Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VII N° 28 - Setiembre 2013 - Pag 5
Las sociedades secretas antes y después de Caseros
Ing. Alberto J. Bondesío
El
salón de Marcos Sastre, óleo de Alberto M. Rossi
En 1834
Juan Bautista Alberti, Juan María Gutiérrez, Marcos Sastre, Vicente Fidel
López, Miguel Cané, Carlos Tejedor, Juan Thompson, Félix Frías, y otros fundaron
el Salón Literario y en 1837 Esteban
Echeverría juntamente con Alberdi, Gutiérrez, José Mármol, Rivera Indarte,
Pastor Obligado y otros fundan
En 1838
Alberdi junto a otros emigrados argentinos crea en Montevideo, la Asociación
de Mayo. Asimismo aparecen simultáneamente asociaciones similares en San
Juan, Tucumán, Córdoba, etc. en cuyo seno trabajarán Domingo F. Sarmiento,
Benjamín Villafañe, Marcos Avellaneda, Vicente Fidel López entre otros.
Todas
estas sociedades secretas tenían algo en común: realizar trabajos subterráneos,
fomentando las diversas coaliciones para derrocar al gobierno de Rosas.
Por obra
de algunos miembros afrancesados de esta Asociación
de Mayo, saldría la plataforma espiritual sobre la cual se levantaría
posteriormente la inautenticidad de la
cultura argentina oficial con su esquema liberal postizo de ideas foráneas.
Si en
algún período de la historia argentina pudieron intentar los masones instalar
sus logias en nuestra patria, el menos adecuado fue ciertamente durante el
gobierno rosista, ya que, según dicen ellos, debieron dormir su “gran sueño”;
porque todas las sociedades secretas, aún las que se inspiraban en fines
culturales, sociales y políticos no fueron permitidas por tener la convicción
que más temprano que tarde se convertirían en reductos de masones que disimulaban
su filiación para poder subsistir.
Los
masones definen a Juan Manuel de Rosas -enemigo declarado de todas las
sociedades secretas- como “el más bárbaro
y brutal de los tiranos de América latina, el salvaje de la pampa que vomitó el
infierno”.
Después
de Caseros, preocupados los porteños por los actos despóticos de Urquiza, y porque
creían descubrir en él al árbitro absoluto del país, fundan un centro
confabulador integrado por Miguel Estévez Seguí, José Mármol, Adolfo Alsina,
Juan José Monte de Oca, José María Moreno, y algunos militares como José María Pirán,
Emilio Conesa y Emilio Mitre. Era ésta una sociedad secreta de resistencia al
llamado “nuevo tirano” y se llamó la logia Juan-Juan,
en recuerdo, tal vez, de los mártires políticos españoles: Juan Padilla y Juan
Bravo, quienes en 1521 murieron decapitados por orden del emperador Carlos V,
al defender las libertades de Castilla en la famosa “sublevación de los
comuneros”. Otros aluden a Juan Manuel de Rosas, cuyo doble sería Urquiza.
Estos logistas liberales porteños integrantes de esta
sociedad secreta y acicateados por Sarmiento desde Chile, se habían conjurado
para eliminar criminalmente a Urquiza, que los acusaba de querer hacerse dueños
de una revolución que no les pertenecía. Fueron disuadidos por Valentín Alsina
y Bartolomé Mitre, quienes propusieron más bien hacer una revolución, la cual
tuvo lugar el 11 de setiembre de 1852.
A pocos
días de Caseros, en su proclama del 21 de febrero de 1852 les había enrostrado
Urquiza que “con inaudita impavidez
reclaman la herencia de una revolución que no les pertenece, de una victoria en
que no han tenido parte, de una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya
independencia comprometieron y cuya libertad sacrificaron con su ambición y
anárquica conducta”.
En 1856,
durante el gobierno porteño de Pastor Obligado, aparece una nueva sociedad
secreta denominada Juan-Juanes, que
se constituyó como un verdadero “control del Estado”, para descubrir todo
alzamiento o conspiración contra dicho gobierno separatista. Debido a sus
denuncias, fueron sacrificados por el ministro de Guerra, Coronel Bartolomé
Mitre, muchos ciudadanos; así fueron pasados por las armas los prisioneros de
guerra y fusilados, el 2 de febrero de 1856, los jefes que querían la unión de
la secesionada Buenos Aires, con la Confederación Argentina de Urquiza, entre
ellos 130 oficiales y el “héroe de Martín García” el general Jerónimo Costa, a
quien, en 1838 el comandante de la escuadra francesa le había perdonado la vida
en premio al “increíble heroísmo demostrado” en la defensa de nuestro
territorio nacional.
Comentando
tal asesinato dirá el “civilizador” Sarmiento: “Como trofeo del fusilamiento nos queda la ruin y mohosa espada de
Costa. El carnaval ha principiado”.
Alberdi,
en cambio, condenará estos hechos al afirmar que “el país que fusila como a salteadores a sus generales, tomados
prisioneros en guerra civil, se pone en la picota a los ojos del mundo
civilizado”.
Después
de Caseros, los emigrados venían dispuestos a imponer su bárbaro despotismo
ejerciendo actos más deleznables que aquellos que decían combatir.
Este
grupo, representante del tan decantado "espíritu" de Caseros y que
capitaneaban Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, José Mármol, Ángel
Somellera, Vicente Fidel López, los Alsina y otros dominaron la prensa, las
cámaras y el gobierno y los que no pensaban como ellos quedaron excluidos de la
vida pública. Estos mismos fueron los que se apresuraron a incinerar, en el
patio de la casa de Rosas, el rico archivo de nuestra historia para que no
pudiera oponerse el testimonio de los documentos a las calumnias y falacias que
ellos escribían en lo que dio llamarse la “historia oficial”.
Este
“espíritu de Caseros” de los facciosos del porteñismo liberal, masón y
disolvente mantuvo por varios años la tónica de una política de odio y de
separatismo que ocasionó gravísimos daños al país y que, a más de cien años de
distancia, se ha renovado en nuestra historia.
“Tal grupo gobernante en Buenos Aires, escribe Ernesto Palacio, hallaba solaz en la vejación sistemática de
los sentimientos públicos y de las creencias religiosas; y la prensa oficial se
mofaba de los católicos, injuriaba todo lo español y afectaba un irritante
extranjerismo”.
El
despotismo ilustrado de los “próceres liberales” a través de sus Sociedades
imponía el terror a la ciudadanía.
Sarmiento
en el Senado de
Durante
los diez años posteriores a Caseros fueron fundándose distintas logias que
respondían a