sábado, 28 de septiembre de 2024

Aceite "La negrita" - Revista Todo es Historia - Norberto J. Chiviló - Revista Caras y Caretas

En el N° 680 de la revista Todo es Historia del mes de setiembre de 2024, fué publicado el siguiente breve artículo de autoría del director de este Blog, Norberto J. Chiviló, sobre la propaganda "Aceite La negrita". 

Observación: En primer término se publica el escaneo de la tapa de la revista y las páginas correspondientes al artículo.

Como su lectura puede ser dificultosa para algunas personas, por la medida de las letras, a continuación está la transcripción del artículo con letra más legible.


Revista Todo es Historia

Revista Caras y Caretas
Aceite La negrita

 

Aceite LA NEGRITA (Divisa Punzó) – Manuelita Rosas
                                                                             Por Norberto Jorge Chiviló

 

La revista Caras y Caretas, publicación semanal que aparecía los días jueves, se editó en la ciudad de Buenos Aires entre los años 1898 y 1939, llegándose a publicar durante todos esos años 2139 números. (1)

En la edición N° 1907 del 20 de mayo de 1933, en la contraportada de la revista apareció una propaganda de la firma Freixas y Co., con el título “Manuelita Rosas” y debajo el famoso retrato de la hija del Restaurador, pintado por Prilidiano Pueyrredón, actualmente expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Al pie se informaba: “Retrato del natural donado al Museo Histórico Nacional por su hijo Máximo Terrero, en nombre propio y en el de sus hijos. Tela de 1.65 por 2 metros, pintada en el año 1850 por Pedro Prilidiano Pueyrredón”.

Esta información contenía tres inexactitudes: Máximo Terrero no era hijo de Manuelita, sino su esposo; el retrato fue pintado en el año 1851 por el artista Prilidiano Pueyrredón y no por “Pedro” Prilidiano Pueyrredón.

La firma Freixas y Co. la misma que comercializaba el afamado “Licor de los 8 hermanos” y el aceite de oliva "Bau", con motivo del lanzamiento del aceite LA NEGRITA (DIVISA PUNZÓ), ofrecía obsequiar una reproducción de 40 por 60 cm. del famoso cuadro, informando que en el siguiente número se publicarían los datos para recibir la reproducción.

Así. en el N° 1908 del 27 de mayo, nuevamente en la contraportada, aparecía el famoso óleo, con la misma información errónea ya señalada y debajo de la propaganda decía: “Léase a la vuelta”.

Allí en la retiración de la contraportada, se informaba de la “Iniciación de la venta del super aceite “LA NEGRITA” (DIVISA PUNZÓ) alimento puro”, creado en nuestro país “...para satisfacer tan importante demanda y desde hoy lo ponemos en venta en los primeros almacenes de toda la República. Nuestro super-aceite se llama LA NEGRITA (DIVISA PUNZO) y es la super-clase correspondiente a la que comen en París los ricos de paladar y los ricos del lujo y del confort”


Aceite con arte

Se explicaba también que “El nombre de LA NEGRITA viene de que en tiempos del Virreinato existía un almacén en la esquina de la calle del Correo y del Cabildo (hoy Perú y Victoria) que vendía todo el aceite. Hacia 1850 agregó a sus títulos el de la DIVISA PUNZO”.

En cuanto al obsequio, decía el aviso: “Tendremos el gusto de entregar personalmente o de enviar por correo, a toda persona que lo solicite, un ejemplar de dicha oleografía, (desde el 5 de junio) absolutamente gratis pues como todos los habitantes de la Argentina consumen mercaderías de nuestro nombre y control, al poner en venta La Negrita (Divisa Punzó), todos tienen derecho a este regalo”.

(1) La revista volvió a aparecer hace unos años, dirigida por Felipe Pigna, como parte del grupo editorial Octubre.

Crédito fotográfico: Las ilustraciones fueron proporcionadas por el autor de esta nota.

viernes, 27 de septiembre de 2024

Rolando Hangling - Mapuches - El malón

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

262

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el portal del diario La Nación, sección Opinión del 8 de enero de 2013, fue publicado el siguiente artículo, sobre los malones


Chile y la Argentina: ¿hacia una crisis mapuche?

Por Rolando Hanglin 


En Chile y la Argentina, los que manipulan el mito del genocidio mapuche están jugando con fuego

En la edición correspondiente al 30 de diciembre de 2012, el lector Javier Bulló escribió a LA NACION: "He visitado el Parque Nacional de Lihuel Calel, en la Provincia de la Pampa, y allí se explica que la economía de los pueblos originarios de la región se basaba en los malones"

Empecemos por el principio. ¿Qué era un malón, también conocido como invasión entre el año 1500 y el año 1885, en el territorio denominado genéricamente "las pampas", abarcando desde la cordillera de los Andes hasta el Río de la Plata, en la franja central de la República Argentina?

Un malón consistía en un ataque masivo de la caballería india. Los guerreros o conas podían ser un reducido batallón de diez hombres o una tropa gigantesca de cinco o diez mil lanceros. Estaban encabezados por sus ulmén o jefes de guerra y, en segundo plano, los lugartenientes, capitanejos o caciquillos. Entre estos hombres se entreveraban también muchos blancos, cristianos o huincas, que convivían con los indios a raíz de distintos conflictos con la sociedad "blanca". Algunos eran prófugos, otros delincuentes, otros perseguidos políticos como el famoso coronel puntano Manuel Baigorria, que fue cacique ranquel y tuvo familia entre la paisanada, del mismo modo que los tres hermanos Sáa, antepasados de los actuales políticos puntanos, Alberto y Adolfo Rodríguez Saá.

El malón estaba protagonizado, pues, por un grupo de guerreros a caballo, armados de lanza tacuara con su moharra de fierro, cada uno de los cuales llevaba una tropilla propia, de espléndidos caballos. En el momento del asalto, el guerrero saltaba al lomo de su pingo mejor, el caballo de combate. Y así entraba a los pueblos, lanza en mano. Los hombres eran asesinados mediante lanzazos y golpes de bola. Las mujeres jóvenes, sin mayor alternativa, eran secuestradas. Su destino era servir de esclavas de cama de algún cacique o guerrero prominente. Los niños eran robados para servir de esclavos o (hay que decir la verdad) para criarlos como hijos. Viejos y viejas eran rápidamente sacrificados. Mientras tanto, la chusma (grupo de aborígenes no combatientes, es decir jovencitas, muchachos o niños y otros) colaboraban arreando el ganado. Mientras se prendía fuego a las casas, grandes tropas de vacunos y yeguarizos (hasta 50 mil cabezas) eran conducidos por el camino de los chilenos, histórica rastrillada que atravesaba la pampa y conformaba un sendero de 100 metros de ancho, hundido a 50 cm. de profundidad, con la huella de innumerables pisadas y el "rastrillar" de miles de lanzas, ya que los indios llevaban su arma principal amarrada a la muñeca, y la arrastraban por los médanos y los guadales del camino hasta la isla de Choele-Choel y los parajes de invernada del Neuquén , donde aquella hacienda robada hacía su última escala antes de pasar a Chile, donde a veces era "exportada" (¡) por barcos británicos del Pacífico. En el camino quedaban (obvio) miles de paisanos argentinos asesinados, sus casas quemadas, y sus mujeres e hijas violadas o secuestradas para siempre.

El malón estaba protagonizado, pues, por un grupo de guerreros a caballo, armados de lanza tacuara con su moharra de fierro, cada uno de los cuales llevaba una tropilla propia, de espléndidos caballos.

Esto es lo que era un malón. Que se anunciaba con el grito terrorífico de los guerreros, aquel ulular golpeándose la boca con la palma de la mano, y el "ya-ya-yaaaaaa" que aún hoy saben pronunciar los niños araucanos de la Patagonia, jugando a la guerra.

Así fueron los malones de Salto, Rojas, Bahía Blanca, Dolores, Río Cuarto. Así está relatado en la historia, a lo largo de 300 años de guerra étnica.

¿Puede describirse al malón como una actividad económica? No. Básicamente, se trataba de una acción armada contra la población civil indefensa, que incluía homicidio, robo de hacienda, incendio de propiedades, secuestro de personas y otros crímenes. Las acciones de este tipo han merecido, a lo largo de la historia y en todas las naciones, los castigos más severos.

También vale decir que, para poner fin a los malones, el Ejército Argentino se tomó no menos de 60 años (desde 1820 a 1880) recurriendo por fin a la táctica del "malón contra malón", es decir atacando a los caciques en sus propias tolderías, incendiando viviendas y diezmando familias. Hay una amplia crítica histórica, política y moral sobre estos hechos. Que, por otra parte, no fueron un capricho privado del General Julio Roca sino una Campaña de ocupación definitiva del territorio, ordenada por el presidente Avellaneda a partir de una ley del Congreso. No se enfrentaron, en esta contienda, dos bandos, sino muchos, pues hubo alianzas, rupturas y guerrillas variadas. Actuaron los indios amigos como Coliqueo, Pincén y Catriel, los indios chilenos instalados en Salinas Grandes como Calfucurá y luego sus hijos Reuquecurá y Namuncurá (a la cabeza de la Confederación Indígena, un embrión de Estado) y otras parcialidades. Los llamados "indios gauchos" (sin jefatura) y numerosas partidas de cristianos entre prófugos, delincuentes, marginales, rebeldes, refugiados políticos como el ya mencionado Baigorria ("Condor Petiso" entre los ranqueles) que fue un verdadero cacique blanco en las tolderías.

Cabe decir también que los aborígenes americanos defendían la tierra en que habían nacido, y donde fueron rudamente atacados por los españoles -primero- y los argentinos y chilenos después de 1810. En general, no reconocían el concepto de propiedad privada, Estado o territorio nacional. En cambio, los araucanos de Chile sí se consideraban titulares de una región definida, la Araucanía, y la defendieron con singular temple militar, hasta el punto de que el Imperio Español terminó reconociéndoles una frontera, la del río Bío-Bío.

Cuando se produce la independencia de la Argentina y Chile, numerosas indiadas pasan la cordillera y se instalan en la Argentina, no sin pedir autorización a los gobiernos (al parecer Calfucurá la solicitó de Rosas) entre otros motivos porque habían combatido por el bando español y temían la revancha de los patriotas. En nuestro país, los araucanos penetran desde el Siglo XVIII y muy acentuadamente a partir de 1830, cuando Calfucurá ataca a la tribu de los vorogas argentinos, cuyos jefes son degollados y su población anexada.

Puede decirse que todas las agrupaciones, conocidas en aquel tiempo como indiadas, constituían un mestizaje de razas y lenguas: se adquirían mujeres por compra, pacto, rapto o secuestro, tanto indias como cristianas, y los guerreros de una comunidad pasaban a otra si no se hallaban a gusto. Las distintas etnias conocidas como tehuelches, serranos, puelches, querandíes, fueron sometidas por jefaturas araucanas y prevaleció en las pampas la lengua chilena. Este proceso se conoce como Araucanización de la Pampa. La Argentina enfrentó una guerra larga y sangrienta contra el malón, hasta que en 1879 se produce la Campaña al Desierto de Roca. Los indios argentinos no fueron exterminados ni mucho menos, sino integrados como ciudadanos de nuestro país. Los irreductibles, encarcelados en Martín García o dispersados hacia el Sur y la Cordillera, donde no había hacienda que robar ni pueblos que incendiar.

En aquella guerra, imperó por ambos bandos la ley del degüello: no se tomaban prisioneros sino que se ejecutaba sumariamente a todos los vencidos. Al final, sin embargo, grandes jefes históricos como Pincén, Epumer, Namuncurá e Inacayal fueron encarcelados en Martín García. Es decir que se respetaron sus vidas. Pasada la conflagración, se los liberó.

La República Argentina atravesó un gravísimo problema de supervivencia en la Guerra al Malón (título del libro del comandante Manuel Prado, que relata lo sucedido con todos sus matices) y lo superó recién en la década de 1880, cuando se estabiliza la Organización Nacional.

Todo esto viene a cuento de lo sucedido la semana pasada en Chile. Una horda supuestamente mapuche, integrada por 20 hombres encapuchados, atacó la hacienda del Sr. Werner Luchsinger y su esposa, la señora Vivian MacKay. Los dos gringos fueron asesinados. Luego se incendió la cabaña, donde más tarde encontrarían los dos cadáveres.

Dada la composición demográfica de la Patagonia argentina (numerosos inmigrantes de Escocia, Gales, Irlanda y Alemania) tememos que se pueda incubar un fenómeno paralelo a ambos lados de los Andes. Hay personajes que le dicen a los criollos: "Negro, esta tierra es tuya! Sacá a los gringos, poneles un piquete para que paguen peaje antes de pasar la tranquera, ocupale las casas...! ¡Que se vuelvan a Europa!". Los que reciben este mensaje, en la Argentina, normalmente son nietos de chilenos, pero fermenta en su alma la idea de que "el extranjero" los ha despojado de algo propio. Y todo este asunto genera odio, envidia, sentimientos de revancha, violencia.

En Chile y la Argentina, los que manipulan el mito del genocidio mapuche están jugando con fuego. Los mapuches no son otros que los araucanos de la historia, aquellos que con Lautaro y Caupolicán le impusieron una frontera a la España Imperial. Gente aguerrida, con una mística especial: 900.000 viven en Chile y 150.000 en nuestro país.

Atención: vivimos en repúblicas criollas, regidas por constituciones democráticas que consagran la propiedad privada. Si alguien tiene algo que reclamar, debe presentarse al juez competente con la documentación histórica, jurídica, periodística, etnográfica, que lo acredite respecto de alguna zona o predio.

En Chile se habla de la intervención del grupo argentino Quebracho, que no nos consta. En la fecha del doble homicidio (Luchsinger) se conmemoraba el quinto aniversario de la muerte del estudiante mapuche Matías Catrileo, que aparentemente fue abatido por carabineros en una finca privada, también perteneciente a la familia Luchsinger.

"A mi prima Vivian MacKay la quemaron viva. Si llegan a mi casa, los voy a disparar a todo dar. Los voy a balear a todos. No les tengo ningún miedo", amenaza Alan Cooper, vecino y pariente de las víctimas. El ministro de Interior, don Andres Chadwick, dice: "Enfrentamos a un enemigo fuerte, poderoso y organizado". Ya existe una Asociación de Víctimas de la Violencia Rural en Araucanía. La Confederación de Dueños de Camiones de Chile se declara en estado de alerta porque sus cargueros deben atravesar la "zona roja" del conflicto. Palabras del presidente Piñera: "Esta lucha no es contra un pueblo en especial y menos contra el pueblo mapuche. Es una lucha contra una minoría de delincuentes, terroristas y violentistas".

Chilenos y argentinos deben analizar este asunto con extremo cuidado. Hay una historia que enseña cómo pueden descarrilarse las cosas. Lo que menos necesitamos es otra guerra étnica.

lunes, 23 de septiembre de 2024

Chaleco Federal

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

261 

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya algunos años. 

El interesante artículo del Dr.  Guillemo Palombo sobre el Chaleco federal, que ofrecemos a nuestros lectores, fué publicado en la Revista "El Resero" N° 32 de Agosto de 2005. 

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EL CHALECO FEDERAL 

por el Dr. Guillermo Palombo

    

Chaleco federal. Perteneció al coronel Juan Luís González

El chaleco, prenda de vestir, por lo común sin mangas, que se abotona al cuerpo, llega hasta la cintura, cubriendo el pecho y la espalda, y se coloca encima de la camisa. Su historia es bien conocida: la “chupa”, que en el antiguo traje militar español se llevaba bajo la casaca, cubriendo el tronco del cuerpo, con cuatro faldillas de la cintura abajo y con mangas ajustadas, sin forrar o forradas, a veces con delantera de distintas telas y con contracarteras, andando el tiempo, al reducirse las faldillas y perder las mangas, se convirtió en “chupetín”, y, finalmente, dio lugar al chaleco. En el Río de la Plata primero siguieron la moda francesa y, desde comienzos del siglo XIX, el gusto inglés. Los hubo cruzados y con solapas anchas. Pero ¿cuándo, cómo y dónde nació el uso del chaleco punzó, tan de moda en la época federal?.

Juan Manuel de Rosas, autor de la novedad, se ha encargado de explicarlo en una carta a su primo Tomás Manuel de Anchorena, del 25 de diciembre de 1838, en la que refiriéndose a su regreso de la expedición al río Colorado, le dice: "Yo traje del desierto el cintillo colorado en el sombrero y el chaleco colorado”, agregando que “algunos paisanos siguieron la moda: a nadie se obligó”.

Y, por último, refiere que al tener que colocarse luto por la muerte de su esposa Encarnación -ocurrida ese año 1838-, decidió no quitarse el chaleco ni el cintillo porque consideró que a la finada le hubiera gustado que lo llevase. El uso del chaleco punzó se expandió rápidamente. En 1835 lo lució públicamente el jefe de Policía, que fue uno de los primeros socios de la Sociedad Popular Restauradora. Y tal vez por este hecho, Sarmiento, que no conocía el pormenor que dejo expuesto, en su obra “Argirópolis”, afirma que en 1833 “se decretó el uso de un chaleco colorado”, adjudicándole la originalidad a dicha sociedad.

El uso del chaleco luego se generalizó, al punto que no dejaron de advertirlo extranjeros como Teogene Page, en 1840, Henri Southern y Mariano Berdugo en 1841, o Samuel Greene Arnold en 1848, y de puntualizarlo conocidos escritores locales como Lucio V. Mansilla y Vicente G. Quesada. Por supuesto, lo llevaba Rosas, a quien describen llevándolo en 1851, bien *colorado” o “de merino punzó”, su sobrino Mansilla y el español Benito Hortelano, respectivamente.

El uso devino finalmente obligatorio, según deducimos de un oficio dirigido por el juez de paz de San Pedro al jefe de Policía, del 5 de noviembre de 1846, que menciona la existencia de “disposiciones superiores” que mandaban el uso del chaleco, al igual que del cintillo y de la divisa punzó. Fue una excepción a esas disposiciones el doctor Francisco Saguí cuñado de Rosas, -casado con su hermana Andrea, y unitario-, quien no fue molestado por no llevarlo.

"El Sr. Zemborain y su hija", óleo sobre tela de Cayetano Descalzi, 1843 (1)

He consultado en el Archivo General de la Nación los inventarios de las tiendas de Santiago Grondona, Rufino Aráoz, Carlos Stagno, Pedro Chiapella, Agustín Novaro o Bartolomé Pittaluga, correspondientes a principios del año 1852, que incluyen varios tipos de chalecos entre las mercaderías que vendían. De acuerdo al material básico con que se tejía cada tipo de tela -nacionales o extranjeras- podemos dividirlas en telas de seda, de lana y de algodón. En el rubro de las telas de seda estaban los chalecos de raso (seda lustrosa) que cotizaban entre 25 y 40 pesos, cuya calidad se distinguía en ordinarios, regulares, finos y de medida; los de terciopelo (de más cuerpo que el raso), por su parte, se valuaban en 50 pesos y finalmente estaban los de pana, tela más basta que la anterior. En el renglón de las telas de lana, estaban los chalecos de paño (variante industrial aquella) cuyo precio oscilaba entre 5 y 90 pesos, según fueran ordinarios o finos; y, después, los de merino (tejido de lana escogida y peinada) cuyo precio era de 25 pesos. En el rubro correspondiente a los chalecos de tela de algodón estaban los de cotonia, que valían entre 7 y 10 pesos y los de estambre, justipreciados en 22 pesos. Los géneros para chaleco también se vendían en corte (para cortar): el de merino a 30 pesos y el de raso a 50 pesos, como consta los tenía en su domicilio el platero José Troncoso. De ello se deduce que los de contección eran, obviamente, más baratos. Los botones, de seda, se vendían a 8 pesos la gruesa Quizás solamente los poderosos lucían el lujoso chaleco de raso de seda, pero la multiplicidad de calidades de telas y diversidad de precios (que he expresado en pesos de la moneda corriente de la época), como surge de los datos que dejo expuestos, favorecían su uso por todas las clases sociales.

Por ejemplo, en 1848, el soldado Manuel López, que era un peón de campo, lucía uno de paño colorado con botones amarillos. Por otra parte, el uso de una u otra clase de tela dependía no solo del poder adquisitivo de quien la usara sino también de la estación del año para la que se destinaba la ropa: el terciopelo y la pana son clásicas telas de invierno y la cotonia (algodón) típica de la temporada estival.


Sobre los modelos en uso ilustran las pocas prendas de época que se conservan y la iconografía. El chaleco original que perteneció al general Lucio Norberto Mansilla, se conserva en el Museo Histórico Nacional, y el retrato correspondiente a un estanciero con chaleco federal, de Adolfo D'Hastrel, se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes (ver ilustración al costado). Para 1835, siguiendo el canon europeo, estaban de moda los “de cuello doblado”, formando con la orilla externa del cuello un óvalo en lugar de una V, como se había usado hasta entonces. Así surge de un artículo aparecido en el periódico “La Moda” dirigido por Juan Bautista Alberdi y editado en Buenos Aires en ese año.

El chaleco punzó dejó de usarse después de la batalla de Caseros, por imposición de las autoridades que sucedieron a Rosas. Juan Manuel Beruti, anotó en sus memorias, que los chalecos “se mandaron quitar” el 4 de febrero de 1852 y lo ratifica en mayo. Pero, en realidad, las razones de la supresión fueron expuestas por el gobierno provisorio de Buenos Aires, que encabezó Vicente López, en decreto de 15 de febrero de ese año, que si bien declaró libre el uso o no del cintillo federal, dejó constancia en el considerando de la disposición gubernativa que aquel emblema no tenía la “mancha  oprobiosa” que alcanzaba al chaleco, la cinta y divisas preceptuados “por un tirano de execrable recuerdo” como “signos todos de la voluntad despótica de un solo hombre”. El cintillo federal conservó, no obstante su vigencia, si bien optativa, como un símbolo indeleble de unidad nacional.

(1) En esta obra se puede apreciar que el Sr. Zemborain luce el chaleco federal y sobre su saco tiene la divisa. Su hija luce un moño también de color punzó.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Rolando Hanglin - Día de la raza

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

260

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Nación, sección Pensamientos incorrectos, fue publicado el 9 de octubre de 2012 el siguiente artículo.


Día de la Raza

Por Rolando Hanglin 


Los argentinos tenemos un defecto que es, a la vez, nuestra virtud cardinal. Somos, en gran parte, nietos de gringos. Por lo tanto, lo ignoramos casi todo respecto de la historia de nuestro país. Formamos parte de la marea humana que bajó de los barcos entre 1880 y 1920, cuando aún no estaban bien tapados por la tierra piadosa los cadáveres de miles de víctimas. Indios y cristianos, rehenes y cautivas, caciques y milicos, todos ellos caídos en la gran guerra indio-cristiana, entre 1820 y 1890.

Siendo, pues, medio gringos, poco podíamos saber de los malones, los fortines, de Roca y Villegas, de Pincén y Calfucurá. ¡Para nosotros, los indios eran unos tipos con plumita que aparecían en las películas de cowboys! Siempre perdiendo la batalla.

Somos, en gran parte, nietos de gringos. Por lo tanto, lo ignoramos casi todo respecto de la historia de nuestro país

Por eso nos sorprende que, hoy día, los supuestos descendientes de aquellos indios, hoy llamados "mapuches", reclamen propiedades de lugares como Bariloche, Aluminé, La Angostura e incluso Toay, La Pampa.

Vamos por partes.

En realidad, el término "mapuche" fue inventado por el etnólogo norteamericano Edmond E. Smith en 1850, y luego difundido en distintos países de América. El significado es claro: mapu:tierra; che:gente. Del mismo modo, yo mismo, aficionado a la lengua de la Patagonia (mapu-dungún) he bautizado a mi quinta de fin de semana "Epu-Trehua" (los dos perros) y a un chalecito que tengo en Chapadmalal, "Antu-Catán" (casa del sol) sin por ello reivindicar ninguna raíz histórica.

Leyendo las obras de Lucio V. Mansilla, Estanislao Zeballos, Manuel Prado y otros autores del tiempo de los fortines, no encontramos nunca la palabra "mapuche". Jamás se habló de semejante tribu o nación. La literatura de 1820-1880 habla, sí, de los pampas, los serranos, los araucanos o chilenos, los vorogas, los tehuelches, los tubichaminís. Pero la palabra mapuche no aparece jamás. La historia y la antropología coinciden en que el territorio argentino, de San Luis hacia el sur, estaba ocupado por los tehuelches septentrionales (pampas, aoniken) los tehuelches meridionales (pampas, guenaken) y los tehuelches que habían pasado a la isla, conocidos como onas. Estos paisanos integraban una comunidad de cazadores-recolectores. No cultivaban la tierra ni mantenían el concepto de propiedad privada o límites nacionales. Apenas el de "espacio vital", que mudaban de asentamiento en aquellas inmensas extensiones, buscando siempre caza abundante de guanacos, venados, piches, avestruces. Ocupaban, pues, sin ocuparlo, un país inmenso. Se cree que estos tehuelches (o sus antepasados) estamparon las paredes rocosas de la Cueva de las Manos hace 8000 años. Afirma Casamiquela que, cuando se fundó Carmen de Patagones, los tehuelches se arrimaron a traficar plumas de ñandú y cueros de guanaco. Lo mismo hacían en Punta Arenas, en 1850, y en 1865 con la colonia galesa, en el valle del Chubut. Era una actividad de significación económica muy superior a lo que hoy puede parecer. Todos los testimonios concuerdan en que la gente tehuelche era pacífica y dispersa.

Por eso es raro que hoy, en 2012, surjan comunas o movimientos o sindicatos de identidad "mapuche" que reclaman campos o tierras en Chubut, Río Negro, Neuquén y Santa Cruz. ¿De dónde vienen? ¿Son pueblos originarios de nuestro país, a los que la República les debe algo porque les ha jugado sucio, ocupando sus espacios y estrangulando sus medios de vida?

El mapuche es chileno y entra al ámbito de las pampas argentinas en 1820, expulsado por las guerras intestinas de Chile

Vamos a dejar la respuesta a don Rodolfo Casamiquela, etnólogo y antropólogo fallecido en el año 2008, pero no sin escribir 24 libros y 200 monografías sobre el tema. Casamiquela, nacido en Jacobacci, se consideraba el último hombre capaz de pronunciar correctamente el idioma tehuelche del norte (o sea, "pampa") y su veredicto fue contundente: "Los mapuches son chilenos".

Otros conceptos: "Hoy sólo se habla del mapuche. Los tehuelches se auto-suprimieron u olvidaron su propia historia, a pesar de que hoy existen muchos descendientes, como los Chagallo, Yanquetruz, Sayhueque, Foyel, Catriel, Chiquichano, Chelqueta, Chingolé, Chalao, Chacamata, Cual. Estas familias son los tehuelches que quedan, es decir los llamados pampas. Fueron un linaje de enorme poder potencial, que se fue araucanizando o mapuchizando a partir de la lengua. El mapuche es chileno y entra al ámbito de las pampas argentinas en 1820, expulsado por las guerras intestinas de Chile. Muchos jefes indios chilenos tomaron partido por el Rey de España y, en el contexto de una guerra a muerte, cruzaron la cordillera para salvar la vida. Aquí fueron recibidos por algunos parientes y, poco a poco, autorizados por el brigadier Juan Manuel de Rosas a instalarse en las provincias del Río de la Plata.

Uno se pregunta si los tehuelches, pueblo originario de Pampa y Patagonia, fueron exterminados por los araucanos chilenos, o por las fuerzas militares argentinas, o por alguien.

Casamiquela: "El tema es la lengua. Para negociar con el español, se celebraban los llamados parlamentos, o sea, asambleas de oratoria y diplomacia donde cada jefe (ulmén) con sus capitanejos o caciquillos, y los representantes del blanco o huinca (derivado de los incas, que también intentaron someter a los araucanos con poca suerte) rivalizaban en alocuciones y figuras retóricas para "ajustar las paces". En este terreno diplomático, el idioma mapuche era muy superior al tehuelche. Preciso, claro, bello, simple, rudo, el mapudungun es una lengua muy valiosa. Con ella penetra la religión, predominando entonces lo mapuche sobre lo tehuelche".

Llegamos a la conclusión de que los mapuches chilenos no exterminaron a los tehuelches argentinos, sino que se agruparon en distintas federaciones, en las cuales predominó siempre la jefatura militar mapuche. Según atestiguan con todo detalle viajeros históricos como el inglés Musters, los tehuelches eran tenidos por "gitanos, vagabundos, bohemios, indisciplinados".

Dice el Profesor Casamiquela: "El mapuche no tiene profundidad histórica en Argentina. Lleva 100 años aquí". En este sentido, es como los italianos, los irlandeses o los croatas. Sigue diciendo Casamiquela: "Cuando vino a nuestro país el Profesor Erice, autor del máximo diccionario mapuche, no encontró ningún hablante de esa lengua en Viedma. Aquí en Jacobacci quedaban los Linares, descendientes de un cautivo de ese apellido que se casó con la hija de un cacique, radicado en la laguna del Juncal, pero eran tehuelches. También son tehuelches los criollos de apellido Entraiga o Castelo. En resumen: los derechos que reclaman hoy los mapuches sobre la tierra... no existen. Esto es historia, no teoría. Actualmente las cosas se mueven políticamente. Entonces, los mapuches chilenos dicen que son argentinos y empiezan a reivindicar toda una vida en nuestro país. Al historiador, eso no le interesa. Lo que pueda decir un político, un abogado... eso es otra cosa".

Los altos y melancólicos tehuelches han sido colonizados y, sin duda, estafados por los blancos argentinos y los araucanos chilenos

Históricamente, el nombre de Patagonia evoca a un territorio habitado por hombres de pies enormes, y muy altos.

Dice Casamiquela: "Lo que pasa es que los españoles eran bajitos, y además miraban desde abajo a los tehuelches, que estaban subidos a la loma de un médano. De cualquier modo, en 1896, un francés llamado Delavaux, que recorría el trazado de la ruta 40, en el sur de Chubut, excavó una tumba tehuelche y midió el esqueleto del hombre allí enterrado. Le dio 1,99m. Otra excavación, en Península Valdez, permitió verificar los dos metros. Son la etnia más alta del mundo".

Grandotes pero muy dados al vicio, demasiado libres en sus costumbres, mansos y bondadosos, los tehuelches hicieron buenas migas con los galeses de Chubut y, en general, no molestaron a nadie. Se dejaron colonizar por los araucanos chilenos, primero, y por la República Argentina, después.

Foto del cacique Pincén






 Cacique Pincén










Uno de los últimos héroes del linaje tehuelche o pampa fue, sin duda, el cacique Pincén. Se lo recuerda como Vicente, Juan o Francisco Pincén. Según la paisanada, el apellido se pronuncia correctamente Pisen, o Piseñ o Pincel, pero siempre con acento en la "i".

Existen cuatro fotos de Pincén. Lo vemos con su chiripá, sus botas de potro, su lanza corta, sus bolas enroscadas al cuello, el torso desnudo, la melena larga sujetada por una vincha, y lo apreciamos idéntico a.¡Alberto Olmedo!. También podría parecerse a don Alberto Rodríguez Saá, aunque este último, más corpulento , conserva la altura y el carisma de sus antepasados ranquelinos. 

Algunos rechazan el Día de la Raza porque parece clasificarnos a nosotros, los seres humanos, tan espirituales, como perros de raza "golden retriever" o vacas, de raza Heresford. La verdad es que todos los hombres pertenecemos a la misma raza, pero con grandes variaciones étnicas: no es lo mismo un sueco que un senegalés.

Los altos y melancólicos tehuelches han sido colonizados y, sin duda, estafados por los blancos argentinos y los araucanos chilenos, que entraron a nuestras pampas -básicamente- a robar ganado y capturar mujeres rubias. En el camino, resultaba inevitable lancear o degollar a unos cuantos argentinos. ¿Qué se le iba a hacer? ¡Eran huincas!

Pero esa es otra historia. Por el momento cerramos este modesto apunte con el saludo que se utiliza aún hoy en la Patagonia, al cruzarse los caminos de los viajeros: "Mari-marí". Esto significa textualmente "diez-diez". Que te vaya bien, que te vaya "de diez". Y a veces, para que esa salutación al paso resulte más cálida, se la enuncia más completa. "Mari-marí peñí". O sea: Adiós, hermano.

NOTA: Las fuentes de este artículo son el sitio de internet "Los Matuastos- Periodismo" (domingo 9 de septiembre de 2012) y "Pincén, vida y leyenda" de Juan José Estévez, publicado en 2011.