REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En el periódico El Puente, fue publicado en el año 1969 el siguiente artículo.
130 años de una Traición Unitaria
Especial
para “EL PUENTE”
por
Alberto A. Mondragón
Prudencio Ortiz de Rozas (1800-1857) |
La historiografía oficial sigue intoxicando a nuestros hombres de Gobierno, algunos de los cuales ya están preparando la celebración del 130 aniversario del levantamiento -por ellos así llamado- Libres del Sud en Chascomús y Dolores.
Sucede
que llevamos 130 años ingiriendo ese folletín, adobado por los liberales, de
los “Libres del Sud”, folletín incoherente, ilógico, mal escrito y bastardo: y
aunque a este tópico nos referimos hoy, toda la conexión, tanto de antes como
de después de la “Revolución del 39”, es de tal peligrosidad moral que, mental
y culturalmente, llega a ser una catástrofe nacional al admitirse un gesto de
“patriotismo” cuando la verdad autenticada es una manifiesta TRAICION A LA
PATRIA.
Ese
“patriotismo” hueco, antihistórico, convencional y carente de sentimiento
nacional es creador de una forma de vida psíquica límite con el apátrida, con
el individualismo y por fin con la doctrina liberal “ubi beni, ubi patria” de
los sarmientos y alberdis redivivos del siglo XX, castigo que cae sobre muestra
patria por los múltiples engaños de una historia falsificada a designio para
“justificar” la entrega de la Soberana Nacional; y razonablemente no se podía
esperar otra cosa en un país que está acostumbrado a ver su historia al revés,
y así seguirá la desdicha de la Argentina mientras se mantenga la escandalosa
historia falsificada.
Esta
incomprensión del ser nacional la veremos en los homenajes a esos llamados
LIBRES DEL SUD, que no eran tan libres como ellos creían, porque estaban
gestionando un vasallaje extranjero: por inconciencia o por intereses
monetarios o por lo que fuere, pero lo estaban gestionando; y si no
desencadenaron un desastre nacional, fue porque otros argentinos, con más clara
visión de las cosas, lo pararon en seco en la batalla de Chascomús: no cabe
pues, sino llorarle la falta de seso de los primeros y rendirle el debido
homenaje a los segundos.
Es
decir, exactamente lo contrario de lo que se ha hecho.
Cuando
se produjo el levantamiento de los “Libres del Sud”, el país enfrentaba la
invasión francesa, agresión ilegítima,
meticulosamente sepultada en nuestra historia oficial. Los franceses, fuertes
en barcos de guerra y en francos oro, promovieron, como lo estilan las empresas
colonizadoras el levantamiento de los descontentos, que siempre existen, —y
algunos que no tienen vergüenza— hábil recurso de los imperialismos, que no
falla, por la práctica sistemática de su aplicación.
No
hay ninguna duda que les “Libres del Sud” pactaron con los invasores sores; si
entre ellos hubo una paloma cándida que no entrevió el negocio, peor para él;
pero lo cierto es que ninguno pudo ignorar el hecho mismo, pues todos firmaron
la nota al almirante francés, de quien además gestionaron y obtuvieron que
colocara sus barcos en el Tuyú; y así lo hizo éste, no sin exigir el
reconocimiento escrito del derecho de los invasores, según se verá por el
sentido jurídico que tiene el segundo párrafo de la nota dirigida por los
“Libres del Sud” al contralmirante Leblanc que dice así:
“Nos
es grato anunciar al Sr. Contralmirante que no reconociendo los ciudadanos que
formamos este cuerpo, ninguna clase de enemigos en el extranjero, esperamos que
los puertos del Salado y del Tuyú, que están en nuestro poder, abriguen
cualquier pabellón ultramarino, por más enemigo que sea del tirano que domina
nuestra patria; y que este hecho hará conocer al Sr. Contralmirante la falsía
con que Rosas ha tratado de alucinar al pueblo, diciéndole que las aspiraciones
de la Nación Francesa ro son otras que la conquista de nuestro país”. (Nota
publicada por Ángel J. Carranza en “La Revolución del 39 en el Sur de Buenos
Aires - Edición “Cultura Argentina” - pág. 149).
Según
los más o menos candorosos “Libres del Sud”, Rosas engañaba al país acerca de
los propósitos franceses, pero el General San Martín que estaba precisamente en
Francia, no se engañaba acerca de las intenciones imperialistas, de ahí que le
escribiera a Rosas el 3 de agosto de 1838 ofreciéndole sus servicios militares
para defender al país; y que le vuelve a escribir el 10 de Julio de 1839 (pocos
meses antes de la batalla de Chascomús), para calificar con dureza a Francia y
a los unitarios que se unían a ella; la carta en uno de sus párrafos dice de
esta guisa:
“Confieso
a Ud., estimado General que es menester no tener ni el menor sentimiento de
justicia para mirar con indiferencia un tal violento abuso del poder... Pero lo
que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de
partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una
condición peor que la que sufrimos en tiempos de la dominación española; una
tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer...” (San Martín - Su
Correspondencia - Publicación del Museo Histórico Nacional - Edición 1911 - Pág,
127.)
Como
Rosas dio a esas cartas la debida publicidad, es difícil que las ignoraran los
“Libres del Sud”, de manera que la nota que dirigieron al almirante francés o
era un felonía —para mantener la palabra de San Martín— o era una imbecilidad
propia de incapaces e ignorantes, y a la verdad que no se alcanzan los motivos
paraque cualesquiera de esas cosas, puedan ser objeto de homenajes oficiales.
El
28 de marzo de 1838, el Almirante francés desde la corbeta “Expeditive”, declaró
rigurosamente bloqueado el puerto de Buenos Aires y todo el litoral argentino;
los propósitos de Francia no eran ignorados en el país, sino por quienes no
querían saberlo, porque ya el Ministro Manuel Moreno (hermano de Mariano), le
había escrito a Rosas comunicándole que Francia buscaría cualquier pretexto para
invadir a la Confederación Argentina. (Saldías, Adolfo, “Historia de la
Confederación Argentina”, Tomo III pág. 2).
Los
medios de que se valían los franceses para conmover la resistencia de don Juan
Manuel de Rosas, tampoco eran desconocidos por los unitarios; una carta muy
significativa de Florencio Varela a Juan Nepomuceno Madero, dice, hablando del
cónsul francés:
“Martigny
—entre otras cosas que escribe— lo autoriza a que gaste hasta 30.000 patacones
en ganarse algún jefe de Rosas…”. (Rodríguez, Gregorio. - “Contribución Histórica
y Documental”, Tomo II, páginas 213 a 216).
Además
la agresión había sido públicamente condenada en todo el orbe civilizado; todas
esas constancias existen, aunque —por cierto— no quepan en este artículo; a Rosas
se lo llamó desde entonces: EL GRAN AMERICANO; el ministro inglés Palmerston acusaba
a Francia de convertir las más fútiles e insignificantes circunstancias en
cuestiones de importancia para beneficio territorial, financiero, político y
comercial (Cady, John — “La intervención extranjera en el Río de la Plata— Edic.
1946, pág. 86).
Editoriales
del “London Time” de junio 23 y agosto 21 de 1838 le atribuían a Francia el
deseo de apoderarse de las minas de América y de buscar tronos allende los
mares; y otro, de querer convertir a América en una nueva Argelia...
Un
portavoz del gobierno francés anunciaba en el Parlamento que Francia “sólo con
el apoyo de una poderosa marina podría abrir nuevos mercados a los productos
franceses en América”. (Enero de 1838 — Archivos Parlamentarios — Op. c., 114,
págs. 723/724).
En
julio de 1839, un artículo de la “Revue des Deux Mondes”, recordaba el deber
civilizador de Francia sobre “los degenerados hijos de la Conquista Española”.
En
junio de 1839 estaba pendiente de aprobación en la Cámara un crédito de seis
millones de francos oro para los gastos en la cuestión americana, (“Archivos
Parlamentarios “— págs. 126/493).
Sabemos
por una discusión en el Parlamento francés (1840), con motivo de más créditos solicitados
para pagar los gastos de Martigny en América, de la resistencia de algunos
diputados en acordarlos por la ausencia de todo contralor, puesto que el dinero
se entregaba sin obligación de rendir cuentas, lo que por cierto nos muestra
muy al vivo la honestidad del destino que tenían los fondos que los franceses
mandaban a América. (Cady, Ob. cif., pág. 96).
Años
más tarde el poeta romántico Lamartine, habría de imputar a Francia en pleno
Parlamento, el “haber dado oro ensangrentado para pagar al Partido Unitario”,
que “en definitiva —dijo— era traidor a su patria”.
De
más está decir que el general Rosas procedió con cautela y ajustándose a la más
estricta legalidad en el conflicto con Francia; sometió el caso a la
Legislatura Provincial y remitió copia de todos los antecedentes a los
Gobernadores de Provincia, quienes aprobaron su actitud. Exigió sí que el
Cónsul Francés, que no tenía representación de su país, no tratara cuestiones
de derecho internacional con el Jefe de la Confederación Argentina; y que el
Almirante de una flota extranjera no pretendiera imponer un tratado con los
cañones apuntando sobre Bs. Aires,
cuando tampoco —lógicamente— tenía representación de su país: vale decir que
Rosas fue el primer Gobernante de América que le hizo entender a los europeos
que estas eran naciones organizadas y no tolderías; el gran calumniador de
Rosas, de España, del gaucho, de lo americano y del catolicismo, Domingo Faustino
Sarmiento, no tuvo más remedio que reconocerlo; dice en “Facundo”: “El Gobierno
de Rosas se presentaba en el exterior haciendo frente gloriosamente a las pretensiones
de una potencia europea, y reivindicando el poder americano contra toda
tentativa de Invasión. Rosas ha probado —se decía por toda la América y aún se
dice hoy (Sarmiento escribía esto en 1845) — que la Europa es demasiado débil
para conquistar un estado americano que quiera sostener sus derechos; sin negar
esta verdad incuestionable....” (“Facundo”, Ed. 1874 —pág. 196).
Por
lo demás la aventura de los “Libres del Sud” terminó confusa y opacamente; lo
habían engañado al cacique Catriel y así también a muchos gauchos, diciéndoles
que Rosas había muerto; bastó la presencia del general Prudencio Rosas con
1.400 hombres para que Castelli no atinara a hacer cosa alguna; con más sentido
práctico el comandante Rico se refugió con 500 soldados en los barcos
franceses; como siempre en todas las traiciones, algunos sinceramente engañados
fueron los que pelearon y murieron.
Y
cabe añadir que el movimiento no fue popular; terminado éste, 247 vecinos de
Dolores y 786 de Chascomús, gente afincada y respetable, repudiaron la
“revolución”, que había importado una traición a la Patria (los documentos
firmados existen); así por lo demás, lo declaró la Legislatura el 9 de
noviembre de 1829 (Saldías — Ob. cit., pág. 137).
Hay
una carta íntima de Lavalle a su mujer, escrita el 12 de octubre de 1840 —y no
es la única— que refleja la verdadera solidaridad del país con Don Juan Manuel
de Rosas; la carta que no oculta el desprecio que ya empiezan a merecerle los
unitarios, dice así:
“Porque
el hecho es que los triunfos de éste ejército no hacen conquista sino entre la
gente que habla; la que no habla y pelea nos es contraria y nos hostiliza como
puede. Esto es el secreto de tantas y tan engañosas ilusiones sobre el poder de
Rosas que nadie conoce hoy mejor que yo; mi situación no es pués halagüeña. En
medio de países contrarios. . .abandonado por los franceses. . .” (Rodríguez, G.
— Ob, cit. - Tomo III, pág. 139).
Efectivamente
los franceses lo abandonaron; Francia admitió su error, envió un embajador
especial, el Almirante Mackau para pedirle a Rosas la paz; reconociendo nuestra
Independencia, y la paz efectivamente se firmó el 29 de octubre de 1840; y
quedó así consagrada la Soberanía de la Confederación Argentina.
La longanimidad, o sea la grandeza y constancia de ánimo frente a la adversidad, fue la virtud de Rosas; por eso salvó al país y despertó en los argentinos el fervor por la defensa de la Patria atacada injustamente, la divisa punzó con su inscripción —VIVA LA CONFEDERACION ARGENTINA — MUERAN LOS SALVAJES ASQUEROSOS UNITARIOS VENDIDOS AL ORO FRANCES—, aunque un tanto descomedida, expresó en su momento la realidad nacional histórica, rigurosa y científicamente probada hoy con documentación real y precisa.