Los argentinos tenemos un
defecto que es, a la vez, nuestra virtud cardinal. Somos, en gran parte, nietos
de gringos. Por lo tanto, lo ignoramos casi todo respecto de la historia de
nuestro país. Formamos parte de la marea humana que bajó de los barcos entre
1880 y 1920, cuando aún no estaban bien tapados por la tierra piadosa los
cadáveres de miles de víctimas. Indios y cristianos, rehenes y cautivas,
caciques y milicos, todos ellos caídos en la gran guerra indio-cristiana, entre
1820 y 1890.
Siendo, pues, medio
gringos, poco podíamos saber de los malones, los fortines, de Roca y Villegas,
de Pincén y Calfucurá. ¡Para nosotros, los indios eran unos tipos con plumita
que aparecían en las películas de cowboys! Siempre perdiendo la batalla.
Somos, en gran parte,
nietos de gringos. Por lo tanto, lo ignoramos casi todo respecto de la historia
de nuestro país
Por eso nos sorprende que,
hoy día, los supuestos descendientes de aquellos indios, hoy llamados
"mapuches", reclamen propiedades de lugares como Bariloche, Aluminé,
La Angostura e incluso Toay, La Pampa.
Vamos por partes.
En realidad, el término
"mapuche" fue inventado por el etnólogo norteamericano Edmond E.
Smith en 1850, y luego difundido en distintos países de América. El significado
es claro: mapu:tierra; che:gente. Del mismo modo, yo mismo, aficionado a la
lengua de la Patagonia (mapu-dungún) he bautizado a mi quinta de fin de semana
"Epu-Trehua" (los dos perros) y a un chalecito que tengo en
Chapadmalal, "Antu-Catán" (casa del sol) sin por ello reivindicar
ninguna raíz histórica.
Leyendo las obras de Lucio
V. Mansilla, Estanislao Zeballos, Manuel Prado y otros autores del tiempo de
los fortines, no encontramos nunca la palabra "mapuche". Jamás se
habló de semejante tribu o nación. La literatura de 1820-1880 habla, sí, de los
pampas, los serranos, los araucanos o chilenos, los vorogas, los tehuelches,
los tubichaminís. Pero la palabra mapuche no aparece jamás. La historia y la
antropología coinciden en que el territorio argentino, de San Luis hacia el
sur, estaba ocupado por los tehuelches septentrionales (pampas, aoniken) los
tehuelches meridionales (pampas, guenaken) y los tehuelches que habían pasado a
la isla, conocidos como onas. Estos paisanos integraban una comunidad de
cazadores-recolectores. No cultivaban la tierra ni mantenían el concepto de
propiedad privada o límites nacionales. Apenas el de "espacio vital",
que mudaban de asentamiento en aquellas inmensas extensiones, buscando siempre
caza abundante de guanacos, venados, piches, avestruces. Ocupaban, pues, sin
ocuparlo, un país inmenso. Se cree que estos tehuelches (o sus antepasados)
estamparon las paredes rocosas de la Cueva de las Manos hace 8000 años. Afirma
Casamiquela que, cuando se fundó Carmen de Patagones, los tehuelches se arrimaron
a traficar plumas de ñandú y cueros de guanaco. Lo mismo hacían en Punta
Arenas, en 1850, y en 1865 con la colonia galesa, en el valle del Chubut. Era
una actividad de significación económica muy superior a lo que hoy puede
parecer. Todos los testimonios concuerdan en que la gente tehuelche era
pacífica y dispersa.
Por eso es raro que hoy, en
2012, surjan comunas o movimientos o sindicatos de identidad
"mapuche" que reclaman campos o tierras en Chubut, Río Negro,
Neuquén y Santa Cruz. ¿De dónde vienen? ¿Son pueblos originarios de nuestro
país, a los que la República les debe algo porque les ha jugado sucio, ocupando
sus espacios y estrangulando sus medios de vida?
El mapuche es chileno y
entra al ámbito de las pampas argentinas en 1820, expulsado por las guerras
intestinas de Chile
Vamos a dejar la respuesta
a don Rodolfo Casamiquela, etnólogo y antropólogo fallecido en el año 2008,
pero no sin escribir 24 libros y 200 monografías sobre el tema. Casamiquela,
nacido en Jacobacci, se consideraba el último hombre capaz de pronunciar
correctamente el idioma tehuelche del norte (o sea, "pampa") y su
veredicto fue contundente: "Los mapuches son chilenos".
Otros conceptos: "Hoy
sólo se habla del mapuche. Los tehuelches se auto-suprimieron u olvidaron su propia
historia, a pesar de que hoy existen muchos descendientes, como los Chagallo,
Yanquetruz, Sayhueque, Foyel, Catriel, Chiquichano, Chelqueta, Chingolé,
Chalao, Chacamata, Cual. Estas familias son los tehuelches que quedan, es decir
los llamados pampas. Fueron un linaje de enorme poder potencial, que se fue
araucanizando o mapuchizando a partir de la lengua. El mapuche es chileno y
entra al ámbito de las pampas argentinas en 1820, expulsado por las guerras
intestinas de Chile. Muchos jefes indios chilenos tomaron partido por el Rey de
España y, en el contexto de una guerra a muerte, cruzaron la cordillera para
salvar la vida. Aquí fueron recibidos por algunos parientes y, poco a poco,
autorizados por el brigadier Juan Manuel de Rosas a instalarse en las provincias
del Río de la Plata.
Uno se pregunta si los
tehuelches, pueblo originario de Pampa y Patagonia, fueron exterminados por los
araucanos chilenos, o por las fuerzas militares argentinas, o por alguien.
Casamiquela: "El tema
es la lengua. Para negociar con el español, se celebraban los llamados
parlamentos, o sea, asambleas de oratoria y diplomacia donde cada jefe (ulmén)
con sus capitanejos o caciquillos, y los representantes del blanco o huinca
(derivado de los incas, que también intentaron someter a los araucanos con poca
suerte) rivalizaban en alocuciones y figuras retóricas para "ajustar las
paces". En este terreno diplomático, el idioma mapuche era muy superior al
tehuelche. Preciso, claro, bello, simple, rudo, el mapudungun es una lengua muy
valiosa. Con ella penetra la religión, predominando entonces lo mapuche sobre
lo tehuelche".
Llegamos a la conclusión de
que los mapuches chilenos no exterminaron a los tehuelches argentinos, sino que
se agruparon en distintas federaciones, en las cuales predominó siempre la
jefatura militar mapuche. Según atestiguan con todo detalle viajeros históricos
como el inglés Musters, los tehuelches eran tenidos por "gitanos,
vagabundos, bohemios, indisciplinados".
Dice el Profesor
Casamiquela: "El mapuche no tiene profundidad histórica en Argentina.
Lleva 100 años aquí". En este sentido, es como los italianos, los
irlandeses o los croatas. Sigue diciendo Casamiquela: "Cuando vino a
nuestro país el Profesor Erice, autor del máximo diccionario mapuche, no encontró
ningún hablante de esa lengua en Viedma. Aquí en Jacobacci quedaban los
Linares, descendientes de un cautivo de ese apellido que se casó con la hija de
un cacique, radicado en la laguna del Juncal, pero eran tehuelches. También son
tehuelches los criollos de apellido Entraiga o Castelo. En resumen: los
derechos que reclaman hoy los mapuches sobre la tierra... no existen. Esto es
historia, no teoría. Actualmente las cosas se mueven políticamente. Entonces,
los mapuches chilenos dicen que son argentinos y empiezan a reivindicar toda
una vida en nuestro país. Al historiador, eso no le interesa. Lo que pueda
decir un político, un abogado... eso es otra cosa".
Los altos y melancólicos
tehuelches han sido colonizados y, sin duda, estafados por los blancos
argentinos y los araucanos chilenos
Históricamente, el nombre
de Patagonia evoca a un territorio habitado por hombres de pies enormes, y muy
altos.
Dice Casamiquela: "Lo
que pasa es que los españoles eran bajitos, y además miraban desde abajo a los
tehuelches, que estaban subidos a la loma de un médano. De cualquier modo, en
1896, un francés llamado Delavaux, que recorría el trazado de la ruta 40, en el
sur de Chubut, excavó una tumba tehuelche y midió el esqueleto del hombre allí
enterrado. Le dio 1,99m. Otra excavación, en Península Valdez, permitió
verificar los dos metros. Son la etnia más alta del mundo".
Grandotes pero muy dados al
vicio, demasiado libres en sus costumbres, mansos y bondadosos, los tehuelches
hicieron buenas migas con los galeses de Chubut y, en general, no molestaron a
nadie. Se dejaron colonizar por los araucanos chilenos, primero, y por la
República Argentina, después.
Cacique Pincén
Uno de los últimos héroes
del linaje tehuelche o pampa fue, sin duda, el cacique Pincén. Se lo recuerda
como Vicente, Juan o Francisco Pincén. Según la paisanada, el apellido se
pronuncia correctamente Pisen, o Piseñ o Pincel, pero siempre con acento en la
"i".
Existen cuatro fotos de
Pincén. Lo vemos con su chiripá, sus botas de potro, su lanza corta, sus bolas
enroscadas al cuello, el torso desnudo, la melena larga sujetada por una
vincha, y lo apreciamos idéntico a.¡Alberto Olmedo!. También podría parecerse a
don Alberto Rodríguez Saá, aunque este último, más corpulento , conserva la
altura y el carisma de sus antepasados ranquelinos.
Algunos rechazan el Día de
la Raza porque parece clasificarnos a nosotros, los seres humanos, tan
espirituales, como perros de raza "golden retriever" o vacas, de raza
Heresford. La verdad es que todos los hombres pertenecemos a la misma raza, pero
con grandes variaciones étnicas: no es lo mismo un sueco que un senegalés.
Los altos y melancólicos
tehuelches han sido colonizados y, sin duda, estafados por los blancos
argentinos y los araucanos chilenos, que entraron a nuestras pampas
-básicamente- a robar ganado y capturar mujeres rubias. En el camino, resultaba
inevitable lancear o degollar a unos cuantos argentinos. ¿Qué se le iba a
hacer? ¡Eran huincas!
Pero esa es otra historia.
Por el momento cerramos este modesto apunte con el saludo que se utiliza aún
hoy en la Patagonia, al cruzarse los caminos de los viajeros:
"Mari-marí". Esto significa textualmente "diez-diez". Que
te vaya bien, que te vaya "de diez". Y a veces, para que esa
salutación al paso resulte más cálida, se la enuncia más completa. "Mari-marí
peñí". O sea: Adiós, hermano.
NOTA: Las fuentes de este
artículo son el sitio de internet "Los Matuastos- Periodismo"
(domingo 9 de septiembre de 2012) y "Pincén, vida y leyenda" de Juan
José Estévez, publicado en 2011.