miércoles, 9 de octubre de 2024

Rolando Hanglin - Rosas

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el portal del diario La Nación, del 24 de abril de 2012, fue publicado este interesante artículo sobre Rosas.


Juan Manuel de Rosas
Retrato litográfico sobre papel. Este retrato ilustró la obra “Causa criminal seguida contra el ex-gobernador Juan Manuel de Rosas…” (Buenos Aires. Imprenta de La Tribuna, 1864)

Cosas sobre Rosas

Por Rolando Hanglin

Uno opina, acerca sobre Juan Manuel de Rosas lo que le han explicado en su casa, o lo que le contaron en la escuela.

Hoy día no aparece el tema Rosas en los diarios, revistas o la tele, de manera que -salvo que tenga un motivo especial- el argentino medio estima que Rosas fue "un tirano sangriento que mandaba degollar a sus opositores" o un "nacionalista cabal, continuador de San Martín y precursor de Perón". 

Sea como fuere, estas breves noticias pueden interesar al lector. Ante todo, cabe aclarar que el título de "Restaurador de las Leyes" no se entiende bien en la terminología actual. Hoy diríamos que Rosas fue un hombre decidido a restablecer la ley y el orden. Cabe recordar que fue designado gobernador de Buenos Aires después del fusilamiento de Manuel Dorrego por orden de Juan Lavalle (ver federales contra unitarios) y al cabo del largo período de anarquía que va de 1810 a 1830.


HECHOS

Rosas nació el 30 de marzo de 1793, en la casa grande del finado don Clemente López de Osornio, en la vereda norte de la calle Santa Lucía, hoy Sarmiento. La madre fue doña Agustina López y el padre un joven militar, don León Ortiz de Rosas. Al nacer el varoncito y chillar como un marrano, el gallardo teniente del regimiento de Infantería de Buenos Aires se calzó el uniforme completo. Abriéndose paso entre el pulpero don Ignacio, el mulato José, las esclavas negras Feliciana, Damiana, Pascuala, Teodora y otras, y la india libre Juliana, todas criadas de la familia, corrió hasta el cuartel con su calzón azul, su chupa, vuelta y collarín encarnado con botones blancos. Buscaba al capellán, pero como nadie le respondiera atrapó al cura del batallón tercero, doctor Pantaleón Rivarola. Pensaba que un vástago de los Ortiz de Rosas debía ser militar y católico desde el primer día de su vida. De Juan Manuel adelante, Agustina tuvo 20 hijos, de los cuales vivieron 10.


CRUELES RECUERDOS

En lo de López, aún se recordaba la tragedia de don Clemente. El padre de Agustina, un típico estanciero militar de aquel tiempo feroz, poseía un establecimiento llamado "El Rincón de López". Estaba en contacto con la frontera india. En un malón de 1783, don Clemente y su hijo Andrés (de 26 años) fueron degollados por los pampas.

El primer Ortiz de Rosas que se recuerda fue don Bartolomé, caballero de la orden de Santiago, que dejó partir a las Indias, en 1742, a su hijo Domingo. Luego vinieron virreyes, capitanes, alcaldes y gobernadores.

Don León, el padre de Juan Manuel, era un joven aventurero. Se alistó con una expedición de don Juan de la Piedra en 1785, hacia el Río Negro, en pleno territorio indio. Allí degollaron a numerosos guerreros, mujeres y niños de la tribu de Francisco. León fue tomado prisionero. Le esperaba una ejecución por la muerte lenta, pero el Virrey Loreto ofreció canjearlo por un hermano del cacique Negro, que mantenía cautivo. Luego se ajustaron las paces.


COMBATE A LOS 13 AÑOS

Rosas atravesó su bautismo de fuego a los 13 años. Al producirse las invasiones inglesas de 1806, al mando del muy diplomático y seductor William Carr Beresford, que dejó amigos por todas partes, muchos porteños se quedaron sin reacción, y otros derramaron lágrimas de impotencia como Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Santiago de Liniers.

Luego, se produce la gloriosa Reconquista (13 de agosto de 1806) y Rosas actúa como niño servidor de cañón, encargado de conducir cartuchos. Al día siguiente de la victoria, el francés Liniers (hombre del ancien régime, conservador, leal a España, luego Virrey, luego renuente a la Revolución de Mayo y fusilado de manera inicua) felicita al joven Rosas, le da una carta para doña Agustina, le augura una gran carrera militar, etc. Recordando a Liniers, un Rosas ya anciano escribía: "¡Liniers! Ilustre, noble, virtuoso, a quien yo tanto he querido y he de querer por toda la eternidad, sin olvidarlo jamás."


NO LE GUSTÓ LA REVOLUCION DE MAYO

En otras palabras, Rosas reaccionó visceralmente, cuando era casi un niño, contra las Invasiones Inglesas. Como todo español bien nacido.

El General Beresford, que había sido un gobernador templado, quedó prisionero en Buenos Aires y, luego, en Luján. Gran número de comerciantes británicos, que se habían instalado ya en la Argentina, descontando el éxito de la nueva autoridad inglesa, se radicaron definitivamente aquí: por ejemplo, los hermanos John y William Parish Robertson. Cientos de prisioneros británicos desertaron y se instalaron como paisanos cualesquiera en ranchos de la pampa. Tal el caso del suboficial irlandés Peter Campbell, que al parecer olvidó el idioma inglés: fue matrero, maloneó con los indios y terminó como incorruptible ayudante de los hermanos Parish Robertson. Y por último, caudillo federal.

Cuando los ingleses invadieron Buenos Aires y Montevideo, en 1806-1807, había muchos irlandeses en sus filas, enrolados contra su voluntad. Era costumbre británica, y de las autoridades militares, reclutar a jóvenes de Irlanda acusados de algún delito político o vulgar, y la condena consistía en servir al Ejército o la Marina de Guerra, sobre todo esta última, lo cual no deja de asemejarse a la leva de los paisanos argentinos. El hecho es que numerosos irlandeses, católicos y antibritánicos, se encontraron de pronto en el Río de la Plata. Región española de la misma religión, donde eran inducidos por los vecinos a desertar. Y lo hicieron masivamente, tanto es así que el bueno de Beresford (irlandés también, y hasta se lo sospechaba católico) tuvo que imponer la pena de muerte a los desertores de la tropa británica o aquellos que los sedujeran (¿) en esa dirección. (Más pormenores de esta cuestión se encuentran en "Historias Ignoradas de las Invasiones Inglesas", de Roberto Elissalde, incluyendo la aventura de los Paley, los Lynch y otras familias tradicionales irlando-argentinas).

Los cientos de comerciantes, desertores, contrabandistas y granjeros ingleses arribados entre 1806 y 1807, sembraron una semilla de liberalismo, independencia y constitución. Tanto así, que Beresford fue asistido en su fuga, cuando se encontraba bajo arresto domiciliario en Luján, por dos argentinos: Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla. Este último, agente del venezolano Francisco de Miranda, precursor de la Independencia Iberoamericana. En otras circunstancias y en otra nación, lo de estos hombres sería alta traición, o sea: fusilamiento.

De todos modos, el caballeresco Beresford permaneció en Montevideo y no volvió a la carga en 1807 (cuando la Segunda Invasión) cumpliendo con el código de capitulación militar, propio de aquellas épocas, en las cuales el vencido juraba no levantar otra vez las armas contra el vencedor.

Entiéndase bien: el vencedor de la Reconquista, en 1806, era España, y no la Argentina, república nonata.

En los días siguientes, el fermento ideológico sembrado por los ingleses germinó en Buenos Aires, donde los jóvenes jacobinos de la Sociedad Patriótica distribuían panfletos, proclamaban la libertad, y parloteaban incansablemente en casa de Mariquita Sánchez de Thompson y su marido, que a pesar del apellido era un militar español.

Escribía don Tomás M. de Anchorena: "Nos hemos defendido de los ingleses sin ningún auxilio español, y hemos emprendido un gobierno a nombre del rey cautivo don Fernando VII, para después, cuando recobrase la libertad, brindarle su justo homenaje. De este modo era como yo oía discurrir entonces a patriotas de primera figura en nuestro país. No sé si algunos habían leído alguna cosa de política moderna, ni sé que hubiera otra que el Pacto Social de Rousseau, traducido al castellano por el famoso señor Mariano Moreno, cuya obra sólo puede servir para disolver los pueblos, formando de ellos grandes conjuntos de locos furiosos y de bribones. Así discurrían muchos de los que estaban al frente del movimiento separatista".

Esto escribía Anchorena, primo de don Juan Manuel y su amigo íntimo. En cuanto a Rosas, así lo dice Carlos Ibarguren: "La mayoría de los jóvenes contemporáneos de Rosas abrazaron la nueva causa, para combatir por el triunfo de la revolución. Y hasta sacrificaron su tranquilidad, su fortuna y su vida. Mientras que, en las década de 1810 a 1820, esa juventud brega por la independencia o trabaja exaltada por los ideales de libertad en la prensa o la tribuna, Rosas permanece completamente ajeno. El joven Juan Manuel se retrae, se empeña en labores rurales que lo enriquecen, se encierra en su estancia y contempla como simple espectador, desde lejos, los tumultos de la lucha y las proezas de la epopeya".

Luego, aclara el propio Juan Manuel: "Ninguno de mis padres, ni yo, ni mis hermanos o hermanas, hemos sido contrarios a la causa de la independencia americana" (Carta a Josefa Gómez, 2 de mayo de 1869, Museo de Luján).

Es verdad -dice Ibarguren- que Rosas no actuó contra el movimiento separatista de España, pero no pudo ocultar su fastidio ante el desorden y los tumultos: "Los bienes de la asociación han ido desapareciendo insensiblemente desde que nos declaramos independientes. Los tiempos actuales no son los de quietud y tranquilidad que precedieron al 25 de mayo".

Otra carta a Josefa Gómez (Museo de Luján, fecha 1868, Southampton): "En más de 50 años en estas repúblicas, hemos podido ver la marcha de la enfermedad política que se llama revolución, cuyo término es la descomposición del cuerpo social".

Para Rosas, "los tiempos mejores y tranquilos fueron antes de 1810, en los que la subordinación estaba bien puesta, el fuego devorador de las guerras civiles no nos abrasaba: había unión "¿Necesidades de la Provincia? Seguridad y respeto. Asegurar la propiedad de los hacendados y evitar una guerra con los indios, negociando la paz con ellos. "Acostumbrándose a vivir en guerra, los indios formarían escuela militar para ella, y acaso adoptarían el plan de consumir el poder del ejército por medio de la guerra de recursos. No debemos olvidar que aún estamos en revolución, que aún hay conspiradores, y que vemos a los hombres llevar sus venganzas y resentimientos hasta seducir a los salvajes y hacerlos sus instrumentos. Lejos, pues, de nosotros un proyecto de expedición (contra los indios de la Pampa). La paz es lo que conviene a la provincia". Atención: es palabra de Rosas, estanciero de fronteras en 1820. No hablaba de oído.

Ascendido a coronel de caballería el 7 de octubre de 1820, Rosas proclama: "¡Sed precavidos, mis compatriotas, pero más que todo sedlo para con los innovadores, los tumultuarios y enemigos de la autoridad!...¡Odio eterno a los tumultos!...¡Amor al orden!...¡Obediencia a las autoridades constituidas!".


SE FORMAN LOS MALONES

Queda dicho que don Juan Manuel era remiso a una guerra con los pampas, ya que sospechaba que estos jinetes y lanceros podrían formar una temible caballería ligera. Cosa que, en efecto, sucedió. No obstante, ni Rosas ni el singular evangelizador de Kakel- Huincul, el hacendado Francisco Ramos Mexía, lograron mantener el equilibrio de pactos y malones, regalos apaciguadores y visitas gentiles a los astutos caciques.

Un informe del coronel don Pedro Andrés García, enviado por la Primera Junta en 1810 a inspeccionar las guardias de fronteras, reportó lo siguiente: "Existe un desorden general en las campañas, considerando a los llamados labradores y a los vagos. Todos estos forman una parte importante de nuestra población rural. En el curato de Morón, que está casi a las puertas de la ciudad, se cuentan 622 familias, y acaso una tercera parte de estas puede entrar en la clase de estos dudosos labradores. Lo mismo, los demás partidos. ¿Y qué podemos esperar de estos hombres, habituados desde la infancia a todos los vicios y la más destructiva holgazanería? Las más sabias leyes, la más rigurosa policía, no funcionarán jamás sobre una población esparcida en campos inmensos, y sobre unas familias que pueden mudar su domicilio con la misma facilidad que los beduinos o los pampas. Muchos de nuestros campestres, cuyas costumbres no distan demasiado de los salvajes, se han familiarizado con ellos, y atraídos por el deseo de vivir a sus anchas, salen a efectuar correrías en nuestras haciendas. Hay otros que, temiendo el castigo de sus delitos, se domicilian generosamente entre los indios. Estos tránsfugas, cuyo número es muy considerable y crece incesantemente, les instruyen en el uso de nuestras armas, e incitan a que ejecuten robos y se atrevan a hacer correrías en nuestras haciendas. ¡Cuánto no debemos temer a estos indios, acaudillados y dirigidos por nuestros mismos soldados!".

El coronel García estaba registrando, sin saberlo, un cambio antropológico de proyección crucial. En las llanuras despobladas, desde Buenos Aires a Mendoza en el sentido E-O, desde Chaco hasta Tierra del Fuego en el sentido N-S, se reunían varios elementos de combustión histórica:

1. Los pampas y tehuelches, de origen argentino.

2. Los araucanos de Chile, que cruzaban la cordillera y se lanzaban a la caza de ganado cimarrón para venderlo del otro lado de la Cordillera.

3. Millones de vacas y yeguarizos silvestres, en un país de grandes ríos y llanuras fértiles.

4. La disposición de insumos militares útiles como el hierro, aportado por los españoles, ideal para blindar la punta de las chuzas o lanzas.

5. La abundancia de hombres blancos sin domicilio, refugiados de las guerras civiles. Por ejemplo: los Pincheira chilenos, cuatro hermanos hispánicos que perdieron la contienda de la Independencia y pasaron al Plata. El unitario coronel puntano Manuel Baigorria, que se arrimó con sus hombres a los ranqueles. Los hermanos Saa, también puntanos, de historia parecida. Los chilenos Carreras.

6. Todo este gentío fue aglutinado culturalmente por los araucanos chilenos, con su disciplina militar y su lenguaje sencillo y práctico. Tehuelches, blancos, españoles, argentinos, uruguayos, se adaptaron a la Civilización del Cuero. Los araucanos dejaron su "ruca" de piedra y adoptaron el toldo portátil. Se enseñorearon del caballo, alimento autoportante y arma de guerra, alcanzando su máxima expresión en la Confederación de Salinas Grandes, encabezada por el chileno Juan Calfucurá, que había entrado a nuestro país en 1833.

7. Toda esta cuenca inexplorada, conocida como Tierra Adentro o El Desierto, cumplió un papel dramático en Argentina desde 1780 hasta 1880. Es cierto que Rosas realizó, finalmente, una expedición al desierto con Facundo Quiroga y el Fraile Aldao. Pero su idea inicial consistía en pactar, a toda costa, con los pampas argentinos.


NO LE GUSTABA BUENOS AIRES

A pesar de que había nacido en esta ciudad y aquí tenía su casa, Rosas no gustaba del ambiente porteño en el período 1806-1820. Por empezar: en 1806, la población, fácilmente conquistada por los ingleses, acogió con aparente cordialidad a los nuevos amos: "Abriéronse amablemente las salas para recibir a los jefes y oficiales británicos, que se paseaban por la calle del bracete con las Marcos, las Escalada y las Sarratea: las autoridades juraron fidelidad al general Beresford, las comunidades religiosas dedicaron laudatorias y lo mismo el prior de Santo Domingo, Fray Ignacio Grela, quien hizo desde el púlpito el panegírico del gobierno británico. Pero, en el fondo, el espíritu público despechado temblaba sediento de venganza", (Alejandro Gillespie, Buenos Aires y el Interior)

Conviene aclarar que Rosas no tenía nada de antibritánico. Durante su larga administración (1829-1852) respetó y consultó a los ingleses. Llegado el momento, se exiló en Southampton, donde sus amistades fueron británicas y sus peones ingleses, en la Burgess Farm, durante 25 años. Al morir, designó albacea a Lord Wellington. En el poder, privilegió fuertemente al Consul General en Buenos Aires, Mr. Woodbine Parish, quien fue designado coronel de la Confederación, ciudadano argentino honorario, y luce los colores celeste y blanco. ¡En su escudo de familia!


¿AMIGO DE LOS INDIOS?

Más de un lector conoce la orden escrita del Restaurador: "Si se capturan algunos indios, lo mejor es fusilarlos en el monte y en caliente, como corresponde, dejando uno sólo vivo para declarar".

Esto fue en 1833, cuando no se tomaban prisioneros. Se degollaba a los heridos y rehenes para ahorrar balas, pues eran pocos los fusiles disponibles. Rosas llegó a esta filosofía después de incontables malones, choques y desentendimientos con las indiadas, a las que podríamos describir como etnia criolla mestiza, de predominio araucano.

El caso es que Rosas defendió con energía a sus aliados, los "indios amigos" pampas y tehuelches. Sigamos a don Carlos Ibarguren: "Rosas había manifestado su absoluta oposición a que se atacara a los indios pampas, calificando ese intento como la empresa más arriesgada, peligrosa y fatal, capaz de concluir con la existencia, el honor y el resto de fortunas que han quedado en la campaña". Al no obtener respuesta, se dirigió al gobernador Martín Rodríguez: "He hablado a usted con la franqueza propia de un hombre que marcha de buena fe; pero usted, mi querido don Martín, continúa escondiéndome mucho su corazón. Algo podía usted haber hablado sobre las entradas a los indios, por usted y otros que tengan más lucimiento que yo. He hecho seguir muy lejos el rastro de los indios del último gran malón y, por los rumbos que conozco, me afirmo que no son Pampas, ni Ranqueles, los que han robado estas fronteras. Por eso clamo al cielo: nuestras operaciones militares no deben ofender a los Pampas, que son nuestros amigos y merecen nuestra protección".

Rosas fue autor de un libro titulado: "Diccionario y Gramática de la Lengua Pampa". Otro: "Instrucciones para los mayordomos de las estancias". Y además, cartas innumerables que forman una verdadera biografía por correo.

Con respecto al supuesto temperamento antibritánico de Rosas, cabe señalar que el Restaurador preparó su retirada, antes de Caseros, con el Cónsul General inglés Don Robert Gore. Acondicionó 19 cajones de documentos -señal de que ya la veía venir- en su casa y en casa de Gore. Después de la derrota, acudió a este último domicilio sin dudas, y el mucamo le abrió, aunque no estaban los patrones. Rosas se tiró a dormir como en casa propia, hasta la llegada de Gore, que muy pronto lo encauzó, por medio de una chalupa, con todos sus cajones de documentos, su familia y algunos allegados, hasta las naves británicas ancladas en el Río de la Plata, custodiando los intereses de Su Majestad.

Aquí terminan estos apuntes sobre el Restaurador, sin tocar la Vuelta de Obligado, ni el Bloqueo Francés, ni la batalla de Caseros.