martes, 25 de mayo de 2010

Revolución de Mayo

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IV N° 15 - 25 de Mayo de 2010 - Pags. 1 a 5 

EDICION DEL BICENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO

La Revolución de Mayo de 1810

Sus antecedentes en Europa y América – La Semana de Mayo

 Por El Federal Apostólico

 

Cornelio Saavedra. Óleo de B. Marcel. MHN (1)


La historia de nuestro país, no se inició en 1810, sino que se remonta a los siglos anteriores. Fueron muchos los hechos y circunstancias previos a mayo de 1810, que como peldaños de una escalera dieron como culminación el establecimiento de la Primera Junta, cuyo bicentenario celebramos. En forma breve trataremos de desarrollarlos en este artículo.

Antes de analizar esos antecedentes, es necesario conocer cual fue la situación jurídica de los Reinos de Indias, tal el nombre como se llamó a estos territorios españoles en América.

La expedición de Cristóbal Colón que tenía como destino a las Indias, como todos sabemos, fue financiada por Isabel la Católica, reina de Castilla. Producido el descubrimiento, el Papa Alejandro VI, mediante bulas dadas inmediatamente posteriores al mismo, hizo donación de esas nuevas tierras a la Corona de Castilla, señalando como motivo de ello la evangelización de sus habitantes.

También debemos saber que por el Tratado de Tordesillas, suscripto por lusitanos y castellanos el 7 de junio de 1494, éstos se repartieron las nuevas tierras, trazando una línea imaginaria sobre el océano Atlántico, de polo a polo, trescientas setenta leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. De esa línea hacia el oriente las tierras a descubrir eran para Portugal, hacia el occidente para la corona castellana.

En 1519, Carlos I de España –conocido también como Carlos V (de Alemania)– expidió una Real Cédula, estableciendo la política de los “dos hemisferios”, según la cual la América era un reino independiente de España, llamado Reino de Indias –y no una colonia de España (ver “E.R.” Nº 14, pág. 6)–, vinculado solamente al rey de Castilla o al rey español, en cuanto el mismo lo fuera también de Castilla.

Estos son conceptos que debemos tener claros para poder interpretar los hechos de la Semana de Mayo y el porqué se llegó a la conformación de la llamada Primera Junta.

Durante el último tercio del Siglo XVIII y los primeros años del Siglo XIX se producirán en Europa y América hechos políticos, militares y económicos, que tendrán su repercusión –como veremos– en el Río de la Plata, con los sucesos revolucionarios de mayo de 1810.

El mundo de entonces era muy distinto del actual, su centro estaba en Europa y prácticamente los otros continentes no gravitaban en la política de aquella época. El sistema monárquico era el que imperaba y en la misma Europa, hoy grandes países como Alemania e Italia, no habían logrado su unidad, ya que ambos se encontraban divididos en distintos reinos, estados y principados que guerreaban entre sí. Otros no habían obtenido su independencia –por ejemplo Bélgica, Grecia, etc.–

El 8 de agosto de 1776 el rey español, Carlos III, decidió mediante real cédula, la creación de un gobierno autónomo en la parte sur del continente americano, llamado el Virreinato del Río de la Plata, que abarcaba lo que hoy es la Argentina, el Uruguay, parte del Brasil, el Paraguay, Bolivia y parte de Chile, con una extensión aproximada de cinco millones de kilómetros cuadrados, con salida bioceánica y con capital en Buenos Aires. La creación de esa unidad política y militar que fue el Virreinato, fue un gran acierto pues se convirtió en un dique de contención a la política lusitana en esta parte de América, ya que los portugueses del Brasil desde su inicial asentamiento en el extremo oriental del continente americano, se habían ido expandiendo, con una política agresiva, desde la costa oriental americana hacia el occidente adentrándose al continente y también hacia el sur, con la intención de ganar nuevos territorios y llegar al Río de la Plata, ocupando su orilla oriental (actual Uruguay). También la creación del Virreinato significó una traba al asentamiento de colonias inglesas en el sur de nuestro continente.

En el mes de julio de ese mismo año, se había producido al norte del continente, la declaración de la independencia de las trece colonias inglesas, que se habían insurreccionado dos años antes y que habían contado para ello con la ayuda de Francia y España, unidas estas por un “Pacto de Familia”, ya que los reyes de estos países pertenecían a la misma casa real, los Borbones. Esos nuevos estados independientes se dieron once años mas tarde una constitución federal, estableciendo un régimen republicano de gobierno. Ello ejerció también su influencia en algunos intelectuales de la sociedad porteña, instalando en muchos de ellos la idea de la independencia.

En Europa y mas precisamente en Inglaterra, la creación en 1764 de la primera máquina a vapor y el desarrollo de las máquinas de hilar entre otros, originó en ese país una verdadera revolución que se conoce en la historia como la Revolución Industrial. Se modificaron todos los sistemas de creación de bienes, pasando de una producción de carácter familiar y artesanal a una fabril, dándose entonces un gran incremento en la fabricación de bienes; pero también la maquinización dio como resultado bajos salarios y mano de obra desocupada. Estas dos consecuencias motivaron la necesidad de Inglaterra, –seguida después por otras potencias europeas– de ganar los mercados de los países de Europa, como de conquistar nuevos territorios ya sea para la obtención de materias primas para alimentar a su industria, como así también para colocar el excedente de sus productos manufacturados y para lograr el asentamiento de población inglesa que se encontraba desocupada en la metrópoli. Todo ello tuvo también su influencia en América.

En 1789 se produjo en Francia un hecho que conmovió a la sociedad europea, con gran repercusión posterior, fue la llamada “Revolución Francesa”, de neto corte liberal y burguesa, que destronó a la dinastía Borbón, terminando sus días Luis XVI y su consorte María Antonieta bajo los efectos de la guillotina, instaurándose la República y un régimen de terror que durará muchos años, produciendo millones de víctimas, principalmente entre los campesinos del norte francés, de ideas monárquicas y antirrevolucionarias y defensores de su religión católica zona de La Vendée. Tampoco se salvarán muchos líderes revolucionarios quienes también serán guillotinados y pagarán con sus cabezas tanto régimen de terror por ellos mismos instaurado, como Robespierre, el ideólogo revolucionario y otros.

La revolución francesa, desembocó posteriormente en el Directorio y luego en el Consulado, siendo Napoleón designado cónsul por diez años a partir de 1799 y posteriormente en 1804 se le ofreció la corona imperial, estableciendo el Imperio. De esta forma irrumpió Napoleón Bonaparte en la historia del mundo.

Si tenemos en cuenta que en aquella época el mar era la vía de comunicación entre los distintos continentes, podremos advertir que quien tenía su dominio, no solo se aseguraba la comunicación de la metrópolis con sus territorios ultramarinos, sino que prácticamente tendría también en cierta forma el dominio del mundo, obstaculizando a su vez el accionar y el comercio de los otros países enemigos. Así las grandes potencias de aquél momento –Francia, España e Inglaterra principalmente– tendieron a la formación de grandes flotas. Las armadas combinadas de Francia y España, que tenían como objetivo la invasión de las Islas Británicas, fueron derrotadas el 21 de octubre de 1805, por la flota inglesa en Trafalgar, frente a Cádiz.

Con esa victoria, Inglaterra se convirtió en la “Reina de los Mares”, que le permitió afianzarse como primera potencia marítima mundial –que lo fue durante todo el siglo XIX y principios del XX– continuando y logrando mas tarde su expansión imperialista por todo el mundo.

Todo ello –las consecuencias de la revolución francesa, la derrota de la armada franco española entre otros hechos– produjeron en España, especialmente para nuestro estudio, una conmoción que repercutió también en la América española –los Reinos de Indias–. El rey de España Carlos IV, de la Casa Borbón, y posteriormente su hijo Fernando VII, llamado “El deseado”, no estuvieron a la altura de las circunstancias, incurriendo ambos de desatino en desatino que debilitaron la monarquía española, comportándose los dos como marionetas del hábil Napoleón.

El artículo del Dr. Oscar Denovi que se publica en este periódico esclarece todos esos hechos que se desarrollaron en el viejo continente y por lo tanto no vamos a repetirlos aquí, sino solamente nombrarlos: El bloqueo impuesto por Inglaterra al continente europeo en manos de Napoleón y la réplica de éste imponiendo el bloqueo a las islas británicas; la decadencia de la casa reinante en España; el manejo de los asuntos de estado español, por Manuel Godoy, favorito de la reina María Luisa; la alianza franco española para la invasión a Portugal, aliada a Inglaterra, permitiendo el paso por su territorio de las tropas francesas; los escándalos de la familia real; el amor del pueblo por el príncipe Fernando (futuro Fernando VII) y por ello llamado “El Deseado”; el traslado de la corte portuguesa al Brasil; la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII; la farsa de Bayona y el levantamiento del pueblo madrileño contra los franceses en mayo de 1808, iniciando así lo que se llamó la guerra de la independencia española.

Simultáneamente con los sucesos que tenían lugar en España a principios del S. XIX y con la finalidad ya mencionada de obtener nuevos mercados proveedores de materias primas y a su vez poder introducir sus manufacturas, sobre todo después de perder sus trece colonias en el norte de América que se independizaron –como ya mencionamos–, Inglaterra atacó y tomó a principios de 1806, la colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza en la actual Sudáfrica, que le sirvió de trampolín después para intentar la conquista de la Ciudad de Buenos Aires en 1806 y con ello el inmenso mercado que era la América española. Tengamos en cuenta que en esos momentos tanto Holanda como España eran aliadas a la Francia de Napoleón, enemiga de Inglaterra. En razón de esa alianza franco española, los ingleses se habían decidido también a tomar Buenos Aires y por ello también la decidida reacción de los habitantes de la ciudad en contra de los invasores británicos.

En las memorables jornadas de la Reconquista (1806) y Defensa (1807) de Buenos Aires, sus habitantes debieron vencer a los ingleses, contando con sus propias fuerzas, no recibiendo ninguna ayuda de España y lo que es mas importante, que después de la Reconquista, los habitantes de Buenos Aires formaron nuevos cuerpos militares integrados por el elemento criollo, para hacer frente a la nueva invasión, que se produciría un año mas tarde. Esos cuerpos militares criollos que excedieron en número a los formados por los peninsulares, tendrían años después una actuación importantísima en las jornadas del 1º de enero de 1809 y de Mayo de 1810.

A partir del inicio de la sublevación de los madrileños en mayo de 1808 y el inicio de la guerra franco española, se produjo el cambio de la alianza de España pasando a ser Inglaterra su nueva aliada, esta vez en su lucha contra los franceses. Con la virtual prisión de Carlos IV y Fernando VII en manos francesas, Napoleón ofreció la corona de España y las Indias, a su hermano José, quien la tomó con el nombre de José I. El poder real español legítimo, con la “prisión” de Carlos IV y Fernando VII quedó acéfalo y el pueblo reasumió su soberanía, creándose en la parte libre del territorio español, diversas Juntas en distintas ciudades, con el fin de llevar la guerra a los franceses, siendo la más importante la Junta Central de Sevilla, que gobernó la Nación en nombre del monarca Fernando VII, y dirigió la resistencia española contra los franceses.

¿Qué estaba pasando mientras tanto en América?

Santiago de Liniers (2)
En el Río de la Plata, con posterioridad a la primera invasión inglesa y a la derrota de los invasores, en el cabildo Abierto que se realizó el 14 de agosto de 1806, se exigió la separación del mando del Virrey Sobremonte, –quien había huido de Buenos Aires ante el desembarco de los ingleses–, traspasándose el mando político a la Audiencia y el militar, al héroe de la Reconquista, el francés Santiago de Liniers, quien a partir de ese momento se dedicará a la formación de los cuerpos militares peninsulares –batallones de Catalanes, Vizcaínos, Gallegos, Asturianos, Andaluces y Montañeses– y criollos –regimientos de Patricios, Arribeños, Húsares, Cazadores correntinos, Granaderos, Labradores, Castas, Migueletes, etc. –, con el objetivo de hacer frente a una nueva invasión, que se produciría al año siguiente.

El 10 de febrero de 1807, frente a una nueva defección de Sobremonte, pero esta vez en Montevideo, que cayó en poder de los ingleses, el Cabildo de Buenos Aires y una Junta de Guerra convocados por Liniers, procedieron a suspender en el cargo a Sobremonte, alegándose su quebrantada salud, pero que en los hechos significaba una verdadera destitución. Ese hecho, creará una falsa expectativa en los ingleses –en cuyo poder se encontraba Montevideo–, quienes supusieron que ello había producido una ruptura de Buenos Aires con España.

Durante su estada en el Río de la Plata, ya en Buenos Aires, durante la primera invasión, como en Montevideo, y hasta el momento de su expulsión, los ingleses, habían vendido manufacturas que habían traído por un valor cercano al millón de libras, costando sus mercaderías manufacturadas la mitad del valor de los hilados artesanales criollos, con lo cual la competencia de éstas se hacía imposible frente a los productos británicos.

Carlota Joaquina (3)

A principios de 1808 arribaron a Río de janeiro, donde se establecerán, la familia real portuguesa –de la Casa de los Braganza– quienes huyendo de Napoleón habían abandonado Lisboa horas antes de su ocupación por los franceses y se embarcaron en navíos británicos con toda la Corte, para dirigirse a sus posesiones en el Brasil. El regente de Portugal, Juan IV, estaba casado con la princesa española Carlota Joaquina, hermana del rey de España, Fernando VII.

Casi simultáneamente, el 8 de mayo de 1808, llegará a Buenos Aires una Real Cédula que confirmó a Liniers como virrey interino.

En agosto de 1808 arribó a Buenos Aires, un enviado de Napoleón, quien solicitó el acatamiento y juramento de fidelidad a José I. Ese enviado, después de hablar con Liniers será reembarcado al día siguiente de haber arribado, sin lograr su cometido. A mediados de mes, Liniers comunicó al pueblo la situación creada en España y se realizaron las ceremonias de acatamiento a Fernando VII, con gran festejo popular.

Pero la nacionalidad de Liniers despertó desconfianza en el gobernador de Montevideo, Javier de Elío, quien solicitó al Cabildo y a la Audiencia de Buenos Aires, la separación del francés. Ambos cuerpos colegiados decidieron citar a Elío a Buenos Aires, para que explicara su conducta, pero el Cabildo montevideano, eligió en Cabildo Abierto una Junta de Gobierno autónoma de Buenos Aires.

Martín de Álzaga
En Buenos Aires, capital del Virreinato, algunos grupos aprobaron la conducta de Elío y lo actuado por las autoridades de Montevideo y el 1º de enero de 1809, promovieron un motín, con la finalidad de destituir a Liniers y la formación de Juntas como existían en España. En principio el motín se impone con el apoyo de los cuerpos militares peninsulares de Vizcaínos, Catalanes y Gallegos, en cuanto destituye al Virrey Liniers y elige una Junta de Gobierno, integrada por españoles peninsulares, con los secretarios criollos, entre ellos el abogado Mariano Moreno. Pero la decidida actitud de Cornelio Saavedra, Jefe del cuerpo de Patricios, apoyado por otros cuerpos militares formados por criollos desbarata la intentona y apoya al Héroe de la Reconquista, el Virrey Liniers. Muchos personajes que intervinieron en el motín fueron mandados a Patagones y los batallones peninsulares de Catalanes, Gallegos y Vizcaínos, fueron disueltos. Quien había encabezado el motín, don Martín de Alzaga, había sido el Héroe de la Defensa de Buenos Aires. Los historiadores se refieren a este grupo como el partido de los españoles, no obstante que tanto en uno como en otro bando, intervinieron destacados españoles y criollos.

Por esa época también los Braganza, instalados en Río de Janeiro, pretendieron que estos Reinos de Indias, se unieran a la Corona portuguesa, y formaran un solo reino, ante la posibilidad de que España cayera en poder de Napoleón y que estas tierras pasasen a dominio francés. Con  tal fin enviaron un emisario a Buenos Aires, pero la propuesta fue rechazada por Liniers.

No obstante también existía en Buenos Aires, un grupo importante de personajes influyentes que propiciaron que la princesa Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII de España y esposa de Juan IV de Portugal, que como ya dijimos estaba instalada en Río de Janeiro, se hiciera cargo de estas tierras. A ese partido se lo designa como “carlotino”.

Mientras tanto en España, el pueblo español consideraba a Fernando VII, como su legítimo rey y prisionero de los franceses. La resistencia española niciada en mayo de 1808 contra el invasor francés se acrecienta día a día. El 22 de enero de 1809, la Junta Central de Sevilla, que gobierna en la parte no ocupada de la península ibérica a nombre de Fernando VII, invita a los dominios españoles de las Indias “que no son colonias o factorías, como los de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la Monarquía española” a nombrar sus diputados para integrar la Junta Central Gubernativa del Reino.

Esa Junta Central de Sevilla nombra como nuevo Virrey para el Río de la Plata a Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien llega a Buenos Aires a fines de julio de 1809, siendo bien recibido por el Cabildo. Liniers se retira con gran prestigio a Córdoba.

Baltasar Hidalgo de Cisneros (4)
Cisneros también es un militar reconocido, que había alcanzado gran prestigio en la lucha contra los franceses.

El 25 de mayo de 1809 se produjo en Chuquisaca un movimiento insurreccional (ver ER Nº 11, pág. 12) y el 16 de julio otro en La Paz – ambos en el Alto Perú, hoy Bolivia–. Desde Buenos Aires y el Perú respectivamente, se mandaron tropas para acabar con la insurrección en esas ciudades y para aplastar esos movimientos. Los revolucionarios son derrotados y sus cabecillas son arrestados en el primer caso, mientras que los de La Paz, son juzgados severísimamente, imponiéndoles penas que van desde la cárcel, el destierro y la muerte.

En España, los ingleses aportan recursos materiales y humanos en la lucha contra los franceses y buscan la apertura de los puertos en el nuevo continente para sus naves y manufacturas.

En Buenos Aires, los ingleses solicitaron a Cisneros negociar mercaderías que no habían podido introducir en Río de Janeiro, por encontrarse esa plaza atestada de productos británicos. Previas consultas al Cabildo y al Consulado y acuciado por problemas del Tesoro, el 6 de noviembre de 1809 Cisneros reglamentó el libre comercio con buques extranjeros –léase ingleses–.

Por diversos medios, llegaban a Buenos Aires noticias de la delicada situación española, dando cuenta que España podía caer en poder de los franceses en cualquier momento.

A mediados de mayo de 1810, buques de guerra británicos traen ejemplares de “La Gazeta” de Londres, informando del progreso de la invasión napoleónica en España, de la huída de la Junta Central de Sevilla –la que había designado virrey a Cisneros– hacia Cádiz y la creación de un Consejo de Regencia en Cádiz, instalándose en la isla de León, protegida por la flota inglesa.

Ante tan alarmantes y conmovedoras noticias, el día 18 el Virrey se dirigió a los habitantes de Buenos Aires, mediante una proclama en la que entre otras cosas decía, que “en el desgraciado caso de una total pérdida de la Península y falta de Gobierno” no se tomara “determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las representaciones de esta Capital, a que posteriormente se reúna las de sus provincias dependientes…”, dando inicio a lo que en la historia se denomina “La semana de Mayo”.

Ante la caída de España en poder de los franceses –que es lo que todos en aquel momento creían muy posible– no era ilógico considerar que estas tierras pasaran también al dominio napoleónico.

Se había producido un vacío de mando, ya que la autoridad –la Junta Central de Sevilla– que había designado virrey a Cisneros, ya no existía.

Muchos vecinos y jefes de los cuerpos militares criollos se reunieron el 18 y 19 en la jabonería de Vieytes y Rodríguez Peña, sopesando los pasos a seguir en la emergencia, entendiendo que lo más apropiado era solicitar la convocatoria de un Cabildo Abierto, para que el pueblo pudiera deliberar y determinar su suerte.

Invitación al Cabildo Abierto

El domingo 20 Cisneros citó a los jefes militares a la Fortaleza, para saber si podía contar con su apoyo. El jefe de Patricios, Cornelio Saavedra, que llevó la voz cantante, le hizo saber que no contara con sus fuerzas militares para sostenerse y que los derechos de la Corona de Castilla sobre América no se trasladaban ni a los comerciantes de Cádiz ni a los pescadores de la isla de León y que los habitantes del Virreinato no querían seguir la suerte de España ni ser dominados por los franceses.

El día 21 vecinos y milicianos del regimiento de Patricios con sus armas comenzaron a reunirse en la plaza de la Victoria –frente al Cabildo– ostentando el retrato de Fernando VII y cintas blancas en sus pechos, reclamando la suspensión del Virrey. Saavedra desde el balcón del Ayuntamiento debió calmar los ánimos para evitar males mayores.

A las diez de la mañana se decidió convocar “a la parte principal y mas sana del vecindario” a Cabildo Abierto, para el día siguiente, imprimiéndose 600 invitaciones, de las cuales se repartieron 450, concurriendo sólo 251 vecinos.

El día 22, las fuerzas militares fueron las que controlaron los accesos a la plaza, permitiendo sólo el ingreso a los convocados. En realidad, principalmente los Patricios, que eran quienes estaban a favor de lograr la separación del Virrey, fueron los que ejercieron ese control, ejerciendo una cierta selección permitiendo solo el ingreso de aquellos vecinos que querían la destitución de Cisneros.

Pedro Subercaseaux
Cabildo Abierto del 22 de Mayo (5)

Las sesiones del Cabildo Abierto comenzaron a las 9 de la mañana del día 22, con la lectura de una proclama al pueblo de Buenos Aires, extendiéndose las deliberaciones hasta la 1 de la madrugada del día siguiente.

El debate principal se desarrolló sobre la caducidad de la autoridad Soberana en España.

A continuación señalamos en breve síntesis, las cinco principales posturas esgrimidas en la reunión.

El Obispo de la Ciudad, Benito Lué y Riega, argumentó que ante la disolución de la Junta Central de Sevilla, debía continuar en ejercicio de sus funciones el Virrey.

Juan José Castelli, basado en principios de las leyes de Indias y el derecho de Castilla hacia estas tierras, argumentó que ante la disolución de la Junta Central de Sevilla, se había producido la reversión de los derechos de la Soberanía al Pueblo de Buenos Aires. En realidad si cualquier ciudad española podía establecer una Junta de Gobierno, el mismo derecho lo tenía Buenos Aires o cualquier otra ciudad de América.

El fiscal Manuel Villota argumentó que si bien el pueblo del Virreinato había reasumido la soberanía, negó a Buenos Aires, el derecho a invocar la representación de todo el territorio, a lo cual Juan José Paso, manifestó que la situación de emergencia imponía la necesidad de la formación de una Junta Provisoria de Gobierno a nombre de Fernando VII, debiéndose convocar posteriormente a los demás pueblos a enviar sus representantes para la formación de un Gobierno permanente.

El general Pascual Ruiz Huidobro, consideró que ante la emergencia debía asumir la soberanía el Cabildo como representante del pueblo.

La votación no fue secreta sino que lo fue a viva voz y quienes lo hicieron a favor del Virrey Cisneros, recibieron abucheos, insultos y amenazas por el público que seguía la sesión dentro y fuera del recinto del Cabildo.

Por la mayoría de 158 sufragantes se dispuso la cesación del mando del Virrey Cisneros y recaer éste en el Cabildo, hasta la erección de una Junta que había de formar el mismo Cabildo, hasta tanto fueran convocados los representantes de la provincias interiores para establecer la correspondiente forma de Gobierno.

Ese día 23 al mediodía los capitulares procedieron al recuento de votos, formalizar el acta, notificar al Virrey de la cesación en su cargo, y proceder a la designación de la Junta. Por la tarde procedieron a discutir la integración del nuevo Gobierno, la que quedó conformada con Cisneros como Presidente de la Junta.

Al día siguiente -24- en horas de la mañana quedó integrada la Junta de Gobierno por cinco miembros, de los cuales dos eran españoles y tres criollos, siendo Presidente Cisneros y Vocales: Castelli, Saavedra, José Santos Incháurregui y Juan Nepomuceno Solá.

Por la tarde se fijaron Bandos en toda la Ciudad para dar a conocer la noticia y a las 16 horas juraron los miembros de esa Junta electa, retirándose posteriormente a la Fortaleza. Por la noche se iluminó la Ciudad, entre el repique de las campanas y salvas de artillería, pero simultáneamente por esas horas son arrancados los Bandos y sectores politizados de la ciudad, presionan sobre las tropas, para exigir la renuncia de Cisneros. Ese movimiento llevó a que todos los miembros de esa Junta y no solo Cisneros, presentaran sus renuncias en la misma noche del día 24.

Para algunos historiadores esta sería la Primera Junta de Gobierno y no la designada el día 25.

Al día siguiente, 25 de mayo, los cabildantes ante esa nueva situación vuelven a reunirse, consultándose a los jefes militares, mientras grupos de personas irrumpen pidiendo la destitución de Cisneros.

Los comandantes de milicias expresaron que el disgusto era general y que el pueblo y las tropas estaban en un estado de fermentación. Mientras tanto en el Cuartel de los Patricios circulaba ya una lista con la nómina de la nueva Junta: Cornelio Saavedra como Presidente, Vocales: Manuel Belgrano, Miguel Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Larrea, Manuel Alberti y Juan José Castelli y como Secretarios, Juan José Paso y Mariano Moreno.

La lista se presentó al Cabildo con un petitorio de 400 firmas, -muchas de ellas repetidas-  300 de las cuales pertenecían a oficiales y soldados. Al atardecer de ese lluvioso día juraron sobre la Biblia las nuevas autoridades, quienes se comprometieron a “desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro augusto soberano el señor don Fernando VII y a sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del reino”, pero como dirá el escritor Jorge Perrone: “Ni quedará íntegro, ni lo heredará Fernando VII”.

No podemos decir con propiedad que los sucesos que se produjeron con posterioridad a las invasiones inglesas, fuera una confrontación entre españoles y criollos o entre españoles peninsulares o europeos y españoles americanos. Todos se consideraban españoles. Peninsulares y americanos había en uno como en el otro bando. Esa misma situación se dará también durante las luchas por la independencia, que se producirán en toda la América hispana posteriores a los movimientos revolucionarios.

Si bien la idea de la independencia pudo haber existido en algunas mentes desde 1806 a 1810, no fue la opinión predominante del común de los habitantes. Fue un proceso que poco a poco fue ganando adeptos, incrementado posteriormente por la actitud poco hábil –para no llamarla de otra forma– de Fernando VII, quien después de restituido al trono español en marzo de 1814 con su regreso a España, no solo no trató de granjearse el reconocimiento de sus antiguos súbditos, sino que por el contrario hizo mas profunda la división.

La figura descollante de los sucesos de Mayo, fue sin lugar a dudas el Comandante de Patricios, Cornelio Saavedra, quien fuera designado por ese motivo, Presidente de la llamada Primera Junta de Gobierno y quien en el Cabildo Abierto del 22 de mayo, votara por la destitución del virrey, aclarando: “y no quede duda que el pueblo es quien confiere la autoridad o mando”.

Todos estos acontecimientos precipitarán años más tarde, en 1816, la declaración de nuestra independencia.

 

Fuentes:

COURAU, Robert, Historia pintoresca de España, Edic. 1973.

FURLONG Guillermo, La revolución de Mayo, Edic. 1960.

LAFONT Julio B., Historia de la Constitución Argentina, Edic. 1953.

PERRONE Jorge, Historia Argentina, Edic. 1981.

SIERRA Vicente D., Historia de la Argentina 1800-1810, Edic. 1969.

(1) 
Cornelio Judas Tadeo de Saavedra y Rodríguez. 15 de setiembre de 1759, Otuyo, Corregimiento de Potosí, Virreintato del Perú – 29 de marzo de 1829, Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la Plata. Óleo B. Marcel, 1860, Museo Histórico Nacional.
(2) Santiago de Liniers, 1753-1810, Óleo, de autor anónimo, pintado con posterioridad a 1812, Museo Naval de Madrid.
(3) Carlota Joaquina de Borbón, Infanta de España y reina de Portugal. Autor desconocido. Siglo XVIII, Palacio Nacional da Ajuda.
(4) Baltasar Hidalgo de Cisneros. Óleo de autor anónimo, c. 1822. Museo Naval de Madrid.
(5) Cabildo Abierto del 22 de Mayo. Óleo de pedro Subercaseaux, 1910. Museo Histórico nacional. En la obra se puede apreciar a Paso, quien tiene la palabra, mientras que Moreno, ubicado en la parte inferior derecha, se encuentra cabizbajo y preocupado.