REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En el periódico El Tradicional N° 64, de febrero de 2006, se publicó este artículo del Dr. Oscar Denovi.
Por el Dr. Oscar Denovi
Además de su identificación con los intereses portuarios, sostenedores del unitarismo, Pueyrredón para desembarazarse del “Protector de los Pueblos Libres”, cabeza visible durante la mayor parte de la década del bando federal, había favorecido, por omisión o activamente, la invasión portuguesa de la Provincia Oriental en 1817. Los mecanismos sustentadores del poder porteño -que habían sostenido el esfuerzo de guerra por la independencia con sus incontables recursos- comenzaban a brindar el chirrido propio de los engranajes oxidados.
La caída de Pueyrredón -advirtió que su sector político social, (la burguesía comercial porteña) estaba derrotado, que era imposible sostener una situación que más tarde o más temprano terminaría en aplastamiento del puerto por el interior- verdadera causa de su renuncia desde una perspectiva interpretativa, se continuaría en acontecimientos opuestos al pensamiento y sentimiento que abrazaban los hombres que lo acompañaron desde 1816 (había sido nombrado por el Congreso de Tucumán), y que su proyecto monárquico de coronación del príncipe De Luca, tratado con Lafitte en Buenos Aires, donde éste había sido destacada como agente, jamás llegaría a buen puerto.
Su renuncia, (22/4/1819, aceptada por el Congreso el 9/6/1819) era parte de una avalancha de acontecimientos que habían comenzado en 1818 con la reanudación de la guerra por la liberación de Santa Fe (Santa Fe dependía de Buenos Aires, nominalmente desde 1814, en que comenzó su gesta libertadora) lo que motivó al Directorio a impartir la orden de retroceder hacia Córdoba al Ejército del Norte, que queda inmovilizado después de ser neutralizado en Fraile Muerto por las fuerzas santafesinas de López, que a su vez, en una guerra de recursos (guerrillas) hacen lo propio al ejército de Ramón Balcarce, en el sur de la provincia (Rosario). El plan original era que Balcarce atacaría al “Patriarca de la Federación” por el Sur, y Bustos, el jefe del otro ejército, desprendido del Ejercito del Norte, lo hiciera por el Oeste. López, con esa ventaja militar, logra con Belgrano el armisticio de San Lorenzo (12/2/1819) (1). Pero otros acontecimientos se suman a la avalancha: El coronel Bernabé Aráoz se subleva en Tucumán (11/11/1819) y aprisiona a Belgrano. Rondeau, sucesor en el Directorio desde junio, ordena a San Martín repasar los Andes y traer el ejército, pero la renuncia del Gran Capitán 21/6/1819, ratificada luego el 4/9/1819, después de aceptar una licencia (julio de 1819) otorgada por Rondeau ante su primera renuncia, desbarata la intención de contar con ese ejército para contener a los litorales. Los hechos desfavorables se acrecientan con la sublevación del Ejército del Norte en Arequito, 8/1/1820, cuando se dirigía a Buenos Aires en sus tramos finales, y terminarán por arrollar a los porteños en Cepeda -la batalla de un minuto- el 1/2/1820, (2) en momentos en que se había concretado la invasión de la provincia directorial, por fuerzas santafesino-entrerrianas al mando de Ramírez y López – la avalancha había terminado con el reinado porteño como poseedor del Gobierno Nacional, gobierno incapaz a lo largo de la década, de comprender la realidad de su cuerpo, que eran las provincias.
Después de diversas alternativas, en la que tiene papel político el Cabildo de Bs.As. es nombrado Sarratea gobernador, frente al general Soler, cuyas inclinaciones políticas hacia los federales lo tornan desconfiable para esa burguesía que pretendía mantener los privilegios económicos que le daba el puerto.
Los triunfadores de Cepeda pretendían obtener de Buenos Aires la identificación de la provincia con el rumbo del movimiento del que sus territorios -Entre Ríos, Santa Fe y la Banda Oriental- formaban parte y se constituían en intérpretes de la Nación entera, dadas las manifestaciones mas o menos concordantes de los pueblos (3) de otras provincias.
Así se concreta el Pacto de la Capilla de Pilar, del 23 de febrero de 1820.
Dicho pacto estableció:
En su Art. 1° “que el voto de la Nación, especialmente las provincias de su mando, se han decidido por la forma de gobierno de la federación, que de hecho admiten. Pero que debiéndose declarar dicha forma por diputados libremente elegidos por los Pueblos, se someten a sus deliberaciones. Elegidos dichos diputados por cada provincia, deberán reunirse las tres dentro de los sesenta días, en el convento de San Lorenzo, Pcia. de Santa Fe....y como están persuadidos que todas las Provincias de la Nación aspiran a la organización de un gobierno central, se comprometen a invitarlas y suplicarles concurran con sus diputados...
En su Art.2° “Allanados todos los obstáculos entre las Provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, en una guerra cruel y sangrienta por la criminalidad de los malos hombres que habían usurpado el mando de la Nación.....cesarán las hostilidades desde hoy, retirándose las divisiones beligerantes de Santa Fe y Entre Ríos a sus respectivas Provincias.”
En su Art. 3° “Los gobernadores de Entre Ríos y Santa Fe por sí y a nombre de sus Provincias, recuerdan a la heroica Provincia de Buenos Aires, cuna de la libertad de la Nación, el estado difícil y peligroso, a que se ven reducidos aquellos pueblos hermanos por la invasión con que lo amenaza una potencia extranjera, que con respetables fuerzas oprime la Provincia aliada de la Banda Oriental, aguardan de su generosidad y patriotismo auxilios proporcionados a lo arduo de la empresa...
En otros artículos se pedirá someter lo convenido a Artigas para su definitiva aprobación y se solicita someter a juicio a la “antecedente administración... por la repetición de crímenes con que se comprometía la libertad de la Nación”.
Hemos destacado en negrita los párrafos más significativos de los artículos transcriptos. En ellos, omitiendo algunos términos en razón de una economía de espacio, hemos respetado el lenguaje utilizado, para mejor comprensión de la voluntad de los redactores. Obsérvese que el concepto de Nación esta sólidamente instalado en los actores, y por consiguiente en los suscriptores del Pacto, o en los asesores de Sarratea, (López y Ramírez, gobernadores de las provincias, fueron los que impusieron los términos del pacto). El documento tiene más artículos que omitimos por las mismas razones expuestas más arriba.
Ver en el Nro. 63 de “El Tradicional” nuestro artículo sobre el Pacto Federal, lo que permitirá comprender mejor la situación política argentina en los años que van del 20 al 30 del siglo XIX. Del mismo modo, en el Nro. 62, las condiciones generales de los porteños respecto de los hombres del interior.
El Pacto no se cumplió. Ramírez entró en lucha con Artigas, al parecer disgustado porque se solicitaba la ayuda de Bs. As. (Art.3°) en vez de imponérsela, en circunstancias muy desfavorables para el oriental, pues un error estratégico lo llevó a librar batalla con los portugueses en Tacuarembó, perdiendo en ese terreno la totalidad de su ejército de 3.000 hombres. Por lo tanto fue derrotado por el entrerriano.
Luego, no sin la presencia insidiosa de Buenos Aires, que alentó sus ambiciones políticas, Ramírez creó la República de Entre Ríos, de efímera duración, ya que también se volvió contra López, siendo finalmente derrotado en Córdoba.
El Pacto de Benegas, de ese mismo año de 1820 (24/11), se propuso continuar lo que con Pilar no se había podido concretar, pero esto es otra historia para otra entrega.
NOTAS
(1) “Para esta guerra ni todo el ejército de Jerjes es suficiente. El ejército que mando no puede acabarla, es un imposible; podrá contenerla de algún modo; pero ponerle fin no lo alcanzo sino por advenimierito. No bien habíamos corrido a los que se nos presentaron y pasamos el Desmochado, que ya volvieron a situarse a nuestra retaguardia y por los costados. Son hombres que no presentan acción ni tienen para qué. Los campos son inmensos y su movilidad facilísima, lo que nosotros no podemos conseguir marchando con infantería como tal. Por otra parte, ¿de dónde sacamos caballos para correr por todas partes y con efecto?¿de dónde los hombres constantes para la multitud de trabajos consiguientes, y sin alicientes, como tienen ellos? Hay mucha equivocación en los conceptos: no existe tal facilidad de concluir esta guerra; si los autores de ella no quieren concluirla, no se acaba jamás: se irán a los bosques, de allí volverán a salir, y tendremos que estar perpetuamente en esto, viendo convertirse el país en puros salvajes.”
Carta del Gral. Manuel Belgrano al Directorio. Historia de Belgrano por Bartolomé Mitre. Bs. As. Ed. Estrada 1947, tomo IV Pág.25.
El bravo creador de la Bandera, comprendía que no estaba luchando contra un ejército, sino contra un pueblo. Lástima que llegaría a ese entendimiento algunos meses antes de morir, y su última expresión ¡Hay Patria mía! pareciera entre otros significados decirnos a la posteridad, de cuántos desencuentros trágicos en esos años de la Patria, entre argentinos, y cuánta era la contumacia de la dirigencia porteña.
(2) Así la denominó José María Rosa. Se combinaron dos elementos para que así fuera. Las fuerzas de Buenos Aires eran novatas, sin experiencia en combate. Ramírez, un montonero del que no se esperaba grandes maniobras estratégicas, maniobró y colocó su caballería a espaldas de la caballería de Rondeau. Producido el ataque la caballería bonaerense sorprendida de serlo por la espalda, huyó del campo de batalla. Balcarce pudo salvar la infantería, que quedó escondida en una hondonada, fuera de la vista de las tropas federales, y las condujo a San Nicolás.
(3) Los pueblos, no eran el sustantivo abstracto del pensamiento francés del Enciclopedismo, sino las villas y ciudades y los núcleos rurales. Eran una realidad social, es decir un sustantivo que denominaba algo concreto.