Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VI N° 21 - Diciembre 2011 - Pags. 8 y 13
Otra vuelta a la polémica
Por Norberto Jorge Chiviló
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“La Porteña en el tocador”.
Oleo de Cayetano Descalzi |
La contestación que el Dr. López Mato (en adelante LM) tituló “Otra
vuelta de Obligado”, en realidad no se condice con una respuesta a mi artículo
“Omar López Mato y la Vuelta
de Obligado”, porque en realidad, si bien se lo lee, no rebate los puntos que
yo señalé, sino que introduce nuevas cuestiones y mezcla un poco los temas
–saliéndose del tema Obligado–, con simples afirmaciones, como la libertad de
los ríos interiores, posturas de Artigas y Dorrego al respecto, deshonestidad
de Rosas en el manejo de fondos y enriquecimiento ilícito, hechos relativos a la Vuelta de Obligado, la no
participación por las rentas de la
Aduana de Buenos Aires, Rosas y Bolivia, Rosas y el Paraguay,
oferta de Rosas de canje de Malvinas, especulación con la derrota,
intervenciones en el Río de la
Plata, intransigencia exagerada de Rosas, exacerbación del
patrioterismo, vía libre de comunicación hacia el Paraguay, pago de la deuda a la Baring Brothers, la codicia de Rosas,
papel moneda emitido por Buenos Aires, el “pacto” del Cuadrilátero, excesos
cometidos por Rosas, etc. etc., cuestiones que son fáciles de poner en pocas
palabras, por ejemplo cuando dice: Rosas “mató (de a miles, doctor, de a
miles)” sin ninguna explicación ni razonamiento o cuando se dice “Rosas sumió
el país en el atraso y la ignorancia”, con tanta ligereza y que se podrían
rebatir de la misma manera diciendo solamente: “no es cierto tal cosa” o tal
otra, pero evidentemente esa no es la forma de debatir. Los que defendemos a
Rosas y estamos comprometidos con la verdadera historia, debemos explicar como
fue cada cosa, pero para los contrarios les basta hacer afirmaciones de Perogrullo
que tienen que ser aceptadas por todo el mundo, y ahí sí pretenden ser los
dueños absoluto de la verdad. Pero como decía el paisano –y con todo respeto– “No
hay que dejarse pisar el poncho” y trataré de contestar algunas de las
imputaciones formuladas y dentro de las limitaciones de espacio que permite
este periódico, en forma clara, para que sean comprendidas por todos los
lectores y solo tomaré los principales cargos. Las que por falta de espacio no
pueda contestarlas ahora, serán motivo de análisis en ediciones posteriores, ya
que los temas de por sí son interesantes.
Una pregunta clave
En mi
contestación, había hecho a LM una pregunta clave, cual era: “de haber vivido Ud. en
aquellos momentos (del Combate de la
Vuelta de Obligado). ¿Habría estado con los defensores
argentinos o arriba de los barcos anglofranceses?”.
Lo que primero traté de encontrar en
la contestación de LM fue justamente que respuesta daba a esa pregunta, pero
lamentablemente no la encontré. Su silencio, debo confesarlo, me sorprendió. Hubiera
sido lindo, y era lo que yo hubiera esperado, que el Doctor respondiera que le hubiera gustado estar con
los defensores argentinos. Pero bueno… cada uno es libre de pensar y actuar como
quiera.
La libre
navegación de los ríos
LM me endilga que en mi texto omití
varios hechos que echan otra luz sobre el tema de la libre navegabilidad de los
ríos y cita el caso de “Artigas en 1816” y de “Dorrego en Agosto de 1828”. En primer lugar no fue
mi intención historiar el tema de la libre navegación de los ríos, ya que ello
da para mucho y largo y porque no soy ni me considero “historiador”, y hay
autores que lo han hecho muy bien (véase Jaime Gálvez en “Rosas y la navegación
de nuestros ríos”) y además que el espacio que dispongo en el periódico es
limitado, no es un libro.
Debo manifestar que ante la respuesta
de LM traté de encontrar material sobre la libertad de navegación promovido por
Artigas (no solo en libros de historia sino en Internet) y solo pude encontrar
la referencia que Estanislao S. Zeballos hizo en su intervención en el Congreso
Nacional en 1815, al decir: “… no hay sino aquel raro y curiosísimo tratado
celebrado por Artigas en 1817, con el teniente de navío británico, que no tenía
plenipotencia, míster Edward Franklin… Es un documento en el cual Artigas y el
comandante inglés reconocen la jurisdicción absoluta del Río de la Plata a la República Argentina,
no atribuyendo al Uruguay sino el uso de los puertos”.
Debe decirse asimismo que como lo
señalé en el artículo sobre Artigas publicado en el número anterior de este
periódico, el caudillo oriental entre las instrucciones dadas a los diputados
orientales para concurrir a la
Asamblea del Año XIII, estaba el de la
apertura al libre comercio de los puertos de Maldonado y Colonia que se
agregaban al de Montevideo. Pero también Artigas propiciaba medidas proteccionistas
que impulsaran y protegieran las artesanías y manufacturas propias: “Todos los derechos, impuestos
y sisas que se impongan a las introducciones extranjeras serán iguales al resto
de las provincias unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudiquen
nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento a la industria de nuestro
territorio” (Como también lo hará Rosas, muchos años después, con la Ley de Aduanas). No es que se
abrían indiscriminadamente los puertos a la libre introducción de toda mercadería
extranjera.
Respecto a la referencia que LM hace de
“la libre navegación… sancionada por el gobierno de Dorrego en Agosto de 1828”, respondo que no se
estableció la libre navegación ni fue sancionada por el gobierno de Dorrego. Me
explico. A raíz de la primera guerra argentina-brasilera que mantuvieron las
Provincias Unidas del Río de la
Plata con el Imperio del Brasil en 1825-1827 se firmó, entre
ambos gobiernos –el
nuestro representado por Dorrego–, un Tratado Preliminar de Paz del 27
de agosto de 1828, por el cual se dividió a las Provincias Unidas del Río de la Plata y se separa su
Provincia Oriental, para reconocerla como un tercer país: la República Oriental
del Uruguay, y en ese Tratado se conviene: “las altas partes contratantes se
comprometen a emplear los medios que estén a su alcance, a fin de que la
navegación del Río de la Plata
y de todos los que desaguan en él se conserven libres para el uso de los
súbditos de una y otra nación, por el tiempo de quince años, en la forma que se
ajustare en el tratado definitivo de paz”. Como se puede apreciar, el tratado
no establecía la libre navegación de los ríos para todos, sino “para el uso de
los súbditos de una y otra nación” signatarias del Tratado, es decir argentinos
y brasileros solamente y por el término acotado de quince años. Analice el
lector si lo afirmado por LM, concuerda con la realidad de lo que yo había
dicho.
Cabe señalar que en los tratados
interprovinciales suscriptos antes de la llegada de Rosas al poder o mientras
este lo ejerció como Gobernador de Buenos Aires y como representante de la Confederación
Argentina, en muchos se estableció la libre navegación de los
ríos interiores pero solo para las provincias y ninguno lo hizo con respecto a
los extranjeros, así el Pacto Federal de 1831 no permitía la libre navegación
de los ríos interiores para los extranjeros.
Al oponerse Rosas a la libre
navegación de nuestros ríos interiores por parte de potencias extranjeras,
estaba nada mas ni nada menos que cumpliendo con la ley de nuestro país, pero
además esa postura era la que establecía el derecho internacional de aquél
momento. No fue un capricho, como algunos pretender ver (“Caprichos” para
oponerse a la libre navegación, “caprichos” para oponerse a las grandes
potencias…??,) ya que “Capricho” es de acuerdo al Diccionario de la Real Academia: “Determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un
antojo, por humor o por deleite en lo extravagante y original”. Como ya
manifesté la actitud de Rosas no fue arbitraria, sino por el contrario fue bien
ajustada a la ley, al derecho y al derecho internacional de aquél momento y
menos aún estuvo inspirada por un antojo, por humor o por deleite. Simplemente
se sujetó a las normas nacionales.
Para tener por acreditada la justicia
en la política seguida por la Confederación
Argentina sobre este tema, me remito a lo manifestado por Lord
Palmerston en el parlamento británico en la
sesión del 19 de febrero de 1846, cuando a una pregunta de Lord Beaumont, contestaba: “No podemos pretender ese
derecho (la libre navegación): las orillas del río Paraná se encuentran en
territorio argentino, y esa pretensión sería contraria a nuestra práctica
universal y al principio de las naciones”.
En la alocución de
Zeballos en el Congreso a la que me referí, dijo que el Ministro ingles Lord
Palmerston había afirmado con respecto a la referida cuestión de la libre
navegación: “Con respecto al derecho de navegación estamos dispuestos a convenir en que los
principios del derecho de gentes que mantenemos en Europa establece que los
países por donde pasan los ríos –si fueran realmente ríos y
no brazos de mar– tienen el derecho de gobernar su navegación” y sigue diciendo
Zeballos: “Empezaba, pues, a triunfar Rosas en el Parlamento inglés; y el
diputado (inglés, en el parlamento británico) Urquhar terminó su discurso con
estas palabras: ‘Conforme al derecho público, no debe entrar en las miras del
gobierno de Inglaterra y de Francia abrir comunicación con la provincia
argentina del Paraguay, porque es justo que se respeten los derechos de la Confederación sobre
esa parte integrante de su territorio; y en cuanto a la navegación de los ríos,
el gobierno argentino no sólo es dueño de reglamentarla, sino también de
cerrarla a los pabellones extranjeros, porque se debe considerar que la embocadura
del Río de la Plata
es una pertenencia de la Confederación Argentina y no un brazo de mar’ ”.
Pregunto: ¿Qué más se
podría decir y argumentar sobre el tema, cuando los mismos enemigos reconocían
la justicia de la posición argentina, sustentada por Rosas?.
Incluso en los Tratados
firmados por la Confederación
Argentina con el Reino Unido el 24 de noviembre de 1849 (El Tratado Arana-Southern en su Artículo 4° dice “El gobierno
de S. M. B. reconoce ser la navegación del Río Paraná una navegación interior
de la
Confederación Argentina y sujeta solamente á sus leyes y
reglamentos…) y con la República Francesa
el 31 de agosto de 1850 (El Tratado Arana-Leprédour en su Art. 6°, dice:
“El Gobierno de la República
francesa reconoce ser la navegación del Río Paraná, una navegación interior de la Confederación Argentina,
y sujeta solamente á sus leyes y reglamentos…), se
reconoce explícitamente el derecho argentino defendido por Rosas. Esto está
clarísimo y está bien escrito y parece mentira que todavía hoy haya argentinos
que discutan algo tan claro, preciso y que no admite ya ninguna discusión.
Contrariamente a lo que
hacían otras potencias, con la derrota argentina en Caseros y la sanción de la Constitución de 1853,
en su artículo 26 se estableció la libre navegación de nuestros ríos
interiores, incluso para buques de guerra de otras potencias (que años después
nos traerían problemas con Paraguay y Brasil). O sea que después de Caseros –que fue una
verdadera derrota nacional– nosotros fuimos los vivos que abrimos nuestros ríos mientras que
las otras potencias –entre las que incluyo al Imperio del Brasil– eran tontos
por no permitirlo y reservarse su navegación solo para sus nacionales. ¿Qué
raro, no…?. Después de leer todo esto hay algo que no cierra… pero la realidad
fue que una de las condiciones impuestas por el Imperio del Brasil para sumarse
a la lucha contra Rosas –léase la “Confederación Argentina” – fue la de abrir
nuestros ríos a la libre navegación extranjera y por eso hablo de derrota
argentina, pues entre otras cosas, algo que había costado tanto mantener y
defender como fue la soberanía de nuestros ríos interiores, fue moneda de
cambio para lograr la participación brasilera para derrotar a un gobierno
nacional y legítimo.
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Chaleco federal |
Conflicto con las potencias extranjeras
En cuanto al tema
propuesto por LM acerca del conflicto de la Confederación con
las potencias extranjeras, de que “Rosas podría haber arreglado el asunto
permitiendo la libre navegación”. Sí, es verdad que no arregló, era un argentino
bien nacido, respetuoso de las leyes, defensor a ultranza de los derechos de su
país, como por el lado opuesto, los ingleses, franceses, brasileros y otros
también defendían a sus respectivos países. Ya que se pedía la libre navegación
de los ríos interiores, ¿porqué las otras potencias no abrían a su vez sus
ríos?: el Támesis, el Sena, el Amazonas entre otros, dando el ejemplo. Con
mucha ligereza se dice que el abrir nuestros ríos a la libre navegación y los puertos
a la libre introducción de mercaderías extranjeras, nos traería el progreso,
pregunto, ¿Porqué… los ingleses, franceses, norteamericanos, brasileros y otros
accedían al progreso de esa forma?. ¿Porqué se le pedía a la Argentina lo que ellos
no hacían ni consentían?. Parece mentira que hoy día se discuta esto que es tan
sencillo y simple. Yo le preguntaría a LM ¿Permitiría Ud. la entrada en forma
libre e irrestricta de un vendedor en su domicilio o en su clínica, con derecho
a entrar en todas las dependencias…?.
Rosas,
sus intereses particulares y su honestidad
Cuestiona LM la afirmación
de que Rosas nunca antepuso sus intereses particulares a los de su patria. Lo
vuelvo a afirmar y el lector sacará sus propias conclusiones. Comercialmente y
personalmente le hubiera “convenido” mas a Rosas el haber transado con las
potencias europeas que oponerse a ellas. Incluso cuando debió exiliarse, en vez
de llevarse baúles llenos de riquezas –que legítimamente había adquirido–
prefirió salvar su honor y llevarse baúles llenos de papeles y documentos
públicos –sin ningún valor económico–, por lo cual los argentinos debemos
estarle agradecidos pues así pudimos conocer la verdadera historia de la
primera mitad del siglo XIX. Hasta en ese momento, en que debió partir al
exilio, dejó de lado sus intereses patrimoniales personales. Afirmar como lo
hace LM de que el “Palacio de
Palermo…fue arreglado, aumentado y mantenido con dineros públicos y propiedades
incautadas a disidentes durante su mandato”, no se ajusta a la verdad histórica.
Voy a transcribir la opinión de varios opositores al dictador, que hablan de su
honestidad en el manejo de los dineros públicos:
José María Ramos Mejía,
descendiente de enemigos acérrimos de Rosas, dirá en su libro Rosas y su
tiempo: “No me hubiera animado, en otro tiempo, a llamar las cosas por sus
nombres, es decir en alta voz que en el manejo de los dineros públicos y a la
luz de la documentación, Rosas no fue un ladrón vulgar como afirman sus
enemigos. Pesaba sobre mí el concepto popular, hecho carne en la mente de dos
generaciones por la pluma fulgurante de Rivera Indarte y por el procedimiento
administrativo sin control efectivo con que operaba la Dictadura. Todavía
después buscaba frases tortuosas en los mil recursos del lenguaje para ocultar
mi verdadero sentir y no cumplir con el deber de expresarlo, aunque fuese
tímidamente. Recuerdo que mis escrúpulos estrujaban el lenguaje para sacar una
forma satisfactoria a la pasión política, hasta que por fin triunfó la probidad
histórica y estampé el pensamiento con franqueza: en el manejo de los
dineros públicos, Rosas no tocó jamás un peso en provecho propio, vivió sobrio
y modesto y murió en la miseria; la raza argentina de antiguo cuño fue así
hasta en sus tiranos”.
Otro antirrosista, Antonio
Díaz en su obra Historia
política y militar de las Repúblicas del Plata, (tomo X), dirá:
“El juicio del general Rosas (dispuesto por las autoridades de Buenos
Aires, después de Caseros) fue largo y ardientemente debatido, no en pro y en
contra, pues no encontró sostenedores que atacasen a la ley inmoral de la
confiscación (se refiere a la ley que dispuso la confiscación a los bienes de
Rosas por parte de las autoridades de Buenos Aires), como los había encontrado
en la época de su Dictadura para combatirla. No se trató allí de establecer la
procedencia de los bienes del general Rosas. Los tenía heredados de sus padres,
aumentados y mejorados con su trabajo personal, legítimamente adquiridos
también por su esposa la
Sra. Dña. Encarnación Ezcurra, a la que heredaba igualmente
su hija, en bienes, que pasaron a la masa de la fortuna, estaban reunidos a los
del mismo Sr. Rosas. Finalmente, éste había adquirido propiedades en el período
de su mando sin que se pudiera probar que fuesen compradas con los dineros
fiscales. La fortuna que poseía el general Rosas era bastante crecida para
producirle recursos con que hacer frente a especulaciones de gran escala, sin
necesidad de tomar los dineros públicos”.
Agustín de Vedia, pariente de Mitre,
ha dicho estas elocuentes palabras: “El mecanismo de la contabilidad, la
publicidad y la regularidad con que Rosas procedió en el manejo de los caudales
públicos, llama realmente la atención”.
El antirrosista Carlos Lemée, editor
de “Instrucciones para la administración
de estancias” redactadas por Rosas, dirá: “Rozas entendía noblemente los
deberes de vecindad… Rozas era un estanciero muy delicado y respetuoso de lo
ajeno”.
Cabe
recordar una vez mas la opinión de José A. Terry (ver ER Nº 18, p.7), cuando
afirmó: “El comercio y el extranjero tenían confianza en la honradez administrativa
del gobernador”.
Esa
honestidad de Rosas en el manejo de los dineros públicos y el no haberse
llevado riquezas al exiliarse y sí cargar con papeles sin valor económico,
privilegiando su honor a un pasar económico holgado, a mí me conmueve.
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Foto de 1891 de la Aduana vieja |
La Aduana
Con respecto a la Aduana de Buenos Aires,
menos mal que LM, acepta como cierto –como lo fué– de las guías y contraguías,
pero ahora manifiesta que el contrabando seguía siendo la regla en las demás
provincias para sortear la “pesada burocracia” de Buenos Aires.
De la lectura de mi contestación anterior “Omar López Mato y la Vuelta de Obligado” surge que en ningún momento afirmé, como lo dice LM “que Rosas coparticipaba con las otras provincias” de los ingresos de la Aduana de Buenos Aires. Las Aduanas eran propias de cada provincia y así como existía la de Buenos Aires, existían las de Entre Ríos, Corrientes, etc. donde cada provincia tenía su propia ley que gravaba en forma distinta la introducción de mercaderías extranjeras y esos derechos ingresaban a las arcas fiscales de cada una de ellas a las cuales la Aduana le pertenecía. Sí se puede afirmar que con los ingresos de la Aduana de Buenos Aires, Rosas sostenía los ejércitos nacionales para la defensa en las guerras internacionales, como así también, sostenía y tenía provista a toda la administración y diplomacia de la Confederación, como manifesté en aquella contestación. Por lo tanto no incurrí en ninguna “inexactitud a designio”. Yo, que defiendo la figura histórica de Rosas –como muchos otros– no digo “inexactitudes a designio”, como sí lo dicen sus contrarios –y lo han reconocido–, porque ello significaría ponerme en la misma vereda, con lo cual sería contrario a mis propios ideales y sería defraudarme y engañarme a mí mismo. No digo que no pueda equivocarme, pero lo que expreso lo hago con la convicción de que es la verdad histórica. La defensa que hago de la figura de Rosas, lo hago por íntima convicción de que defiendo la justicia y la verdad histórica. No tengo parentesco con ninguno de los familiares del restaurador y cuando fue su gobierno en este país, mis antepasados se encontraban en Europa, por lo que no defiendo intereses de familia, ni intereses espúreos. Con toda humildad, trato de hacer lo que dice el Salmo 44: “Levántate y lucha por la verdad, la piedad y la justicia”.
Rosas y la defensa de las provincias
Se pregunta LM: ¿Qué hizo Rosas para
defender a las demás provincias?. A partir de la firma del Pacto Federal de
1831, las provincias se reunieron en un sistema federal conformándose la Confederación
Argentina, que aglutinaba a todas ellas. La defensa que Rosas
ejerció –y como! – lo fue de la Confederación
Argentina en su conjunto, la visión localista que Rosas había
tenido durante su primera gestión, cambió durante la segunda, pasando a ser nacional
y sobre todo a partir de la sanción de la Ley de Aduana, donde las provincias se vieron
favorecidas notablemente por los altos aforos a la introducción de mercaderías
y productos extranjeros que también se producían en nuestro país.
La Vuelta
de Obligado
Con respecto a la Vuelta de Obligado, vuelve
LM, con el tema de la insuficiencia de medios empleados por las tropas de la Confederación,
“juntados a las apuradas”, “negros en su mayoría”, –ahora ya no son los paisanos
de la zona como había afirmado en el artículo publicado en la pág. web, sino
“negros” – y hace una afirmación maliciosa ya que dice que “huyeron al primer
disparo”. ¿Huyeron al primer disparo…?, esto nunca antes lo había leído. Si hubieran
huído de tal manera no se entiende la cantidad de muertos que tuvieron las
tropas patriotas y del comportamiento valiente que manifestaron en todo momento
y ello no es una simple afirmación mía, ya que para decir esto tengo en cuenta
lo que dijeron los jefes enemigos que reconocieron el arrojo y valentía de
tropas y oficiales argentinos. Tampoco leí en ningún lugar, que fueran
fusilados más de cien reclutas por desertar.
Hacer
estas afirmaciones, que no son veraces, de “Huyeron al primer disparo”, creo
que es una falta de respeto para los que dieron su vida y su sangre en defensa
del territorio patrio y a su vez contradice lo que él mismo había afirmado en
su anterior trabajo cuando dijo: “heroica resistencia ofrecida por los
porteños” y mas adelante: “Vale aclarar que exalto el valor de los combatientes”.
¿En qué quedamos Dr. LM, o “huyeron al primer disparo” o “hubo una heroica
resistencia de los combatientes”?. Decir primero una cosa y después lo
contrario no es serio y da lugar en que se piense que se dicen “inexactitudes a
designio”.
En
la pág. 3 del Nº 4 de este periódico, en el artículo “La actuación de Thorne en
Obligado”, se transcribe el documento entregado por Alte. Sulivan en el Consulado
argentino en Londres, ofreciendo la restitución de una bandera tomada en
Obligado –y cuya lectura recomiento nuevamente– en la cual entre otras cosas,
dice: "Por prisioneros heridos de su regimiento, supimos después
que era el coronel Rodríguez (en realidad era Thorne), del Regimiento de
Patricios de Buenos Aires. Cuando todos los artilleros fueron muertos ó heridos
hizo maniobrar los cañones con soldados de su regimiento de infantería hasta
que el combate estuvo casi terminado, perdiendo 500 muertos y heridos, de 800
que lo componían. Cuando los marineros y soldados ingleses desembarcaron a la
tarde y tomaron esa batería, él con los restos de su regimiento solamente, y
sin otro concurso de las fuerzas defensoras, mantuvo, su posición en
retaguardia á pesar del fuerte fuego cruzado de todos los buques por entre los
bosques que se hallaban detrás de la batería y fue el último en retirarse. La
bandera de la batería que había defendido tan noblemente fue arriada por uno de
los hombres, de mi mando y me fue dada por el oficial inglés de mayor rango,
capitán Hotham. Al ser arriada la bandera cayó sobre algunos de los cuerpos de
los caídos y fue manchada con su sangre”.
El contraalmirante Inglefield en el
parte al Almirantazgo británico dirá: “Siento vivamente que este bizarro hecho
de armas haya sido acompañado con tanta pérdida de vidas, pero considerando la
fuerte posición del enemigo, y la obstinación con que fue defendida, tenemos
motivos para agradecer a la
Providencia que no haya sido mayor", y en l’Annuaire
Historique, de Lesur (París, 1847), se puede leer "El combate con las
baterías comenzó a las diez de la mañana y duró hasta las cinco de la tarde,
durante siete horas no se dejó de hacer fuego de parte a parte. El combate de
Obligado quedará como un brillante hecho de armas para ambas marinas".
Juzgue Ud, lector, si la opinión de
LM tiene mas peso que la de estos jefes enemigos que estuvieron en el combate y
la de aquella revista francesa de esa época que informaba a su lectores sobre
lo acontecido.
Estos
relatos son más que suficientes y también elocuentes del comportamiento
valeroso y heroico de los combatientes argentinos, que da por tierra lo
afirmado por LM, sin asidero histórico alguno y con el solo propósito de
desmerecer todo lo que se hizo en la época de Rosas.
También LM vuelve
con lo de la afirmación de las “tres cadenas mal puestas” y de que “Rosas
especuló con la derrota”. Esto ya lo contesté en mi primera respuesta, no
volveré a repetir conceptos vertidos y los lectores tienen la palabra.
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Iglesia de Santo Domingo, procesión en 1830. Carlos Enrique Pellegrini |
La intransigencia de Rosas
También ahora habla de la intransigencia exagerada
que presentó Rosas en todo momento ante las propuestas para llegar a un arreglo
aún antes de 1839.
Con todo lo que
tenía que ver con la soberanía nacional, en efecto, Rosas fue obstinado e
intransigente…, a lo mejor “exagerado”. Sí es cierto, no lo vamos a negar, sino
que por el contrario lo exaltamos. Ahí esta su virtud que bien lo pinta de
patriota y acérrimo defensor de los intereses nacionales. Su intransigencia en
estas cuestiones no es una carga ni lo desmerece, sino todo lo contrario, lo
honra como argentino y patriota.
Así también lo consideraba el Gral. San Martín, cuando en
carta a Rosas el 2 de noviembre de 1848, le dijo “…Así es que he tenido una
verdadera satisfacción al saber el levantamiento del injusto bloqueo con que
nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa; esta satisfacción es
tanto más completa cuanto el honor del país no ha tenido nada que sufrir, y por el contrario presenta a todos los
nuevos estados Americanos un modelo que seguir y más cuando éste está apoyado
en la Justicia. No vaya a creer por lo que dejo expuesto, el
que jamás he dudado que nuestra patria tuviese que
avergonzarse de ninguna concesión humillante presidiendo usted a sus destinos; por el contrario, más
bien he creído no tirase usted demasiado
la cuerda de las negociaciones seguidas cuando se trataba del honor
nacional…”
Tratado del Cuadrilátero
Vuelvo a reiterar
lo que manifesté en mi anterior contestación sobre la supuesta existencia de la
cláusula que menciona LM. Ninguna de las cláusulas reservadas de dicho Tratado
se refiere al tema mencionado por LM.