sábado, 31 de julio de 2021

Camila O'Gorman y Uladislao Gutiérrez

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 


Encontramos este artículo que fue publicado en el diario La Nación  el 24 de julio de 2012 sobre el caso Camila O'Gorman.


La verdad sobre Camila y Rosas
Los delatores o instigadores no han dicho una palabra
                                    por Rolando Hanglin


Camila O'Gorman

La historia de Camila O´Gorman es simple y despiadada. Una niña bien se enamora de un joven sacerdote, el cura Uladislao Gutiérrez, y él de ella. Acorralados en un amor imposible, se fugan para vivir en pareja. La justicia los atrapa y, para castigar su sacrilegio, los fusila a ambos, asesinando de paso al niño que llevaba Camila en el vientre.

Lo que sucedió en Santos Lugares fue una barbaridad, y no tiene perdón de Dios. Igual que otras mil barbaridades que se han cometido en todos los tiempos. Pero esta triste historia tiene también otros perfiles: se atribuye, exclusivamente, la orden de ejecución al dictador Rosas. Se la agrega a otros mil actos sanguinarios, como para completar el retrato del "Calígula del Plata". Se sobrecarga lo sucedido con todos los detalles horrorosos que se encuentren a mano.

Hay mucho escrito sobre este acontecimiento. Hemos seguido la cronología y las citas de Roberto Etchepareborda (Rosas, controvertida historiografía, Pleamar, 1972) que son un intento de relatar con ecuanimidad.

El episodio se produjo en 1848, momento en que Buenos Aires iba recobrando su fisonomía normal, liberada del bloqueo y de los rigores de una constante amenaza de guerra. Los emigrados, desde más de un año atrás, regresaban masivamente, desde Montevideo y Santiago de Chile. Según Abel Chaneton: "La vida se remansa y Buenos Aires, no ya sometida sino adicta, es un pueblo casi feliz. Llegan tiempos prósperos, renace el comercio... Toda resistencia armada a la dictadura desaparece en el Interior y el Exterior. Sólo la prensa "unitaria" sigue bombardeando a Rosas... cuyo prestigio se acrecienta y se representa inconmovible". (Historia de Vélez Sarsfield , Tomo 1, 1937).

En medio de esa recuperación, se produce la fuga de Camila con el cura. El hombre tiene 30 años, ella 19. Desaparecen el 12 de diciembre de 1847. Recién el 21, el atribulado padre informa al canciller de Rosas, don Felipe Arana, y solicita la detención de los prófugos.

¿Quién era ese padre, don Adolfo O’Gorman? Era el hijo de don Tomás O´Gorman, sobrino del médico Miguel O´Gorman, personaje principal en Buenos Aires, casado con la francesa Anne Perichon, que según la historia fue amante pública del Virrey Liniers, durante uno de los largos viajes de negocios del señor O´Gorman. Se la recuerda con el apelativo de "la Perichona". (Seguimos en este pasaje a Daniel Balmaceda en Romances Turbulentos de la Historia Argentina). Tanto los hijos de Liniers con Juana Úrsula Membille como los que tuvo, después de enviudar, con Martina Sarratea, se radicaron en Goya, Candelaria y otras localidades del nordeste argentino. Por ejemplo: una hija de Liniers se casó con Juan Bautista Perichon. El segundo Perichon, Esteban María, se radicó en Corrientes y originó una de las familias más tradicionales de Goya.

Gran parte de los vecinos de Plaza San Martín (en Buenos Aires) eran irlandeses y concurrían a la misa del Socorro. Entre ellos estaban Adolfo y Tomás, hijos de la francesa, casados con damas de la mejor sociedad y cultores de una moral severa. Sentían horror por el escándalo: estaban marcados desde niños.

La prensa adversa a Rosas, desde Montevideo, aprovecha el escándalo para señalar la inmoralidad reinante en la sociedad rosista. Se lo considera típico de las aberrantes costumbres que rodean al dictador, de quien se señalan graves impudicias que llegarían hasta el incesto. Los emigrados en Chile no trepidan en publicar, en El Mercurio: "Ha llegado a tal extremo la horrible corrupción de las costumbres del Calígula del Plata, que los impíos y sacrílegos sacerdotes de Buenos Aires huyen con las niñas de la mejor sociedad, sin que el infame sátrapa adopte medida alguna contra estas monstruosidades" (27 de marzo de 1848). El pecado de los amantes se convierte rápido en un acto de explosivo efecto político. Mientras, los prófugos, que han adoptado los nombres falsos de Máximo Brandier y Valentina San, se han establecido en Goya y regentean una escuelita. En aquella ciudad tenían parientes que los protegieron, mientras soñaban con una fuga (demasiado cara para sus ahorros) a Río de Janeiro. Pasan sin problemas cuatro meses, hasta que son reconocidos por el cura irlandés Michael Gammon, que descubre sus verdaderas identidades. En consecuencia, son detenidos y remitidos a Buenos Aires.

El regreso es lentísimo. Tarda más de dos meses, con un trato riguroso: separación absoluta, remache de grillos. A pesar de ello, Camila logra enviar una súplica a su amiga Manuelita Rosas, cuya respuesta se conoce. En una carta sumamente cariñosa, Manuelita le pide resignación para salvar la distancia que las separa "a fin de que, ya a mi lado, pueda con mis esfuerzos daros la última esperanza".

La grita opositora arrecia. En "El Comercio del Plata", don Valentín Alsina exige ejemplar justicia: "¿Hay en la tierra –expresa Alsina- castigo bastante severo para el hombre que así procede con una mujer cuya deshonra no puede reparar, casándose con ella?". Aparentemente, Rosas aún no ha resuelto nada. Su cuñada, María Josefa Ezcurra, lo insta a recluir a Camila en la Casa de Ejercicios. Aparentemente, se acepta en principio este criterio, porque se conoce la boleta de la compra del moblaje destinado a su celda, efectuada directamente por Manuelita. Recuérdese que María Joséfa Ezcurra había tenido un hijo con Manuel Belgrano, que fue adoptado por Rosas y pasó a la historia como Pedro Rosas y Belgrano, de larga actuación política. Sin embargo, Rosas parece cambiar de idea bajo el efecto de la enconada prédica unitaria. Manuel Rubio ha señalado que "aconsejar el patíbulo para un crimen social, y aconsejarlo a un hombre que era acusado por los unitarios de sanguinario, revela una convicción extraviada o una malignidad refinada e injustificable". Según Bilbao, para Rosas "el verdadero crimen de Gutiérrez y Camila fue burlar su autoridad". (Antonino Reyes, memorias de un edecán de Rosas, anotadas por Bilbao). Consecuentemente, tiende por fin al escarmiento ejemplificador. Por un lado, el clero, y por el otro, los más destacados juristas, se inclinan por la aplicación de la drástica legislación vigente a los culpables.

Se afirma que fueron consultados los jurisconsultos más destacados de Buenos Aires: Baldomero García, Lorenzo Torres, Nicolás Anchorena, Dalmacio Vélez Sarsfield y Eduardo Lahitte. Este último habría sido el único en oponerse a la sentencia de muerte. En cuanto a Vélez, Abel Chaneton desmiente la versión, que supone fruto de la pasión política posterior a Caseros. Le querían facturar a Vélez los devaneos del mentado cordobés durante las tertulias familiares de Rosas. Chaneton señala a Lorenzo Torres como el principal responsable: "Dio forma legal al asesinato, justificando la convicción de Rosas con citas de cánones y leyes".

Es casi indudable que Rosas, presa de un excesivo afán de reprimir un crimen privado, optó finalmente por la pena capital para ambos reos. Las ejecuciones se cumplirían en el campamento de "Santos Lugares de Rosas" (así se llamaba entonces) en el momento oportuno. Para la mentalidad severa de Rosas, el acto cometido representó un quebrantamiento de la moral social que no podía quedar impune. Se sentía responsable de cualquier condescendencia con Camila O´Gorman, que se hallaba tan cerca del círculo gubernamental, justificando el desenfreno de las costumbres los infundios de sus adversarios.

El cura Uladislao no estaba menos relacionado: era sobrino carnal de Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán, rosista y federal.

Años más tarde, desde Southampton, Rosas escribe a Federico Terrero: "Ninguna persona me aconsejó la ejecución del cura Gutiérrez y de Camila O´Gorman, ni nadie me habló en su favor. Todas las primeras personas del clero me hablaron o escribieron sobre ese atrevido crimen y la urgente necesidad de un ejemplar castigo para prevenir otros escándalos semejantes o parecidos. Yo creía lo mismo. Y siendo mía la responsabilidad, ordené la ejecución... Mientras fui gobernador, con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia. Soy, pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como de los malos, de mis errores y de mis aciertos". (6 de marzo de 1877, once días antes de morir).

Para agravar la responsabilidad de Rosas, se ha dicho generalmente que Camila estaba embarazada. Al parecer, ella misma lo declaró, para salvar la vida, al propio Antonino Reyes, jefe de Santos Lugares. Según oficio de Reyes a don Manuel Bilbao, "el cuerpo de la joven no lo evidenciaba, ni se advertían indicios de preñez.. Si la había, debía ser muy reciente, pero la causa servía en aquel momento para salvarla. Yo la respaldé, poniéndome de acuerdo con el médico del campamento, Dr. Martínez". (Memorias ya mencionadas). Al parecer, la carta no llegó a Manuelita Rosas, que era la destinataria, sino al propio general, quien ordenó de inmediato el cumplimiento de la sentencia.

Ejecución de Camila O'Gorman
Ejecución de Camila O'Gorman. Oleo sobre tela de 49 x 63 cms. de F. Augero . Turin 1858 

Dice Dardo Corvalán Mendilaharzu: "La infortunada Camila no llevaba el fruto de su amor en las entrañas. El sumario hecho en la ciudad de Goya... formal y minucioso, me robustece en la convicción... sobre la falsedad de la causa originaria de esa cosa terrible que ha dado en llamarse el "bautismo federal". A este sumario corre agregado el informe del único médico que había en Goya, el Dr. William Gibson, quien examinó prolijamente a la desventurada mujer. Nada hay (sobre un embarazo) en el informe, donde no escapan detalles, aún de los más insignificantes". (El caso de Camila O´Gorman, 1926).

Sin embargo, Daniel Balmaceda (Romances Turbulentos) menciona que el presbítero Castellanos, encargado de brindar a Camila los últimos auxilios, le dio a beber agua bendita para bautizar al niño que llevaba en el vientre.

Los jóvenes amantes fueron, durante Rosas, reprobados como ejemplo de las costumbres licenciosas de la dictadura y, más tarde, usados como prueba del absolutismo y la crueldad del dictador.

Ahora bien. Camila fue la única mujer ajusticiada por Rosas: ocurrió el 18 de agosto de 1848, 250 días después de huir juntos y 65 después de ser descubiertos y delatados por el Padre Gannon Chitty.

En aquel entonces, un desliz significaba un hijo: no había píldoras ni se usaban preservativos. Las peripecias de nuestros fundadores están sembradas de hijos naturales, pecadillos privados y otras historias que se encaraban con o sin grandeza, según los casos. Se degollaba o fusilaba a los prisioneros, se combatía por pequeñeces, se engrillaba a los revoltosos o se los aherrojaba en un cepo. Terrible. Un tiempo sin piedad. No la tuvo Rosas, pero tampoco Lavalle, o Moreno o Sarmiento.

En esta barbaridad, el único que se hace cargo de sus actos parece ser el brigadier general Rosas, por aquellas líneas desde Southampton, en que absorbe todo el peso de la criminal ejecución sobre su conciencia. Los otros, los delatores o instigadores, eclesiásticos o civiles unitarios, incluyendo a los federalísimos padres y parientes de Camila, no han dicho una palabra.