Publicado en diario Clarín el 15 de setiembre de 2021
El 15 de setiembre de 2021, en la página 2 del diario Clarín, salió publicado un pequeño artículo en la columna "Pido la palabra", sin firma, titulado El adiós de Dorrego antes de ser fusilado, que se transcribe a continuación:
“Mi querida Angela: en este momento me intiman a que dentro de una hora
debo morir, ignoro porqué. Mas la providencia divina, en la cual confío en este
momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a
mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida,
educa a esas amables criaturas, sé feliz, ya que no lo has podido ser en
compañía del desgraciado. Mi querida Angelita: te acompaño esta sortija para
memoria de tu desgraciado padre. Mi querida Isabel: te devuelvo los tiradores
que hiciste a tu infortunado padre. Sed católicos y virtuosos. Mi vida: mándame
hacer funerales, y que sean sin fausto. Otra prueba de que muero en la religión
de mis padres. Tu Manuel.” Manuel Dorrego a su esposa Angela y a sus hijas, 13
de diciembre de 1828. (Mensaje póstumo del gobernador bonaerense antes de ser
fusilado por su anterior compañero de armas, el general Juan Lavalle, quien lo
había vencido en la batalla de Navarro. Dorrego murió en total aislamiento
político, perseguido por los unitarios y abandonado por los federales, entre
ellos Juan Manuel De Rosas.)
Como es bastante común, siempre surge la figura de Rosas, atribuyéndole conductas que no son ajustadas a la verdad histórica, como en este caso, haciendo recaer sobre él, cierta responsabilidad en la muerte de Dorrego.
A fin de aclarar los hechos acaecidos en aquél momento tan triste de la historia nacional, ese mismo día, envié una carta al matutino para ser publicada en la sección Cartas al país, pero lamentablemente no tuve suerte en que fuera publicada, posiblemente por la repercusión de los resultados de las PASO (elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), que habían tenido lugar el día domingo precedente, por lo cual las cartas publicadas por esos días se referían a dicho tema.
La transcribo a continuación para que los seguidores de este Blog, puedan conocerla.
Señor Director del diario Clarín
En
la columna “Pido la palabra” de la edición del 15 ppdo, su autor hizo
referencia a la desgarradora carta que el coronel Dorrego envió a su esposa e
hijas el 13 de diciembre de 1828, momentos antes de ser fusilado por el
amotinado general unitario Juan Lavalle. Al final de la nota el autor afirma
que Dorrego fue abandonado por los federales y especialmente por Juan Manuel de
Rosas. Nada más inexacto.
Pocos
días antes de que ese jefe unitario se amotinara contra el legítimo gobernador
de la provincia de Buenos Aires Manuel Dorrego, habían arribado a la ciudad las
experimentadas y veteranas tropas que habían combatido contra el Imperio del
Brasil, al frente de las cuales se encontraba Lavalle y con las que se amotinó.
Cuando los allegados a Dorrego, entre ellos Rosas, quisieron hacerle ver el
peligro que se avecinaba de un golpe contra su gobierno, el mandatario no dio
crédito a tales advertencias y recién al momento de producirse el hecho, tuvo
que huir apresuradamente por la puerta trasera del fuerte –lo que hoy es la
Casa Rosada-, para resguardar su vida.
El derrocado Dorrego se dirigió al encuentro de Juan Manuel de Rosas, quien en esos momentos era comandante general de milicias de caballería de la provincia. Estas milicias no tenían ni el armamento, ni la experiencia, ni la formación militar de aquellos veteranos, por lo cual en un enfrentamiento, serían derrotadas. Viendo la realidad y en tal situación Rosas aconsejó a Dorrego retirarse ambos hacia Santa Fe y unir fuerzas con las del gobernador federal de esa provincia Estanislao López, para de esa forma enfrentar a las fuerzas amotinadas, con mayor posibilidad de éxito. Dorrego, que era bastante cabeza dura no hizo caso a ese consejo –como no lo había hecho pocos días antes cuando sus amigos le quisieron hacer ver el peligro del amotinamiento de las tropas- y decidió enfrentar a Lavalle en los campos de Navarro, donde y como era previsible, fue derrotado. Posteriormente se dirigió a una unidad militar que creyó amiga, donde fue apresado y el coronel Escribano, lo entregó a Lavalle, quien siguiendo el consejo de ciertos y nefastos personajes unitarios, procedió a fusilarlo sin motivo alguno.
Ni Rosas, ni ningún federal abandonó a Dorrego -como se afirma en la nota-, fue éste quién no hizo un análisis de la realidad y por testarudez se metió solo en la boca del lobo.
Los
hechos posteriores dieron la razón a Rosas en su determinación de retirarse con
las milicias hacia Santa Fe, para al año siguiente poder vencer y desalojar al
usurpador Lavalle de la gobernación de la provincia.
Norberto Jorge Chiviló