Publicado en el Periódico El Restaurador - Año XII N° 45 - Diciembre 2017 - Pags. 1 a 7
Las divisas en la historia argentina
por Norberto Jorge Chiviló
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Juan Manuel de Rosas, miniatura al óleo sobre marfil de Carlos Morel y Fernado García del Molino. C. 1836 |
Como ya lo hice en otras oportunidades, me parece que al iniciar un artículo, es conveniente definir lo que significan determinados términos del tema que vamos a tratar.
Yendo entonces al de hoy, una de las acepciones de la palabra “divisa” es la de “Señal exterior para distinguir personas, grados u otras cosas” y proviene del verbo “divisar”: “Ver, percibir, aunque confusamente, un objeto”.
La divisa es un distintivo, generalmente una cinta de determinado color, algunas de las cuales pueden contener un lema o leyenda de carácter político.
Fue usado para mostrarse como perteneciente a un determinado grupo político y también en confrontaciones como revoluciones o guerra civil. Quien la usaba demostraba así, su orgullo por pertenecer a determinada facción.
Muchas veces, esa divisa o distintivo devino en escarapela.
En Francia, por ejemplo, durante los agitados días de la Revolución de 1789, la milicia que se formó en aquel momento, tenía como signo distintivo una divisa que consistía en cintas azules y rojas que eran los colores parisinos de aquella época, cuyos miembros la lucían en sus sombreros o en el ojal de sus casacas. Posteriormente a esos colores se le sumó el blanco, que era el de la monarquía reinante y así los tres colores pasaron a formar parte de la escarapela y bandera francesa y son los colores nacionales de la Francia.
También en Gran Bretaña, en los años 1831-1832, con motivo de una reforma que introdujo cambios en el sistema electoral en Inglaterra y Gales, que amplió el número de electores, quienes estaban a favor de la reforma, llevaban prendidos un distintivo sobre el pecho “y cuyo uso recomendaba el Times de Londres” –según así lo recordaba Adolfo Saldías-.
El uso de divisas durante la Revolución de Mayo
En Buenos Aires, entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, en la semana de mayo de 1810 que desembocó en la designación del llamado Primer Gobierno Patrio del día 25, fueron usadas divisas por quienes se sentían identificados con la idea revolucionaria.
Durante muchísimos años, en las escuelas se enseñó que por aquellos días Domingo French y Antonio Luis Beruti repartieron cintas celestes y blancas entre quienes se manifestaban en la llamada plaza de la Victoria, frente al Cabildo. Esa versión tenía su fuente historiográfica, en las versiones de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, provenientes de la tradición oral familiar, transmitida a través de generaciones. Si bien ese es un relato simpático, no pasa de ser más que una leyenda, que actualmente ha sido ampliamente superada por estudios historiográficos que se basan en lo que fue escrito por aquella época, ya sea por personas que vivieron esos acontecimientos y fueron espectadores directos de los sucesos.
En realidad, los que estaban a favor de la revolución y de la cesación en el mando del virrey Cisneros, los primeros días usaron como divisa unas cintas blancas, que significaban la unión entre los españoles americanos y europeos, cambiadas días después, por cintas de color rojo encarnado, que significaban la guerra o el derramamiento de sangre, con lo cual querían decir que estaban dispuestos a todo, incluso el uso de la fuerza, con tal de lograr sus objetivos. Esas cintas o divisas se colocaban en el ojal de las casacas o en los sombreros.
Quienes no lucieran esos distintivos no eran dejados entrar por piquetes de soldados que se habían formado al efecto, ya sea a la plaza de la Victoria o al Cabildo para participar el día 22 del Cabildo Abierto.
El hermano de Beruti –Juan Manuel– que fue un verdadero cronista de la época, registró en un diario, publicado posteriormente como “Memorias curiosas”, lo siguiente: “… para conocerse los partidarios [de la revolución] se habían puesto una señal que era una cinta blanca que pendía de un ojal de la casaca, señal de la unión que reinaba, y en el sombrero una escarapela encarnada y un ramo de olivo por penacho, que lo uno era paz y el otro sangre contra alguna oposición que hubiera, a favor del virrey”.
El color federal
En 1814, Artigas llamado el Protector de los Pueblos Libres que dominaba gran parte del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba), fue el creador de una bandera, utilizando los colores de la bandera de Belgrano, adicionándole a la misma una banda en diagonal de color rojo punzó, color este que simbolizaba la sangre vertida en las luchas contra los portugueses. Esa sangre derramada unía las bandas Oriental y Occidental, representadas éstas en la bandera en las dos franjas azules de los extremos, separadas por la franja de color blanco –color de la plata–, en este caso el Río de la Plata.
El color rojo punzó, pasó así a ser el color de quienes adherían al sistema republicano y federal, amantes de la tradición y antiportugueses, en oposición a los directoriales, promonárquicos y aristocráticos, admiradores de todo lo proveniente de Europa.
La divisa federal punzó
En 1815, los santafesinos quienes junto a Artigas derrotaron al general Díaz Vélez que había sido designado gobernador de la provincia de Santa Fe por el director Posadas, llevaban en sus sombreros una cinta punzó y sobre la bandera azul y blanca una franja rojo punzó.
Años más tarde, en 1820, las tropas al mando de los caudillos Francisco “Pancho” Ramírez y Estanislao López, en su combate contra las fuerzas directoriales al mando de Rondeau a las que derrotaron en la batalla de la Cañada de Cepeda (que dieron por tierra con el Directorio y el Congreso de las Provincias Unidas, que llegaron hasta la Plaza de la Victoria y ataron sus caballos al pie de la Pirámide de Mayo), tenían como distintivo anchas cintas encarnadas.
Según el historiador José Angió, previo a dicha batalla “Ramírez emprende la expedición hacia el Sud, cruzando el Paraná para unirse a las fuerzas santafesinas. Su famoso cuerpo escolta, de caballería, al que bautizó con el imponente nombre de ‘Dragones de la Muerte’ luce en los morriones –a modo de divisa– una cinta blanca con la leyenda impresa en color negro que dice Mueran los tiranos; también utilizó con posterioridad otro lema muy representativo: Federación o muerte, pero inscripto sobre cinta roja”.
A raíz de del levantamiento del general Lavalle en diciembre de 1828 y el posterior fusilamiento pocos días después del legítimo gobernador Manuel Dorrego, se desató una feroz guerra civil entre las tropas amotinadas y las que habían sostenido al gobernador depuesto. Estas últimas, en la provincia de Buenos Aires, al mando de Juan Manuel de Rosas, se distinguían también por una divisa encarnada. Debemos decir también que el uniforme de las tropas del 5° Regimiento de Caballería, que Rosas había formado con la peonada de sus estancias y de las vecinas, como así por otros habitantes del pueblo, que se denominaban Colorados del Monte cuyo uniforme estaba conformado por gorro de manga, camisa y chiripá colorado –de allí el nombre del Regimiento–completándose con calzoncillos blancos y el calzado consistía en botas de cuero de potro despuntadas. Ese Regimiento tomó parte activa en los combates en aquellas horas aciagas de la Patria.
Pero no solo las fuerzas militares federales usaron ese distintivo, sino que también lo hacían los civiles.
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Chaleco federal del Cnel. Juan Luís González |
Las divisas durante el gobierno de Rosas
A principios de 1832 y vencidas ya las fuerzas unitarias de la otrora Liga Unitaria, el prestigio de los jefes federales Rosas, Quiroga y López, fue in crescendo. La federación se había impuesto en todo el país. Ello dio lugar a una serie de festejos oficiales, tanto en Buenos Aires como en Santa Fe, no faltando otros de carácter popular.
Saldías recuerda que “Entre las solemnidades a que me refiero tuvo lugar en Buenos Aires un tedeum [27 de enero] al que asistieron los poderes públicos, las corporaciones y una gran cantidad de pueblo que llenó las calles y plazas que rodean la Catedral. Sea que las masas hubiesen sido tocadas por alguien o que alguien quisiese imitar procedimientos anteriores, el hecho es que la concurrencia que salía del tedeum notó que muchas personas se habían colocado en el pecho, y hacia el lado izquierdo, una cinta o divisa punzó. Media hora después la muchedumbre, sin excluir algunas mujeres hicieron otro tanto a los gritos de ‘¡viva la federación!’ Esa misma noche se vió a los paseantes con la cinta colorada al pecho”.
Días más tarde según lo relata Juan A. Pradère en el breve estudio que precedía su “Iconografía de Rosas”: “El 3 de febrero, por decreto de Rosas y [Juan Ramón] Balcarce, se consagraba oficialmente el uso de la divisa punzó. En él se decía: Que considerándose conveniente ‘consagrar del mismo modo que los colores nacionales el distintivo federal de esta provincia y constituirlo, no en una señal de división y de odio, sino de fidelidad a la causa del orden y de paz y unión entre sus hijos bajo el sistema federal, para que recordando éstos los bienes que han gozado más de una vez por la influencia de este principio, y los desastres que fueron siempre el resultado de haberlo abandonado se afiancen al fin en él, y lo sostengan en adelante con tanto empeño como la misma independencia nacional’”
Así las divisas que los militares usaran debían contener la leyenda “Federación o Muerte”, mientras que la de los civiles solo debían tener la palabra “Federación”.
Durante la época federal, fue común el uso de divisas, no solo por militares y funcionarios, sino también por civiles que apoyaban al gobierno.
Los integrantes de los ejércitos unitarios y en los territorios dominados por ellos, también muchos civiles utilizaron divisas.
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Divisa unitaria bordado en hilo celeste sobre seda blanca |
El color de las divisas federales era el rojo punzó –rojo intenso– mientras que las divisas unitarias fueron celestes –por el uso devenidas en blancas–. Estos dos colores fueron los que distinguieron a ambos partidos en la Argentina.
Debo aclarar que la divisa punzó, también denominada cintillo federal, no fue el único distintivo que diferenciaba a los federales, a ella se sumó el chaleco federal –también de color rojo punzó–, y el uso del bigote, en contraposición a la levita y prendas de color celeste o verde y la barba en U, usados por los unitarios.
A partir del segundo gobierno de Rosas iniciado en 1835 y hasta la batalla de Caseros, se incrementó el uso de estos símbolos y el color rojo punzó, llegándose a pintar toda la ciudad con este color, alcanzando incluso a los carros fúnebres.
La profusión del rojo también estaba en los uniformes militares, en la vestimenta de los vecinos y en los moños de las mujeres. Incluso las naves de la escuadra de la Confederación, estaban pintadas de rojo, como lo recuerda el poeta Héctor Pedro Blomberg en “Las naves rojas de la Federación”: Rojos son las mesanas y los trinquetes, / Las cureñas, las bandas; rojas, sangrantes, / Las camisas que llevan los tripulantes, / Desde los condestables a los grumetes, / Y usan galones rojos los comandantes. (Ver el poema completo en ER N° 9, pág. 14).
El color rojo, no fue solo un color político, sino que pasó a ser también el color de moda de la época.
Hay divisas con distintas inscripciones y lemas, no solo las de “Federación” o “Federación o Muerte” o simplemente abreviada “F o M”. Otras se completaban con la efigie de Rosas –por lo general de perfil- y algunas también no solo con la del gobernador sino también con el de la “Heroína de la Federación”, su esposa Encarnación Ezcurra.
El texto de las inscripciones variaban de acuerdo a quienes las fabricaban.
Los lemas de “Mueran los salvajes asquerosos inmundos unitarios” y otros por el estilo, comenzaron así a aparecer en las divisas. Debemos decir que el mote de “salvajes” que se les daba a los unitarios, no apareció en la época de Rosas, al confeccionarse estas divisas, sino que con anterioridad, la población ya los denominaba así, atento a los actos de barbarie en que incurrieron los jefes y tropas que tomaron parte en la insurrección contra el gobierno de Dorrego y los excesos incurridos contra la población civil que se mostraba cercana al ideario federal. (Ver ER 32)
Cabe señalar que los unitarios llamaban “bárbaros” a sus oponentes y que también en las divisas que utilizaban figuraban los “muera” contra los federales.
Con respecto al “mueran”, William Mac Cann, que era un hombre de negocios inglés, que vino a estas tierras en 1842 y que en un largo viaje a caballo, visitó las estancias del sur de Buenos Aires, propiedad de sus connacionales, llegando hasta la frontera con los indios, contó lo siguiente con respecto a una de las conversaciones que mantuvo con el gobernador de la provincia: “Se refirió [Rosas] al lema que llevan todos los ciudadanos: ‘Viva la Confederación Argentina! Mueran los salvajes unitarios!’, y me dijo que lo había adoptado contra el parecer de los hombres de alta posición social, pero que, en momentos de excitación popular, había servido para economizar muchas vidas; que era un testimonio de confraternidad, y para afirmado, me dio un violento abrazo. La palabra ‘mueran’ quería expresar el deseo de que los unitarios fueran destruidos como partido político de oposición al gobierno…”
Algunas divisas tenían una lectura horizontal y otras vertical. Las primeras eran más largas y angostas y a veces eran dobles, mientras que las segundas eran anchas y cortas.
Los tamaños de las cintas podían variar entre los 15 a 60 cm. de largo por 5 a 10 cm. de ancho.
En muchas de las cintas con lectura horizontal, el lema se imprimía en la cinta dos veces en forma opuesta en cada mitad, por lo que se podía usar en forma completa o cortarse y formarse dos cintas.
El tipo de letra también fue variable, incluso en una misma divisa podía haber tipografía distinta.
El retrato de Rosas, también variaba y no era único y ello fue así, pues la impresión de las cintas, no estuvo a cargo de una sola persona como ya manifesté. También un mismo retrato podía ser utilizado para divisas con distinto texto.
Normalmente para la confección se empleaba tela de seda, que permitían una buena impresión, pero también se utilizaron en menor medida, otro tipo de telas.
Si bien la gran mayoría de las divisas eran impresas sobre telas de color rojo, no faltaron otras de color blanco con impresiones en negro.
En las publicaciones como La Gaceta Mercantil y el Diario de la Tarde se publicitaban donde podían conseguirse las divisas, entre otros lugares “en la Litografía del Estado, calle de la Catedral N° 17 y 19”. La Litografía del Estado, que era una de las mayores reproductoras no solo de divisas, sino de litografías de Rosas y otros personajes importantes de la Confederación, estaba a cargo del suizo César Hipólito Bacle. Otro de los lugares publicitados era el taller de Antide H. Bernard, donde se podían adquirir al por mayor y menor.
Las divisas no iban firmadas por su autor ni por el lugar de impresión y solo por excepción alguna de ellas aparece firmada por “A.H.Bernard” y por la impresora de “H. Sánchez”.
Después del pronunciamiento de Urquiza
Producido el pronunciamiento del gobernador de Entre Ríos, el general Justo José de Urquiza el 1° mayo de 1851, contra el gobernador porteño, en Paraná, capital de aquella provincia mesopotámica, se dejaron de usar las divisas que hacían mención a los unitarios, cambiándose el texto de acuerdo a la nueva situación política, disponiéndose por decreto que se sustituyera el “¡Mueran los salvajes unitarios!” por el de “Mueran los enemigos de la organización nacional”.
En la ciudad de Buenos Aires por el contrario, se fabricaron divisas que además de contener la consabida leyenda contra los unitarios, se agregaron lemas alusivos a la traición de aquél general, a quien se lo calificó de “loco, traidor, salvaje unitario”.
Es interesante lo escrito por Benito Hortelano, un español que recaló en Buenos Aires en 1850, propietario de una librería y editor del Diario de Avisos, Diario de la Tarde y El Agente Comercial del Plata, con respecto al uso de divisas y el cambio de las mismas con motivo del pronunciamiento de Urquiza.
Recuerda Hortelano que él nunca utilizó divisa, no obstante que “Entraba en la casa del general Rosas con frecuencia a recoger noticias, decretos o disposiciones que debían publicarse, y jamás me preguntaron por qué no usaba divisas…”
Con relación al pronunciamiento urquicista y al cambio del texto de las divisas en Buenos Aires, cuenta: “Aún no se había dado oficialmente la noticia de la rebelión. Una noche, a las diez, nos mandan un decreto para publicar en el diario y en él venía cambiado o aumentado el lema, añadiendo a los mueras de orden el ‘¡Muera el loco traidor, salvaje unitario Urquiza!’ Como siempre he tenido pensamientos tan oportunos, en el acto de leer el nuevo lema se me ocurrió una especulación… Consistía esta idea en imprimir en aquella misma noche nuevas divisas con el muera Urquiza agregado, seguro de que al día siguiente el público se precipitaría a comprarlas. Mis consocios, naturalmente, comprendieron la importancia de la idea, y acto continuo unos se pusieron a hacer el molde, otros el anuncio, y yo salí a comprar toda la cinta que encontrase en las mercerías”.
“A las doce de la noche ya había reunido miles de varas de cinta, y acto continuo la prensa empezó a imprimir”.
“Al siguiente día la gente se agrupaba ante mi librería; la Recoba Nueva estaba invadida por los furiosos federales, que les faltaba tiempo para arrancarse la antigua divisa y colocarse la nueva… Sin embargo, Rosas no mandó a nadie que usase la nueva divisa; sólo sus documentos iban encabezados con el nuevo lema, pero nada más”.
Caseros
A raíz de la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), Rosas fue desalojado del poder, instalándose en Buenos Aires un gobierno provisorio a cuyo frente, Urquiza puso al autor del Himno Nacional, don Vicente López y Planes, antiguo rosista y amigo del Restaurador, convertido de la noche a la mañana en antirrosista.
Una de las primeras medidas de este gobierno, fue el de prohibir el uso de la divisa rojo punzó.
Días más tarde -20 de febrero- en el desfile que se realizó en la ciudad por las tropas vencedoras –incluidas las del Imperio del Brasil–, Urquiza marchó al frente de sus hombres montado en un caballo de Rosas y luciendo una divisa punzó, lo cual causó bastante desagrado entre los unitarios de la ciudad.
Significado del uso de divisas
En 1832, cuando por decreto, se dispuso el uso obligatorio de la divisa rojo punzó, nuestro país todavía no era un estado totalmente organizado y unificado, sino que estaba formado por diversos estados provinciales más o menos autónomos. La divisa punzó fue un símbolo aglutinador, que tanto era usado por bonaerenses, cordobeses, salteños y del resto de las provincias, que había nacido en 1815 como expresión de las ideas republicanas y federalistas.
En una charla que el gobernador tuvo en 1849 con el ministro y encargado inglés Henry Southern, le explicó la necesidad y el porqué de la adopción de estos símbolos.
En una carta que el inglés le remitió a Lord Palmerston, –primer ministro inglés– el 16 de julio de dicho año, le comentó de la conversación que había mantenido con Rosas sobre este tema y le decía entre otras cosas: “…Díjome [Rosas] que los países donde ha prevalecido el espíritu extremo de partido, y donde la turbulencia es como si fuese producto del suelo, era necesario que se impusieran ciertas enseñas que, una vez adoptadas, no originasen ningún interrogante y cuyo uso trajese como consecuencia la tranquilidad y seguridad de todos. ¿Qué otra muestra de adhesión podía existir más simple y menos onerosa, para demostrarla a la autoridad establecida, que una señal en la vestimenta que, una vez adoptada, de una vez por todas, quitaba toda duda?”.
“A fin de apresurar las tareas de curar las heridas que había sufrido el país en los conflictos revolucionarios pasados y reintegrar la sociedad política era menester facilitar la vuelta de todos los miembros que habíanse separado de la misma durante el desencadenamiento de las furias partidarias, y en vez de pesquisas, profesiones de fe o purificación -todos signos humillantes de sumisión a un nuevo orden de cosas-, todo lo que el gobernador de Buenos Aires pedía era que se usase una yarda o dos de cinta de seda. Esta divisa una vez adoptada y conservada, dispensaba de todos los procedimientos que fácilmente, por exceso de celo de las autoridades subalternas, se convertían en medios mortificantes para los individuos. El gobernador me dijo que esta medida tan simple era lo que le permitía abrir las puertas del país a todos los inmigrantes que quisieran acogerse a la protección del mismo, como muchísimos lo habían hecho. Su peor enemigo no tenía que hacer otra cosa que llegar al puerto, donde nadie le preguntaba nada, donde no se le requería ningún pasaporte, con tal que usase chaleco punzó y cintillo rojo, colocándose así bajo la protección de las leyes y poniéndose a salvo de cualquier averiguación, u observación. Lo cierto es que estas divisas sirven tanto y más prácticamente que una ley de amnistía y de inmunidad. Desde tiempo atrás, todos los días llegan numerosas personas que se han distinguido en el exilio por actividades hostiles contra este gobierno, y no hay ejemplo ni caso alguno que haya sido molestado, ni que nadie haya sido preguntado acerca de cuáles fueron sus acciones pasadas”.
En efecto, a partir de 1847 y a raíz de la favorable situación en la que se encontraba la Confederación, regresaron al país muchísimos expatriados, a quienes no se les molestó en absoluto, no obstante sus ideas políticas contrarias al gobierno expresadas en el pasado.
En el Uruguay
Incluyo en este artículo, también lo sucedido en el Uruguay, cuya historia estuvo tan vinculada a la nuestra y sobre todo en los años 30 y 40 del siglo XIX.
A poco tiempo de producida la independencia del hermano país y a partir de la presidencia de Manuel Oribe y los intentos de su antecesor Fructuoso Rivera para retomar el poder, se formaron dos bandos, los “oribistas” llamados "Defensores de las leyes", "Sostenedores de la legalidad" o "Amigos del orden", mientras que los “riveristas”, fueron los liberales.
A mediados de 1836, por tercera vez hubo un levantamiento armado de Rivera –apoyado por europeos, el Imperio del Brasil y residentes unitarios en Montevideo– contra el presidente constitucional, conocido como batalla de Carpintería. A lo cual Oribe decretó la obligatoriedad de que los ciudadanos usaran, en su ropa o su sombrero, un distintivo o divisa de color blanca con la inscripción “Defensor de las Leyes”, para distinguirse de los rebeldes riveristas, quienes a su vez adoptaron una divisa de color celeste para diferenciarse del gobierno. Como esta divisa celeste, se decoloraba y quedaba blanca, se la cambió por el colorado.
De ahí que el partido oribista –formado por partidarios de Lavalleja y Oribe y sostenedores de la legalidad y el orden– pasara a llamarse “Blanco”, mientras que el “riverista” o liberal pasara a ser el Partido “Colorado”. Tales denominaciones se siguen usando en la actualidad, para designar a estos dos partidos tradicionales de la política oriental.
Debemos aclarar, que Oribe después de ser desalojado del poder por una nueva revolución de Rivera, recibió el apoyo de Rosas –ya que lo consideraba el legítimo presidente constitucional del Uruguay– a fin de retomar el poder, mientras que Rivera recibió el apoyo de los antirrosistas residentes en Montevideo.
Estos dos políticos y militares uruguayos, participaron de las luchas civiles no solo en su propio país, sino también en el nuestro, por lo cual está tan conectados con nuestra propia historia, como ya lo manifesté.
Divisas en la Revolución del Parque
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Além con boina blanca y divisa cívica |
El 26 de julio de 1890 se produjo la revolución cívico militar, que tuvo como bastión principal el Parque de Artillería –ubicado en la manzana que actualmente ocupa el Palacio de los Tribunales, frente a plaza Lavalle, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires– por lo cual a esa revolución también se la conoce como la “Revolución del Parque” o “Revolución del 90” y cuyo objetivo principal era sacar del poder al presidente Miguel Ángel Juárez Celman, a quien se acusaba de ser la cabeza de un régimen corrupto.
Los revolucionarios respondían a la jefatura de Leandro N. Alem y pertenecían a la Unión Cívica, partido que aglutinaba a todos los opositores al presidente: exautonomistas, mitristas, católicos, masones, alemnistas entre otros.
En el número 41 de este periódico (pág. 3 y sgtes.) ya me referí a este tema, por lo cual no voy a reiterar conceptos allí vertidos sobre este hecho histórico.
En esta revolución, quienes participaron en ella utilizaron una divisa, para diferenciarse de las tropas y fuerzas gubernamentales, la que estaba formada por tres cintas con los colores blanco, verde y rosado –colores de la Unión Cívica–; a esta divisa también se la denomina como “cucarda cívica”.
En esos días los revolucionarios también usaron boinas blancas, que pasó a ser un símbolo de la Unión Cívica Radical, creada años después.
Laica o Libre
Ya, cercano a nuestros días, más exactamente en la segunda mitad del año 1958 y durante la presidencia de Arturo Frondizi, con motivo de la intención del gobierno de reglamentar el art. 28 del decreto-ley 6403 promulgado poco menos de tres años antes, que establecía que “la iniciativa privada puede crear universidades libres que estarán capacitadas para expedir diplomas y títulos habilitantes”, se produjo un conflicto conocido como “Laica o Libre”, que involucró primero a estudiantes universitarios, extendiéndose luego a los de enseñanza secundaria.
Los “laicos” eran contrarios a que se reglamentara la norma y defendían el monopolio estatal universitario y que solo las universidades estatales estuvieran autorizadas a otorgar títulos habilitantes, mientras que los “libres” eran partidarios que también las universidades de gestión privada pudieran hacerlo.
Ello motivó grandes concentraciones públicas y en las que no faltaron enfrentamientos entre unos y otros.
Los estudiantes de ambos grupos, a fin de diferenciarse entre sí, usaron a modo de divisa, cintas violeta los “laicos”, mientras que los “libres” las utilizaron verdes, las que prendían en el ojal o en la solapa de sus sacos, ya que en aquellos tiempos los estudiantes, tanto universitarios como secundarios para asistir a clases debían usar obligatoriamente saco y corbata.
Bibliografía
ANGIÓ José, “General Francisco Ramírez, El Supremo Entrerriano”, Ediciones AqL, Buenos Aires, 2013.
BERUTI Juan Manuel, “Memorias curiosas”, Colección Memoria Argentina, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 2001.
DE ELIZALDE Josefina, “La batalla de la educación”, en “La Argentina en el siglo XX”, La Nación, Buenos Aires, s/a.
HORTELANO Benito, “Memorias”, Editorial Espasa Calpe S.A., Madrid, 1936.
SALDÍAS Adolfo, “Historia de la Confederación Argentina – Rozas y su época”, Librería El Ateneo Editorial, Buenos Aires, 1951.
SIERRA Vicente D., “Historia de la Argentina”, Tomo VIII, Editorial Científica Argentina, Buenos Aires, 1969.
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Decreto del 3 de febrero de 1832
Art. 1° A los 30 días
de la publicación de este decreto todos los empleados civiles y militares,
incluso los jefes y oficiales de milicia, los seculares y eclesiásticos que por
cualquier título gocen de sueldo, pensión o asignación del tesoro público,
traerán un distintivo de color punzó, colocado visiblemente en el lado
izquierdo del pecho.
Art. 2° El mismo distintivo usarán los
profesores de derecho con estudio abierto, los de medicina y cirugía que
estuvieren admitidos y recibidos, los practicantes y cursantes de las predichas
facultades, los procuradores de número, los corredores de comercio y en suma
todos los que, aun cuando no reciban sueldo del estado se consideren como
empleados públicos, bien por la naturaleza de su ejercicio o profesión, bien
por haber obtenido nombramiento del gobierno.
Art. 3° Los empleados militares
incluso los jefes y oficiales de milicia; las fuerzas de línea; en suma las que
componen el ejército de la provincia y las de milicia en servicio, llevarán en
la divisa la inscripción “Federación o Muerte”. Los demás comprendidos en los
artículos anteriores usarán de la inscripción “Federación”.
Art. 4° Los que contravinieren a lo
dispuesto, si fuesen empleados serán suspensos inmediatamente de sus empleos
por sus respectivos jefes o magistrados de quienes dependan, que cuidarán de
hacerlo indefectiblemente bajo la más estrecha responsabilidad, dando cuenta al
Gobierno por el ministerio que corresponda para la resolución más conforme.
Art. 5° Con respecto a los que no
fuesen empleados el jefe de policía velará sobre el cumplimiento de este
decreto y dará al Gobierno los avisos necesarios.
Art. 6° Comuníquese, publíquese e
insértese en el Registro Oficial".