REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
187
En el periódico Juan Manuel de Rosas N° 2 de agosto de 1987, se publicó el siguiente artículo del historiador Fermín Chávez.
Darwin, Rosas y el árbol del gualicho
por Fermín Chávez
Bajo el título que aquí retomamos apareció durante la última
semana de abril, en un matutino porteño, un artículo de Oscar Taffetani en la
que este autor crea una suerte de dialéctica cuyo sentido final vamos a
determinar más adelante. En éste, como en otros casos de buenos escritores y
periodistas que abordan temas históricos sin conocer suficientemente historia,
el mensaje del buen texto se parece a un coitus interruptus; o de escaso
esperma.
La contraposición de los dos personajes que dicho escritor plantea
no es más que una reiteración de dicotomías propuestas desde hace mucho en la
cultura argentina y cuya conclusión a punta a desmerecer lo propio y particular
y otorgar supremacía total a lo universal, a lo europeo moderno o a lo inglés:
Calibán frente a Próspero; jinete-agricultor (Borges); barbarie-civilización (Sarmiento); Santos Vega-Juan sin Ropa
(Obligado), y alguna más. En el poema de Rafael Obligado, Juan Sin Ropa, que
"era la ciencia en persona”, derrota al atrasado payador Vega. En el
artículo de Taffetani, Darwin mide el diámetro del árbol del gualicho en tanto
la mirada de Rosas era la "de un estanciero”. Darwin -que no era
estanciero- escribe un Diario, en tanto Rosas no, ocupado como estaba con las
cabezas de ganado.
Este gaucho bárbaro no presta atención al diámetro del
árbol, ni a "las posibles mutaciones de la ñata oxen (vaca ñata)".
Tampoco le interesan mucho "los piratas, balleneros o granjeros
establecidos en Malvinas”. Claro: "dos miradas, entonces”.
Es una lástima que Taffetani no haya leído suficiente
historia (sin duda por la antipatía que Rosas le despierta) para informarse de
todo lo que la literatura neocolonial oculta de la campaña de 1833, témpano
flotante en el cual corresponde conocer también la parte sumergida y no
quedarnos solamente con la aparente. Porque, en verdad, existe bibliografía
suficiente sobre la parte oculta, por supuesto no proveniente de fuente inglesa
o neocolonial. Porque conviene, en historia, leer también a los otros, y no
imitar al famoso Borges, gran escritor que se metía con todo y solía escribir
ganzadas históricas y "cantatas” políticas.
Le pudo hacer mucho bien al autor conocer los trabajos de
Santos Fernández Arlaud, por ejemplo, que datan de 1968 y 1976, y que contienen
revelaciones sobre los trabajos científicos de Nicolás Descalzi durante la
campaña de Rosas. Se trata de un estudio ineludible en el que su autor rescata
los dos Diarios del piloto genovés y sus Cuadernos, plenos de observaciones y "mediciones".
Sobre el hermano de Gaetano Descalzi había escrito anteriormente Jorge F.
Sergi, en la Revista Geográfica Americana, que nosotros supimos utilizar en
nuestra Iconografía de Rosas y de la Federación, 1970.
El trabajo del genovés fue minucioso y abarcó, en el Río Negro, registros de profundidad y mediciones de velocidad de las aguas, aparte de importantes observaciones astronómicas. Levantó. mapa de dicho río e isla de Choele Choel; registró diversos ejemplares de la flora, sin ser botánica; consignó datos valiosos sobre recursos naturales de la región. Agreguemos a ello que otro piloto de la expedición, Edmundo Elsegood, también efectuó trabajos cartográficos que abarcaron desde Choele Choel hasta la confluencia del Neuquén con el Limay.
Descalzi hizo su labor de acuerdo con las instrucciones
redactadas por el astrónomo Octavio F. Mossotti, respondiendo al plan de
investigaciones elaborado por el Departamento Topográfico, a cuyo frente se
hallaba el teniente coronel José Ildefonso Álvarez de Arenales. En una de ésas
hasta llegó a corregir a Darwin.
Efectivamente, a orilla del Río Negro fueron observadas unas
cenizas vítreas en las que el científico inglés creyó ver lava volcánica. En
realidad se trataba de una vitrificación de origen vegetal, producida por el
incendio de la paja llamada vulgarmente Cortadera. El propio Descalzi cayó en
el error, pero luego se rectificó y lo comunicó a Rosas. En su Diario, el ligur
escribió (21 de octubre): “El importante descubrimiento de la vitrificación de
la paja brava parece haber desagradado al piloto Elsegood, pues como buen
inglés no puede ser indiferente a la equivocación padecida por el naturalista
de la corbeta descubridora, que la creyó lava volcánica. Descubro en el piloto
los más ardientes deseos de comunicárselo a sus paisanos; pero yo tomo todas
las medidas que me son posibles para burlar sus intenciones: no es justo que un
descubrimiento tan importante se atribuya injustamente a los ingleses cuando
son los argentinos los que realmente lo han hecho". (Diario del
reconocimiento del Río Negro de Patagones, practicado en los meses de Agosto,
Septiembre, Octubre y Noviembre de 1833). Quiere decir que los de aquí también "medían”.
El 1 de julio se registró un hecho interesante, a raíz de un
eclipse de luna que Descalzi aprovechó bien para efectuar observaciones
astronómicas. El matemático genovés dio parte del fenómeno que se iba a
producir a Rosas; y consigna esto otro: "él, como un cuarto de hora antes
de comenzar, se fue al campamento de los indios amigos y como era de noche los
sorprendió con su presencia, los sosegó y les dijo que les iba a avisar que
lueguito se iba a tapar la luna para que no se asustasen y no tuvieran sueños
malos, les explicó lo que es el eclipse y cuando vieron que se efectuó quedaron
sorprendidos de ver que los cristianos saben leer en el cielo". (Diario
desde mi salida de Buenos Aires... etc.).
Por lo visto, Rosas no miraba solamente las cabezas de
ganado. Aquellos hermanos indios creían que cuando hay eclipse va a morir un cacique
de los principales y todos se asustan, acota el mismo autor del Diario.
No es cierto que don Juan Manuel se despreocupaba de
"los problemas de los piratas", porque, en carta a Tomás Guido
conservada en nuestro Archivo General, del 20 de agosto de 1833, puede leer el
que quiera: "Es necesario estar a la mira de lo que por ahí andan haciendo
los ingleses...”. Como era un criollo bien educado, el Rubio no escribió
"piratas". No importa que fuese estanciero y que no usase aire
acondicionado.
En todo caso Taffetani podría reconocer la superioridad de
nuestro estanciero y agricultor sobre el científico británico: Rosas no
propició jamás el appartheid, sino que más bien integró a los morenos a la
comunidad porteña de la época, en tanto Darwin sentó una teoría que prestó
buenos servicios para una justificación indirecta del dominio blanco sobre la
negritud. Oh, la raza nórdica del nieto de Erasmus Darwin, y progenie de Edward
O. Wilson, la de los ojos azules, como decía embelesado aquel sanjuanino que
trajo las maestras norteamericanas para reemplazar a nuestras entecas alpinas.
Casi como en la selección natural.