jueves, 1 de diciembre de 2016

10° Aniversario de El Restaurador

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pag. 16   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

El Restaurador - 10° Aniversario

Periódico El Restaurador
A principios de diciembre de 2006, apareció el primer número del periódico cultural-histórico "El Restaurador". En aquél momento, me propuse que el mismo fuera de aparición trimestral a editarse en los meses de marzo, junio, setiembre y diciembre de cada año.
 
En las páginas del periódico se ha difundido lo que considero que es la verdad histórica, que fue el motor que me impulsó a trabajar durante todos estos diez años. Bien valió el sacrificio de encarar esta tarea. El convencimiento de defender una causa justa, da más fuerzas de las que uno tiene y templa el espíritu. Como dice el Salmo 44, "Levántate y combate por la verdad, la piedad y la justicia".

Con orgullo puedo decir que todas las metas trazadas en aquel inicio, se han cumplido a lo largo de estos diez años. La publicación ha sido contínua e ininterrumpida y con este N° 41 que el lector ya tiene en sus manos, comenzamos la segunda década.

En este momento, corresponde un reconocimiento especial a mi amigo, el Dr. Alejandro Pedro Alerino y un recuerdo a mi padre Bruno Chiviló, quienes cuando a mediados del año 2006, se me cerró una puerta en una publicación similar y que yo también había fundado, me instaron a publicar una nueva y que resultó ser "El Restaurador".

También agradezco a mi amigo el Dr. Guillermo María Masciotra, quien desde el primer día es un colaborador extraordinario y difusor incansable de este medio cultural.

Gracias también a los lectores quienes número a número siguen apoyando y especialmente a los amigos que con su propaganda o colaboración, posibilitan que este periódico pueda seguir editándose.

No puedo olvidar mencionar a las siguientes personas, autores de diversos artículos que fueron publicados a través de estos años y que prestigiaron esta publicación, por el orden del número de su publicación, ellos son: Sra. Elisa Corina Bacigaluppi, Dr. Guillermo María Masciotra, Prof. Marta H. Loureiro, Sra. María del Carmen Rosario Lorenzo Suárez, Dr. Sandro F. Olaza Pallero, Prof. Beatriz Celina Doallo,  Dr. Carlos Manuel Torreira, Ing. Alberto J. Bondesío, Dr. Oscar J. C. Denovi, Sr. Eduardo Rosa, Dr. Federico Manuel Julián Gamas, Académico. Bernardo Lozier Almazán, Dr. Omar López Mato, Prof. Carlos Adamo Barbera, Dr. Marcelo Gullo, Ing. Leonardo Castagnino, Dr. Edgardo Atilio Moreno, Dr. Jorge Oscar Sulé, Sr. José Luis Muñoz Azpiri (h), Prof. Nora A. Fasani, Dra. Cristina Minutolo de Orsi, Arq. Manuel Schávelzon, Sr. Waldemar M. Caruso, Sr. Humberto F. Leonelli, Prof. Norberto E. Chindemi, Sr. Fabián D'Antonio, Sr. Mario Meneghini,  -creo no haberme olvidado de nadie-.

Este periódico, con vocación democrática y con espíritu amplio, abrió sus páginas, para que escribieran personas a las cuales no conocía personalmente, que mandaron sus artículos, que en muchos casos se publicaron y que en otros se mantienen reservados para ver la oportunidad de hacerlo. 

También se publicaron artículos de personas con pensamiento histórico distinto a la orientación de este periódico e incluso hubo un interesante debate de ideas, entre quien esto escribe y el Dr. Omar López Mato, en el que primó por sobre todas las cosas la corrección y el respeto, como no debe ser de otra manera en estos casos.

El periódico cuenta con la versión PDF para su distribución por Internet y ahora esa versión es en colores.

También puedo decir con orgullo que la colección completa encuadernada de "El Restaurador", forma parte del acervo bibliográfico de la Biblioteca Nacional.

            De nuevo MUCHAS GRACIAS.

                                                                       Norberto Jorge Chiviló

                                                                                  Director

San José Gabriel del Rosario Brochero

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pag. 15 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 


SAN JOSE GABRIEL DEL ROSARIO BROCHERO

Una estampa de su vida.

Por Guillermo M. Masciotra


Padre Brochero
Con motivo de la elevación a los altares del sacerdote argentino, que dedicó su vida a la actividad pastoral, asistencial y del desarrollo de obras de infraestructura que mejorarían la calidad de vida de los pobladores de los sectores menos comunicados de la Provincia de Córdoba, deseamos que sea conocido un testimonio escasamente divulgado de su vida.

Vamos ahora a destacar su compromiso con la búsqueda de aquellos, que se encontraban más lejos de la palabra de Dios y es precisamente su relación con el personaje que nació y vivió en ese gran sistema de lagunas y salinas ubicado en el territorio las provincias de San Juan, San Luis y Mendoza; hablamos de la relación que mantuvo el Padre Brochero, con el caudillo José Santos Guayama, indomable gaucho, que integró las filas de Ángel Vicente Peñaloza y Felipe Varela, y a quien se lo conocía como un gaucho lagunero.

Quién fuera teniente en las filas de Peñaloza y teniente coronel de las tropas de Varela, e integraba el gauchaje que conformaba esa “caballería irregular“ que era la montonera, fue activo partícipe de la rebelión de las Lagunas de Guanacache, Desaguadero y Bebedero, cuando comenzaron las obstrucciones y desvíos en los cauces de los ríos Mendoza, San Juan y Desaguadero.

Guayama, que se había casado con Agapita González tuvo dos hijos, convivió con las comunidades huarpes y su muerte fue anunciada en repetidas ocasiones durante los últimos años de su vida. Conocedor de la situación en que se encontraba este gaucho, con pedido de captura, perseguido y rodeado por fuerzas policiales y nacionales, sin el apoyo ni la protección política de los gobernantes que lo acercaban con promesas en las elecciones, y con escasos seguidores, Brochero decidió ir en su búsqueda como siempre intentaba con los fieles más lejanos, deseando devolverlo a la vida civil luego de tantos años de lucha. Su tenacidad en todas las tareas emprendidas, significaba que no se detendría hasta encontrarlo y convencerlo de una nueva vida.

No se puede afirmar con exactitud que fueran amigos, pero seguro que no eran adversarios, al contrario, el tal vez ultimo montonero tenía en claro la obra sacerdotal de Brochero que se expandía.

Así el cura cordobés tomó contacto con algunos de los últimos seguidores del caudillo, para que le hicieran llegar el mensaje que deseaba verlo. Finalmente acompañado por un  guía conocido de Guayama, partió para La Rioja, deambuló sin resultado, ya que Guayama, recelando tal vez, eludió la entrevista.

No abandonó la búsqueda y el intento de acercarse al gaucho lagunero para redimir su vida, la fibra del espíritu lo había constituido al P. Brochero en un incansable sacerdote que siempre estaba con el dolor y la adversidad, lo siguió buscando, sin persecución pero sin pausa, así logró finalmente entrevistarlo donde le planteó propuestas de ayuda económica, una nueva vida y gestiones para lograr su indulto.

Era el gesto humanitario del Pastor que busca hasta la última oveja, que procuraba establecer con sus actitudes un estilo de vida. En la realidad ambos configuraban una amistad desde posiciones encontradas, pero destinadas para lograr el bien común y aspiraba también a que Guayama fuera ejemplo, para redimir a otros individuos, pues así como visitaba enfermos reconfortándolos en la enfermedad, no vacilaba tampoco en concurrir al escondite del prófugo para encaminar al díscolo, explicar el tiempo histórico que se imponía y que era imposible seguir escondido y vivir en una fuga permanente.

Guayama, prometió estudiar las ofertas y propuestas del sacerdote, seguramente impresionado por la sinceridad y buena fe del religioso. La mejor prueba del gesto lo compone el hecho, que cuando es detenido en San Juan, estando prácticamente solo y sin resguardo, intuyendo lo que podía pasarle, desde la cárcel -donde será pasado por las armas-, le escribió al P. Brochero para que le salve la vida. Lamentablemente la carta llegó muy tarde a manos del hoy Santo.

José Santos Guayama fue fusilado y sepultado en San Juan.

El Combate de Vuelta de Obligado según la prensa

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pags. 12 a 14  

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

El Combate de Vuelta de Obligado según la prensa

En el N° 17 de este periódico -pags. 14 a 16- publicamos bajo el título "A 165 años del Combate de la Vuelta de Obligado - Su desarrollo contado hora a hora" las notas tomadas de la cartera de bolsillo por el comandante de la 1° Batería "Restaurador" , teniente de Marina Álvaro José de Alzogaray, en los días 18, 19 y 20 de noviembre de 1845. 

En el presente número ofrecemos a los lectores, lo publicado sobre aquel combate en La Gaceta Mercantil de Buenos Aires y en Le Patriote Français de Montevideo en su edición del 28 de noviembre de 1845

Guerra del Paraná
Battle of Obligado. Acuarela sobre papel de C.J. Hodges. Colección Horacio Porcel.

En la ilustración de arriba, se visualiza al medio los distintos navíos anglofranceses; detrás y a la derecha, se observan las barcazas que unidas por cadenas cerraban el paso río arriba y abajo se pueden apreciar los pequeños barquichuelos  preparados por las fuerzas argentinas con material inflamable con el fin de que una vez prendido fuego y arrastradas por la corriente del río, incendiaran los barcos invasores.

La Gaceta Mercantil

Tenemos la más legítima satisfacción y honor en publicar el parte del glorioso y memorable combate que han sostenido el 20 de noviembre contra las escuadras Inglesa y Francesa en el río Paraná las fuerzas Argentinas defensoras del Paso de Obligado a las órdenes del General Lucio Mansilla, Comandante en jefe accidental del Departamento del Norte.

El territorio Argentino ha sido atacado por las fuerzas Anglo-Francesas sobre las márgenes del río Paraná. La poderosa artillería de las escuadras combinadas Francesa e Inglesa ha destruido en ocho horas consecutivas de vivo fuego nuestra baterías, compuestas de 35 piezas de los calibres de 4, 8, 10, 12, 16, 18, y 24, servidas por artilleros y soldados improvisados, cuyo valor heroico no han podido abatir los invasores, a pesar de la inmensa ventaja de sus fuerzas de artillería y de sus cañones, y del valor e intrepidez que han desplegado en el ataque. ¡¡Cuántos de esos jefes y oficiales enemigos, mirando por el orgullo de su país, habrán sentido el pesar de verse implicados por la triste arbitrariedad de los Ministros Ouseley y Deffaudis, en una guerra tan injusta, y tan sin gloria para la Francia y la Inglaterra!!

Un General Argentino, célebre por sus hechos militares y consagración a la Causa Americana, guiando a estos bravos Argentinos, ha justificado por un acto de heroísmo la confianza de que en sus manos flamearía sin mancha el pabellón Argentino.

El General Mansilla, los valientes jefes, oficiales y soldados de su mando, han mostrado en esta jornada de honor inmenso, que los Argentinos están firmemente resueltos en defensa de su independencia y de su honor, a resistir el poder de la Inglaterra y la Francia. Nuestros enemigos, cuyo poder naval no ha resistido ninguna nación, los valientes jefes, oficiales y marinos Ingleses y Franceses que se han batido con nuestros valientes, han visto de cuánto son capaces y están resueltos a hacer los Argentinos en defensa de su honor e independencia, aun donde no alcanza el poder de sus lanzas victoriosas. Ellos son los mejores testigos de la gloria nacional en la heroica jornada del 20 de noviembre.

Sobre la cratera de un volcán de balas, bombas, proyectiles, granadas y metralla, esas improvisadas fuerzas Argentinas han sostenido en una frágil explanada, en tan desigual combate, con altivo y noble valor, el glorioso pabellón de la Confederación.

Argentina, radiante de gloria inmortal. Este hecho de armas se recordará siempre entre los más gloriosos de la independencia Americana. La toma de 19 cañones de nuestras baterías por el enemigo, sólo tuvo lugar después de ocho horas de un combate heroico, después de que un aparte de nuestras piezas de artillería habían sido desmontadas, y puestas fuera de combate, por muertos y heridos, la mayor parte de nuestros artilleros, por los poderosos fuegos del enemigo, después de que ya se habían concluido las municiones, y cuando el mismo General Argentino, al emprender personalmente una carga a la bayoneta con la infantería para resistir las fuerzas del desembarco, cayó por un golpe de metralla y quedó fuera de combate. Aún entonces disputaron el terreno de nuestras fuerzas, salvaron toda la artillería volante, y tomaron posición cerca del enemigo, sitiándolo inmediato al alcance de sus cañones. La gloria de resistir por tanto tiempo con tanto efecto y valentía el poder naval Anglo-Francés, es un suceso nuevo que revela el heroísmo y enaltece la gloria del pueblo Argentino.

San Juan de Arce, Amberes, San Juan de Huíos, Tánger, Mogador y otras fortalezas, plazas y castillos de mar y tierra, coronados de gruesa y numerosa artillería, defendidos por fuerzas considerables, expertas y valientes han cedido rápidamente al poder naval, y a la poderosa artillería de la Inglaterra y de la Francia. En una hora han sido destruidos y tomados.

Los Argentinos no han perdido esos 19 cañones sino cuando estaban concluidos todos los medios de resistencia, salvando aun así completamente toda la artillería volante, sin dejar prisioneros ni rendidos, después de ocho horas de un vigoroso combate en que el enemigo ha sufrido sangrientos estragos en sus soldados y marinos, y considerables averías es sus orgullosos bajeles.

La bandera Americana sobre las baterías de Obligado tiene este lauro, este hecho de armas nuevo en la guerra, que honra a una nación amante de la libertad, del honor y de la gloria, y que muestra a la América y al mundo la dignidad con que defiende su independencia, sus derechos, sus tierras, sus ríos y su honor.

Elevemos nuestros fervientes votos al Árbitro Supremo de la libertad, por el honor inmenso que resulta al país de este memorable combate. Grande es la gloria nacional del 20 de noviembre, y esclarecido el renombre de los Argentinos que han combatido con denuedo inmortal.

La sangre Argentina ha corrido, pero doble mayor es la sangre Francesa e Inglesa que ha enrojecido las aguas y las márgenes del Paraná. Nuestra frágil batería ha sido destruida; más la poderosa flota enemiga ha sufrido grandes pérdidas.

Ciento trece cañones del más grueso y poderoso calibre, de a 24, 32, 48, 64, y 80, el número de artilleros infinitamente mayor, y la consumada pericia de éstos, daban a los Anglo-Franceses el poder de destruir aquel baluarte desigual, defendido por el valor Argentino. Tenían la inmensa superioridad del calibre, del número de piezas, y en la misma proporción la actividad, rapidez y ventaja en el manejo de la artillería denodadamente dirigida Tenían infinita cantidad de proyectiles destructores, que no tenían allí los Argentinos. El ejemplo de los Ministros de Inglaterra y de Francia, que sin precedente declaración de guerra nos han agredido así, autoriza a emplear medios más poderosos y mortíferos de defensa de nuestra costa contra las fuerzas navales enemigas, que el Gobierno Argentino con admirable moderación no ha querido permitir se empleasen, ni aun en esa irritante circunstancia en que los ríos interiores y litorales Argentinos han sido tan injusta e inauditamente invadidos.

Esta jornada memorable ha multiplicado nuestras fuerzas.

El país, inflamado por un sacudimiento glorioso, despliega el más heroico entusiasmo e impotente unanimidad. No ha manchado ninguna defección tanta gloria. El momento en que los Ministros de Inglaterra y de Francia calcularon sucesos funestos a la libertad de la República, ha reunido todas las fuerzas, ha manifestado, con la actitud más firme y valiente, la resolución profunda y la voluntad invariable de la nación. Los valientes de Obligado han consignado con su heroísmo una declaración elocuente y gloriosa del sentimiento nacional.

Los invasores, a pesar del valiente arrojo que han mostrado delante de tan inesperada e inmortal resistencia de las fuerzas Argentinas, naturalmente no han podido avanzar más allá del alcance de sus cañones.

La conducta de los jefes y oficiales Franceses e Ingleses, después del combate, los honra y muestra el respeto que han tributado a un enemigo valiente y generoso, y a una causa justa.

Según el último parte del teniente Coronel D. Juan Thorne al General en Jefe, no han hecho botín: han respetado los alojamientos y propiedades; y no han desordenado su valor con ningún acto reprobable. No pocos de esos mismos jefes y oficiales de la marina de Francia y de Inglaterra, contra sus convicciones y conciencia habrán combatido por subordinación, por deber y por honor, en ese ataque injustísimo en todos los sentidos, inútil en todas sus consecuencias y resultados, y contrario a la humanidad.

Ellos han salvado el renombre de valientes, peleando con adversarios capaces de valorarlo, como de resistirlos gloriosamente.

Mas la responsabilidad de la sangre que tan copiosamente ha corrido es enteramente de los Ministros de Inglaterra y de Francia, contra las declaraciones más solemnes y explícitas de sus respectivos gobiernos que, no habiendo declarado la guerra, no es creíble que aprueban tan deplorables excesos. Se agregan a los fuertes cargos que pesan sobre aquellos Ministros, por su injusticia y ansia horrible de destrucción inútil, de efusión de sangre, y de calamidades y horrores de una guerra sin causa y sin porvenir para los intereses bien entendidos, y para el honor y gloria de sus respectivas naciones.

Queda a ellos sólo este anatema de la justicia y de la humanidad.

A ellos tendrán que dirigir los jefes Ingleses y Franceses el parte de esta sangrienta batalla, la relación del heroísmo con que una nación nueva, generosa y valiente sostiene el juramento santo de su independencia, sus derechos, su territorio, y sus hogares: derechos los más sagrados de la civilización y de la humanidad: a ellos, que aún osarán titularse “Ministros de paz y de amistad”.

El General Mansilla, aliviado de la gloriosa herida que recibió en el combate, guarnece con las fuerzas de su mando el litoral del Paraná, y ha dispuesto las medidas necesarias a la ulterior defensa.

Puede calcularse el inmenso número de balas y proyectiles que arrojaron las escuadras coligadas Inglesa y Francesa sobre nuestras gloriosas baterías, por el hecho de que éstas dispararon sobre los enemigos las cuatro mil balas de cañón que tenían, incluyendo la artillería volante.

La conducta del General, Jefes, Oficiales, y soldados Argentinos se recomienda altamente por sí misma al aprecio de todos los amigos de la libertad y del valor.

Nos es muy grato y honroso felicitar íntimamente al bravo benemérito General D. Lucio Mansilla, y a los denodados, Jefes, Oficiales y soldados que tan dignamente manda.

El valor con que han combatido tan gloriosamente contra el poder naval de la Inglaterra y la Francia en el Río Paraná, es digno de las congratulaciones de la Confederación Argentina, del patriótico entusiasmo que les dedica la provincia de Buenos Aires, y de las simpatías universales que se conceden siempre a todos los valientes que defienden con heroico denuedo su independencia y honor nacional.

Nos es también muy satisfactorio publicar la honorífica y expresiva contestación del Gobierno al parte de esta jornada gloriosa del valor Argentino; y felicitar intensamente a los Gobiernos de la Confederación Argentina, al ilustre Presidente Oribe, a los esclarecidos Generales Urquiza y Pacheco, a los Ejércitos Orientales y Argentinos, y a sus denodados Generales, Jefes, Oficiales y soldados.

¡Honor a los bravos defensores de la independencia nacional, y al intrépido General que tan gloriosamente los ha comandado!


Le Patriote Français 

El 20 del actual las posiciones del enemigo en el Paraná fueron atacadas por las fuerzas anglofrancesas. La resistencia fue obstinada. El combate duró desde las 10 horas hasta las 7 p.m.; cuando habían sido tomadas todas las baterías, y el enemigo destrozado con pérdidas considerables. 

Al ser ocupadas las baterías fueron hallados 250 muertos en uno, y 160 en otro, todos ellos negros. Se capturaron 22 piezas de artillería. Cuando la infantería del enemigo comenzó a retroceder su propia caballería cargó contra ella para obligarla a reanudar el combate. Es así como luchan los voluntarios de Rosas. 

Las bajas de las fuerzas combinadas son, de parte de los franceses, 18 muertos y 70 heridos. Entre los muertos está Michaud, teniente segundo del St. Martin, y entre los heridos están el teniente Hello, del mismo barco; Vemex, de la Pandour, Simonneau, de la Expeditive y Dariel, de la Fulton. 

Los ingleses tuvieron 10 muertos y 25 heridos; entre aquellos el teniente Brickdale, de la Firebrand; y Mr. Andrews, de la Dolphin. 

La Dolphin recibió 107 balas y la Fulton 104. El St. Martín estaba totalmente averiado. 

Los franceses dispararon alrededor de 1.500 balas de cañón. Varios de los cañones enemigos fueron desmontados en el momento del desembarco, que terminó con el combate. 

Hemos sabido de una fuente auténtica los siguientes detalles, que nos coloca en conocimiento de los resultados obtenidos: 

El 18 del actual las fuerzas combinadas anclaron a unas tres millas de la Punta de Obligado. Al amanecer del 19, la posición del enemigo fue reconocida y ambos comandantes estaban convencidos de que la posición y la construcción de las baterías demostraban gran eficiencia militar. Había cuatro baterías, dos a una altura de 60 pies por encima del nivel del río y dos en terreno bajo. Estas tenían 22 cañones, de 32, 28, 24, 18 y 12 libras, protegidas por fuertes instalaciones de argamasa; una línea de 24 embarcaciones, unidas por tres cadenas, cerraba la entrada al canal del río, que en este lugar tiene 800 yardas de ancho; en un extremo de esta línea fueron colocados diez barcos de fuego, y en el otro extremo se estacionó un bergantín de seis cañones. 

Según informaciones de todas fuentes, había unos 3.000 hombres de todas las armas para defender esta posición. 

Habiéndose decidido el plan de ataque, las divisiones tomaron posición de la siguiente manera: al norte, bajo el mando del capitán Trehouart; la corbeta Comus, comandante Inglefield; la Pandour, al mando del teniente Du Pare; y la Dolphin, teniente Leving. La segunda división al mando del capitán Sullivan; la corbeta Expeditive, teniente Miniac; el bergantín Fanny, teniente Key; y el bergantín Procida, teniente Marriere de la Riviére. 

Estas divisiones debían anclar a norte y sur, a una distancia de 700 yardas; mientras que los vapores Gorgon, capitán Hotham (comandante); Fulton, capitán Mazeres; y Firebrand, capitán Hope, anclaron a 1.500 yardas de la batería más distante. 

En la mañana del 20 había bruma, pero despejó hacia la hora 8, con una brisa fresca del sur; a los 43 minutos después de la hora 8 la división sur levó ancla, y a poco fue seguida por el St. Martin, Comus, Dolphin y Pandour. La corriente corría a razón de tres millas por hora. 

A los 50 minutos, después de la hora 9 las baterías abrieron fuego contra la Philomel y el resto de la división sur. La del norte no perdió tiempo en tomar posición; el viento amainó en el momento en que el cañoneo se generalizó y algunas embarcaciones estuvieron obligadas a anclar a dos cables más allá de las posiciones asignadas. 

A las 10 y media la acción se hizo general y si bien podemos percibir, por el efecto del fuego de los cañones de la escuadra, que el fuego de las baterías era irregular, aun así la resistencia fue obstinada; las posiciones de los artilleros que alcanzaban el fuego de los barcos eran inmediatamente relevadas; y, debe decirse, que la caballería enemiga emboscada en un monte, masacraba sin piedad a la infantería que intentaba fugar. A las 12 y media el bergantín enemigo Republicano estalló a raíz de ser alcanzado por un cohete de la Dolphin. Los barcos de fuego no tuvieron efecto a raíz de la corriente. En ese momento el capitán Hope, de la Firebrand, se embarcó para cortar las cadenas; y el éxito coronó sus esfuerzos, y abrió un pasaje, por el que pasó la Fulton a la hora 1, tomando a las baterías enemigas por el flanco; le siguieron rápidamente la Gorgon y la Firebrand.

Un instante antes de la maniobra el fuego de la costa había dañado desastrosamente al St. Martin y a la Dolphin. Parece que el enemigo se concentró en el primero de estos barcos, que, habiendo sido cortado su cable, derivó con el viento y recibió algo como 100 balas. La Expeditive y la Comus llegaron en apoyo de los barcos en el flanco, y se apostaron al alcance de fuego de mosquete de las baterías. 

El fuego enemigo ya había declinado y para la hora 4 de la tarde tan solo disparaban irregularmente. A esta hora el comandante inglés dio orden de ir a los botes, que debían unirse junto a la Gorgon y la Firebrand. El comandante francés, al mismo tiempo, dio orden de apoyar valerosamente al desembarco. A las 6 menos cuarto el capitán Hotham desembarcó con 325 hombres, infantes y marinos; un destacamento al mando del capitán Sullivan fue recibido en la cima del barranco con un fuerte fuego de mosquetes, pero el arribo del resto de la fuerza al mando del capitán Hotham obligó al enemigo a retirarse, al mismo tiempo el comandante francés hizo su desembarco y tomó las tres primeras baterías, cuya destrucción de inmediato ordenó. A la mañana siguiente se desembarcaron fuerzas de relevo y se completó la total demolición de las posiciones enemigas. Diez piezas de cañón de bronce fueron embarcadas, y el resto tiradas al río.

Juzgado por el número de muertos hallados en las baterías, así como el de carros usados todo el día para transportar a los heridos del lugar de la acción, las bajas enemigas han sido computadas en 400 hombres. El 21 las fuerzas combinadas permanecieron en tierra sin acoso del enemigo.

Se nos asegura que el capitán Hotham no halla los términos suficientemente fuertes para halagar a su colega francés, el capitán Trehouart, a quien dirigió las siguientes palabras: "Si existen hombres que merecen el nombre de bravos, son usted y sus tripulaciones".

El hombre y su época - Hipólito Yrigoyen

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pag. 11 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  

EL HOMBRE Y LA ÉPOCA

Diego Luis Molinari
Hipólito Yrigoyen

El gobierno de Yrigoyen se inició en horas luctuosas para la humanidad. La guerra que había estallado en 1914 no tenía, en octubre de 1916, perspectiva alguna de terminación. Los pueblos más alejados del conflicto eran poco a poco arrastrados hacia la vorágine… 

Yrigoyen tuvo desde que asumió el mando, una visión clarísima de su responsabilidad como gobernante, y de la trascendencia de las horas históricas en que le tocaba actuar. 

Hoy, pasados los sucesos, puedo volver sobre aquellas tremendas jornadas con la mente libre de los espejismos que los acontecimientos motivaron, y me doy cuenta que, entre todos nosotros, él fue el único que jamás perdió su serenidad y su orientación. 

La razón es simple. Yrigoyen llegaba al gobierno como encarnación de un movimiento de opinión nacional, cuyos primeros avances databan de un cuarto de siglo atrás. La lucha cívica en pro de la conquista de las libertades públicas, y el afianzamiento de los principios democráticos, venía a tener el término anhelado con su presidencia, al propio tiempo que le entregaba la pesada responsabilidad de guiar los destinos del país en la hora más difícil de la historia de la humanidad. 

El era el hombre. Detrás de él, con la mirada fija en sus actos, y los brazos listos para la acción, permanecía el Partido Radical, que en este momento venía a ser la única garantía de estabilidad institucional, frente a los pavorosos problemas, económicos y sociales que el conflicto originaba. 

La democracia había de ser, en muchos países, una consecuencia de la guerra mundial. Entre nosotros fue la obra de un partido poderoso guiado por un hombre fuerte… 

Diego Luis Molinari


Traspaso de mando

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pag. 10 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  

La crónica de lo acontecido el 12 de octubre de 1816, con la asunción de la presidencia de la Nación por Hipólito Yrigoyen y que publicamos a continuación, apareció en la revista "Caras y Caretas" N° 942 del día 21 de octubre de ese año.

Asunción de la presidencia por Yrigoyen
Hipólito Yrigoyen, después de prestar juramento como Presidente de la Nación


El nuevo gobierno nacional - Transmisión del mando

Desde las primeras horas de la tarde, la aglomeración de personas deseosas de presenciar la entrada del nuevo magistrado en el Palacio Legislativo era tal, que se hacía imposible transitar por los alrededores del Congreso. Los edificios que dan a la plaza se hallaban cuajados de gente, y en puertas, ventanas, balcones y azoteas bullía una multitud que aguardaba impaciente la llegada del doctor Irigoyen. A las 3 y 10 hacía su entrada al Congreso por la calle Victoria, y a las 3 y 15, con una regularidad cronométrica, se presentaba al recinto legislativo, donde se lo recibió con una ovación estruendosa. La asamblea se puso de pie, y senadores y diputados miraban con curiosidad al hombre que sin haberse dejado ver gozaba de popularidad en toda la República, y que entonces contemplaban, la mayoría de los legisladores, por vez primera.

Al doctor Irigoyen no le emocionó, al parecer, el acto tan significativo, y digno y sobrio, leyó la fórmula del juramento sin que sus nervios delataran una emoción. El entusiasmo del público que llenaba palcos y galerías se traducía en grandes salvas de aplausos y en una continuada ovación salió a las gradas del palacio, donde el público al verlo aparecer estalló en vivas estruendosos y delirantes.

La plaza presentaba un golpe de vista magnífico: todo aquel pueblo, en su entusiasmo desbordado, quería rendir su caluroso homenaje al hombre que acababa de ser consagrado, por la Constitución, Presidente, y le vivaba a pleno pulmón; otros más exaltados y partidistas, en un arranque de entusiasmo, desataron los caballos de su coche para llevarle en triunfo a la Casa Rosada. La escolta trató de evitarlo, pero fue imposible, y el doctor Irigoyen tuvo que aceptar ese homenaje.

Y en brazos del pueblo, se lo vio pasar por entre una compacta multitud por toda la Avenida hasta la Plaza de Mayo, de pie sobre el carruaje, ostentando una noble y arrogante figura, y un gesto de hombre que tiene conciencia de su poder, y saludando serenamente a las multitudes que lo aclamaban.

Por fin pudo llegar a la Casa Rosada, y hubo necesidad de que los granaderos contuvieran al pueblo que, a todo trance, quería entrar en ella, y que vivaba el nombre de su ídolo.

Al presentarse en el salón blanco continuaron las ovaciones, y el doctor de la Plaza, en breves palabras, hizo entrega al nuevo mandatario de las insignias presidenciales; el señor Irigoyen contestó a los augurios de su antecesor, y en seguida pasó a un salón contiguo, para volver a poco, con su pecho cruzado con la banda presidencial, banda ésta que no tiene el escudo nacional, sino el sol de nuestra bandera.

Entonces se le presentó al cuerpo diplomático, y en seguida pasó al balcón de la Casa de Gobierno para presenciar el desfile. La muchedumbre, al verlo aparecer, gritó frenética de entusiasmo, y lo vitoreaba con delirio agitando los sombreros y haciendo flamear millares de banderitas argentinas.

El público no se cansaba de vivar, y el doctor Irigoyen para sustraerse a los entusiasmos partidistas, pidió que desalojaran la calzada; pero la multitud, como un alud, rompió el cordón policial y se desparramó por los alrededores de la Casa de Gobierno.

El primer acto de mandatario del doctor Irigoyen fue extender el decreto nombrando Ministro del Interior al doctor Ramón Gómez, y poco después integraba su gabinete, pasando a celebrar el primer acuerdo.

Mientras este acto se verificaba en la Casa de Gobierno, el doctor de la Plaza era objeto, en la suya, de una manifestación de simpatía por distinguidos ciudadanos, que quisieron rendirle un cariñoso y desinteresado homenaje.

Entre tanto, en el acuerdo el nuevo ministerio, como deseoso de justificar sus ansias de trabajo y acción, dio el mismo día comienzo a su tarea, abocándose al estudio de la marcha administrativa, y por primera vez, en nuestro país, se resolvió que los nombramientos de altos funcionarios se haría en consulta general, desprendiéndose de este modo, cada ministro de esa parte de sus funciones para escuchar la opinión de sus colegas, haciéndose solo una excepción con el Jefe de Policía, que fue directamente designado por el doctor Irigoyen, en la persona del doctor Julio Moreno. Se puede decir que el acuerdo ha seguido hasta el momento en que escribimos; pues no fue interrumpido ni el domingo, que fue ocupado en visitar toda la Casa Rosada para tratar de ubicar en ella todos los ministerios, haciendo desaparecer una serie de salones y dependencias inútiles, y se evitará el erario el pago de alquileres que representan algunos millones de pesos.

La opinión entretanto, no se ha hecho aún alrededor del nuevo ministerio, pues como son todos hombres nuevos, se espera sus actos para juzgarlo.

(Nota: en diversos artículos de esta Revista, el apellido Yrigoyen, está escrito como "Irigoyen")


El fracaso de un reportero

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pag. 9 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

EL FRECASO DE UN REPORTERO

Con motivo de la próxima asunción de Yrigoyen a la Primera Magistratura del país, el director de la revista Caras y Caretas -de gran difusión en aquella época- le dejó una nota al reportero Emilio Dupuy de Lome, que le pedía: "Haga usted cuanto antes una información sobre el futuro Presidente. Entrevístelo. Retrátelo en su casa…" 

En el número N° 938 del 23 de setiembre de 1916, en el artículo "En busca de Don Hipólito - El fracaso de un reportero", Dupuy de Lome relató cómo le fue con la misión encomendada, ya que la tarea no era nada fácil y menos aún sencilla, teniendo en cuenta la personalidad del caudillo radical, nada propenso a aparecer en público, ser reporteado y menos aún fotografiado.

En ese interesante artículo, contó que a fin de contactar al futuro mandatario para realizar la entrevista, buscó su número telefónico en la guía, comprobando que no había teléfono a su nombre, tras lo cual le envió tres cartas que no fueron contestadas, y no le quedó más alternativa que trasladarse en compañía del fotógrafo a la casa ubicada en la calle Brasil N° 1039, donde Don Hipólito vivía. 

Casa de Hipólito Yrigoyen
Un vecino de la cuadra -cuando los vio llegar-, se ofreció a mostrarles la casa buscada, pero les aconsejó que escondieran la máquina fotográfica -tengamos en cuenta que en aquella época esas máquinas eran tremendos armatostes- pues de verla los habitantes de la casa le cerrarían la puerta en las narices, atento a la fobia que Yrigoyen tenía de ser fotografiado.

El futuro presidente vivía en el primer piso del inmueble, ya que en la planta baja había un comercio (ver ilustración de la derecha). Cuando llegaron frente a la puerta, el vecino les dijo: "Aquí vive el futuro Presidente de la República. Por esa puerta (1) entra y sale, no se sabe cuándo, aquellos dos balcones (2) están siempre cerrados, pero en cambio esa ventana (4) suele estar abierta algunas veces".

Los reporteros lo interrogan "¿Y usted no le ha visto nunca?". "Jamás -contestó- Yo no sé de qué artes se vale para salir y entrar. Hace unos tres meses que me paseo por esta cuadra mañana y tarde, sin lograr verle, ni de día, ni de noche".

Seguidamente, ven salir de la casa a un joven de unos veinticinco años de nombre Vicente Scarlatto, quien -según el vecino- es hombre de confianza de Yrigoyen, quien sale y entra de la casa muchísimas veces, trayendo y llevando papeles, comportándose como un verdadero secretario. Es un joven simpático y tiene un dejo italiano en su conversación.

El reportero lo encara y se interesa en ver al doctor Yrigoyen "esta es mi tarjeta… Vengo de Caras y Caretas… estoy con el fotógrafo". 

"La palabra fotógrafo fue algo así como un pistoletazo. Me miró de pies a cabeza… enrojeció… y devolviéndome la tarjeta, me soltó un. -¡Accidente!... que me dejó helado. El doctor Irigoyen no está in la cabetale…está en su stanza…vendrá no se sabe cuándo… pero quella storia del retrato, me parace que será inutile…".

Después de escuchar una serie de razones que le dio Scarlatto, sobre la imposibilidad de lograr su cometido, el reportero consideró que era imposible entrar por la puerta de Brasil 1039 y resolvió volver a donde estaban el vecino y el fotógrafo esperándolo, y los tres decidieron "acechar" al futuro Presidente desde una terraza de una propiedad vecina, para lo cual convencieron al personal de servicio de la casa lindera que los dejara pasar con la excusa que era para fotografiar desde aquel lugar el edificio del Congreso, distante 20 cuadras de allí!.

Después de encaramarse en la cornisa de una pared para obtener una mejor vista, esperaron agazapados para sorprender a don Hipólito en el interior de su casa (tal como lo hacen los actuales paparazzi).

"Fue una larga espera, en la casa no se movía nadie. Reinaba un gran silencio… parecía la casa de la Bella Durmiente. Resolvimos tomar simplemente una fotografía del edificio, pero cuando tuvimos enfocado, a la vista de pájaro, el interior de la casa, noté con gran sorpresa que don Hipólito nos contemplaba extrañado desde el corredor. Yo temblé de pies a cabeza… La mirada fría de aquel hombre me dio espanto; pegué un salto hacia atrás y seguido de mis dos acompañantes, corrí por las azoteas hasta llegar a una, en la que supuse que ya no estábamos al alcance de su mirada".

Casa de Yrigoyen
"-¿Le vieron ustedes?"

"-¿A quién?"

"-¿Cómo a quién?... A don Hipólito".

"Estaba allí, frente a nosotros, en el corredor. Ambos soltaron la risa… No habían visto a nadie. Sólo yo, por una sugestión imaginativa, lo había visto…. ¡¡Qué papelón!!..."

"-Yo he de verle, les dije reaccionando. No se han de reir de mí…"

Pero no obstante los aprestos realizados por el reportero y el fotógrafo, no dieron el resultado esperado y no tuvieron más alternativa que darse por vencidos y volvieron a la redacción de la revista, no sin antes haber entrevistado al cartero, al lechero, al peluquero y su sastre, algunos de los cuales manifestaron no haber podido nunca ver al dueño de casa, señalando también que las sirvientas del lugar siguen la consigna de "Ver, oir y callar" 

El artículo cuenta con varias fotografías además de la fachada de la vivienda de Yrigoyen otra, en la que se ve a don Hipólito, observando antes de salir a la calle si hay "moros en la costa", la foto da la impresión de haber sido trucada. El epígrafe de esa foto, dice: "Según afirman los vecinos, antes de salir, toma sus precauciones, observando si no hay a la vista, repórters, fotógrafos o correligionarios, de quienes huye como gato escaldado…"

El largo camino hacia la Casa Rosada - Hipólito Yrigoyen

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XI N° 41 - Diciembre 2016 - Pags. 1 a 8 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

Centenario de la asunción de la Presidencia de la Nación por el Dr. Hipólito Yrigoyen

El largo camino hacia la Casa Rosada

por Norberto Jorge Chiviló

Revista Caras y Caretas
Hipólito Yrigoyen, retrato del dibujante Juan Carlos Alonso
publicado en la revista Caras y Caretas N° 917 del 29 de abril de 1916


12 de Octubre de 1916. "El Hombre", ingresa a la Casa de Gobierno para tomar posesión del cargo de Presidente de la Nación. ¿Quién es la persona a quién así llaman?. Nada más y nada menos que don Hipólito Yrigoyen, quién después de muchísimos años de luchas políticas, y a los 64 años de edad, llega a ocupar la primera Magistratura del país, siendo el primer presidente constitucional elegido verdaderamente por el pueblo.


Don Hipólito, nacido el 12 de julio de 1852, por línea materna era sobrino de Leandro Nicéforo Alem y nieto de Leandro Antonio Alén, funcionario éste del gobierno rosista, quien en el año 1853 -y ya producida la derrota de Caseros- fue juzgado por las autoridades de Buenos Aires, por mazorquero y por crímenes que le imputaron -pero que años después se acreditó que no habían sido cometidos por él- y por ello fue condenado a muerte y ajusticiado el 29 de diciembre de ese mismo año en la plaza de la Concepción, junto a otro mazorquero, el coronel Ciriaco Cuitiño. Su exánime cuerpo fue colgado en la horca durante cuatro horas para la exposición pública. Sus hijos fueron señalados luego, como los "hijos del ahorcado" y para deshacerse de tal estigma, Leandro mutó la "n" de su apellido por la "m" y así pasó a ser Alem.

También Hipólito fue señalado como el "nieto del ahorcado" y asimismo llamado "el mazorquero", -por la filiación política de su abuelo al partido federal y leal servidor de Dorrego, y más tarde con Rosas-.

Gran parte de su vida transcurrió, en una etapa de nuestra historia signada por el fraude electoral, donde las elecciones se ganaban copando los atrios de las iglesias -que era el lugar donde se votaba-, o las mesas de elección, logrado a punta de cuchillos o pistolas, generándose pequeñas batallas, con muertos y heridos; fraude que también se lograba con la inmoral compra de votos o el voto doble y el "vos no votás porque no figurás en las listas"; fraude también que era consecuencia además de los chanchullos y componendas políticas. Era la época en la que el funcionario saliente designaba a su sucesor en los llamados "acuerdos patrióticos" y el común de los ciudadanos eran mantenidos al margen o simplemente ignorados y donde los muertos… "votaban". Este estado de cosas, encontró en Yrigoyen un verdadero adversario, quien con tesón y una larga lucha -matizada de derrotas y victorias- logró imponer los principios por los que luchó: el voto universal, secreto y obligatorio, dando inicio así a una nueva etapa en la política nacional.

Unión Cívica Radical
Leandro N. Alem

Con la promulgación de la Ley Sáenz Peña en 1912, que estableció el voto universal, secreto y obligatorio, la Unión Cívica Radical, dando fin al abstencionismo en su participación en elecciones teñidas de fraude amañadas por el régimen, pasó a ganarlas en las elecciones provinciales de Santa Fe (1912), Entre Ríos (1914) y Córdoba (1915) y las presidenciales nacionales de 1916, con lo cual don Hipólito llegó a ocupar el sillón presidencial en la Casa Rosada.

Pero veamos sucintamente, como fue su azarosa vida, hasta llegar a ocupar tan alto cargo en la administración del país. 

Siendo muy joven -20 años- fue designado comisario en el barrio de Balvanera -por ello, años después sus enemigos se referirán a él como el compadrito de Balvanera-, también fue profesor de filosofía, instrucción cívica e historia en la Escuela Normal de Maestras desde 1880 hasta 1905.

Estudió derecho y se recibió de abogado, si bien con posterioridad no hizo la tesis doctoral, por lo que sus enemigos, años después lo criticarían por dejarse llamar doctor; incluso muchos dudaron de que hubiese concluido la carrera de abogacía y en vez de llamarlo doctor, con cierta sorna remarcaban el señor.

El 1886 decidió donar su sueldo de profesor a la Sociedad de Beneficencia, con destino al Asilo de Niños, demostrativo ello de su desapego a los bienes materiales, lo que sería una constante en el resto de su vida.

Yrigoyen, de gran contextura física, tenía el rostro de base cuadrada, era de tez mate y ojos un poco achinados, rasgos estos heredados de su abuela materna que era indígena. Una postura bastante habitual en él era que cuando estaba parado o caminaba, llevaba las manos en los bolsillos delanteros del pantalón. Era de un andar mesurado y firme. Su persona se imponía por su sola presencia. Fue un verdadero seductor de multitudes. Fue un criollo de verdad.

Siempre usaba traje -a la moda de 1880: sacos largos, solapas chicas, chaleco excesivamente altos- de colores oscuros y una galerita típica en él y calzaba botines con elástico.

La personalidad de Yrigoyen fue un poco extraña. Era una persona introvertida y contrariamente a su tío Leandro, que fue gran orador y uno de los más importantes de Buenos Aires, y que a pesar de no haber nunca pronunciado discursos, arrastraba multitudes que lo seguían con fervorosa devoción; el pueblo tenía verdadero afecto hacia su persona. Nunca escribió artículos periodísticos y trataba de exhibirse lo menos posible. Su vida privada, fue verdaderamente así y celosamente guardada. Era una persona austera, no concurría a teatros, fiestas, ni siquiera al cine y estaba alejado de todo placer mundano. 

Su casa que alquilaba en la calle Brasil, era una modesta morada y modestos también eran los muebles que tenía.

Se inició en la vida política en la década de los '70 -junto a su tío- en el Partido Autonomista de Adolfo Alsina, llamados los crudos en contraposición al Partido Nacionalista de Mitre, denominados los cocidos. El Partido de Alsina, conformado entre otros por orilleros, negros, plebe urbana, compadritos, que era el mismo pueblo que otrora había idolatrado a Dorrego y Rosas, encontraba también adherentes en antiguos rosistas. Uno de los principales postulados del autonomismo era la oposición a la federalización de la ciudad de Buenos Aires. Cuando a fines de 1877 los autonomistas pactaron con Mitre, Alem e Yrigoyen se separaron y fundaron junto a otros jóvenes políticos el Partido Republicano; por esa actitud, Yrigoyen fue expulsado de su cargo de Comisario. En 1878 y al rendir los últimos exámenes en derecho fue elegido como diputado por su partido, desempeñándose hasta 1880.

La muerte de Alsina ocurrida el 29 de diciembre de 1877, determinó que el Partido Autonomista rompiera su alianza con Mitre, por lo que muchos dirigentes del Partido Republicano renunciaron y volvieron al autonomismo, como también lo hicieron después, Hipólito y su tío.

El tema de la federalización de Buenos Aires, provocó la primera discrepancia entre Hipólito y Leandro, ya que el primero avalaba la idea porque la considera conveniente, mientras que su tío se oponía firmemente ya que entendía que ello llevaba a la "decapitación de Buenos Aires", y produciría una mayor centralización y el predominio de Buenos Aires sobre las otras provincias, y por tal la considera contraria al federalismo y al sistema democrático. El partido Autonomista había claudicado de sus principios, al apoyar el proyecto de federalización remitida para su tratamiento al Congreso por el presidente Avellaneda a fines de agosto de 1880. El autonomismo de la provincia, solo fue defendido en la Legislatura porteña por Alem, y lo hizo en forma ardorosa y vehemente durante cuatro o cinco sesiones y terminado el debate renunció a su banca y se fue a su casa.

Resuelta ya la cuestión de la capital, apareció en la escena política el general Julio Argentino Roca con el Partido Autonomista Nacional (PAN), quien asumió como presidente el 12 de octubre de 1880. Yrigoyen adhirió en un principio a la política de Roca y ocupó una banca en la Cámara de Diputados de la Nación durante 1880 y 1882, pero en este último año, abandonará el roquismo y también temporariamente la política y se dedicará como estanciero a actividades agropecuarias. 

Hipólito Yrigoyen




Julio Argentino Roca (n. San Miguel de Tucumán el 17 de julio de 1843, f. Buenos Aires el 19 de octubre de 1914). Fue presidente de la Nación durante dos períodos 1880-1886 y 1898-1904. Principal figura del Partido Autonomista Nacional, que tuvo gravitación importante en la vida política nacional durante casi treinta años.






Con un préstamo del banco Provincia, compró y arrendó varios campos en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y San Luis y así forjará una fortuna que años más tarde dilapidará en pos de la política.

Esa actividad le permitirá estar en contacto con el hombre de campo, así conocerá sus necesidades y asumirá con ellos una actitud paternalista. Abonaba a sus peones sueldos mayores a los acostumbrados y los hacía partícipes en cierto porcentaje en las ganancias.

La soledad de su actividad y el estar alejado de la ciudad, lo impulsaron a la lectura de los clásicos y pensadores de todos los tiempos. 

En 1880, la ciudad de Buenos Aires se convirtió en la ciudad capital de la República y comenzó su modernización de la mano de Torcuato (Antonio) de Alvear (1), primero presidente de Comisión Municipal de Buenos Aires  (1880-1883) y luego nombrado primer Intendente (1883-1887). En esa década Buenos Aires se convirtió en la gran capital de Sud América y llamada la París de América, por la fastuosidad de muchas de las construcciones públicas y privadas. Con afán modernista la piqueta se ensañó con las antiguas construcciones de la época colonial, desapareciendo así toda arquitectura de aquella época, ya que muy pocas quedaron como mudo testimonio de aquél pasado, contrariamente a lo ocurrido en otras ciudades de nuestro continente. Se construyeron grandes e importantes edificios -con destino a escuelas públicas, hospitales, bancos, organismos del estado y otros- como así también mansiones y palacios -para servir de vivienda, muchas de ellas, a las poderosas y ricas familias de la época-,  algunas de las cuales se hacían con materiales traídos desde Europa -encajonados y numerados, que se armaban luego aquí como un rompecabezas-, que nada tenían que envidiar a las existentes en el antiguo continente.

Esa manía de destruir lo antiguo, como la demolición de la Recova que separaba la Plaza del Fuerte de la Plaza de la Victoria para crear un gran espacio, o hacer nuevas construcciones, como el caso señalado de la Casa de Tucumán como lo mencionamos en el número anterior de este periódico, o la demolición de parte del Cabildo de Buenos Aires, para dar lugar a avenidas, para citar solo algunos ejemplos, fue una constante en la mayoría de nuestros hombres públicos, de aquella época, quienes muchos lo hicieron con un afán de falso progresismo, fijando su vista parcialmente en Europa y decimos "parcialmente", pues en Europa se conserva todo lo antiguo y nada se tira abajo porque sí, aún cuando se levanten edificaciones modernas, las que a su vez deberán ser conservadas también en el futuro, como reflejo de una época histórica.

Es la época de las grandes exportaciones de cereales y carnes y con ello comienza el desarrollo de la industria frigorífica. Se incrementa el intercambio comercial con el Viejo Mundo. Surgen nuevas industrias, actividades  y servicios que transforman la Argentina y la convierten en uno de los principales países agroexportadores, sobre todo durante el gobierno de Miguel Ángel Juárez Celman, ingresando al país capitales extranjeros, dando lugar a especulaciones financieras. Se multiplica el tendido de vías férreas.

A fines de la década del '80, la caída de los precios de los productos agrícolas, el endeudamiento externo, la especulación con las actividades financieras y la inflación cada vez creciente, con la cotización del oro que subía y el peso que bajaba, llevaron al país a una crisis económica, que se trasladó también a la política.

Las medidas de emergencia dispuestas por el gobierno para parar la crisis, consistente en derramar las reservas del Banco Central al mercado, con el fin de estabilizar el papel moneda, fracasaron.

Fue una época en la cual se incrementó la inmigración europea y con la incorporación de todos esos extranjeros a la vida nacional, con su bagaje ideológico traído desde Europa, van surgiendo las primeras asociaciones que agrupan a los obreros (panaderos, tipógrafos, gráficos, entre otros), de distintas ideologías (sindical, socialistas, anarquistas). Aparece en el mundo laboral un método de acción directa, para el logro de conquistas sociales: la huelga.

En ese contexto nació la Unión Cívica, que aglutinaba a todos los opositores a Juárez Celman: exautonomistas, mitristas, católicos, masones, alemnistas y entre los que se destacan Bartolomé Mitre, Leandro N. Alem, Juan Manuel Estrada, Pedro Goyena, Aristóbulo del Valle, Adolfo Saldías y otros personajes importantes del momento. Hipólito Yrigoyen no formó parte de la Unión Cívica en su inicio, sino que se incorporó después.

La Junta Ejecutiva de la Unión Cívica, conspiraba para hacer una revolución y sacar del poder a Juárez Celman -sucesor de Roca en la presidencia-, a quien se acusaba principalmente de ser la cabeza de un régimen corrupto; a la conspiración también se sumaron grupos militares.

El 26 de julio de 1890 se produjo la revolución cívica militar que tuvo como epicentro el Parque de Artillería, por lo cual a ese movimiento la historia lo recuerda como la "Revolución del Parque" o "Revolución del 90".

Revolución del 90
Parque de Artillería

El Parque de Artillería, (una de las acepciones de la palabra "parque": lugar donde se depositan los equipamiento y se estacionan los vehículos de un servicio público) era un cuartel de estilo colonial  que ocupaba toda la manzana en la que hoy se levanta el Palacio de los Tribunales en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que tenía una única entrada sobre la actual calle Talcahuano y frente a la plaza Lavalle. En ese lugar se encontraba depositado el gran cañón llamado "El criollo" tomado a los paraguayos en la guerra de la triple Alianza.


El foco revolucionario, lo conformaban el citado cuartel, cantones formados en las azoteas de los edificios cercanos y trincheras formadas en las bocacalles aledañas.

Los revolucionarios formaron un Gobierno Provisorio presidido por Alem, quien nombró a su sobrino como jefe de Policía de la Ciudad. El mando militar quedó a cargo del general mitrista Manuel Campos. El plan de acción revolucionario era que desde ese lugar se extendiera el movimiento al resto de la ciudad para tomar distintos objetivos estratégicos. Pero las fuerzas revolucionarias no recibieron la orden de su jefe para avanzar sobre la ciudad que se encontraba prácticamente desguarnecida, dando tiempo a que las fuerzas gubernamentales se organizaran, reaccionaran y pusieran sitio a los revolucionarios, quienes después de varios días de lucha que ocasionaron en ambas fuerzas numerosos muertos, se vieron así, obligados a capitular.

Según la opinión de algunos historiadores, los mitristas si bien querían la caída del presidente, tampoco querían a Alem al frente del gobierno y por eso el general Campos no dio la orden de avanzar a las fuerzas revolucionarias, consideraban -como sucedió- que el solo hecho de la revolución produciría el alejamiento de Juárez Celman del gobierno y eso ya era suficiente. 

  Juárez Celman, si bien logró una victoria al derrotar a los revolucionarios, quedó debilitado políticamente y no tuvo más opción que dimitir del cargo a favor del vicepresidente Carlos Pellegrini. El gran beneficiado de la revolución del 90 fue Roca quien se deshizo de Juárez Celman, -de quien era cuñado- quien le había disputado el poder y en su lugar puso a uno de los suyos -el vicepresidente Pellegrini- al frente del gobierno.

Pellegrini, integró a su gobierno a varios intervinientes de la revolución vencida, con el objeto de anular a la oposición y lograr la estabilidad política; el mitrismo y otras fuerzas política aceptaron. Mitre y Roca llegaron a un acuerdo y se formó la Unión Cívica Nacional (UCN).

Los opositores a su vez, con Alem e Yrigoyen a la cabeza, formaron en 1891 la Unión Cívica Radical (UCR).

El comité de la UCR es presidido por Alem, quien tiempo atrás había apoyado la candidatura de Mitre a la presidencia, lo que Yrigoyen no había aprobado, eso determinó que comenzara a producirse un distanciamiento entre ellos. Una Convención eligió a Yrigoyen presidente del Comité de la Provincia, que tomó de sorpresa a muchos y que como su tío estaban disconformes de esa decisión. Ese Comité provincial será el núcleo organizativo del nuevo partido.

Como consecuencia de acuerdos entre Mitre y Roca y con el decidido apoyo del presidente Pellegrini, surgió la candidatura a presidente de Luis Sáenz Peña, de 70 años, quien fue elegido como candidato para cerrar el paso de la presidencia de su hijo Roque -que años más tarde también será elegido Presidente- adversario de Roca y quien podría disputarle el poder y que había sido apoyado por grupos de figuras jóvenes, que luchaban por una renovación de las prácticas políticas que se llamaban partido Modernista, a la que adherían elementos independientes, antirroquistas y algunos gobernadores de provincias.

Pocos días antes de las elecciones, los radicales liderados por Alem, proclamaron el abstencionismo, realizando una gran oposición en todo el país, a lo cual el gobierno de Pellegrini respondió con la declaración del estado de sitio y con ello la clausura de diversos órganos periodísticos, diarios y revistas y la detención de las principales figuras de la UCR, que fueron confinadas en el buque La Argentina. Así la candidatura de Luís Sáenz Peña, sin oposición, se impuso fácilmente.

Al poco tiempo, el gobierno de Luis Sáenz Peña se fue desgastando y surgieron divergencias entre roquistas y mitristas, por lo cual el presidente intentó gobernar con los radicales. Yrigoyen, presidente del Comité Radical de la Provincia de Buenos Aires no acuerda, se mantiene intransigente y conspira contra el gobierno. 

En esa época hay en Buenos Aires 2.192 inquilinatos, el primer automóvil llega al país -un Daimler Benz a vapor-, se funda -por miembros de la colectividad inglesa- el Buenos Aires Lawn Tennis Club y aparecen en las calles, los primeros buzones rojos.

En 1893 se producen revoluciones radicales en San Luis, Santa Fe, Corrientes, Tucumán, Córdoba, Buenos Aires. Ya se habla en la UCR de alemnistas e yrigoyenistas. Yrigoyen hombre fuerte del radicalismo bonaerense prepara su revolución, la que es modelo de organización y coordinación. No obstante que el levantamiento -con enclave principal en el nudo ferroviario de Temperley- se extiende a muchísimos ciudades y pueblos del interior de la provincia, donde la revolución triunfa, y se produce el ingreso de fuerzas revolucionarias a la ciudad de La Plata, con la designación de un nuevo gobernador -radical- de la provincia. El intento finalmente fracasó, por la intervención decidida de Pellegrini -secundado por mitristas y roquistas- en apoyo del gobierno nacional, acompañado por algunos ministros y la decisiva intervención de fuerzas militares leales al presidente.

En setiembre de ese año hay nuevos levantamientos revolucionarios -con gran apoyo popular- que responden a Alem, en las provincias de Santa Fe y Tucumán. Yrigoyen no se pliega, pues no quiere exponer nuevamente a su gente a tan poco tiempo de transcurrido el levantamiento anterior, considerando que esta nueva intentona no estaba bien organizada. Después de cuatro días de lucha, los revolucionarios son vencidos. Alem se entrega a las autoridades e Yrigoyen es tomado preso y confinado en el buque Ushuaia y luego será desterrado al Uruguay.

El gobierno de Luis Sáenz Peña quedó muy golpeado por la situación, sumado ello a dificultades de carácter económico y al poco apoyo que tenía de las fuerzas políticas -especialmente de Roca-, el presidente se ve en la necesidad de renunciar, lo que ocurrió el 21 de enero de 1894, siendo reemplazado por el vicepresidente José Evaristo Uriburu -otro hombre de Roca- quien a los pocos días de asumir, decretó una amnistía para los revolucionarios del '93, saliendo en libertad los presos políticos y regresando al país los que habían buscado refugio en Uruguay.

La derrota de los seguidores de Alem, mostraron las diferencias de las fuerzas de uno y otro caudillo radical, ya que la organización planeada por Yrigoyen se demostró muy superior a la de su tío.

La separación o distanciamiento entre ambos líderes, se hizo cada vez más profunda, no obstante que Yrigoyen sigue sin pronunciar discursos, ni tener palabras contrarias a su tío. Mientras que Yrigoyen comienza a hostilizar políticamente a Alem en el Comité Nacional, muchos alemnistas quieren la expulsión de Yrigoyen del Partido.

Una polémica en el año 1894 entre el expresidente Pellegrini y Alem -quien tiempo antes había renunciado al Senado nacional- y en el cual el primero sacó a la luz una cuestión de deudas que afectaba al líder radical, sumió a este en un estado de amargura, sintiéndose desprestigiado y moralmente enfermo. Dos años después, Alem se suicidó e Yrigoyen pasó así a ser el máximo líder del radicalismo. 

En 1897 Roca a quien por sus "habilidades" para realizar componendas políticas, llamaban el Zorro, es propuesto por el presidente Uriburu, para sucederlo en el cargo. Mitristas de la UCN y radicales se oponen y tratan de impedirlo, acordando una salida, que se conoce como el "acuerdo de las paralelas", que consistía en que cada partido iría a las elecciones con sus propias listas, pero con los mismos candidatos en ambas papeletas. En la provincia de Buenos Aires se votaría como gobernador a un candidato mitrista y como presidente de la Nación a un radical moderado -Bernardo de Irigoyen-. En setiembre de 1897 la convención nacional de la UCR, en una violenta sesión aprobó el acuerdo de las paralelas, al que se opuso férreamente el intransigente  Yrigoyen quien se encontraba al frente del Comité de la provincia y procedió a la disolución del radicalismo bonaerense, dando así por tierra con el "acuerdo". El radicalismo se mantenía intransigente a todo acuerdo y se abstendría en la elección y ese abstencionismo era levantado como bandera de una causa  regeneradora.

El 12 de octubre de 1898, Roca asumió por segunda vez la presidencia, y gobernará hasta 1904.

En 1902 Hipólito encara desde su casa de la calle Brasil -que se convierte en centro de operaciones-, la reorganización partidaria en forma lenta y paciente. Su casa será llamada la cueva y a él se lo llamará con el mote de el peludo.

Pellegrini, quien comienza a criticar el fraude y la corrupción, se distancia de Roca, quien pierde así a uno de sus principales aliados.

El Comité Nacional de la UCR en 1904, dispone como una decisión ética, el abstencionismo del radicalismo en las elecciones.

Revista Caras y Caretas
Tapa de la revista Caras y Caretas N° 238 del 25 de abril de 1903

En las presidenciales de 1904, con poquísima participación ciudadana, surgió un Colegio Electoral, que eligió como presidente y vice a los roquistas Manuel Quintana y José Figueroa Alcorta.

Mientras tanto, Yrigoyen conspira contra el régimen, prepara su revolución, del cual es jefe indiscutido. El 4 de febrero de 1905, se producen levantamientos cívico-militares en la Capital Federal, Bahía Blanca, Córdoba (2), Rosario y Mendoza, que si bien son sofocados por el gobierno -tengamos en cuenta que las autoridades contaban con la sólida organización militar impuesta por el general Pablo Riccheri- después de una semana de enfrentamientos que ocasionaron muchos muertos, elevan el prestigio de Yrigoyen, -llamado por los suyos como el General- quien se proyecta como jefe indiscutido de la UCR y principal dirigente opositor a nivel nacional. La revolución sirvió como elemento de propaganda y difusión de ideas, por el cual miles de personas -criollos o hijos de inmigrantes- se adhieren al radicalismo y se refieren a Yrigoyen como Don Hipólito o el Doctor y para la gente común era el Dotor. Su prestigio crece día a día, sus adherentes destacan su humildad, austeridad e incorruptibilidad y él se convierte en el abanderado de la reivindicación democrática. El radicalismo se transforma en un partido de masas con una organización nacional -el Comité Nacional se conforma en base a principios de federalismo-, con mecanismos democráticos internos, formado por elementos de clase media y baja, pero en el cual militan estancieros, personas de tradicionales familias de Buenos Aires y del interior, universitarios y numerosos profesionales y en el que caben los excluidos del régimen. Yrigoyen se convierte en caudillo popular. El conservadurismo comienza su disgregación, si bien mantendrá su fuerza en algunas provincias.

Dice el historiador A. J. Pérez Amuchástegui, sobre las consecuencias de la revolución de 1905: "…Yrigoyen podía esgrimir en su favor las instrucciones precisas de evitar los derramamientos de sangre y todas las formas violentas. Había logrado crear dentro del pretoriano ejército una sensación de culpa, y dentro del país entero una imagen heroica del movimiento, que aparecía vigoroso, digno, noble, sano, y se transformaba en la única esperanza de acabar con la tiranía de un régimen oprobioso que, no contento con mofarse de la voluntad multitudinaria, se mostraba feroz con quienes acudían a las armas en defensa de conculcados derechos". 

"Esta revolución fue, en buena medida, la restauración del espíritu montonero acallado después de Pavón; y es claro que ella transformó a Yrigoyen en caudillo nacional, y al movimiento ahogado en sangre en cáliz de redención. En lo sucesivo, la no participación en los actos comiciales fue, para todos, incluso para el oficialismo, signo cabal de que la ciudadanía se plegaba a la abstención decretada por el radicalismo, cuya firme intransigencia mostraba la decisión de mantener el acerado principio de no doblegarse ante el fraude acuerdista, aunque en ello le fuera la vida: se abstenía en la espuria lid comicial, pero participaba, efectivamente en la lucha vindicatoria por el único medio posible, a fin de salvar la causa regeneradora. E Yrigoyen, encarnación carismática del movimiento, comenzó a ser llamado con un apodo mágico: El Hombre…"

Desde fines de febrero de 1905, gobierna provisoriamente el vicepresidente Figueroa Alcorta por una enfermedad que aquejaba al presidente Quintana quien fallecerá quince días después y entonces el vicepresidente asumirá oficialmente la primera magistratura. Semanas antes había fallecido Bartolomé Mitre -Don Bartolo-, hasta ese momento uno de los artífices importantes de la política nacional.

A mediados de junio se sanciona una ley de amplia y generosa amnistía por delitos políticos conexos con los militares, que beneficia a los revolucionarios de febrero, cuya consecuencia es la cesación de los procesos contra los revolucionarios y los militares son reincorporados al ejército. Con esta medida, el presidente trató de ganarse la confianza de los radicales -ya convertidos en un partido multitudinario-, tan proclives a las revoluciones. Dos veces se reunieron Figueroa Alcorta e Yrigoyen, con la intención del primero de lograr un acuerdo que pusiera fin al abstencionismo, pero el líder radical se mantuvo irreductible en su postura de no transigir con el régimen bajo ningún aspecto.

Dentro de los radicales había un grupo acuerdista, pero Yrigoyen era imperturbable, consideraba que el transcurso del tiempo, favorecía la adhesión cada vez mayor a su movimiento, con el consiguiente desgaste día a día del régimen, que terminaría en algún momento en caer. Era cuestión de ser pacientes y esperar.

El diputado Carlos Pellegrini,  al fundamentar su voto positivo al proyecto de ley sobre la amnistía, había dicho estas esclarecedoras palabras: "¿Quién perdona a quién? ¿Es el victimario a la víctima o la víctima al victimario?¿Es el que usurpa los derechos del pueblo o es el pueblo que se levanta en su defensa? ¿Quién nos perdonará a nosotros…? …solo habrá ley de olvido, solo habrá ley de paz, solo habremos restablecido la unión de la familia argentina, el día que todos los argentinos tengamos iguales derechos, el día que no se los coloque en la dolorosa alternativa o de renunciar a su calidad de ciudadanos o de apelar a las armas para reivindicar sus derechos despojados". Pellegrini, hacía tiempo ya se había sacado su ropaje roquista y era sostenedor del presidente Figueroa Alcorta.

A mediados de julio falleció Pellegrini y ya sin la ayuda de éste, el presidente debió afrontar el embate en el congreso de los exroquistas, pero poco a poco va licuando el poder de Roca quien quiere seguir siendo el árbitro de la política nacional, pero que ya carece de real poder para imponer una candidatura en la próxima elección presidencial.

A mediados de 1909 un grupo de ciudadanos formó un comité que levantó la candidatura de Roque Sáez Peña, para la próxima elección presidencial y se conforma una nueva fuerza política que se llamará Unión Nacional.

Muchos gobernadores y aún el presidente Figueroa Alcorta adhieren a esta candidatura. El candidato, se declara independiente de todo partido.

El partido Unión Nacional proclama en el mes de diciembre la fórmula Roque Sáenz Peña - Victorino de la Plaza.

Un mes antes la Convención de la UCR había solicitado al presidente, la reforma de la ley electoral y la confección de un padrón en base del enrolamiento militar, pero éste, teniendo en cuenta la inminencia de las elecciones, consideró la imposibilidad de acceder al pedido y por ello el radicalismo se decidió nuevamente por la abstención.

En los comicios que se desarrollaron el 12 de marzo de 1910, ganaron -sin oposición- los candidatos propuestos por Unidad Nacional, y los electores del Colegio Electoral los eligieron como presidente y vice, quienes asumieron sus cargos el 12 de octubre de 1910.

El nuevo presidente, vio la necesidad de modificar la ley electoral vigente, a fin de facilitar a los ciudadanos el libre ejercicio de la elección. Consideró que era necesario cerrar una etapa que representaba a la vieja política y a su vez abrir otra, que permitiera la libre participación ciudadana, que hasta ese momento se abstenía de intervenir.

Pocos días antes de asumir como presidente, Sáenz Peña realizó una gestión conciliadora y para ello se reunió con Yrigoyen. Éste le manifestó, que su partido se veía en la necesidad de recurrir a las revoluciones, porque el camino de las elecciones se encontraba cerrado y que si el gobierno daba las garantías pertinentes, la UCR concurriría al comicio. Así planteó Yrigoyen la cuestión: "Elija usted entre hacer un gobierno de violencia y de sangre, o dar garantías a la República para que vote sin trampas y elija a sus verdaderos representantes". "Jamás me mancharé con la violencia ni para imponer mi voluntad", respondió el presidente electo, "…Le ofrezco mi compromiso de honor en dar libertad y garantía electoral". Sáenz Peña le ofreció a su interlocutor algunos ministerios en su gobierno y la reforma de la ley electoral tal como la que pedían los radicales, pero Yrigoyen firmemente rechazó los cargos. Para él, solo el pueblo en comicios libres, podía elegir a las personas que lo gobernaran.

En su discurso dado el día de asunción del cargo, el nuevo presidente se pronunció sobre su plan político que tenía el eje en la ley electoral.

Fiel a sus convicciones y promesas, el 17 de diciembre envió al Congreso un proyecto de ley, en el que establecía el enrolamiento general de los ciudadanos y la confección de un nuevo padrón electoral, que se haría tomando sobre la base del registro de enrolamiento militar -evitándose así a los electores falsos-, todo ello a cargo de Ministerio de Guerra. Un segundo proyecto confió al Poder Judicial -justicia federal- la confección del padrón electoral, utilizando como documento habilitante la libreta de enrolamiento, evitándose así los vicios manejados por las anteriores autoridades electorales, y la designación de funcionarios que debían organizar la elección y controlar su desarrollo y un tercer proyecto que establecía el voto universal -para todos los varones mayores de 18 años-, obligatorio y secreto y el sistema de lista incompleta -adjudicación de las dos terceras partes de las bancas en disputa al partido mayoritario y el otro tercio al partido que le seguía-.

Ley Sáenz Peña
Libreta de Enrolamiento Matrícula 77, perteneciente a Juan Vucetich,
creador del Sistema Dactiloscópico Argentino

El Congreso aprobó la ley después de largas discusiones y fue sancionada el 10 de febrero de 1912 y promulgada tres días después por el Presidente con el número 8871. Se la llama con justicia "Ley Sáenz Peña" y son sus puntos principales: Son electores los ciudadanos nativos o naturalizados mayores de 18 años, siempre que se encontraren inscriptos en el padrón electoral; el sufragio es universal, secreto y obligatorio. (La mujeres no podían ejercer el derecho a voto y solo podrán hacerlo a partir de 1947).

La UCR abandonó su actitud abstencionista y triunfó en las elecciones provinciales de Santa Fé, Entre Ríos y Córdoba.

En setiembre de 1913, por enfermedad del presidente asumió interinamente el vicepresidente Victorino de la Plaza, quién se convertirá en presidente ante la muerte de aquél, ocurrida el 9 de agosto de 1914. 

Pocos días antes -el 29 de julio- el imperio Austrohúngaro había declarado la guerra a Servia y en los días posteriores, el conflicto se extendió  a toda Europa, dando lugar a la llamada Gran Guerra -Primera Guerra Mundial-, que posteriormente dejará de ser solo europea, para convertirse en mundial.

Contrariamente a lo que muchos creían, Victorino de la Plaza quien no había sido un entusiasta de la reforma electoral, respetó los principios de la Ley Sáenz Peña.

Año 1916. Es el año de elecciones nacionales para Presidente de la Nación, bajo la vigencia de la nueva ley electoral.

El socialismo tiene en Juan B. Justo y Nicolás Repetto a sus candidatos; el Partido Demócrata Progresista concurrirá con el binomio Lisandro de la Torre y Alejandro Carbó, los conservadores van sin candidatos designados, para maniobrar libremente y de acuerdo a las circunstancias en los Colegios Electorales, mientras que la Convención Nacional del Radicalismo -por 140 votos sobre 146 emitidos- en un clima de gran algarabía, eligió por ovación a Hipólito Yrigoyen y como compañero de fórmula a Pelagio B. Luna. 

Cuando unos emisarios se dirigieron a la casa del caudillo radical para hacerle saber lo decidido por la asamblea, se encontraron con su negativa a ser candidato. Transmitida a la Convención sobre aquella decisión, se convino conformar una nueva comisión integrada por radicales de distintas provincias, para entrevistarlo nuevamente. Yrigoyen insistió con su negativa, la comisión también y le contestaron que si él renunciaba, ellos también lo harían, con lo cual el partido se desmembraría. "Hagan de mí lo que quieran", les respondió Yrigoyen. 

Las elecciones verdaderamente democráticas -ya sin matones ni compadritos en los atrios de las iglesias y sin compra de votos- se realizaron el 2 de abril en un clima de orden y de total tranquilidad. De 1.189.254 ciudadanos inscriptos, votaron 745.825, cantidad que nunca se había visto hasta ese momento en nuestro país, demostrativo de la gran participación ciudadana y que el abstencionismo ya había quedado atrás.

El radicalismo (incluido la fracción disidente de Santa Fe) obtuvo casi el 51% de los votos, correspondiéndole 152 electores. A las otras fuerzas políticas:  conservadores (PAN), demócratas progresistas (PDP) y socialistas (PS) les correspondieron 76, 58 y 14 electores respectivamente.

La elección presidencial era indirecta, esto es que se elegían electores que conformaban los Colegios Electorales en cada provincia y estos eran los que votaban la fórmula ganadora.

Si bien el radicalismo con 152 electores, sobre un total de 300, tenía los suficientes para consagrar presidente a Yrigoyen, 19 de ellos pertenecían a una fracción disidente que había ganado en Santa Fe y en principio se negaban a votarlo. Por ello, Victorino de la Plaza, manifestó "Soy el primer mandatario argentino que a estas horas no sabe quién será su sucesor".

Entre el 10 de abril, fecha en que se conocieron los resultados electorales y el 20 de julio, día en el que se debían reunir los Colegios Electorales, los personeros del régimen se movieron para impedir la llegada de la fórmula radical a la presidencia, tratando de conformar una mayoría con el concurso de aquellos 19 electores, o por lo menos de una parte de ellos.

Yrigoyen, mientras tanto, retirado en su estancia "El quemado", se mantuvo alejado de aquellas componendas políticas y se negó a negociar con los disidentes cualquier arreglo que no respetara la voluntad popular. Éstos viajaron a Buenos Aires, para entrevistarlo, pero él no los recibió. Alguno de sus allegados le pidieron que por lo menos diera una declaración de simpatía hacia aquellos 19 electores, que se habían decidido por fin a apoyarlo, pero Yrigoyen se mantuvo irreductible. Consideraba que todo era una cuestión de conciencia de ellos y que él no les diría que es lo que tenían que hacer. "Es preferible que se pierda una presidencia pero se salven los principios", dirá. 

El 20 de julio en el Colegio Electoral, los 152 electores radicales votaron la fórmula Hipólito Yrigoyen  - Pelagio B. Luna, consagrándolos así como los ganadores y nuevas autoridades nacionales.

Cinco días más tarde, don Hipólito hizo donación por escrito de sus sueldos como presidente a la Sociedad de Beneficencia.

Alguien le ofreció una mansión sobre la Av. Callao, más acorde a su alta investidura, pero Yrigoyen la rechazará y seguirá viviendo en su casa de la calle Brasil.

El 12 de octubre de 1916, con la llegada de Yrigoyen a la presidencia de la Nación, comienza otra historia.

En honor a la verdad, debemos decir que si bien la ley Sáenz Peña fue un adelanto en lo que hace a la transparencia del acto electoral, lamentablemente la llamada viveza criolla, buscará otras formas para tratar de burlar la voluntad popular: el clientelismo político, el voto en cadena, la sustracción y cambio de boletas, la duplicación de documentos, el amedrentamiento de los fiscales, la quema de urnas, la sustitución de persona y aún el voto de los fallecidos entre otras lindezas.


Notas.

(1) Torcuato Antonio de Alvear, fue padre de quien será el segundo presidente radical: Marcelo Torcuato de Alvear, quien sucederá a Hipólito Yrigoyen y gobernará desde 1922 hasta 1928.

(2) En Córdoba -uno de los focos más importantes de la revolución- el Comandante Daniel Fernández, al sublevar el regimiento 8° de Línea, arengó a las tropas con estas palabras: "Soldados, vamos a realizar una cruzada trascendental para la argentinidad, próxima a morir, que es el reverso de Caseros y de Pavón".


Bibliografía

Cárdenas (h), Felipe. "Hipólito Yrigoyen, ese enigmático conductor", Revista "Todo es historia" N° 2, Buenos Aires, junio de 1967.

"Crónica Histórica Argentina", Editorial Codex S. A., Buenos Aires, 1968. 

Gálvez, Manuel. "Vida de Hipólito Yrigoyen -el hombre del misterio-", 5ta. edición, Editorial Tor, Buenos Aires, 1959.

Luna, Félix. "Hipólito Yrigoyen", Colección "Grandes Protagonistas de la Historia Argentina", Editorial Planeta Argentina S.A.I.C., Buenos Aires, 1999.

Perrone, Jorge. "Historia argentina", Editores Unidos, Buenos Aires, 1984.

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La elección presidencial en el Partido de General San Martín

El resultado de la elección presidencial en el Partido de Gral. San Martín -que en aquél momento también comprendía el territorio del actual Partido de Tres de Febrero- en el que votaron un total de 2.423 ciudadanos, fue el siguiente: Unión Cívica Radical: 1.135 votos, Partido Conservador: 888 votos, Partido Socialista: 211 votos, Partido Socialista Argentino: 34 votos, otros partidos: 69 votos, en blanco y nulos: 86 votos. La elección se desarrolló con total normalidad.

Fuente: Periódico El Observador de San Martín, año 6, N° 82.

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Yrigoyen y Brochero

Yrigoyen tenía cierto carisma y se cuenta que después de una conversación que tuvo con el padre José Gabriel Brochero, el cura gaucho exclamó ¡Es un santo…!