domingo, 1 de diciembre de 2019

Guerra del Paraná - Lauchlan Bellingham Mackinnon

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XIII N° 53 - Diciembre 2019 - Pags. 14 a 16 

Vivencias del teniente naval inglés L. B. Mackinnon en la Guerra del Paraná

Guerra del Paraná

La Alecto, llevando a remolque tres goletas, pasando frente a las baterías de San Lorenzo. Cuadro pintado por J.M. Gilbert, en poder de Mackinnon

1ra. parte.

Con motivo de la intervención armada anglofrancesa en el Plata en 1845, el Almirantazgo dispuso a fines de dicho año el envío de tres nuevos navíos de guerra a este teatro de operaciones, para reforzar la escuadra que ya estaba operando en el lugar. Uno de navíos enviados era la corbeta a vapor HMS Alecto, (botada en 1839) que había sido convertida de paquebote a un navío de guerra, dotándoselo de 3 cañones de 32, uno giratorio en la proa y dos más a cada costado cercano a la caja de ruedas, hacia la popa, además de ser dotada de cohetes a la Congrève que era un arma de última generación. Los otros dos eran el Harpy y el Lizard.

El teniente de la armada real inglesa Lauchlan Bellingham Mackinnon, que se incorporó a la marina a los 14 años, y destinado a esta corbeta cuando tenía 30, fue protagonista y testigo de tales acontecimientos ocurridos durante 1846. Como había ocurrido en sus viajes anteriores a los hechos que le tocará vivir en el Plata y le ocurrirá en los posteriores, pues como integrante de la Royal Navy intervino en largas navegaciones a través de diversos mares conoció países y regiones en todo el mundo, realizando observaciones y tomando notas detalladas de esos lugares, sus poblaciones y costumbres, fauna y flora, como así también sus experiencias entre otras las militares, que conformaron verdaderos diarios de viaje que volcaría en varios libros, uno de los cuales publicado en Londres en 1848 se refiere a la intervención en el Río de la Plata, que es el que a nosotros en este momento nos interesa, titulado Steam Warfare in de Parana. A narrative of Operations by de combined squadrons of England and France in forcing a passage up that river. By commander Mackinnon, en nuestro medio fue editado por la Editorial Hachette bajo el título La Escuadra Anglo – Francesa en el Paraná – 1846.

Son muy interesantes sus apreciaciones y opiniones, como buen narrador, volcadas en este libro sobre el desempeño del ejército argentino en este conflicto, como así también sobre la situación que se vivía en la sitiada Montevideo y en la ciudad de Buenos Aires, donde también desembarcó durante la misión del enviado británico, Mr. Hood.

La nave partió de Inglaterra el 13 de diciembre de 1845.


Noticias sobre el combate en Vuelta de Obligado y la llegada a Montevideo

Cuenta Mackinnon “Pocos días después [ mediados de enero ], a alguna distancia de las costas del Brasil, pudimos ponernos al habla con un barco inglés que nos dio al pasar una versión pobre y mutilada de la batalla de Obligado. Esto despertó en todos nosotros grandes deseos de llegar al sitio de las operaciones”.

El 26 de enero de 1846 el navío arribó a la rada de Montevideo, donde fue reaprovisionado y cargado con  provisiones y otros elementos para los otros buques que ya estaban operando en el Paraná.

La Alecto zarpó el 3 de febrero para remontar el río Paraná, con destino a Corrientes siguiendo a la flota anglofrancesa que ya había sorteado las defensas en Vuelta de Obligado.

En las dos travesías que realizó la goleta en este río, se vio comprometida en muchas acciones de guerra contra el ejército de la Confederación Argentina que defendía sus costas de la intromisión extranjera.


La Alecto arriba a la Vuelta de Obligado

La Alecto llegó a Obligado el día 8 de febrero a las 8 horas, realizando Mackinnon una descripción detallada del lugar: 

“Este era el lugar de las famosas baterías. Por las razones que se creyeron prudentes, relacionados con el servicio de S.M., quedamos en este lugar todo el día, lo que me dio oportunidad favorable para inspeccionar minuciosamente aquella posición. No pude sino llegar a la conclusión de que había sido elegida con gran pericia y cumplido conocimiento en materia de fortificaciones. Pero ¿de qué puede servir esta ventaja contra el poder y la aplicación científica de la artillería europea, que según parece, fue uno de los factores de la victoria obtenida en Obligado?

El río en este lugar tiene un ancho de unas ochocientas yardas. A la parte del sur hay una pequeña barranca de unos treinta pies de alto con una superficie firme y plana. Sobre esta barranca, el enemigo había elegido las posiciones para sus diversas baterías. La orilla opuesta estaba formada por una isla con sus rasgos y caracteres naturales, vale decir tierra baja y rasa, expuesta a las inundaciones y entonces cubierta por pasto alto y fuerte, La corriente por la estrechez del canal, se hace allí más rápida, dicen que de unos tres nudos. A estas circunstancias favorables se agregaba la colocación de una triple cadena a través del río, que descansaba sobre numerosas canoas armadas o barquichuelos, apoyados estos a su vez bien armada y poderosa goleta. Rosas y sus agentes, enamorados de esta posición, la consideraban inexpugnable y capaz de oponerse a cualquier fuerza que pudiera remontar el río, y es verosímil lo que se nos dijo acerca del asombro del dictador cuando supo que unos pocos y pequeños navíos habían hecho pedazos sus formidables aprestos. Una circunstancia por demás lamentable, es que gran parte –y muy grande de la artillería de Rosas estaba constituida por ingleses. Esperemos que se hayan visto forzados a pelear, pero lo cierto, y muy cierto es que pelearon”. 

En el párrafo que acabamos de leer, para reforzar y aumentar la importancia de la victoria que habían obtenido los interventores en la batalla, Mackinnon disminuye la categoría de la flota anglofrancesa definiéndola como de “unos pocos y pequeños navíos”, cuando en realidad y por el contrario no fueron ni pocos, ni pequeños, sino navíos poderosamente artillados y muchos de ellos de navegación a vapor, nunca antes vistos por estos lugares. Tengamos en cuenta que las fuerzas argentinas contaron en la batalla con 21 cañones de la época de la independencia de bajo calibre, que debieron enfrentar a 11 navíos fuertemente armados, con un total de más de 100 piezas de artillería de mucho mayor calibre. No obstante la derrota sufrida por las fuerzas nacionales, estas no abandonaron la defensa del río, sino que por el contrario ofrecerán batalla en cada oportunidad que se les presente, como lo cuenta este oficial a continuación.


El camino de la flota hacia Corrientes

“…Después del buen éxito alcanzado en esta batalla [ Obligado ], el convoy siguió aguas arriba, todavía acompañado y protegido por buques de guerra, abriéndose camino con rapidez hasta Corrientes. Pero esta fue tarea difícil y peligrosa, porque el ejército de Rosas, derrotado, se rehízo y se esforzó cuanto pudo, bajo el mando de Mansilla, cuñado del dictador, para hostilizar a nuestros buques en todas aquellas partes del río en que este se estrecha lo bastante como para que produzcan su efecto los tiros de la artillería. Había dos lugares indicados para ese propósito: El Tonelero y las barrancas de San Lorenzo”.


La Alecto enfrentada en el paso del Tonelero

Dos días después de haber estado en Obligado, la Alecto fue enfrentada por la artillería volante argentina al mando del mayor Manuel Virto, en el paso del Tonelero, que se encontraba un poco más al norte de la Vuelta de Obligado:

“Eran las nueve y media cuando dimos con una curva hacia el este y la pasamos rápidamente mientras sucedíanse nuevos paisajes. Por último descubrimos un cuerpo de caballería enemiga moviéndose lentamente hacia el borde de una barranca baja y arenosa por donde debíamos pasar a distancia de unas cuatrocientas o quinientas yardas, según lo advertimos en seguida. Apenas examinada la fuerza con los catalejos, observamos que estaban bajando cañones a la parte inferior de la barranca, donde ya se habían levantado algunas fortificaciones. Acercándonos más, echamos de ver que la posición había sido admirablemente elegida; en verdad, nada podía percibirse bien, como no fueran las bocas de los cañones que sobresalían para abrir fuego contra nosotros en el momento de ponernos a su vista. La corbeta había sido preparada para la acción, y en pocos momentos estuvo lista, pero era muy difícil prever si a nuestro paso harían o no oposición y teníamos órdenes de no hacer fuego hasta que fuéramos atacados.

De ahí que estuviéramos perdiendo ventaja que nos daban nuestros cañones y granadas porque nosotros teníamos a los enemigos al alcance de nuestra armas, y ellos no. Con todo nos manteníamos apuntando con los cañones a medida que íbamos acercándonos y en el momento preciso en que nos poníamos a la altura del primer cañón enemigo, una humareda blanca en el mismo cañón anunció el comienzo del combate. El tiro no había llegado a nosotros cuando ya fue contestado por los cañones de 32, haciéndose general la contienda. Las baterías enemigas componíanse de cuatro cañones de 9, desde las cuales mantenían un vigoroso y bien dirigido fuego, y como no funcionaban en ese momento en el barco todos los cañones de una banda, por lo repentino de la acción, solo pudimos contestar con dos. Los enemigos empezaron con gran eficacia y el primer tiro casi atravesó la chimenea del vapor produciendo un ruido estruendoso. Muy luego el pescante del ancla delantero fue partido en dos y destrozado; el proyectil reventó y varios de sus fragmentos hirieron a cinco hombres. Al mismo tiempo el oficial Mr. Dillon, que estaba inspeccionando la granada en la caja de la rueda, fue derribado por un tiro que cortó la cuerda en que se apoyaba estando de espaldas. Sufrimos algunos pocos daños más, aunque fueron varios los tiros que alcanzaron al buque produciendo una avería en la rueda y en el ataire del polvorín.

No ha de suponerse que durante este tiempo la Alecto se mantuvo ociosa, pero era tan poco lo que podía verse como blanco, para apuntar, y variaba tanto a cada momento, que no fue mucho el daño que pudimos hacer como respuesta a la agresión…

Casi inmediatamente después estuvimos fuera del alcance de las balas, habiendo pasado exactamente veinticinco minutos bajo el fuego. Fue algo extraordinario que no nos causaran daño mayor, porque tiraban desde una posición bien defendida y, dado lo pequeño de sus cañones, podían volver a cargar con mucha más rapidez que nosotros, a veces tres o cuatro veces mientras cargábamos una vez, aparte la ventaja de tener como blanco toda una especie de granero o cobertizo, que tal parecía este barco de vapor, de color negro. Algo más arriba pasamos como a una milla del campamento del general Mansilla y a todos nos alagaba mucho la esperanza de poderlo incendiar. Pero eso no se hizo y seguimos. Al pasar por el campamento, las baterías de abajo abrieron fuego contra el Firebrand [ otro navío de guerra británico ], así que se puso a su alcance, sin que supiéramos nosotros en aquel momento con qué resultado. Desde ese punto nos fue siguiendo por la costa una partida de caballería a paso de ataque. Iban por la costa en línea recta cuando era baja, y donde había algún obstáculo se apartaban al galope hacia tierra adentro y volvían después a observar nuestros movimientos. Estos hombres cambiaban invariablemente de caballo cuando el caso requería, para lo cual enlazaban al primero que encontraban, y seguían camino muy naturalmente. Cuando al llegar la noche echábamos el ancla, ellos se detenían y vivaqueaban, acomodándose lo mejor que podían frente a nosotros, siempre listos para seguir la marcha otra vez al romper el día. Poco antes de anochecer anclamos frente a las barrancas de Rosario, pero fuera de su alcance y a unas doce millas debajo de la ciudad de este nombre…”


Aprestos en San Lorenzo

Nuestro personaje, sigue contando que aproximadamente a las 10 de la noche se acercó una canoa con un francés que fue embarcado de inmediato a la corbeta.

“Interrogado [ el francés ], sobre los movimientos del enemigo dijo que una partida de caballería estaba en las barrancas de San Lorenzo, varias leguas arriba para hostilizarnos en cuanto pudieran….y que los militares estacionados allí [ en Rosario ] estaban ansiosos por hundirnos… Manifestó asimismo que, según noticias corrientes, los cañones que habían hecho fuego en el Tonelero estaban siendo transportados con mucha diligencia por tierra a San Lorenzo. Se decía que la posición natural de estas barrancas era tan sólida que nada podría resistir el fuego que se hiciera desde ellas. No es que nos asustara todo esto, pero sentíamos gran inquietud por ver las posiciones que un interés tan general. Además de arrastrar cañones por una distancia de sesenta millas de campo rústico, por favorable que sea el suelo, es cosa siempre muy ardua y esto lo sabe cualquier persona versada en las dificultades del transporte terrestre, aún en los países más civilizados y de buenos caminos, lo que hacía desconfiar de su realización. De todos modos, para la Alecto era preferible tratar de pasar, si lo podía, antes de que llegaran los cañones”.

Llegados a las Barrancas de San Lorenzo “…el que Rosas suponía más favorable para la ofensiva, se había hecho gran esfuerzo para hostilizar y destruir, si era posible, el convoy con las escuadras. Los preparativos, sin embargo, no habían sido hechos todavía. Apenas había sido reunida una horda de paisanos para ejecutar las ordenes que Rosas pudiere tener a bien impartir a sus generales.

…algunos de los paisanos, más intrépidos que otros, tuvieron la ocurrencia de esconderse tras de unas matas con sus fusiles de largos caños pegados al suelo, e hicieron fuego contra la caja de la rueda. Lo que fue al instante contestado con una descarga de rifles, fusiles y cañones que mató a uno de los alucinados campesinos y dispersó a los otros hacia el interior en un momento. Luego se volvieron a reunir como a unas mil yardas adentro, y todavía tiraban contra los mástiles y la chimenea del buque, porque el casco se ocultaba a sus ojos. Fueron, sin embargo, rápidamente dispersados una segunda vez por una granada disparada con carga reducida… Por suerte, la granada cayó en medio de ellos, dispersándolos otra vez en todas direcciones…”

Después de algunas escaramuzas, el buque pudo pasar sin mayores contratiempos.


Primer regreso a Montevideo

Después de llegar a Corrientes, la goleta inició el regreso hacia Montevideo el 1° de marzo, pasando días después por San Lorenzo antes de que se hubieran puesto a punto las baterías argentinas en ese lugar. Cerca del Tonelero fueron avistados por los argentinos en el campamento del general Mansilla, quienes vieron con sorpresa al navío enemigo, moviéndose con gran presteza a fin de interceptarlo en el Tonelero:

“…pasamos por el pueblo de San Nicolás y unos diez minutos después  advertimos desde el mástil de proa el campamento. Para disgusto nuestro, estaba tierra adentro, y por completo fuera del alcance de los cañones. Habíamos navegado en tanto silencio y con tal velocidad, que no fuimos visto sino cuando estábamos frente al enemigo. Y así que lo advirtieron prodújose un extraordinario griterío. En todo el campamento pudo advertirse violenta agitación. Los oficiales galopaban de un lado al otro como si les fuera la vida. Si hemos de hacer justicia debe decirse que trabajaron bien y con rapidez, porque en muy poco tiempo los cañones de campaña que tenían fueron desarmados y colocados en unos carros enormes y salieron al galope atropelladamente a todo lo que daban los caballos para tratar de interceptarnos el paso en el Tonelero. Este era el sitio próximo por donde nos veríamos obligados a pasar al alcance de sus cañones. Junto a los carros en que llevaban los cañones, marchaba una gran tropa de caballos que permitía cambiar el tiro toda vez que se hacía necesario e iba arreada por cantidad de soldados de caballería. Todos aquellos movimientos podían ser percibidos desde el mástil de proa sin hacer uso del anteojo y eran motivo de entretenimiento y diversión en el buque, porque bien sabíamos que les era imposible llegar al lugar de destino tan ligero como lo hacíamos nosotros. Estaban por lo menos a veinte millas de allí y nosotros íbamos a unas quince millas por hora. A poco andar nos pusimos muy cerca unos de otros, a menos de una milla, bien a la vista, pero de pronto aceleramos la marcha, a toda máquina y salimos como disparados, dejándolos atrás a mucha distancia. Ellos advirtieron esto en seguida y detuvieron su marcha decepcionados al extremo y exhaustos.

En pocos minutos más  estuvimos en el Tonelero, escenario del combate anterior, pero el lugar estaba completamente cambiado. Ya no se veían allí la caballería ni los soldados, todo estaba desierto”. 

Y así fue, la artillería argentina no pudo interceptar al navío inglés, que pudo pasar por ese lugar sin dificultad. 


La llegada a Montevideo, la nueva partida al Paraná y el paso por San Lorenzo

Después de 39 días, la Alecto llegó a Montevideo, donde “Se hizo todo lo necesario para completar la carga de carbón, como asimismo cargar provisiones y también todos los preparativos para remontar otra vez el Paraná con toda clase de pertrechos para la armada. Entre otros contaban varios cientos de granadas que fueron mandadas a bordo, como si no tuvieran carga de explosivos, y quedaron colocadas en fila en el pañol. ¡Hasta el día siguiente no se supo que estas granadas estaban cargadas! Y no se hubiera sabido si la curiosidad no nos lleva a examinarlas, porque eran granadas francesas, y resultó que todas tenían los explosivos. Muy seria podía haber venido a ser la equivocación, porque no se había tomado precaución alguna en cuanto a fuegos y luces, dejando las granadas ahí, como cualquier otro objeto de hierro”.

El 28 de marzo, volvió a zarpar con rumbo al Paraná, esta vez llevando a remolque otras tres goletas, que en algunos momentos de la navegación significaron un contratiempo para la Alecto.

A principios de abril dispersó a un grupo de obreros que estaban preparando unas defensas en el Tonelero, disparándolos cohetes a la Congrève y el día 6, se encontró en San Lorenzo, donde a las 2 y media de la tarde debió enfrentar a las baterías argentinas que ya estaban dispuestas para la lucha:

“A las dos y media, las granadas empezaron su efecto al caer y en diez minutos más ya teníamos los tres cañones y los cohetes en pleno fuego. Este fue contestado con los cañones más bajos de las baterías con balas redondas hasta que llegamos a la parte más angosta a unas doscientas cincuenta yardas, en que nos acribillaron a la vez con bala y metralla. En este tiempo los cañones estuvieron barriéndonos en una posición tal que no podíamos responder y solo estábamos en condiciones de hacer fuego a los cañones que teníamos de costado. Permanecimos así moviéndonos con dificultad, por lo menos de proa, durante veinte minutos, recibiendo el fuego de siete cañones de dieciocho libras, varios de los cuales hacían puntería sobre cubierta… Es algo sorprendente que no muriera ninguno de nuestros marineros. La única persona herida fue el capitán Austen que recibió un violento golpe en el muslo de una bala de cañón, ya sin fuerza. Claro está que el pobre buque salió bastante averiado…”


La llegada a Paraná y Goya. El regreso a Montevideo

Después de sortear San Lorenzo y llegada la corbeta a Paraná, se produjo el encuentro con navíos de la flota, entregándoles las provisiones y municiones transportadas a tal fin.

El 10 de abril la Alecto partió hacia el norte, para abastecer a los buques que iba encontrando en su marcha, llegando a Goya. Allí les llegó la noticia de la recuperación de la goleta Obligado ex Federal por una fuerza argentina al mando de Álvaro J. de Alzogaray [ ER 52 ], y el 6 de mayo se inició el regreso, para unirse con toda la escuadra para bajar por el Paraná con rumbo a Montevideo.


Las defensas de San Lorenzo

El problema de los comandantes de la flota combinada era ahora encarar y enfrentar las defensas que se habían dispuesto en San Lorenzo [ lugar conocido como Punta o Angostura del Quebracho cercano a San Lorenzo ], ya que ese sitio se había convertido en un embudo difícil de poder sortear y por lo tanto la batalla no podía ser evitada.

El día 12 se encontraron con el Lizard, “Supimos que el pobre Lizard había sufrido varios daños al pasar por San Lorenzo. Habían muerto dos oficiales y dos marineros y traían varios heridos. Todo era debido a la captura de la goleta Obligado, mandada con órdenes de hacer detener a todos los barcos e impedir que remontaran el río”.

El 16 se encontraron con las escuadras combinadas. Allí pudieron ver al buque inglés Harpy, que al pasar frente a las baterías de San Lorenzo había sufrido bastante y donde su comandante había resultado herido.

Este artículo continuará en el próximo número.