jueves, 1 de marzo de 2012

Banderas de Rosas

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VI N° 22 - Marzo 2012 - Pags. 4 y 5 

 

Las banderas de Rosas

Por el Ing. Leonardo Castagnino *


Banderas de Rosas



El tema de la bandera de la Confederación Argentina parecía agotado: varios autores revisionistas se refirieron a ella. Sin embargo, nunca ahondaron en sus símbolos, sobre todo los cuatro gorros de la libertad que, pese a las repeticiones superficiales, en nada se parecen a los de Frigia.

Desde la Independencia hubo también enseñas azul turquí y blancas, pero el azul celeste siempre ha sido el color nacional, excepto entre 1836 y 1852.

Durante las luchas civiles entre unitarios y federales se produjeron muchas confusiones, debido a que ambos bandos usaron los mismos colores; y eso que los federales tenían divisa roja, heredada de Artigas, López y otros caudillos.

En su expedición al Desierto (1833-34), Juan Manuel de Rosas llevó una bandera nacional que tenía franjas azul oscuro en lugar de celeste. ¿Por qué Rosas eligió el azul turquí? Tres razones pueden explicar dicha elección. Primero, el azul celeste ha sido siempre un color fugitivo a la luz; en cambio su matiz más oscuro resiste por más tiempo, al sol, a la lluvia, etc. Segundo, Rosas pensó que el color argentino era el azul: el decreto de la bandera nacional y de guerra (del 25 de febrero 1818) así lo estableció; de ahí en más, las interminables confusiones y discusiones sobre el tema. Y tercero, el celeste siempre fue el color preferido de liberales y masones. Además, el azul oscuro era un color más noble "azul real".

El 23 de marzo de 1846 -época de su segundo gobierno- Rosas le escribió al coronel Vicente González, que tenía a su cargo la Guardia de San Miguel del Monte, diciéndole que se le remitiría una bandera para los días de fiesta, y agregó: "(...) Sus colores son blanco y azul oscuro un sol colorado en el centro y en los extremos el gorro punzó de la libertad. Esta es la bandera Nacional por la ley vigente. El color celeste ha sido arbitrariamente y sin ninguna fuerza de Ley Nacional, introducido por las maldades de los unitarios. Se le ha agregado el letrero de ¡Viva la Federación! ¡Vivan los Federales Mueran los Unitarios!".

Al celebrarse el segundo aniversario del regreso de Rosas al poder, el 13 de abril de 1836, se izó la nueva enseña sobre el Fuerte de Buenos Aires. Después de Caseros, Urquiza le regaló esa misma bandera a Andrés Lamas que hoy día, se halla en el Museo Histórico Nacional de Montevideo.

Rosas, poco después, se dedicó a convencer a los gobernadores provinciales de la necesidad de suprimir el celeste, y de adoptar la nueva enseña y la divisa federal. Por ejemplo, don Juan Manuel mantuvo una correspondencia sobre el asunto con Felipe Ibarra (gobernador de Santiago del Estero), entre abril y julio de 1836. Según José Luis Busaniche, Ibarra debió mencionarle el tema de los colores nacionales; Rosas le dijo: "Por este motivo debo decir a V. que tampoco hay ley ni disposición alguna que prescriba el color celeste para la bandera nacional como aun se cree en ciertos pueblos". Sin embargo, tanto Ibarra como aquellos pueblos sabían, y desde 1812, que el color nacional era el azul celeste. Rosas también escribió: "El color verdadero de ella porque está ordenado y en vigencia hasta la promulgación del código nacional que determinará el que ha de ser permanente es el azul turquí y blanco, muy distinto del celeste." ¿Existió ese código alguna vez? Y le recordó a Ibarra que dos enseñas nacionales -la que llevó a las pampas y la del Fuerte- tenían los mismos colores, y que las nuevas banderas para las tropas fueron bendecidas y juradas en Buenos Aires.

La bandera nacional de la Confederación, que puede haber sido una creación exclusiva de don Juan Manuel, entusiasmó a los federales, porteños y provincianos. Uno de estos, el coronel salteño Miguel Otero, en una carta a Rufino Guido (hermano del general Tomás Guido), del 22 de octubre de 1872, le dijo que los unitarios no enarbolaron la bandera azul y blanca "...sino el estandarte de la rebelión y la anarquía, celeste y blanco, para que fuese más ominosa su invasión en alianza con el enemigo..." en alusión a la celebérrima "Cruzada Libertadora" de Lavalle y su luna de miel con los franceses. Por lo visto, don Miguel siguió siendo un rosista a carta cabal que nunca reconoció a la enseña celeste y blanca como nacional. Si Sarmiento hubiera conocido esta carta, ¡que escándalo hubiera armado!

El autor anónimo del "Triunfo del Bello Sexo" (Buenos Aires, 1850) escribió también sobre lo mismo, cuyo fragmento fue reproducido por el historiador antirrosista Mariano Pelliza. El desconocido erudito conoció a fondo la heráldica y sus leyes, y rechazó el celeste considerándolo un medio color y sólo admitió el azul (debió decir "azur").  Lo que sigue refleja la opinión de Rosas en tal forma que parece haber sido redactado por él: "(...) El decir que los individuos que señalaron los colores nacionales prescribieron el celeste, es un error ofensivo a la capacidad de aquellos dignos patriotas, error criminal, si fue con consentimiento de causa, e intolerable entre gente ilustrada, si procedió con ignorancia. Sea como fuere, el Pabellón Argentino nunca fue, ni pudo ser, sino azul y blanco, y en términos técnicos lo describiré: faja de plata sobre campo azul [sic: azur], vulgarmente se diría: azul, blanco y azul."

Por su parte, los unitarios vieron como negro al azul. Por ejemplo, para Miguel Estévez Saguí, dicho matiz del azul lo era de oscuridad, de negrura, y como los antecedentes de la Mazorca, veía las franjas negras. Y Domingo Faustino Sarmiento -en su "Discurso de la Bandera"-, al inaugurar el monumento a Belgrano en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1873 señaló a la enseña de la Confederación como un invento de bárbaros, tiranos y traidores, y no pudo verla como argentina... Del mismo y estrecho criterio han sido los discípulos ideológicos de los campeones liberales: José María Ramos Mejía, Mariano A. Pelliza, Reynaldo A. Pastor, Ernesto J. Fitte y el resto de la pléyade académica. Para ellos, el pabellón de Rosas ha sido una creación espúrea, antipatriota, anodina, un emblema propio de la tiranía rosista...Los demócratas de la Atenas del Plata nunca supieron ver los colores. Como sus pares del Pireo, que confundieron el violeta con el negro...

Una excelente lección nos da Julio Irazusta que, si bien no fue vexilólogo por lo menos sabía de banderas. Lo prueba esta crítica al hombre de ciencia Ramos Mejía: "Con motivo de la bandera federal, Ramos Mejía apela al registro de policía para probar que la azul y blanca era perseguida (1,184, n). El médico historiador no tiene en cuenta que las variaciones de detalle en los símbolos nacionales no afectan el destino de los mismos. Pocas naciones, grandes y pequeñas, conservaron siempre idénticas las formas de sus banderas. Los franceses no fueron menos patriotas por cambiar la bandera blanca del rey legítimo y sustituirle la tricolor de la revolución. La bandera Argentina sufrió más variaciones por lo que se refiere al matiz de sus colores y a los complementos simbólicos agregados, entre su creación y el advenimiento de Rosas, que las introducidas en ella por don Juan Manuel con el cambio del celeste por el azul y los cuatro gorros colorados que ponía en cada uno de sus cuatro cuarteles".

Veamos ahora los símbolos. El blanco es unión. El azul profundo es la libertad, como el celeste. El sol rojo -conocido en heráldica como sombra de sol-, significa el amanecer o el triunfo de la nación. ¿Y los cuatro gorros de la libertad? A mi ver, ellos no significan victorias militares, ni tampoco el número de las provincias de la Confederación que fueron catorce por esa época. Más bien creo, son referencias a los cuatro pactos que, según Pedro de Ángelis, dieron nacimiento a la Confederación Argentina: el Tratado del Pilar (23 de febrero de 1820), el Tratado del Cuadrilátero (25 de enero de 1822), la Ley Fundamental (23 de enero de 1825), y el Pacto federal(4 de enero de 1831). El primero adoptó el sistema federal de Artigas; el segundo fue de amistad y unión entre Buenos Aires y las provincias del litoral; el tercero encargó a Buenos Aires el ejercicio de las relaciones exteriores y algunas funciones ejecutivas del Estado; y la última creó la Confederación a la cual adhirieron las demás provincias del interior.

La bandera rosista, reconocida como nacional tanto por nativos como por extranjeros, pasó al destierro junto con su creador, el día de Caseros. Y, finalmente, en Inglaterra -lejana patria de los exiliados del mundo-, dejó de existir don Juan Manuel en marzo de 1877. Sus restos fueron conducidos al cementerio católico de Southampton, y sobre su féretro, como custodios del vencido en vida, reposaron el sable de San Martín y la vieja enseña de la Confederación, jamás renegada por su ilustre autor.

* Leonardo Castagnino es Ingeniero Civil recibido en la Universidad del Sur. Autor de “Juan Manuel de Rosas. Sombras y verdades” y “Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los países del Plata”. Creador y titular de la página web: www.lagazeta.com.ar