En el N° 678 de la revista Todo es Historia del mes de julio de 2024, fué publicado el siguiente artículo de autoría del director de este Blog, Norberto J. Chiviló, sobre el peinetón, elemento de moda, que usaron las damas porteñas en la década del '30 del siglo XIX.
Observación: En primer término se publica el escaneo de la tapa de la revista y las páginas correspondientes al artículo.
Como su lectura puede ser dificultosa para algunas personas, por la medida de las letras, a continuación está la transcripción del artículo con letra más legible.
1831 - 1837 El uso de los peinetones
LAS DAMAS PORTEÑAS Y LA MODA QUE INCOMODA por Norberto Jorge Chiviló
En el periódico porteño –editado en inglés– The British Packet, N° 270 del 22 de octubre de 1831, se publicó la siguiente noticia:
“EL PEINETON
“¿Cómo podríamos describir el inmenso peinetón que forma parte tan prominente del tocado de la bella elegante de Buenos Aires, su tallado y ornamentos, y el modo gracioso con que es colocado en el cabello? Simplemente, exclamaremos con el ‘noble poeta’,
“ ‘I can’t describe it, though so much it strike / Nor liken it, I never saw the like’ (No puedo describirlo, aunque es tan destacado. / Ni tampoco aproximarme a ello, porque nunca vi nada semejante).
“El peinetón usado por doña Matilde Díaz en el teatro pierde su inmensidad comparado con los que están de moda ahora, algunos de los cuales miden más de 90 cm de largo y proporcionalmente de ancho y cuestan de 30 a 550 pesos.
“En verdad podemos imaginar
“ ‘The beart-aches and the thousand natural shocks’ (1) (Las aflicciones y los dolores sin número) que las tiernas mamás y maridos deben experimentar en días tan difíciles como los actuales, cuando se les importuna para comprar tan costo artículo, y los consiguientes enfados que su negativa generará a menudo.
“Recordamos haber leído en La Argentina del año pasado, una poesía muy bonita, a propósito de la pérdida de un peinetón por una dama, mientras se bañaba. Su tema sería muy apropiado justamente ahora.
“El primer verso era así:
“ ‘Anoche en el baño / Perdí mi peineta / Hubiera perdido / Más bien mi cabeza’ ”.
“La bella ofrece una recompensa de 2.000 besos al que la encuentre; el amado reclama la recompensa y los versos finales contienen una advertencia a la dama contra tan precipitados ofrecimientos:
“ ‘Juanita, Juanita / Vive muy alerta / Y cuando te bañes / Cuida tu peineta’,
“¿A qué se debe el arrepentimiento de la dama? El poeta no lo ha dicho, sino que lo deja a sus lectores para que ‘adivinen’.
“Nos informan que dado el penchant que existe en Buenos Aires por estos colosales peinetones, una cantidad de ellos ha sido traída de Francia, hechos expresamente para este mercado. Desde entonces, su precio ha disminuido considerablemente.
“El señor Masculino es el principal fabricante de estos artículos en esta ciudad”.
¿Qué era el peinetón, cómo se originó, cuándo se usó…?
La peineta
La peineta deriva del peine, elemento éste que comenzó a usar ya el hombre primitivo.
La peineta es un ornamento femenino que consta de un cuerpo convexo o curvo y un conjunto de púas que sirve para sujetar el peinado o el rodete, que a la vez sirve de adorno y que se lleva en la parte posterior de la cabeza. Podía ser utilizado solo como un elemento de elegancia o complementado para sostener una mantilla rectangular de encaje.
Por lo general el material que se utilizaba para hacerlos era mayormente el carey, pero también se usaba asta de vacunos, marfil, concha de nácar, celuloide, oro, plata u otros metales, podían ser con hermosos calados o lisas y algunas también contenían incrustaciones de oro, plata y piedras preciosas.
El carey por ser un material muy vistoso por sus vetas, era por lo general el más utilizado, proviene del caparazón de la tortuga carey, que es una especie de tortuga marina. El material era importado desde distintos lugares, pero mayormente venía de la India, donde se podían conseguir los más vistosos.
La peineta fue un elemento muy utilizado en España desde fines del siglo XVIII, pero que aún hoy se sigue usando por tradición en diversos acontecimientos sociales y religiosos, como en las corridas de toros, ceremonias religiosas, procesiones de Semana Santa, etc. y también es un elemento imprescindible en algunos trajes regionales.
Aproximadamente en 1815, la peineta española fue introducida en el Río de la Plata y rápidamente fue aceptada y usada por las damas porteñas.
Años más tarde, en 1823 llegó a Buenos Aires el peinero (2) andaluz Manuel Mateo Masculino, quien pocos días después de su arribo, publicó un aviso en la primera página del N° 31 del diario El Argos de Buenos Aires, del 16 de abril de 1823, anunciando que: “Ha llegado a esta capital para permanecer en ella Manuel Masculino, fabricante de peines de marfil, y peinetas de carey de varios gustos. Es general en su facultad e inventor tanto en su arte, como en máquinas de su profesión con las cuales facilita el trabajo al punto de que un joven haga con perfección lo que cuatro buenos maestros. Tiene otras máquinas para cortar horizontal en forma de abanico, ovalado y en círculo, con la que hace calados, tan diversos y finos, que son inexplicables por su variedad. Hace también que un joven paseando, con solo el cuidado de poner y sacar tablitas, corte en ocho minutos doce peines de marfil finísimos, saliendo ya por un lado con lustre. Posee además otras varias máquinas que triplican el trabajo a estas diarias, y manifestará con oportunidad en razón de su importancia, como que se manejan con mucha facilidad, y producen con prontitud lo que seis operarios con toda perfección: son portátiles para llevar en el bolsillo y correr países extranjeros, en los que según el mérito ganan el premio y patente. Su taller contiene diez operarios que pueden trabajar diariamente cien docenas de peines y peinetas de todas clases, y vende a precios muy cómodos en su tienda de San Francisco para el Colegio a la media cuadra, calle de Potosí, número 40” (3).
El taller de Masculino, fue uno de los más importantes de la ciudad en este rubro, por contar con máquinas, como figuraba en el aviso y que hasta entonces, aquí eran desconocidas. En su taller llegó a ocupar a más de cien operarios, entre hombres y mujeres, pero también debemos decir que existieron establecimientos similares de otros artesanos instalados no solo en Buenos Aires, sino también en Montevideo.
El peinetón
Así como el peine originó la peineta, ésta devino en peinetón y tuvo gran aceptación en el bello sexo del Buenos Aires, allá por 1830 hasta 1837 aproximadamente, cuando comenzó a declinar su uso.
¿Cómo nació el peinetón? Las peinetas tienen un largo aproximado de treinta centímetros, pero en estas tierras y en aquella época experimentaría una notable transformación. Quienes se encargaban de fabricarlas, comenzaron cada vez a hacerlas de mayor tamaño, tanto en el largo como en el alto, llegando algunas de ellas a medir aproximadamente un metro veinte centímetros. Así la peineta pasó a ser peinetón, que se convirtió en un accesorio necesario de la moda de aquél momento y fue uno de sus elementos más característicos y más valorados por las mujeres. Su uso también fue una originalidad de las damas rioplatenses, ya que en ninguna otra parte de América se los utilizó y podemos decir que fue un accesorio de la moda típico del Río de la Plata.
La Gaceta Mercantil en su edición del 28 de enero de 1831, refiriéndose a estos adornos decía: “estos peinetones, que arruinan a los ricos, despiden a los pobres y engordan a los gringos”.
El famoso naturalista francés Alcide Dessalines d’Orbigny quien estuvo en el país por aquellos años, escribió refiriéndose al uso de este accesorio: “Siempre hará que se distinga a la porteña de las mujeres del mundo, un adorno especial, un adorno a que tienen como a la vida, o casi me atrevo a decir más que a ella, es una inmensa peineta que parece un abanico convexo, más o menos precioso, y más o menos adornado, según rango y bienes de quien la lleva”.
Si vemos un retrato o un cuadro en el que hay una mujer con peinetón, este accesorio nos permite establecer cuál fue el momento histórico en que se hizo la pintura: 1830-1837, y el lugar: Río de la Plata.
Si bien no puede decirse con precisión si Masculino fue el creador de este elemento femenino, sí se puede afirmar que fue uno de los más importantes diseñador, fabricante y difusor. La gran producción que salía de su taller, le permitió llegar a ser un comerciante adinerado.
Masculino era el fabricante que hacía su producto más fino y elegante y por lo tanto reconocido en su métier.
Los peinetones se hacían con los mismos materiales que ya se utilizaban para fabricar las peinetas, pero por su mayor dimensión permitía una mayor cantidad de dibujos y calados.
La materia prima más utilizada en su fabricación era el carey y este material llegaba al puerto en trozos o planchas ya fundidas y se vendía al peso. En los talleres estas planchas eran cortadas, fusionadas al calor, caladas, cinceladas y pulidas y muchas veces eran estampadas e incrustadas.
Por lo general el dueño del taller hacía un bosquejo con los dibujos que le pedía el cliente y después de su aprobación pasaba al taller para su confección.
Esos accesorios de la moda, eran unos tremendos armatostes de una sola pieza, generalmente de carey como ya manifesté y la mayoría caladas en forma simétrica, con figuras geométricas, arabescos, flores, hojas, etc.
Incluso se les dio un uso político ya que muchos estaban adornados con la efigie del Restaurador o el de éste y su esposa y conteniendo inclusive lemas federales como “Viva la Federación”, “Federación o Muerte” o “Viva la Santa Federación”.
Podríamos afirmar que el peinetón si bien fue un accesorio impuesto por la moda, se convirtió también en distintivo de la mujer federal.
El gran trabajo de calado, cincelado, moldeado y las incrustaciones que podría tener de metales preciosos como de marfil, nácar y otros, marcaban la diferencia entre una pieza y otra. Por otra parte no llevaban firma ni marca alguna que pudiera individualizar a quien lo había diseñado y fabricado.
Lucir un peinetón de mayores dimensiones que una peineta normal y de un mayor trabajo de calado, que lo convertían en una verdadera obra de arte, daba cuenta de la situación social y del poder económico del padre o del esposo de quien lo portaba, ya que el artículo era de lujo y por tanto costoso, por el material de importación utilizado y el trabajo –muchas veces exquisito– que su confección demandaba, por lo cual estaba solo reservado a las mujeres de clase alta.
Para resaltar que era caro, una publicación de la época transcribió unos versos titulados Lo que cuesta un peinetón que decía así: Sabe todo lomo negro / Que el colorado y punzó / Son los signos del que tiene / Con qué comprar un peinetón.
En el Museo Nacional de Bellas Artes, se pueden apreciar muchos de estos artículos, como también ocurre en el Museo Cornelio de Saavedra, ambos de la ciudad de Buenos Aires, entre otros.
Existen muchos retratos de las damas de la sociedad porteña luciendo sus importantes peinetones, pintados por artistas, como por ejemplo Enrique Carlos Pellegrini.
Cuando la moda llegó a su apogeo, recibió las críticas por incómoda y antiestética y como toda moda, pasa y su uso fue decayendo, ya por las dificultades e incomodidades que ocasionaba su utilización, porque era bastante incómodo para las señoras moverse con ellos, además eran frágiles por el material empleado, y así se volvió al uso de la peineta, más cómoda. Esos peinetones eran tan grandes que dos damas no podían caminar al mismo tiempo o cruzarse en la misma vereda.
El litógrafo ginebrino César Hipólito Bacle, quien tuvo su comercio en Buenos Aires, que además de periódicos ilustrados, publicó diversas litografías, muchas de ellas correspondientes a distintas ocupaciones y oficios de la época de Rosas y que las reunió en una colección de 5 Cuadernos –cada uno de ellos con varias litografías– que tituló Trages y costumbres de la Provincia de Buenos Aires. En el Cuaderno 5 incluyó seis que tituló Extravagancias de 1834, que nada tienen que ver con ocupaciones y oficios, sino que son todas de un marcado tono caricaturesco, que destacaban y ponían de relieve los inconvenientes que los “extravagantes” peinetones causaban en los distintos ámbitos de la vida diaria de la sociedad, tanto en la casa (Litografía N° 1), en la calle (N° 2), en el paseo (N° 3), en el teatro (N° 4) en el baile (N° 5) y el enlace de los peinetones (N° 6), en la calle. Cada una de esas litografías llevaban un epígrafe gracioso acorde a la misma. La que publicamos, es la N° 1 y dice: “¿Todavía más, Señora? –No basta. Ahora del otro lado”.
Notas
(1) W. Shakespeare, Hamlet, acto III, escena IV.
(2) Peinero: Fabricante de peines.
(3) La transcripción se hizo en la grafía actual.
Crédito fotográfico: Las ilustraciones fueron proporcionadas por el autor.