viernes, 18 de octubre de 2024

Rosas y los indios - Diario Clarín

 Diario Clarín del 29 de setiembre de 2024  

Diario Clarín




El 29 de setiembre de 2024, en la página 63 del diario Clarín, en la columna "Pido la palabra - Testimonios" se publicó el artículo "El estanciero que logró la suma de poder público"

Por disentir con algunos de los conceptos allí expresados, y como el artículo carecía de firma, le mandé una carta al director del diario, Sr. Héctor Magnetto" al correo electrónico institucional@grupoclarin.com

Hasta el momento no recibí ningún acuse de recibo, ni contestación, pero en el caso de recibir alguna respuesta, la misma será publicado en este blog.

Aquí el texto del artículo:

El estanciero que logró la suma del poder público 

“Nuestro hermano Juan Manuel, indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado, y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos todos juntos”. Estela Ferreyra, “Próceres de papel y héroes olvidados en la Independencia argentina”. Año 2013. Fragmento. (La cita, de un aparente aborigen, no es compartida por ninguno de los historiadores que han rastreado, estudiado e investigado la vida del poderoso estanciero bonaerense. Un dato más que confirma que aún hoy, a casi un siglo y medio de su muerte, la figura de Juan Manuel de Rosas sigue envuelta en ardorosas polémicas. Algunos lo nominan por su rango de brigadier general y otros sólo lo ven como un tirano. Fue derrotado en Caseros por Urquiza, quien siguió facilitándole su manutención en su destierro en una granja en Southampton. Sus restos fueron repatriados en 1989, hace 35 años, por el presidente Carlos Menem. Gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1829-1852 y a partir de 1835 lo hizo con “la suma del poder público”.)

Aquí el texto del correo electrònico enviado

Villa Ballester, 13 de octubre de 2014.

Sr. Director del diario Clarín,

Sr. Héctor Magnetto

De mi mayor consideración.

 

Soy suscriptor de ese diario y el día domingo 29 de setiembre pdo. leí la nota aparecida en la pág. 63, en la columna “Pido la palabra - Testimonios”: titulada “El estanciero que logró la suma del poder público”, y como la misma carece de firma, le remito a Ud. esta carta, con las siguientes consideraciones.

Me extraña –aunque no tanto-, que se escriba sobre nuestra historia con tanta ligereza y desconocimiento de los hechos históricos, lo que ya comprobé en ediciones anteriores.

La nota comienza con una frase de un “aparente aborigen, no es compartida por ninguno de los historiadores que han rastreado, estudiado e investigado la vida del poderoso estanciero bonaerense” y en el epígrafe de la ilustración de Rosas, que acompaña la nota, dice: “Rosas. ¿Hermano de indios?”.

La frase en cuestión pertenece ni más ni menos que al “aparente aborigen”, cacique Cipriano Catriel y se encuentra publicada en la obra “Roca y Tejedor” de Julio A. Costa, 2da. parte, 2da. edición, (Talleres Gráficos Mario, Buenos Aires, 1927). Me interesaría que el autor de la nota me informara quienes son los “historiadores que han rastreado, estudiado e investigado la vida del poderoso estanciero bonaerense”, según su opinión y por lo visto me parece que tanto no la han rastreado ni estudiado y menos aún investigado.

Se ignora, o mejor dicho se quiere ignorar que Rosas, fue para la población indígena un verdadero padre y hermano, ya que cuando pudo trató de protegerlos y ayudarlos, para integrarlos a la civilización, ya sea intentando asentar algunas tribus cerca de los fortines, para evitar que fueran atacados y masacrados por otras tribus enemigas y más belicosas. También les proveyó de elementos de labranza, bueyes, semillas y demás implementos, para que se asentaran en el territorio y dejaran de ser nómades. Los integró al ejército, otorgándoles grados militares. Los hizo vacunar contra la viruela -con la vacuna descubierta a fines del siglo XVIII por el científico inglés Edward Jenner-, ya que ese mal ocasionaba estragos en las poblaciones indias. En el diario “El Lucero”, de Buenos Aires, del 4 de enero de 1832, salió publicada la noticia de la distinción que la Sociedad Real Jenneriana de Londres decidió otorgar al gobernador Juan Manuel de Rosas y a los médicos que la aplicaban, designándolo Miembro Honorario de esa Sociedad, “en obsequio de los grandes servicios que ha rendido a la Humanidad, introduciendo con el mejor éxito la vacuna entre los indígenas del país”.

Adolfo Saldías cuenta en su obra “Historia de la Confederación Argentina”, (Librería El Ateneo Editorial, 1952), refiriéndose a un parlamento que Rosas mantuvo en Tandil con los indios pampas (fines de 1825, principios de 1826) que “en esas circunstancias se había desarrollado la viruela en algunas tribus. Como resistieron la vacuna Rosas citó ex profeso a los caciques con sus tribus y se hizo vacunar él mismo. Bastó esto para que los indios en tropel estirasen el brazo, por manera que en menos de un mes recibieron casi todos el virus”.

En una carta que Rosas envió al cacique Catriel, le decía con respecto al suministro de la vacuna: “Ustedes son los que deben ver lo que mejor les convenga. Entre nosotros los cristianos este remedio es muy bueno, porque nos priva de la enfermedad terrible de la viruela, pero es necesario para administrar la vacuna que el médico la aplique con cuidado…hay cosas que el grano que ha salido es falso y en tal caso el médico debe hablar la verdad para que el vacunado sepa que no le ha prendido bien que el grano que el que le ha salido es falso, para que con este aviso sepa que para el año que viene debe volver a vacunarse ...Después de esto si quieren ustedes que vacune a la gente puede el médico empezar a hacerlo…”, de esta forma Rosas deja que sean los indígenas quienes opten por aplicarse la vacuna, señalándoles que para los cristianos el “remedio era bueno”, a la par resaltaba la actuación del médico, quien era la persona que podría indicar sobre la administración y evolución de la vacuna. Además promovía la entrada del médico a las tolderías para tratar otras enfermedades de las tribus indias.

El inglés Sir Woodbine Parish citó en su libro “Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata” (Editorial Hachette), que en uno de los parlamentos efectuado por Rosas en la Chacarita de los Colegiales hacia 1831, se suministró la vacuna a muchos indios que integraban la comitiva de caciques pampas y vorogas. En el lugar existían también otros alojamientos especiales destinados para indios enfermos.

Como bien lo dijo Catriel, mientras Rosas fue gobernador, los indios se mantuvieron en paz, ya que el gobernador aplicó la llamada política del “trato pacífico”, por la cual el gobierno les proveía de ganado y otros elementos para su subsistencia como yerba, azúcar, ropa, tabaco, potrancas, etc., alejándolos del malón, que tanto daño ocasionaban a las poblaciones cercanas a la frontera, con la destrucción e incendios de las viviendas y el asesinato de sus pobladores y llevando cautivos, especialmente mujeres y niños. Los indígenas desollaban la planta de los pies de los cautivos, para evitar las fugas, y las mujeres o bien eran utilizadas por los indios para los placeres de la cama y para mejorar su raza o eran utilizadas por las chinas como sirvientas. Caído Rosas, los distintos gobiernos, descuidaron el problema indígena, por lo cual volvieron los malones que asolaron distintas poblaciones.

El buen trato mantenido por Rosas con los indios, le permitió recuperar cautivos, a cambio de animales y otros bienes.

Debería saberse que siendo niño, Rosas se afincó en las estancias fronterizas de sus familiares, por lo cual tuvo contacto permanente con los niños indios, aprendiendo sus juegos y su idioma, lo que le permitió tener cabal conocimiento del mundo indígena y el respeto y ascendiente sobre los mismos, reconocido por escritores que no son sus partidarios, y asimismo debemos recordar que redactó un diccionario y gramática de la lengua pampa.

Hay muchos testimonios sobre el comportamiento del gobernante porteño con respecto a sus amigos indígenas. Así Panguitruz Güer -o Gnor- (Zorro), hijo del cacique ranquel Painé Güer, quien siendo niño fue hecho bautizar por Rosas, quien le dio su apellido, por lo cual Pangitruz, pasó a llamarse Mariano Rosas, nombres que usó el resto de su vida, trabajó en la estancia El Pino –propiedad de Rosas-, donde aprendió a leer y escribir y realizar distintas tareas camperas, llegando a ser con el paso de los años, cacique ranquel. Mariano vistió como un gaucho durante su vida. Lucio Victorio Mansilla cuenta en su libro “Una excursión a los indios ranqueles” (Espasa-Calpe Argentina S.A., 1944), acerca de su encuentro personal con Mariano, que "Mariano Rosas conserva el más grato recuerdo de veneración por su padrino; hablaba de él con el mayor respeto, dice que cuanto es y sabe se lo debe a él; que después de Dios no ha tenido otro padre mejor; que por él sabe cómo se arregla y compone un caballo parejero; cómo se cuida el ganado vacuno, yeguarizo y lanar, para que se aumente pronto y esté en buenas carnes en toda estación; que él le enseñó a enlazar, a pialar y a bolear a lo gaucho. Que a más de tales beneficios le debe el ser cristiano, lo que le ha valido ser muy afortunado en sus empresas".

Hacia 1835, un año después de haber concluido la campaña al desierto, llega a los pagos de Azul, la noticia de que Rosas asumía de nuevo el gobierno, por lo que el 24 de junio aparece en la Guardia del Azul una cabalgata de cuarenta jinetes indios encabezados por los caciques Catriel, Cachul y Nicasio para festejar. El primero embrazaba un gran retrato de Rosas y se dirigieron todos a la plaza del poblado donde Catriel pronunció un discurso frente a numeroso público "Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis hermanos moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel, no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos. Mientras viva Juan Manuel pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras mujeres e hijos. Las palabras de Juan Manuel son lo mismo que la palabra de Dios. Todos los que están aquí saben que lo que Juan Manuel nos dijo ha sido cierto. Nunca nos mintió”. Ello surge de “Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833, escritos comunicaciones y discursos”, recopilados por el coronel Juan Antonio Garretón, (Eudeba, 1975).

En el N° 457 de la revista Caras y Caretas del 6 de julio de 1907, se publicó una nota escrita por Alberto Tena, quien entrevistó al cacique Jacinto Primero -nieto del cacique Paraná Calvao-, que por aquél entonces contaba con 94 años, que había venido a la Capital en compañía de su hija María Coliqueo, para implorar que no se lo desalojara de la tierra que ocupaba en Los Toldos ya que “…esa tierra le fué dada por don Juan Manuel de Rozas en premio a los servicios guerreros de innúmeras batallas en las cuales su cabello flotante fue abrasado por la pólvora… Describe a Rozas, de quien fue amigo y capitán…” en la entrevista afirmó que “Hace sesenta años que cultiva doce cuadras de campo en Los Toldos; a ellas le ha entregado todas sus fuerzas viriles, todos sus bravos sudores. Y ahora tratan de echarlo a la calle en plena ancianidad, fatigado, después de haber esgrimido medio siglo la lanza al servicio del gobierno, después de haber poseído toda la llanura, adquirida hoy por empresas inglesas y súbditos italianos…”

En cuanto al ascendiente de Rosas sobre los pueblos indios dan fe muchos personajes, entre ellos Charles Darwin, quien integraba la expedición comandada por Fitz Roy en su travesía alrededor del mundo a bordo del HMS Beagle, desembarcó en la desembocadura del río Negro en agosto de 1833, y se dirigió al campamento de Rosas a orillas del río Colorado, durante la campaña al Desierto, donde se entrevistó con Rosas, resaltando en el libro “Diario del viaje del Beagle”, que escribió años después contando sus experiencias, y refiriéndose a los indios que acompañaban a la expedición, que “Supuse que el general Rosas tenía cerca de seiscientos aliados indios”.  Muchos de los cuales llevaban a sus familias.

“Pero hubo otro método que lo extraemos de otro hecho histórico: a fines de 1878 ya muerto Rosas, y durante la Campaña al Desierto de Roca, el cacique Vicente Pincen (Pin-Then que significa dueño del decir, hablar bien), es tomado prisionero y el coronel Villegas lo remite a Buenos Aires donde es alojado en el cuartel del Batallón 6 de Infantería de línea siendo visitado por personalidades como Roca, Estanislao Zevallos y otros para escuchar de labios del cacique sus hazañas en el desierto que al parecer sabía relatar muy bien haciendo honor a su nombre. En uno de sus cuentos, Pincen recordó que en su juventud llegó a conocer a Don Juan Manuel de Rosas, expresando ‘Juan Manuel ser muy bueno pero muy loco: nos regalaba potrancas, pero un gringo nos debía tajear el brazo, según él era un gualicho grande contra la viruela y algo de cierto debió ser porque no hubo más viruela por entonces’. De ese recuerdo de Pincen, parece desprenderse otra metodología para inducir a la vacunación. Un pequeño chantaje. Iban los suministros, pero después iba la vacuna.”, en “Rosas y sus relaciones con los indios” de Jorge O. Sulé, (Editorial Corregidor, 2007).

Podemos mencionar entre otros, a los siguiente autores, o bien adherentes a la “historia oficial”, antirrosistas o bien neutrales -omito mencionar a autores “rosistas”-, quienes se refirieron a la consideración y ascendiente que Rosas tenía sobre las tribus indias: el uruguayo Alejandro Magariños Cervantes, en “Estudios históricos, políticos y sociales sobre el Río de la Plata”, (Tipografía de Adolfo Blondeau, París, 1854), manifestó entre otras cosas: "El grande americano [Rosas], …niveló a sus compatriotas con el chaleco de grana, el bigote y la patilla federal, y sobre todo, con el roce de las últimas clases con las más ilustradas y opulentas. ¡Vergüenza da decirlo!...se alió con los indios salvajes del Chaco y de la Pampa, manumitió a los negros esclavos…"; el comerciante inglés William Mac Cann, quien en la versión argentina “Viaje a caballo por las provincias argentinas”, (Hyspamérica, 1985), expresó: "Se calcula en tres mil, el número de indios de lanza que pueden considerarse adictos a las autoridades de Azul y Tapalquén, pero, en caso necesario, esa cantidad podría duplicarse apelando a los caciques de Tierra adentro, que tienen una altísima idea del poder y la grandeza del general Rosas"; el historiador inglés Frederick Alexander Kirkpatrick, en su obra “A history of the Argentine Republic” publicada por la Universidad de Cambridge en 1931 y en su versión en castellano publicada en el mismo lugar y año, con el título “Compendio de Historia Argentina”, escribió sobre Rosas “…le habían rodeado de un prestigio casi principesco entre los gauchos y los indios del sur… este joven caudillo, capaz y decidido, hombre educado, de familia aristocrática, al mismo tiempo que hombre de negocios afortunado, y también el camarada y jefe de gauchos y de caciques indios… este jinete atlético este capitán de indios y de gauchos…”; el político radical Dermidio T. González en su obra “El hombre - Reedición de la obra y apuntes históricos - Documentos y hechos desconocidos de la historia argentina",  (Arturo E. López editor, Buenos Aires, 1912), manifestó “Rosas ha sido pues el gobernante más popular que se ha conocido en el país y puede asegurarse que nadie le ha igualado hasta ahora. El entusiasmo cunde en todas partes y especialmente en la provincia de Buenos Aires y hasta en las tolderías de los indios que tienen confianza 'en la palabra de Juan Manuel que era como la de Dios' "; Domingo F. Sarmiento en el “Facundo”, dice cuanto a la actitud del gobernador con los indios: "Para intimidar la campaña, atrajo a los fuertes del Sud algunas tribus salvajes, cuyos caciques estaban a su órdenes" y en el artículo titulado "Protesta", publicado en “Crónica” el 23 de diciembre de 1849, destaca la influencia de Rosas entre "los salvajes de la pampa", y dice: "El [Rosas] ha vivido toda su vida en contacto con las pampas; hizo su fortuna en el negocio pacifico, tráfico con los indios; para cuyo objeto lo creyeron idóneo los gobiernos sucesivos de Las Heras, Rivadavia y Dorrego. Él tiene grande influencia entre los salvajes de la pampa, con quienes no tengo yo, pues los títulos universitarios no valen gran cosa para ser respetado de los salvajes de cara cobriza o blanca, no importa. Es permitido, pues, creer por todos estos antecedentes, que don Juan Manuel Rosas, si no es enteramente salvaje, mucha afinidad debe tener con ellos…"; y por último –para no extenderme más- voy a concluir con la opinión de Ricardo Rojas en “Historia de la Literatura Argentina”, (Editorial Losada, Buenos Aires, 1948), donde manifestó: "Hay quienes dicen que Rosas era la barbarie, frente a la civilización representada por sus selectos enemigos; pero esto es dar a una frase de valor polémico en su tiempo un alcance de verdad científica que sus propios autores no pretendieron para ella cuando la lucha había pasado. Que Rosas representaba el sentimiento del país, no puede negarse, porque tuvo la adhesión de Buenos Aires y de las provincias, de los caudillos y de los pueblos, de la burguesía y de la plebe, de los indios y de los gauchos, de los negros libertos y de muchos blancos europeos”.

Sin más, saludo al Sr. Director, con la mayor consideración.

                      Norberto Jorge Chiviló - periódicoelrestaurador@yahoo.com.ar