REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En el diario La Nación, fue publicado el 22 de setiembre de 2009 el siguiente artículo.
REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En el diario La Nación, fue publicado el 22 de setiembre de 2009 el siguiente artículo.
Publicado en diario La Nación el 20 de octubre de 2021
El 20 de octubre de 2021, salió publicado el artículo que se transcribe a continuación, sobre el tema mapuche.
La acción de estos grupos y la inacción del Gobierno hacen que el problema se agrande cada vez más, y se agrave su solución
Por Miguel Ángel Pichetto (exsenador y auditor general de la Nación)
Hoy asistimos, entre la impavidez, la anomia y el asombro de muchos, a cómo, en plena democracia, un grupo de delincuentes terroristas roba, incendia, ocupa propiedades, niega al Estado nacional, cobra peajes, golpea a propietarios. La pregunta que nos debemos hacer es: ¿cuándo comenzarán a matar a todos aquellos que señalen como sus enemigos?
Estos sublevados facciosos se arrogan la representación de pueblos originarios.
Los supuestos mapuches de hoy dicen ser los herederos de un grupo de tribus indígenas que invadió y asoló nuestro territorio y que exterminó a los tehuelches, que eran nuestros verdaderos pueblos originarios. Desde el siglo XIX, las tribus mapuches estaban al servicio de políticas de expansión territorial y ejercieron una brutal violencia contra colonos y fuerzas militares. El crimen, el robo y mil tropelías más eran su conducta, transformando el “maloneo” en un hecho heroico y épico, cuando en realidad lo que se intentaba era erosionar nuestra naciente economía y poner en duda nuestros derechos soberanos sobre territorios despoblados, pero que pertenecían a nuestro acervo como Nación.
Hoy la “revolución mapuche” cuenta con el apoyo del kirchnerismo, de resabios de Montoneros, la izquierda “boba”, algunos sectores de la Iglesia, sectores políticos marxistas y, como siempre ocurre, el de un conjunto de almas bellas y culposas, tanto del ámbito nacional como internacional.
¿Por qué la izquierda enarbola hoy la bandera indigenista? La respuesta es muy simple, porque ataca frontalmente la propiedad privada, enemiga esencial del comunismo, deslegitima la ley y el Estado desde su origen, proclamándolo usurpador y ladrón. En definitiva, lo que se busca es la disolución del poder nacional.
Estos mapuches, que fueron originalmente funcionales a ciertas políticas chilenas, se han convertido en el principal problema que enfrenta nuestro Estado hermano.
En la Araucanía chilena se conformó la CAM (Coordinadora Arauco Malleco) y en nuestro país, la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), ambas organizaciones son embriones de políticas foquistas inspiradas en la visión guevarista de Abimael Guzmán con Sendero Luminoso, la continuación del proyecto del ERP en Tucumán y Montoneros, que buscaba crear otro Estado dentro de nuestra Nación.
Estos grupos, autorreferenciados como mapuches y que asumen la representación de todas las comunidades indígenas, tuvieron, aparte del apoyo teórico mencionado, el entrenamiento militar e ideológico de grupos de las FARC, Sendero Luminoso y de desencantados setentistas (Montoneros y ERP-ianos) que vieron en esta especie de “neoindigenismo” una forma de tomar revancha de las frustraciones políticas sufridas en el pasado.
Uno de los líderes indígenas, Jones Huala, que cumple prisión en Chile por incendios a propiedades y otros actos terroristas, habló de una revolución armada para recuperar “tierras ancestrales”, construir el socialismo basado en las tradiciones mapuches y en una teología indígena todavía no sistematizada, pero adecuada para generar un pastiche ideológico, que si no conllevara graves desafíos a la soberanía y a las autoridades del Estado argentino, resultaría interesante de estudiar como ejemplo cabal del desvarío humano.
La acción de estos grupos y la inacción del Gobierno hacen que el problema se agrande cada vez más, y se agrave su solución, que debe ser drástica y terminante, procediendo a la recuperación del orden, del territorio ocupado y la vigencia de la ley. Todo ello por parte de las fuerzas de seguridad, con pleno aval del Poder Judicial.
No debemos dejar espacio a aquellos que usan la violencia terrorista para imponer sus objetivos en donde el robo es moneda corriente, el ataque, la destrucción y el incendio de la propiedad privada es la metodología, la agresión a los símbolos patrios se considera un acto heroico y se desconoce a las autoridades legítimamente constituidas. Se podría agregar también un largo etcétera.
¿Cómo es posible escuchar y poner en práctica un discurso en el que se anuncia que se deben acumular fuerzas, aumentar la experiencia combatiente, crear un ejército de liberación mapuche, buscar la creación de una entidad política independiente y que no se haga nada?
Puede deberse a dos cosas, la primera es que no se tenga dimensión de la gravedad del problema, o la segunda, la más grave, que en nombre de una ficticia tolerancia se esté cobijando un foco de violencia que igual que en los años 60/70 sabemos cómo comenzó y también cómo terminó.
La disyuntiva es muy simple, o enfrentamos esta nueva forma de terrorismo, o terminaremos esclavos de los violentos, o algo peor, causaremos una tragedia mayúscula. Algo nos debe enseñar nuestra historia reciente.
Publicado en diario La Nación el 20 de octubre de 2021
El 20 de octubre de 2021, en la sección Opinión - página 29 salió publicado el artículo que se transcribe a continuación, sobre el tema mapuche.
Carlos Manfroni
Existen más de 40 denuncias de hechos graves protagonizados contra vecinos y turistas en el sur.
A comienzos de este mes, maniataron al cuidador de un campamento de la Dirección de Vialidad de Río Negro e incendiaron sus instalaciones, que quedaron destruidas, lo mismo que las maquinarias.
Muy poco tiempo antes, miembros de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) habían quemado el Centro de Informes Turísticos de El Bolsón, con total impunidad. Allí además usurparon tierras y su permanencia ilegítima en el lugar se prolonga ante la inacción oficial.
Los incendios fueron muchos, incluso con familias dentro de las viviendas, como ocurrió en Chile con el matrimonio de Werner Luchsinger y Vivianne Mackay, quienes murieron cuando su casa fue quemada.
También en Chile, esas organizaciones terroristas incendiaron quince iglesias, del mismo modo que en la zona del lago Mascardi prendieron fuego a tres cabañas pertenecientes al Colegio San José, en el complejo Ruca Laquen. Además, violentaron el ingreso de las cabañas Hueche Ruca, del obispado de San Isidro, y robaron cientos de elementos para el hospedaje.
A pesar de aquellos hechos vandálicos contra iglesias y propiedades de instituciones católicas, así como de la irrupción de un grupo mapuche durante una misa en la catedral de San Carlos de Bariloche, el obispo de esa diócesis, monseñor Juan José Chaparro, intercedió en más de una ocasión en favor de los grupos violentos, con pedidos de esperas y diálogos que ellos solo utilizaron para ganar tiempo.
La situación más indignante se produjo con la toma de tierras en Villa Mascardi, un lugar paradisíaco junto a uno de los lagos más bellos del sur. Según la versión de los propios usurpadores, la ocupación comenzó cuando la joven Betiana Colhuan declaró haber recibido un mensaje extrasensorial que le decía que ese lugar era sagrado para ellos. Así de fácil.
Seguramente Colhuan no habría tenido la misma suerte si el mensaje extrasensorial le hubiera señalado como sagrados los lugares de ciertos hoteles en El Calafate, una zona que también caería dentro de las pretensiones de la Resistencia Ancestral Mapuche.
Para contribuir al absurdo, apareció un señor Luis Pilquiman, vicepresidente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), que encabeza Magdalena Odarda, manejando una camioneta de la provincia de Río Negro, que aparentemente habría sido transferida al INAI. El vehículo transportaba a miembros de la comunidad mapuche a la toma de Mascardi, por lo que las fuerzas de seguridad promovieron una causa ante la Justicia.
Según declaró a quien escribe esta nota Diego Frutos, presidente de la Junta Vecinal de Villa Mascardi, el propio Pilquiman proveería de víveres a los usurpadores todos los fines de semana en vehículos oficiales.
Frutos sufrió ya seis ataques de los mapuches, uno de los cuales le provocó heridas de consideración, además de haber padecido el incendio de su casa, que resultó destruida en su totalidad.
Luis Pilquiman es hermano de Claudina Pilquiman, denunciada por falso testimonio en el caso Maldonado y una de las que estuvieron en aquel momento en el predio usurpado en Chubut. Por su lado, Luis Pilquiman mantuvo una participación activa en la coordinación de reclamos mapuches. Si se cumpliera con el Código de Conducta para Funcionarios, no debería estar ocupando ese cargo, ya que lo afecta un claro conflicto de intereses. Las propias comunidades mapuches que poseen tierras pacíficamente han declarado que el lago Mascardi no tiene relación alguna con posesiones vinculadas con esa etnia.
Quienes sí tienen vinculación con la Resistencia Ancestral Mapuche y con la Coordinadora Arauco Malleuco son algunas organizaciones terroristas de diversa procedencia, fundamentalmente la Guerrilla Internacionalista Kurda, por lejana que parezca. Los enlaces locales responden al ciudadano turco Abdullah Öcalan, condenado en Turquía a prisión perpetua por actos de terrorismo y separatismo de la región del Kurdistán. Los vínculos alcanzan a organizaciones de izquierda en la Argentina, tales como Quebracho o la Tendencia Piquetera Revolucionaria (TPR), entre muchas otras, con apoyo financiero palestino.
A propósito de apoyos palestinos, no podía faltar en el juego Roberto Cirilo Perdía, uno de los tres líderes de la conducción de Montoneros.
Montoneros recibió en los 70 entrenamiento de la Organización para la Liberación Palestina en Libia, Siria y El Líbano. En un gesto de gratitud hacia el terrorismo islámico, la cúpula montonera proveyó a la OLP de una fábrica de explosivos plásticos de esos que se usan para atentar contra edificios, y que se instaló en Beirut. Ahora Perdía brinda apoyo jurídico a las organizaciones mapuches que cometen actos de terrorismo.
En el portal Mapuche-Nation, perteneciente a la organización Mapuche International Link, con oficinas en la ciudad británica de Bristol, y manejado fundamentalmente por un señor Reynaldo Mariqueo, puede verse el mapa con las pretensiones de ese grupo, que abarca nada menos que la totalidad de la Patagonia.
No tiene sentido detenerse en el carácter absurdo de semejante reclamo, porque todas las reivindicaciones mapuches carecen de sustento desde el comienzo. Los mapuches, en realidad “araucanos”, porque proceden de la región chilena de Araucanía, no eran originarios del sur argentino. Habitaban en Chile y, a partir del siglo XIX, hacían incursiones vandálicas, lo mismo que ahora, en nuestra Patagonia, donde mataban pobladores, tomaban mujeres cautivas y robaban ganado. En la región de Cuyo, sojuzgaron a los huarpes, que sí constituían una etnia originaria, con una cultura propia del lugar.
Los araucanos o mapuches fueron combatidos por militares con pensamientos muy distantes entre sí, como Juan Manuel de Rosas y Juan Facundo Quiroga, por un lado y, años más tarde, Julio Argentino Roca, por otro.
Si los actuales mapuches son argentinos, deben someterse a la ley, o bien la Justicia debe actuar contra ellos con ayuda de las fuerzas de seguridad. Si no se consideran argentinos, como quieren demostrarlo al quemar nuestra bandera, desconocer la jurisdicción nacional y actuar coordinadamente con fuerzas del exterior, lo que están llevando a cabo son actos de hostilidad bélica que habilitan una respuesta propia de las leyes de la guerra, con las correspondientes garantías de las convenciones internacionales. Pero la realidad es que con las fuerzas de seguridad bastaría si los jueces cumplieran su deber.
En cuanto a los funcionarios del Ejecutivo, resultaría deseable que algún fiscal investigara si los hechos guardan alguna correspondencia con el delito de traición a la patria, previsto en nuestra Constitución y recogido en el Código Penal, que prevé hasta la prisión perpetua para quienes se unieren a los enemigos de la nación o les prestaren ayuda o socorro.
Las propias comunidades mapuches que poseen tierras pacíficamente han declarado que el lago Mascardi no tiene relación alguna con posesiones vinculadas con esa etnia.
Publicado en diario Clarín el 19 de octubre de 2021
El 19 de octubre de 2021, en la página 23-Debate del diario Clarín, salió publicado el artículo que se transcribe a continuación.
Miguel Angel Pichetto
Auditor General de la Nación y ex-Senador Nacional
Hoy la Argentina tiene plena soberanía en la Patagonia y en el Mar Argentino, con los inmensos recursos que ambos espacios tienen, porque existió una Conquista del Desierto, con sus dos campañas, la del Sur y la de los Andes, esa gesta, hoy vilipendiada por grupos marginales. Pero esas riquezas, que hasta hoy no han sido plenamente aprovechadas, son el reaseguro que tiene la nación para superar su retraso y volver a tener una posición predominante en el mundo.
No hay ningún tipo de duda: la extensión del Estado Nacional a la Patagonia fue obra del primer gobierno de Roca, así como el inicio de la presencia nacional en la Antártida al finalizar su segundo gobierno.
Roca eligió como lema para su gestión “Paz y Administración”. Lo primero ya fue extensamente explicado y lo segundo consiste en que impulsó el fortalecimiento del Estado creando una burocracia pública eficiente y honesta.
Impulsó el desarrollo mediante el ferrocarril, caminos, puentes y puertos, el telégrafo, el desarrollo agropecuario. Abriendo la nación a la inversión externa y dándole a ésta plenas garantías administrativas y jurídicas.
Algunos historiadores dicen que el ferrocarril, el telégrafo, los molinos de viento, el alambrado y la política de Roca hicieron la Argentina moderna.
Cuando hoy se minimiza y se le quita legitimidad a la figura de Roca es, en el mejor de los casos, un dislate histórico. Pero no debemos caer en interpretaciones ingenuas, atacar a Roca es introducir el concepto de fragmentación territorial, pretender discutir la innegable soberanía sobre espacios, lamentablemente vacíos, pero sobre los que tenemos títulos innegables y contundentes.
Atacar al Gral. Roca es pretender que los mapas argentinos sean como hace 150 años, en los que todo nuestro sur integraba un espacio inespecificado y amorfo llamado Patagonia o Araucanía, una región geográfica que estaba disponible para quien decidiera ocuparla.
Roca, con una visión de estratega y de estadista superlativa, logró integrarla al territorio nacional junto con su mar adyacente, y lo notable fue que lo logró sin que esto generase un conflicto bilateral o regional.
Es de destacar especialmente, la lectura precisa que se hizo en su mandato, del tablero político internacional, permitiendo acoplar a la surgente República Argentina, a la economía internacional con alianzas estratégicas, que fueron la base del proyecto económico y político de la Generación del 80, que colocó a nuestro país como tierra de promisión, de inversiones, de crecimiento y de modernización.
Ese conjunto de políticas se proyectaron en la vida pública argentina por más de 60 años y todavía hoy vivimos de algunos de esos retazos.
Simplemente, a modo de resumen, los grandes líderes políticos de la Argentina del siglo XX, como lo fueron Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón, reivindicaron la figura de Roca como el hombre que logró aunar los conceptos de integración territorial, modernización económica, eficiente gestión del Estado y proyección de la República Argentina en el mundo.
Publicado en diario Clarín el 22 de octubre de 2021
El 22 de octubre de 2021, en la página 32-Sociedad del diario Clarín, salió publicado el artículo que se transcribe a continuación.
PATRIMONIO PORTEÑO. Es Santo Domingo, en el barrio de Monserrat. Allí se pueden rastrear desde cañonazos de las invasiones inglesas hasta el fuego del ‘55.
Nora Sánchez
Tesoro porteño. La iglesia y convento de Santo Domingo está en Belgrano y Defensa. Archivo Clarín |
La basílica de Nuestra Señora del Rosario, conocida también como iglesia y convento de Santo Domingo, sufrió las invasiones inglesas y fue blanco de balas de cañón. Fue expropiada y funcionó como museo de ciencias naturales y observatorio astronómico. Volvió a ser un templo, que fue prendido fuego en medio de las convulsiones políticas de 1955. Pero a pesar de todo, su edificio sigue incólume en la esquina de Defensa y Belgrano. Y este martes cumplió 238 años.
La iglesia fue levantada por la orden religiosa de los dominicos, que habían llegado al país entre 1601 y 1602. Su construcción empezó en 1751, dirigida por el arquitecto italiano Antonio Masella, y la posta fue tomada primero por el arquitecto Francisco Álvarez y después por Manuel Álvarez de Rocha.
Tomó años terminar el edificio. De hecho, la obra continuaba cuando el templo fue consagrado, el 19 de octubre de 1783, fecha en que se celebra su aniversario. Se lo dedicó al culto de la Virgen del Rosario.
Sus líneas originales se conservan hasta hoy: una planta de tres naves con capillas laterales de poca profundidad. La primera torre fue la de la izquierda, coronada por una veleta con un gallo. La del oeste fue añadida en 1856 y tiene una veleta con un perro, porque los dominicos recibieron ese nombre por “Domini canis”, los perros o guardianes del Señor.
En 1792 comenzó la construcción del Convento de Santo Domingo, que terminó hacia 1805. Por esos tiempos, la propiedad de los dominicos abarcaba la actual manzana entre Defensa, Belgrano, Balcarce y Venezuela.
En 1806, la iglesia y su convento jugaron un rol central durante la primera invasión inglesa, dirigida por William Carr Beresford. Los británicos prohibieron la procesión de la imagen de Nuestra Señora del Rosario.
Cuando recuerdan la historia, en la Basílica cuentan que el capitán de navío Santiago de Liniers fue al camarín de la Virgen y le prometió que si ella le ayudaba a echar a los invasores, él le entregaría las banderas de los ingleses.
En sus cartas, Liniers relató algunas circunstancias favorables que él le atribuyó a la Virgen. Como cuando cruzó el Delta junto a su tropa sin ser visto por los ingleses. O cuando una lluvia torrencial obligó a los invasores a dejar el fuerte y a esperar en la Plaza Mayor la llegada de Liniers, aislados del resto de sus fuerzas.
Los criollos recuperaron Buenos Aires y el 12 de agosto, Liniers le entregó a la Virgen dos banderas del Regimiento 71 y dos de la Marina Real Británica, trofeos de guerra que siguen en exhibición en la Basílica.
Torre. Recuerda marcas de cañonazos de 1807 |
Liniers le llevó a la Virgen banderas de regimientos ingleses, que se ven en la basílica.
En 1807, los ingleses volvieron a sitiar la Ciudad, al mando del general John Whitelocke. Repelidas por las tropas al mando de Cornelio Saavedra, algunas columnas se refugiaron en la iglesia de Santo Domingo.
Desde allí resistieron, mientras las fuerzas criollas acribillaban la iglesia a cañonazos. Fue el 5 de julio de 1807. Las marcas aún pueden verse en la torre izquierda de la iglesia, aunque fueron rellenadas con bolas de madera para simular las municiones originales.
En el atrio de la basílica hay un mausoleo, protegido por un monumento inaugurado en 1903. Allí descansan los restos de Manuel Belgrano. Fue él quien pidió ser enterrado en Santo Domingo, donde había ido a la escuela primaria. Después de su muerte, ocurrida el 20 de junio de 1820 en una casa de Belgrano al 400, su cuerpo fue trasladado a la iglesia.
Lo inhumaron vestido con el hábito de fraile. Murió tan pobre que su primera lápida se hizo con la tapa de una cómoda de la casa familiar.
Manuel Belgrano. El mausoleo es de 1903 |
Hubo polémica. El cajón se había disgregado y solo hallaron algunos huesos y dientes, que fueron colocados sobre una bandeja de plata. Y dos ministros, el de Interior, Joaquín V. González, y el de Guerra, el coronel Pablo Riccheri, se apropiaron de un diente cada uno. Lo justificaron diciendo que querían mostrárselos a Bartolomé Mitre.
La prensa se escandalizó y, finalmente, los ministros devolvieron los dientes. El mausoleo fue inaugurado el 20 de junio de 1903, en un acto presidido por Roca y el gabinete.
En 1822, Bernardino Rivadavia, ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador de Buenos Aires Martín Rodríguez, impulsó una reforma eclesiástica. Suprimió los fueros eclesiásticos, eliminó el diezmo y confiscó las propiedades de las órdenes religiosas.
Por entonces, los dominicos tuvieron que irse del país y Santo Domingo fue expropiado y dejó de funcionar como iglesia para convertirse en un Museo de Historia Natural que funcionó hasta 1854. Su director era el botánico italiano Pablo Ferrari. En la parte alta, además, se instalaron un observatorio astronómico y un gabinete meteorológico.
En esa época, la propiedad fue dividida en dos y se abrió la actual cortada 5 de julio. En ese lugar, que era el huerto, estaban enterrados muchos de los ingleses que perdieron la vida durante la primera invasión.
Los dominicos regresaron al país y recuperaron su convento e iglesia en 1835, gracias a un decreto que Juan Manuel de Rosas firmó de puño y letra. Como reconocimiento, Rosas fue nombrado hermano de la Orden.
Manuel Belgrano. El mausoleo es de 1903 |
Pero esta iglesia devenida en basílica todavía iba a sufrir otro ataque.
El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo , con el objetivo de matar al presidente Juan Domingo Perón. Tenían la leyenda “Cristo vence”. Murieron más de 300 personas.
Después de ese trágico episodio, militantes peronistas salieron a quemar templos de la Iglesia , a la que acusaron de haber apoyado el intento de golpe de Estado.
El prior del convento de Santo Domingo era fray Luis Alberto Montes de Oca. Cuando vio llegar los camiones con militantes, hizo cerrar las rejas. Fue inútil. El fuego destruyó el retablo del altar mayor, la capilla de San Vicente Ferrer y los misterios del Rosario en mosaicos venecianos, que adornaban la bóveda de la nave central. Se perdieron documentos y reliquias. En 1961 comenzó el proyecto de restauración que le dio al interior del edificio la ornamentación y fisonomía que conserva hasta hoy. ■
REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En el periódico Juan Manuel de Rosas - Órgano del revisionismo histórico N° 2 editado en agosto de 1987 por el Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas Filial General San Martín, fue publicado el siguiente artículo.
RECORDANDO A MANUEL DORREGO
"Mártir de la Federación"
Recordación de Ramón Doll
La muerte de Dorrego fue un acto de espantosa tiranía, de terrorismo desproporcionado y estéril; los unitarios mismos han creído conveniente ensombrecer el cuadro haciendo saber a varias generaciones atónitas que esa muerte tuvo la desgraciada consecuencia de abrir las puertas a la Dictadura y el Despotismo. Nosotros creemos precisamente que si las ejecuciones fructifican algunas veces en la Historia, el sacrificio de Dorrego hizo variar los acontecimientos hacia el Gobierno mejor organizado e inspirado que hemos tenido los argentinos. Y de todos modos, demostró que Quiroga había tenido razón cuando al devolver la Constitución del 26 manifestó que no podía “rendirse a las cadenas con que se pretende ligarlo al carro del Despotismo”.
El 13 de diciembre ppdo. se cumplió un aniversario más del fusilamiento de Dorrego, no mereciendo el hecho —como ya es costumbre inveterada de la cultura oficial y de los medios de comunicación del sistema “democrático”— una recordación adecuada al infausto de triste memoria. Esta publicación en su carácter de Órgano del Revisionismo Histórico. en el deber de rendir su homenaje al MARTIR DE LA FEDERACION, consecuente asimismo, con la actualidad que reviste aquella primera recordación oficial del Instituto, ha considerado oportuno reproducir el discurso realizado el 13 de diciembre de 1938, en el mismo lugar que aconteció el fusilamiento del Prócer, ubicado en el campo denominado “El Talar” del Partido de Navarro, Provincia de Buenos Aires.
Los conceptos expresados en aquella ocasión por el Dr. Doll y que hoy suscribimos para el conocimiento de las nuevas generaciones decía así:
Ramón Doll |
Ningún tribunal civil o militar, ni juicio plenario, sumario o sumarísimo, había decidido en instancias procesales la muerte del gobernador de Buenos Aires, no se lo había escuchado, no se lo había notificado que un proceso fuese abierto donde él habría de comparecer como prevenido; por cierto que ni siquiera el General que decidió la orden de fusilamientos hizo leer en presencia del sentenciado y en la suya propia los términos de la decisión.
Quiero recalcar con toda energía esta circunstancia: la última pena dictada contra el Coronel Dorrego y ejecutada aquí mismo, careció de las más elementales, de las más sumarias garantías que ningún tribunal revolucionario o marcial del mundo y de la Historia, deja de acordar al reo. No hay un caso igual en las horrendas crónicas judiciales de la Convención revolucionaria de Francia en 1793; la más sanguinaria y cínica de las ejecuciones, no era realizada sin una apariencia de juicio previo, todo lo hipócrita y simulado que se quiera, pero que otorgaba al reo el magro consuelo al fin, de decir dos palabras en su defensa. Acaso, para encontrar un atentado parecido contra la defensa personal como el cometido con Dorrego habría que presenciar las ejecuciones de la Checa comunista en que simples comisarios de policía matan a los detenidos sin aviso previo y sin promediar una sola palabra entre juzgadores y juzgados.
Cómo habrá sido de enorme el atentado que poco después Salvador María del Carril le aconsejaba a Lavalle que simulara un proceso y un acta sobre todo lo ocurrido.
Y bien, señores: no me he detenido en la espantosa violación del fuero más sagrado y personal del hombre cual es el de la inviolabilidad de la defensa en el juicio, por un simple prurito de curiosidad histórica, ni con un menguado propósito de arrojar sombras sobre los responsables de aquel desafuero.
Mi anhelo es extraer alguna experiencia útil, aún para la actualidad, en la historia de aquel episodio.
Debéis saber que la muerte de Dorrego había sido planeada y ordenada antes en Buenos Aires por el Consejo Unitario presidido por el Dr. Julián Segundo de Agüero y compuesto por letrados y doctores que se llamaban Salvador María del Carril, Valentín Gómez, Juan Cruz Varela, y otros personajes de la élite porteña. En la noche del 30 de noviembre de 1828, aquel comité unitario dejó listos los preparativos del motín que estallaría en seguida; esa misma noche se acordó la muerte de Dorrego y se propuso también la de Rosas. Conocidas son, por lo demás, las cartas de Del Carril y Juan Cruz Varela, ratificando aquel acuerdo y recordándoselo a Lavalle, cuando éste tenía en sus manos al prisionero.
Lavalle, pues no fue más que el ejecutor de órdenes impartidas por un cenáculo de hombres de ley y de Universidad, ex-diputados al Congreso Constituyente de 1826, y ex Ministros de Rivadavia, como del Carril, de la Cruz, Agüero y Juan Cruz Varela.
¿Quién eran estos hombres que así resolvían la ejecución inmediata de los funcionarios derrocados? ¿Cuál era la razón para que aún antes de proceder a su derrocamiento, le dictaran una sentencia inexorable por cuestiones meramente políticas?
Eran los mismos que pocos años antes hablan dictado una Constitución, la de 1826, donde pomposamente en su sección 8° se hacían declaraciones enfáticas sobre la libertad, la defensa en juicio, la propiedad y la vida de los habitantes. En esa constitución del 26, los doctores unitarios habían vertido las últimas novedades políticas; Rivadavia, Presidente de la República y autor de la avanzada carta, mantenía correspondencia con Benthan, que fabricaba constituciones “ad libitum” y a encargo. Por otro lado, en aquella carta del 26 se preciaban de ir más allá que cualquier otro Código político del mundo. Cuando se envió esa constitución a las provincias, la nota que la acompañaba decía entre otras cosas, al referirse a la inviolabilidad de la persona:
“Leed la sección 8° de la constitución y allí hallaréis todos los derechos consagrados. La seguridad personal, la igualdad legal, la inviolabilidad de las propiedades, la libertad de la opinión”. Y así seguía en ese tenor, recomendando a los pueblos las bellezas de aquellas garantías sacrosantas entre las cuales figuraba a justo título como la mejor de todas la que decía que ningún ciudadano sería penado sin juicio previo y sentencia legal.
Relacionemos, señores, las dos situaciones. La misma logia que en 1826 pretende asombrar al mundo dictando una Constitución libérrima, civilizadora, liberal, más avanzada que cualquier otra carta europea de la época, la misma logia ordena sin forma de proceso la muerte de un prisionero inerme. Allí en la Constitución del 26, más de 20 artículos sistematizando las conclusiones más adelantadas de la filosofía de la época, aquí una ejecución sobre el tambor ordenada de antemano por un comité secreto.
No habría explicación posible de semejante contradicción entre las decisiones de un núcleo que se tenía por dirigente y áulico, si no recordáramos que la Constitución liberal del 26 fue rechazada violentamente por toda la nación y que la logia presidida por Agüero estaba dispuesta a imponerla a la fuerza, removiendo todos los obstáculos, el primero Dorrego, y luego todos los caudillos del interior.
Dicho de otra manera, Dorrego fue fusilado porque en ese momento representaba la resistencia de todo el país y todo el pueblo a la constitución liberal.
¡Qué gran lección podemos aprender en los antecedentes y consecuentes del drama del que no se sabe si aquí en este lugar se jugará el nudo o el desenlace! Si hay que fusilar sin forma de juicio a un gobernador, porque encarna la voluntad de resistencia del pueblo hacia una Constitución liberal, ahita de ideologías extranjeras, quiere decir que ya en 1828, la historia, por medio de la violenta eliminación de un hombre lustre, nos estaba haciendo signos inequívocos de que siempre correríamos el peligro de ser víctimas de un engaño desgraciado por medio de falsas declaraciones libertarias, escritas en el papel pero ajenas a la Nación.
He aquí la postrer enseñanza del prócer que aquí fuera sacrificado en hora aciaga: él recibía en su cuerpo el embate de todas las fuerzas de opresión que por medio de una Carta que en su letra hablaba de libertades, en su espíritu no traía sino violencia y tiranía, terror y opresión. Transpongamonos fechas, recordemos que veinticinco años después, una Constitución plagada con la ayuda de los mismos pleonasmos liberales, fue impuesta al país con la ayuda de ejércitos extranjeros, y quizás podemos leer en este fusilamiento todo el drama nacional que compendió. Es decir, la lucha constante del país real con un derecho público que lo oprime y lo deforma. La ejecución de Dorrego es la demostración evidente de que las llamada libertades liberales no son más que instrumentos de tiranía y por eso, es el mismo pueblo quien las rechaza. Es cierto que en 1828 aquel crimen provocó una reacción saludable: el gobierno de Rosas, pero también es desgraciadamente cierto que ya estaba evidenciando que en aquella fecha aquellos ideólogos no vacilarían jamás en cuanto se tratase de infiltrar en el país las doctrinas más exóticas y disolventes.
No vacilarían ante nada; ni ante un crimen, ni ante una alianza con el extranjero, ni ante la desmembración del país, ni ante nada. Esta es la prueba histórica.
REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En el periódico Juan Manuel de Rosas - Órgano del revisionismo histórico N° 2 editado en agosto de 1987 por el Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas Filial General San Martín, fue publicado el siguiente artículo.
El triunfo más importante de la Historia
LA CONVENCION ARANA-SOUTHERN
entre la Confederación Argentina y Gran
Bretaña
Por Jaime González Polero
Si hay un acontecimiento histórico, que realmente ha sido sistemáticamente ocultado, este fue la Convención ARANA - SOUTHERN, que firmada en pie de igualdad entre la Confederación Argentina y el Reino de la Gran Bretaña, el 24 de Noviembre de 1849, puso fin a la guerra y posteriores controversias diplomáticas, entre los dos países soberanos. Este tratado al que calificamos como el triunfo más importante de la Historia, fue completado por otro celebrado entre la Confederación Argentina y la Francia, la Convención ARANA - LE PREDOUR de 1850, análogo en sus disposiciones y alcances, por cuanto ambas potencias, actuando en principio aliadas habían iniciado la intervención armada que nuestro país soportó a partir de 1845.
Los alcances diplomáticos de ambas convenciones, que configuraron el triunfo de la heroica defensa de la Soberanía Nacional, hecha por parte del gobierno de don JUAN MANUEL DE ROSAS en aquella contienda, fue “de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España” a estar en las propias palabras del Libertador General San Martín, que así lo expresara a Rosas en carta del 8 de agosto de 1848.
Todo esto y mucho más debió ocultarse, para no contrariar los dictados de la historia oficial, escrita con parcialidad y adulterada, para deformar el auténtico mandato de nuestro pasado, que contrastaba con la política entreguista, seguida por los vencedores de Caseros y sus sucesores, que pusieron a nuestra Patria a merced del imperialismo brasilero y el neo-colonialismo inglés.
Pero como LA VERDAD SIEMPRE VENCE, los trabajos de verdaderos investigadores e historiadores y la obra realizada por el Revisionismo Histórico, nos han posibilitado dar luz sobre aquellos acontecimientos y ya son muchos los argentinos que conocen quienes han sido los verdaderos próceres de nuestra historia y quienes los vendepatrias.
No obstante, vamos a recalcar esta verdad, para el conocimiento y el regocijo de las nuevas generaciones argentinas, hoy tan agredidas por la desinformación y los poderosos medios de penetración de los imperialismos de siempre y sus sirvientes de turno.
Política integradora y nacionalista de Rosas
Con la asunción de Juan Manuel de Rosas a su segundo gobierno, investido con el encargo de las Relaciones Exteriores y la Suma del Poder, recomenzaba la tarea integradora de la Confederación Argentina, que se había gestado con el Pacto Federal de 1831 y que se malograría por la falta de cohesión y continuidad de sus sucesores. Entre los propósitos de saneamiento administrativo, moralización pública, afianzamiento del orden y la paz interior, llevada a cabo con gran energía por Rosas, paralelamente, se privilegió la reconstrucción de las fronteras del antiguo Virreynato, cuyo acervo territorial, pertenecía de hecho y de derecho a su legítima sucesora la Confederación Argentina; fronteras y territorios que habían sido comprometidos o perdidos, por la política internacional fluctuante y la mayoría de las veces desintegradora que observaron los gobiernos que se sucedieron entre 1810 y 1827.
Esta política nacionalista, que implicaba de hecho el no reconocimiento de la independencia del Paraguay; la oposición al Protector de la Confederación Peru-boliviana que retenía ilegalmente la provincia de Tarija y apoyaba a los emigrados que conspiraban contra su propio país; el apoyo al legítimo presidente de la Banda Oriental Manuel Oribe, que luchaba contra riveristas pro-brasileños y los emigrados argentinos de la Comisión de Montevideo; las reclamaciones enérgicas y documentadas que sostuvo ante Gran Bretaña por la usurpación de las Islas Malvinas y la no menos importante defensa de la jurisdicción nacional exclusiva sobre los ríos Paraná y Uruguay que constituían la llave de la cuenca del Plata y de la unidad de las provincias del Litoral, no podía menos que -a la corta o a la larga- provocar el celo y el rencor, no ya de nuestro antiguo oponente el Imperio del Brasil, sino de las grandes potencias que como Francia e Inglaterra, se disputaban la hegemonía mundial, colonizando a sangre y fuego a países periféricos.
En 1841, Rosas, libre de la presión extranjera, que se había alejado con la firma del primer triunfo diplomático argentino; la Convención Mackau-Arana, que puso fin a la intervención imperialista de Francia concretada entre 1838 y 1840, reajusta sus ejércitos y comienza la persecución de los ejércitos unitarios que aún subsisten en el interior, para luego volcar todas sus fuerzas sobre el litoral y la Banda Oriental.
Ya entonces, el gobierno de Montevideo gestionaba la intervención de Inglaterra, y con el pretexto de garantizar su independencia, ofrecía jugosas concesiones hasta con la instalación de una factoría en la costa del Uruguay, insinuando también la obtención de la “libre navegación de los ríos argentinos”, cuya internacionalización apoyaban entusiastamente todos los expatriados antirrosistas.
El trafondo de la “mediación”
Fué así que la Gran Bretaña y Francia - se pusieron de acuerdo para intervenir nuevamente en el Río de la Plata, bajo la apariencia de mediación pacificadora. “Lord Aberdeen y Luis Felipe, más que su ministro Guizot, ajustaron las bases de la intervención en el Río de la Plata, alegando ser los defensores de la Banda Oriental. La verdad, empero, era distinta, los británicos buscaban en la intervención conjunta, el sostenimiento de la política tradicional, cuyo más ardiente realizador fue Canning, creador de un estado-tapón para dominar, indirectamente, el vasto escenario geográfico del sistema del Plata, o servirse de la libre navegación de los ríos interiores aumentando sus privilegios comerciales, que eran el verdadero norte de los estadistas que dependían en Inglaterra de un sistema electoral corrupto. Los franceses soñaban con el establecimiento de una colonia y en sus maquinaciones se solazaban con el pensamiento que dicho espacio vital se lograría con el territorio uruguayo, asignando a sus aliados y émulos, que lo eran a la par, las tierras patagónicas, cual compensación equivalente en el reparto que de nuestra patria se hacía en los gabinetes europeos”.(1)
Rosas, mientras tanto se había negado a aceptar la “mediación” alegando la imposibilidad de hacer la paz mientras el General Rivera estuviera al frente del gobierno de Montevideo, que había usurpado al legítimo presidente Brigadier Manuel Oribe, aliado de la Confederación Argentina.
En marzo de 1842 el gabinete inglés hacía saber al ministro británico en Buenos Aires, Sr. Mandeville que debía hacer comprender al gobierno argentino, en caso que persistiera en rechazar la mediación que: “un justo miramiento por los intereses comerciales de sus súbditos en el Río de la Plata, puede imponer a los gobiernos británico y francés el deber de recurrir a otras medidas con el fin de remover los obstáculos que interrumpen por ahora la pacífica navegación de los ríos” (2).
No obstante las enérgicas instrucciones que los ministros Mandeville de Inglaterra y Lurde de Francia fueron recibiendo para presionar a Rosas, con la amenaza de una acción armada conjunta, ésta no se realizaría todavía, por dubitación del gobierno francés y también por los acontecimientos bélicos favorables a la Confederación, como lo fueron el Combate Naval de Costa Brava, en donde el Almirante Brown destruyó la flotilla pirata del mercenario Garibaldi y la gran batalla de Arroyo Grande, en la que el General Oribe, asistido por la flor y nata del ejército federal, derrotó totalmente al de Fructuoso Rivera poniéndolo en fuga, lo que dio lugar al avance sobre la Banda Oriental, amenazando la plaza de Montevideo. Paralelamente Rosas decidía someter a aquella plaza a un bloqueo riguroso.
La acción de los vendepatrias
Es en este 1843, cuando desesperadamente la Comisión de expatriados argentinos en Montevideo comisionó al Dr. Florencio Varela para que gestione ante el gobierno de Londres la intervención armada para derrocar a Rosas, ofreciendo la segregación de las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, que formarían un estado “independiente” con el apoyo combinado de Inglaterra, Francia y el Brasil, debiendo insistir también en la conveniencia de la “libre navegación” para todas las banderas. También el oportunista Brasil, comisionó independientemente de Varela, al Vizconde de Abrantes para que negociara ante lord Aberdeen el protectorado brasileño en Uruguay, a cambio de hacer de Montevideo y Colonia dos factorías comerciales en puro beneficio de Inglaterra.
Estas comisiones fracasaron, porque Inglaterra no quería verse atada a compromisos con los subalternos personajes de Montevideo y menos asociarse con el ambicioso gabinete brasileño que le exigiría ventajas que comprometerían las que de por sí podía obtener Inglaterra. Pero por otra parte sirvieron para despertar nuevamente el apetito colonial y de pretexto para justificar la tan anhelada intervención “pacificadora”.
La intervención y la guerra
En 1845 los representantes diplomáticos de Inglaterra y Francia intimaron a Rosas para que las tropas argentinas evacuaran la Banda Oriental y la escuadra del Almirante Brown levantase el bloqueo de Montevideo, como así también se reconociese la libre navegación de los ríos argentinos, internacionalizándolos. El gobierno de Rosas no solo rechazó estas pretensiones por inadmisibles, sino que inmediatamente expidió los pasaportes a los ministros británico y francés, señores Ouseley y Deffaudis. Inmediatamente se iniciaron las hostilidades por parte de la flota combinada anglo-francesa, con el apoderamiento de la escuadra argentina, el bombardeo y ocupación de la Colonia y la Isla Martín García, comisionando también como auxiliar al mercenario José Garibaldi para que incursionara sobre Gualeguaychú, la que fue asaltada y saqueada por sus legionarios bandoleros.
No es propósito de este trabajo relatar los acontecimientos bélicos que jalonaron la heroica resistencia del pueblo y ejército federales, como sucedió en la célebre batalla de la Vuelta de Obligado, cuya reseña y exaltación dedicamos en otras páginas de este número. A este hecho de armas le sucedieron los no menos importantes combates del Tonelero, Acevedo, y El Quebracho, con graves pérdidas y averías para el convoy aliado. Todo esto y las victorias de las armas federales que se venían sucediendo en el Litoral, fueron convenciendo a la diplomacia británica, para buscar una vía distinta a la aplicación de la fuerza, en tren de conseguir o mantener sus propósitos mercantiles; decidiéndose así a sacrificar sus mayores pretensiones, buscó el avenimiento con el orgulloso jefe de la Confederación Argentina, enviando en misión de conciliación que aprobó su aliada Francia a Mr. Thomas Samuel Hood.
San Martín apoya a Rosas
Cabe destacar aquí, que el General San Martín, desde su exilio, conmovido por la alevosa agresión imperialista y la heroica resistencia opuesta por Rosas, luego de ofrecer sus servicios y adherir a la política insobornable del Restaurador, la apoyó con su opinión y autoridad, principalmente, en oportunidad de requerirle su apreciación sobre las posibilidades del conflicto, el Cónsul General de la Confederación en Londres, don Jorge F. Dickson. La respuesta de San Martín -relacionando una mesurada consideración estratégica de las particularidades que tendría una larga guerra en el Plata- haciendo la suma de recursos que Rosas y los hijos del país, podían oponer a los invasores, llevábale a sostener que: “...fuerza que con gran facilidad puede mantener el General Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aries, sino también para impedir que un ejército europeo de 20.000 hombres, salga a más de treinta leguas de la Capital, sin exponerse a una ruina completa por falta de recursos: tal es mi opinión y la experiencia lo demostrará a menos (como es de esperar) que el nuevo ministro inglés, no cambie la política seguida por el precedente”. (3) El cónsul Dikson dio amplia difusión a esta carta, haciendo “docenas de copias” -a estar en su propia expresión. Así la opinión del Libertador llegó a los altos círculos de Londres y también al Almirantazgo, produciendo los efectos y reacciones que hicieron variar la conducta agresiva de los ingleses para con Rosas.
El fracaso de los anglo-franceses
El enviado Mr. Hood fue recibido amigablemente por Rosas, quién como prueba de buena disposición suspendió las hostilidades, exigiendo a su vez el levantamiento del bloqueo. Así se plantearon rápidamente y se discutieron por ambas partes, las bases de un arreglo conveniente (conocidas como bases Hood). Esta situación causó gran alarma en el gobierno títere de Montevideo y entre los expatriados antirrosistas, como también dejaba en situación desairada a los ministros Ouseley y Deffaudis, quienes instigados por aquellos, dificultaron los acuerdos haciendo fracasar la misión Hood. Así fue, como las potencias interventoras, tuvieron que enviar otra misión a cargo de lord Howden por Inglaterra y el conde Walewski por Francia.
Numerosas entrevistas y negociaciones, se plantearon entre ambos diplomáticos con Rosas y el ministro Arana, siendo uno de los puntos más controvertidos el referido a la “libre navegación de los ríos”. Mientras el conde Walewski se mantenía impertérrito, influido por los agentes de Montevideo y los unitarios, lord Howden que se había dejado ganar por su simpatía hacia Manuelita Rosas, fue inclinándose hacia la conciliación. Esto desembocó en un rompimiento entre los diplomáticos extranjeros, motivo por el cual, el diplomático inglés ordenó al comodoro Herbert de la flota, levantar el bloqueo y cesar toda intervención en el Río de la Plata. No obstante, los franceses, apoyados por los riveristas y los unitarios encabezados por Florencio Varela, mantuvieron las hostilidades. Esta situación determinó a los gobiernos interventores, enviar otra misión de plenipotenciarios, que recayó en Sir Roberto Gore y al barón de Gros por Inglaterra y Francia respectivamente. Esta misión comenzó bajo malos auspicios, debido a las interferencias de los enemigos de Rosas y del gobierno de Montevideo, que desesperadamente, trataban de mantener la intervención.
A tal efecto y ya en 1848, el ministro de gobierno de Montevideo Sr, Herrera y Obes, no tuvo empacho en ofrecer nuevamente el protectorado conjunto, a cambio de un nuevo envío de fuerzas para derrocar a Rosas.
La inflexibilidad de Rosas
La tirantez en las negociaciones, culminó con la mala fe puesta de manifiesto por los comisionados Gore-Gros, quienes pretendieron negociar con el General oriental Oribe, prescindiendo de Rosas y haber celebrado paralelamente con los títeres montevideanos, un acuerdo por el cual Francia otorgaba un subsidio en dinero a la plaza de Montevideo, la que también seguía auxiliada por nuevos contingentes de legionarios reclutados en Francia. Esta situación, obligó a Rosas a proceder violentamente: prohibió todo contacto con las escuadras, tanto inglesa como francesa; negó el exequátur al cónsul británico alegando el agravio intolerable hecho al gobierno de la Confederación.
Inmediatamente Rosas impulsó una política enérgica de preparación bélica que se evidenció en todos los estamentos de la sociedad porteña, la campaña y provincias confederadas. Al respecto, el historiador Norteamericano John F. Cady en su libro “La Intervención Extranjera en el Río de la Plata” refiriéndose a las comunicaciones del representante estadounidense en Buenos Aires Mr. Harris hacia Buchanann anota: “Harris estaba convencido de que Rosas trataba de provocar actos de abierta hostilidad por parte de las fuerzas británicas que le dieran el pretexto para abrogar el tratado de comercio a perpetuidad celebrado con Gran Bretaña. Todos los extranjeros en la Capital fueron sometidos a la vigilancia más rigurosa. El representante de Cerdeña, que había quedado a cargo de los consulados de Gran Bretaña y Francia, fue expulsado de la capital por la fuerza, en septiembre, por haberse rehusado a contener manifestaciones patrióticas de sus connacionales provocadas por los acontecimientos ocurridos en Europa. Harris escribía que los intervencionistas no tenían más alternativa que la de “pelear” -y pelear fuerte- o renunciar a sus pretensiones en forma absoluta e incondicional”. (4)
La misión Southern ante el honor nacional
Otro acontecimiento importante que apuró las negociaciones, fueron la Revolución de 1848 en Francia que derrocó al rey Luis Felipe cuya conmoción social y política modificaron el tablero europeo y el convencimiento del premier inglés lord Palmerston de las ventajas que le depararían al Imperio un buen arreglo con Rosas. Esta vez la elección recayó sobre un diplomático muy experto, excelente negociador, que vino precedido con sendas y conceptuosas recomendaciones hacia Rosas y su hija, por parte del Sr. Mandeville, que se había mantenido en buenos términos de amistad con el Restaurador. Este fue el caballero Sir Henry Southern, el que instruido convenientemente sobre el cuadro de situación imperante, se embarcó inmediatamente librado a su propia suerte. Rosas había declarado públicamente que no recibiría a ningún representante británico, mientras no se le dieran una reparación por los agravios sufridos, pero atento a sus credenciales personales, se le permitió desembarcar como simple particular, lo que el astuto inglés aceptó sin ofenderse.
Desde su desembarco acaecido en la tarde del 6 de octubre de 1848, se iniciaría una labor diplomática y política sin precedentes en el arte de las negociaciones bilaterales en nuestro país, la que se prolongó ininterrumpidamente por algo más de un año. Esa misma tarde, no había terminado de alojarse, cuando Southern ya había recibido un mensaje de salutación de Manuelita y al día siguiente, por la mañana, efectuó una visita de cumplimiento al ministro Arana, advirtiéndole que esa misma tarde visitarla al Gobernador y a su hija en Palermo.
“Southem cumplió con su besamanos y cuando estaba de plática con Manuelita, apareció, súbitamente, Rosas. Este acostumbraba allegarse a las reuniones de su hija, de esta manera, cada vez que deseaba iniciar, sin ceremonia alguna, las relaciones personales con alguien... La conversación privada con don Juan Manuel valía por cien entrevistas con sus ministros. Southern supo, así, desde el primer momento, que era lo que exigía el dictador, sin que pudiese existir sobre esto duda ni oscuridad de ninguna naturaleza”. (5).
Por boca del Restaurador, el inglés supo que las negociaciones anglo-argentinas, no podían iniciarse si no se satisfacían previamente las exigencias del honor y del decoro nacional. “Era de todo rigor que se comenzase reconociéndose que la Confederación Argentina había llegado a la plenitud de su personalidad internacional, con idéntica existencia, capacidad, derechos y prerrogativas que cualquier otro estado de la tierra, por poderoso que fuese y, por ende, en condiciones de poseer y gozar de los derechos inalienables de la soberanía interior y exterior, es decir, celebrar la paz y declarar la guerra, en su territorio o en el ajeno, si se la agredía, sin que pudiese ponerse cortapisas ni tutoría, potencia alguna del mundo. Este era el punto de honra y la primera exigencia de Rosas”. (7).
Complejas y febriles negociaciones diplomáticas
Es a partir de aquel momento, cuando la absorbente y fuerte personalidad de Rosas se encontró ante un hábil y también -a su manera- impertérrito negociador que: “En lugar de proceder, como hasta entonces, con amenazas y exigencias, Southern desarmó la belicosidad del gobernador, presentándole como blanco nada más que sus zalamerías y su calma inofensiva”. (7) Además esas condiciones le hicieron ganar la simpatía de Manuelita, todo lo cual le sirvió para acrecentar el trato directo tanto con Rosas como con su ministro Arana.
No obstante, la complejidad de los intereses en juego y las implicancias que presentaba la actitud disímil de los franceses y, la hostilidad de los montevideanos, las continuas conspiraciones unitarias y el acecho del ambicioso Brasil, convirtieron a las negociaciones en una larga y agotadora controversia, sostenida en su mayor parte por la cabeza y los hombros de Rosas, con su orden sistemático, también absorbía en jornadas agotadoras la atención de los asuntos de gobiernos, ejército y hasta las peticiones particulares.
Sería largo enumerar citas y conclusiones, de magníficos trabajos producidos por historiadores-investigadores tales como Saldías, Quesada y los revisionistas Irazusta, Font Ezcurra, Rosa, Molinari y Muñoz Azpiri, que se refieren a la importancia de estas negociaciones; precisamente este último nos brinda en el documento Apéndice de su trabajo “Rosas frente al imperio Británico-Historia Íntima de un triunfo argentino”, el aspecto menos difundido de las mismas y es el que transcribe las notas intercambiadas -casi a diario- entre Rosas y su ministro Arana, mientras se sucedían las negociaciones con Southern, en el período que medió entre Octubre de 1848 y el 24 de noviembre en que se firma la Convención definitiva.
Allí pueden apreciarse: la meticulosidad y el celo puesto de manifiesto en los pasos, avances y retrocesos concretados en la difícil negociación y, especialmente, el sello personal de Rosas, en cada una de sus instrucciones y observaciones a su ministro, que éste cumplía con diligente eficacia. Estas notas, acompañaban a las carpetas, conteniendo los escritos y proyectos intercambiados entre Rosas y Arana y este con el Sr. Southern y también con el Contralmirante Lepredour, que son prueba de la atención minuciosa y contracción llevada por Rosas hasta el agotamiento, lo da la siguiente transcripción:
“De ROSAS a ARANA, abril 10 de 1849. V. Señoría: En mi contestación 3 del presente, a la carpeta de V.S. de esa misma fecha con la prisa y debilitada ya mi cabeza, pués había trabajado sin cesar toda esa noche del 3 y eran las ocho de la mañana del cuatro cuando escribí, cometí la falta de incluir dos asuntos distintos en esa mi contestación; es decir que incluí también lo que ordené a V.S. dijese al Sr. Contralmirante cuando debí habérselo prevenido en carpeta separada. Ahora va este error salvado por la virtud de una copia que he hecho sacar del todo de esta carpeta, a efecto de que la presente original obre en la correspondencia con el Sr. Southern y la copia referida en la del contralmirante que es donde ya va colocada”. (8)
Rosas y la reina Victoria |
Importancia del triunfo argentino
Han pasado ya 137 años del hecho glorioso que calificamos como el mayor triunfo diplomático de la historia argentina. Reafirmando esta categórica afirmación, he creído oportuno recordar las conclusiones explicitadas por el entonces Académico y Profesor Honorario de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Dr. Carlos Ibarguren, en su conferencia magistral, que conmemorando precisamente el centenario de la Convención ARANA-SOUTHERN, tuve el honor de asistir aquél 24 de noviembre de 1949, en el Aula magna de dicha Facultad y que fue auspiciada por el Instituto de Derecho Internacional, que presidía nuestro recordado maestro y amigo Dr. Lucio M. Moreno Quintana:
“En el proceso de esta larga y difícil lucha bélica y diplomática provocada, desde el año 1838, por la intervención imperialista, Rosas había sostenido inflexiblemente los siguientes principios, a saber: 1° - No reconocer jamás el derecho de ninguna potencia a intervenir en los asuntos de nuestro país, ni en los del continente, ya sea mediante hostilidades o a título de protección. Rosas defendía así la independencia de todas las naciones de Sudamérica. 2° - Oponerse a la internacionalización o libre navegación de nuestros ríos y exigir que se reconociera que el río Paraná está sometido únicamente a las leyes y ordenanzas de la Confederación Argentina, y que el río Uruguay se regirá en forma semejante y en común con el Estado Oriental. 3° - El inmediato levantamiento del bloqueo contra Buenos Aires y el reconocimiento de su aliado el general Oribe como Presidente legítimo, que en realidad lo era, de la República Oriental del Uruguay. 4° - El retiro de las tropas extranjeras del Río de la Plata; el desagravio a la bandera argentina y la devolución de los buques y las armas tomadas por los invasores”...“Y bien, todos estos principios y otros más, fueron reconocidos por Gran Bretaña y posteriormente por Francia en 1850”.
Luego que el inolvidable autor de “Rosas, su vida, su drama y su tiempo” hiciera el análisis de cada uno de los puntos de la Convención expresó: “Estos trascendentales reconocimientos jurídicos y políticos de nuestra soberanía y derechos por parte de Inglaterra, que poco después Francia admitió igualmente en un tratado idéntico al concertado con Gran Bretaña y suscripto el 31 de agosto de 1850 entre el Ministro Arana y el almirante Le Predour, justifica el calificativo de glorioso que he empleado al referirme a este convenio internacional y demuestra que el sable libertador de San Matín que éste legara a Rosas en su testamento, fechado en el año 1844 -antes que el triunfo diplomático argentino se protocolarizara en este tratado- fue justicieramente destinado y puesto en manos de quién se había hecho acreedor a tan insigne recompensa”. (9)
Luego de recorrer las páginas de nuestra historia y recrear para el conocimiento de los argentinos de hoy, hechos que enaltecen a nuestra nacionalidad, no hacemos otra cosa que cumplir con nuestro deber, no ya como revisionistas, sino como argentinos cabales, que a riesgo de ser envueltos en el torbellino de claudicaciones nacionales que hoy quiere envolvernos, iluminamos el único camino que aún existe para reencontrar la grandeza extraviada, y que no es otro que el de practicar un acendrado nacionalismo cultural.
Notas
(1) Diego Luis Molinari ''Rosas y Southern - el primer encuentro”, Revista del Inst. Juan Manuel de Rosas de Invest. Hist. N° 23, pág. 160.
(2) Adolfo Saldías “Historia de la Confederación Argentina!” (El Ateneo 1951) Tomo III, pág. 400.
(3) Ricardo Font Ezcurra “San Martín y Rosas - su correspondencia” Ed. La Mazorca 1943, pág. 66.
(4) John F. Cady “La intervención extranjera en el Río de la Plata” Ed. Losada 1943, pág. 256.
(5) Diego Luis Molinari, Ibídem, pág. 167
(6) Diego Luis Molinari, Ibídem, pág. 169.
(7) John F. Cady, Ibídem, pág. 259.
(8) José Luis Muñoz Azpiri “Rosas frente al Imperio Británico” 2da. Edición. Theoría 1974, pág. 240.
(9) Inst. de Derecho Internacional de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA), Publicación N° 4 “La convención Arana-Southern-Conmemoración de su Centenario”, pág.54.