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sábado, 31 de julio de 2021
Camila O'Gorman - Uladislao Gutiérrez
Camila O'Gorman y Uladislao Gutiérrez
REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
27
EL REVISIONISMO
RESPONDE
de José María Rosa
17. CAMILA O’GORMAN
El caso de Camila O’Gorman se
presta para la nota lacrimosa sobre los horrores de la tiranía de Rosas. Es exacto,
exactísimo; pero no fue un hecho político, sino de dura y estricta aplicación
de la ley vigente. Estoy en la opinión que el amor lo disculpa todo o casi
todo: pero vivimos en 1959, y los románticos enamorados fueron ajusticiados en
el Buenos Aires de 1848.
Camila O’Gorman y el cura
del Socorro Uladislao Gutiérrez, cometieron un hecho castigado por las leyes de
entonces con pena capital. Rosas no hizo otra cosa que aplicar la legislación
vigente. Según su secretario, Antonino Reyes, consultó el caso con los mejores
abogados de Buenos Aires; se ha dicho que entre los consultados estuvo Vélez
Sársfield, unitario residente en Buenos Aires y hombre apreciado por el
Gobernador por sus conocimientos jurídicos. Pero Rosas asumió la plena
responsabilidad de la sentencia, como asumió siempre la completa
responsabilidad de sus actos de gobierno. Como después de Caseros se hablara
del consejo de Vélez Sársfield, en perjuicio político de éste, Rosas, desde su
exilio de Southampton, escribió a Buenos Aires: “Ninguna persona me aconsejó la
ejecución del cura Gutiérrez y de Camila O’Gorman, ni persona alguna (fuera
de Manuelita): nota agregada) me habló ni escribió en su favor. Por el
contrario, todas las personas del clero me hablaron o escribieron sobre el atrevido
crimen y la urgente necesidad de un castigo ejemplar para prevenir otros
escándalos semejantes o parecidos. Yo creía lo mismo, y siendo mía la
responsabilidad ordené la ejecución.
“Mientras presidí el gobierno de
Buenos Aires con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia.
Soy, pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como
de los malos, de mis errores como de mis aciertos.” (6-3-77)
No puede llamarse asesinato,
como viene repitiendo la crónica escandalosa antirrosista, la ejecución de una
sentencia cumplida por imperio de la legislación vigente: “La ley ordena la
pena de muerte por el sacrilegio”, dice Eschriche en su conocido Diccionario
de Legislación, y la funda en las Partidas: 1-4-71, l-18-6, VII-2-3,
etcétera. Pero Rosas debió perdonar, pues contra el rigor de las leyes está el
derecho de gracia del Jefe de Estado. Si la desventurada Camila y su
desgraciado amante habían hecho, llevados por su romántico amor, una barbaridad
castigada con pena capital por las leyes, Rosas después de sentenciar como juez
que correspondía la pena de muerte, debió como gobernador indultarlos y
dejarlos vivir su romance. Eso lo hubiéramos hecho usted y yo, y todas las
mujeres y hombres del siglo XX; pero Rosas vivía a mediados del XIX, en un
Buenos Aires mucho más familiar, donde las faltas de esa naturaleza cobraban un
eco extraordinario, Además tenía un sentido estricto de la justicia, como la
tenían en mayor grado que nosotros los hombres de entonces.
Para Rosas la ley era pareja y
debía cumplirse rigurosamente, sin excepciones. Si perdonó algunas veces a sus
enemigos políticos (el general Paz, el coronel Díaz, etc), no lo hizo jamás con
nadie por delitos comunes. Y menos a sus familiares, correligionarios y amigos a
quienes consideraba más obligados que otros a respetar la ley. No entendía eso
que hoy llamamos “gauchadas”, y no son otra cosa que parcialidades,
injusticias, o a lo sumo debilidades. Rosas era recto como una estaca campera;
el restaurador de las leyes consideraba que la base de una sociedad organizada
es el respeto a la ley. Ese rígido concepto le acarreó el odio de algunos
partidarios como Rivera Indarte, federal y mazorquero, que esperó que se le
hiciera la vista gorda en algunos latrocinios cometidos. Como no ocurrió, se
constituyó desde Montevideo en enemigo de Rosas, y le hizo la más formidable
campaña de calumnias posible. Este resentido fue el autor de las famosas Tablas
de sangre.
Pero si esa rigidez de Rosas le
trajo la enemistad de Rivera Indarte, le produjo, en cambio, el respeto de la
masa de la población. Y de quienes juzgamos su persona y su gobierno a siglo y
medio de distancia.
Volvamos a Camila. ¿Por qué no
perdonó Rosas un delito tan romántico, tan “graciable”, diría?
Primero, porque no sabía perdonar.
Y después, porque Camila y el cura Gutiérrez eran federales de primera plana.
Camila pertenecía a una familia conocida por su filiación política y pertenecía
al círculo de amigas de Manuelita y concurría asiduamente a Palermo; el cura
Gutiérrez era sobrino del gobernador federal de Tucumán, Celedonio Gutiérrez, y
poseía una espectable posición en la parroquia regenteada. Tal vez si hubieran
sido unitarios, habrían salvado sus vidas.
Porque Rosas no perdonaba a los
federales, como le he dicho. Además, la filiación política y situación familiar
de ambos amantes fue explotada con exceso por la prensa unitaria de Montevideo
y Valparaíso en detrimento de la situación política de Buenos Aires. El Comercio
del Plata, dirigido por Florencio Varela, daba la noticia de la fuga de
Camila, y Gutiérrez en su número del 5 de enero de 1848 con estos términos:
“El crimen escandaloso cometido
por el cura Gutiérrez es asunto de todas las conversaciones.
¿Hay en la tierra castigo bastante severo para el hombre que así procede?”
Algo semejante decía “El Mercurio” de Chile, del 3 de marzo de 1848 donde escribían Sarmiento y Alberdi: “Ha llegado a tal extremo la horrible corrupción de las costumbres bajo la tiranía espantosa del Calígula del Plata, que los impíos y sacrílegos sacerdotes de Buenos Aires huyen con las niñas de la mejor sociedad, sin que el infame sátrapa adopte medida alguna contra estas monstruosas inmoralidades.”
La degradación que fomenta un déspota
Camila y Gutiérrez escaparon el 12 de diciembre de 1847 (no la noche de Navidad como dice Comercio del Plata), sin que Rosas fuera informado de la fuga hasta el 21. Tal vez la familia y la curia esperaron un arrepentimiento de los impulsivos jóvenes, o tuvieron la esperanza de dar con ellos antes que el escándalo trascendiera. “Al saber Rosas, tarde, lo que había ocurrido –dicen las Memorias de su secretario Antonino Reyes–, después del transcurso de nueve días y cuando en la sociedad se sabía lo que había pasado y se levantaba de todas partes una grita infernal, su indignación estuvo a la altura del insulto hecho a su autoridad.”
Es de imaginarse que su enojo llegase a proporciones mayúsculas al leer los periódicos unitarios dándole como cómplice o apañador del escándalo, y presentando a éste como una prueba de corrupción de las costumbres porteñas. Comercio del Plata siguió su estridente campaña, mientras se desconocía el paradero de los jóvenes. El 27 de abril, bajo la dirección de Valentín Alsina, desliza este infundio: "Se sabe que los gobiernos extranjeros han pedido al criminal gobierno de la Confederación Argentina, seguridades para las hijas de los súbditos extrankjeros que no tienen ninguna para su virtud".
Camila y Gutiérrez fueron descubiertos en Goya (Corrientes) en el mes de julio, y remitidos a Buenos Aires donde Rosas dispuso su ejecución en el cuartel de Santos Lugares. Para postergarla a fin de que Manuelita consiguiera doblegar la justicia de su padre, Antonino Reyes, encargado de su custodia sugirió a Camila el expediente de decir que se encontraba encinta. No dio resultado “porque no lo manifestaba el cuerpo de la joven ni se advertían indicios de semejante preñez”, dicen las citadas Memorias de Reyes; ni tampoco su examen médico dio síntoma favorable. Por lo tanto debió cumplirse la sentencia, quejándose Rosas a Reyes de no haberlo hecho inmediatamente de llegar los amantes al cuartel de Santos Lugares conforme a sus órdenes. Por las dudas “si había preñez que solamente podía ser muy reciente” el cura de Santos Lugares dio, de acuerdo a los usos en ajusticiamientos de mujeres encintas, el “bautizo por la boca”. Este recurso para dilatar la ejecución a la espera de una gracia, daría pie a la leyenda de haber muerto Camila próxima a dar a luz.
Manuelita hizo lo posible para salvar a su amiga; pero se estrelló contra la rigidez de su padre. Cuando los amantes llegaban a San Nicolás provenientes de Goya, Camila recibió una carta de Manuelita “lacerada” por la doliente situación, rogándole entereza “a fin de que yo a tu lado pueda con mis esfuerzos daros la última esperanza”. La hija de Rosas ordenó la compra de varios muebles –entre ellos un piano– para adornar la celda de Camila en Santos Lugares, siempre en la esperanza de conseguir la conmutación de la pena. No ocurrió así, y Camila y Gutiérrez serían fusilados el 18 de agosto.
Inmediatamente Comercio del
Plata, El Mercurio y todos los diarios que habían clamado contra los
“infames”, contra la “corrupción” fomentada por el Calígula del Plata, y
preguntándose “si hay en la tierra castigo suficiente”, volcaron ríos de tinta
contra el monstruo, el tirano “que no respetaba los fueros
inviolables del amor” (Mercurio), o “condenaba al patíbulo a una
inocente madre con el fruto de sus amores en el noveno mes de su gestación” (Comercio).
Fuentes:
MUÑOZ AZPIRI, José Luis: “El Poema
‘Rosas’ de John Masefield”.
SALDIAS, Adolfo: “Historia de
VIZOSO GOROSTIAGA, Manuel: “Camila O’Gorman y su Epoca”.
Camila O'Gorman y Uladislao Gutiérrez
REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
26
En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
La verdad sobre Camila y Rosas
Los delatores o instigadores no han dicho una palabra
por Rolando Hanglin
La historia de Camila O´Gorman es simple y despiadada. Una niña bien se enamora de un joven sacerdote, el cura Uladislao Gutiérrez, y él de ella. Acorralados en un amor imposible, se fugan para vivir en pareja. La justicia los atrapa y, para castigar su sacrilegio, los fusila a ambos, asesinando de paso al niño que llevaba Camila en el vientre.
Lo que sucedió en Santos Lugares fue una barbaridad, y no tiene perdón de Dios. Igual que otras mil barbaridades que se han cometido en todos los tiempos. Pero esta triste historia tiene también otros perfiles: se atribuye, exclusivamente, la orden de ejecución al dictador Rosas. Se la agrega a otros mil actos sanguinarios, como para completar el retrato del "Calígula del Plata". Se sobrecarga lo sucedido con todos los detalles horrorosos que se encuentren a mano.
Hay mucho escrito sobre este acontecimiento. Hemos seguido la cronología y las citas de Roberto Etchepareborda (Rosas, controvertida historiografía, Pleamar, 1972) que son un intento de relatar con ecuanimidad.
El episodio se produjo en 1848, momento en que Buenos Aires iba recobrando su fisonomía normal, liberada del bloqueo y de los rigores de una constante amenaza de guerra. Los emigrados, desde más de un año atrás, regresaban masivamente, desde Montevideo y Santiago de Chile. Según Abel Chaneton: "La vida se remansa y Buenos Aires, no ya sometida sino adicta, es un pueblo casi feliz. Llegan tiempos prósperos, renace el comercio... Toda resistencia armada a la dictadura desaparece en el Interior y el Exterior. Sólo la prensa "unitaria" sigue bombardeando a Rosas... cuyo prestigio se acrecienta y se representa inconmovible". (Historia de Vélez Sarsfield , Tomo 1, 1937).
En medio de esa recuperación, se produce la fuga de Camila con el cura. El hombre tiene 30 años, ella 19. Desaparecen el 12 de diciembre de 1847. Recién el 21, el atribulado padre informa al canciller de Rosas, don Felipe Arana, y solicita la detención de los prófugos.
¿Quién era ese padre, don Adolfo O’Gorman? Era el hijo de don Tomás O´Gorman, sobrino del médico Miguel O´Gorman, personaje principal en Buenos Aires, casado con la francesa Anne Perichon, que según la historia fue amante pública del Virrey Liniers, durante uno de los largos viajes de negocios del señor O´Gorman. Se la recuerda con el apelativo de "la Perichona". (Seguimos en este pasaje a Daniel Balmaceda en Romances Turbulentos de la Historia Argentina). Tanto los hijos de Liniers con Juana Úrsula Membille como los que tuvo, después de enviudar, con Martina Sarratea, se radicaron en Goya, Candelaria y otras localidades del nordeste argentino. Por ejemplo: una hija de Liniers se casó con Juan Bautista Perichon. El segundo Perichon, Esteban María, se radicó en Corrientes y originó una de las familias más tradicionales de Goya.
Gran parte de los vecinos de Plaza San Martín (en Buenos Aires) eran irlandeses y concurrían a la misa del Socorro. Entre ellos estaban Adolfo y Tomás, hijos de la francesa, casados con damas de la mejor sociedad y cultores de una moral severa. Sentían horror por el escándalo: estaban marcados desde niños.
La prensa adversa a Rosas, desde Montevideo, aprovecha el escándalo para señalar la inmoralidad reinante en la sociedad rosista. Se lo considera típico de las aberrantes costumbres que rodean al dictador, de quien se señalan graves impudicias que llegarían hasta el incesto. Los emigrados en Chile no trepidan en publicar, en El Mercurio: "Ha llegado a tal extremo la horrible corrupción de las costumbres del Calígula del Plata, que los impíos y sacrílegos sacerdotes de Buenos Aires huyen con las niñas de la mejor sociedad, sin que el infame sátrapa adopte medida alguna contra estas monstruosidades" (27 de marzo de 1848). El pecado de los amantes se convierte rápido en un acto de explosivo efecto político. Mientras, los prófugos, que han adoptado los nombres falsos de Máximo Brandier y Valentina San, se han establecido en Goya y regentean una escuelita. En aquella ciudad tenían parientes que los protegieron, mientras soñaban con una fuga (demasiado cara para sus ahorros) a Río de Janeiro. Pasan sin problemas cuatro meses, hasta que son reconocidos por el cura irlandés Michael Gammon, que descubre sus verdaderas identidades. En consecuencia, son detenidos y remitidos a Buenos Aires.
El regreso es lentísimo. Tarda más de dos meses, con un trato riguroso: separación absoluta, remache de grillos. A pesar de ello, Camila logra enviar una súplica a su amiga Manuelita Rosas, cuya respuesta se conoce. En una carta sumamente cariñosa, Manuelita le pide resignación para salvar la distancia que las separa "a fin de que, ya a mi lado, pueda con mis esfuerzos daros la última esperanza".
La grita opositora arrecia. En "El Comercio del Plata", don Valentín Alsina exige ejemplar justicia: "¿Hay en la tierra –expresa Alsina- castigo bastante severo para el hombre que así procede con una mujer cuya deshonra no puede reparar, casándose con ella?". Aparentemente, Rosas aún no ha resuelto nada. Su cuñada, María Josefa Ezcurra, lo insta a recluir a Camila en la Casa de Ejercicios. Aparentemente, se acepta en principio este criterio, porque se conoce la boleta de la compra del moblaje destinado a su celda, efectuada directamente por Manuelita. Recuérdese que María Joséfa Ezcurra había tenido un hijo con Manuel Belgrano, que fue adoptado por Rosas y pasó a la historia como Pedro Rosas y Belgrano, de larga actuación política. Sin embargo, Rosas parece cambiar de idea bajo el efecto de la enconada prédica unitaria. Manuel Rubio ha señalado que "aconsejar el patíbulo para un crimen social, y aconsejarlo a un hombre que era acusado por los unitarios de sanguinario, revela una convicción extraviada o una malignidad refinada e injustificable". Según Bilbao, para Rosas "el verdadero crimen de Gutiérrez y Camila fue burlar su autoridad". (Antonino Reyes, memorias de un edecán de Rosas, anotadas por Bilbao). Consecuentemente, tiende por fin al escarmiento ejemplificador. Por un lado, el clero, y por el otro, los más destacados juristas, se inclinan por la aplicación de la drástica legislación vigente a los culpables.
Se afirma que fueron consultados los jurisconsultos más destacados de Buenos Aires: Baldomero García, Lorenzo Torres, Nicolás Anchorena, Dalmacio Vélez Sarsfield y Eduardo Lahitte. Este último habría sido el único en oponerse a la sentencia de muerte. En cuanto a Vélez, Abel Chaneton desmiente la versión, que supone fruto de la pasión política posterior a Caseros. Le querían facturar a Vélez los devaneos del mentado cordobés durante las tertulias familiares de Rosas. Chaneton señala a Lorenzo Torres como el principal responsable: "Dio forma legal al asesinato, justificando la convicción de Rosas con citas de cánones y leyes".
Es casi indudable que Rosas, presa de un excesivo afán de reprimir un crimen privado, optó finalmente por la pena capital para ambos reos. Las ejecuciones se cumplirían en el campamento de "Santos Lugares de Rosas" (así se llamaba entonces) en el momento oportuno. Para la mentalidad severa de Rosas, el acto cometido representó un quebrantamiento de la moral social que no podía quedar impune. Se sentía responsable de cualquier condescendencia con Camila O´Gorman, que se hallaba tan cerca del círculo gubernamental, justificando el desenfreno de las costumbres los infundios de sus adversarios.
El cura Uladislao no estaba menos relacionado: era sobrino carnal de Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán, rosista y federal.
Años más tarde, desde Southampton, Rosas escribe a Federico Terrero: "Ninguna persona me aconsejó la ejecución del cura Gutiérrez y de Camila O´Gorman, ni nadie me habló en su favor. Todas las primeras personas del clero me hablaron o escribieron sobre ese atrevido crimen y la urgente necesidad de un ejemplar castigo para prevenir otros escándalos semejantes o parecidos. Yo creía lo mismo. Y siendo mía la responsabilidad, ordené la ejecución... Mientras fui gobernador, con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia. Soy, pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como de los malos, de mis errores y de mis aciertos". (6 de marzo de 1877, once días antes de morir).
Para agravar la responsabilidad de Rosas, se ha dicho generalmente que Camila estaba embarazada. Al parecer, ella misma lo declaró, para salvar la vida, al propio Antonino Reyes, jefe de Santos Lugares. Según oficio de Reyes a don Manuel Bilbao, "el cuerpo de la joven no lo evidenciaba, ni se advertían indicios de preñez.. Si la había, debía ser muy reciente, pero la causa servía en aquel momento para salvarla. Yo la respaldé, poniéndome de acuerdo con el médico del campamento, Dr. Martínez". (Memorias ya mencionadas). Al parecer, la carta no llegó a Manuelita Rosas, que era la destinataria, sino al propio general, quien ordenó de inmediato el cumplimiento de la sentencia.
Ejecución de Camila O'Gorman. Oleo sobre tela de 49 x 63 cms. de F. Augero . Turin 1858 |
Dice Dardo Corvalán Mendilaharzu: "La infortunada Camila no llevaba el fruto de su amor en las entrañas. El sumario hecho en la ciudad de Goya... formal y minucioso, me robustece en la convicción... sobre la falsedad de la causa originaria de esa cosa terrible que ha dado en llamarse el "bautismo federal". A este sumario corre agregado el informe del único médico que había en Goya, el Dr. William Gibson, quien examinó prolijamente a la desventurada mujer. Nada hay (sobre un embarazo) en el informe, donde no escapan detalles, aún de los más insignificantes". (El caso de Camila O´Gorman, 1926).
Sin embargo, Daniel Balmaceda (Romances Turbulentos) menciona que el presbítero Castellanos, encargado de brindar a Camila los últimos auxilios, le dio a beber agua bendita para bautizar al niño que llevaba en el vientre.
Los jóvenes amantes fueron, durante Rosas, reprobados como ejemplo de las costumbres licenciosas de la dictadura y, más tarde, usados como prueba del absolutismo y la crueldad del dictador.
Ahora bien. Camila fue la única mujer ajusticiada por Rosas: ocurrió el 18 de agosto de 1848, 250 días después de huir juntos y 65 después de ser descubiertos y delatados por el Padre Gannon Chitty.
En aquel entonces, un desliz significaba un hijo: no había píldoras ni se usaban preservativos. Las peripecias de nuestros fundadores están sembradas de hijos naturales, pecadillos privados y otras historias que se encaraban con o sin grandeza, según los casos. Se degollaba o fusilaba a los prisioneros, se combatía por pequeñeces, se engrillaba a los revoltosos o se los aherrojaba en un cepo. Terrible. Un tiempo sin piedad. No la tuvo Rosas, pero tampoco Lavalle, o Moreno o Sarmiento.
En esta barbaridad, el único que se hace cargo de sus actos parece ser el brigadier general Rosas, por aquellas líneas desde Southampton, en que absorbe todo el peso de la criminal ejecución sobre su conciencia. Los otros, los delatores o instigadores, eclesiásticos o civiles unitarios, incluyendo a los federalísimos padres y parientes de Camila, no han dicho una palabra.
lunes, 19 de julio de 2021
La grieta entre unitarios y federales - Ignacio Zubizarreta - Norberto J. Chiviló
El día sábado 5 de junio ppdo. se publicó en el suplemento Ideas del diario La Nación, un artículo del historiador Ignacio Zubizarreta, sobre el origen de la grieta actual de los argentinos, que su autor trata de encontrar en la lucha entre unitarios y federales.
Cabe hacer algunas consideraciones al artículo que antecede.
Zubizarreta hace referencia a las luchas entre unitarios y federales, mencionando
especialmente “la brutalidad con la que los unitarios Ramón B. Estomba y
Federico Rauch ‘pacificaron’ la provincia de Buenos Aires durante la
gobernación de Lavalle (1828/29)” y “La ‘pacificación’ que realizó Rosas
algunos años más tarde en las provincias del norte y Cuyo en busca de la
erradicación de la facción opuesta fue en extremo sanguinaria”. Más adelante el
autor afirma que “Luego de la batalla de Caseros y el fin de la gobernación de
Juan Manuel de Rosas (1852), los dirigentes de entonces no solo se encontraron
con el desafío de reducir una ‘grieta’ política, sino que debían tratar de
armonizar una sociedad en extremo violenta que había vivido décadas de
sangrientas guerras fratricidas”.
“Tanto Justo J. de Urquiza en la Confederación
Argentina como los gobernadores del Estado de Buenos Aires tuvieron que aplicar
medidas conciliatorias”.
También señala que el gobernador de la provincia de
Buenos Aires Pastor Obligado, tomó medidas para reducir la grieta.
Sin entrar a considerar el fondo de la cuestión,
que daría para mucho, a mi entender al artículo le faltan varios hechos que
ocurrieron y que deben ser tomados en el contexto histórico en el cual
ocurrieron. También entiendo que posiblemente el autor del artículo, no tuvo el
espacio suficiente para explayarse sobre el tema.
A mi entender, la grieta habría comenzado con el
fusilamiento de Santiago de Liniers el 26 de agosto de 1810 junto a otros
compañeros que se habían complotado en una contrarrevolución que ya se
encontraba vencida y que no representaba ningún peligro para el gobierno patrio
surgido en mayo de 1810. La ejecución del héroe de la Reconquista, ordenada por
la Junta de Buenos Aires, fue fogoneada por la facción jacobina que encarnaban
Mariano Moreno y Juan José Castelli.
También el desempeño de las tropas que actuaron en el Alto Perú,
mandadas por la Junta de Buenos Aires, a cargo de oficiales y personajes
políticos –Juan José Castelli– integrantes de aquella facción política, que con
el fusilamientos de jefes realistas y actitudes antirreligiosas que
escandalizaron a la sociedad
altoperuana, –a la par que a la larga provocará la pérdida de aquellos
territorios–, profundizó la grieta.
Años después con el motín del general Juan G.
Lavalle contra el legítimo gobernador de Buenos Aires, coronel Manuel Dorrego y
la represión que se desató en el interior de la provincia contra la población
adicta al gobernador depuesto y a Juan Manuel de Rosas, por parte del propio
Lavalle, disponiendo el fusilamiento de Dorrego y la actuación despiadada de
sus subalternos, los mencionados Estomba y Rauch, la grieta se ensanchó y
provocó la guerra civil que se desató a continuación.
Es muy revelador lo escrito por Juan Manuel Beruti,
cronista destacado de aquellos momentos, quien en sus Memorias (Memorias curiosas), destacó el comportamiento salvaje de
las fuerzas lavallistas, en contraposición al proceder correcto de las tropas federales
bajo el mando de Rosas.
Pero los atropellos contra sus opositores, no fue
solamente por parte de Lavalle, sino por otros jefes unitarios como José María
Paz y Gregorio Aráoz de Lamadrid, para nombrar a los más importantes. Todos
ellos alzados contra los legítimos gobernadores Dorrego primero y Rosas
después, quienes detentaban el manejo de las RREE de nuestro país en aquellos
momentos, como así también contra gobernadores de otras provincias. No debe
perderse de vista ni tomado como algo menor, que tanto Dorrego como Rosas y los otros gobernadores,
detentaban legalmente su poder, mientras que los jefes unitarios mencionados
accedían al poder mediante la fuerza que le daban los ejércitos bajo su mando, derrocando
a las autoridades legítimas de las provincias, desatando represiones de las que
ni siquiera se salvaba la población civil.
El autor del artículo se equivoca cuando afirma que
“La ‘pacificación’ que realizó Rosas algunos años más tarde en las provincias
del norte y Cuyo…”, ya que esa afirmación daría a entender que los ejércitos
que combatieron en Cuyo y en el norte, fueron comandadas por Rosas. Ese es un
error. Dejando de lado la batalla de Caseros, el comando de tropas en combate por
parte de Rosas, tuvo lugar en último término con motivo de la conquista de los
desiertos del sur de la provincia de Buenos Aires entre 1833/1834.
Los ejércitos federales que actuaron en Cuyo y el
norte, estuvieron bajo el mando de otros jefes federales –principalmente Quiroga,
Pacheco, Oribe–, pero no de Rosas.
Cabe aclarar que el mote de “salvajes” que se les
dio a los unitarios, surgió del propio pueblo, motivado por el actuar –valga la
redundancia– “salvaje” de aquél grupo político.
No es ningún descubrimiento que las guerras civiles
–entre “hermanos”– son más crueles que las contiendas que se dan entre dos
naciones y provocan grietas profundas.
Inmediatamente después de Caseros, por orden de Urquiza se fusilaron a cientos de soldados federales, cuyos cuerpos fueron
colgados de los árboles a lo largo del camino que llevaba a la que había sido
la residencia de Rosas en Palermo de San Benito. Ello escandalizó al pueblo de
Buenos Aires, que nunca había visto nada así, como lo cuenta el mismísimo
Domingo F. Sarmiento. La represión fue tremenda. Por lo que aquello del lema
“Ni vencedores ni vencidos”, fue solamente eso: un lema.
Poco tiempo después de Caseros, la provincia de
Buenos Aires se secesionó de la Confederación Argentina.
En el artículo se muestra al gobernador de la provincia Pastor Obligado como un funcionario con intención de cerrar la “grieta”, como si todo hubiera sido color de rosa. Durante su mandato, se fusilaron a militares federales como Jerónimo ó Gerónimo Costa –héroe éste de la defensa de la isla de Martín García en 1838, contra los franceses– entre otros, quienes habían invadido la provincia con la intención de destituirlo y que Buenos Aires, volviera al seno de la Confederación. Costa y su grupo fueron vencidos e inmediatamente fusilados sin juicio alguno, en lo que la historia se conoce como la matanza de Villamayor, acaecida el 2 de febrero de 1856, hecho éste que fue aplaudido entre otros por el mismo Sarmiento.
Por último, no quiero dejar pasar las distintas actitudes asumidas, por un lado la de los jefes militares de la Nación –todos ellos de nacionalidad oriental como Wenceslao Paunero, Venancio Flores, Ignacio Rivas, Ambrosio Sandes, José M. Arredondo, Pablo Irrazábal, entre otros–, mandados por el gobierno de Bartolomé Mitre para reprimir los levantamientos federales en las provincias norteñas, y por el otro el proceder del general Ángel Vicente Peñaloza, el “Chacho”, quien estaba al mando de las fuerzas federales.
Cuando se firmo la paz entre ambas fuerzas en el tratado de La Banderita (así se llamaba la estancia en la que se firmó el acuerdo) el 20 de mayo de 1862 y llegó el momento de intercambio de prisioneros, Peñaloza entregó en perfectas condiciones la totalidad de los prisioneros que había tomado, mientras que los federales que habían sido hecho prisioneros por las fuerzas nacionales, habían sido todos pasados por las armas.
Los “bárbaros” se habían comportado civilizadamente y los “civilizados” como bárbaros.
Norberto Jorge Chiviló
sábado, 3 de julio de 2021
Congreso de Tucumán - Fórmula de juramento por los habitantes de las Provincias Unidas
- Documentos 8 -
Fórmula de juramento que han de prestar todos los habitantes de las provincias Unidas de Sud América
viernes, 2 de julio de 2021
Congreso de Tucumán - Exposición secreta de Manuel Belgrano
- Documentos 7 -
Exposición secreta de Manuel Belgrano ante el Congreso de Tucumán el 6 de julio de 1816, proponiendo la adopción de una monarquía incaica como forma de gobierno
Sesión Secreta del día 6 de Julio por la mañana de 1816.
Señores Presidente. Vicepresidente. Serrano. Paso. Anchorena. Sáenz.
Darregueira. Rivera. Acevedo. Gorriti. Pacheco. Bulnes. Bustamante. Aráoz.
Medrano. Godoy. Maza. Uriarte. Oro. Gascón. Malabia. Gallo. Loria. Salguero.
Castro. Thames. Cabrera.
Reunidos los Señores Diputados en la Sala del Congreso a las nueve de la
mañana, con asistencia de los que se anotan al margen, después de discutidos y
acordados los puntos que constan del acta pública de ese día, el General Don
Manuel Belgrano en virtud de las órdenes que se le comunicaron en el anterior
(tachado), avisó estar presente, e introducido a la sala y tomando asiento en
ella en el lugar que le fue señalado, el Señor Presidente le hizo entender que
la soberanía le había llamado para que sus exposiciones sobre el estado actual
de la Europa, ideas que reinaban en ella, concepto que ante las Naciones de
aquella parte del globo se había formado de la revolución de las Provincias
Unidas y esperanza que estas podían tener de su protección, de todo lo cual lo
creía ilustrado después del desempeño de la comisión a que fue destinado,
pudieran orientarla más extensamente de tan interesantes objetos, estando
advertido que en el seno del Congreso había una comisión que entendía
exclusivamente en asuntos de relaciones exteriores, y que no debía hacer
exposiciones o contestar de un modo capaz de mandar idea de ellas y exponer el
secreto; en cuya conformidad, contestando a las preguntas que se le hicieron
por varios Señores Diputados, el citado General expuso todo lo que sigue:
Primero: que aunque la revolución de América en sus principios, por la marcha majestuosa con que empezó, había merecido un alto concepto entre los poderes de Europa, su declinación en el desorden y anarquía continuada por tan dilatado tiempo, habría servido de obstáculo a la protección, que sin ella se habría logrado de otros poderes, debiéndonos en el día contar reducidas a nuestras propias fuerzas.
Segundo: que había acaecido una mutación completa de ideas en la Europa, en lo respectivo a formas de gobierno; que como el espíritu general de las naciones en años anteriores era republicarlo todo, en el día se trataba de monarquizarlo todo; que la nación inglesa, con el grandor y majestad a que se ha elevado, no por sus armas y riquezas, si por una Constitución de monarquía temperada, había estimulado las demás a seguir su exemplo; que la Francia la había adoptado: que el Rey de Prusia, por sí mismo, y estando en el goce de un poder despótico, había hecho una revolución en su reino, y sujetádose a bases constitucionales iguales a las de la Nación inglesa; y que esto mismo habían practicado otras naciones.
Tercero: que conforme a estos principios, en su concepto la forma de gobierno más conveniente para estas provincias sería la de una monarquía temperada; llamando la dinastía de los incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa tan inicuamente despojada del trono por una sangrienta revolución, que se evitaría para en lo sucesivo con esta declaración y el entusiasmo general de que se poseerían los habitantes del interior, con sola noticia de un paso para ellos tan lisonjero, y otras varias razones que expuso.
Cuarto: que el poder de España en la actualidad era demasiado débil e impotente por la ruina general a que la habían reducido las armas francesas, discordias que la devoraban, y poca probabilidad de que el gabinete inglés le auxiliase para subyugarnos, siempre que de nuestra parte cesasen los desórdenes que hasta el presente nos han devorado; pero que al fin, siempre tenía más poder que nosotros, y debíamos poner todo conato en robustecer nuestros ejércitos.
Quinto: que la venida de tropas portuguesas al Brasil no era efecto de combinación de aquel gabinete con la España, pues que la Casa de Braganza jamás podría olvidar la cooperación de la España a la entrada de los franceses en Lisboa, y desgracias que ha sentido por ella*; que el verdadero motivo de la venida de esas tropas era precaver la infección del territorio del Brasil; que el carácter del Rey D. Juan era sumamente pacífico y enemigo de conquista, y que estas provincias no debían temer movimientos de aquellas fuerzas contra ellas.* Después de todo lo cual y -evacuadas- otras preguntas que se le hicieron por algunos señores diputados, y se omiten por menos interesantes, se retiró de la Sala y terminó la sesión.
*Que enviado Salazar por el gabinete español cerca de S. M. F. para pedir temporalmente, y mientras de subyugaban esyas provincias, la posesión de la isla de Santa Catalina había recibido una terminante negativa y sólo se le habían ofrecido los auxilios que el derecho de gentes exigiere.
*Que a él se le había prometido en aquella Corte observar exactamente el armisticio mientras el Gobierno de las Provincia Unidas no faltase por su parte, y que así se había permitido, a pesar de reclamaciones del enviado español, la libre entrada y salida de aquel reino a los hijos de estas provincias.
Plato con el retrato de Belgrano. Principios del S. XX |