REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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EL REVISIONISMO
RESPONDE
de José María Rosa
17. CAMILA O’GORMAN
El caso de Camila O’Gorman se
presta para la nota lacrimosa sobre los horrores de la tiranía de Rosas. Es exacto,
exactísimo; pero no fue un hecho político, sino de dura y estricta aplicación
de la ley vigente. Estoy en la opinión que el amor lo disculpa todo o casi
todo: pero vivimos en 1959, y los románticos enamorados fueron ajusticiados en
el Buenos Aires de 1848.
Camila O’Gorman y el cura
del Socorro Uladislao Gutiérrez, cometieron un hecho castigado por las leyes de
entonces con pena capital. Rosas no hizo otra cosa que aplicar la legislación
vigente. Según su secretario, Antonino Reyes, consultó el caso con los mejores
abogados de Buenos Aires; se ha dicho que entre los consultados estuvo Vélez
Sársfield, unitario residente en Buenos Aires y hombre apreciado por el
Gobernador por sus conocimientos jurídicos. Pero Rosas asumió la plena
responsabilidad de la sentencia, como asumió siempre la completa
responsabilidad de sus actos de gobierno. Como después de Caseros se hablara
del consejo de Vélez Sársfield, en perjuicio político de éste, Rosas, desde su
exilio de Southampton, escribió a Buenos Aires: “Ninguna persona me aconsejó la
ejecución del cura Gutiérrez y de Camila O’Gorman, ni persona alguna (fuera
de Manuelita): nota agregada) me habló ni escribió en su favor. Por el
contrario, todas las personas del clero me hablaron o escribieron sobre el atrevido
crimen y la urgente necesidad de un castigo ejemplar para prevenir otros
escándalos semejantes o parecidos. Yo creía lo mismo, y siendo mía la
responsabilidad ordené la ejecución.
“Mientras presidí el gobierno de
Buenos Aires con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia.
Soy, pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como
de los malos, de mis errores como de mis aciertos.” (6-3-77)
No puede llamarse asesinato,
como viene repitiendo la crónica escandalosa antirrosista, la ejecución de una
sentencia cumplida por imperio de la legislación vigente: “La ley ordena la
pena de muerte por el sacrilegio”, dice Eschriche en su conocido Diccionario
de Legislación, y la funda en las Partidas: 1-4-71, l-18-6, VII-2-3,
etcétera. Pero Rosas debió perdonar, pues contra el rigor de las leyes está el
derecho de gracia del Jefe de Estado. Si la desventurada Camila y su
desgraciado amante habían hecho, llevados por su romántico amor, una barbaridad
castigada con pena capital por las leyes, Rosas después de sentenciar como juez
que correspondía la pena de muerte, debió como gobernador indultarlos y
dejarlos vivir su romance. Eso lo hubiéramos hecho usted y yo, y todas las
mujeres y hombres del siglo XX; pero Rosas vivía a mediados del XIX, en un
Buenos Aires mucho más familiar, donde las faltas de esa naturaleza cobraban un
eco extraordinario, Además tenía un sentido estricto de la justicia, como la
tenían en mayor grado que nosotros los hombres de entonces.
Para Rosas la ley era pareja y
debía cumplirse rigurosamente, sin excepciones. Si perdonó algunas veces a sus
enemigos políticos (el general Paz, el coronel Díaz, etc), no lo hizo jamás con
nadie por delitos comunes. Y menos a sus familiares, correligionarios y amigos a
quienes consideraba más obligados que otros a respetar la ley. No entendía eso
que hoy llamamos “gauchadas”, y no son otra cosa que parcialidades,
injusticias, o a lo sumo debilidades. Rosas era recto como una estaca campera;
el restaurador de las leyes consideraba que la base de una sociedad organizada
es el respeto a la ley. Ese rígido concepto le acarreó el odio de algunos
partidarios como Rivera Indarte, federal y mazorquero, que esperó que se le
hiciera la vista gorda en algunos latrocinios cometidos. Como no ocurrió, se
constituyó desde Montevideo en enemigo de Rosas, y le hizo la más formidable
campaña de calumnias posible. Este resentido fue el autor de las famosas Tablas
de sangre.
Pero si esa rigidez de Rosas le
trajo la enemistad de Rivera Indarte, le produjo, en cambio, el respeto de la
masa de la población. Y de quienes juzgamos su persona y su gobierno a siglo y
medio de distancia.
Volvamos a Camila. ¿Por qué no
perdonó Rosas un delito tan romántico, tan “graciable”, diría?
Primero, porque no sabía perdonar.
Y después, porque Camila y el cura Gutiérrez eran federales de primera plana.
Camila pertenecía a una familia conocida por su filiación política y pertenecía
al círculo de amigas de Manuelita y concurría asiduamente a Palermo; el cura
Gutiérrez era sobrino del gobernador federal de Tucumán, Celedonio Gutiérrez, y
poseía una espectable posición en la parroquia regenteada. Tal vez si hubieran
sido unitarios, habrían salvado sus vidas.
Porque Rosas no perdonaba a los
federales, como le he dicho. Además, la filiación política y situación familiar
de ambos amantes fue explotada con exceso por la prensa unitaria de Montevideo
y Valparaíso en detrimento de la situación política de Buenos Aires. El Comercio
del Plata, dirigido por Florencio Varela, daba la noticia de la fuga de
Camila, y Gutiérrez en su número del 5 de enero de 1848 con estos términos:
“El crimen escandaloso cometido
por el cura Gutiérrez es asunto de todas las conversaciones.
¿Hay en la tierra castigo bastante severo para el hombre que así procede?”
Algo semejante decía “El Mercurio” de Chile, del 3 de marzo de 1848 donde escribían Sarmiento y Alberdi: “Ha llegado a tal extremo la horrible corrupción de las costumbres bajo la tiranía espantosa del Calígula del Plata, que los impíos y sacrílegos sacerdotes de Buenos Aires huyen con las niñas de la mejor sociedad, sin que el infame sátrapa adopte medida alguna contra estas monstruosas inmoralidades.”
La degradación que fomenta un déspota
Camila y Gutiérrez escaparon el 12 de diciembre de 1847 (no la noche de Navidad como dice Comercio del Plata), sin que Rosas fuera informado de la fuga hasta el 21. Tal vez la familia y la curia esperaron un arrepentimiento de los impulsivos jóvenes, o tuvieron la esperanza de dar con ellos antes que el escándalo trascendiera. “Al saber Rosas, tarde, lo que había ocurrido –dicen las Memorias de su secretario Antonino Reyes–, después del transcurso de nueve días y cuando en la sociedad se sabía lo que había pasado y se levantaba de todas partes una grita infernal, su indignación estuvo a la altura del insulto hecho a su autoridad.”
Es de imaginarse que su enojo llegase a proporciones mayúsculas al leer los periódicos unitarios dándole como cómplice o apañador del escándalo, y presentando a éste como una prueba de corrupción de las costumbres porteñas. Comercio del Plata siguió su estridente campaña, mientras se desconocía el paradero de los jóvenes. El 27 de abril, bajo la dirección de Valentín Alsina, desliza este infundio: "Se sabe que los gobiernos extranjeros han pedido al criminal gobierno de la Confederación Argentina, seguridades para las hijas de los súbditos extrankjeros que no tienen ninguna para su virtud".
Camila y Gutiérrez fueron descubiertos en Goya (Corrientes) en el mes de julio, y remitidos a Buenos Aires donde Rosas dispuso su ejecución en el cuartel de Santos Lugares. Para postergarla a fin de que Manuelita consiguiera doblegar la justicia de su padre, Antonino Reyes, encargado de su custodia sugirió a Camila el expediente de decir que se encontraba encinta. No dio resultado “porque no lo manifestaba el cuerpo de la joven ni se advertían indicios de semejante preñez”, dicen las citadas Memorias de Reyes; ni tampoco su examen médico dio síntoma favorable. Por lo tanto debió cumplirse la sentencia, quejándose Rosas a Reyes de no haberlo hecho inmediatamente de llegar los amantes al cuartel de Santos Lugares conforme a sus órdenes. Por las dudas “si había preñez que solamente podía ser muy reciente” el cura de Santos Lugares dio, de acuerdo a los usos en ajusticiamientos de mujeres encintas, el “bautizo por la boca”. Este recurso para dilatar la ejecución a la espera de una gracia, daría pie a la leyenda de haber muerto Camila próxima a dar a luz.
Manuelita hizo lo posible para salvar a su amiga; pero se estrelló contra la rigidez de su padre. Cuando los amantes llegaban a San Nicolás provenientes de Goya, Camila recibió una carta de Manuelita “lacerada” por la doliente situación, rogándole entereza “a fin de que yo a tu lado pueda con mis esfuerzos daros la última esperanza”. La hija de Rosas ordenó la compra de varios muebles –entre ellos un piano– para adornar la celda de Camila en Santos Lugares, siempre en la esperanza de conseguir la conmutación de la pena. No ocurrió así, y Camila y Gutiérrez serían fusilados el 18 de agosto.
Inmediatamente Comercio del
Plata, El Mercurio y todos los diarios que habían clamado contra los
“infames”, contra la “corrupción” fomentada por el Calígula del Plata, y
preguntándose “si hay en la tierra castigo suficiente”, volcaron ríos de tinta
contra el monstruo, el tirano “que no respetaba los fueros
inviolables del amor” (Mercurio), o “condenaba al patíbulo a una
inocente madre con el fruto de sus amores en el noveno mes de su gestación” (Comercio).
Fuentes:
MUÑOZ AZPIRI, José Luis: “El Poema
‘Rosas’ de John Masefield”.
SALDIAS, Adolfo: “Historia de
VIZOSO GOROSTIAGA, Manuel: “Camila O’Gorman y su Epoca”.