jueves, 31 de octubre de 2024

Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego - Luis Launay - Norberto J. Chiviló

 Con motivo de la creación del INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTÓRICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO MANUEL DORREGO, mediante el decreto N° 1880, firmado por la expresidente Cristina Fernández de Kirchner el 17 de noviembre de 2011, un Académico, el Sr. Luis Launay -años después nombrado presidente de ese Instituto-, por aquellos días, solicitó mi opinión sobre esa nueva institución.

He aquí la respuesta que le envié:


31 de diciembre de 2011

Sr. Luis Launay.

¿Cómo está?

En primer lugar, no cabe sino felicitarlo por su designación como Académico del  Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego” de reciente creación y le deseo que tenga el mayor de los éxitos en su gestión.

Debo disculparme también por no haberle contestado con la prontitud que merece, a su pregunta sobre que opino de dicho Instituto. La demora se debió a que para mí, por mi profesión de abogado, el mes de diciembre es muy complicado y por eso recién ahora lo hago.

Por supuesto que considero necesaria –incluso “permanente”– la revisión de la historia nacional, incluida la actual, tan tergiversada.

Con respecto a la creación de este nuevo Instituto, me parecería bien que se dedicara al estudio de la vida y obra de Manuel Dorrego, ya que hay mucho para investigar sobre este personaje histórico, pero me parece que se le ha querido dar un estatus superior a los Institutos ya existentes. Pero sí, caben las siguientes preguntas: Las decisiones de este nuevo Instituto, serán inapelables?, será un Súper Instituto?

Me parece que el Instituto Rosas con una antigua y aquilatada trayectoria de más de setenta años, hacía innecesaria la existencia de otro Instituto que se le superpusiera y lo mismo puedo decir con respecto a otros Institutos Históricos (Perón, Eva Perón, Yrigoyenista).

Le voy a ser sincero, mucho no me ha gustado que la creación de este nuevo Instituto, lo sea a la sombra de un gobierno, que a mi entender –y disculpe mi franqueza– nada tiene de rosista y revisionista, es más, creo que está en sus antípodas. Para hacer tal afirmación, veo a nuestra Patria sumida en el desorden, la anarquía, la inmoralidad, la banalidad, la deshonestidad de sus gobernantes, el desapego a la ley, la destrucción de instituciones básicas de una sociedad, la trasgresión por doquier, la mentira institucionalizada, etc, etc. y nuestras autoridades, muy por el contrario de intentar revertir esa situación, la profundizan.

La idea que yo tengo de lo que debe ser la historia, como el estudio de hechos ocurridos, para su análisis y posterior enseñanza, debe estar íntimamente vinculado a la verdad. La historia debe ser “verdad”, de lo contrario, no sirve… por lo menos para mí.

Me parece que desde la esfera oficial se está intentando hacer una “historia” nueva, donde la verdad ha sido reemplazada por la “memoria”, totalmente parcializada y tergiversada. Esta “historia”, cuenta tras de sí con un formidable aparato de propaganda –con medios oficiales y no oficiales- que día a día machacan diferenciando entre “buenos” y “malos”, en una nueva historia al estilo mitrista, intentándose crear también nuevos “proceratos” intocables.

Inclusive estamos viendo como Perón, entre los mismos “peronistas” está siendo desplazado a un segundo lugar. El “Perón Vence: la P arriba de la V ” está siendo reemplazada por el “Kirchner Vence: La K arriba de la V ”, como he visto pintado en algunas paredes de mi Ciudad. Me remito también a las palabras de la Señora Presidente cuando días pasados, se refirió a la inexistencia del derecho de huelga en la época de Perón.

Me parece bien que desde el gobierno se destaquen las figuras de Rosas, San Martín y demás patriotas, pero me parece que más importante que ello, sería que desde el gobierno se imitaran sus conductas (si bien reconozco que lograr ello es bien difícil) como el actuar honesto y serio de Rosas en el manejo de la Administración -ya que de ser una de las personas más ricas de nuestro país en aquél momento pasó a ser después de ser derrocado una persona humilde que se ganaba el pan con su trabajo personal, Rosas fue un servidor de su país y por el cual perdió su fortuna, legítimamente hecha- y no como ahora que los funcionarios multiplican su patrimonio año a año y a nadie se le mueve un pelo.

De todas formas, creo también que hay que ver el actuar de este nuevo Instituto de ahora en más y espero que la Verdad histórica sea su meta y que demuestre su independencia de todo gobierno de turno.

Lo saludo con la mayor cordialidad y aprovecho también para reiterarle junto a su familia, un Nuevo Año, con paz, salud, amor.

Norberto Jorge Chiviló

martes, 29 de octubre de 2024

Revisión N° 1 - Periódico/Revista Revisión

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
En julio de 1959 comenzó a publicarse el periódico/revista REVISION.
Agradecemos al Instituto Bibliográfico Antonio Zinny, poseedora de los periódicos en versión papel, el habernos facilitado la versión digital.
A continuación publicamos el N° 1 

Para obtener información sobre el periódico/revista Revisión, hacer click en el siguiente link:


Revista Revisión N° 1

Revisión N° 1

Periódico Revisión N° 1

Periódico Revisión 1


Revisión N° 1

Periodico Revista Revisión N° 1


Instituto Juan Manuel de Rosas

Periódico del Instituto Rosas


viernes, 18 de octubre de 2024

Rosas y los indios - Diario Clarín

 Diario Clarín del 29 de setiembre de 2024  

Diario Clarín




El 29 de setiembre de 2024, en la página 63 del diario Clarín, en la columna "Pido la palabra - Testimonios" se publicó el artículo "El estanciero que logró la suma de poder público"

Por disentir con algunos de los conceptos allí expresados, y como el artículo carecía de firma, le mandé una carta al director del diario, Sr. Héctor Magnetto" al correo electrónico institucional@grupoclarin.com

Hasta el momento no recibí ningún acuse de recibo, ni contestación, pero en el caso de recibir alguna respuesta, la misma será publicado en este blog.

Aquí el texto del artículo:

El estanciero que logró la suma del poder público 

“Nuestro hermano Juan Manuel, indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado, y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos todos juntos”. Estela Ferreyra, “Próceres de papel y héroes olvidados en la Independencia argentina”. Año 2013. Fragmento. (La cita, de un aparente aborigen, no es compartida por ninguno de los historiadores que han rastreado, estudiado e investigado la vida del poderoso estanciero bonaerense. Un dato más que confirma que aún hoy, a casi un siglo y medio de su muerte, la figura de Juan Manuel de Rosas sigue envuelta en ardorosas polémicas. Algunos lo nominan por su rango de brigadier general y otros sólo lo ven como un tirano. Fue derrotado en Caseros por Urquiza, quien siguió facilitándole su manutención en su destierro en una granja en Southampton. Sus restos fueron repatriados en 1989, hace 35 años, por el presidente Carlos Menem. Gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1829-1852 y a partir de 1835 lo hizo con “la suma del poder público”.)

Aquí el texto del correo electrònico enviado

Villa Ballester, 13 de octubre de 2014.

Sr. Director del diario Clarín,

Sr. Héctor Magnetto

De mi mayor consideración.

 

Soy suscriptor de ese diario y el día domingo 29 de setiembre pdo. leí la nota aparecida en la pág. 63, en la columna “Pido la palabra - Testimonios”: titulada “El estanciero que logró la suma del poder público”, y como la misma carece de firma, le remito a Ud. esta carta, con las siguientes consideraciones.

Me extraña –aunque no tanto-, que se escriba sobre nuestra historia con tanta ligereza y desconocimiento de los hechos históricos, lo que ya comprobé en ediciones anteriores.

La nota comienza con una frase de un “aparente aborigen, no es compartida por ninguno de los historiadores que han rastreado, estudiado e investigado la vida del poderoso estanciero bonaerense” y en el epígrafe de la ilustración de Rosas, que acompaña la nota, dice: “Rosas. ¿Hermano de indios?”.

La frase en cuestión pertenece ni más ni menos que al “aparente aborigen”, cacique Cipriano Catriel y se encuentra publicada en la obra “Roca y Tejedor” de Julio A. Costa, 2da. parte, 2da. edición, (Talleres Gráficos Mario, Buenos Aires, 1927). Me interesaría que el autor de la nota me informara quienes son los “historiadores que han rastreado, estudiado e investigado la vida del poderoso estanciero bonaerense”, según su opinión y por lo visto me parece que tanto no la han rastreado ni estudiado y menos aún investigado.

Se ignora, o mejor dicho se quiere ignorar que Rosas, fue para la población indígena un verdadero padre y hermano, ya que cuando pudo trató de protegerlos y ayudarlos, para integrarlos a la civilización, ya sea intentando asentar algunas tribus cerca de los fortines, para evitar que fueran atacados y masacrados por otras tribus enemigas y más belicosas. También les proveyó de elementos de labranza, bueyes, semillas y demás implementos, para que se asentaran en el territorio y dejaran de ser nómades. Los integró al ejército, otorgándoles grados militares. Los hizo vacunar contra la viruela -con la vacuna descubierta a fines del siglo XVIII por el científico inglés Edward Jenner-, ya que ese mal ocasionaba estragos en las poblaciones indias. En el diario “El Lucero”, de Buenos Aires, del 4 de enero de 1832, salió publicada la noticia de la distinción que la Sociedad Real Jenneriana de Londres decidió otorgar al gobernador Juan Manuel de Rosas y a los médicos que la aplicaban, designándolo Miembro Honorario de esa Sociedad, “en obsequio de los grandes servicios que ha rendido a la Humanidad, introduciendo con el mejor éxito la vacuna entre los indígenas del país”.

Adolfo Saldías cuenta en su obra “Historia de la Confederación Argentina”, (Librería El Ateneo Editorial, 1952), refiriéndose a un parlamento que Rosas mantuvo en Tandil con los indios pampas (fines de 1825, principios de 1826) que “en esas circunstancias se había desarrollado la viruela en algunas tribus. Como resistieron la vacuna Rosas citó ex profeso a los caciques con sus tribus y se hizo vacunar él mismo. Bastó esto para que los indios en tropel estirasen el brazo, por manera que en menos de un mes recibieron casi todos el virus”.

En una carta que Rosas envió al cacique Catriel, le decía con respecto al suministro de la vacuna: “Ustedes son los que deben ver lo que mejor les convenga. Entre nosotros los cristianos este remedio es muy bueno, porque nos priva de la enfermedad terrible de la viruela, pero es necesario para administrar la vacuna que el médico la aplique con cuidado…hay cosas que el grano que ha salido es falso y en tal caso el médico debe hablar la verdad para que el vacunado sepa que no le ha prendido bien que el grano que el que le ha salido es falso, para que con este aviso sepa que para el año que viene debe volver a vacunarse ...Después de esto si quieren ustedes que vacune a la gente puede el médico empezar a hacerlo…”, de esta forma Rosas deja que sean los indígenas quienes opten por aplicarse la vacuna, señalándoles que para los cristianos el “remedio era bueno”, a la par resaltaba la actuación del médico, quien era la persona que podría indicar sobre la administración y evolución de la vacuna. Además promovía la entrada del médico a las tolderías para tratar otras enfermedades de las tribus indias.

El inglés Sir Woodbine Parish citó en su libro “Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata” (Editorial Hachette), que en uno de los parlamentos efectuado por Rosas en la Chacarita de los Colegiales hacia 1831, se suministró la vacuna a muchos indios que integraban la comitiva de caciques pampas y vorogas. En el lugar existían también otros alojamientos especiales destinados para indios enfermos.

Como bien lo dijo Catriel, mientras Rosas fue gobernador, los indios se mantuvieron en paz, ya que el gobernador aplicó la llamada política del “trato pacífico”, por la cual el gobierno les proveía de ganado y otros elementos para su subsistencia como yerba, azúcar, ropa, tabaco, potrancas, etc., alejándolos del malón, que tanto daño ocasionaban a las poblaciones cercanas a la frontera, con la destrucción e incendios de las viviendas y el asesinato de sus pobladores y llevando cautivos, especialmente mujeres y niños. Los indígenas desollaban la planta de los pies de los cautivos, para evitar las fugas, y las mujeres o bien eran utilizadas por los indios para los placeres de la cama y para mejorar su raza o eran utilizadas por las chinas como sirvientas. Caído Rosas, los distintos gobiernos, descuidaron el problema indígena, por lo cual volvieron los malones que asolaron distintas poblaciones.

El buen trato mantenido por Rosas con los indios, le permitió recuperar cautivos, a cambio de animales y otros bienes.

Debería saberse que siendo niño, Rosas se afincó en las estancias fronterizas de sus familiares, por lo cual tuvo contacto permanente con los niños indios, aprendiendo sus juegos y su idioma, lo que le permitió tener cabal conocimiento del mundo indígena y el respeto y ascendiente sobre los mismos, reconocido por escritores que no son sus partidarios, y asimismo debemos recordar que redactó un diccionario y gramática de la lengua pampa.

Hay muchos testimonios sobre el comportamiento del gobernante porteño con respecto a sus amigos indígenas. Así Panguitruz Güer -o Gnor- (Zorro), hijo del cacique ranquel Painé Güer, quien siendo niño fue hecho bautizar por Rosas, quien le dio su apellido, por lo cual Pangitruz, pasó a llamarse Mariano Rosas, nombres que usó el resto de su vida, trabajó en la estancia El Pino –propiedad de Rosas-, donde aprendió a leer y escribir y realizar distintas tareas camperas, llegando a ser con el paso de los años, cacique ranquel. Mariano vistió como un gaucho durante su vida. Lucio Victorio Mansilla cuenta en su libro “Una excursión a los indios ranqueles” (Espasa-Calpe Argentina S.A., 1944), acerca de su encuentro personal con Mariano, que "Mariano Rosas conserva el más grato recuerdo de veneración por su padrino; hablaba de él con el mayor respeto, dice que cuanto es y sabe se lo debe a él; que después de Dios no ha tenido otro padre mejor; que por él sabe cómo se arregla y compone un caballo parejero; cómo se cuida el ganado vacuno, yeguarizo y lanar, para que se aumente pronto y esté en buenas carnes en toda estación; que él le enseñó a enlazar, a pialar y a bolear a lo gaucho. Que a más de tales beneficios le debe el ser cristiano, lo que le ha valido ser muy afortunado en sus empresas".

Hacia 1835, un año después de haber concluido la campaña al desierto, llega a los pagos de Azul, la noticia de que Rosas asumía de nuevo el gobierno, por lo que el 24 de junio aparece en la Guardia del Azul una cabalgata de cuarenta jinetes indios encabezados por los caciques Catriel, Cachul y Nicasio para festejar. El primero embrazaba un gran retrato de Rosas y se dirigieron todos a la plaza del poblado donde Catriel pronunció un discurso frente a numeroso público "Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis hermanos moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel, no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos. Mientras viva Juan Manuel pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras mujeres e hijos. Las palabras de Juan Manuel son lo mismo que la palabra de Dios. Todos los que están aquí saben que lo que Juan Manuel nos dijo ha sido cierto. Nunca nos mintió”. Ello surge de “Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833, escritos comunicaciones y discursos”, recopilados por el coronel Juan Antonio Garretón, (Eudeba, 1975).

En el N° 457 de la revista Caras y Caretas del 6 de julio de 1907, se publicó una nota escrita por Alberto Tena, quien entrevistó al cacique Jacinto Primero -nieto del cacique Paraná Calvao-, que por aquél entonces contaba con 94 años, que había venido a la Capital en compañía de su hija María Coliqueo, para implorar que no se lo desalojara de la tierra que ocupaba en Los Toldos ya que “…esa tierra le fué dada por don Juan Manuel de Rozas en premio a los servicios guerreros de innúmeras batallas en las cuales su cabello flotante fue abrasado por la pólvora… Describe a Rozas, de quien fue amigo y capitán…” en la entrevista afirmó que “Hace sesenta años que cultiva doce cuadras de campo en Los Toldos; a ellas le ha entregado todas sus fuerzas viriles, todos sus bravos sudores. Y ahora tratan de echarlo a la calle en plena ancianidad, fatigado, después de haber esgrimido medio siglo la lanza al servicio del gobierno, después de haber poseído toda la llanura, adquirida hoy por empresas inglesas y súbditos italianos…”

En cuanto al ascendiente de Rosas sobre los pueblos indios dan fe muchos personajes, entre ellos Charles Darwin, quien integraba la expedición comandada por Fitz Roy en su travesía alrededor del mundo a bordo del HMS Beagle, desembarcó en la desembocadura del río Negro en agosto de 1833, y se dirigió al campamento de Rosas a orillas del río Colorado, durante la campaña al Desierto, donde se entrevistó con Rosas, resaltando en el libro “Diario del viaje del Beagle”, que escribió años después contando sus experiencias, y refiriéndose a los indios que acompañaban a la expedición, que “Supuse que el general Rosas tenía cerca de seiscientos aliados indios”.  Muchos de los cuales llevaban a sus familias.

“Pero hubo otro método que lo extraemos de otro hecho histórico: a fines de 1878 ya muerto Rosas, y durante la Campaña al Desierto de Roca, el cacique Vicente Pincen (Pin-Then que significa dueño del decir, hablar bien), es tomado prisionero y el coronel Villegas lo remite a Buenos Aires donde es alojado en el cuartel del Batallón 6 de Infantería de línea siendo visitado por personalidades como Roca, Estanislao Zevallos y otros para escuchar de labios del cacique sus hazañas en el desierto que al parecer sabía relatar muy bien haciendo honor a su nombre. En uno de sus cuentos, Pincen recordó que en su juventud llegó a conocer a Don Juan Manuel de Rosas, expresando ‘Juan Manuel ser muy bueno pero muy loco: nos regalaba potrancas, pero un gringo nos debía tajear el brazo, según él era un gualicho grande contra la viruela y algo de cierto debió ser porque no hubo más viruela por entonces’. De ese recuerdo de Pincen, parece desprenderse otra metodología para inducir a la vacunación. Un pequeño chantaje. Iban los suministros, pero después iba la vacuna.”, en “Rosas y sus relaciones con los indios” de Jorge O. Sulé, (Editorial Corregidor, 2007).

Podemos mencionar entre otros, a los siguiente autores, o bien adherentes a la “historia oficial”, antirrosistas o bien neutrales -omito mencionar a autores “rosistas”-, quienes se refirieron a la consideración y ascendiente que Rosas tenía sobre las tribus indias: el uruguayo Alejandro Magariños Cervantes, en “Estudios históricos, políticos y sociales sobre el Río de la Plata”, (Tipografía de Adolfo Blondeau, París, 1854), manifestó entre otras cosas: "El grande americano [Rosas], …niveló a sus compatriotas con el chaleco de grana, el bigote y la patilla federal, y sobre todo, con el roce de las últimas clases con las más ilustradas y opulentas. ¡Vergüenza da decirlo!...se alió con los indios salvajes del Chaco y de la Pampa, manumitió a los negros esclavos…"; el comerciante inglés William Mac Cann, quien en la versión argentina “Viaje a caballo por las provincias argentinas”, (Hyspamérica, 1985), expresó: "Se calcula en tres mil, el número de indios de lanza que pueden considerarse adictos a las autoridades de Azul y Tapalquén, pero, en caso necesario, esa cantidad podría duplicarse apelando a los caciques de Tierra adentro, que tienen una altísima idea del poder y la grandeza del general Rosas"; el historiador inglés Frederick Alexander Kirkpatrick, en su obra “A history of the Argentine Republic” publicada por la Universidad de Cambridge en 1931 y en su versión en castellano publicada en el mismo lugar y año, con el título “Compendio de Historia Argentina”, escribió sobre Rosas “…le habían rodeado de un prestigio casi principesco entre los gauchos y los indios del sur… este joven caudillo, capaz y decidido, hombre educado, de familia aristocrática, al mismo tiempo que hombre de negocios afortunado, y también el camarada y jefe de gauchos y de caciques indios… este jinete atlético este capitán de indios y de gauchos…”; el político radical Dermidio T. González en su obra “El hombre - Reedición de la obra y apuntes históricos - Documentos y hechos desconocidos de la historia argentina",  (Arturo E. López editor, Buenos Aires, 1912), manifestó “Rosas ha sido pues el gobernante más popular que se ha conocido en el país y puede asegurarse que nadie le ha igualado hasta ahora. El entusiasmo cunde en todas partes y especialmente en la provincia de Buenos Aires y hasta en las tolderías de los indios que tienen confianza 'en la palabra de Juan Manuel que era como la de Dios' "; Domingo F. Sarmiento en el “Facundo”, dice cuanto a la actitud del gobernador con los indios: "Para intimidar la campaña, atrajo a los fuertes del Sud algunas tribus salvajes, cuyos caciques estaban a su órdenes" y en el artículo titulado "Protesta", publicado en “Crónica” el 23 de diciembre de 1849, destaca la influencia de Rosas entre "los salvajes de la pampa", y dice: "El [Rosas] ha vivido toda su vida en contacto con las pampas; hizo su fortuna en el negocio pacifico, tráfico con los indios; para cuyo objeto lo creyeron idóneo los gobiernos sucesivos de Las Heras, Rivadavia y Dorrego. Él tiene grande influencia entre los salvajes de la pampa, con quienes no tengo yo, pues los títulos universitarios no valen gran cosa para ser respetado de los salvajes de cara cobriza o blanca, no importa. Es permitido, pues, creer por todos estos antecedentes, que don Juan Manuel Rosas, si no es enteramente salvaje, mucha afinidad debe tener con ellos…"; y por último –para no extenderme más- voy a concluir con la opinión de Ricardo Rojas en “Historia de la Literatura Argentina”, (Editorial Losada, Buenos Aires, 1948), donde manifestó: "Hay quienes dicen que Rosas era la barbarie, frente a la civilización representada por sus selectos enemigos; pero esto es dar a una frase de valor polémico en su tiempo un alcance de verdad científica que sus propios autores no pretendieron para ella cuando la lucha había pasado. Que Rosas representaba el sentimiento del país, no puede negarse, porque tuvo la adhesión de Buenos Aires y de las provincias, de los caudillos y de los pueblos, de la burguesía y de la plebe, de los indios y de los gauchos, de los negros libertos y de muchos blancos europeos”.

Sin más, saludo al Sr. Director, con la mayor consideración.

                      Norberto Jorge Chiviló - periódicoelrestaurador@yahoo.com.ar

miércoles, 9 de octubre de 2024

Rolando Hanglin - Rosas

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el portal del diario La Nación, del 24 de abril de 2012, fue publicado este interesante artículo sobre Rosas.


Juan Manuel de Rosas
Retrato litográfico sobre papel. Este retrato ilustró la obra “Causa criminal seguida contra el ex-gobernador Juan Manuel de Rosas…” (Buenos Aires. Imprenta de La Tribuna, 1864)

Cosas sobre Rosas

Por Rolando Hanglin

Uno opina, acerca sobre Juan Manuel de Rosas lo que le han explicado en su casa, o lo que le contaron en la escuela.

Hoy día no aparece el tema Rosas en los diarios, revistas o la tele, de manera que -salvo que tenga un motivo especial- el argentino medio estima que Rosas fue "un tirano sangriento que mandaba degollar a sus opositores" o un "nacionalista cabal, continuador de San Martín y precursor de Perón". 

Sea como fuere, estas breves noticias pueden interesar al lector. Ante todo, cabe aclarar que el título de "Restaurador de las Leyes" no se entiende bien en la terminología actual. Hoy diríamos que Rosas fue un hombre decidido a restablecer la ley y el orden. Cabe recordar que fue designado gobernador de Buenos Aires después del fusilamiento de Manuel Dorrego por orden de Juan Lavalle (ver federales contra unitarios) y al cabo del largo período de anarquía que va de 1810 a 1830.


HECHOS

Rosas nació el 30 de marzo de 1793, en la casa grande del finado don Clemente López de Osornio, en la vereda norte de la calle Santa Lucía, hoy Sarmiento. La madre fue doña Agustina López y el padre un joven militar, don León Ortiz de Rosas. Al nacer el varoncito y chillar como un marrano, el gallardo teniente del regimiento de Infantería de Buenos Aires se calzó el uniforme completo. Abriéndose paso entre el pulpero don Ignacio, el mulato José, las esclavas negras Feliciana, Damiana, Pascuala, Teodora y otras, y la india libre Juliana, todas criadas de la familia, corrió hasta el cuartel con su calzón azul, su chupa, vuelta y collarín encarnado con botones blancos. Buscaba al capellán, pero como nadie le respondiera atrapó al cura del batallón tercero, doctor Pantaleón Rivarola. Pensaba que un vástago de los Ortiz de Rosas debía ser militar y católico desde el primer día de su vida. De Juan Manuel adelante, Agustina tuvo 20 hijos, de los cuales vivieron 10.


CRUELES RECUERDOS

En lo de López, aún se recordaba la tragedia de don Clemente. El padre de Agustina, un típico estanciero militar de aquel tiempo feroz, poseía un establecimiento llamado "El Rincón de López". Estaba en contacto con la frontera india. En un malón de 1783, don Clemente y su hijo Andrés (de 26 años) fueron degollados por los pampas.

El primer Ortiz de Rosas que se recuerda fue don Bartolomé, caballero de la orden de Santiago, que dejó partir a las Indias, en 1742, a su hijo Domingo. Luego vinieron virreyes, capitanes, alcaldes y gobernadores.

Don León, el padre de Juan Manuel, era un joven aventurero. Se alistó con una expedición de don Juan de la Piedra en 1785, hacia el Río Negro, en pleno territorio indio. Allí degollaron a numerosos guerreros, mujeres y niños de la tribu de Francisco. León fue tomado prisionero. Le esperaba una ejecución por la muerte lenta, pero el Virrey Loreto ofreció canjearlo por un hermano del cacique Negro, que mantenía cautivo. Luego se ajustaron las paces.


COMBATE A LOS 13 AÑOS

Rosas atravesó su bautismo de fuego a los 13 años. Al producirse las invasiones inglesas de 1806, al mando del muy diplomático y seductor William Carr Beresford, que dejó amigos por todas partes, muchos porteños se quedaron sin reacción, y otros derramaron lágrimas de impotencia como Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Santiago de Liniers.

Luego, se produce la gloriosa Reconquista (13 de agosto de 1806) y Rosas actúa como niño servidor de cañón, encargado de conducir cartuchos. Al día siguiente de la victoria, el francés Liniers (hombre del ancien régime, conservador, leal a España, luego Virrey, luego renuente a la Revolución de Mayo y fusilado de manera inicua) felicita al joven Rosas, le da una carta para doña Agustina, le augura una gran carrera militar, etc. Recordando a Liniers, un Rosas ya anciano escribía: "¡Liniers! Ilustre, noble, virtuoso, a quien yo tanto he querido y he de querer por toda la eternidad, sin olvidarlo jamás."


NO LE GUSTÓ LA REVOLUCION DE MAYO

En otras palabras, Rosas reaccionó visceralmente, cuando era casi un niño, contra las Invasiones Inglesas. Como todo español bien nacido.

El General Beresford, que había sido un gobernador templado, quedó prisionero en Buenos Aires y, luego, en Luján. Gran número de comerciantes británicos, que se habían instalado ya en la Argentina, descontando el éxito de la nueva autoridad inglesa, se radicaron definitivamente aquí: por ejemplo, los hermanos John y William Parish Robertson. Cientos de prisioneros británicos desertaron y se instalaron como paisanos cualesquiera en ranchos de la pampa. Tal el caso del suboficial irlandés Peter Campbell, que al parecer olvidó el idioma inglés: fue matrero, maloneó con los indios y terminó como incorruptible ayudante de los hermanos Parish Robertson. Y por último, caudillo federal.

Cuando los ingleses invadieron Buenos Aires y Montevideo, en 1806-1807, había muchos irlandeses en sus filas, enrolados contra su voluntad. Era costumbre británica, y de las autoridades militares, reclutar a jóvenes de Irlanda acusados de algún delito político o vulgar, y la condena consistía en servir al Ejército o la Marina de Guerra, sobre todo esta última, lo cual no deja de asemejarse a la leva de los paisanos argentinos. El hecho es que numerosos irlandeses, católicos y antibritánicos, se encontraron de pronto en el Río de la Plata. Región española de la misma religión, donde eran inducidos por los vecinos a desertar. Y lo hicieron masivamente, tanto es así que el bueno de Beresford (irlandés también, y hasta se lo sospechaba católico) tuvo que imponer la pena de muerte a los desertores de la tropa británica o aquellos que los sedujeran (¿) en esa dirección. (Más pormenores de esta cuestión se encuentran en "Historias Ignoradas de las Invasiones Inglesas", de Roberto Elissalde, incluyendo la aventura de los Paley, los Lynch y otras familias tradicionales irlando-argentinas).

Los cientos de comerciantes, desertores, contrabandistas y granjeros ingleses arribados entre 1806 y 1807, sembraron una semilla de liberalismo, independencia y constitución. Tanto así, que Beresford fue asistido en su fuga, cuando se encontraba bajo arresto domiciliario en Luján, por dos argentinos: Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla. Este último, agente del venezolano Francisco de Miranda, precursor de la Independencia Iberoamericana. En otras circunstancias y en otra nación, lo de estos hombres sería alta traición, o sea: fusilamiento.

De todos modos, el caballeresco Beresford permaneció en Montevideo y no volvió a la carga en 1807 (cuando la Segunda Invasión) cumpliendo con el código de capitulación militar, propio de aquellas épocas, en las cuales el vencido juraba no levantar otra vez las armas contra el vencedor.

Entiéndase bien: el vencedor de la Reconquista, en 1806, era España, y no la Argentina, república nonata.

En los días siguientes, el fermento ideológico sembrado por los ingleses germinó en Buenos Aires, donde los jóvenes jacobinos de la Sociedad Patriótica distribuían panfletos, proclamaban la libertad, y parloteaban incansablemente en casa de Mariquita Sánchez de Thompson y su marido, que a pesar del apellido era un militar español.

Escribía don Tomás M. de Anchorena: "Nos hemos defendido de los ingleses sin ningún auxilio español, y hemos emprendido un gobierno a nombre del rey cautivo don Fernando VII, para después, cuando recobrase la libertad, brindarle su justo homenaje. De este modo era como yo oía discurrir entonces a patriotas de primera figura en nuestro país. No sé si algunos habían leído alguna cosa de política moderna, ni sé que hubiera otra que el Pacto Social de Rousseau, traducido al castellano por el famoso señor Mariano Moreno, cuya obra sólo puede servir para disolver los pueblos, formando de ellos grandes conjuntos de locos furiosos y de bribones. Así discurrían muchos de los que estaban al frente del movimiento separatista".

Esto escribía Anchorena, primo de don Juan Manuel y su amigo íntimo. En cuanto a Rosas, así lo dice Carlos Ibarguren: "La mayoría de los jóvenes contemporáneos de Rosas abrazaron la nueva causa, para combatir por el triunfo de la revolución. Y hasta sacrificaron su tranquilidad, su fortuna y su vida. Mientras que, en las década de 1810 a 1820, esa juventud brega por la independencia o trabaja exaltada por los ideales de libertad en la prensa o la tribuna, Rosas permanece completamente ajeno. El joven Juan Manuel se retrae, se empeña en labores rurales que lo enriquecen, se encierra en su estancia y contempla como simple espectador, desde lejos, los tumultos de la lucha y las proezas de la epopeya".

Luego, aclara el propio Juan Manuel: "Ninguno de mis padres, ni yo, ni mis hermanos o hermanas, hemos sido contrarios a la causa de la independencia americana" (Carta a Josefa Gómez, 2 de mayo de 1869, Museo de Luján).

Es verdad -dice Ibarguren- que Rosas no actuó contra el movimiento separatista de España, pero no pudo ocultar su fastidio ante el desorden y los tumultos: "Los bienes de la asociación han ido desapareciendo insensiblemente desde que nos declaramos independientes. Los tiempos actuales no son los de quietud y tranquilidad que precedieron al 25 de mayo".

Otra carta a Josefa Gómez (Museo de Luján, fecha 1868, Southampton): "En más de 50 años en estas repúblicas, hemos podido ver la marcha de la enfermedad política que se llama revolución, cuyo término es la descomposición del cuerpo social".

Para Rosas, "los tiempos mejores y tranquilos fueron antes de 1810, en los que la subordinación estaba bien puesta, el fuego devorador de las guerras civiles no nos abrasaba: había unión "¿Necesidades de la Provincia? Seguridad y respeto. Asegurar la propiedad de los hacendados y evitar una guerra con los indios, negociando la paz con ellos. "Acostumbrándose a vivir en guerra, los indios formarían escuela militar para ella, y acaso adoptarían el plan de consumir el poder del ejército por medio de la guerra de recursos. No debemos olvidar que aún estamos en revolución, que aún hay conspiradores, y que vemos a los hombres llevar sus venganzas y resentimientos hasta seducir a los salvajes y hacerlos sus instrumentos. Lejos, pues, de nosotros un proyecto de expedición (contra los indios de la Pampa). La paz es lo que conviene a la provincia". Atención: es palabra de Rosas, estanciero de fronteras en 1820. No hablaba de oído.

Ascendido a coronel de caballería el 7 de octubre de 1820, Rosas proclama: "¡Sed precavidos, mis compatriotas, pero más que todo sedlo para con los innovadores, los tumultuarios y enemigos de la autoridad!...¡Odio eterno a los tumultos!...¡Amor al orden!...¡Obediencia a las autoridades constituidas!".


SE FORMAN LOS MALONES

Queda dicho que don Juan Manuel era remiso a una guerra con los pampas, ya que sospechaba que estos jinetes y lanceros podrían formar una temible caballería ligera. Cosa que, en efecto, sucedió. No obstante, ni Rosas ni el singular evangelizador de Kakel- Huincul, el hacendado Francisco Ramos Mexía, lograron mantener el equilibrio de pactos y malones, regalos apaciguadores y visitas gentiles a los astutos caciques.

Un informe del coronel don Pedro Andrés García, enviado por la Primera Junta en 1810 a inspeccionar las guardias de fronteras, reportó lo siguiente: "Existe un desorden general en las campañas, considerando a los llamados labradores y a los vagos. Todos estos forman una parte importante de nuestra población rural. En el curato de Morón, que está casi a las puertas de la ciudad, se cuentan 622 familias, y acaso una tercera parte de estas puede entrar en la clase de estos dudosos labradores. Lo mismo, los demás partidos. ¿Y qué podemos esperar de estos hombres, habituados desde la infancia a todos los vicios y la más destructiva holgazanería? Las más sabias leyes, la más rigurosa policía, no funcionarán jamás sobre una población esparcida en campos inmensos, y sobre unas familias que pueden mudar su domicilio con la misma facilidad que los beduinos o los pampas. Muchos de nuestros campestres, cuyas costumbres no distan demasiado de los salvajes, se han familiarizado con ellos, y atraídos por el deseo de vivir a sus anchas, salen a efectuar correrías en nuestras haciendas. Hay otros que, temiendo el castigo de sus delitos, se domicilian generosamente entre los indios. Estos tránsfugas, cuyo número es muy considerable y crece incesantemente, les instruyen en el uso de nuestras armas, e incitan a que ejecuten robos y se atrevan a hacer correrías en nuestras haciendas. ¡Cuánto no debemos temer a estos indios, acaudillados y dirigidos por nuestros mismos soldados!".

El coronel García estaba registrando, sin saberlo, un cambio antropológico de proyección crucial. En las llanuras despobladas, desde Buenos Aires a Mendoza en el sentido E-O, desde Chaco hasta Tierra del Fuego en el sentido N-S, se reunían varios elementos de combustión histórica:

1. Los pampas y tehuelches, de origen argentino.

2. Los araucanos de Chile, que cruzaban la cordillera y se lanzaban a la caza de ganado cimarrón para venderlo del otro lado de la Cordillera.

3. Millones de vacas y yeguarizos silvestres, en un país de grandes ríos y llanuras fértiles.

4. La disposición de insumos militares útiles como el hierro, aportado por los españoles, ideal para blindar la punta de las chuzas o lanzas.

5. La abundancia de hombres blancos sin domicilio, refugiados de las guerras civiles. Por ejemplo: los Pincheira chilenos, cuatro hermanos hispánicos que perdieron la contienda de la Independencia y pasaron al Plata. El unitario coronel puntano Manuel Baigorria, que se arrimó con sus hombres a los ranqueles. Los hermanos Saa, también puntanos, de historia parecida. Los chilenos Carreras.

6. Todo este gentío fue aglutinado culturalmente por los araucanos chilenos, con su disciplina militar y su lenguaje sencillo y práctico. Tehuelches, blancos, españoles, argentinos, uruguayos, se adaptaron a la Civilización del Cuero. Los araucanos dejaron su "ruca" de piedra y adoptaron el toldo portátil. Se enseñorearon del caballo, alimento autoportante y arma de guerra, alcanzando su máxima expresión en la Confederación de Salinas Grandes, encabezada por el chileno Juan Calfucurá, que había entrado a nuestro país en 1833.

7. Toda esta cuenca inexplorada, conocida como Tierra Adentro o El Desierto, cumplió un papel dramático en Argentina desde 1780 hasta 1880. Es cierto que Rosas realizó, finalmente, una expedición al desierto con Facundo Quiroga y el Fraile Aldao. Pero su idea inicial consistía en pactar, a toda costa, con los pampas argentinos.


NO LE GUSTABA BUENOS AIRES

A pesar de que había nacido en esta ciudad y aquí tenía su casa, Rosas no gustaba del ambiente porteño en el período 1806-1820. Por empezar: en 1806, la población, fácilmente conquistada por los ingleses, acogió con aparente cordialidad a los nuevos amos: "Abriéronse amablemente las salas para recibir a los jefes y oficiales británicos, que se paseaban por la calle del bracete con las Marcos, las Escalada y las Sarratea: las autoridades juraron fidelidad al general Beresford, las comunidades religiosas dedicaron laudatorias y lo mismo el prior de Santo Domingo, Fray Ignacio Grela, quien hizo desde el púlpito el panegírico del gobierno británico. Pero, en el fondo, el espíritu público despechado temblaba sediento de venganza", (Alejandro Gillespie, Buenos Aires y el Interior)

Conviene aclarar que Rosas no tenía nada de antibritánico. Durante su larga administración (1829-1852) respetó y consultó a los ingleses. Llegado el momento, se exiló en Southampton, donde sus amistades fueron británicas y sus peones ingleses, en la Burgess Farm, durante 25 años. Al morir, designó albacea a Lord Wellington. En el poder, privilegió fuertemente al Consul General en Buenos Aires, Mr. Woodbine Parish, quien fue designado coronel de la Confederación, ciudadano argentino honorario, y luce los colores celeste y blanco. ¡En su escudo de familia!


¿AMIGO DE LOS INDIOS?

Más de un lector conoce la orden escrita del Restaurador: "Si se capturan algunos indios, lo mejor es fusilarlos en el monte y en caliente, como corresponde, dejando uno sólo vivo para declarar".

Esto fue en 1833, cuando no se tomaban prisioneros. Se degollaba a los heridos y rehenes para ahorrar balas, pues eran pocos los fusiles disponibles. Rosas llegó a esta filosofía después de incontables malones, choques y desentendimientos con las indiadas, a las que podríamos describir como etnia criolla mestiza, de predominio araucano.

El caso es que Rosas defendió con energía a sus aliados, los "indios amigos" pampas y tehuelches. Sigamos a don Carlos Ibarguren: "Rosas había manifestado su absoluta oposición a que se atacara a los indios pampas, calificando ese intento como la empresa más arriesgada, peligrosa y fatal, capaz de concluir con la existencia, el honor y el resto de fortunas que han quedado en la campaña". Al no obtener respuesta, se dirigió al gobernador Martín Rodríguez: "He hablado a usted con la franqueza propia de un hombre que marcha de buena fe; pero usted, mi querido don Martín, continúa escondiéndome mucho su corazón. Algo podía usted haber hablado sobre las entradas a los indios, por usted y otros que tengan más lucimiento que yo. He hecho seguir muy lejos el rastro de los indios del último gran malón y, por los rumbos que conozco, me afirmo que no son Pampas, ni Ranqueles, los que han robado estas fronteras. Por eso clamo al cielo: nuestras operaciones militares no deben ofender a los Pampas, que son nuestros amigos y merecen nuestra protección".

Rosas fue autor de un libro titulado: "Diccionario y Gramática de la Lengua Pampa". Otro: "Instrucciones para los mayordomos de las estancias". Y además, cartas innumerables que forman una verdadera biografía por correo.

Con respecto al supuesto temperamento antibritánico de Rosas, cabe señalar que el Restaurador preparó su retirada, antes de Caseros, con el Cónsul General inglés Don Robert Gore. Acondicionó 19 cajones de documentos -señal de que ya la veía venir- en su casa y en casa de Gore. Después de la derrota, acudió a este último domicilio sin dudas, y el mucamo le abrió, aunque no estaban los patrones. Rosas se tiró a dormir como en casa propia, hasta la llegada de Gore, que muy pronto lo encauzó, por medio de una chalupa, con todos sus cajones de documentos, su familia y algunos allegados, hasta las naves británicas ancladas en el Río de la Plata, custodiando los intereses de Su Majestad.

Aquí terminan estos apuntes sobre el Restaurador, sin tocar la Vuelta de Obligado, ni el Bloqueo Francés, ni la batalla de Caseros.

domingo, 6 de octubre de 2024

Jacinto Primero Segundo, amigo de Rosas - Revista Caras y Caretas

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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Revista Caras y Caretas



En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

A continuación publicamos un interesante artículo aparecido en la revista Caras y Caretas N° 457 del 6 de julio de 1907, sobre el cacique        , amigo de Rosas.




Revista Todo es Historia


                                                 Un rey de la pampa destronado                                                 
Jacinto Primero Segundo, de la dinastía araucana de los Coliqueo, es un viejo señor de la pampa. Llora la derrota de su tribu y siente con dolores salvajes el escarnio de su raza. Está desamparado. Es un monarca de la llanura desterrado en su propio imperio, en el imperio que hace medio siglo le pertenecía y cuyo suelo temblaba al paso de sus huestes vandálicas. Su tez cobriza conoce el fuego de batallas heroicas y en su rostro casi centenario se ha cansado un gesto de fiereza. Es quizá el más viejo cacique que nos queda de los indios pampeanos. En su ser parece vivir la leyenda de una raza castigada ruidosamente después de haber poseído dominios ancestrales. Es el tipo del indio indómito y ágil, dueño de los campos, de la selva y de los montes, que ha caído en el ostracismo, deparado por la civilización y por el apetito conquistador del inmigrante. Jacinto Primero, nieto de Paraná Calviao, señor que hizo vacilar el empuje calculador de Rozas é hijo de un guerrero invencible de las llanuras argentinas, ha venido a la capital para implorar no se le desaloje de la tierra que habita. No ha invocado su vejez centenaria. Tampoco ha pedido gracia en tono misericordioso. Ha dicho que esa tierra le fué dada por don Juan Manuel de Rozas en premio a los servicios guerreros de innúmeras batallas en las cuales su cabello flotante fue abrasado por la pólvora. Ha pedido con la dignidad de un rey y con la valentía del fuerte. 
Invitados a conocerle por David Peña, fuimos a escuchar las palabras de Jacinto Primero. Habla despacio. Las palabras salen de sus labios emitidas con la serenidad de las grandezas caídas.
A pesar de sus noventa y cuatro años, conserva una memoria lúcida y evoca con expresiones vivas los combates de Caseros y de Pavón. Describe a Rozas, de quien fue amigo y capitán. Habla del general Pachaco, de Bartolomé Mitre. Narra las hazañas de su tribu a través de la llanura. En sus palabras y en todos sus gestos fatigados vimos evocada la época confusa de la anarquía argentina. AI general Mitre lo recuerda con regocijo. Junto luchó con él. A su lado cayó herido...
—«Toda la frente y. la cabeza la tenía colorada de sangre, me acuerdo bien, sí. . . » Luego nos habló de la injusticia que se quiere cometer con su gente. Hace sesenta años que cultiva doce cuadras de campo en Los Toldos; a ellas le ha entregado todas sus fuerzas viriles, todos sus bravos sudores. Y ahora tratan de echarlo a la calle en plena ancianidad, fatigado, después de haber esgrimido medio siglo la lanza al servicio del gobierno, después de haber poseído toda la llanura, adquirida hoy por empresas inglesas y súbditos italianos. . . 
Jacinto, leyenda de una raza gloriosa, monarca de tribus invencibles, tipo americano con derechos augustos, se ve lleno de oprobio. No sólo se le olvida, se le desatiende. También se le desalojará de sus lares, se le obligará a pedir una limosna o a clavarse una lanza en el pecho, como correspondería a un rey araucano caído. . .
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Jacinto ha venido a la capital acompañado por su hija María, mujer fuerte que ha heredado la vivacidad de su progenitor y la entereza de su raza. Ambos han vuelto a Los Toldos después de confiar su petición al lirismo elogiable y generoso de David Peña, que sueña en conseguir para el cacique las tierras que ocupa. Nosotros no somos tan líricos. Estamos seguros que Jacinto tendrá que marcharse a llorar en silencio el recuerdo de su pasado poderío. La civilización moderna tiene poco tiempo para ser amiga de la poesía de las razas indígenas, de la misericordia y del patriotismo.
— Restaurar la libertad de un indio de estirpe dominadora, sería un pasatiempo harto inocente para nuestros intereses. Los indios representan todo un grado de regresión y de barbarie que se avienen muy poco con los progresos materiales de la capital. Hay que marchar hacia el triunfo de la liberación de todo asunto que moleste a la cultura moderna. Los indígenas son seres inútiles. Apenas si valen la pena de citarlos en un comentario. Todo está contra sus causas. La inferioridad sentimental de sus espíritus está demostrada ha largo tiempo por la ciencia y por los antropólogos. . .
Esto nos decía nuestro inseparable amigo Juan Pérez, hablándonos de Jacinto Primero.
Sin embargo, viendo regresar a su tierra al cacique centenario, hemos recordado que su raza con su salvajismo y su empuje avasallador, avezado a luchar con los rigores más adversos de la naturaleza, tuvo en su época la misma grandeza épica de aquellas falanges de guerreros que luchaban con bravura y denuedo, y que el poema homérico nos presenta marchando hacia la muerte en hervores tan bélicos como precipitados. Alberto TENA.