jueves, 6 de agosto de 2020

Corsarios de la Independencia sudamericana

Thomas Cochrane 

Corsarios de la 
Independencia sudamericana

Thomas Cochrane

Por la Prof. Beatriz C. Doallo 

En la ardua lucha del general José de San Martín para ayudar a tres países a liberarse del dominio de España, el marino Thomas Cochrane protagonizó el doble papel de héroe y de villano.


Mientras el Ejército del Norte comandado por el general Belgrano triunfaba en Tucumán y Salta y era derrotado en Vilcapugio y Ayohuma, San Martín, por entonces gobernador de Cuyo, daba forma a su gran proyecto de liberación continental. El 22 de abril de 1814 escribió a Nicolás Rodríguez Peña: "...La patria no hará camino por este lado del Norte que no sea una guerra defensiva y nada más: para eso bastan los valientes gauchos de Salta con dos escuadrones de buenos veteranos. Pensar en otra cosa es empeñarse en tirar al pozo de Ayrón hombres y dinero. Ya le he dicho a Vd. mi secreto. Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos sólidos para concluir también con la anarquía que reina: aliando las fuerzas pasaremos por el mar para tomar Lima. Ese es el camino y no éste, mi amigo".

Tal como afirmaba San Martín, la anarquía se había enseñoreado de Chile luego que el 18 de septiembre de 1810 se proclamara un gobierno autónomo. Tras el cruce de los Andes por el Ejército Libertador y el triunfo en la batalla de Chacabuco, pudo declararse la independencia el 12 de febrero de 1818 y sellarla el 5 de abril de ese año con la victoria de Maipú. Pero el sur de Chile, con importantes plazas fuertes y puertos, seguía en poder de tropas realistas bajo las órdenes del brigadier Mariano Osorio, yerno del general Joaquín de la Pezuela, virrey del Perú. Este, veterano de las guerras napoleónicas, reagrupó con ayuda de los indios, y reorganizó en tierra peruana, a las tropas que huían de Chile y solicitó a la restaurada corona española el envío de naves y soldados.


A mediados de 1818 zarpó de Cádiz, escoltada por una fragata de 50 cañones, una flota de 11 barcos, dos de ellos de guerra, transportando hacia El Callao 2.080 soldados. Por diversas causas -escorbuto, motines, tormentas- esa escuadra tuvo tan mala fortuna como la Armada Invencible enviada por Felipe II contra Inglaterra en 1588. De los buques que lograron llegar al Pacífico, cinco transportes y la fragata artillada cayeron en poder de la embrionaria flota chilena.


Luego que San Martín rehusara el cargo para continuar al mando de las fuerzas conjuntas de Argentina y Chile, el general Bernardo O'Higgins había asumido como Director Supremo y ponía su mayor empeño en constituir una armada para contrarrestar los ataques por mar que se sucedían desde Perú. Se enviaron agentes a Europa para contratar marinos y, comprando algunos y usurpando otros con argucias, cuando el 28 de noviembre de 1818 desembarcaron en ese puerto Thomas Cochrane, su esposa y su hijo, había ya trece buques republicanos en Valparaíso -según algunos historiadores, los Cochrane arribaron el 17 de junio de 1818-. 


El agente chileno Antonio Álvarez Condarco, que lo había contratado, escribió a San Martín para informarle acerca de la brillante carrera naval, valentía personal y prestigio como innovador y estratega de Cochrane, añadiendo "...a la cabeza de la marina de ese país será el terror de los españoles, y el respeto de todos...” 


Hubo un detalle que Álvarez Condarco sin dudas conocía y omitió comunicar a San Martín: que lord Cochrane estaba dotado de un mal carácter que le originaba problemas. Y ese detalle silenciado causaría a San Martín grandes disgustos durante la continuación de su gesta libertadora.


Thomas Alexander Cochrane nació en Amsfield, Escocia, el 14 de diciembre de 1775 en el seno de una familia aristocrática venida a menos. En 1786 lo alistaron como grumete en un barco de guerra inglés; en 1793, al inicio de la Revolución Francesa, ya era guardiamarina, en 1796 teniente de navío, y entre 1799 y 1801 tuvo comando temporal de varios buques de guerra. Uno de ellos fue apresado por los franceses y pudo regresar a Inglaterra mediante un canje de prisioneros. Capturar dos naves francesas le valió ascender a capitán de navío, a tiempo para enemistarse con el Lord Almirante, quien, en represalia, lo destinó a conducir un barco de abastecimiento hasta que en 1804 otro Lord Almirante lo puso al mando de la fragata Pallas, y en 1806 al de la fragata Imperieuse con la orden de vapulear la costa mediterránea en poder de los franceses. Cochrane sembró tal pánico entre Marsella y Barcelona que lo apodaron El lobo de los mares. En 1808 ayudó a guerrilleros españoles a capturar un fuerte en territorio francés y ese mismo año ocupó un fortín costero y copió los códigos militares franceses.


De regreso en Inglaterra, criticó al Lord Almirante Gambier por su floja dirección de una batalla contra la flota napoleónica. Gambier, furioso, lo destinó a guerrear contra los estadounidenses, del otro lado del Atlántico, con la fragata Tonnant , pero la nave partió sin él: Cochrane estaba siendo sometido a una corte marcial acusado de desafiar a duelo a un oficial. Se le declaró inocente pero fue amonestado.


En 1812 se casó con Catherine Celia Barnes, de madre española. El matrimonio con Kitty Barnes irritó a los padres de Cochrane, que lo desheredaron, lo cual no debe haberle inquietado porque ya nada quedaba para heredar: hasta la mansión familiar de Amsfield había sido vendida para saldar deudas. De todas maneras, el título de conde era por ley hereditario y lo recibió al morir su padre, convirtiéndose en el 10º Earl de Dundonald.


Cochrane también intervenía en política. Desde 1806 era miembro del Parlamento como diputado electo por el distrito de Honiton. En aquella época el soborno era habitual al punto que ganaba el candidato que comprara más votos. Cochrane ganó pagando a diez guineas por voto, para de inmediato aplicarse a denunciar la corrupción y a sanear el sistema electoral; su prédica inició la reforma que prohibió el cohecho. Los ciudadanos liberales lo aplaudieron y se le reeligió para diputado desde 1807 hasta 1815. Ese año ocurrió un escandaloso fraude contra la Casa de Cambio, en el que Cochrane, al parecer injustamente, se vio involucrado. Llevado a juicio, lo condenaron a un año de cárcel con cepo y 1.000 libras de multa. El Almirantazgo lo expulsó de la armada, degradándolo, y el Parlamento lo inhabilitó como diputado. El pueblo acudió en su auxilio: la multa se pagó con una colecta pública y, reelecto como diputado en 1816, quedó anulada la sentencia a prisión.


Cochrane y Álvarez Condarco se conocieron en 1817 en un astillero donde se ofrecía un barco a Chile y cuando el arruinado lord se estaría preguntando qué hacer con su vida, sin título de nobleza ni lugar en la armada y anclado en Londres por su diputación. Aceptó la oferta de combatir en Chile contra España y a su llegada al país trasandino O'Higgins lo nombró vicealmirante de la flota chilena.



Manuel Blanco Encalada 
(1790-1876) 
Primer Presidente de la república de Chile en 1826

El almirante era Manuel Blanco Encalada, un argentino de 28 años, de madre chilena, alférez en la armada española durante la guerra con Francia. Enviado a luchar en el Pacífico, adhirió a la causa revolucionaria, se enroló en el ejército, ascendió a teniente coronel, y O'Higgins le encomendó constituir una flota. Blanco Encalada, quien sería presidente de Chile en 1826, había reunido los trece buques y entablado algunos combates con los realistas cuando llegó Cochrane. Admitió la superioridad táctica del lord inglés y aceptó quedar como segundo jefe de la escuadra, con lo que el recién llegado pasó a ser almirante. Decidido a insuflar disciplina, desembarazó a la flota de su dotación de piratas y presidiarios, sustituyéndola por soldados y campesinos provistos de uniformes. Previsor, pidió patente de corso y más barcos; le dieron la patente y consiguió más buques haciendo una mala jugada al corsario francés Hipólito Bouchard al quitarle en julio de 1819 las cuatro naves que el marino francés traía a Valparaíso para unirlas a las fuerzas republicanas en el ataque a El Callao. (Ver ER N° 23, pág. 14)


En septiembre de 1819 partieron cinco naves de guerra de Valparaíso hacia El Callao, al mando de Cochrane, quien utilizó cohetes para atacar esa fortaleza, pero éstos, de mala calidad o saboteados, no llegaron a destino. Desalentado, el almirante bloqueó el puerto, sostuvo algunos combates, apresó una goleta realista, siguió hacia el norte, capturó tres naves mercantes cerca de Guayaquil, ocupó la ciudad de Pisco por unos días, y concluyó la campaña regresando a Valparaíso con su flota intacta, sus presas, y el apodo de El diablo otorgado por los españoles. Y decidido a desquitarse por el fiasco de El Callao tomando Valdivia, puerto del sur chileno llamado El Gibraltar de América y reputado inexpugnable por su sistema de fuertes al norte, al sur y otro en una isla, todo dentro de una bahía.



Ataque a la fragata María Isabel en Talcahuano
Ataque a la fragata María Isabel en Talcahuano

El 17 de enero de 1820 la fragata María Isabel, con pabellón hispano, entró a esa bahía pidiendo piloto. Los realistas ignoraban que la nave, escolta de la expedición enviada desde Cádiz en 1818, había sido capturada, rebautizada O'Higgins, y la comandaba Cochrane. Capturando un bote que acudió a recibirlo obtuvo informes sobre las fortificaciones y se marchó tras apresar un buque mercante que entraba al puerto. En Talcahuano, el almirante pidió al general Ramón Freire, gobernador de Concepción, 250 soldados, dos barcos que allí estaban -el bergantín argentino Intrépido y la goleta chilena Moctezuma- y retornó a Valdivia. La O'Higgins encalló antes de entrar a la bahía; Cochrane pasó la comandancia a la goleta, desembarcó las tropas, que, bajo intenso fuego enemigo, tomaron los fuertes del sur y al día siguiente los del norte, y capturó el fuerte de la isla. El 5 de febrero los patriotas ocuparon la ciudad de Valdivia; San Martín, con el Pacífico libre de enclaves realistas, tenía el camino expedito para atacar nuevamente El Callao y llegar a Lima.


Hasta la toma de Valdivia, San Martín había dejado obrar libremente a Cochrane.


Bastantes problemas tenía ya con la renuencia de Buenos Aires y la precariedad del gobierno chileno, para reaprovisionar el ejército unido que comandaba. Al regreso del almirante inglés a Valparaíso, le encomendó preparar el transporte por mar de las tropas hacia el Perú. Cochrane, henchido de orgullo luego de su triunfo y deseoso de echar mano al oro de los Incas -o lo que quedara de ello luego del saqueo hispano- alegó la inutilidad de tomar El Callao y presentó al gobierno un plan que incluía “800 hombres y provisiones, armas y municiones para hacer la guerra de corso durante cuatro meses y exigir contribuciones a los enemigos en el Perú”. Leído entre líneas, pedía carta blanca para asaltar y despojar poblaciones costeras peruanas, tal como hiciera su compatriota Francis Drake en el siglo XVI. El Senado chileno rechazó el proyecto. El almirante solicitó entonces “2000 hombres para ocupar Guayaquil y transportar luego a la misma fuerza de un punto a otro del Perú hasta agotar al enemigo”. También esta propuesta fue denegada y el 6 de mayo de 1820 se confirmó a San Martín en la jefatura de la expedición al Perú. De inmediato Cochrane exigió “el mando en jefe de la escuadra y del ejército expedicionario de tierra” aduciendo que Chile tenía “el deber de confiar en mis solas manos la suerte del Perú”. Tal pretensión movió al Senado a destituirlo, pero San Martín intercedió por él y sólo se le formuló un aviso: se prescindiría de sus servicios si no se ponía a las órdenes del Libertador, existiendo otros buenos marinos para comandar la flota. La hidalguía de San Martín, que viajó a Valparaíso para convencerlo de buena manera, logró que Cochrane aplacara su codicia y se ocupara del transporte de 4314 soldados en la escuadra de 8 buques de guerra con dotación de 1600 marineros. Al zarpar de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 a Cochrane, a la vanguardia en la fragata O´Higgins y al Libertador en el navío San Martín cerrando la marcha, les llegaron sendos oficios enviados por el Director Supremo. El de San Martín le nombraba capitán general del ejército de Chile, y se le remitía a último momento para que no tuviera tiempo de rechazar el cargo. El de Cochrane decía: “El capitán general don José de San Martín es el jefe a quien el gobierno de la república ha confiado la exclusiva dirección de las operaciones de esta grande empresa. No podrá V.S. por sí mismo obrar con el todo a parte de los buques de guerra de su dependencia, sino que observará absolutamente la línea de conducta que respecto de las operaciones de la escuadra le trazare y fuera trazando el general, según él lo creyese conveniente.”


El 8 de septiembre comenzó el desembarco de tropas en Pisco y otros lugares, a fin de hacer creer al enemigo que la invasión era más numerosa. El virrey Pezuela entabló negociaciones y pactó con San Martín una tregua hasta el 4 de octubre, finalizada la cual se iniciaron los combates en tierra. Una parte de la flota bloqueó El Callao, defendido por cañones del fuerte y los castillos que lo rodeaban y cerrado por valla de maderos flotantes y cadenas. Dentro, rodeadas por 27 lanchas cañoneras, estaba anclada la fragata Esmeralda de 44 cañones y 320 tripulantes, junto a otras 5 naves de guerra de menor tonelaje y 3 buques mercantes.


Cochrane concibió un plan que, por incluir un fingido desbloqueo del puerto, comunicó a San Martín, quien lo aprobó. El 5 de noviembre la escuadra patriota salió mar afuera, para alegría de los realistas, que esa noche festejaron el fin del asedio con un banquete a bordo de la fragata. Cochrane, con 14 botes, llegó en silencio al costado de la Esmeralda, la abordó, y tras cruenta lucha salió del puerto con la fragata y dos cañoneras. Luego envió un emisario a Pezuela ofreciendo canje de prisioneros, que el virrey aceptó, liberándose a 200 soldados argentinos y chilenos presos en el fuerte. San Martín quiso dar a la fragata el nombre de Cochrane pero éste prefirió que la rebautizaran Valdivia.


Se sucedieron las batallas, los patriotas cercaron Lima y los realistas, desmoralizados, obligaron a Pezuela a dimitir y entregar el mando al general José de la Serna. Mientras seguía el bloqueo a El Callao, Cochrane, con tres barcos, marchó a Arica, bombardeó y capturó ese puerto y luego la cercana ciudad de Tacna, apoderándose de abastecimientos y de 100.000 pesos que se repartió con sus capitanes, enlodando la reputación de las fuerzas republicanas invasoras.


El 7 de julio de 1821 La Serna decidió evacuar las tropas de Lima y el 10 de julio San Martin ingresó a la ciudad capital. Luego de restablecer el orden, el 28 de julio se proclamó la independencia peruana en la plaza principal y el 2 de agosto San Martín informó en un bando que asumía “el mando político y militar de los departamentos libres del Perú, bajo el título de Protector”.


El 10 de agosto Cochrane escribió a O'Higgins: “El Callao se sostiene todavía encerrado en sus murallas con cinco millones de pesos, de cuya suma ni el gobierno de Chile ni la marina recibirán un real aunque los esfuerzos de ésta han impedido que se abastezca de víveres y acarrearán al fin su rendición. Si yo puedo inducir al gobernador a entregarlo al pabellón de Chile, lo haré para pagar sus justos derechos a Chile y a la escuadra...” En otros párrafos, la misiva afirmaba que San Martín ya no era amigo de Chile sino del país del que se había hecho nombrar Protector y al que tenía intenciones de vender la flota chilena para recobrar las considerables sumas que Chile debía a Buenos Aires.


San Martín había optado por negociar con el gobernador de El Callao; el 19 de septiembre se firmó la capitulación y el día 21 los realistas evacuaron esa plaza.


Ante el avance de un rearmado ejército español al mando del general José Canterac, el Libertador hizo llevar a buques mercantes anclados en Ancón el dinero que estaba en la Casa de la Moneda de Lima. Cochrane se apropió por la fuerza de esos caudales; San Martín le ordenó por escrito devolver lo usurpado y zarpar hacia el norte a la caza de tres naves realistas que aún jaqueaban el litoral del Perú.


Cochrane no devolvió el dinero, pagó a las tripulaciones los sueldos adeudados y zarpó con la O'Higgins hacia Guayaquil, donde supo que los tres barcos que buscaba, las fragatas Prueba y Venganza y la corbeta Alejandro, se habían rendido al gobierno del Perú y la Prueba ya era capitaneada por Bouchard.


De regreso en El Callao, recibió la orden de San Martín de marcharse a Chile. El díscolo lord filibustero, como lo llamó el Libertador, intentando recuperar el control de la escuadra se situó amenazante en la boca del puerto, pero al enterarse de que llegaba Bouchard con la Prueba zarpó rumbo a Valparaíso, donde arribó en junio de 1822. Recibido como un héroe, con medallas y homenajes, pidió el dinero prometido al contratarlo, y le entregaron una hacienda como pago.


El 7 de diciembre de 1822 Don Pedro, regente del Brasil, se coronó emperador con el nombre de Pedro I, luego de lanzar el 7 de septiembre el grito de Ypiranga proclamando la independencia brasileña. Entablada la guerra con Portugal, envió emisarios para contratar a Cochrane, quien, considerándose defraudado por Chile, aceptó trasladarse a Río de Janeiro. Desde 1823 a 1825 luchó, en ocasiones con un solo barco, contra la flota lusitana, logrando grandes victorias, entre ellas la liberación de Bahía y de Maranhao. En reconocimiento, el emperador le nombró marqués de Maranhao pero omitió pagarle sus servicios; Cochrane se apoderó de dos barcos, los vendió a los holandeses y regresó a Inglaterra, donde lo aguardaba otra oportunidad de reivindicarse: la guerra independentista griega.


Dominada por los turcos desde 1453, Grecia luchaba desde 1821 por liberarse del imperio otomano. Comisionados griegos ofrecieron a Cochrane el comando de 6 buques a vapor a construirse. Para dotarlos de tripulación le entregaron £ 35.000. Dos buques no se construyeron, los demás fueron inservibles por mala construcción y el dinero se esfumó, según algunos historiadores, en manos de Cochrane, según el marino inglés, en las de ciertos patriotas griegos.


Recién en 1827 zarpó Cochrane al mando de dos corbetas a vela con las que poco pudo hacer excepto participar en la decisiva batalla de Navarino. El entusiasmo internacional se había solidarizado con Grecia, y la intervención de tropas y naves de Inglaterra, Francia y Rusia obligó al imperio otomano, tras esa derrota de la flota turco-egipcia, a reconocer la independencia griega en 1830.


Cochrane obtuvo en 1834 el indulto real y la restitución de su título de conde de Dundonald. En 1848 se le nombró almirante y se le confió el comando de la flota inglesa destacada en el norte de América y el Mar Caribe; en 1854 fue nombrado Contraalmirante. Murió en Londres a los 85 años, el 31 de octubre de 1860; enterrado en la Abadía de Westminster, sobre su lápida están los escudos de Chile, Perú, Brasil y Grecia junto al blasón de su familia.


Chile continúa honrando al que considera uno de los fundadores de su Marina Nacional. Cinco naves de guerra -dos acorazados, dos destructores y en 2006 una fragata- recibieron el nombre de Almirante Cochrane.