sábado, 1 de junio de 2013

La divisa punzó - Paul Groussac

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VII N° 27 - Junio 2013 - Pags. 12 y 13 

  Sobre “La divisa punzó”, de Paul Groussac

Por la Profesora Beatriz C. Doallo

        En la tercera parte de mi ensayo biográfico "El exilio del Restaurador", señalo que la conspiración de Maza, ocurrida en 1839, "dió material a Paul Groussac para escribir su drama histórico "La divisa punzó", estrenada por Camila Quiroga el 6 de julio de 1923 en el teatro odeón de Buenos Aires".

La divisa punzó
        Paul-Francois Groussac nace en Tolosa, Francia, el 15 de febrero de 1848 y fallece en Buenos Aires el 27 de junio de 1929. Llega a la Argentina en 1866, tras un efímero paso por la Escuela Naval de Brest. Tiene 18 años y desconoce el idioma español, que aprende mientras trabaja de peón en una estancia. El país trata de organizarse, necesita de enseñantes extranjeros y el joven Groussac obtiene en 1870 el cargo de profesor de matemáticas en el Colegio Nacional. El rector, José Manuel Estrada, y el profesor de Derecho, Pedro Goyena, editan la Revista Argentina y allí publica Groussac un ensayo sobre Espronceda. Este trabajo de autor novel atrae la atención del ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de Sarmiento, Nicolás Avellaneda, quien envía a Groussac como docente a Tucumán y Santiago del Estero; luego será periodista, director de la Escuela Normal de Tucumán e Inspector Nacional de Educación. Regresa a Francia en 1883; redacta crítica literaria para periódicos de París, publica algunos ensayos, lo aceptan en círculos intelectuales, pero, ignorado como escritor, retorna a Buenos Aires. Eduardo Wilde, Ministro de Instrucción  Pública del presidente Roca, lo designa en 1885 director de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeñará hasta su muerte.

        Nostálgico de su patria, haciendo hincapié en sus escritos en su condición de “trasplantado”, Groussac realiza una abundante producción literaria que sus biógrafos califican en cinco categorías: histórica, biográfica, de viajes, de crítica literaria, y de imaginación. En ésta última figuran una novela, “Fruto vedado”, narraciones agrupadas en “Relatos argentinos”, un volumen de poesías, “Cahiers des sonnets”, y la obra de teatro “La divisa punzó”.

        Este drama histórico tiene dos versiones, la que se desarrolló sobre escenarios y la que Groussac publicó en septiembre de 1923 y ha sido objeto de varias reediciones. En el Prefacio del libro el autor indica que figuran entre paréntesis pasajes “restablecidos” que se suprimieron en la representación. La pieza consta de cuatro actos; la acción del primero transcurre el 24 de junio de 1839 en la casa del coronel Ramón Maza, la del segundo el mismo día en el patio de la quinta de Rosas en Palermo, el tercero a la medianoche del 27 de junio de 1839, en el despacho de Rosas en su casa de la calle del Restaurador, y el cuarto en una salita contigua al gran salón de baile en el Fuerte, la noche del 25 de mayo de 1840. Con referencia al tercer acto, el autor indica que “el moblaje es, poco más o menos, el que resulta del inventario mandado levantar, después de la caída de Rosas, por el gobierno de la Provincia y existente en el Archivo general de la Nación”.

        En el elenco hay cuarenta personajes, nueve de ellos mujeres: Manuelita Rosas,  tres de sus tías, su cuñada, dos amigas, la esposa de Maza y una mulata que oficia de espía. Juan Manuel de Rosas encabeza la nutrida nómina masculina, colmada de apellidos conocidos: Maza, Mandeville, Corvalán, Victorica, Terrero padre, Mansilla, Lamadrid, Pedro de Angelis… El ingrediente romántico está a cargo de Jaime Thompson, a quien se presenta como amigo de la infancia de Manuelita, ingeniero en minas recibido en Inglaterra, exsecretario de la legación argentina en Londres y de paso en Buenos Aires comisionado por una compañía inglesa para estudiar un proyecto minero en Chilecito. El joven está enamorado de Manuelita, que también lo ama pero se niega a fugarse con él y casarse en Montevideo porque, le dice, “me sobra afecto a mi padre para asestarle ese golpe terrible”. El abrazo del padre, que comprende tardíamente el sacrificio que ha hecho la hija, cierra la obra.

        El infaltable villano corre por cuenta del “capitán Alvarez Montes”, nombre que encubre al militar Nicolás Martínez Fontes, señalado como delator de la conjura de Maza. En el Prefacio Groussac explica:”Era también inevitable la exhibición del traidor Martínez Fontes; pero, cediendo a consideraciones sociales he preferido cambiarle el nombre y no convertir el escenario en picota de vergüenza para algún deudo, acaso sentado entre los espectadores”.

        Alvarez Montes tiene mucha gravitación en la pieza: en el segundo acto denuncia a Maza, quien lo hiere de un pistoletazo delante del Restaurador, y en el cuarto, movido por los celos, acecha a Manuelita para trabar el romance entre ella y Thompson y capturar al joven, acusado de unitario y a punto de partir hacia Montevideo e Inglaterra. En el tercer acto ingresa brevemente otro villano: el capitán Gaetán, asesino del doctor Manuel Vicente Maza, presidente de la Legislatura y padre de Ramón Maza. Gaetán acude al despacho de Rosas para referirle de qué manera ultimó al que fuera viejo amigo del Restaurador, “conforme a la orden recibida”. Groussac advierte: “Sólo aparece un instante el sayón Gaetán, instrumento brutal del crimen, repugnante para el mismo tirano que lo empleara”.

        Rosas es presentado al espectador como deliberadamente insincero incluso hacia su hija: tras disponer el fusilamiento de Maza, arrestado por conspirador, finge acceder a los ruegos de Manuelita y dicta una esquela ordenando detener la ejecución, a sabiendas de que llegará tarde a manos del encargado de cumplirla.

        En líneas generales, los personajes de la obra siguen los cánones establecidos por José Mármol en su novela “Amalia”, aunque con las tintas recargadas, ya que a pasos de Rosas, Maza, otros complotados, los diplomáticos extranjeros, su edecán y su jefe de policía, condenan sus actos de gobierno y los epítetos de “tirano” y “dictador” se encuentran en casi todos los diálogos. Una singular excepción: María Josefa Ezcurra, cuñada de Rosas, demonizada por Mármol y otros cronistas de esa época, es sobre tablas una afectuosa segunda madre para Manuelita, protegiendo sus amores y desafiando al Restaurador en defensa de la felicidad de su sobrina.

        Críticos literarios y biógrafos de Groussac concuerdan en que sus trabajos de analista de la historia de nuestro país son lo más destacable de su obra: … “empezó a familiarizarse en el manejo de documentos que, al cabo de los años, le aseguraron un notable dominio del pasado histórico argentino” (1). “La crítica ha subrayado en toda la obra de historiador calidades de lucidez y agudeza interpretativa, de afán exhaustivo, de escrúpulo de exactitud y veracidad.” (2) …“historiador documentado y laborioso” (3)

        Sobre “La divisa punzó”: “notable drama de reconstrucción histórica” (4)

        En 1923, cuando se estrenó esta obra teatral donde se denigra a Rosas, ya el enfoque revisionista era imparable entre la intelectualidad argentina. La monumental y minuciosa “Historia de la Confederación Argentina”, de Adolfo Saldías y libros de varios eminentes autores e historiadores -Quesada, Ravignani, Irazusta, Ibarguren entre otros- rebatían con documentos y testimonios inobjetables las distorsiones provocadas a nuestra historia patria por decenas de años de intereses políticos, en muchos casos espurios. Los méritos como gobernante de Juan Manuel de Rosas - exterminio de la anarquía, unificación de los feudos en que los caudillos locales habían convertido a las provincias en una Confederación, honroso enfrentamiento al bloqueo anglo-francés - eran ya innegables a medida que se destruían las falacias elaboradas por la historiografía oficial durante su exilio.

        Cuando la acción del argumento de una novela, un cuento o una obra teatral transcurre en el pasado, todo autor comete errores y ninguno conoce tanto como cree saber. Groussac redactó “La divisa punzó” ya bien entrado el siglo XX. Dice en el Prefacio del libro “La primera precisión del asunto me ocurrió en Buenos Aires a fines del año 1921.Me puse a trazar el scenario de la pieza alrededor del complot de Maza como episodio central”. En ese contexto encierra el romance entre la hija de Rosas y Thompson, el joven anglo-argentino.

        La conspiración de Maza, como explicó uno de los conjurados, el doctor Carlos Tejedor, en carta a Adolfo Saldías fechada 16 de octubre de 1883 “no se trataba por el momento de federación ni de unidad sino de concluir con Rozas”. O sea, no de derrocar al gobernador sino de matarlo. Tal fue la duplicidad y alevosía del coronel Maza -quien alentado desde Montevideo articuló el complot en Buenos Aires- que hasta su arresto visitó casi a diario la casa de Rosas; criado junto con los hijos de éste, lo consideraban como de la familia.

        Para conocer Groussac nuestra historia recurrió a la documentación disponible en los archivos oficiales, expurgada de información contraria a los postulados esgrimidos para combatir al Restaurador. Sobre esa base endeble y ambigua los primeros gobiernos constitucionales armaron un programa educativo destinado a insertar en las generaciones subsiguientes la convicción de que cuanto hiciera Rosas había sido maléfico para la Argentina.

        Tal vez Groussac, brillante erudito, respetado como historiador en una nación que no era la suya, habría prestado atención al revisionismo, a ese nuevo enfoque sobre nuestra historia, de no haber perdido gradualmente la vista. A fines de la década del Centenario estaba ciego, desgracia también acontecida a otros dos Directores de la Biblioteca Nacional, José Mármol y Jorge Luis Borges. En su despacho, Groussac dictó sus últimas obras -“Relatos argentinos” (1922), “La divisa punzó” (1923), “Crítica literaria” (1924)- abroquelado en un enorme escritorio redondo construido a su pedido. Sus biógrafos refieren que, imposibilitado de leer, debió limitarse a su excelente memoria y a que le leyeran el material que él mismo acopiara en años de examinar archivos nacionales. La ausencia del aire fresco del revisionismo convirtió a la única obra teatral de Paul Groussac en un ingenuo compendio de conceptos adulterados sobre el complot para asesinar a Rosas en 1839.

 

Referencias

(1) Adolfo Prieto: Diccionario básico de literatura argentina. (Centro Editor de América Latina).

(2) Enciclopedia de la literatura argentina, dirigida por Pedro Orgambide y Roberto Yahni (Editorial Sudamericana).

(3) Álvaro Yunque: Síntesis histórica de la literatura argentina. (Editorial Claridad).

(4) Diccionario histórico argentino - publicado bajo la dirección de Fermín Chávez. (Ediciones Fabro)


Manuel Vicente Maza
Asesinato de M.V. Maza, óleo pintado por Prilidiano Pueyrredón

En el óleo sobre tela "Asesinato de M. V. Maza", pintado por Prilidiano Pueyrredón, que se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes, se ve a Rosas, contemplando el asesinato del presidente de la Legislatura, el Dr. Vicente V. Maza, padre de coronel Ramón Maza, uno de los jefes complotados en 1839 para matar al gobernador.  La historia oficial atribuye a Rosas el asesinato de quien fuera su amigo y padre del militar complotado y fusilado por orden de este. Así como Rosas ordenó el fusilamiento del coronel Maza , no le hubiera temblado la mano para ordenar también el fusilamiento del padre y no servirse de terceras personas. Quienes aquello afirman (que también se refleja en esta obra pictórica) no conocen la personalidad del Restaurador.