viernes, 15 de octubre de 2021

Levantamiento de los hacendados del sur - Alberto Mondragón

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el periódico El Puente, fue publicado en el año 1969 el siguiente artículo.


130 años de una Traición Unitaria  

Especial para “EL PUENTE”
por Alberto A. Mondragón

Prudencio Ortiz de Rozas
Prudencio Ortiz de Rozas (1800-1857)

La historiografía oficial sigue intoxicando a nuestros hombres de Gobierno, algunos de los cuales ya están preparando la celebración del 130 aniversario del levantamiento -por ellos así llamado- Libres del Sud en Chascomús y Dolores. 

Sucede que llevamos 130 años ingiriendo ese folletín, adobado por los liberales, de los “Libres del Sud”, folletín incoherente, ilógico, mal escrito y bastardo: y aunque a este tópico nos referimos hoy, toda la conexión, tanto de antes como de después de la “Revolución del 39”, es de tal peligrosidad moral que, mental y culturalmente, llega a ser una catástrofe nacional al admitirse un gesto de “patriotismo” cuando la verdad autenticada es una manifiesta TRAICION A LA PATRIA.

Ese “patriotismo” hueco, antihistórico, convencional y carente de sentimiento nacional es creador de una forma de vida psíquica límite con el apátrida, con el individualismo y por fin con la doctrina liberal “ubi beni, ubi patria” de los sarmientos y alberdis redivivos del siglo XX, castigo que cae sobre muestra patria por los múltiples engaños de una historia falsificada a designio para “justificar” la entrega de la Soberana Nacional; y razonablemente no se podía esperar otra cosa en un país que está acostumbrado a ver su historia al revés, y así seguirá la desdicha de la Argentina mientras se mantenga la escandalosa historia falsificada.

Esta incomprensión del ser nacional la veremos en los homenajes a esos llamados LIBRES DEL SUD, que no eran tan libres como ellos creían, porque estaban gestionando un vasallaje extranjero: por inconciencia o por intereses monetarios o por lo que fuere, pero lo estaban gestionando; y si no desencadenaron un desastre nacional, fue porque otros argentinos, con más clara visión de las cosas, lo pararon en seco en la batalla de Chascomús: no cabe pues, sino llorarle la falta de seso de los primeros y rendirle el debido homenaje a los segundos.

Es decir, exactamente lo contrario de lo que se ha hecho.

Cuando se produjo el levantamiento de los “Libres del Sud”, el país enfrentaba la invasión francesa,  agresión ilegítima, meticulosamente sepultada en nuestra historia oficial. Los franceses, fuertes en barcos de guerra y en francos oro, promovieron, como lo estilan las empresas colonizadoras el levantamiento de los descontentos, que siempre existen, —y algunos que no tienen vergüenza— hábil recurso de los imperialismos, que no falla, por la práctica sistemática de su aplicación.

No hay ninguna duda que les “Libres del Sud” pactaron con los invasores sores; si entre ellos hubo una paloma cándida que no entrevió el negocio, peor para él; pero lo cierto es que ninguno pudo ignorar el hecho mismo, pues todos firmaron la nota al almirante francés, de quien además gestionaron y obtuvieron que colocara sus barcos en el Tuyú; y así lo hizo éste, no sin exigir el reconocimiento escrito del derecho de los invasores, según se verá por el sentido jurídico que tiene el segundo párrafo de la nota dirigida por los “Libres del Sud” al contralmirante Leblanc que dice así:

“Nos es grato anunciar al Sr. Contralmirante que no reconociendo los ciudadanos que formamos este cuerpo, ninguna clase de enemigos en el extranjero, esperamos que los puertos del Salado y del Tuyú, que están en nuestro poder, abriguen cualquier pabellón ultramarino, por más enemigo que sea del tirano que domina nuestra patria; y que este hecho hará conocer al Sr. Contralmirante la falsía con que Rosas ha tratado de alucinar al pueblo, diciéndole que las aspiraciones de la Nación Francesa ro son otras que la conquista de nuestro país”. (Nota publicada por Ángel J. Carranza en “La Revolución del 39 en el Sur de Buenos Aires - Edición “Cultura Argentina” - pág. 149).

Según los más o menos candorosos “Libres del Sud”, Rosas engañaba al país acerca de los propósitos franceses, pero el General San Martín que estaba precisamente en Francia, no se engañaba acerca de las intenciones imperialistas, de ahí que le escribiera a Rosas el 3 de agosto de 1838 ofreciéndole sus servicios militares para defender al país; y que le vuelve a escribir el 10 de Julio de 1839 (pocos meses antes de la batalla de Chascomús), para calificar con dureza a Francia y a los unitarios que se unían a ella; la carta en uno de sus párrafos dice de esta guisa:

“Confieso a Ud., estimado General que es menester no tener ni el menor sentimiento de justicia para mirar con indiferencia un tal violento abuso del poder... Pero lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufrimos en tiempos de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer...” (San Martín - Su Correspondencia - Publicación del Museo Histórico Nacional - Edición 1911 - Pág, 127.)

Como Rosas dio a esas cartas la debida publicidad, es difícil que las ignoraran los “Libres del Sud”, de manera que la nota que dirigieron al almirante francés o era un felonía —para mantener la palabra de San Martín— o era una imbecilidad propia de incapaces e ignorantes, y a la verdad que no se alcanzan los motivos paraque cualesquiera de esas cosas, puedan ser objeto de homenajes oficiales.

El 28 de marzo de 1838, el Almirante francés desde la corbeta “Expeditive”, declaró rigurosamente bloqueado el puerto de Buenos Aires y todo el litoral argentino; los propósitos de Francia no eran ignorados en el país, sino por quienes no querían saberlo, porque ya el Ministro Manuel Moreno (hermano de Mariano), le había escrito a Rosas comunicándole que Francia buscaría cualquier pretexto para invadir a la Confederación Argentina. (Saldías, Adolfo, “Historia de la Confederación Argentina”, Tomo III pág. 2).

Los medios de que se valían los franceses para conmover la resistencia de don Juan Manuel de Rosas, tampoco eran desconocidos por los unitarios; una carta muy significativa de Florencio Varela a Juan Nepomuceno Madero, dice, hablando del cónsul francés:

“Martigny —entre otras cosas que escribe— lo autoriza a que gaste hasta 30.000 patacones en ganarse algún jefe de Rosas…”. (Rodríguez, Gregorio. - “Contribución Histórica y Documental”, Tomo II, páginas 213 a 216).

Además la agresión había sido públicamente condenada en todo el orbe civilizado; todas esas constancias existen, aunque —por cierto— no quepan en este artículo; a Rosas se lo llamó desde entonces: EL GRAN AMERICANO; el ministro inglés Palmerston acusaba a Francia de convertir las más fútiles e insignificantes circunstancias en cuestiones de importancia para beneficio territorial, financiero, político y comercial (Cady, John — “La intervención extranjera en el Río de la Plata— Edic. 1946, pág. 86).

Editoriales del “London Time” de junio 23 y agosto 21 de 1838 le atribuían a Francia el deseo de apoderarse de las minas de América y de buscar tronos allende los mares; y otro, de querer convertir a América en una nueva Argelia...

Un portavoz del gobierno francés anunciaba en el Parlamento que Francia “sólo con el apoyo de una poderosa marina podría abrir nuevos mercados a los productos franceses en América”. (Enero de 1838 — Archivos Parlamentarios — Op. c., 114, págs. 723/724).

En julio de 1839, un artículo de la “Revue des Deux Mondes”, recordaba el deber civilizador de Francia sobre “los degenerados hijos de la Conquista Española”.

En junio de 1839 estaba pendiente de aprobación en la Cámara un crédito de seis millones de francos oro para los gastos en la cuestión americana, (“Archivos Parlamentarios “— págs. 126/493).

Sabemos por una discusión en el Parlamento francés (1840), con motivo de más créditos solicitados para pagar los gastos de Martigny en América, de la resistencia de algunos diputados en acordarlos por la ausencia de todo contralor, puesto que el dinero se entregaba sin obligación de rendir cuentas, lo que por cierto nos muestra muy al vivo la honestidad del destino que tenían los fondos que los franceses mandaban a América. (Cady, Ob. cif., pág. 96).

Años más tarde el poeta romántico Lamartine, habría de imputar a Francia en pleno Parlamento, el “haber dado oro ensangrentado para pagar al Partido Unitario”, que “en definitiva —dijo— era traidor a su patria”.

De más está decir que el general Rosas procedió con cautela y ajustándose a la más estricta legalidad en el conflicto con Francia; sometió el caso a la Legislatura Provincial y remitió copia de todos los antecedentes a los Gobernadores de Provincia, quienes aprobaron su actitud. Exigió sí que el Cónsul Francés, que no tenía representación de su país, no tratara cuestiones de derecho internacional con el Jefe de la Confederación Argentina; y que el Almirante de una flota extranjera no pretendiera imponer un tratado con los cañones apuntando  sobre Bs. Aires, cuando tampoco —lógicamente— tenía representación de su país: vale decir que Rosas fue el primer Gobernante de América que le hizo entender a los europeos que estas eran naciones organizadas y no tolderías; el gran calumniador de Rosas, de España, del gaucho, de lo americano y del catolicismo, Domingo Faustino Sarmiento, no tuvo más remedio que reconocerlo; dice en “Facundo”: “El Gobierno de Rosas se presentaba en el exterior haciendo frente gloriosamente a las pretensiones de una potencia europea, y reivindicando el poder americano contra toda tentativa de Invasión. Rosas ha probado —se decía por toda la América y aún se dice hoy (Sarmiento escribía esto en 1845) — que la Europa es demasiado débil para conquistar un estado americano que quiera sostener sus derechos; sin negar esta verdad incuestionable....” (“Facundo”, Ed. 1874 —pág. 196).

Por lo demás la aventura de los “Libres del Sud” terminó confusa y opacamente; lo habían engañado al cacique Catriel y así también a muchos gauchos, diciéndoles que Rosas había muerto; bastó la presencia del general Prudencio Rosas con 1.400 hombres para que Castelli no atinara a hacer cosa alguna; con más sentido práctico el comandante Rico se refugió con 500 soldados en los barcos franceses; como siempre en todas las traiciones, algunos sinceramente engañados fueron los que pelearon y murieron.

Y cabe añadir que el movimiento no fue popular; terminado éste, 247 vecinos de Dolores y 786 de Chascomús, gente afincada y respetable, repudiaron la “revolución”, que había importado una traición a la Patria (los documentos firmados existen); así por lo demás, lo declaró la Legislatura el 9 de noviembre de 1829 (Saldías — Ob. cit., pág. 137).

Hay una carta íntima de Lavalle a su mujer, escrita el 12 de octubre de 1840 —y no es la única— que refleja la verdadera solidaridad del país con Don Juan Manuel de Rosas; la carta que no oculta el desprecio que ya empiezan a merecerle los unitarios, dice así:

“Porque el hecho es que los triunfos de éste ejército no hacen conquista sino entre la gente que habla; la que no habla y pelea nos es contraria y nos hostiliza como puede. Esto es el secreto de tantas y tan engañosas ilusiones sobre el poder de Rosas que nadie conoce hoy mejor que yo; mi situación no es pués halagüeña. En medio de países contrarios. . .abandonado por los franceses. . .” (Rodríguez, G. — Ob, cit. - Tomo III, pág. 139).

Efectivamente los franceses lo abandonaron; Francia admitió su error, envió un embajador especial, el Almirante Mackau para pedirle a Rosas la paz; reconociendo nuestra Independencia, y la paz efectivamente se firmó el 29 de octubre de 1840; y quedó así consagrada la Soberanía de la Confederación Argentina.

La longanimidad, o sea la grandeza y constancia de ánimo frente a la adversidad, fue la virtud de Rosas; por  eso salvó al país y despertó en los argentinos el fervor por la defensa de la Patria atacada injustamente, la divisa punzó con su inscripción —VIVA LA CONFEDERACION ARGENTINA — MUERAN LOS SALVAJES ASQUEROSOS UNITARIOS VENDIDOS AL ORO FRANCES—, aunque un tanto descomedida, expresó en su momento la realidad nacional histórica, rigurosa y científicamente probada hoy con documentación real y precisa.