viernes, 15 de octubre de 2021

Convención Arana Southern

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el periódico Juan Manuel de Rosas - Órgano del revisionismo histórico N° 2 editado en agosto de 1987 por el Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas Filial General San Martín, fue publicado el siguiente artículo. 


Convención Arana Southern



El triunfo más importante de la Historia

LA CONVENCION ARANA-SOUTHERN

entre la Confederación Argentina y Gran Bretaña

Por Jaime González Polero


Si hay un acontecimiento histórico, que realmente ha sido sistemáticamente ocultado, este fue la Convención ARANA - SOUTHERN, que firmada en pie de igualdad entre la Confederación Argentina y el Reino de la Gran Bretaña, el 24 de Noviembre de 1849, puso fin a la guerra y posteriores controversias diplomáticas, entre los dos países soberanos. Este tratado al que calificamos como el triunfo más importante de la Historia, fue completado por otro celebrado entre la Confederación Argentina y la Francia, la Convención ARANA - LE PREDOUR de 1850, análogo en sus disposiciones y alcances, por cuanto ambas potencias, actuando en principio aliadas habían iniciado la intervención armada que nuestro país soportó a partir de 1845.

Los alcances diplomáticos de ambas convenciones, que configuraron el triunfo de la heroica defensa de la Soberanía Nacional, hecha por parte del gobierno de don JUAN MANUEL DE ROSAS en aquella contienda, fue “de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España” a estar en las propias palabras del Libertador General San Martín, que así lo expresara a Rosas en carta del 8 de agosto de 1848.

Todo esto y mucho más debió ocultarse, para no contrariar los dictados de la historia oficial, escrita con parcialidad y adulterada, para deformar el auténtico mandato de nuestro pasado, que contrastaba con la política entreguista, seguida por los vencedores de Caseros y sus sucesores, que pusieron a nuestra Patria a merced del imperialismo brasilero y el neo-colonialismo inglés.

Pero como LA VERDAD SIEMPRE VENCE, los trabajos de verdaderos investigadores e historiadores y la obra realizada por el Revisionismo Histórico, nos han posibilitado dar luz sobre aquellos acontecimientos y ya son muchos los argentinos que conocen quienes han sido los verdaderos próceres de nuestra historia y quienes los vendepatrias.

No obstante, vamos a recalcar esta verdad, para el conocimiento y el regocijo de las nuevas generaciones argentinas, hoy tan agredidas por la desinformación y los poderosos medios de penetración de los imperialismos de siempre y sus sirvientes de turno.


Política integradora y nacionalista de Rosas

Con la asunción de Juan Manuel de Rosas a su segundo gobierno, investido con el encargo de las Relaciones Exteriores y la Suma del Poder, recomenzaba la tarea integradora de la Confederación Argentina, que se había gestado con el Pacto Federal de 1831 y que se malograría por la falta de cohesión y continuidad de sus sucesores. Entre los propósitos de saneamiento administrativo, moralización pública, afianzamiento del orden y la paz interior, llevada a cabo con gran energía por Rosas, paralelamente, se privilegió la reconstrucción de las fronteras del antiguo Virreynato, cuyo acervo territorial, pertenecía de hecho y de derecho a su legítima sucesora la Confederación Argentina; fronteras y territorios que habían sido comprometidos o perdidos, por la política internacional fluctuante y la mayoría de las veces desintegradora que observaron los gobiernos que se sucedieron entre 1810 y 1827.

Esta política nacionalista, que implicaba de hecho el no reconocimiento de la independencia del Paraguay; la oposición al Protector de la Confederación Peru-boliviana que retenía ilegalmente la provincia de Tarija y apoyaba a los emigrados que conspiraban contra su propio país; el apoyo al legítimo presidente de la Banda Oriental Manuel Oribe, que luchaba contra riveristas pro-brasileños y los emigrados argentinos de la Comisión de Montevideo; las reclamaciones enérgicas y documentadas que sostuvo ante Gran Bretaña por la usurpación de las Islas Malvinas y la no menos importante defensa de la jurisdicción nacional exclusiva sobre los ríos Paraná y Uruguay que constituían la llave de la cuenca del Plata y de la unidad de las provincias del Litoral, no podía menos que -a la corta o a la larga- provocar el celo y el rencor, no ya de nuestro antiguo oponente el Imperio del Brasil, sino de las grandes potencias que como Francia e Inglaterra, se disputaban la hegemonía mundial, colonizando a sangre y fuego a países periféricos.

En 1841, Rosas, libre de la presión extranjera, que se había alejado con la firma del primer triunfo diplomático argentino; la Convención Mackau-Arana, que puso fin a la intervención imperialista de Francia concretada entre 1838 y 1840, reajusta sus ejércitos y comienza la persecución de los ejércitos unitarios que aún subsisten en el interior, para luego volcar todas sus fuerzas sobre el litoral y la Banda Oriental.

Ya entonces, el gobierno de Montevideo gestionaba la intervención de Inglaterra, y con el pretexto de garantizar su independencia, ofrecía jugosas concesiones hasta con la instalación de una factoría en la costa del Uruguay, insinuando también la obtención de la “libre navegación de los ríos argentinos”, cuya internacionalización apoyaban entusiastamente todos los expatriados antirrosistas.


El trafondo de la “mediación”

Fué así que la Gran Bretaña y Francia - se pusieron de acuerdo para intervenir nuevamente en el Río de la Plata, bajo la apariencia de mediación pacificadora. “Lord Aberdeen y Luis Felipe, más que su ministro Guizot, ajustaron las bases de la intervención en el Río de la Plata, alegando ser los defensores de la Banda Oriental. La verdad, empero, era distinta, los británicos buscaban en la intervención conjunta, el sostenimiento de la política tradicional, cuyo más ardiente realizador fue Canning, creador de un estado-tapón para dominar, indirectamente, el vasto escenario geográfico del sistema del Plata, o servirse de la libre navegación de los ríos interiores aumentando sus privilegios comerciales, que eran el verdadero norte de los estadistas que dependían en Inglaterra de un sistema electoral corrupto. Los franceses soñaban con el establecimiento de una colonia y en sus maquinaciones se solazaban con el pensamiento que dicho espacio vital se lograría con el territorio uruguayo, asignando a sus aliados y émulos, que lo eran a la par, las tierras patagónicas, cual compensación equivalente en el reparto que de nuestra patria se hacía en los gabinetes europeos”.(1)

Rosas, mientras tanto se había negado a aceptar la mediación alegando la imposibilidad de hacer la paz mientras el General Rivera estuviera al frente del gobierno de Montevideo, que había usurpado al legítimo presidente Brigadier Manuel Oribe, aliado de la Confederación Argentina.

En marzo de 1842 el gabinete inglés hacía saber al ministro británico en Buenos Aires, Sr. Mandeville que debía hacer comprender al gobierno argentino, en caso que persistiera en rechazar la mediación que: “un justo miramiento por los intereses comerciales de sus súbditos en el Río de la Plata, puede imponer a los gobiernos británico y francés el deber de recurrir a otras medidas con el fin de remover los obstáculos que interrumpen por ahora la pacífica navegación de los ríos” (2).

No obstante las enérgicas instrucciones que los ministros Mandeville de Inglaterra y Lurde de Francia fueron recibiendo para presionar a Rosas, con la amenaza de una acción armada conjunta, ésta no se realizaría todavía, por dubitación del gobierno francés y también por los acontecimientos bélicos favorables a la Confederación, como lo fueron el Combate Naval de Costa Brava, en donde el Almirante Brown destruyó la flotilla pirata del mercenario Garibaldi y la gran batalla de Arroyo Grande, en la que el General Oribe, asistido por la flor y nata del ejército federal, derrotó totalmente al de Fructuoso Rivera poniéndolo en fuga, lo que dio lugar al avance sobre la Banda Oriental, amenazando la plaza de Montevideo. Paralelamente Rosas decidía someter a aquella plaza a un bloqueo riguroso.


La acción de los vendepatrias

Es en este 1843, cuando desesperadamente la Comisión de expatriados argentinos en Montevideo comisionó al Dr. Florencio Varela para que gestione ante el gobierno de Londres la intervención armada para derrocar a Rosas, ofreciendo la segregación de las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, que formarían un estado “independiente” con el apoyo combinado de Inglaterra, Francia y el Brasil, debiendo insistir también en la conveniencia de la “libre navegación” para todas las banderas. También el oportunista Brasil, comisionó independientemente de Varela, al Vizconde de Abrantes para que negociara ante lord Aberdeen el protectorado brasileño en Uruguay, a cambio de hacer de Montevideo y Colonia dos factorías comerciales en puro beneficio de Inglaterra.

Estas comisiones fracasaron, porque Inglaterra no quería verse atada a compromisos con los subalternos personajes de Montevideo y menos asociarse con el ambicioso gabinete brasileño que le exigiría ventajas que comprometerían las que de por sí podía obtener Inglaterra. Pero por otra parte sirvieron para despertar nuevamente el apetito colonial y de pretexto para justificar la tan anhelada intervención “pacificadora”.


La intervención y la guerra

En 1845 los representantes diplomáticos de Inglaterra y Francia intimaron a Rosas para que las tropas argentinas evacuaran la Banda Oriental y la escuadra del Almirante Brown levantase el bloqueo de Montevideo, como así también se reconociese la libre navegación de los ríos argentinos, internacionalizándolos. El gobierno de Rosas no solo rechazó estas pretensiones por inadmisibles, sino que inmediatamente expidió los pasaportes a los ministros británico y francés, señores Ouseley y Deffaudis. Inmediatamente se iniciaron las hostilidades por parte de la flota combinada anglo-francesa, con el apoderamiento de la escuadra argentina, el bombardeo y ocupación de la Colonia y la Isla Martín García, comisionando también como auxiliar al mercenario José Garibaldi para que incursionara sobre Gualeguaychú, la que fue asaltada y saqueada por sus legionarios bandoleros.

No es propósito de este trabajo relatar los acontecimientos bélicos que jalonaron la heroica resistencia del pueblo y ejército federales, como sucedió en la célebre batalla de la Vuelta de Obligado, cuya reseña y exaltación dedicamos en otras páginas de este número. A este hecho de armas le sucedieron los no menos importantes combates del Tonelero, Acevedo, y El Quebracho, con graves pérdidas y averías para el convoy aliado. Todo esto y las victorias de las armas federales que se venían sucediendo en el Litoral, fueron convenciendo a la diplomacia británica, para buscar una vía distinta a la aplicación de la fuerza, en tren de conseguir o mantener sus propósitos mercantiles; decidiéndose así a sacrificar sus mayores pretensiones, buscó el avenimiento con el orgulloso jefe de la Confederación Argentina, enviando en misión de conciliación que aprobó su aliada Francia a Mr. Thomas Samuel Hood.


San Martín apoya a Rosas

Cabe destacar aquí, que el General San Martín, desde su exilio, conmovido por la alevosa agresión imperialista y la heroica resistencia opuesta por Rosas, luego de ofrecer sus servicios y adherir a la política insobornable del Restaurador, la apoyó con su opinión y autoridad, principalmente, en oportunidad de requerirle su apreciación sobre las posibilidades del conflicto, el Cónsul General de la Confederación en Londres, don Jorge F. Dickson. La respuesta de San Martín -relacionando una mesurada consideración estratégica de las particularidades que tendría una larga guerra en el Plata- haciendo la suma de recursos que Rosas y los hijos del país, podían oponer a los invasores, llevábale a sostener que: “...fuerza que con gran facilidad puede mantener el General Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aries, sino también para impedir que un ejército europeo de 20.000 hombres, salga a más de treinta leguas de la Capital, sin exponerse a una ruina completa por falta de recursos: tal es mi opinión y la experiencia lo demostrará a menos (como es de esperar) que el nuevo ministro inglés, no cambie la política seguida por el precedente”. (3) El cónsul Dikson dio amplia difusión a esta carta, haciendo “docenas de copias” -a estar en su propia expresión. Así la opinión del Libertador llegó a los altos círculos de Londres y también al Almirantazgo, produciendo los efectos y reacciones que hicieron variar la conducta agresiva de los ingleses para con Rosas.


El fracaso de los anglo-franceses

El enviado Mr. Hood fue recibido amigablemente por Rosas, quién como prueba de buena disposición suspendió las hostilidades, exigiendo a su vez el levantamiento del bloqueo. Así se plantearon rápidamente y se discutieron por ambas partes, las bases de un arreglo conveniente (conocidas como bases Hood). Esta situación causó gran alarma en el gobierno títere de Montevideo y entre los expatriados antirrosistas, como también dejaba en situación desairada a los ministros Ouseley y Deffaudis, quienes instigados por aquellos, dificultaron los acuerdos haciendo fracasar la misión Hood. Así fue, como las potencias interventoras, tuvieron que enviar otra misión a cargo de lord Howden por Inglaterra y el conde Walewski por Francia.

Numerosas entrevistas y negociaciones, se plantearon entre ambos diplomáticos con Rosas y el ministro Arana, siendo uno de los puntos más controvertidos el referido a la “libre navegación de los ríos”. Mientras el conde Walewski se mantenía impertérrito, influido por los agentes de Montevideo y los unitarios, lord Howden que se había dejado ganar por su simpatía hacia Manuelita Rosas, fue inclinándose hacia la conciliación. Esto desembocó en un rompimiento entre los diplomáticos extranjeros, motivo por el cual, el diplomático inglés ordenó al comodoro Herbert de la flota, levantar el bloqueo y cesar toda intervención en el Río de la Plata. No obstante, los franceses, apoyados por los riveristas y los unitarios encabezados por Florencio Varela, mantuvieron las hostilidades. Esta situación determinó a los gobiernos interventores, enviar otra misión de plenipotenciarios, que recayó en Sir Roberto Gore y al barón de Gros por Inglaterra y Francia respectivamente. Esta misión comenzó bajo malos auspicios, debido a las interferencias de los enemigos de Rosas y del gobierno de Montevideo, que desesperadamente, trataban de mantener la intervención.

A tal efecto y ya en 1848, el ministro de gobierno de Montevideo Sr, Herrera y Obes, no tuvo empacho en ofrecer nuevamente el protectorado conjunto, a cambio de un nuevo envío de fuerzas para derrocar a Rosas.


La inflexibilidad de Rosas

La tirantez en las negociaciones, culminó con la mala fe puesta de manifiesto por los comisionados Gore-Gros, quienes pretendieron negociar con el General oriental Oribe, prescindiendo de Rosas y haber celebrado paralelamente con los títeres montevideanos, un acuerdo por el cual Francia otorgaba un subsidio en dinero a la plaza de Montevideo, la que también seguía auxiliada por nuevos contingentes de legionarios reclutados en Francia. Esta situación, obligó a Rosas a proceder violentamente: prohibió todo contacto con las escuadras, tanto inglesa como francesa; negó el exequátur al cónsul británico alegando el agravio intolerable hecho al gobierno de la Confederación.

Inmediatamente Rosas impulsó una política enérgica de preparación bélica que se evidenció en todos los estamentos de la sociedad porteña, la campaña y provincias confederadas. Al respecto, el historiador Norteamericano John F. Cady en su libro La Intervención Extranjera en el Río de la Plata” refiriéndose a las comunicaciones del representante estadounidense en Buenos Aires Mr. Harris hacia Buchanann anota: “Harris estaba convencido de que Rosas trataba de provocar actos de abierta hostilidad por parte de las fuerzas británicas que le dieran el pretexto para abrogar el tratado de comercio a perpetuidad celebrado con Gran Bretaña. Todos los extranjeros en la Capital fueron sometidos a la vigilancia más rigurosa. El representante de Cerdeña, que había quedado a cargo de los consulados de Gran Bretaña y Francia, fue expulsado de la capital por la fuerza, en septiembre, por haberse rehusado a contener manifestaciones patrióticas de sus connacionales provocadas por los acontecimientos ocurridos en Europa. Harris escribía que los intervencionistas no tenían más alternativa que la de “pelear” -y pelear fuerte- o renunciar a sus pretensiones en forma absoluta e incondicional”. (4)


La misión Southern ante el honor nacional

Otro acontecimiento importante que apuró las negociaciones, fueron la Revolución de 1848 en Francia que derrocó al rey Luis Felipe cuya conmoción social y política modificaron el tablero europeo y el convencimiento del premier inglés lord Palmerston de las ventajas que le depararían al Imperio un buen arreglo con Rosas. Esta vez la elección recayó sobre un diplomático muy experto, excelente negociador, que vino precedido con sendas y  conceptuosas recomendaciones hacia Rosas y su hija, por parte del Sr. Mandeville, que se había mantenido en buenos términos de amistad con el Restaurador. Este fue el caballero Sir Henry Southern, el que instruido convenientemente sobre el cuadro de situación imperante, se embarcó inmediatamente librado a su propia suerte. Rosas había declarado públicamente que no recibiría a ningún representante británico, mientras no se le dieran una reparación por los agravios sufridos, pero atento a sus credenciales personales, se le permitió desembarcar como simple particular, lo que el astuto inglés aceptó sin ofenderse.

Desde su desembarco acaecido en la tarde del 6 de octubre de 1848, se iniciaría una labor diplomática y política sin precedentes en el arte de las negociaciones bilaterales en nuestro país, la que se prolongó ininterrumpidamente por algo más de un año. Esa misma tarde, no había terminado de alojarse, cuando Southern ya había recibido un mensaje de salutación de Manuelita y al día siguiente, por la mañana, efectuó una visita de cumplimiento al ministro Arana, advirtiéndole que esa misma tarde visitarla al Gobernador y a su hija en Palermo. 

“Southem cumplió con su besamanos y cuando estaba de plática con Manuelita, apareció, súbitamente, Rosas. Este acostumbraba allegarse a las reuniones de su hija, de esta manera, cada vez que deseaba iniciar, sin ceremonia alguna, las relaciones personales con alguien... La conversación privada con don Juan Manuel valía por cien entrevistas con sus ministros. Southern supo, así, desde el primer momento, que era lo que exigía el dictador, sin que pudiese existir sobre esto duda ni oscuridad de ninguna naturaleza”. (5).

Por boca del Restaurador, el inglés supo que las negociaciones anglo-argentinas, no podían iniciarse si no se satisfacían previamente las exigencias del honor y del decoro nacional. “Era de todo rigor que se comenzase reconociéndose que la Confederación Argentina había llegado a la plenitud de su personalidad internacional, con idéntica existencia, capacidad, derechos y prerrogativas que cualquier otro estado de la tierra, por poderoso que fuese y, por ende, en condiciones de poseer y gozar de los derechos inalienables de la soberanía interior y exterior, es decir, celebrar la paz y declarar la guerra, en su territorio o en el ajeno, si se la agredía, sin que pudiese ponerse cortapisas ni tutoría, potencia alguna del mundo. Este era el punto de honra y la primera exigencia de Rosas”. (7).


Complejas y febriles negociaciones diplomáticas

Es a partir de aquel momento, cuando la absorbente y fuerte personalidad de Rosas se encontró ante un hábil y también -a su manera- impertérrito negociador que: “En lugar de proceder, como hasta entonces, con amenazas y exigencias, Southern desarmó la belicosidad del gobernador, presentándole como blanco nada más que sus zalamerías y su calma inofensiva”. (7) Además esas condiciones le hicieron ganar la simpatía de Manuelita, todo lo cual le sirvió para acrecentar el trato directo tanto con Rosas como con su ministro Arana.

No obstante, la complejidad de los intereses en juego y las implicancias que presentaba la actitud disímil de los franceses y, la hostilidad de los montevideanos, las continuas conspiraciones unitarias y el acecho del ambicioso Brasil, convirtieron a las negociaciones en una larga y agotadora controversia, sostenida en su mayor parte por la cabeza y los hombros de Rosas, con su orden sistemático, también absorbía en jornadas  agotadoras la atención de los asuntos de gobiernos, ejército y hasta las peticiones particulares.

Sería largo enumerar citas y conclusiones, de magníficos trabajos producidos por  historiadores-investigadores tales como Saldías, Quesada y los revisionistas Irazusta, Font Ezcurra, Rosa, Molinari y Muñoz Azpiri, que se refieren a la importancia de estas negociaciones; precisamente este último nos brinda en el documento Apéndice de su trabajo “Rosas frente al imperio Británico-Historia Íntima de un triunfo argentino”, el aspecto menos difundido de las mismas y es el que transcribe las notas intercambiadas -casi a diario- entre Rosas y su ministro Arana, mientras se sucedían las negociaciones con Southern, en el período que medió entre Octubre de 1848 y el 24 de noviembre en que se firma la Convención definitiva.

Allí pueden apreciarse: la meticulosidad y el celo puesto de manifiesto en los pasos, avances y retrocesos concretados en la difícil negociación y, especialmente, el sello personal de Rosas, en cada una de sus instrucciones y observaciones a su ministro, que éste cumplía con diligente eficacia. Estas notas, acompañaban a las carpetas, conteniendo los escritos y proyectos intercambiados entre Rosas y Arana y este con el Sr. Southern y también con el Contralmirante Lepredour, que son prueba de la atención minuciosa y contracción llevada por Rosas hasta el agotamiento, lo da la siguiente transcripción:

“De ROSAS a ARANA, abril 10 de 1849. V. Señoría: En mi contestación 3 del presente, a la carpeta de V.S. de esa misma fecha con la prisa y debilitada ya mi cabeza, pués había trabajado sin cesar toda esa noche del 3 y eran las ocho de la mañana del cuatro cuando escribí, cometí la falta de incluir dos asuntos distintos en esa mi contestación; es decir que incluí también lo que ordené a V.S. dijese al Sr. Contralmirante cuando debí habérselo prevenido en carpeta separada. Ahora va este error salvado por la virtud de una copia que he hecho sacar del todo de esta carpeta, a efecto de que la presente original obre en la correspondencia con el Sr. Southern y la copia referida en la del contralmirante que es donde ya va colocada”. (8)

Rosas
Rosas y la reina Victoria


Importancia del triunfo argentino

Han pasado ya 137 años del hecho glorioso que calificamos como el mayor triunfo diplomático de la historia argentina. Reafirmando esta categórica afirmación, he creído oportuno recordar las conclusiones explicitadas por el entonces Académico y Profesor Honorario de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Dr. Carlos Ibarguren, en su conferencia magistral, que conmemorando precisamente el centenario de la Convención ARANA-SOUTHERN, tuve el honor de asistir aquél 24 de noviembre de 1949, en el Aula magna de dicha Facultad y que fue auspiciada por el Instituto de Derecho Internacional, que presidía nuestro recordado maestro y amigo Dr. Lucio M. Moreno Quintana:

“En el proceso de esta larga y difícil lucha bélica y diplomática provocada, desde el año 1838, por la intervención imperialista, Rosas había sostenido inflexiblemente los siguientes principios, a saber: 1° - No reconocer jamás el derecho de ninguna potencia a intervenir en los asuntos de nuestro país, ni en los del continente, ya sea mediante hostilidades o a título de protección. Rosas defendía así la independencia de todas las naciones de Sudamérica. 2° - Oponerse a la internacionalización o libre navegación de nuestros ríos y exigir que se reconociera que el río Paraná está sometido únicamente a las leyes y ordenanzas de la Confederación Argentina, y que el río Uruguay se regirá en forma semejante y en común con el Estado Oriental. 3° - El inmediato levantamiento del bloqueo contra Buenos Aires y el reconocimiento de su aliado el general Oribe como Presidente legítimo, que en realidad lo era, de la República Oriental del Uruguay. 4° - El retiro de las tropas extranjeras del Río de la Plata; el desagravio a la bandera argentina y la devolución de los buques y las armas tomadas por los invasores”...“Y bien, todos estos principios y otros más, fueron reconocidos por Gran Bretaña y  posteriormente por Francia en 1850”.

Luego que el inolvidable autor de “Rosas, su vida, su drama y su tiempo” hiciera el análisis de cada uno de los puntos de la Convención expresó: “Estos trascendentales reconocimientos jurídicos y políticos de nuestra soberanía y derechos por parte de Inglaterra, que poco después Francia admitió igualmente en un tratado idéntico al concertado con Gran Bretaña y suscripto el 31 de agosto de 1850 entre el Ministro Arana y el almirante Le Predour, justifica el calificativo de glorioso que he empleado al referirme a este convenio internacional y demuestra que el sable libertador de San Matín que éste legara a Rosas en su testamento, fechado en el año 1844 -antes que el triunfo diplomático argentino se protocolarizara en este tratado- fue justicieramente destinado y puesto en manos de quién se había hecho acreedor a tan insigne recompensa”. (9)

Luego de recorrer las páginas de nuestra historia y recrear para el conocimiento de los argentinos de hoy, hechos que enaltecen a nuestra nacionalidad, no hacemos otra cosa que cumplir con nuestro deber, no ya como revisionistas, sino como argentinos cabales, que a riesgo de ser envueltos en el torbellino de claudicaciones nacionales que hoy quiere envolvernos, iluminamos el único camino que aún existe para reencontrar la grandeza extraviada, y que no es otro que el de practicar un acendrado nacionalismo cultural.


Notas

(1) Diego Luis Molinari ''Rosas y Southern - el primer encuentro”, Revista del Inst. Juan Manuel de Rosas de Invest. Hist. N° 23, pág. 160.

(2) Adolfo Saldías “Historia de la Confederación Argentina!” (El Ateneo 1951) Tomo III, pág. 400.

(3) Ricardo Font Ezcurra “San Martín y Rosas - su correspondencia” Ed. La Mazorca 1943, pág. 66. 

(4) John F. Cady La intervención extranjera en el Río de la Plata” Ed. Losada 1943, pág. 256.

(5) Diego Luis Molinari, Ibídem, pág. 167

(6) Diego Luis Molinari, Ibídem, pág. 169.

(7) John F. Cady, Ibídem, pág. 259.

(8) José Luis Muñoz Azpiri “Rosas frente al Imperio Británico” 2da. Edición. Theoría 1974, pág. 240.

(9) Inst. de Derecho Internacional de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA), Publicación N° 4 “La convención Arana-Southern-Conmemoración de su Centenario”, pág.54.