martes, 2 de mayo de 2023

Fermín Chávez - Darwin - Expedición al Desierto de 1833

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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Fermín Chávez



En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En el periódico Juan Manuel de Rosas  N° 2 de agosto de 1987, se publicó el siguiente artículo del historiador Fermín Chávez.




Darwin, Rosas y el árbol  del gualicho

por  Fermín Chávez 

 

Bajo el título que aquí retomamos apareció durante la última semana de abril, en un matutino porteño, un artículo de Oscar Taffetani en la que este autor crea una suerte de dialéctica cuyo sentido final vamos a determinar más adelante. En éste, como en otros casos de buenos escritores y periodistas que abordan temas históricos sin conocer suficientemente historia, el mensaje del buen texto se parece a un coitus interruptus; o de escaso esperma.

La contraposición de los dos personajes que dicho escritor plantea no es más que una reiteración de dicotomías propuestas desde hace mucho en la cultura argentina y cuya conclusión a punta a desmerecer lo propio y particular y otorgar supremacía total a lo universal, a lo europeo moderno o a lo inglés: Calibán frente a Próspero; jinete-agricultor (Borges); barbarie-civilización  (Sarmiento); Santos Vega-Juan sin Ropa (Obligado), y alguna más. En el poema de Rafael Obligado, Juan Sin Ropa, que "era la ciencia en persona”, derrota al atrasado payador Vega. En el artículo de Taffetani, Darwin mide el diámetro del árbol del gualicho en tanto la mirada de Rosas era la "de un estanciero”. Darwin -que no era estanciero- escribe un Diario, en tanto Rosas no, ocupado como estaba con las cabezas de ganado.

Este gaucho bárbaro no presta atención al diámetro del árbol, ni a "las posibles mutaciones de la ñata oxen (vaca ñata)". Tampoco le interesan mucho "los piratas, balleneros o granjeros establecidos en Malvinas”. Claro: "dos miradas, entonces”.

Es una lástima que Taffetani no haya leído suficiente historia (sin duda por la antipatía que Rosas le despierta) para informarse de todo lo que la literatura neocolonial oculta de la campaña de 1833, témpano flotante en el cual corresponde conocer también la parte sumergida y no quedarnos solamente con la aparente. Porque, en verdad, existe bibliografía suficiente sobre la parte oculta, por supuesto no proveniente de fuente inglesa o neocolonial. Porque conviene, en historia, leer también a los otros, y no imitar al famoso Borges, gran escritor que se metía con todo y solía escribir ganzadas históricas y "cantatas” políticas.

Le pudo hacer mucho bien al autor conocer los trabajos de Santos Fernández Arlaud, por ejemplo, que datan de 1968 y 1976, y que contienen revelaciones sobre los trabajos científicos de Nicolás Descalzi durante la campaña de Rosas. Se trata de un estudio ineludible en el que su autor rescata los dos Diarios del piloto genovés y sus Cuadernos, plenos de observaciones y "mediciones". Sobre el hermano de Gaetano Descalzi había escrito anteriormente Jorge F. Sergi, en la Revista Geográfica Americana, que nosotros supimos utilizar en nuestra Iconografía de Rosas y de la Federación, 1970.

El trabajo del genovés fue minucioso y abarcó, en el Río Negro, registros de profundidad y mediciones de velocidad de las aguas, aparte de importantes observaciones astronómicas. Levantó. mapa de dicho río e isla de Choele Choel; registró diversos ejemplares de la flora, sin ser botánica; consignó datos valiosos sobre recursos naturales de la región. Agreguemos a ello que otro piloto de la expedición, Edmundo Elsegood, también efectuó trabajos cartográficos que abarcaron desde Choele Choel hasta la confluencia del Neuquén con el Limay.

Descalzi hizo su labor de acuerdo con las instrucciones redactadas por el astrónomo Octavio F. Mossotti, respondiendo al plan de investigaciones elaborado por el Departamento Topográfico, a cuyo frente se hallaba el teniente coronel José Ildefonso Álvarez de Arenales. En una de ésas hasta llegó a corregir a Darwin.

Efectivamente, a orilla del Río Negro fueron observadas unas cenizas vítreas en las que el científico inglés creyó ver lava volcánica. En realidad se trataba de una vitrificación de origen vegetal, producida por el incendio de la paja llamada vulgarmente Cortadera. El propio Descalzi cayó en el error, pero luego se rectificó y lo comunicó a Rosas. En su Diario, el ligur escribió (21 de octubre): “El importante descubrimiento de la vitrificación de la paja brava parece haber desagradado al piloto Elsegood, pues como buen inglés no puede ser indiferente a la equivocación padecida por el naturalista de la corbeta descubridora, que la creyó lava volcánica. Descubro en el piloto los más ardientes deseos de comunicárselo a sus paisanos; pero yo tomo todas las medidas que me son posibles para burlar sus intenciones: no es justo que un descubrimiento tan importante se atribuya injustamente a los ingleses cuando son los argentinos los que realmente lo han hecho". (Diario del reconocimiento del Río Negro de Patagones, practicado en los meses de Agosto, Septiembre, Octubre y Noviembre de 1833). Quiere decir que los de aquí también "medían”.

El 1 de julio se registró un hecho interesante, a raíz de un eclipse de luna que Descalzi aprovechó bien para efectuar observaciones astronómicas. El matemático genovés dio parte del fenómeno que se iba a producir a Rosas; y consigna esto otro: "él, como un cuarto de hora antes de comenzar, se fue al campamento de los indios amigos y como era de noche los sorprendió con su presencia, los sosegó y les dijo que les iba a avisar que lueguito se iba a tapar la luna para que no se asustasen y no tuvieran sueños malos, les explicó lo que es el eclipse y cuando vieron que se efectuó quedaron sorprendidos de ver que los cristianos saben leer en el cielo". (Diario desde mi salida de Buenos Aires... etc.).

Por lo visto, Rosas no miraba solamente las cabezas de ganado. Aquellos hermanos indios creían que cuando hay eclipse va a morir un cacique de los principales y todos se asustan, acota el mismo autor del Diario.

No es cierto que don Juan Manuel se despreocupaba de "los problemas de los piratas", porque, en carta a Tomás Guido conservada en nuestro Archivo General, del 20 de agosto de 1833, puede leer el que quiera: "Es necesario estar a la mira de lo que por ahí andan haciendo los ingleses...”. Como era un criollo bien educado, el Rubio no escribió "piratas". No importa que fuese estanciero y que no usase aire acondicionado.

En todo caso Taffetani podría reconocer la superioridad de nuestro estanciero y agricultor sobre el científico británico: Rosas no propició jamás el appartheid, sino que más bien integró a los morenos a la comunidad porteña de la época, en tanto Darwin sentó una teoría que prestó buenos servicios para una justificación indirecta del dominio blanco sobre la negritud. Oh, la raza nórdica del nieto de Erasmus Darwin, y progenie de Edward O. Wilson, la de los ojos azules, como decía embelesado aquel sanjuanino que trajo las maestras norteamericanas para reemplazar a nuestras entecas alpinas. Casi como en la selección natural.