miércoles, 1 de diciembre de 2010

Soldados de la Confederación Argentina

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 16 

SOLDADOS DE LA CONFEDERACION ARGENTINA


SOLDADO DEL BATALLÓN DE PATRICIOS · 1847 

Patricios de Buenos Aires

Los Patricios de Buenos Aires, originariamente milicianos, tras la subdivisión del cuerpo en cuatro batallones el 15 de febrero de 1840, adquirieron cierto status de Línea, máxime luego de su destacada actuación en la Vuelta de Obligado. El Segundo Batallón, fue for­mado sobre el antiguo primer batallón y comandado por Mariano Benito Rolón. En 1847 todos los Patricios llevaban un uniforme de casaquillas de paño grana, barras blancas, vivo azul oscuro, carteras, botas, cuello azul con vivo blanco y 2 sardinetas amarillas en cada lado del cuello. Con éste lle­vaban una bombacha o mameluco punzó o azul.

(Fuente: Álbum de Uniformes Militares Históricos, reproducción de témperas de Guillermo Roux, Edit. Círculo Militar)

Patricios de Vuelta de Obligado

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 15 

 PATRICIOS DE VUELTA DE OBLIGADO




Patricios de Vuelta de Obligado es una asociación civil creada el 30 de octubre de 2008 en la ciudad de Buenos Aires, cuyos propósitos son promover la cultura y el bien común, a través de la Recreación del 2º Batallón de Patricios, cuyos miembros visten de forma tan idéntica como sea posible al original y desempeñándose con el mayor rigor histórico posible, participando en eventos de recreación histórica, paradas, desfiles, homenajes, etc., apoyando asimismo actividades sociales, culturales y turísticas.

Promueven y divulgan la historia del Regimiento de Infantería 1 “Patricios”, desde su creación hasta nuestros días, rindiendo homenaje a los militares y civiles, que participaron en los distintos hechos de armas contra las potencias extranjeras.

Todo ello tiene lugar en un ambiente pleno de camaradería, cordialidad y solidaridad entre sus asociados propendiendo al desarrollo y mejoramiento intelectual de los mismos. Quedan expresamente excluidos del objeto social los asuntos de carácter ideológico, político, religioso o personal.

Se puede encontrar mas información sobre las actividades desarrolladas, en su muy interesante blog: hpph://patricios-vuelta-obligado.blogspot.com

En la fotografía que acompaña esta nota, tomada el día 11 de junio ppdo., con motivo de la inauguración de la Sala Epoca Federal en el Museo “Enrique Udaondo” de la Ciudad de Luján, se aprecian de izquierda a derecha a algunos de sus integrantes, los Sres. Carlos Induni Vera, Gabriel O. Turone, Héctor Iglesias, Oscar A. Turone y Oscar J. Planell.



Combate de la Vuelta de Obligado - Su desarrollo contado hora a hora

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pags. 14 a 16 

A 165 AÑOS DEL COMBATE DE LA VUELTA DE OBLIGADO –

SU DESARROLLO CONTADO HORA A HORA.

 

Alvaro José de Alzogaray

Notas tomadas de la cartera de bolsillo por el comandante de la 1ª. Batería “Restaurador” del costado derecho de la línea de defensa de la VUELTA DE OBLIGADO, Teniente de Marina, Don Alvaro J. de Alzogaray, en los días 18, 19 y 20 de noviembre de 1845.

 

A LAS 4 ½ de la tarde del 18 de Noviembre de 1845 los vapores ingleses FIREBRAND y GORDON y vapor francés FULTON y los buques de vela corbeta inglesa COMUS, bergantín FHILOMEL, bergantín FANNY (transporte armado) y bergantín goleta EXPEDITIVE, bergantín GENERAL SAN MARTÍN, bergantín goleta PROCIDA, fondearon dos millas más debajo de la primera batería de la derecha al mando del teniente de Marina DON ALVARO J. DE ALZOGARAY.

A las 4 ½ salieron del puerto de las baterías 2 lanchones de guerra y 1 cañón de a 6 cada uno, un bote y tres balleneras sin cañones tripuladas por 11 hombres cada embarcación, el general MANSILLA a hacer un reconocimiento sobre la escuadra enemiga, navegaron bordejeando y llegaron hasta cerca de tiro de fusil de la escuadra enemiga, de la que el bergantín francés PANDOUR y el bergantín goleta inglés DOLPHIN se hicieron a la vela sobre nuestras pequeñas embarcaciones, que inmediatamente dieron la vuelta y llegaron a nuestro país.

A las 5 ¼ de la tarde rompen el fuego de cañón los dos buques arriba nombrados sobre nuestras balleneras y lanchones, tirándoles siete cañones a bala, que no contestaron nuestros botes ni las baterías, bajo el alcance de cuyos fuegos fondearon los dos buques enemigos a las 6 de la tarde. Paso la noche sin novedad.

El 19 de noviembre de 1845 el enemigo amaneció fondeando donde quedó ayer por la tarde y permaneció así todo el día.

El 20 de noviembre de 1845 a las 7 de la mañana los vapores enemigos empezaron a calendar sus calderos. A las 8 y 10 mientras los buques de vela de las escuadras empezaron a largar paño y ponerse a pique: A esta hora llegaron de la Escuadrilla del Río Pavón el Teniente de Marina D. JOSÉ MARÍA ROMERO, y el Sub-Teniente de la misma arma D. MARCOS RODRIGUEZ, a los que destinó el Sr. General MANSILLA a mis órdenes y les dí a mandar el cañón núm. 2 al Teniente ROMERO y el núm. 3 al Sub-Teniente RODRIGUEZ (el cañón núm. 1 de la derecha lo mandaba el Sub-Teniente D. JOSÉ FREYRE).

A LAS 8 ½ de la mañana la corbeta inglesa COMUS y el bergantín FHILOMEL, y la corbeta francesa EXPEDITIVE, y el bergantín goleta id. PROCIDA, se pusieron a la vela sobre nuestras baterías (el viento era SSE).

A LAS 9 ½ de la mañana están ya a tiro de cañón: a la misma hora rompe el fuego el enemigo sobre la batería de mi mando núm. 1 de la derecha de nuestra línea. El Sr. General D. LUCIO MANSILLA Comandante en Gefe del Departamento Norte está en pie en esta hora sobre el merlón de mi batería y a seis pasos a la derecha del primer cañón. La banda de música del batallón Patricios de Buenos Aires a la derecha de la batería de mi mando toca el Himno Nacional Argentino; y el General me manda romper el fuego, lo que ejecuté empezando con el cañón núm. 1 y 2 de a 24 y sucesivamente con los 3,4,5, y 6 de a 16.

Entran en combate los otros 4 buques de vela enemigo, y el vapor francés FULTON, los vapores ingleses FIREBRAND y GORDON quedan fondeados en un recodo o ensenada a mi flanco derecho sobre el que rompen un vivo fuego con sus 12 cañones giratorios de a 64. El combate se hace general a las diez.

A LAS 10 ½ de la mañana el bergantín goleta inglés DOLPHIN y el bergantín francés PANDOUR bajan aguas abajo y se alejan fuera de combate. En esta misma hora el bergantín francés GENERAL SAN MARTÍN toma posesión y fondea frente a mi batería, y el bergantín goleta francés PROCIDA, pasando por frente a mis baterías para tomar posición, se vara en la costa opuesta del río a distancia de seis cuadras pero en fondo blanco, y así varado, rompe el fuego sobre nuestras baterías.

La corbeta inglesa COMUS se empeña en el combate pero no puede sufrir más que una hora nuestros fuegos y baja aguas abajo: son las 11 menos cuarto.

A LAS 11 DE LA MAÑANA una bala del bergantín hizo pedazos la rueda izquierda del cañón núm. 1 y mató dos hombres (El Sargento ZELADA y el soldado PEDRO MEONIS).

A LAS 11 ¼ una bala del bergantín SAN MARTÍN le lleva el hombro derecho al Comandante del cañón nº 2, Teniente ROMERO, el que muere pocos minutos después.


A LAS 12 y 3 minutos vuela nuestro bergantín goleta EL REPUBLICANO de 6 piezas de a 8, Comandante el capitán D. TOMÁS CRAIG, después de haber quemado hasta el último cartucho, y desembarca el capitán CRAIG en las baterías con el resto de su tripulación en dos botes. Con todo el capitán CRAIG desembarcó mal herido el Sub-Teniente D. FERNANDO PASTOR de la dotación del REPUBLICANO.

El vapor francés FULTON, comandante MAZERE, nos hace fuego mortífero con sus dos giratorios de a 80, arrojándonos balas rasas, bombas y metrallas.

SON LAS 12 y 5 minutos. Un cohete a la Congreve de a 12 disparado por mí entra por la obra muerte del bergantín GENERAL SAN MARTÍN, y varias balas nuestras le pegan en la obra muerta, en el casco y a flor de agua, y poco después sale este buque, que monta el jefe de la división francesa, TREHONART, fuera de combate, y se deja caer aguas abajo, arrojando al agua muchos cadáveres, que observamos distintamente; porque nos batimos a menos de 300 varas de distancia.

DOCE y CUARTO de la mañana. Sufre el vapor FULTON un bien dirigido fuego de todas nuestras baterías a 200 varas de tierra y recibe, a más de muchas balas y metrallas, dos cohetes a la Congreve, uno de estos sobre la gente del cañón giratorio de proa que queda abandonado por un momento.

El enemigo nos desmonta nuestro cañón nº 6 de a 16, el Naaman. Caen tres artilleros muertos y varios heridos.

A LAS 12 ½ una lancha del vapor FIREBRAND corta la cadena que cruza el río Paraná, y queda abierta la línea de buques (24) encadenados.

En este momento el FULTON arroja al río 23 bultos que parecen muertos. Rota ya la cadena pasa por ella el FULTON a las 12 y 35 minutos aguas arriba, y fondea en frente de la batería nº 4, MANUELITA, de nuestro costado izquierdo (comandante THORNE) a la que dirige ahora sus fuegos, que le son contestados con vigor por las 8 carronadas de a 10 de la MANUELITA y 4 piezas de a 4 que manda el teniente coronel ANZOÁTEGUI, capitán D. SANTIAGO MAURICE y TENIENTE DE MARINA D. CARLOS BRELICH.

A LA 1 DE LA TARDE cesa el fuego de la batería GENERAL MANSILLA nº 3, que manda el alférez de artillería PALACIOS. Media hora después cesa el fuego DE LA BATERÍA Nº 2, Gral. Brown.

Tengo aviso de que el teniente BROWN no se hallaba en su batería hace ya algún tiempo.

Sigue haciendo fuego la batería de mi mando, y la de THORNE, y las 6 piezas volantes de los comandantes ANZOÁTEGUI, MAURICE, CECOZO, y BRELICH.

A LA 1 y ¼ los vapores ingleses FIREBRAND y GORGON pasan la línea de la cadena y se fondean enfrente a la batería MANUELITA núm. 4; quedando flanqueado nuestro costado izquierdo por los tres vapores, los que nos hacen un fuego mortífero y muy activo: a las 2 y CUARTO una bala de cañón mata al sub-teniente RODRIGUEZ, comandante del cañón nº 43. Otra bala mata al cabo del mismo cañón nº 3. Otra bala mata a mi asistente PEDRO RODRIGUEZ.

SON LAS 3 DE LA TARDE y caen muertos y heridos varios de mis valientes artilleros.

Escasean ya las municiones de mi batería, y mis fuegos son muy pausados.

A LAS 3 DE LA TARDE la corbeta francesa EXPEDITIVE se fondea frente a la batería a mi mando y a medio tiro de metralla rompe un vivísimo fuego a bala y metralla, el que le contestamos sin perder bala en su casco y aparejo.

A LAS 4 menos cuarto de la tarde cesan completamente los disparos de la batería MANUELITA y queda sola mi batería haciendo fuegos lentos pero muy certeros.

A LAS 5 DE LA TARDE, tiré el último tiro con el último cartucho de a 24 y con mi cañón nº 2, el Egipcio.

A LAS 5 DE LA TARDE, desmontados los cañones nº 1, 4, 45 y 6 y atorado por una bala enemiga el nº 3, con pérdida de 2 oficiales muertos sobre la explanada y el alférez SÁNCHEZ muertos en el depósito de municiones, que está del monte a cien pasos a retaguardia de la batería, once sargentos, cabos y soldados también muertos, y 18 heridos o contusos, permanezco en el punto del honor; en él me halla el general MANSILLA y me manda un refuerzo de un oficial y 30 hombres de infantería.

SON LAS 5 y ¼ y el resto de los artilleros que han quedado sanos y los 30 hombres que mandó de protección el general los he mandado sentar sobre la explanada, ocultos tras los merlones de mi batería destruidos de mi batería. En este momento nos paseábamos de un extremo a otro de la explanada el Sr. Coronel CRESPO y yo, nos paramos en el extremo derecho de la batería, y observando yo el vapor FIREBRAND apuntaba uno de los giratorios de popa de a 74, dije al Sr. Coronel CRESPO: “Esa puntería esta enfilada para nosotros y será prudente que nos apartemos un poco para evitar esa bala”.

Efectivamente, el coronel CRESPO dio dos pasos hacia atrás y yo lo hice lo mismo, quedando entre los dos un espacio de 4 o 5 varas. En el instante de hacer esto se oyó la detonación del giratorio del FIREBRAND y la bala picó casi en el centro del espacio que nos dividía, arrojando una gran cantidad de tierra sobre el pecho y hombro izquierdo del Coronel CRESPO, el que casi cae en tierra; corro hacía él y le digo: “Coronel, ¿está Ud. herido? Y me contesta: “No, es una ligera contusión”. – Entonces dí el brazo al coronel y lo lleve dentro del monte, a donde estaba en un bajo el Sr. Coronel D. RAMÓN RODRIGUEZ a la cabeza de su batallón Patricios de Buenos Aires; inmediatamente me volví a mi batería.

Combate de Vuelta de Obligado

A LAS 6 ¼ DE LA TARDE 12 lanchas cargadas de gente de desembarco se dirigen al puesto de mi batería y observando este movimiento corrí dentro del monte y di aviso al Coronel CRESPO que 12 lanchas enemigas venían con gente de desembarco derecho a mi batería. En el acto el coronel CRESPO dio orden al coronel RODRIGUEZ para hacer marchar todas las fuerzas que le había quedado en su batallón para rechazar el desembarco del enemigo, y al mismo tiempo me ordenó ir al cuartel general, distante como cuatro cuadras de allí, y pedir al general MANSILLA que lo auxiliara con el batallón Norte para rechazar al enemigo. Al llegar al rancho que ocupaba el General hallé que lo había mandado incendiar, y se retiraba herido acompañado de sus ayudantes en dirección del Norte.

Seguía adelante en un caballo que me había proporcionado el coronel CRESPO al mandarme en comisión, y alcance a 3 cuadras al comandante D. MANUEL VIRTO a quien dí la orden que llevaba del coronel CRESPO, a lo me contestó el comandante VIRTO: “Comandante ALSOGARAY, vea Ud. cómo va mi batallón en completa dispersión y del todo desmoralizado; en este estado es imposible contar para nada con esta fuerza que se desbanda por el fuego de 9 horas que ha sufrido, y diga Ud. al coronel CRESPO que al general MANSILLA lo llevan herido en su coche de una contusión en el pecho y que yo sigo hasta SAN NICOLÁS y haré alto lo más cerca que pueda reunir un batallón”.

REGRESÉ al galope a dar cuenta al coronel CRESPO de lo que ocurría y me encontré con él como a 200 varas de mi batería y con el coronel D. RAMÓN RODRIGUEZ, el capitán ZEBALLOS, el capitán OCHOA, el alférez O’GORMAN y un grupo como de 25 o 30 soldados de Patricios que iban en retirada hacia el norte, y dando cuenta al coronel CRESPO de la respuesta del comandante VIRTO, me contestó: “está bien, comandante, ya no hay que hacer; mire a su batería, que ya está ocupada por más de 400 enemigos, a los que hemos tiroteado todo lo que hemos podido con estos pocos soldados que nos han quedado”.

Seguimos retirándonos muy despacio y a pie, y la noche de este día dormimos en la estancia D. ANTONIO OBLIGADO, muy cerca del lugar del combate y en esa noche se nos reunieron más de 400 hombres de los cuerpos de la División.

Veintiu
no de noviembre; llegamos a las Hermanas, estancia de CATEURA y LLAVALLOL, en donde encontramos al general MANSILLA en cama, curándose de la contusión de una metralla que le había pegado en el pecho. Allí se reunió ese día una fuerza como de 1.200 hombres y al día siguiente marchamos al TONELERO, en dónde afirmamos nuestro campamento general.


EL COMANDANTE DE LA 1ª BATERÍA EN OBLIGADO EL 20 DE NOVIEMBRE DE 1845. ALVARO J. de ALZOGARAY.

Fuente:

Diario Pampero Cordubensis Nº 172

Cuchillo de Rosas

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 13 

CUCHILLO DE DON JUAN MANUEL DE ROSAS

 

Es un cuchillo de los denominados como “daga mediterránea”, posiblemente fabricado en Albacete, España, a expreso pedido de una persona ligada a D. Juan Manuel de Rosas, como obsequio.

Se desconoce quien es el poseedor actual de esta histórica pieza, pues fue adquirida en subasta pública, efectuada en la firma Posadas S.A. de la sociedad Bulrich, Gaona y Guerrico de Buenos Aires, según aviso publicado en el diario La Nación el 25 de octubre de 1992 y subastado el 26 de noviembre del mismo año.

No existen fotos del cuchillo original, solo se cuenta con las imágenes que la firma rematadora publicó en el diario y en base a ello se realizaron dibujos con los detalles de grabados originales.

Es una pieza inusual y evidentemente única por su combinación con oro y plata, cincelada lujosamente y para una persona especial.

Su empuñadura es de forma aguzada de oro liso en sus extremos y alambre del mismo metal torneado en su parte central. El cuchillo y la vaina, están protegidos por una segunda vaina de carpincho.

A continuación se transcribe el aviso publicado en el diario La Nación:

“CUCHILLO QUE PERTENECIÓ A DON JUAN MANUEL DE ROSAS. Hoja española. Grabada en un lado con símbolos masónicos y del otro, con un escudo de la Confederación, con la inscripción “En Union y Livertad”, reserva con inscripción “Para D.J.M.R.”, sobre fondo de oro; presenta además la inscripción “SOY CASTIGO DEL MALBADO” de un lado y “SOY DEFENSA DEL INOCENTE” del otro. Cabo de forma ahusada de oro liso en sus extremos y alambre torzado en la parte central. Vaina con puntera, brocal y costilla de oro con decoración grabada a flor de agua con rameados, motivos vegetales estilizados e iniciales “E.S.D.J.M.R.”, forrado en pana marrón. Este cuchillo fue usado por D. Juan Manuel de Rosas en sus campañas  y hasta la batalla de Caseros. Al emigrar a Inglaterra, acompañado por el Gral. Don Pascual Echagüe y el Cnel. Don Manuel Fabre, Rosas, en recuerdo, le obsequió el presente cuchillo al Gral. Echagüe, al volver a Buenos Aires. Al fallecer dicho general, pasó a manos de Don Leonidas Echagüe, Gobernador de Entre Ríos. Éste, en el año 1880, se lo regaló a D. José V. Victorica, quien fuera amistad de Manuelita Rosas. Este último se lo regaló a D. Enrique J. Piccardo Victorica (hijo) al cumplir éste, 22 años. Largo 38 cm. Argentina, circa 1830”. Sus dueños: BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROSAS – GENERAL DON PASCUAL ECHAGÜE – GOBERNADOR DON LEONIDAS ECHAGÜE – DON JOSÉ V. VICTORICA – DON ENRIQUE J. PICARDO VICTORICA (H)”

 

Bibliografía: “Dagas de Plata”. Abel Domenech. Del autor. 2005

Atención del Sr. Eugenio Arias

Nuestros lectores

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 12 

Nuestros lectores  

2/10/10. Ha llegado a mis manos los dos ejemplares de El Restaurador, N° 16, con artículos verdaderamente magníficos, muy interesantes, bien documentados y escritos. Me llamó la atención el de Moreno, tratado con gran franqueza intelectual. Realmente creo que, en este momento, El Retaurador es la mejor publicación en esta línea historiográfica… Hago propicia la presente para reiterarle mis felicitaciones, por su labor histórica, y hacerle llegar un fuerte abrazo. Bernardo Lozier Almazán. Historiador. Miembro Académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.

29/9/10. Como siempre he leído con placer e interés el último número de su publicación. Felicitaciones y gracias por enviármelo. Un cordial saludo. Pacho O'Donnell. Historiador.

29/9/10. Hemos recibido el número de vuestro prestigioso medio, agradecidos por el material que queda a disposición de nuestra militancia. Como elemento que fortalece el conocimiento y difusión del ideario nacional felicitamos por la calidad del contenido e instamos a mantener en alto el espíritu de nuestra mejor historia. Hermanados en la causa, saludamos a Ud. y colaboradores afectuosamente. Carlos A. Roldán. UB "Acción Peronista"

28/9/10 Agradezco el envío y como siempre que he tenido la oportunidad de leer “El Restaurador”, me resulta espectacular, MUCHAS GRACIAS POR EL ENVIO QUE ME ENRIQUECE. Atentamente. Dr. Juan C. Pitrelli. 

23/9/10 Gracias por su envío, me resulta muy interesante y este numero en particular, pues describe una parte de nuestra historia poco conocida, más bien desconocida adrede. Me refiero a nuestra perdida Provincia Oriental Argentina…espero seguir recibiendo su interesante periódico. Ing. Alberto Pertursi. 

23/9 Felicitaciones por la Revista, como diseñador veo que tienen una prolijidad impecable, en cuanto a los textos y contenido los leeré atentamente y luego enviaré mis comentarios. Muy agradecido, muy atentos saludos. Carlos Sawicki. 

Opiniones - Horacio Oyhanarte

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 12 

Opiniones 

Opinión sobre Rosas
Horacio Bernardo Oyhanarte

Horacio Bernardo Oyhanarte (1885-1946) fue un abogado exitoso, político destacado y diplomático. En 1905 participó de la revolución radical y dos años después se recibió de abogado. En 1914, fue elegido diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, por su partido, la Unión Cívica Radical, y en el Congreso defendió la neutralidad argentina, durante la Primera Guerra Mundial. En 1916 escribió “El hombre”, sobre la vida de don Hipólito Yrigoyen. Fue Ministro de Relaciones Exteriores en los dos años de la segunda presidencia de Yrigoyen (1928-1930).

Producida la revolución del 6 de setiembre de 1930, que derrocó al régimen yrigoyenista, se exilió en el Uruguay.

Al morir Yrigoyen en 1933 regresó al país y frente a los restos de su líder político pronunció en el cementerio un emotivo discurso que comenzó con estas palabras: “Ha muerto mi padre”. No podía ser de otra manera, porque durante toda su vida fue un hombre de Yrigoyen, al que siempre admiró.

Durante seis meses estuvo preso y después de recuperar su libertad emigró a Francia y promediando la Segunda Guerra Mundial, pasó a Suiza y luego a Estados Unidos hasta 1944, regresando luego a nuestro país. Rechazó un ofrecimiento que le hizo el entonces Coronel Perón para que lo acompañara como Vicepresidente en la fórmula presidencial para las elecciones que tendrían lugar en 1946.

Descontento con la integración de la Unión Cívica Radical en la Unión Democrática, renunció al Comité Nacional de su partido.

Sus restos descansan junto con los de Alem e Yrigoyen en el Panteón de los Héroes de la Revolución de 1890, en el cementerio de la Recoleta.

Sus escritos políticos se titulan “Por la Patria desde el exilio digo”

En 1932, escribió sobre Rosas:

“Rosas representó a las masas, sobre todo campesinas, del país anarquizado y baldío, contra los pseudos aristócratas de Buenos Aires; contra el porteñismo ensimismado y vacuo que creía que la nacionalidad eran una docena de apellidos -entonces tenderos- de la antigua metrópoli colonial. Rosas realizó con sangre -lo que nunca se le perdonaba- la unidad política del país, domando al díscolo caudillismo que había quebrado la solidaridad ética y de origen en una multitud de feudos particulares que pretendían la categoría, casi, de estados independientes”.

Fuentes: http://diccionarioradical.blogspot.com / Wikipedia, la enciclopedia libre / Fermín Chávez, “La vuelta de Don Juan Manuel”



Decreto de Supresión de Honores

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 10 

Invitación a brindar por un patriota olvidado

EL PRIMERO QUE SE ATREVIÓ A SER ARGENTINO por Eduardo Rosa



El 2 de diciembre de 1810 llega un jinete a Buenos Aires, Es un oficial trayendo una bandera española y la noticia de la victoria de Suipacha. Era la primera victoria militar luego de la "desobediencia" del 25 de Mayo. No hubo festejos, solo algarabía popular en la calle. Pero la noche del 5 se hizo una comida en el cuartel de Patricios que habría de tener una inesperada repercusión.

Se ha hecho una leyenda de esos incidentes triviales aprovechados para una derivación política. Es erróneo pensar que el centinela de la entrada le impidiese expresamente el acceso a Moreno. Moreno no asistía jamás a fiestas ni convites, y al sarao podían ir los militares en actividad o retirados con sus familias. Al volver de su trabajo en la Fortaleza, que prolongaba hasta altas horas de la noche, le chocó encontrar en las Temporalidades un centinela, y quiso averiguar por sí mismo si se le impedía la entrada. El centinela lo rechazó, porque Moreno no se dio a conocer, pues hubiera bastado que dijese ser Secretario de Guerra de la Junta para que aquél, por lo menos, entrase a pedir órdenes. 

El 6 de diciembre de 1810 la Junta de Gobierno aprobó el “decreto de supresión de honores” redactado por Moreno. 

Este decreto comenzaba con: “La Junta Soberana a nombre del Señor D. Fernando VII”. Y lo fundaba en que al hallarse “privada la multitud de luces necesarias para dar su verdadero valor a todas las cosas, reducida por la condición de sus tareas a no extender sus meditaciones más allá de sus primeras necesidades... confunde inciensos y homenajes con la autoridad”. 

El decreto suprimía los honores del Presidente, se quitaban ventajas oficiales y se eliminaba a las señoras de las distinciones de sus maridos y se prohibía que a los actos oficiales se impidiese la entrada.  

¿A quién se debe dejar pasar a un convite? Cuando el teniente coronel Marcos Balcarce pregunta –después del decreto de supresión de honores– sobre quienes deben dejar pasar los centinelas, Moreno responde que “a los ciudadanos decentes”, y al requerir –con malicia– mayores precisiones para reconocerlos, Moreno, le responde “se reputará decente toda persona blanca que se presente vestida de fraque o levita”.

Y se establecía que el capitán de húsares retirado Atanasio Duarte, había incurrido en un delito por el cual debería perecer en un cadalso, al “ofender con un brindis excesivo la probidad del Presidente” (Saavedra), pero “en atención a su estado de embriaguez se le conmutaba la pena por destierro perpetuo de la ciudad, porque ningún habitante de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de su patria”. 

¿Qué grave delito había cometido el capitán Atanasio Duarte?

Siempre se dijo que haber proclamado la monarquía, pues en el famoso brindis ofreció a Cornelio Saavedra la corona de Emperador de América.  

En 1810 reino e independencia eran sinónimos.  El mismo Himno Nacional lo repite aún hoy: “Ya su trono dignísimo abrieron...”. Lo que sí podemos asegurar es que el decreto que condenaba a Duarte no era un decreto republicano, pues estaba encabezado con la fórmula habitual: “La Junta Soberana a Nombre del Señor don Fernando VII”.

Pero Duarte cometió evidentemente un delito tan grave que Moreno –hombre de leyes– entendía que le correspondía “perecer en un cadalso”. Un delito mucho más grave que opinar a favor de la monarquía en un medio republicano, que de ninguna manera puede llevar al cadalso. 

El delito que Moreno le imputaba era el de lesa majestad por conspirar contra los derechos de Fernando VII. 

Al brindar ofreciendo la corona a Cornelio Saavedra, se la estaba quitando a Fernando VII. 

El capitán merecía por lo tanto el “cadalso”, como lo mandaban las leyes españolas vigentes. 

Aquello de “tener impresiones contra la libertad de su patria” no puede entenderse como contrario a la nacionalidad naciente. La patria en 1810 no era la República Argentina, pues aún no se había declarado la independencia; la patria era Fernando VII, el rey cautivo, contra cuya libertad “tenía impresiones” el capitán Duarte. 

¿Quiere decir entonces que Duarte fue el precursor de la independencia Argentina, y Moreno no era partidario de esta independencia? 

... Lo primero es exacto; pero no así lo segundo. Moreno también era partidario de la independencia, como Duarte y casi todo el mundo. 

Pero Duarte dijo a gritos una verdad que no convenía decir sino en voz baja. 

Por eso lo condenaron. 

Tal vez la jugada de Moreno estaba basada en que Saavedra no firmaría un decreto tan notoriamente injusto. Y en ese caso Saavedra podría ser acusado de complicidad en un delito tan grave. 

Pero el jefe de gobierno no cayó en la trampa y firmó. 

Moreno salió de la Junta el 18 de diciembre, precisamente por la conmoción popular producida por su decreto, que se interpretó –equivocadamente– a favor de la dependencia de España. 

Y que además, menospreciaba la opinión pública al tenérsela como “privada de luces”. 

¡Y ni Moreno ni nadie puede resistir la enemistad de las señoras, despojadas del derecho a ser tratadas igual que sus maridos! 

Saavedra pudo entonces levantar la pena a Duarte; pero no lo hizo, tal vez para no comprometerse. 

¿Qué fue de Duarte después de aquella noche famosa?... 

Cumplió resignadamente su destierro en San Isidro, olvidado por Saavedra que nada hizo por él y también por los demás gobiernos que nunca le levantaron la injusta pena. 

¿Quién era DUARTE? 

Nuestro Capitán de Húsares no fue un héroe. No le cabe un gramo de bronce. 

Era humano, valiente y transparente. Transparente como una copa de cristal.  

Y como una copa de cristal, para apreciar su belleza hay que llenarla de vino y mirarla al trasluz. 

Atanasio era nada más que un hombre. 

No un hombre de luces pero sí, definitivamente un caballero de su época. 

Valiente hasta la temeridad, buen amigo y sobre todo un hombre enamorado de su tierra. 

¿Y que entendía Duarte por su tierra?  

La historia no lo especifica, pero nos da indicios. 

El primero y más revelador es que en el famoso Brindis corona a Saavedra "Emperador de América". Sobrepasa los límites administrativos del virreinato. 

Y su castigo muestra la forma de pensar de los intelectuales, cuando Moreno achica la patria con su frase: "Ningún habitante de Buenos Aires....". 

Allí tenemos enfrentados los dos conceptos de patria grande y patria chica. 

Duarte era nacido en Maldonado (hoy Uruguay), hijo de un venezolano ("Hijo de la gloriosa independencia de Caracas") y de una brasilera ("del pueblo más inmediato a nuestros campos"). -Una gaúcha seguramente -. 

Así es como se filiaba en sus escritos este auténtico primer iberoamericano. 

Peleó cerca de Montevideo durante las invasiones inglesas y se lo menciona como quien trajo una vaca desde tras las líneas para mitigar el hambre de nuestros combatientes. 

Así que lo podemos pintar como un buen soldado preocupado por sus amigos. 

Y allí, si tejiésemos leyendas, tenemos material para no solo hacerlo el heraldo del vino, sino también el del asado. 

¿Qué pensaba Duarte?  

No es mucho lo que se pide que piense un militar, y él no era una excepción. 

Se sabe que su hermano se unió a Artigas en ese bellísimo rincón Oriental que es la Fortaleza de Santa Teresa. 

Pero de Atanasio solo hemos podido recoger sus escritos cuando debió defenderse de la acusación de antipatriota por suponerlo incurso en la conspiración de Álzaga de 1812. 

Del 25 de mayo nos llega este poco épico relato: 

"... me enfermé de almorranas hasta el día lunes que se empezó a tratar la instalación de la junta, que llegó a mi casa don Agustín Talavera armado de espada y pistolas... y sin atender al cruel achaque que padecía, me tiré de la cama y abrazando al dicho Talavera no pude decirle más expresión que "Viva nuestra Feliz América del Sur.... y me dirigí al cuartel”. 

Atanasio era amigo de Domingo Frech, y seguramente lo secundó cuando French, Berutti y "los infernales" controlaron la plaza ejerciendo presión patriótica para que "los principales y sanos" no hiciesen lo que hoy llamaríamos un "gatopardismo". 

Atanasio, primario y de sangre caliente peleaba frecuentemente en los despachos de bebidas con los partidarios de los españoles. 

Oigámoslo: 

"Hallándome una noche en la trastienda del mercader gallego Rosendo al tiempo que cuatro europeos se hallaban jugando a la biscambra... uno de los cuatro, Juan Salces tenía una charretera de plata en el hombro derecho y preguntándole si lo habían hecho teniente, por haberlo visto el día anterior soldado, me contestó con una bofetada en la cara diciéndome que él merecía más esa charretera por ser español que yo las dos mías... le di tanto guantón en la boca, cara y narices que quedó hecho un monstruo... y saliendo a la calle desafíe a todos gritando que un criollo valía más que una docena de Sarracenos y ellos no se atrevieron a salir..." 

En otra ocasión… 

"... Entré al café de los Catalanes vestido en cuerpo de particular y con una mala varita en la mano (su forma de decir que no estaba de uniforme ni armado) y observé que todos los mozos y amos estaban vestidos de Miñones tirando cohetes e insultando a cuantos patricios estaban en él y como lo hicieron conmigo arremetí para ellos sin armas y se me presentaron siete u ocho armados con machetes sables y garrotes, y tomándoles el palo los arrollé a todos y los metí dentro de un cuarto diciéndoles que si todavía no creían que un americano valía por siete de ellos... a estas voces vino uno de los patrones llamado Desiderio, insultándome de palabra, al que de un empujón tiré patas arriba y la partí la cabeza contra el aljibe...” 

Eso nos pinta a nuestro héroe, que definitivamente no es de bronce, pero es querible como un buen amigo. 

Atanasio era primario, y como un niño, decía y hacía las cosas sin prudencia. 

La patria le debe un desagravio a quien declaró POR PRIMERA VEZ la independencia en voz alta, y supo aguantarse el castigo orgullosamente. 

Invitamos a todos los Argentinos a que el 5 de diciembre, fecha en la que se cumplirían 200 años de aquel primer brindis público por nuestra patria naciente, en cualquier lugar donde estemos, olvidemos nuestras diferencias y levantemos una copa en su recuerdo.

CAPITÁN DE HÚSARES ATANASIO DUARTE ¡BRINDAMOS A TU MEMORIA!

Convención Arana-Mackau

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 9 



 

Anécdotas - Tomada de pelo de Rosas al Almirante francés

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pag. 8 

Anécdotas

La “tomada de pelo” de Rosas al Almirante francés


Ya en otros números de este periódico nos referimos a las bromas que hacía Juan Manuel de Rosas a familiares y extraños, algunas un poco “pesadas”, demostrativos del buen humor del gobernante porteño, que a lo mejor le ayudaban a sobrellevar las cargas pesadas y complicadas de las tareas de gobierno.

Gabriel Puente en “La intervención francesa en el Río de la Plata”, relata la siguiente anécdota.

El 29 de octubre de 1840, a bordo de la cañonera francesa La Boulonaise, se protocoliza el tratado entre la Confederación Argentina y el reino de Francia, primera potencia mundial, firmado en representación de esta última por el embajador y enviado plenipotenciario del rey Luis Felipe, el vicealmirante Ange René Raymond, barón de Mackau, y en representación de la Confederación su ministro de Relaciones Exteriores, el doctor Felipe Arana.

El tratado significó un triunfo diplomático verdaderamente espectacular para el país y fue recibido con bombas de estruendo en la alameda, grandes manifestaciones populares y enorme orgullo y reconocimiento en toda hispanoamérica.

El Dr. Arana envía a los pocos días al embajador la Convención, ratificada por la Junta de Representantes de Buenos Aires. Los almirantes y oficiales franceses de la flota bajaron a tierra y fueron agasajados en el Fuerte, en donde se alojaron. Don Juan Manuel de Rosas los visitó también para agasajarlos el 8 de noviembre (lo cortés no quita lo valiente), circunstancia en la que mantuvo una curiosa conversación en tono de cargada con el embajador francés.

Efectivamente, el barón de Mackau que “chapurreaba” bastante bien el castellano, le preguntó a Rosas si en la Patagonia sus habitantes, los indios patagones, sabían montar a caballo.

En tono muy solemne, Rosas le contestó que los indios patagones no podían hacerlo porque llevaban un gran rabo en el trasero, por lo que deberían tener monturas con un gran agujero para meterlo.

El poderoso embajador miró a Rosas entre extraño e incrédulo, pero Rosas siguió imperturbable con su fantástica explicación: “...este inconveniente (el rabo) está compensado por otras ventajas, como la de poder hacerse fresco agitando el rabo durante el verano y espantarse las moscas cuando hace calor”.

El unitario Daniel Torres, que conoció la “cargada” por un oficial francés presente en la desopilante reunión, concluyó medio amargado en su carta a su amigo Florencio Varela exilado en Montevideo:

“...No es extraño que Rosas pensase que después de hacerle tragar a Mackau el tratado, podría hacerle engullir lo de la cola o rabo de los patagones. Entre tanto, el Almirante no comprende que ha recibido tanta burla y un insulto”.

Nosotros nos preguntamos si algún mandatario actual de algún país “en vías de desarrollo”, se atrevería a hacerle semejante “tomada de pelo” a un Ministro Plenipotenciario de la mayor potencia mundial.

La Convención Mackau-Arana

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año V N° 17 - Diciembre 2010 - Pags. 6 a 8 

La convención Mackau-Arana *

                                                                                            Por Alberto Ezcurra Medrano

 

Bloqueo francés
Almirante Mackau
El  29 de octubre de 1840, el vicealmirante Angel René Armando de Mackau, Barón de Mackau, plenipotenciario de Francia, y Don Felipe Arana, ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, firmaron a bordo de la “Bolonnaise”, el tratado que ha pasado a la historia con el nombre de Convención Mackau-Arana. Con ello se ponía fin a una guerra de más de dos años, motivada por las exigencias francesas –injustas en el fondo e improcedentes en la forma–  acerca del tratado de los súbditos de Francia en la Confederación Argentina; guerra en que las armas federales, en Martín García, Arroyo del Sauce y Atalaya, habían demostrado a los franceses  que la conquista no era empresa fácil en América.
La convención Mackau-Arana constaba de siete artículos que analizaremos brevemente.

Decía el artículo 1°: “Quedan reconocidas por el Gobierno de Buenos Aires las indemnizaciones debidas a los franceses que han experimentado pérdidas o sufrido perjuicios en la República Argentina; y la suma de estas indemnizaciones, que solamente queda para determinarse, será arreglada en el término de seis meses, por medio de seis árbitros nombrados de común acuerdo, y tres por cada parte, entre los dos Plenipotenciarios. En caso de disenso, el arreglo de dichas indemnizaciones será deferido al arbitramento de una tercera potencia, que será designada por el Gobierno Francés”.

Este artículo ha sido invocado por los enemigos de Rosas, para demostrar  que la Convención Mackau-Arana no fue un triunfo de éste. Mariano Pelliza, por ejemplo lo comenta en la siguiente forma:

“De este modo vergonzoso llegó Rosas a terminar aquella primera desinteligencia con la Francia, cediendo lo que había negado dos años antes, después de someter la provincia  a los efectos desastrosos del bloqueo.

“Si mejor aconsejado o mejor inspirado, ya que no escuchaba consejos de nadie,  hubiera reconocido a la Francia en 1838 las reclamaciones que fueran justas,  habría ahorrado a la provincia de Buenos Aires la vergüenza de que su nombre figurara en tan triste negociación!” (1).

Esta interpretación unitaria del artículo 1°, fruto de la obcecación y del apasionamiento, no resiste un análisis objetivo. Dicho artículo no hace más que sentar el principio general del derecho a la indemnización por perjuicios sufridos. Ahora bien: Rosas  nunca negó ese derecho a los súbditos franceses. Léase, sino, la nota del ministro Arana al contraalmirante Leblanc, donde expresa que “lejos de considerar las reclamaciones a que alude V.E. como desatendidas o repelidas, importa solamente la materia de una cuestión no discutida; porque según queda manifestado, el señor Gobernador nada ha contestado acerca de ellas, y ha reservado discutirlas y considerarlas cuando ellas, según el uso recibido en todas las naciones, sean deducidas por medio de un ministro o agente diplomático enviado ad hoc, bajo las formas establecidas”. Lo que no quería Rosas era que tales indemnizaciones fuesen exigidas por un vicecónsul sin atribuciones apoyado en una escuadra. Lo que quería, que se respetara en la Confederación Argentina la dignidad de una nación independiente. Y eso lo consiguió en la Convención de 1840. El arbitraje que establecía el artículo 1°, estaba bien lejos de las irritantes imposiciones del vicecónsul Roger en el ultimátum del 23 de septiembre de 1838, que exigía la inmediata oblación en el consulado de determinadas sumas de dinero que en el mismo ultimátum se especificaban. Francia tuvo que ceder, enviar un plenipotenciario en forma, como lo era el Barón de Mackau, y someter la cuestión a árbitros. ¿Dónde está, pues, la “humillación” argentina?

El propio Florencio Varela se encargó de desmentir por anticipado a los que luego hablarían de tal pretendida humillación. En su estudio titulado: “Desenvolvimiento y desenlace de la cuestión francesa en el Río de la Plata”, dice así:

“Bochornoso (sic) es comparar el ultimátum de la Francia, denunciado el 23 de septiembre de 1838 –cuando Rosas era omnipotente, cuando Oribe mandaba, por él y para él, en el Estado Oriental, cuando ninguna provincia  ni ciudadano ninguna argentino amenazaba su poder–, con lo que de él se ha conseguido en un tratado en octubre de 1840, teniendo contra sí ocho provincias argentinas y el Estado Oriental, todo en armas…

“En el ultimátum de 23 de septiembre de 1838 se exigió, como condiciones sin las cuales no podría tener lugar el restablecimiento de la armonía, 20.000 duros para la familia de Bacle, 10.000 para Lavié, pagaderas ambas sumas inmediatamente, el reconocimiento del crédito de Despouy, con el compromiso de pagar su capital dentro de un año, y de liquidar los premios en tres meses.

“Se fijaban allí las personas perjudicadas, las cantidades que había de dárseles por reparación, y los términos del pago.

“Pues bien: el restablecimiento de la armonía ha tenido lugar sin que la Francia obtenga ni el reconocimiento de acción alguna de determinada persona, ni el monto de ninguna cantidad, ni los términos siquiera en que hayan de hacerse los pagos.

“En una palabra, lo único que se había conseguido es el reconocimiento de un principio que no hay necesidad de registrar en tratado: porque sabido es que, con tratado o sin él, el que perjudica a otro sin razón, le debe indemnizaciones” (2).

He aquí, pues, cómo la disposición del artículo 1°, que para Pelliza, Ingenieros, y otros, era “vergonzosa” y “depresiva” para la Confederación Argentina, resulta ser, según Varela, “bochornosa” para Francia. Alejémonos un poco de los extremos y reconozcamos que Rosas, en ella, consiguió hacer respetar los derechos argentinos.

Bloqueo francés
Felipe Arana
El artículo 2° de la Convención disponía lo siguiente: "El bloqueo de los Puertos Argentinos será levantado, y la Isla de Martín García evacuada por las fuerzas francesas en los ocho días siguientes  a la ratificación de la presente Convención por el Gobierno de Buenos Aires. El material del armamento de dicha Isla será repuesto tal como estaba el 10 de octubre de 1838. Los dos buques de guerra argentinos capturados durante el bloqueo u otros dos de la misma fuerza y valor, serán puestos en el mismo término, con su material de armamentos completo, a la disposición del dicho Gobierno”.

Esta cláusula significaba para Francia algo así como un mea culpa del bloqueo. Era volver las cosas a su estado inicial. Mientras en 1838 un simple vicecónsul exigía perentoriamente y una escuadra apoyaba sus exigencias, en 1840 el vicecónsul  es reemplazado por un plenipotenciario en forma que negocia de igual a igual los asuntos en cuestión y revoca los actos de guerra realizados.

El artículo 3°, verdadero triunfo de Rosas, dice así: “Si en el término de un mes, que ha de contarse desde la dicha ratificación, los argentinos que han sido proscriptos de su país natal en diversas épocas después del 1° de Diciembre de 1828, abandonan todos, o una parte de entre ellos, la actividad hostil en que se hallan actualmente contra el gobierno de Buenos Aires, Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, el referido Gobierno, admitiendo desde ahora, para este caso, la amistosa interpretación de la Francia, relativamente a las personas de estos individuos, ofrece conceder permiso de volver a entrar en el territorio de su Patria a todos aquellos cuya presencia sobre este territorio no sea incompatible con el orden  y seguridad pública, bajo el concepto de que las personas a quienes este permiso se acordare, no serán molestadas ni perseguidas por su conducta anterior. En cuanto a los que se hallan con las armas en la mano dentro del territorio de la Confederación Argentina, tendrá lugar el presente artículo sólo a favor de aquellos que las hayan depuesto en el término de ocho días, contados desde la oficial comunicación que a sus Jefes se hará de la presente convención, por medio de un Agente Francés y otro Argentino, especialmente encargado de esta misión. No son comprendidos en el presente artículo los Generales y Jefes Comandantes de cuerpos, excepto aquellos que por sus hechos ulteriores se hagan dignos de la clemencia y consideración del Gobierno de Buenos Aires”.

Para comprender el verdadero sentido de este artículo, es preciso no olvidar que los franceses no actuaron solos contra la Confederación, sino coaligados con los riveristas y con los unitarios. La invasión de Lavalle a Entre Ríos y Corrientes primero, y luego a Buenos Aires, fue financiada por Francia y facilitada por la escuadra bloqueadora. Existía entre Francia y los enemigos políticos de Rosas una alianza de hechos, que el propio Thiers había reconocido pública y solemnemente y que llegó a convertirse en protocolo diplomático por el Acta del 22 de julio de 1840, firmada por el plenipotenciario francés Martigny y por la “Comisión Argentina” compuesta de Agüero, Cernadas, Gómez, Alsina, Portela y Varela. Con la Convención Mackau-Arana, Rosas consiguió romper esa alianza. Y el artículo que comentamos al señalar a los unitarios que luchaban en territorio argentino un plazo de 8 días para acogerse a la amnistía, los reducía al dilema de aceptarlo, lo que significaba para Rosas la paz interna, o de continuar la lucha sin el apoyo de Francia, lo cual era y fue su hundimiento. Es sabido, en efecto, que Lavalle rechazó la propuesta de amnistía que le llevaron el marino Halley y el General Mansilla. Al año siguiente era vencido en Famaillá.

“El artículo sobre los salvajes unitarios los concluye”, decía Rosas comentando el tratado. Y añadía: “No volverán en América a unirse sus hijos a los extranjeros, sin acordarse de lo que les ha pasado”. Desgraciadamente, Rosas era mejor estadista que profeta. Dos años después, Francia unida a Inglaterra, a Rivera y a los emigrados, volvió a la carga. Pero sólo fue para encontrar la misma resistencia y dar a Rosas la oportunidad de un triunfo aún más amplio y definitivo.

Con el artículo 4°, Francia trataba de no dejar en posición excesivamente desairada a sus ex aliados orientales. Decía así:

“Queda entendido que el Gobierno de Buenos Aires seguirá considerando en estado de perfecta y absoluta independencia la República Oriental del Uruguay, en los mismos términos que estipuló en la Convención preliminar de paz ajustada en 27 de agosto de 1828 con el Imperio del Brasil, sin perjuicio de sus derechos naturales, toda vez que los reclamen la justicia, el honor y la seguridad de la Confederación Argentina”.

Los términos de este artículo eran sumamente amplios y dejaban a Rosas en cómoda situación. La Confederación Argentina nunca había desconocido la independencia del Uruguay, ni había pretendido considerarla provincia, como al Paraguay. Es cierto que el triunfo de Oribe hubiera conducido a una alianza y estrecha unión entre ambos estados;  pero eso era ya otro asunto. El hecho es que Oribe era el “presidente legal” del Uruguay y tenía derecho a aliarse con quien mejor le pareciese. No podía decir lo mismo el Brasil, que a los dos años de firmado el tratado de 1828 había enviado a Europa al Marqués de Santo Amaro, para convencer a Inglaterra y a Francia de que el Estado Oriental debía volver a formar parte del Imperio. El Brasil no abandonó nunca ese propósito. El triunfo de Rivera hubiera sido su triunfo. Y “la justicia, el honor y la seguridad de la Confederación Argentina” hubieran quedado seriamente comprometidos. “Intervenir en el Uruguay  –dice Carlos Pereyra–  no era sólo un derecho: era un deber en el caso de Rosas”.

Esto lo sabían tanto Francia como Rosas al acordar la redacción del artículo 4° por eso dicho artículo se refiere a la independencia del Uruguay; pero no a la guerra existente. Y por eso Rosas, el mismo día de la Convención, le hace decir a Oribe que “el artículo sobre la República Oriental nos deja en libertad  para continuar la guerra”.

El artículo 5°, reglaba la situación de los súbditos franceses en la Argentina y de los argentinos en Francia en la siguiente forma:

“Aunque los derechos y goces que en el territorio de la Confederación Argentina disfrutan actualmente los extranjeros en sus personas y propiedades, sean comunes entre los súbditos y ciudadanos de todas y cada una de las naciones amigas y neutrales, el Gobierno de S. M. el Rey de los Franceses, y el de la Provincia de Buenos Aires, Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, declaran, que ínterin medie la conclusión de un tratado de comercio y navegación entre la Francia y la Confederación Argentina, los ciudadanos Franceses en el territorio Argentino, y los ciudadanos Argentinos en el de Francia, serán considerados en ambos territorios, en sus personas y propiedades, como lo son o lo podrán ser los súbditos y ciudadanos de todas y cada una de las demás naciones, aún las más favorecidas”.

Este artículo también ha sido invocado por los que, después de haber apoyado incondicionalmente a Francia en todas sus pretensiones, tuvieron el cinismo de criticar a Rosas por haber “cedido”. No reparan  –y hay que insistir en ello, a riesgo de parecer cargoso, porque es fundamental– en que la cláusula de la nación más favorecida fue exigida a Rosas por un vicecónsul en el ultimátum, en el que se le advertía: “Si no acepta, tendrá que esperar la resolución que dé al asunto el gobierno de Francia, y sufrir entre tanto la dura ley del bloqueo”. Ahora, en cambio, Rosas concede ese privilegio, en un tratado firmado por un plenipotenciario en forma, en que  Francia y la Argentina se colocan en un mismo pie de igualdad, ya que se otorga el mismo privilegio a los ciudadanos argentinos residentes en Francia.

Esta cláusula, como dice Saldías, “zanjaba el motivo ostensible de las dificultades que había suscitado la Francia, aunque no resolvía la cuestión relativa a los derechos de los franceses domiciliados en la Confederación, en los términos en que lo había exigido esa nación por la fuerza de las armas. Era más bien un modus vivendi, tal cual lo había propuesto Rosas antes y después del bloqueo” (3). Y nótese que ese modus vivendi quedaba subordinado a la conclusión de un tratado de comercio y navegación que Rosas, una vez levantado el bloqueo, podía negociar con entera libertad.

El artículo 6°, incluía una restricción a la cláusula de la nación más favorecida. “Sin embargo lo estipulado en el presente artículo –establecía refiriéndose al anterior– si el Gobierno de la Confederación Argentina acordase a los ciudadanos o naturales de algunos, o de todos los Estados Sud Americanos, especiales goces civiles o políticos, más extensos que los que disfrutan actualmente los súbditos de todas y cada una de las naciones amigas y neutrales, aún la más favorecida, tales goces no podrán ser extensivos a los ciudadanos Franceses residentes en el territorio de la Confederación Argentina, ni reclamarse por ellos”.

Esta restricción indignó a los unitarios y Varela le atribuyó a “ese espíritu mezquino, antisocial, que trata de levantar muros de separación entre los pueblos americanos y los europeos, y que ha dirigido siempre la negra política del Dictador”. Ellos, ofuscados con su pequeña política de factoría, no podían comprender la grandeza de la política imperial de Rosas, de neta filiación hispánica, que se reservaba derechos en América frente al imperialismo mercantil europeo.

Finalmente, el artículo 7°, contenía las disposiciones usuales acerca de las ratificaciones por parte de ambos gobiernos y de su respectivo canje, que debía hacerse en el plazo de  8 meses, “o más pronto si se pudiese verificar”. 

La Convención fue sometida a la Junta de Representantes, la que autorizó al Gobierno para ratificarla. Rosas lo hizo así el 31 de octubre de 1840. Al día siguiente, 1° de noviembre, el plenipotenciario de Francia mandó enarbolar la bandera argentina a bordo del “Alcmene” y saludarla con 21 cañonazos, saludo que fue retribuido por la plaza de Buenos Aires.

Tal fue la famosa Convención Mackau-Arana. Un tratado en que ambas potencias, colocadas, gracias a la energía de Rosas, en el mismo pie de igualdad, se hicieron concesiones mutuas. Pero detrás de las letras de ese tratado había algo más. Francia había venido al Río de la Plata hablando de establecer su “influencia” a la vez en Buenos Aires y en Montevideo (4), y se iba sin obtener siquiera el triunfo amplio de sus propósitos más ostensibles. Tal tratado significaba, por consiguiente, la derrota de las pretensiones francesas en el Río de la Plata. Era, en realidad, una victoria argentina. Así lo comprendió el pueblo de Buenos Aires, celebrándolo en forma que – como lo hace notar Héctor R. Ratto– “más sabía a triunfo de armas que a pacificación”, y que se manifestó  en descargas de mosquetería, fuegos artificiales, bandas militares, repique de campanas y entusiasmo popular sin límites. Así lo interpretó también el propio Rosas, cuando el mismo día de la Convención escribía a Pacheco:

“Mi querido amigo: Te felicito y abrazo con la expresión íntima de mi corazón americano, y en tu distinguida persona a todo ese valiente virtuoso ejército. Está concluída  la convención de paz con la Francia, hoy 29 de octubre del año del Señor de 1840. Es honrosa para la confederación y para el continente americano. Hemos logrado para dicho continente un artículo de un valor inmenso. Así corresponde la verdadera virtud a una ingratitud marcada solo de pura cobardía, no en los pueblos, sino en las personas que componen sus gobiernos. ¡Dios es infinitamente justo y misericordioso!” (5).

De 1840 en adelante, las potencias europeas pudieron saber a qué atenerse respecto a la posibilidad de establecer sus “influencias” en el Río de la Plata. Y si alguna duda pudo quedarles, debió desaparecer totalmente cinco años después, cuando el cañón de Obligado demostró a Francia e Inglaterra –al decir de San Martín– “que pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia”.

(1) Mariano A. Pelliza, La Dictadura de Rosas, pág. 152.

(2) Citado por Aquiles B. Oribe, Brigadier General Don Manuel Oribe, tomo II,  pág.  395

(3) Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina, tomo III, pág. 221.

(4) Véase el acta del 16 de noviembre de 1838, citado por Font Ezcurra, La Unidad Nacional, pág. 30.

(5) Citada por Ernesto Quesada, Lamadrid y la Coalición del Norte,  pág. 174, nota 124. 

* Este artículo fue publicada en la  Revista del “Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas” Nº 6 del mes de diciembre de 1940.