Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 42 - Marzo 2017 - Pag. 1 a 4
El cruce de los Andes: preliminates de la gran hazaña
Por la Profesora Beatriz C. Doallo
San Martín en los Andés. Óleo de Pablo C. Ducros Hicken |
Acantonado con las tropas en La Ciudadela, cerca de la ciudad de Tucumán, el general José de San Martín, comandante del Ejército del Norte, escribió el 22 de abril de 1814 a Nicolás Rodríguez Peña: "No se felicite con anticipación de lo que yo pueda hacer en ésta. No haré nada y nada me gusta acá. La Patria no hará camino por este lado del Norte que no sea una guerra defensiva y nada más: para esto bastan los valientes gauchos de Salta con dos escuadrones de buenos veteranos. Pensar otra cosa es empeñarse en echar al pozo de Ayrón hombres y dinero. Ya le he dicho a Vd. mi secreto. Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos sólidos para concluir también con la anarquía que reina: aliando las fuerzas pasaremos por el mar para tomar Lima. Ese es el camino, y no éste, mi amigo. Deseo mucho que nombren ustedes alguno más apto que yo para este puesto, empéñese Vd. para que venga pronto ese reemplazante y asegúreles que yo aceptaré la intendencia de Córdoba. Estoy bastante enfermo y quebrantado; más bien me retiraré a un rincón y me dedicaré a enseñar a reclutas para que los aproveche el Gobierno en cualquier parte. Lo que yo quisiera que ustedes me dieran cuando me restablezca es el gobierno de Cuyo. Allí podría organizar una pequeña fuerza de caballería para reforzar a Balcarce en Chile, cosa que juzgo de grande necesidad si hemos de hacer algo de provecho, y le confieso que me gustaría pasar mandando ese cuerpo".
Rodríguez Peña, exintegrante del segundo Triunvirato, colaboraba con el Director Supremo, Gervasio Antonio Posadas, y a éste último envió días más tarde San Martín -que padecía vómitos de sangre de origen nervioso- un pedido de licencia por enfermedad. Concedida la licencia y designado reemplazante provisorio, el general Francisco Fernández de la Cruz, San Martín partió para las sierras de Córdoba. En junio continuaba con su grave problema de salud, por lo que el Gobierno le relevó definitivamente del mando del Ejército del Norte, que fue confiado al brigadier José Rondeau. EI 10 de agosto de 1814 se designó a San Martín gobernador intendente de Cuyo; a principios de septiembre ya estaba instalado en Mendoza, y las noticias que recibió de Chile le obligaron a modificar su proyecto.
El país trasandino había pasado de ser una dependencia del virreinato del Perú a capitanía general autónoma, regida por una persona que era a la vez jefe civil, militar y judicial en su triple calidad de presidente, gobernador y capitán general.
El clamor independentista de la Revolución de Mayo había hallado eco en Santiago: el 11 de septiembre de 1810 se constituyó una Junta presidida por el brigadier Mateo del Toro Zambrano que proclamó un gobierno autónomo y convocó un Congreso Nacional. La Junta chilena se dirigió a la de Buenos Aires asegurando su intención de actuar en forma conjunta: "Unas son nuestras ideas. Nuestra causa es la misma, y tan identificado nuestro interés, que Santiago mirará siempre con igual eficacia el suyo y el de Buenos Aires".
El cruce de los Andes. Óleo de Francisco Fortuny |
Nuestra Junta dispuso que el doctor Antonio Álvarez Jonte se trasladara a Chile y solicitara el envío de una fuerza expedicionaria de 2000 hombres destinada a frenar en el norte el avance de las tropas realistas del Perú, gestión que no tuvo mucho éxito -sólo unos 400 soldados- porque en Santiago se había desatado una lucha de ideologías. La Junta había sido reemplazada por un "Alto Congreso", presidido por Juan Martínez de Rozas, al que desplazó el 15 de noviembre de 1811 un motín que permitió adueñarse del poder a José Miguel Carrera.
Segundo de los tres hijos varones de un miembro de la nobleza, Ignacio Carrera y Cuevas, José Miguel estudió en Lima y luego en España. Enrolado en el ejército hispano, era sargento mayor cuando supo que su padre integraba como vocal la Primera Junta de Gobierno; pidió autorización para volver a Chile alegando quebranto de salud y en julio de 1811 llegó a Valparaíso. De ideas más radicales que las expuestas por la Junta, respaldado por el prestigio de su familia y con ayuda de sus hermanos Juan José y Luis, provocó el motín, venció a los partidarios de Martínez de Rozas en Concepción y disolvió el Congreso. Gobernó Chile como dictador hasta principios de 1813 en que un ejército de 6000 hombres enviado por el virrey del Perú invadió sorpresivamente el sur del país. Con complicidad de los elementos realistas que allí predominaban, ocuparon la región meridional del territorio chileno, mientras Carrera dejaba el gobierno a una Junta y reunía un ejército en Talca.
En esos cruciales momentos entró en escena Bernardo O'Higgins. Nacido en la ciudad chilena de Chillán en 1776, era hijo del irlandés Ambrosio O'Higgins y de la criolla Isabel Riquelme. El padre de Bernardo, marqués de Osorno y virrey del Perú desde 1796 a 1801, no pudo casarse con la madre de su hijo porque las leyes españolas prohibían a los funcionarios de la Corona contraer matrimonio con mujeres criollas. Bernardo fue educado en Inglaterra y regresó a Chile en 1802 para recibir por testamento la herencia paterna. Tomó parte en el movimiento emancipador y le nombraron coronel de milicias, pero, disgustado por el proceder de Carrera, dejó la capital y se estableció en su estancia "Las Canteras".
La invasión realista le hizo deponer rencores y se unió al ejército patriota, en cuyo auxilio acudió también una división argentina comandada por el coronel Juan Gregorio de Las Heras. En febrero de 1814 la Junta que reemplazaba a Carrera decidió su destitución, nombró general a O'Higgins y le dio el mando de las tropas. Carrera, explotando la confusión del pueblo, promovió un motín militar y retornó el poder por medio de otra Junta que lo designó presidente. El Cabildo se opuso, pidió ayuda a O'Higgins, y ambos bandos se enfrentaron en una contienda fratricida. Pero ya el ejército realista, dirigido por el general Mariano Osorio, avanzaba hacia Santiago; O'Higgins y Carrera dejaron de lado sus diferencias e hicieron frente al enemigo común, que el 2 de octubre de 1814 les infligió la gran derrota de Rancagua y devolvió Chile al dominio de España.
Virgen del Carmen |
Lo inmediato era poner orden. O'Higgins y los Carrera también habían cruzado el macizo andino; el primero, con sus oficiales, se abocó a reunir a los soldados dispersos y formar un batallón para sumarlo a las pocas tropas de que disponía San Martín. Los Carrera intentaron captarse la simpatía del gobernador, pero, ante la profunda brecha política existente entre los chilenos, San Martín ya había optado por O'Higgins; la historia demostraría lo muy acertado de esa resolución. Iniciaron entonces los Carrera sus idas y venidas tejiendo intrigas y forjando desatinados proyectos que entorpecían a quienes trabajaban seriamente por la independencia americana y que terminaron con los tres hermanos fusilados.
El primitivo plan de acción de San Martín "pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos sólidos para concluir también con la anarquía que reina…" descontaba la colaboración de un gobierno revolucionario que ya no existía. Para peor, Osorio, sospechando las intenciones de San Martín, destacó gran cantidad de soldados para vigilar los pasos de la cordillera. El gobierno de Buenos Aires, obsesionado con la frontera altoperuana, continuó enviando refuerzos a Rondeau y los negó a San Martín, quien tuvo que forjar su propio ejército. Disponía sólo de la agrupación de Las Heras, de regreso luego del desastre de Rancagua, y de las milicias cívicas de la provincia, dos escuadrones de caballería y dos de infantería. Para reclutar fuerzas adicionales hizo publicar un bando: "Todo individuo que se halle en disposición de poder llevar armas y no estuviese alistado en los cuerpos cívicos lo verificará en el término de ocho días y el que no lo verificase será reputado de traidor a la patria".
Ordenó, asimismo, incorporar a vagos y desertores presos, y agregó a sus tropas a oficiales y soldados chilenos. Es de destacar que muchos ingleses residentes en Mendoza -comerciantes, o soldados prisioneros o desertores de las invasiones inglesas de 1806 y 1807 que se quedaron en el país- decidieron constituir un batallón equipado por sus mismos componentes.
A ese primer bando siguió otro apelando al patriotismo de los cuyanos: "Tengo 130 sables arrumbados en el cuartel de Granaderos a Caballo por falta de brazos que los empuñen. Quien ame la Patria y el honor venga a tomarlos". Los 130 voluntarios se presentaron casi de inmediato.
La mayor fuente de ingresos de Cuyo había sido el comercio con Chile, anulado por el cierre de la frontera. Desplegando hábiles dotes de administrador, San Martín consiguió nuevos mercados dentro del país para los productores de la región, que así pudieron afrontar el incremento de los impuestos ya existentes y a otros que se agregaron, entre ellos "la contribución extraordinaria de guerra", cuyo monto se destinó a armar y equipar el ejército. Como "ingresos eventuales" redujo a la mitad su propio sueldo y el de los empleados de la gobernación. Demostró, además, ser buen juez de caracteres al apelar a un fraile franciscano para que dirigiera la fabricación de artillería; resultó el hombre adecuado. Mendocino, hijo de franceses, científico amateur, Fray Luis Beltrán había hecho sus votos en Santiago, apoyó la revolución chilena y regresó a Mendoza tras la derrota de Rancagua. Con 300 operarios transformó en cañones y balas el metal de las campanas que hacía bajar de los campanarios con aparatos inventados por él mismo. En sus ratos de descanso diseñaba máquinas que luego se usaron para atravesar la cordillera.
La pólvora se fabricaba hasta entonces en Tucumán y Córdoba y costaba 8 pesos la arroba; San Martín halló al hombre idóneo para fabricarla en Cuyo. Tucumano, con estudios de ingeniería, física y química, el sargento mayor José Antonio Álvarez Condarco utilizó el salitre de la zona para hacer pólvora de excelente calidad a un costo de 3,50 la arroba.
Vestir a la tropa requirió que dos comerciantes textiles fabricaran un tosco paño azul. Las damas mendocinas, lideradas por la joven esposa del gobernador, María de los Remedios Escalada, confeccionaron los uniformes, donaron sus alhajas a fin de adquirir equipos para el ejército, prepararon víveres para la expedición y vendas para los heridos.
El cúmulo de tareas no daba respiro a San Martín y le decidió a contratar un secretario. Su elección recayó en un emigrado chileno, José Ignacio Zenteno, a quien apodaban el filósofo. Luego de la liberación de Chile, Zenteno participó en política, llegó a ser brigadier del ejército, Ministro de Guerra de O' Higgins y vicepresidente del Congreso, y fundó el diario El Mercurio, de Valparaíso.
Mientras cuidaba de la administración de Cuyo y organizaba su ejército, San Martín seguía atentamente lo que ocurría en Chile. La restauración realista fue trágica para el pueblo chileno, que pagó su revolución con encarcelamientos, persecuciones y fusilamientos indiscriminados, todo lo cual fomentó la rebelión.
Billete de cincuenta pesos moneda nacional. Vigente desde 1942 a 1960 |
Mientras en el linde altoperuano Martín Miguel de Güemes hacía la guerra gaucha, San Martín, desde el pie de los Andes, hizo lo que llamó la guerra de zapa. Llenó Chile de agentes secretos que no sólo le informaban de cuanto sucedía hasta en el cuartel general del Estado Mayor realista, sino que divulgaban falsas noticias acerca de lo que ocurría en Cuyo. En 1815 el mariscal Francisco Casimiro Marcó del Pont reemplazó al general Osorio como Capitán General de Chile. San Martín sabía algo que jugaba a su favor: del Pont, pese a su elevado rango, carecía de capacidad militar. Ese mismo año de 1815 los realistas planeaban invadir Mendoza, intención que neutralizó San Martín haciéndoles llegar, por medio de cartas fraguadas, la información de que un gran ejército estaba listo para invadir Chile y una escuadra argentina navegaba hacia costas chilenas. Esto último era verdad, ya que Guillermo Brown e Hipólito Bouchard se dirigían al Pacífico para hacer la guerra de corso contra Chile y Perú. (2)
El año 1816 fue tan trascendental para nuestro país como para el futuro Libertador. En lo personal, el 24 de agosto nació su hija Mercedes Tomasa, que pasó a la historia como la infanta mendocina. La apadrinaron el 31 de agosto Álvarez Condarco y la señora Josefa Álvarez, uniendo al general y al sargento mayor con el parentesco de compadres. Durante la etapa chilena, Álvarez Condarco se desempeñó como ayudante de campo de San Martín y luego fue su secretario particular.
En lo oficial, la proclamación de nuestra Independencia en el Congreso de Tucumán representó un gran aporte para la empresa que preparaba. Aunque no estuvo presente en el Congreso, influyó en éste con sus portavoces, los diputados por Cuyo, y con su concordancia con Manuel Belgrano, cuyo discurso impulsó la redacción del acta del 9 de julio en que se declaró que "era voluntad de las Provincias Unidas de Sud-América, romper los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España...". San Martín y sus tropas ya no eran vasallos rebeldes de una monarquía europea sino representantes de una nación independiente, dispuestos a liberar otros países americanos.
En lo estratégico, San Martín, gracias a la memoria topográfica de Álvarez Condarco, conocía la configuración de los pasos cordilleranos y de la región chilena en que se encontrarían tras el cruce. Álvarez Condarco había cumplido una misión más que riesgosa ordenada por su comandante: "Marchará Vd. por el camino de Los Patos, que es el más largo, y como es seguro que Marcó lo despachará con cajas destempladas por el camino más corto, si no lo manda fusilar, regresará Vd. por el de Uspallata y a su vuelta reconstruirá el croquis de ambos caminos".
Todo ocurrió como lo había previsto San Martín, ya su regreso el valeroso enviado trazó con asombrosa precisión un mapa de ambos trayectos.
En lo estrictamente castrense, a fines de ese año el ejército, instalado en barracas en la localidad de El Plumerillo, cercana a la ciudad de Mendoza, ya estaba capacitado, armado y equipado. Lo formaban 5423 hombres, de los cuales 3778 eran combatientes, 1392 auxiliares, 15 empleados civiles, 207 oficiales, 28 jefes y 3 generales. Disponían de 18 cañones, 1500 caballos y 9280 mulas.
Para fortificar el espíritu tanto cívico cuanto religioso de las tropas, San Martín organizó una solemne ceremonia en la catedral de Mendoza. Las tropas, con uniforme de gala, juraron fidelidad a la bandera del Ejército de los Andes, confeccionada por las damas mendocinas, y en el mismo acto fue impuesta la Virgen del Carmen, muy venerada en Cuyo, como patrona del ejército. San Martín tomó la bandera, que se hallaba en una bandeja, colocó su bastón de mando en la mano derecha de la imagen de la Virgen y dijo: "iSoldados! iEsta es la primera bandera independiente que se bendice en América! ¿Juráis sostenerla hasta la muerte como yo lo juro?": "¡Lo juramos!" fue la unánime respuesta. Una salva de 25 cañonazos y una triple descarga de fusilería saludó a la bandera que cruzaría la cordillera de los Andes para llevar la libertad a Chile y al Perú.
(1) Documentos, Tomo VII - Documentos para la historia del Libertador general San Martín, 10 tomos editados en Buenos Aires por el Ministerio de Educación entre 1953 y 1970.
(2) "El Restaurador", N° 14, Marzo 2012. Corsarios de la independencia sudamericana: Hipólito Bouchard