martes, 1 de junio de 2021

Combate de Vuelta de Obligado

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Encontramos este artículo que fue publicado en el diario La Prensa el 21 de noviembre de 2010, en la columna "Los fantasmas del pasado" de Armando Alonso Piñeiro, sobre el combate  de la Vuelta de Obligado.

Leyenda y realidad 
de la Vuelta de Obligado

 
Ayer se recordó un nuevo aniversario de la batalla de la Vuelta de Obligado, librada entre nuestro país y la coalición franco-británica en 1845.

A propósito de ello, desde hace varias semanas -más precisamente desde que se impulsó en el Congreso Nacional la festividad del 20 de noviembre vengo leyendo no sin sorpresa diversos artículos sobre aquel encuentro, calificándolo de “victoria argentina”.

Vayamos a las precisiones documentales. Desde hacía tiempo las principales potencias europeas buscaban la libre navegación de algunos ríos argentinos -especialmente el Paraná- a fin de tener acceso al transporte de mercaderías con destino a Entre Ríos, Paraguay y Corrientes. En octubre de aquel año se aprestó la expedición invasora, integrada por once buques de combate, que parecían pocos en número, pero se encontraban tripulados por 800 infantes de marina y el más moderno armamento de la época.

La Vuelta de Obligado consiste en úna angosta y pronunciada curva del río Paraná, de sólo 700 metros de ancho, ideal para montar una defensa bastante eficiente. Ya en 1811, luego de un triunfo realista sobre las fuerzas del entonces naciente país argentino en San Nicolás, Hipólito Vieytes había sido designado para construir una eficaz fortificación en la Vuelta de Obligado, previendo cualquier ataque, que recién se produciría treinta y cuatro años más tarde, aunque en esta oportunidad no precisamente por España.

Sabedor de lo que sobrevendría, Juan Manuel de Rosas encargó a su cuñado, el general Lucio Norberto Mansilla, que organizara un sencillo pero inteligente artificio: cubrir aquellos 700 metros de agua Por gruesas cadenas, de costa a costa, desde donde la artillería argentina podría atacar a los invasores europeos.

Entre las respectivas navegaciones, el montaje de los estrenques y la preparación táctica de ambas fuerzas beligerantes, en realidad la Vuelta de Obligado debe considerarse librada en dos días: del 18 al 20 de noviembre, siendo esta última jornada la decisiva. La flota invasora, con más de un centenar de cañones pesados se enfrentó con las fuerzas patriotas, que si bien contaban con algo menos de tres mil efectivos, estaban pobremente armados, con veintiún cañones bastante inútiles. Pero ingleses y franceses se encontraron con la sorpresa de una muralla de hierro, a la que era preciso destruir para conseguir los objetivos finales.

Tiempo, hombres y cañones le costaría a la flota enemiga romper a la postre las cadenas, siempre bajo un graneado fuego de los argentinos, que sin duda se destacaron bravamente, aunque con pérdida considerable de vidas humanas. He aquí un párrafo demoledor: “A las tres de la tarde, los argentinos están casi sin municiones. Juan Bautista Thorne, en la destrozada batería Manuelita, rodeado de cadáveres, dispone solamente de ocho tiros. A las 5 hace el último disparo y Una granada enemiga lo derriba. No ha sido nada, dice al levantarse, pero ha quedado sordo para siempre. Las restantes baterías son sólo restos que cesan el fuego por falta de pólvora”.

La batalla ha terminado. A la mañana siguiente, los vencedores anglo-franceses inspeccionan los cañones argentinos, pero la mayoría fueron arrojados al agua por inservibles, quedándose apenas con unos pocos de bronce que se llevaron más bien como recuerdo.

Como todos los historiadores genuinos lo han reconocido, la Vuelta de Obligado constituyó un derroche increíble de heroísmo patriota. Fue una derrota, no una victoria, pero una derrota épica, Los ríos argentinos continuaron siendo argentinos, no internacionales, pero no se puede afirmar que la batalla como tal, desde el punto de vista estrictamente militar, haya constituido un triunfo. Es lícito rendir homenaje permanente a aquellos héroes increíbles, pero no debe caerse en el error de considerarla un trofeo bélico nacional. Sería insistir en aquello de “campeones morales”. La verdad histórica, afortunadamente, es más gloriosa que la leyenda.