viernes, 11 de septiembre de 2020

El Historiador - Armando Alonso Piñeiro

Armando Alonso Piñeiro
EL HISTORIADOR
ARMANDO ALONSO PIÑEIRO
EL COMBATE DE
VUELTA DE OBLIGADO
Y OTROS TEMAS

Armando Alonso Piñeiro, nacido en el año 1934 es historiador, autor de más de noventa libros, periodista, fue presidente de la Academia Argentina de las Artes y Ciencias de la Comunicación, es Miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo, fue Vicepresidente de la Academia Argentina de la Historia, integrante de los institutos nacionales Belgraniano, Browniano y del instituto Sarmiento de Sociología e Historia, entre otras varias instituciones.

En el año 1981 fundó la revista-libro Historia.

Obtuvo infinidad de premios y distinciones de gobiernos de distintas partes del mundo.

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El día 20 de noviembre de 2011, con motivo del aniversario de la Batalla de Vuelta de Obligado, se publicó en el diario La Prensa, en la columna “Los fantasmas del pasado” a cargo de Alonso Piñeiro, el artículo “Celebrando derrotas” referido a la mencionada batalla.

El artículo decía así:


“Hoy se cumple un nuevo aniversario de la Vuelta de Obligado, tema al que ya me he referido en por lo menos tres de mis libros y en esta misma columna (‘Leyenda y realidad de la Vuelta de Obligado’ La Prensa, 21 de noviembre de 2010). 

El revisionismo histórico plagado de rosismo que se había decantado hacia los años 80 ó 90 del siglo pasado parece renacer en los últimos tiempos. Debo aclarar una vez más, a fuerza de incurrir en repetición, que el revisionismo como tal es un elemento indispensable de la historiografía, puesto que nuevos documentos, nuevas interpretaciones o lo que fuere, es posible que cambien aspectos del pasado. El error en que se incurrió a mediados del siglo XX fue confundir revisionismo con rosismo, en claro homenaje al Restaurador de las Leyes, sin comprender que el nuevo examen de la historia puede ir en detrimento de la fama rosista. 

Más allá de la bravura indudable derramada por las tropas argentinas, la Vuelta de Obligado fue una derrota militar a manos de la coalición franco-británica. A lo largo de 700 metros de agua, Juan Manuel de Rosas ordenó a su cuñado, el general Lucio Norberto Mansilla, instalar una muralla de cadenas de costa a costa para impedir el avance extranjero, que buscaban la libre navegación de los ríos, en este caso el Paraná. 

Por supuesto que les costó bastante, pero los cien cañones que se opusieron a los pobres veintiuno de los argentinos, destruyó la muralla de hierro. Tan deterioradas eran las bocas de fuego argentinas, que los vencedores las inspeccionaron para ver si podían llevarse algunas, pero las tiraron a las profundidades ante su evidente inutilidad, salvo un par de piezas que se llevarían como recuerdo de su victoria. 

Reproduzco un párrafo que ya he citado en alguna ocasión: ‘A las tres de la tarde los argentinos están casi sin municiones, Juan Bautista Thorne, en la destrozada batería Manuelita, rodeado de cadáveres, dispone solamente de ocho tiros. A las 5 hace el último disparo y una granada enemiga lo derriba. No ha sido nada, dice al levantarse, pero ha quedado sordo para siempre. Las restantes baterías son solo restos que cesan el fuego por falta de pólvora’. 

La imprevisión de Rosas al no armar debidamente a las tropas nacionales fue tan evidente como demoledora. Sus notorias ignorancias en el tema bélico –como se repetirían poco después en Caseros, obligándolo a huir, por supuesto hacia Gran Bretaña– fueron decisivas, sin que la experta preparación de Mansilla hubiera sido suficiente. 

Sin duda resulta inexplicable la decisión del Gobierno declarando feriado nacional los aniversarios de este desastre, probablemente influido por algunos pseudos historiadores caracterizados por determinados condicionamientos. A la ineptitud rosista se agregan otros elementos aún más terminantes. ¿En qué se basaba la posición de la Argentina –entre paréntesis en aquella época el país no era aún una nación, sino una confederación anárquica de territorios– al negarse a la libre navegación del río Paraná. Señalo este interrogante porque en 1814/1815 el Congreso de Viena había instituido la libre navegación de los ríos, sin que Buenos Aires hubiera sentado ningún precedente en contra. Entonces, a fin de no caer en fáciles patrioterismos, el río Paraná era internacional. Por añadidura, la Convención de Paz de 1828 firmada por el gobierno de Dorrego para concluir la guerra con Brasil había reconocido al nuevo Estado de Uruguay y simultáneamente se declaraba la libre navegación de los ríos. Todo esto era ignorado por Juan Manuel de Rosas o –peor aún– olímpicamente violado, debiendo añadirse que la flota anglo-francesa carecía de intenciones invasoras, puesto que portaba en sus naves considerable cantidad de mercaderías, destinada no solamente al Paraguay, sino incluso a destinos del territorio argentino”. 

Pocos días después en ese diario, salió una aclaración señalando que por error en aquél artículo habían sido suprimidos dos párrafos, que textualmente decían: “… si bien esto no agota la sucesión de imprevisiones (de Rozas) poco después de la Vuelta de Obligado el Restaurador devolvió los trofeos que en 1841 había tomado Mansilla a una goleta inglesa, pero no se le ocurrió pedir la devolución de los trofeos perdidos de Obligado. Fantasmas del pasado que confirman la lamentable tradición nuestra de convertir las derrotas en campeonatos morales”.

Como no me gusta que quien se dice y llaman “historiador”, mienta y confunda en este caso a los lectores de aquel matutino, remití la siguiente carta al “Correo de lectores” del diario, a los fines de su publicación.

La carta decía:

Rosas, Obligado y la libre navegación de los ríos argentinos 

Señor Director 

Con respecto a la columna “Fantasmas del pasado” del Dr. Armando Alonso Piñeiro del domingo 20 de noviembre titulada “Celebrando derrotas”, cabe consignar que cuando se trata de defender la soberanía y honor nacional como lo fue el Combate de la Vuelta de Obligado, no hay batallas perdidas, ni derrotas. Tampoco fue un “desastre”, como lo afirma dicho articulista al referirse a dicha batalla. 

Con respecto al Tratado de Viena de 1815, que él menciona, cabe consignar que solo estableció la libre navegación de algunos ríos de Europa, entre ellos el Rhin, el Mosa y otros. Nada se dispuso con respecto al río que nos interesa: el Paraná, Si lo hubiera hecho nos hubiera resultado inoponible porque el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, no intervino en ese Congreso. 

Por lo demás el gobierno argentino –el de Rosas– solo debía sujetarse a la ley argentina que establecía la libre navegación solo para los naturales de las provincias argentinas, pero no así de los extranjeros. Rosas cumplió entonces con la ley argentina. 

Con respecto al Tratado de Paz firmado con el Brasil en 1828, este estableció la libre navegación del Paraná pero solo para la Argentina y el Brasil, y en el término acotado de 15 años. 

En la alocución de Estanislao S. Zeballos –quien había sido Ministro de relaciones exteriores en varias ocasiones e integró la redacción del diario La Prensa durante muchos años a partir de 1874 y fue personalidad destacada en su época- en el Congreso de la Nación en 1915 a raíz de un conflicto suscitado por el apresamiento durante la Primera Guerra Mundial, de un barco de bandera alemana, por un navío de la marina inglesa en aguas del Río de la Plata, historiando los antecedentes sobre la libre navegación de los ríos, dijo que el Ministro inglés Lord Palmerston había afirmado en el parlamento inglés, durante el conflicto que en la época de Rosas existía con los ingleses, con respecto a la referida cuestión de la libre navegación: “Con respecto al derecho de navegación estamos dispuestos a convenir en que los principios del derecho de gentes que mantenemos en Europa establece que los países por donde pasan los ríos –si fueran realmente ríos y no brazos de mar– tienen el derecho de gobernar su navegación” y sigue diciendo Zeballos: “Empezaba, pues, a triunfar Rosas en el Parlamento inglés; y el diputado (inglés, en el parlamento británico) Urquhar terminó su discurso con estas palabras: ‘Conforme al derecho público, no debe entrar en las miras del gobierno de Inglaterra y de Francia abrir comunicación con la provincia argentina del Paraguay, porque es justo que se respeten los derechos de la Confederación sobre esa parte integrante de su territorio; y en cuanto a la navegación de los ríos, el gobierno argentino no sólo es dueño de reglamentarla, sino también de cerrarla a los pabellones extranjeros, porque se debe considerar que la embocadura del Río de la Plata es una pertenencia de la Confederación Argentina y no un brazo de mar’ ”. 

A confesión de parte de aquellos enemigos, relevo de pruebas. 

Saludo al Sr. Director, muy atentamente.

Norberto Jorge Chiviló


Como la carta enviada a La Prensa no se publicó, le remití un correo electrónico a Alonso Piñeiro, al correo personal que figuraba en la mencionada revista Historia (armandoalonsop@speedy.com.ar), rebatiendo cada una de las afirmaciones vertidas en aquél artículo:


“Villa Ballester, 6 de enero de 2012. 
Sr. Armando Alonso Piñeiro. 

De mi consideración,

Tengo el agrado de dirigirme a Ud. con relación al artículo de su autoría “Los fantasmas del pasado – Celebrando derrotas”, publicado en el diario La Prensa el día 20 de noviembre ppdo. 

Debo confesarle que leo con mucha atención todas sus colaboraciones publicadas en aquel matutino, con las cuales concuerdo en su gran mayoría. 

Soy el propietario y director del Periódico Cultural Independiente de la Ciudad de General San Martín “El Restaurador”, con 21 números publicados, de aparición trimestral y de distribución gratuita, habiendo entrado ya en el sexto año de vida. Justamente en el Nº 13 de mi periódico publiqué en su pág. 15 un artículo suyo sobre el “Día de la Raza”, correspondiente a su columna “Fantasmas del pasado”, que había aparecido en La Prensa el día 11 de octubre del 2009. 

También tengo para publicar otro artículo suyo “El primer periodista argentino”, publicado en dicho diario el 28 de marzo del año pasado. 

Asimismo en la revista “Historia” Nº 102 de julio-agosto 2006 de su digna dirección, fueron publicadas en las págs. 131 y 138 dos cartas de mi autoría que aparecieron en el diario La Prensa. 

Volviendo a su artículo “Celebrando derrotas”, disiento totalmente con los conceptos allí vertidos. 

Remití una carta al matutino mencionado, pero la misma no fue publicada, por eso que le escribo la presente. 

En una polémica que mantengo con el Dr. Omar López Mato, articulista asiduo del diario La Prensa y que Ud. seguramente conocerá personalmente, polémica que volqué en las páginas de mi periódico con la publicación en el Nº 18 de un artículo de López Mato aparecido en la pág. www.notiar.com.ar y mi contestación al mismo y en el último número, el 21 con una respuesta de López Mato y otra contestación mía, referido principalmente al Combate de la Vuelta de Obligado y a la libre navegación de los ríos interiores y sobre cuyos conceptos no voy a referirme en la presente, ya que le remito las versiones PDF de dichos números para que Ud. pueda leer ambas posiciones y en las mías que también serían una respuesta a vuestro artículo. 

Ud. dice que el error del revisionismo fue confundirlo con el rosismo. Por el revisionismo pudimos muchos argentinos –entre los que me incluyo– conocer la verdadera historia y en razón de ello hacernos “rosistas”. Debo aclararle que el primer rosista fue el Gral. San Martín, –como lo digo en una colaboración en la revista “Ser en la Cultura-Revista de Artes y Letras” Nº 28 de la Casa y Mutual Universitaria de Gral. San Martín– gran admirador de su amigo Rosas. 

Yo llego a Rosas por el revisionismo y no al revés. Si un nuevo examen de la historia –como Ud. dice– puede ir en detrimento de la fama rosista, ahí veremos. Pero debo advertir que pese a los denodados esfuerzos de escritores e historiadores antirrosistas, mi opinión sobre Rosas no ha cambiado, sino que por el contrario se acrecienta día a día, ya que en esas posiciones, no veo rigor científico ni tampoco un interés en llegar a la verdad, sino que lo que prima es siempre buscar “algo” para criticar a Rosas y su eficiente y patriótico gobierno. 

Respecto al título de su nota “Celebrando derrotas”, me parece que cobra vigencia mi carta al diario La Prensa que Ud. tuvo la deferencia de republicar en la página 131 de su Revista “Historia”. 

Obligado fue una digna derrota. Hay derrotas que honran, y victorias que son deshonrosas. Obligado fue una derrota que honra. Si analizamos todo esto en el contexto que fue la Guerra del Paraná, Obligado es un eslabón de una serie de encuentros bélicos y gestiones diplomáticas que culminaron con la gran victoria argentina, que son los tratados Arana-Southern y Arana-Lepredour –a los cuales me refiero también el mi carta publicada en la pág. 138 de su prestigiosa revista–. Tratados que honran a nuestra nación y que fueron suscriptos en la época rosista. Tratados únicos en la historia diplomática y de las naciones, suscriptas por la dos más grandes naciones de aquél entonces, con una pequeña República –la nuestra–, casi desconocida en el mundo y que Uds. los antirrosistas se niegan a considerar y valorar como corresponde. 

Los antirrosistas, se niegan a ver a la Confederación Argentina como un país y una nación –cuando en realidad lo eran y como! –, y por arte de magia consideran que la Nación lo fue a partir de la caída de Rosas. No obstante con todas las limitaciones que hubo en aquella época, fuimos capaces –los argentinos– de hechos bélicos tan trascendentales como Obligado, Tonelero, Paso del Quebracho y otros contra la poderosa flota invasora, que fueron resaltados como actos de heroicidad y valentía por nuestros propios enemigos, pero que ahora algunos argentinos se niegan a ver, porque se dieron en la época de Rosas… 

Ud. en su nota menciona a las decisiones tomadas en Europa, por el Congreso de Viena, que contrariamente a lo que afirma, no instituyeron la libre navegación de los ríos, sino que solo lo hicieron con respecto a determinados ríos europeos. 

Basándose en su incorrecta afirmación, Ud. dice que “Entonces, a fin de no caer en fáciles patrioterismos, el Río Paraná era internacional”… A la flauta! ¿Así que el río Paraná era internacional…? ¡A qué lo ha llevado su antirrosismo, Sr. Alonso Piñeiro! 

Hasta nuestros propios enemigos reconocieron que el río Paraná era de jurisdicción argentina y Ud. un argentino, dice que no…? 

Qué dirían los ingleses del inglés que afirmara que el Támesis era internacional… o los brasileros del brasilero que dijere que el Amazonas era internacional… o los franceses del francés que dijera lo mismo del Sena o del norteamericano que desconociera la jurisdicción yanki sobre el Misissipi. ¡Qué hubieran dicho!. No quiero poner ningún calificativo para no ofenderlo a Ud. Sr. Alonso Piñeiro, pero es fácil imaginarlo. 

Pero aún si dicho Congreso hipotéticamente hubiere tomado disposiciones con respecto a la libre navegación de todos los ríos del mundo, caben las siguientes preguntas: ¿Ello hubiere sido obligatorio para aquellos países no signatarios de ese tratado…? ¿Hubiera sido necesario que el gobierno de Buenos Aires hubiere sentado algún precedente en contra?. Las respuestas a ambos interrogantes hubiera sido por la negativa. Los pactos obligan solo a las partes que los suscriben y no a terceros ajenos a ellos. Esto es un principio no solo del derecho interno, sino también del internacional y de vieja data. 

Poniéndome otra vez en una situación hipotética, se imagina como se hubieran reído ingleses y franceses, si en un tratado firmado entre países sudamericanos éstos hubieren dispuesto la libre navegación de los ríos Támesis, Sena o cualquier otro. Si hasta me causa risa a mí al escribir estas líneas… 

Sin caer en el patrioterismo, me parece que hay que ser un poquito más patriota –como lo son los ingleses, franceses, brasileros, norteamericanos y otros- y no por estar en una posición histórica contraria a un gobierno –en este caso el de Rosas– ver como negativo, lo que fue positivo y calificar de “desastre”, lo que fue un hecho glorioso. 

No puedo también dejar de esbozar una sonrisa, cuando leo en su artículo que “la flota anglofrancesa carecía de intenciones invasoras”. ¿Para qué entonces venían veinte navíos de guerra –algunos vapores- con el mejor y más moderno armamento?. No seamos tan ingenuos, Sr. Alonso Piñeiro, por favor…

Pocos días después de publicado su artículo mencionado, en dicho diario publicaron los dos últimos párrafos, de su artículo que se había omitido. En esos párrafos Ud. se refiere a otra de las “imprevisiones de Rosas”, y ellas eran que éste había devuelto “los trofeos que en 1841 había tomado Mansilla a una goleta inglesa, pero no se le ocurrió pedir la devolución de los trofeos perdidos en Obligado”,


Sin perjuicio de mencionar que en 1841 ningún trofeo se había tomado a los ingleses, sino que el trofeo en realidad se trató de una bandera tomada por Mansilla correspondiente a un navío inglés el “Vuelta de Obligado”, que originariamente fue el argentino llamado “Federal” que había sido capturado por los invasores el 20 de noviembre y que casi dos meses después había sido atacado por la artillería argentina frente a San Lorenzo el 19 de abril de 1846 y había encallado. ¡Ahora sí como aflora su patrioterismo, Sr. Alonso Piñeiro! 

La gloria de Rosas y por ende de la Nación Argentina, no está en algún cañón o bandera perdida en recia y sangrienta batalla, sino en los términos de los dos tratados ya mencionados, firmados con los diplomáticos Southern y Lepredour. 

De los trofeos “tomados” en Obligado: algunos cañones de bronce de la época de la independencia y una bandera, cabe señalar, que los partes oficiales ingleses si bien mencionan los cañones, no figura por el contrario la bandera (entre otros, Ernesto J. Fitte, “Crónicas de Rosas”, Edit. Fernández Blanco, 1975). 


No tengo constancia tampoco que se le haya informado a Rosas, acerca de la pérdida de bandera alguna. Dicha bandera quedó en poder del Alte. B. J. Sullivan y no fue entregada por este a las autoridades inglesas, -detalle a mi entender de suma importancia- lo que le posibilitó que casi cuarenta años después -1883- la devolviera al Regimiento de Patricios, hecho que fue publicada por Saldías en su “Historia de la Confederación Argentina” y que también publiqué en mi periódico en el Nº 4. La bandera no estuvo el poder de “Inglaterra”, sino de Sullivan, como particular, y por ello la pudo devolver. 

Los cañones que los ingleses se llevaron fueron devueltos por estos, no tengo constancia que los ingleses se hubieran quedado con alguno de ellos como Fitte deja entrever en su libro (¿están en algún Museo?: no existen constancias de ello). 

La devolución de la bandera inglesa por parte de la Confederación Argentina, lo fue como gesto amistoso y que motivó a su vez que los ingleses devolvieran los mencionados cañones argentinos. 

Sin más, lo saludo con la mayor atención.

Norberto Jorge Chiviló


Esta carta tampoco fue contestada. 

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Cabe la siguiente reflexión. Las aseveraciones realizadas por Alonso Piñeiro en su columna, principalmente en lo referente a la “libre navegación de los ríos”, según él dispuesta por el Congreso de Viena y por el tratado de 1828 que dio fin a la guerra argentino brasilera, demuestran dos cosas: la primera, que Alonso Piñeiro, pese a sus pergaminos como “historiador”, desconocía los términos de las mencionadas Convención y Tratado, lo cual es imperdonable o lo que es peor aún, que con mala intención y para confundir al lector que carece de los conocimientos necesarios de la historia haya mentido para que quien desprevenido lea su artículo, se trague un sapo. 

Esas actitudes de mentiras y engaños justifican justamente el revisionismo histórico para hacer conocer la verdad de los hechos históricos ocurridos en nuestro país. 

Con motivo de cumplir la revista “Historia” los 40 años de vida, el 24 de febrero de 2020, salió publicada en el mismo diario una entrevista que se le realizó a Alonso Piñeiro, el que se puede leer en la página web: //www.laprensa.com.ar/485989-La-revista-Historia-cumple-40-anos-de-vida.note.aspx 

A una de las preguntas que se le hicieron: -¿Qué opina sobre la reivindicación del revisionismo histórico?, él contestó: “El revisionismo ha tenido algunas cosas, pero, el balance general, ha perdido totalmente. Lo quieren poner a Juan Manuel de Rosas como el gran héroe de la historia argentina y de eso no tenía nada. A tal punto que la última batalla la perdió miserablemente y tuvo que rendirse e irse a Inglaterra donde tenía una pensión en libras esterlinas bastante importante”. 

Debo aclarar que no leí ninguno de los libros escritos por Alonso Piñeiro, pero sí lo hice con muchos artículos aparecidos en ese diario y también leí varios números de la revista Historia, revista muy bien concebida y en la cual han escrito importantes escritores e historiadores. 

Incluso en una de ellas la N° 102 de junio-agosto 2006 fueron publicadas en la sección “Correo de Correos” dos cartas que yo había remitido al diario La Prensa y que fueron publicadas en ese medio periodístico, una de ellas referida justamente al Combate de Vuelta de Obligado. 

Califica como “miserablemente” el haber perdido una batalla por parte de Rosas, cuando el mismo Urquiza, después de Caseros, lo desmiente. También afirma que en Inglaterra Rosas “tenía una pensión en libras esterlinas bastante importante”. Nunca leí semejante disparate –permítaseme el término- y mentira, ya que ninguno –salvo él– de los historiadores antirrosistas han llegado a afirmar tamaño disparate. Nadie puede negar, sin faltar a la verdad, que en el exilio, Rosas vivió sobriamente de su propio trabajo personal y nunca recibió ni una libra del gobierno inglés. 


Como se podía dejar un comentario en aquella página web, puse el siguiente: “Con respecto a la afirmación que realizó el entrevistado, de que Juan Manuel de Rosas en Inglaterra ‘tenía una pensión en libras esterlinas bastante importante’, sería interesante que ‘como "historiador’ pudiera probar lo de la ‘pensión’ y lo de ‘interesante’.

La animadversión del Sr. Alonso Piñeiro, con respecto a Rosas, es evidente. Humildemente le aconsejaría, que leyera la correspondencia entre Rosas y San Martín y el testamento de éste último (cláusula 3ra.) por el cual lega su sable libertador al primero.

El honor que significó para Rosas haber sido el destinatario de ese sable, haberlo tenido en su casa, poder haberlo tocado y contemplado, es algo que ningún otro argentino podrá igualarlo. Ni ayer, ni hoy, ni mañana. 

Cabe señalar, que no obstante los títulos que en su haber tiene Alonso Piñeiro, no se compadecen con su respuesta a esa pregunta del reportaje mencionado. 

Al principio del reportaje a que hice referencia más arriba, figuran estas palabras de Alonso Piñeiro: “Muchos tienden a llamarse historiadores y son aquellos que no lo son. La pregunta es qué es un historiador y qué lo diferencia de un escritor de historias. Este último es el que tiene 100 libros, los lee y hace un resumen de cada uno. Pero el verdadero historiador es el que va a los archivos, descubre documentos y ve algo nuevo''. 

En el reportaje, Alonso Piñeiro dice: “Desde luego, soy muy estricto con las notas (que se publican en Historia). Tienen que agotar la bibliografía previa, tienen que traer la nueva documentación que hayan sacado, se deben evitar los comentarios. No aceptamos calificaciones ni a favor como el ‘glorioso' general o como el ‘dictador' fulano. Todo tiene que ser estrictamente lo que dice la documentación”. Parece que Alonso Piñeiro no aplica esas reglas con respecto a sus propios conceptos y notas. 

Y por último en ese reportaje y sin vinculación con el mismo y como caído del cielo, también afirmó: “San Martín tenía, una vez que falleció su esposa Remedios, sus amantes”. Ello no es verdad ya que el general habría tenido amores y romances, ya en Mendoza, Chile, Perú, Guayaquil, todo ello antes del fallecimiento de su esposa. No me interesa personalmente meterme en la vida privada de San Martín, como de ningún personaje histórico, ya que como humanos tenían sus flaquezas y virtudes. Si se lo considera a San Martín como Padre de la Patria, no lo es por si tuvo amantes o no, sino por su accionar como militar y hombre público. Sólo menciono esto, como otra prueba que Alonso Piñeiro, no se maneja con la verdad histórica.