Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VI N° 22 - Marzo 2012 - Pag. 8
La infamia de Caseros
Dr.
Edgardo Atilio Moreno
Litografía
colorada impresa por la “Litografía Madrileña” de Buenos Aires. MHN
El 3 de febrero de 1852
Aquella tragedia, que marcó a fuego
nuestro destino nacional, fue el fruto de una trama perversa comenzada varios
años atrás.
En efecto, nuestro enemigo histórico
en la región, el Imperio del Brasil, hacia tiempo que estaba preocupado por que
el gobierno de Rosas se había convertido en un escollo insalvable para sus
ambiciones expansionistas, de modo tal que ordenó a su hábil diplomacia que
encontrase la forma de derrocar al Ilustre Restaurador de las Leyes y el Orden.
En esto los brasileños coincidieron
con los intereses económicos y geopolíticos de los ingleses, los cuales no
cejaban en su intento por imponer la libre navegación de nuestros ríos
interiores y el sistema de librecambio.
Para tales fines, los imperiales
comprendieron que debían ganarse el apoyo de los enemigos internos de Rosas. Su
presa mas codiciada fue el general Justo José de Urquiza, a la sazón gobernador
de la provincia de Entre Ríos y a cargo del ejército mas poderoso que disponía
Con ese afán ya en 1850 habían tentado
al caudillo entrerriano solicitándole su neutralidad ante una eventual invasión
al territorio argentino; oportunidad en la cual Urquiza supo contestar que no
podía tomar tal actitud sin traicionar a su Patria.
Sin embargo, poco tiempo después, su
forma de ver las cosas cambiaría. Razones de peso –o mejor dicho de “pesos” –
influirían en ello. Y es que don Juan Manuel había resuelto poner fin al
comercio espurio que había enriquecido al entrerriano.
Delantal masónico de Urquiza |
Y aunque todos los gobernadores
conservaron el derecho de adoptar las medidas económicas que desearan para sus
provincias, siempre y cuando no perjudicaran a
Su mismo secretario personal, Nicanor
Molina reconoció que “Al pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el
comercio del oro por Entre Ríos”. Claro
que Urquiza debió encubrir esas motivaciones y alegó que se pronunciaba en
contra de Rosas para dar al país una Constitución y terminar con la tiranía.
Cuestiones que nunca antes le habían interesado y que tampoco podían justificar
que un general de
Así fue que, con ese pecado original
–crimen de lesa patria–, se llegó al oprobioso 3 de febrero de 1852 y a la
derrota inevitable de
La ola de crímenes que se desató
inmediatamente después de esta batalla fue otro baldón en dicho proceso, y fue
un ejemplo más del proceder consuetudinario de unitarios y liberales en nuestra
Patria. Más de 600 asesinatos en la ciudad de Buenos Aires, acompañados de toda
clase de vejámenes a la población civil. Miles de ejecuciones en la campaña;
toda una división del ejercito federal –la división Aquino– pasada por las
armas; el coronel Chilavert y cientos de los héroes que lucharon en
El proceder de estos “iluminados”, que
decían luchar contra la tiranía y el terror, y que prometían traernos los
beneficios de la civilización; así como todo lo que vino después de Caseros,
justificaría aun más todo lo hecho por don Juan Manuel de Rosas.
Las consecuencias de tal ignominia
serian tristes, gravísimas y perdurables.
Por lo pronto, con la batalla de
Caseros, Brasil salvó su destino y lavó sus afrentas. El hecho de que si bien
la misma tuvo lugar el día 3 de febrero y que sus tropas esperaran hasta el día
20 de ese mes –aniversario de nuestra victoria en Ituzaingo– para recién entrar
desfilando victoriosas en Buenos Aires, lo dice todo.
Pero lo más grave fue que para
A partir de entonces se comenzó a
inventar un nuevo país, una antiargentina, de espaldas a
El país que nació de aquel oprobio se
edificaría conforme a los dictados de la masonería internacional y respondería
a los intereses del imperialismo anglosajón.
El Estado que se organizará será la
base del actual sistema de dominación que asegura el gobierno de los peores y
la sumisión de nuestra Patria al capital financiero internacional.
El modelo económico a implantarse de
aquí en más se encargará de transferir nuestras riquezas al extranjero; y
nuestra cultura hispano católica y criolla sufrirá el embate de la cosmovisión
materialista, laicista y liberal que transmiten las logias masónicas.
Incluso el repudio a lo autóctono
llegó a tal punto que se intentó implementar un verdadero genocidio con nuestro
pueblo criollo a los efectos de reemplazarlo por una inmigración anglosajona y
protestante, que gracias a Dios, no arribó a estas tierras. De todos modos,
aquellas matanzas sistemáticas de gauchos habrían de afectar la psicología del
arquetipo del hombre argentino, contribuyendo a la perdida de nuestro antiguo
espíritu heroico y digno.
Ese espíritu fundacional perdido –pero
materialmente vivo– es lo que los argentinos debemos recuperar para que
volvamos a tener una Nación grande, fuerte e independiente, como la de los
tiempos de don Juan Manuel; y para que los felones de hoy –del mismo linaje de
los de Caseros– tengan su merecido.
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