre de 1807 se concluyó el Tratado de Fontainebleau. Por él, Portugal era dividido en dos, el Norte (entre el Duero y el Tajo) se asignaría cuando se lograra la paz general, y el Sur se dividiría en dos reinos autónomos. Para lograr esto, España autorizaba a Francia a pasar con sus ejércitos por territorio español, y en territorio español las unidades de esa nacionalidad se sumarían a las fuerzas francesas. Las colonias portuguesas pasarían a ser de ambas potencias signatarias, y Carlos IV adoptaría el título de Emperador de las dos Américas.

La impopularidad de Godoy crecía, y llegaba a su cúspide cuando fue nombrado jefe de la Casa Militar del rey, príncipe, generalísimo y almirante, Casi el rey.

Por encima de él, tenía un rey que al decir de uno de los historiadores españoles, “no tenía ni el talento ni la energía que el trono y las circunstancias demandaban” (1) imputándole uno de sus biógrafos, ser “tímido, irresoluto, indolente, falto de previsión” rematando esta suma de debilidades, con que “no determinaba sino por el juicio de otros” (2).

Los tejes y manejos de Godoy, la vinculación que tenía con la reina, o la difusión interesada de esta relación con fines de desprestigiar la corona española, -hay desacuerdos entre los historiadores-, hizo del ministro, el sujeto más odiado de la España de principios del siglo XIX. Los escándalos supuestos o reales de la reina, la pasividad de Carlos IV, deslizaron en segundo término el odio hacia aquellos reyes, y por oposición despertaron las simpatías hacia el príncipe de Asturias, el joven Fernando, cuyas vicisitudes familiares reforzaban esa simpatía, que se unía de esa manera, a la que provocaba su juventud.

El pueblo tomaba partido por el príncipe. Mientras esto ocurría, las tropas españolas aliadas a tropas de la Francia se preparaban para la invasión a Portugal, ante la amenaza concreta, el príncipe regente de Portugal Don Juan, el 20 de octubre de 1807 cierra los puertos para los navíos de Gran Bretaña.

Inglaterra por medio de un personaje muy conocido para los rioplatenses años después, lord Strangford, actúa con su acostumbrada energía, amenaza a los portugueses en la persona de sus reyes, y consigue firmar un tratado por el que la corte portuguesa será trasladada a Brasil bajo protección británica, obteniendo la firma del mismo el 22 de octubre.

He aquí el artículo primero de ese tratado: “....en el caso que se cerraran los puertos de Portugal a la bandera inglesa, sería establecido un puerto en la isla de Santa Catalina, o en otro lugar en las costas del Brasil, para donde las mercaderías inglesas pudiesen ser libremente importadas en navíos ingleses, pagando los mismos derechos que pagaban actualmente en Portugal, y durante el acuerdo hasta nuevo ajuste”. En una magnífica aplicación práctica, los ingleses aprovechaban la circunstancia para proteger sus intereses, estableciéndose en forma directa en el contrabando que se practicaba en el Río de la Plata.

Juan IV de Portugal (C)
Portugal ratificó el tratado el 9 de noviembre. El día 19 las tropas españolas al mando del general Juan Garrafa, junto a las francesas al mando del general Junot, cruzaban la frontera hispano portuguesa. El 27, la familia real lusitana era perentoriamente obligada a embarcarse, cosa que recién realiza el matrimonio real, el príncipe regente Juan y su esposa, Carlota Joaquina, hermana de Fernando de España, el día 29, seguidos por su corte y un séquito de ochocientas personas. La conminación británica había sido confiada a dos hombres de renombre en ese tipo de acciones, el contralmirante Sidney Smith y el ya mencionado lord Strangford. “Está consumada una de las mayores vergüenzas de la historia portuguesa. La larga serie de humillaciones a que el gobierno del príncipe regente nos sometió, cerrábase con esta fuga cobarde y este abandono de Portugal, sin organización y sin defensa.” (3)

Al día siguiente de haber partido de Lisboa el matrimonio real, entran en la capital de Portugal las tropas francesas al mando de Junot. Apenas veintitrés días después, el 22 de diciembre entraba en España el segundo cuerpo de observación de la Gironda, al mando del general DuPont, quien después se establece en Valladolid, ya en los primeros días de 1808. El 9 de enero una fuerza de treinta mil hombres al mando del mariscal Moncey, cruzaba la frontera franco española, y se desplaza hasta Burgos donde se estaciona el 10 de febrero. La excusa, para este importante movimiento del aparato bélico de la Francia, era el rechazo a un eventual ataque ingles a Cádiz.

La carga de los mamelucos (D)
Pero, lo que ocurría es que Napoleón preparaba el terreno para destronar la corona española, y con ese objeto nombra como lugarteniente en España a su cuñado, Joaquín Murat, duque de Berg. El 16 de febrero el general Darmagnac ocupaba Pamplona, el 28 del mismo mes el general Duhesme entraba en Barcelona. En marzo, el total de tropas francesas en España sumaban cien mil hombres.

La penetración de tropas francesas en España continuará, y para esta época de marzo de 1808, ya se evidencia muy claramente la postura a favor de Fernando del pueblo español. Godoy advierte que ésta es irreversible y que el odio más marcado recae sobre él. Dada la condición adquirida por Napoleón por el tratado de Fontainebleau, y el poderío militar francés en territorio español, facilitado por dicho tratado, la situación de Godoy era sumamente peligrosa. El manifiesto del 6 de octubre de 1806, por el que España podía haberse puesto en contra de Napoleón si la suerte de las armas en Jena hubiese sido opuesta, hacía que el respaldo de Godoy en Napoleón trastabillase, pero también operaba en dirección de que Napoleón, quien quería borrar del mapa a los Borbones, aprovechase el antecedente para sacarse de encima el matrimonio real moralmente corrupto, y ese primer ministro que no le iba en saga a aquel matrimonio. El emperador, envía un mensaje con las quejas que tenía contra la corte española, en la que va descubriendo el juego con el que sometería a España. La parte final del mismo, especie de resumen de todo el anterior contenido decía: “Que en razón de la posibilidad de que se produzcan desórdenes a causa de una colisión entre los dos partidos, Su Majestad Imperial no podía hacer otra cosa que solicitar de Su Majestad Católica ciertas garantías contra toda clase de eventualidades, las que, independientemente de la voluntad de S.M.C. podían perturbar la paz interior del reino, al mismo tiempo que su sistema político de gobierno, y que estando S.M.I. obligado a guardarse de estos posibles acontecimientos, no puede hacer menos que tomar fuertes posiciones en las provincias españolas limítrofes con Francia y que la situación puede llegar al punto de verse obligado a establecer gobiernos militares en ellas y a ocuparlas por el término de un año después de la celebración y consolidación de la paz; que en ejecución de estas medidas S.M.I. el emperador no puede hacer menos que afrontar esas dificultades considerándolas como efectos de una situación precaria y extraordinaria, tanto como la que allí ha de existir y que, aunque S.M.I. podría encontrar en los precedentes históricos y en motivos políticos una justificación para agregarlas a su Imperio, o por lo menos establecer entre las dos naciones un estado neutral que constituya un parachoques entre una y otra, se limita a indicar un cambio favorable a ambos partidos, consistente en ceder todo el Portugal a cambio de las provincias fronterizas con Francia…”

Semejante documento daba un feroz golpe a Godoy, y anunciaba la tormenta que no tardaría en estallar.

La presencia militar francesa había sido bien recibida por los españoles. Muchos creían que los franceses venían a apoyar a Fernando, en contra del matrimonio y de Godoy.

La familia real se alojó en Aranjuez, a raíz de la delicada situación, ordenándose a la tropa disponible concentrarse alrededor de la misma para su protección.

La presencia en el Palacio, dio lugar a que la inquietud pública se sensibilizara y entonces diversos rumores la afectaban y la hacían mantener alerta, concentrando observadores para ver los movimientos que se pudieran observar en el Palacio.

Como la suspicacia aumentaba y se rumoreaba la partida de la corte a América, el rey emitió el 16 de marzo un manifiesto donde explicaba que el ejército de “mi querido aliado el emperador de los franceses, cruza mi reino con las más pacíficas y amistosas intenciones. La concentración de guardias no tiene otra razón que la protección de la persona real, y no acompañarme en un viaje que la malicia os ha inducido a considerar necesario”.

Pero en la noche del 17, desconfiados integrantes de los grupos que se juntaban a observar los movimientos en el palacio, viendo que del palacio de Godoy salía un coche, se intentó identificar al viajero. La escolta trató de evitarlo y sonó un tiro, que concentró aún más la multitud, la que exasperada invadió el palacio de Godoy saqueándolo e incendiándolo.

Caida de Godoy
Motín de Aranjuez. Grabado de la época (E)
Durante esa noche la familia real debió presentarse varias veces ante la multitud, que demostró sus preferencias por Fernando. Este episodio fue denominado el motín de Aranjuez. Carlos IV, que había depositado en Godoy las riendas de su gobierno, de pronto se enfrentó con la realidad de su impopularidad y la absoluta falta de autoridad que devenía de su gestión, comprobaba la popularidad del hijo que él no había valorado nunca, y entonces reunió sus ministros para comunicar su abdicación. El 19 de marzo, hizo redactar por el ministro Cavallero el respectivo decreto, que en presencia de la corte le entregó a Fernando. La noticia recorrió toda España como si hubiera dispuesto de medios de comunicación sólo conocidos muchos años después, tal el júbilo que provocó en su pueblo. Fernando VII era rey de España. ¡Viva Fernando el deseado!

 

La farsa de Bayona

Murat, quien avanzaba hacia Madrid después de cruzar la sierra de Guadarrama, se encuentra con la novedad del motín de Aranjuez. Como precisa información, envía al general Bailly de Montión, quien debía entrevistarse con Carlos en aquella ciudad.

Carlos le entrega una carta que había escrito para Napoleón, para que la entregase al emperador.

Esa carta, en que Carlos desnuda su vileza invocando que se veía “obligado a renunciar a su corona... echándose en brazos del gran monarca su aliado, sometiéndose enteramente a la disposición de él, que es el único que puede resolver su felicidad,... se declaraba resuelto a conformarse con todo lo que el mismo gran hombre desee disponer en cuanto a nosotros y cuanto concierne a mi destino, el de la reina y el príncipe de la paz”, nombre este último con que se conocía a Godoy.

Napoleón se encontró de pronto con que sus planes se facilitaban. La prensa oficial de París no reconocía la abdicación y declaraba que el trono de España se hallaba vacante.

Bailly de Montión aconsejó a Carlos, y el pusilánime rey emitió un documento antidatándolo al 21 de marzo, donde declaraba nulo y sin valor el decreto de abdicación.

Fernando era recibido en Madrid con júbilo popular, de un pueblo que, como había ocurrido en Aranjuez, se inclinaba hacia su juventud y cifraba en ella la recuperación del vigor del gobierno que llenaba sus ansias de realización. Las primeras medidas adoptadas por el rey, eran bien recibidas, corregían las impopulares adoptadas por Godoy. Confusa situación para Fernando, quien advertía que su situación era difícil, parecía que se aclaraba, cuando es invitado a entrevistarse en Burgos con el emperador, por el general Savary. El 10 de abril Fernando se puso en viaje con su comitiva. Dejó en Madrid una Junta de Gobierno a cargo de su tío el infante Don Antonio. Al llegar a Burgos no encuentra a Bonaparte y entonces sigue viaje hasta Vitoria. Anoticiado que el emperador ha viajado a Bayona, Fernando espera, y el 17 de abril recibe una carta del emperador. En ella, dechado de hipocresía, Napoleón le decía a Fernando, que no podía reconocer la abdicación de su padre, ni reconocer su legitimidad como rey, sin realizar una investigación profunda. Fernando, aún contra la opinión de algunos de los miembros de su comitiva, decide ir a Bayona. Los vecinos de Vitoria al ver el carruaje listo para partir, se opusieron en forma tumultuosa y pretendieron cortar los tiros. Fueron apaciguados, decreto del rey mediante, en que expresaba su confianza en Napoleón. El 19 de abril partió Fernando hacia Bayona. Allí quedaría preso. Como preso estaba su padre, aunque no aún en Bayona, estaba en el Escorial, preso de sí mismo.

Mientras tanto Murat se manejaba con prepotencia provocando reacciones que iban subiendo de tono. Las tropas francesas, se comportaban mudando su trato cordial de los primeros tiempos, a impaciencia con imposiciones que iban generando una creciente resistencia de la población española. El primero de mayo, Murat es silbado a su paso por las calles de Madrid. Los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde habían comenzado una conspiración que crecía entre los militares.

El día 2, grupos de patriotas armados se reunían frente al palacio real. El rumor decía que se llevarían a Bayona a miembros de la familia real, por eso esos grupos estaban allí. Diversos movimientos se registran, cuando alguien entró en el edificio y a poco salió gritando: “¡Traición! ¡Nos han llevado al rey y quieren llevarnos a todas las personas reales! ¡Mueran los franceses!” Y desde un balcón otro gritó: “¡A las armas! ¡Se llevan al infante!” Cuando los carruajes iban a comenzar su marcha, la multitud se lanzó sobre ellos y cortó los tiros, sin gobierno los carruajes arrollaron lo que tenían a su frente, entre ellos un edecán de Murat. Tropas francesas llegaron, y Murat ordenó barrer con metralla a la muchedumbre. Pocas horas después se luchaba en todos los barrios de la ciudad. Manolas y chisperos armados de pistolones, cuchillos, navajas y piedras, deshacían las cargas de los polacos y los mamelucos. Las tropas españolas se mezclaban con el pueblo. Hacia la noche, los franceses se habían impuesto. Una comisión militar, dispuso el fusilamiento de todos los prisioneros. Centenares de patriotas cayeron en las puertas del Retiro, en el Prado, en la montaña del Príncipe Pío, en la casa del Campo y la Moncloa.

Un alcalde de un modesto pueblo, Móstoles, al enterarse de los sucesos del 2 de mayo, en Madrid, lanzó su declaración de guerra a Napoleón. La Junta Suprema ese año en la Metrópoli, lo mismo que la Junta de Mayo en Buenos Aires, en mayo de 1810, al advertir que el imperio había quedado sin rey y sin gobierno, proclamó el principio de que: “El Pueblo reasume su soberanía, o sea, su poder de crear gobierno”. (4)


(1) Aguado Bleye, Pedro y Alcázar Molina, Cayetano: “Manual de Historia de España”.

(2) Muriel, Andrés: “Historia de Carlos IV”, Tomo II, citados por Pigretti, Domingo Antonio, “Juntas de Gobierno en España durante la invasión Napoleónica”.

(3) Pereira Da Silva, citado por Vicente Sierra,”Historia de la Argentina”, Tomo IV.

(4) Vicente Sierra, “Historia de la Argentina”, Tomo IV.


(A) Napoleón en su estudio de las Tullerías. Óleo de Jaques L. David, 1812. Galería Nacional de Arte, Washington.

(B) Carlos IV, Óleo de Francisco de Goya, c. 1789. Museo del Prado, Madrid. - Fernando VII. Óleo de Francisco de Goya, 1814. Museo Municipal de Bellas Artes, Santander.

(C) Juan VI, Príncipe Regente y luego Rey de Portugal. Óleo pintado por José Leandro de Carvalho.

(D) El 2 de mayo de 1808, la carga de los mamelucos. Óleo de Francisco de Goya, 1814. Museo del Prado, Madrid.

(E) Caída y prisión del Príncipe de la Paz, Manuel Godoy, en el Motín de Aranjuez según un grabado de la época.