miércoles, 1 de junio de 2016

Rosas y la Independencia

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 39 - Junio 2016 - Pags. 10 a 16   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  

Rosas y la Independencia
por Norberto Jorge Chiviló 

Rosas y la Independencia
Juan Manuel de Rosas. Miniatura pintada por Fernando García del Molino. 1835


El 9 de julio próximo se cumplirán los 200 años de la declaración de la independencia de nuestro país "del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli" y 10 días después de la agregación en el acta de la independencia "y de toda otra dominación extranjera".

La fecha patria del 9 de julio fue durante todo el gobierno de Rosas recordada y festejada, pero también era valorada de una manera especial, por lo que significaba.

La palabra "independencia", siempre estuvo presente en el léxico federal del gobierno de Rosas, pero no fue solamente una palabra, vacía de contenido, sino que hechos concretos realizados durante su gobierno la convirtieron en una realidad constante y tangible.

Fue premisa fundamental en toda su acción de gobierno la recordación de la independencia que años atrás se había conseguido y su reafirmación constante, en cada uno de sus actos de gobierno y él fue un tenaz defensor de la independencia que con tanta sangre se había logrado.

El magno acontecimiento independentista de 1816 se encuentra estrechamente vinculado a la figura de los Padres de la Patria: José de San Martín y Juan Manuel de Rosas. Por las campañas militares realizadas por el primero contra el imperio español, se logró afianzarla y por la firme actitud del segundo años después se la defendió y se la mantuvo, en un momento histórico en el cual las intervenciones extranjeras que se dieron en esta parte del mundo la pusieron en peligro. La firma de los tratados Arana-Mackau y Arana-Le Predour firmados con Francia y Arana-Southern firmado con Inglaterra, son la prueba más que elocuente de la consolidación de aquella independencia, por la firme actitud de la Confederación Argentina, a cuyo frente se encontraba Rosas.


Celebración del 9 de julio en el Cuartel del Colorado

Durante la Campaña al Desierto del Sud, llevada a cabo en el año 1833, una de sus alas, la división de la izquierda fue comandada por el general Rosas, quien estableció su Cuartel General en el río Colorado. En las crónicas redactadas por el coronel Juan Antonio Garretón, que se reproducen a continuación, publicadas en la Gaceta Mercantil, dan cuenta de los festejos que se realizaron en ese cuartel, con motivo de la fecha recordatoria de la declaración de la independencia. En esas crónicas se apreciará la importancia de los actos llevados a cabo no solo en ese día, sino en el anterior y posterior y que la fiesta patria era recordada de la misma forma y con la misma solemnidad que la del 25 de Mayo.

"Julio 8 - Diana a las cinco y todo lo demás del servicio ordenado hasta aclarar. Gran helada la noche anterior. La madrugada muy fría. Se dio a la tropa una ración de aguardiente. El día amaneció bueno, sereno y templado…Desde la noche de este día principió en los campos de cada cuerpo a celebrarse la víspera del aniversario de nuestra independencia de la España y de todo poder extranjero. Ardían fogones preparados con anticipación y a la iluminación brillaba el entusiasmo de todos. No se interrumpieron los vivas patrióticos y todo género de demostración que recordaba el patriotismo y virtudes de los autores de tan heroica resolución. A las diez de la noche quedó en silencio el campo y todos se preparaban para el día siguiente. El señor general dispuso para el 9 de Julio la misma celebridad  y el mismo orden que tuvo lugar para solemnizar el 25 de Mayo. Uno de los vivanderos que siguen al ejército desde que abrió la campaña don Marcelino Álvarez cuya fortuna es muy escasa, presentó por conducto del comisario al señor general cien pesos, como una pequeña demostración de su patriotismo, con el objeto de que S.S. los admitiera y destinara a los fines que estimare convenientes para aumentar las solemnidad del 9 de julio. Les fueron admitidos dando por ellos las más expresivas gracias…"

"Julio 9 - Diana a las cinco y lo demás de orden establecido. La madrugada muy fría. Heló la noche anterior. Se dio a la tropa una pequeña ración de aguardiente. Media hora antes de salir el sol se hallaban formadas las tropas con el frente al naciente. El coronel don Ramón Rodríguez mandaba la línea y el señor general autorizaba el acto con su presencia. Todos vestían de parada. El día amaneció nublado y el sol no se dejó ver, pero a la precisa hora de su salida, fue saludado con veintiún cañonazos y tres descargas de mosquetería. Se retiraron las tropas y se les dio ración de yerba, tabaco, papel, fariña y galleta, siguiendo después todo cuanto tuvo lugar el 25 de Mayo. El señor general fue felicitado por los jefes y oficiales. Una guardia de honor compuesta de oficiales y ciudadanos mandada por su primer ayudante coronel don Manuel Corvalán le fue presentada y la admitió por corto tiempo. A las diez se jugó la rifa de cincuenta premios, de veinte pesos cada uno, señalados para la fuerza de la expedición. Todo el día se permitió divertirse en los juegos que estaban dispuestos. El arco en que se jugaba sortija tenía entre los varios adornos que permitía el lugar, tres cuadros en que aparecían composiciones métricas análogas al día. El rompe-cabeza y la cucaña hacían parte de dichos juegos, y los completaba el gallo ciego, todos con premios. En el campo de la artillería, estaban colocados varios arcos, y en el centro de ellos acrósticos en honor de los ilustres campeones de la Federación Argentina. Por todas partes se dejaban sentir las emociones más puras de patriotismo. Los no interrumpidos Vivas, las dianas y contenido general hacían recordar los preciosos días de la patria. Todo era patriotismo, todo entusiasmo. Ni las frecuentes garúas de este día, embarazaban las diversiones con que se celebraba. Al ponerse el sol volvieron las tropas al mismo puesto que ocuparon por la mañana. Se leyó la orden general y el discurso que al final de este día se inserta. Después de los vivas que se dieron, se hizo la despedida al sol del 9 de Julio, por una salva y la infantería con una descarga al decir: Bendito y Alabado sea el Santísimo Sacramento, que se rezó de rodillas por el coronel don Manuél Corvalán, nombrado por S.S., para hacerlo en representación de su persona. A las siete y media de la noche todos los jefes, oficiales y ciudadanos asistieron al convite que estaba preparado. El señor general no pudo hacerlo por estar sumamente atareado escribiendo. Los caciques Catriel y Cachul, con el de los tehuelches Niquiñille asistieron también. Presidió el coronel don Manuel Corvalán. La mesa era como la del 25 de Mayo. Fue servida en abundancia y con la mayor delicadeza. Los brindis de orden principiaron a las nueve y siguieron después los generales. Puede asegurarse que en todos ellos brillaba el patriotismo más acendrado y los sentimientos más sinceros porque la patria de los argentinos, conservando el lustre de sus glorias sea la mansión de la paz y de la libertad bien entendida. A las diez de la noche concluyó la comida interesándose la concurrencia porque se les permitiera bailar. Instruido S.S., de esa solicitud permitió que lo hicieran hasta las doce de la misma, encargando al señor coronel Corvalán presidiera la reunión. La noche como el día fue fría, lluviosa y de viento. A las nueve de la noche llegó de posta en posta correspondencia de Buenos Aires y otros puntos. En el cuartel general y demás piquetes de su inmediación se carneó en el orden establecido. Hubo leña abundante, agua buena, no se hicieron observaciones. DISCURSO LEIDO A LAS TROPAS AL PONERSE EL SOL. General de la Izquierda - Río Colorado, Julio 9 de 1833. Año 24 de la Libertad y 18 de la Independencia - Santo: ¡Al Nueve de Julio Salud! - Después de haber sonado el grito de libertad el día siempre memorable del 25 de Mayo de 1810, aparecíamos aún súbditos de la España. La obra del 25 de Mayo reclamaba imperiosamente un nuevo ser que garantiese los derechos civiles y políticos de todas las Provincias Unidas. Esto fue proclamado por los diputados unidos en congreso en la ciudad del Tucumán el 9 de Julio de 1816. Habíamos acreditado que no podíamos, ni debíamos depender de España, y fue el 9 de Julio el día grande en que sacudimos esa rebajante dependencia, jurando al Dios de los cristianos, prometiendo al mundo y a los hombres, que nos declarábamos libres e independientes de la España y de cualquier otro poder extraño, para darnos una existencia propia, formando nueva nación. ¡Qué declaración patricia tan magnífica y eminentemente soberana! Nueve de Julio de 1816. Día primero en que saliendo del estado abatido de colonos, entramos al rango de nación; salve por la duración de los siglos. ¡Salve para gloria, prosperidad de la nación y positiva felicidad de la familia Sud-Americana! ¡Salve Federación Santa, que por sostener la independencia habéis prodigado sacrificios inmensos!. Compatriotas: Vamos a saludar al Sol de Julio y a rendir al Dios de la Patria, el religioso homenaje de nuestro reconocimiento - Juan Manuel de Rosas".

"Julio 10 - Diana a la hora prevenida, y lo demás de orden establecido. El día amaneció nublado y frío, así siguió… En la mañana y parte de la tarde se repitieron fuertes garúas, así anocheció pero en calma aunque nublado. El señor general despachó los indios de la tribu tehuelche que se hallaban en el cuartel general venidos del Río Negro. Antes de la madrugada se despejó y empezó a helar. Hubo leña abundante, agua buena - PROCLAMA DEL GENERAL EN JEFE A LAS TROPAS: General de la Izquierda - Río Colorado, Julio 10 de 1833. Año 24 de la Libertad y 18 de la Independencia - Santo; ¡Al Nueve de Julio, Adiós! ¡Patricios! ¡Hemos ayer saludado al 9 de Julio de gloriosa memoria!. En él se fijó para siempre el destino de la Patria. Libre e Independiente de toda dominación extranjera, salimos del estado de colonos a gozar del bien de gobernarnos por leyes propias. Contados en el rol de las naciones, ocupando entre ellas un lugar bien distinguido. Sepamos merecerlo. Que el patriotismo y virtudes hagan de la tierra fijada a nuestra dirección, la mansión de la paz y la felicidad. ¡Padres de la Patria! A vuestra heroica resolución debemos el inapreciable bien de nuestra independencia, de nuestra libertad y tanta gloria. Recibid de vuestros agradecidos hermanos, el más justo homenaje que os tributamos entre las emociones de la más encarecida gratitud y el juramento sacrosanto que repetimos de grabar en nuestros corazones para su eterno agradecimiento los ejemplos de virtud y de heroísmo que nos habéis legado! Y vosotros dignos hijos de la libertad, federales virtuosos, por cuyos sacrificios se vio restablecido el orden y dignidad argentina, proseguid constantes la carrera que os ilustra para que la tierra conserve su gloria en el templo de la Libertad. Repitamos federales el juramento de nuestra independencia y otro adiós al Sol del 9 de Julio de 1833 - Juan M. de Rosas".

9 de Julio
Bandera del partido federal en homenaje al 9 de Julio - Museo Histórico Saavedra


El decreto del 11 de junio de 1835

Casi dos meses después de acceder por segunda vez a la gobernación de la provincia, hecho ocurrido el 13 de abril de 1835, Rosas dictó el decreto del 11 de junio por el cual estableció como fiesta cívica solemne el día de declaración de la Independencia, dando así la trascendencia que tal acontecimiento merecía.

Hasta ese momento solo se había festejado el aniversario de la Revolución de Mayo, declarada fiesta cívica por la Asamblea del año XIII. 

El hecho revolucionario del 25 de Mayo, había tenido lugar en la ciudad-puerto, por lo que más que una fiesta nacional era vista como algo local. Con la decisión del nuevo gobernador volcada en el decreto mencionado, al disponerse la celebración de la nueva fiesta cívica que daba trascendencia a la declaración de la Independencia, sancionada por un Congreso que sesionó en la Ciudad de Tucumán y del cual participaron representantes de la mayoría de las provincias argentinas, la fecha adquiría un carácter más nacional, asociando a las provincias a tal celebración, considerando así ambos acontecimientos patrios como importantes por igual.

Si bien durante el gobierno de Bernardino Rivadavia se había mandado recordar el día de la Independencia mediante un decreto del 6 de julio de 1826 fijándolo como feriado ya que el aniversario "es y será siempre memorable, su solemnidad se celebra el día veinticinco de Mayo", vemos que se estableció así un solo día, el 25 de mayo, de recordación y festividad cívica de ambas fechas patrias, pues "la repetición de estas fiestas irroga perjuicios de consideración al comercio e industria".

El 9 de julio sería recordado, según ese decreto, con "Las demostraciones públicas que en él se hagan, se reducirán a las tres salvas de costumbre por la Fortaleza, Baterías y Escuadra Nacional, con iluminación en la víspera y el día".

La norma dictada por Rosas, por el contrario decía: "Considerando el Gobierno que el día 9 de Julio de 1816, debe ser no menos célebre que el 25 de Mayo de 1810;  porque si en éste el Pueblo Argentino hizo valer el grito de la Libertad, en aquél se cimentó de un modo solemne nuestra Independencia, constituyéndose la República Argentina en nación libre e independiente del dominio de los reyes de España, y de toda otra dominación extranjera y que siendo justo tributar al Ser Supremo las debidas gracias en el aniversario del 25 de Mayo, lo es del mismo modo y con motivos igualmente poderosos, manifestarle también nuestro reconocimiento en el aniversario del 9 de Julio, pues que con el auxilio de la Divina Providencia, se halla la república en el goce de esa libertad e independencia que ha conquistado a esfuerzos de grandes e inmensurables sacrificios" y por lo tanto disponía que "el día 9 de Julio será reputado como festivo de ambos preceptos, del mismo modo que el 25 de Mayo; y se celebrará en aquel misa solemne con Te Deum en acción de gracias al Ser Supremo por los favores que nos ha dispensado en el sostén y defensa de nuestra independencia política, en la que pontificará, siempre que fuese posible, el muy Reverendo Obispo Diocesano, pronunciándose también un sermón análogo a este memorable día" y agregaba "en la víspera y el mismo día 9 de Julio, se iluminará la ciudad, la Casa de Gobierno y demás edificios públicos; haciéndose tres salvas en la Fortaleza y buques del Estado, según costumbre" y finalizando, disponía que quedaba "sin ningún valor, ni efecto, el decreto de 6 de Julio de 1826, en la parte que estuviese en oposición con el presente".


El 9 de julio de 1851

Ambas fechas patrias, la de Mayo y Julio, fueron siempre recordadas con solemnidad, durante el tiempo que Rosas ejerció la magistratura. En esas celebraciones que comenzaban con las salvas de la artillería en la fortaleza y los buques de guerra surtos en puerto, respondidas por salvas de otros buques extranjeros y el empavesamiento de los navíos, se embanderaba -con la bandera nacional y la de países amigos- e iluminaba la Pirámide de Mayo y toda la ciudad, además del tradicional Te Deum en la Catedral, se realizaban actos y desfiles militares y de bandas militares, como así también funciones teatrales -en las que los concurrentes, de pié, cantaban el Himno- y diversos juegos -para diversión de los jóvenes-, concitando la atención y la participación entusiasta y patriótica de toda la población nativa y extranjera, según lo refieren las crónicas de la época.

Como ejemplo elegimos la celebrada durante el último año de su gobierno, según lo relatan Adolfo Saldías y E.F. Sánchez Zinny, por lo cual con ambas descripciones podemos reconstruir lo ocurrido en esa fecha patria.

Producido en la localidad entrerriana de Concepción del Uruguay el 1° de mayo de 1851 el denominado "Pronunciamiento" de Urquiza -contra el gobernador Rosas- se sucedieron en todo el resto del país, pero especialmente en Buenos Aires, muestras de adhesión y aprecio de toda la población hacia su gobernador y su gobierno, atento a que Rosas -quien como mandatario de la provincia de Buenos Aires-, detentaba el ejercicio de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina.

Un poco de dos meses después de aquel hecho, el 9 de julio de 1851, un día frio y tormentoso, con viento huracanado -que volteó parte de la Recova-, se realizó en la ciudad de Buenos Aires en conmemoración de la fecha patria una gran parada militar, con la participación de más de 8.000 soldados, formados en el cuadro de la Plaza de la Victoria (1) pertenecientes a los cuerpos de fuerzas de línea y patricios de la ciudad, los llamados "cívicos" o patricios (2), más el regimiento 1° de artillería ligera al mando del coronel Martiniano Chilavert; la formación contaba con 43 cañones tirado por mulas, correspondientes a todos aquellos batallones. El pueblo acompañó en la ocasión a su gobernador, con grandes demostraciones de fervor.

Rosas vestido de uniforme azul, y en contra de la costumbre, se puso al frente. A caballo y seguido por seis ayudantes y por la división Palermo desfilando al trote, apareció por el Paseo de Julio (actual Av. Leandro N. Alem). Los soldados lucían poncho rojo y boleadoras atadas a la cintura, con los lazos en las ancas de los caballos. 

Después de pasar revista al ejército formado, -escoltado por su amigo Máximo Terrero, con chaqueta y chiripá colorado, cribado calzoncillo y grandes espuelas, quien oficiaba de ayudante de campo-, al llegar frente al Fuerte (actual Casa de Gobierno) Rosas desmontó y a pie cruzó el arco central de la Recova, seguido por los jefes militares, para dirigirse hasta la Catedral, a donde también llegaban las autoridades civiles y eclesiásticas y el cuerpo diplomático y las corporaciones civiles y militares, para asistir al Te Deum.

Concluida la ceremonia religiosa, sonó el clarín de órdenes y ya frente a la Pirámide de Mayo, Rosas mandó echar al hombro las armas y, extendiendo su brazo y con su espada en alto, saludó con voz estentórea: "¡A la tierra argentina, salud! ¡Gloria perdurable a los patriotas ilustres que acordaron virtuosos el juramento santo de nuestra independencia de los reyes de España y de toda otra dominación extranjera! ¡Viva el 9 de julio de 1816! ¡Viva la independencia americana! ¡Viva la Confederación Argentina! ¡Viva la Honorable Junta de Representantes! ¡Muera el desertor de la sagrada causa americana Santa Cruz! (3) ¡Muera el desertor de la sagrada causa americana Flores! (4) ¡Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios! ¡Muera el loco, traidor, salvaje unitario Urquiza!", provocando los vivas hacia su persona, la federación y a la patria amenazada y los mueras contra los enemigos.

No obstante que la lluvia y el viento seguían persistentes, las tropas con Rosas a la cabeza, desfilaron ante las autoridades nacionales y extranjeras, para tomar después por la calle del Perú (actual Florida) y al llegar a la plaza de Marte (actual plaza San Martín, en Retiro) finalizó el desfile. El regimiento Palermo o Escolta volvió a sus cuarteles en Palermo.

Las manifestaciones de entusiasmo popular se extendieron por la ciudad, durante todo el día.

Cuenta Adolfo Saldías que cuando "… apareció Rozas por el Paseo de Julio, al frente de la división Palermo. El pueblo nacional y extranjero corrió a su encuentro. Una enorme masa humana cubrió el ancho espacio, y lanzó esos ecos que conmueven el suelo con la fuerza de un cataclismo, y vibran en los aires entre ondas que sustenta el entusiasmo. Estrechado cada vez más por esa masa que sin cesar lo aclamaba; en la imposibilidad de dar un paso porque todos querían aproximarse a él y vivarlo personalmente; acusando en la rara palidez de su rostro la emoción que lo embargaba, Rozas dejó hacer al pueblo, y aquello habría interrumpido probablemente las ceremonias oficiales del día, si uno de los ayudantes de campo no hubiese a duras penas abierto con los soldados el camino por el cual Rozas siguió á pie hasta la Catedral…"


La Independencia en los papeles públicos

Durante su gobierno, Rosas impuso la costumbre de fechar todos los documentos y papeles públicos, cartas, comunicaciones, etc. con el año de la Libertad, de la Independencia y de la Confederación Argentina.


Banderas y divisas federales

En banderas, banderolas y divisas, se hacía mención a la independencia y a la libertad, como el lector podrá apreciar con las ilustraciones que acompañan este artículo.

Bandera federal
Bandera donde además de los vivas y mueras figuran las palabras "Libertad" e "Independencia".
Museo Histórico Saavedra

Paseo de Julio

Una de las distracciones de antaño, fue que los porteños pasearan por la ribera del Río de la Plata, a la que se denominó Paseo de la Ribera o de la Alameda o del Bajo. A mediados del siglo XVIII el gobernador de Buenos Aires encargó la construcción de un paseo arbolado con sauces, en lo que se llamaba "bajo de la Ciudad". Iba desde el Fuerte -actual Casa de Gobierno- hasta lo que hoy es Retiro. Las posteriores autoridades mejoraron ese paseo costanero que se extendía por cuatro cuadras, plantándose distintas especies arbóreas y se hicieron bancos de ladrillo para el descanso de los paseantes. 

Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, se encargó al ingeniero Senillosa para que proyectara, mejorara y modernizara el lugar. Se le agregaron árboles y faroles que embellecieron ese espacio. A mediados de enero de 1847 se hizo el acto de colocación de la piedra fundamental, con la alameda embanderada y al cual concurrieron autoridades nacionales y representantes extranjeros acreditados ante nuestro gobierno; la ceremonia contó también con la participación ciudadana y bandas de música militares. Rosas quien no gustaba de actos oficiales, se excusó de concurrir. 

En la sesión de la Legislatura porteña a mediados de marzo de 1848, en memoria y homenaje  a de Encarnación Ezcurra -fallecida diez años antes- y también en el de su esposo -el gobernador-, se decidió bautizar el lugar como "Paseo de la Encarnación". Rosas, quien siempre fue contrario al nepotismo y con verdadero espíritu republicano, no aceptó el homenaje que se realizaba y pidió que se lo denominara como "Paseo de Julio".

En el mensaje a la Legislatura enviado por Rosas el 27 de diciembre de 1848, dirá: "Continúa la importante obra de la ribera. Me ha sido muy grato expresaros mi más íntimo agradecimiento por haberle designado el nombre de "Paseo de la Encarnación" y porque accedísteis benévolamente a mi súplica, de que suprimiéndose éste,  se lo denomine "Paseo de Julio".

Así se lo llamó, hasta que a fines de noviembre de 1919, por ordenanza municipal, se dispuso cambiar el nombre, por el del fundador del radicalismo Leandro N. Alem, nombre que hasta nuestros días lleva la avenida que es una de las principales de la ciudad de Buenos Aires.

Con aquel cambio de nombre, Rosas quiso brindar un nuevo homenaje a la fecha de nuestra independencia. (Ver ER N° 27, pag. 4)


Rosas, defensor de la independencia y la soberanía nacional

El hecho político de la declaración de nuestra independencia, como dijimos al principio, se encuentra estrechamente unido a los nombres de José de San Martín y Juan Manuel de Rosas.

Con respecto al primero porque con sus campañas libertadoras de los años 1817 a 1821 aseguró no solo nuestra independencia, sino también logró la independencia de las repúblicas de Chile y Perú.

Décadas después, la independencia se encontró seriamente amenazada por las ambiciones imperialistas de las dos más grandes potencias de la época, Francia e Inglaterra, las que no solo promovieron luchas internas y segregaciones territoriales, sino también su intervención directa, con la finalidad de establecer colonias e influencias en esta parte del continente americano. Se encontraron en estas latitudes con la férrea defensa de la independencia por parte del gobernante Rosas, quien tenía el ejercicio de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, siendo prácticamente y en los hechos, el primer magistrado de nuestro país -como en alguna oportunidad lo llamó San Martín-.

Así, a casi veintidós años de aquella declaración, en marzo de 1838, se produjo el primer intento por parte de Francia de avasallar esa independencia, que dio origen al primer bloqueo francés que se extendió hasta la firma del tratado Arana-Mackau el 29 de octubre de 1840. Ver ER N° 6, pág. 1, N° 17, pág. 1.

Cinco años después se produjo otro hecho de trascendental importancia, la intervención anglofrancesa en el conflicto que se denomina "Guerra del Paraná", que finalizó con la firma de los tratados Arana-Southern (con los ingleses) y Arana-Lepredour (con los franceses) el 24 de noviembre de 1849 y el 4 de abril de 1850 respectivamente.

La firme actitud del gobernante argentino, en aquellas dos contiendas, seguido por todo un pueblo y con un desempeño brillante de las armas nacionales, lo hicieron conocido en todas partes del mundo, siendo llamado con el nombre de "Defensor de la Independencia Americana", como lo hicieron escritores y la prensa, tanto nacional como extranjera de aquellos momentos. 

Esos tratados firmados con esas dos grandes potencias son un orgullo y una gloria para nuestro país y nuestra diplomacia, ya que no existen tratados similares que aquellos dos importantísimos países pudieron haber firmado con otro gobierno del mundo.


Distintas opiniones sobre Rosas y la defensa de la independencia.

Decir "defensor de la independencia" es lo mismo que afirmar "defensor de la soberanía nacional", pues son conceptos que se refieren a lo mismo. 

Se transcriben algunas opiniones, pues poner más excedería la extensión de este artículo.

Divisa federal
Benito Hortelano, un español que escapando de las persecuciones políticas en su país, recaló en Buenos Aires a principios de 1850, donde estableció una librería en sus Memorias, afirmó entre otros conceptos: "…Rosas, …defendió con tesón, talento y dignidad, el territorio que se le había confiado, haciéndose respetar de las naciones vecinas y lejanas, fuertes o débiles; conservó la independencia intacta".

El historiador brasileño João Pandiá Calógeras en su obra Formação histórica do Brasil, afirmó sobre el gobernante porteño: "era también un estadista, un hombre de ideales y de ejecución, cualidades que no se encuentran tan frecuentemente como sería de desear... Rosas entre tanto, defendió la libertad e independencia y el respeto propio de la Confederación". 

Adolfo Pedro Carranza, primer director del Museo Histórico Nacional,  pese a su antirrosismo en la carta que le remitió a Manuelita solicitándole donara el sable recibido por su padre por legado del general San Martín, afirmaba: "Durante el largo período de Gobierno que ejerció su señor padre en este país, tocóle defender y mantener sus derechos e integridad comprometida por la agresión de dos poderosas naciones europeas".

El apoyo que recibió el Restaurador, por parte del general San Martín, por la tenaz defensa de la independencia y la soberanía nacional, surge de la correspondencia intercambiada entre ambos y la de que el padre de la Padre mantuvo también con otros personajes de la época.

Debemos decir que Rosas en actos oficiales y publicaciones, recordaba permanentemente el papel fundamental que le cupo al Gral. San Martín en la gesta de la independencia, lo que también le hizo saber personalmente en varias de las cartas que le remitió.

En una de las cartas remitidas por San Martín a Rosas de fecha 10 de mayo de 1846, le decía "...ya sabía la acción de Obligado, los interventores habrán visto lo que son los argentinos. A tal proceder no nos queda otro partido que cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que, por mi intima convicción, no sería un momento dudoso en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda, que, en mi opinión, es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España…"

Note el lector, que San Martín resaltaba la trascendencia que tenía para la independencia de nuestra Patria la intervención anglofrancesa, la que la compara con la emancipación de España.

Cuando en  1849, Sarmiento con Manuel Guerrico visitaron al Libertador en su residencia de París, este les expresó: "…el general Rosas que ha sabido defender con energía y en toda ocasión el pabellón nacional. Por esto, después de Obligado, tentado estuve de mandarle la espada con que contribuí a fundar la independencia americana, por aquel acto de entereza, en que con cuatro cañones, hizo conocer a la escuadra anglo-francesa que, pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia". (ER 24, pág. 6)

Ya en su testamento ológrafo redactado el 24 de enero de 1844, en su cláusula 3ra. legó su sable libertador al gobernante argentino "…como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido del honor de la República contra las injustas pretensiones de lo s extranjeros que trataban de humillarla".

En una carta que Sarmiento remitió a Antonio Aberastain desde París el 14 de setiembre de 1846, afirmaba: "San Martín es el ariete desmontado ya que sirvió a la destrucción de los españoles; hombre de una pieza; anciano batido y ajado por las revoluciones americanas, ve en Rosas el defensor de la independencia amenazada, y su ánimo noble se exalta y ofusca..." 

Octavio R. Amadeo en su obra Vidas Argentinas, "[Rosas]. Defendió como pocos su débil país contra la agresión extranjera. ¿Sería soberbia del déspota, poco habituado a la contradicción? Sería o no sería. No tenemos el derecho de pesar la proporción de egoísmo que existe en toda acción superior, ni la partícula de vanagloria que encierra un acto heroico. Defendió no sólo el honor sino también la integridad de su país con pericia enérgica; y fue él, quien mantuvo aquella decisión inquebrantable. Las dos naciones más fuertes de la tierra se inclinaron ante este minúsculo señor lejano, y al retirar Inglaterra sus tropas y sus naves, entre las que aún había algunas fragatas de Trafalgar y algunos soldados de Waterloo, los cañones de la Emperatriz de las Indias saludaron con 21 disparos de desagravio y homenaje a una humilde bandera, desconocida del mundo, pero no ignorada por ellos".

El historiador ruso-estadounidense Miron Burgin, en su obra Aspectos económicos del federalismo argentino: "Rosas salió victorioso del conflicto con Francia. Logró conservar intacta la soberanía de la Argentina. Defendió con éxito el principio de la autodeterminación en el continente sudamericano. Al final del conflicto su prestigio político en la Argentina y en todo el continente era mayor aún que antes".

El importante historiador brasileño Pedro Calmon, en Historia social do Brasil sobre Rosas a quien llama "El caballero de la Pampa", dijo: "…Por el error extranjero, [Rosas] se convirtió en el mayor criollo sudamericano. Hacia él toda la América del Sud volvía su mirada conmovida. Si necesitaba una espada para combatir al intruso, lo convocarían a él, el caballero de la pampa. La estatura titánica del Dictador argentino proyectaba una sombra extensa en el continente: tras los navíos del bloqueo tremolaba en el aire su poncho punzó. Desafiaba a las potencias del mundo”.

El historiador inglés Frederick Alexander Kirkpatrick en su obra Compendio de historia argentina, dijo: "Rosas, solo, mantuvo una verdadera política americana de resistencia a toda intervención europea y contrarió los repetidos intentos de imponerle sus mandatos que hicieron dos grandes potencias… Criollo en cuerpo y alma, comprendía el sentimiento de su pueblo; bajo su dirección la Provincia de Buenos Aires, con sus 140.000 habitantes, soportó, casi sin ayuda, la carga de largas operaciones militares; y en 1848, cuando se levantó el bloqueo, estaba, al parecer, más fuerte que nunca, dominando en Buenos Aires, predominando entre los gobernadores provinciales, aclamado en su país como campeón triunfante de la independencia de la Argentina"

Ya con Rosas en el exilio, se produjo un interesante intercambio epistolar con quien lo había derrocado en la batalla de Caseros, Justo José de Urquiza;  éste en una carta que le remitió al primero el 24 de agosto de 1858, cuyo original se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, reconoció el gran papel que el Restaurador había asumido otrora en defensa de la independencia nacional cuando le expresa sobre los "...buenos sentimientos que le guardan los mismos que contribuyeron a su caída, pero que no olvidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en el país, y a los servicios muy altos que le debe, y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle, y son los que se refieren a la energía con que siempre sostuvo los derechos de la Soberanía é independencia nacional". 


Notas.

(1) Plaza de la Victoria. En la época a la cual nos referimos en el presente artículo, la actual Plaza de Mayo se encontraba dividida por la Recova en dos, una plaza al este, denominada la del Fuerte o plaza de Mayo -frente a lo que hoy es la Casa Rosada- y la otra al oeste, la de la Victoria, frente al Cabildo y lugar donde tuvo lugar la rendición del ejército inglés en 1806 y de allí su nombre que le fue impuesto en 1808. Ver ER N° 6, pág. 8.

(2) En la ciudad de Buenos Aires estaban los "cívicos" que eran ciudadanos que guardaban las armas en sus casas y que al requerimiento de las autoridades en dos horas estaban en los cuarteles. Ello era una tradición que venía del antiguo Cabildo que consagraba este derecho del ciudadano armado y que se conservó bajo el gobierno de Rosas. 

(3) Andrés de Santa Cruz ("El Cholo"), nació en La Paz en 1792 y falleció en Francia en 1865. Militar y político peruano-boliviano. Fue creador de la Confederación Perú-Boliviana (entre 1836 y 1839) de la cual fue designado como Supremo Protector. Debido a sus intensiones expansionistas provocó una guerra contra la República de Chile y la Confederación Argentina, en la cual fue derrotado, partiendo al exilio. Se lo vinculó con la Expedición Flores.

(4)  Juan José Flores, nació en la Capitanía General de Venezuela en 1800 y falleció en Ecuador en 1864. Militar y político, fue el primer presidente de la República del Ecuador, ejerciendo ese cargo en tres oportunidades. Depuesto de la presidencia en junio de 1845, en 1846 exiliado en Europa, proyectó junto a la reina española María Cristina de Borbón, -proyecto al que no sería ajeno el rey Luis Felipe de Francia- una expedición (denominada en la historia como "Expedición Flores") para invadir suelo americano y recuperar para la monarquía española el Ecuador para instaurar una monarquía cuya cabeza sería uno de los hijos de la reina, y así conformar posteriormente lo que sería el "Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia". La proyectada expedición concitó el rechazo de todos los gobiernos hispano-americanos. No obstante el reclutamiento de tropas y la compra de tres barcos, la empresa fracasó ante la confiscación por parte del gobierno inglés de los tres navíos, lo que dio por tierra con la expedición.

Esa alianza de Santa Cruz y Flores con aquellas monarquías europeas, que representaban una amenaza a la independencia americana, motivaron esas palabras de Rosas en su arenga.


Fuentes

"Escritos Comunicaciones y Discursos del Coronel Juan Antonio Garretón, publicados en la prensa de Buenos Aires desde 1819 a 1852, con el Diario de marchas de la expedición al desierto en 1833", Compilados por Adolfo Garretón, Editorial Araujo, Buenos Aires, 1946.

Gras, Mario Cesar. "San Martín y Rosas. Una amistad histórica" con Noticia preliminar de Ramón Doll, Bs. As., 1948.

"Revista Revisión" Año II N° 7 (2da. época), Buenos Aires, Julio de 1964.

Saldías, Adolfo. "Historia de la Confederación Argentina", Librería El Ateneo editorial, Buenos Aires, 1951.

Sánchez Zinny, E.F. "Manuelita de Rosas y Ezcurra. Verdad y leyenda de su vida", 2da. edición, Buenos Aires, 1942.

Sarmiento, Domingo Faustino, "Obras Completas" (Tomo V. Viajes), CD, Biblioteca Franklin, San Juan, editado por "Todo es Historia".

La emancipación en América

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 39 - Junio 2016 - Pags. 8 y 9  

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  


La emancipación en América.

por el Dr. Guillermo M. Masciotra

Independencia argentina
Triunfo de la Independencia Americana, 1825 (A)

El primer grito de independencia que se produjo en tierra americana tuvo lugar en 1776 con la declaración de la independencia norteamericana de las 13 colonias inglesas, reunidas en el Congreso de Filadelfia. El movimiento independentista se había originado en una revuelta que había tenido lugar con motivo del desconocimiento por los colonos a un impuesto que gravaba el té. La cruenta lucha se extendió hasta 1783, año en el cual Inglaterra reconoció la independencia de la nueva república.

Pocos años más tarde, en 1791 se produjo un movimiento independentista iniciado por los esclavos negros en las Antillas, en Haití, parte occidental de isla de La Española -o isla de Santo Domingo-, por entonces colonia francesa, llamada "Insurrección de los esclavos", que se complicó por las luchas y enfrentamientos que se dieron entre blancos -terratenientes-, mulatos y esclavos negros. No obstante que Napoleón mandó en 1802 un poderoso ejército para combatir a los independentistas y que repuso a las autoridades francesas, luego de dos años de cruentas luchas, los "Iluminados Africanos", -como se los llamaba a los independentistas haitianos-, expulsaron a los franceses y el 1° de enero de 1804, declararon la independencia. 

En Méjico, el antiguo Virreinato de Nueva España, tuvo su intento en 1808 por la intervención del Capitán Ignacio Allende y el sacerdote Miguel Hidalgo, que bajo la imagen de la Virgen de Guadalupe organizaron para la lucha a la población rural, pero fueron derrotados en 1811. Posteriormente en 1814 otro sacerdote, José María Morelos, inició un nuevo movimiento emancipador. Formó el Congreso y sancionó una Constitución. En 1815 fueron derrotados y Morelos fue ejecutado. El movimiento libertador volvió a tomar fuerza en 1817, con diversos resultados hasta 1821, año en el cual se declaró finalmente la Independencia.

El virreinato de Nueva Granada tuvo su primer grito de emancipación en Quito en 1809, motivado por las exigencias impositivas de la corona. Así comerciantes, profesionales y terratenientes criollos formaron una Junta de Gobierno. Este movimiento fue reprimido severamente desde Lima y Bogotá, incluso con saqueos por parte de las tropas españolas. En 1810, un nuevo intento libertador en Quito fue sofocado por tropas realistas de Cuenca y Guayaquil, los que impusieron una política de pacificación que duró hasta 1820, año en que cesó el dominio español en la Audiencia de Quito.

En San José de Bogotá, que era la capital del Virreinato, también se iniciaron las revueltas por los impuestos. Se convocó en julio de 1810 a un Cabildo Abierto que instaló una Junta Suprema del Nuevo Reino. A partir de ese momento se profundizó el choque entre criollos y peninsulares y, luego entre los mismos criollos divididos en federalistas y centralistas.

Las ciudades de Cundinamarca, Tunja y Cartajena se declararon independientes de España en 1812. Pero no significó el fin de las luchas entre los patriotas, al igual que la Junta Suprema de Caracas, donde en el año 1811 se declaró la independencia, también se sumergió en las luchas fraticidas. Es de ser destacado que asumió el gobierno el General Francisco de Miranda, brillante militar nacido en Caracas, que había combatido en España, África, Rusia, Francia, Cuba y los Estados Unidos de Norteamérica.

Político altamente imbuido de las ideas de las revoluciones francesa y americana, fue el primer visionario de la idea de la Gran Colombia. Sin embargo no pudo escapar al destino de la mayoría de las revoluciones americanas que eran derrotadas, renacían y volvían a ser sometidas. La deserción en sus filas y las pujas políticas internas lo llevaron a capitular. Algunos jefes patriotas se salvaron de la debacle a tiempo como Simón Bolívar que pasó a Jamaica.

En Chile se vivió durante los años 1810 a 1814 la instalación de un gobierno independiente. Desde 1811 funcionó el Congreso Nacional donde también se produjo el enfrentamiento entre los partidos Conservador y Radical. No se declaró la independencia, pero se dispuso de autoridades públicas propias. La expedición enviada por el Virrey Abascal desde Lima, para reponer el orden real y sus autoridades derrotó a las fuerzas patriotas en Rancagua en octubre de 1814.

La realidad de la Emancipación Americana fue muy complicada. Las revueltas y revoluciones que se iniciaron triunfantes fueron sofocadas una a una, no solo por las tropas realistas sino por los múltiples conflictos intestinos, la falta de experiencia política y muchas veces por la incapacidad para conducir las acciones militares bajo un mando unificado.

Las provincias Unidas del Río de la Plata, fue el único y último  bastión triunfante, que declaró su independencia de España el 9 de julio de 1816, con esta frase: que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban con España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente de Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.

En 1815 el Ejército patriota había decidido iniciar la tercera campaña del Alto Perú (actual territorio de Bolivia), que fue el último intento importante para recuperar ese territorio En ese tercer intento, el ejército bajo el mando del General José Rondeau, avanzó hasta Cochabamba y Potosí, triunfó en Puesto de Marqués, pero fue derrotado en Vuelta y Media y Sipe-Sipe. El enemigo no era solamente el bando realista sino que estaba radicado en la indisciplina, la desorganización y el libertinaje que reinaba entre la tropa, sumado a las desinteligencias, con Martín Miguel de Güemes y Carlos María de Alvear. Se iniciaba de esa forma, la Guerra Gaucha o guerra de recursos, con la caballería irregular al mando de Güemes, luego transformada orgánicamente en el Regimiento de Los Infernales, cuya misión era el cuidado de la frontera con el Alto Perú, impidiendo la penetración de las tropas realistas.

Las fuerzas militares de las Provincias Unidas, en 1814 habían obtenido sin embargo, dos victorias fundamentales, una, fue la supremacía naval en las aguas del Río de la Plata y el Uruguay lograda por el Almirante Brown, con la contundente victoria en el combate naval del Buceo o Montevideo, que posibilitó posteriormente la caída de la plaza fuerte de Montevideo. Esta segunda victoria cambió el poder territorial y de fuerzas en la región del antiguo Virreinato del Río de la Plata.

Ambos triunfos sobre el poder realista en la Banda Oriental, obligaron a Fernando VII a cambiar los planes y la Expedición al mando del General Pablo Morillo que estaba destinada a sofocar la revolución en Buenos Aires, se desvió hacia Venezuela.

El Bajo Perú, fue la única excepción donde no triunfó ningún movimiento emancipador. La ciudad de Lima -capital del Virreinato del Perú- se convirtió en la plaza fuerte y pilar del poder realista en la América del Sur. Lo expuesto guarda directa relación con la figura de José Fernando de Abascal, virrey en el período 1806 a 1816. Militar de profesión con actuación en Cuba, África y la guerra del Roussillon. Además de ser un hombre de armas y un gran estadista político fue un agudo e incansable administrador, que se caracterizó por sus obras edilicias, el orden imperante posibilitó la apertura cultural, suprimió la Inquisición y creó la Academia de Dibujo y la Academia de Medicina, construyó una fábrica de armas y fortificó la fortaleza de El Callao. Recorrió gran parte del territorio y dirigió la campaña contrarrevolucionaria frente a las sublevaciones de Quito, Cuzco y Arequipa. Con su política intransigente no vaciló en actuar con crueldad y dureza, contra los movimientos independentistas que surgían. 

Los ejércitos patriotas rioplatenses sufrieron el desgaste de las tres expediciones al Alto Perú, donde enfrentaron tropas aguerridas conducidas por jefes competentes y astutos como Goyeneche, Pío Tristán y Pezuela. Sin duda, también tuvo sus eclipses, porque Fernando VII, tomó nota de las derrotas de Salta y Tucumán y, del indomable Río de la Plata, que volvía a rearmarse secuencialmente y pasaba de una retirada a la nueva ofensiva en el Alto Perú en poco tiempo.

Así se describe la situación en 1816 en América, con España enviando continuamente ejércitos de miles de efectivos para cambiar los acontecimientos, pero sin obtener un resultado favorable definitivo en sus dominios ya que la situación era pendular, sin supremacía total de ninguna de las fuerzas en lucha, En el período 1811 a 1819 se enviaron desde España 40.000 hombres y ello muestra que para la Corona Española la guerra a largo plazo era insostenible. Al llegar el año 1820 se calcula que había más de 80.000 soldados españoles en nuestro continente, y sin embargo la emancipación de los pueblos americanos continuaba afirmándose, día a día, con el surgimiento de nuevos focos insurrecciónales.

Las deserciones entre las tropas reales eran frecuentes, originadas en el hecho que solamente un treinta por ciento de los numerarios eran españoles y que en la composición de las unidades militares había dos criollos por cada hombre nacido en España.

La estrategia del General José de San Martín, de llevar la contienda fuera del territorio del Virreinato del Río de la Plata será la novedad que rompe el equilibrio de fuerzas y comienza a inclinar los resultados a favor de la causa americana, a ese movimiento se le sumaría posteriormente el General Simón Bolivar, que cierra la campaña libertadora.


(A) Triunfo de la Independencia Americana, 1825, grabado coloreado de autor anónimo. 38 x 28 cm. Museo Histórico Nacional.

Debajo del grabado, dice: "Explicación. El genio de la Independencia Americana coronado por manos de la Prudencia y de la Esperanza y llevando en las suyas el símbolo de la Libertad, empieza su carrera triunfante. Seis caballos tiran de su carro, en representación de las Repúblicas de MEGICO, GUATEMALA, COLOMBIA, BUENOS AIRES, PERU Y CHILE. La Templanza y la Justicia los dirigen. Los genios de las Artes y de las Ciencias adornan este grande e interesante espectáculo, en tanto que la Abundancia y el Comercio ofrecen  con el emblema de la Eternidad y de la Unión, el feliz presagio de la suerte futura de América".

Acta de la Declaración de la Independencia

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 39 - Junio 2016 - Pag. 7 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  

Independencia Nacional

 

A 200 años de la Declaración de nuestra Independencia

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 39 - Junio 2016 - Pags. 1 a 6 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  

A 200 años de la declaración de nuestra Independencia

Por Norberto Jorge Chiviló


Independencia argentina
9 de Julio de 1816. Acuarela de Antonio González Moreno. 1941

Los procesos y hechos históricos, en nuestro caso la declaración de nuestra independencia, ocurrido el 9 de julio de 1816 y próximo a cumplirse los 200 años, no fue algo aislado o fortuito que se dio porque sí. Llevó un largo período de tiempo en que se fueron sucediendo muchos acontecimientos que movieron a la clase política y militar de aquél entonces a decidirse a proclamarla, aún después de muchas vacilaciones.

Para comprender este proceso no debemos perder de vista que los habitantes del entonces Virreinato del Río de la Plata creado en 1776 por Carlos III y cuya capital era Buenos Aires que comprendía una extensión aproximada a los cinco millones de kilómetros cuadrados y abarcaba lo que ahora son las repúblicas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de las de Chile y Brasil, siendo su capital el puerto de Buenos Aires, estaba habitado por indígenas, quienes vivían en estado semi salvaje y por población de origen europeo, ya sean procedentes de España o hijos de estos nacidos en este nuevo continente, a quienes se los llamaba criollos o españoles americanos, además de los mestizos.

Todos estos últimos -americanos, ya sean criollos o mestizos- se consideraban legítimamente españoles, y se sentían como tales, si bien los nacidos en España tenían algunos privilegios. Para todos ellos su patria era España y su rey era el rey de España y así se sentían sus vasallos. Los enemigos de España y de su rey, eran también sus enemigos.

No fue fácil para ellos en constituirse en una nueva nación y desvincularse totalmente de su madre patria, con una religión -elemento muy importante en aquellos momentos- en común y con muchísimas costumbres que compartían.

Vemos así por ejemplo, que durante las dos invasiones inglesas a la capital de Virreinato, los que lucharon contra los invasores lo hicieron por España, su rey y su religión.

Aclarado esto, veamos los antecedentes que llevaron a esa magna declaración de independencia.


De la Reconquista a la Revolución

Los sucesos que se produjeron en Europa después de los primeros años de la década del siglo XIX, tuvieron importante repercusión en el Río de la Plata. 

La guerra de Inglaterra contra la Francia napoleónica y su aliada España, dieron origen a las dos invasiones británicas al Río de la Plata en 1806 y 1807. 

La victoria que en ambas oportunidades obtuvieron los habitantes de estas tierras (españoles todos ya sean europeos y americanos o criollos) sobre los invasores, fue el origen de la creación y organización de fuerzas militares criollas (Patricios, Húsares, Castas, Migueletes y otros), decisivas en los sucesos de enero de 1809 y mayo de 1810. 

La resistencia ofrecida por todos los vecinos de Buenos Aires, que se unieron para  vencer al aguerrido invasor, sin distingos de condición social, sexo ni edad, logrando la victoria sin ayuda de nadie, les dio real conciencia de su poder y fuerza.

La marcha precipitada del virrey Sobremonte en 1806 -ante la llegada de los ingleses a las puertas de la ciudad de Buenos Aires-, para dirigirse a Córdoba a fin de poner a salvo los caudales reales y desde allí reorganizar las fuerzas de defensa, fue tomado por los porteños como una cobarde huída y abandono de sus habitantes y así lo consideró también la historia.

La disposición que fue tomada en el Cabildo Abierto del 14 de agosto de 1806 -a dos días de la Reconquista de la ciudad- juzgando la conducta de Sobremonte y separándolo del mando político y militar, fue un acto "revolucionario", pues un funcionario nombrado por el rey era separado por sus súbditos, lo que nunca antes había sucedido.

Los jefes y oficiales ingleses tomados prisioneros, promovieron ideas independentistas y de libre cambio entre algunos criollos. Ello tenía una razón de ser, pues con la promoción de la  independencia de estos territorios se produciría el debilitamiento de la enemiga España y a su vez facilitaba el librecambio de mercaderías entre Inglaterra -gran potencia industrial- y las nuevas naciones independientes, ávidas de esos nuevos productos.

Entre mayo y julio de 1807, la Banda Oriental también había sido ocupada por los invasores y desde Montevideo editaban el periódico bilingüe The Southern Star-La Estrella del Sur. En ese medio, en el cual colaboraban algunos criollos, también se divulgaban aquellas ideas, por lo cual la Real Audiencia de Buenos Aires prohibió su introducción, la difusión y su lectura en la ciudad y penalizó con graves sanciones a quienes pudieran tener en su poder ejemplares no autorizados, no obstante lo cual algunos criollos violaban la prohibición y los ejemplares entraban de contrabando, diseminándose así las ideas independentistas.

Con la invasión napoleónica a la península ibérica en mayo de 1808, se produjo el levantamiento del pueblo madrileño y el inicio de lo que se llama la "Guerra de la independencia española". Ello motivó el cambio de alianzas, ya que España, de ser enemiga de Inglaterra, pasó a ser su aliada, ahora en su lucha contra los franceses. El avance arrollador de las tropas francesas en territorio español, junto al desprestigio de su Casa real y la prisión -en manos de los franceses- del entonces rey Carlos IV y de su hijo Fernando, llamado "El deseado" y futuro Fernando VII, presagiaba la derrota total de España. 

Con el objeto de organizar, coordinar y liderar la resistencia contra las fuerzas napoleónicas se formaron en distintas ciudades y localidades, diversas Juntas locales.

La asonada promovida en Buenos Aires el 1° de enero de 1809 por el partido españolista y fuerzas militares formadas principalmente por españoles europeos (Vizcaínos, Catalanes y Gallegos), liderada por Martín de Álzaga, tenía por objeto la destitución del héroe de la Reconquista, el ahora virrey interino (confirmado desde mayo de 1808) Santiago de Liniers, de gran prestigio en Buenos Aires, que por su nacionalidad francesa, despertaba recelo entre los españoles europeos pues creían que podría tener contacto con Napoleón y entregar estos territorios a la influencia francesa. También estaba entre los planes de los amotinados la creación de una Junta de Gobierno -como como las que existían en España- con mayoría de miembros de españoles peninsulares y algunos criollos como Mariano Moreno.  

El motín finalmente fracasó por la actitud decidida de Cornelio Saavedra, acompañado por los cuerpos militares formados por criollos, restituyéndose a Liniers en su cargo y disponiéndose asimismo la disolución de los cuerpos militares amotinados. Ello tendrá importancia pues a partir de entonces habrá una supremacía de las milicias criollas que se hará sentir y será fundamental y decisivo en los sucesos de mayo de año siguiente. 

El 25 de mayo de 1809 se produjo en Chuquisaca un movimiento insurreccional independentista y otro el 16 de junio en La Paz -ambos del Alto Perú- pero que fueron derrotados por tropas enviadas desde Buenos Aires y el Perú.

El detonante que en el Río de la Plata, produjo que se dispusiera la cesación en el cargo del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien había sido designado por la Junta Suprema Central de Sevilla y arribado a la ciudad en junio de 1809, fue la llegada a mediados de mayo de 1810, de dos navíos de guerra ingleses, uno a Buenos Aires y el otro a Montevideo, con periódicos de la península e ingleses, de fines de enero y de febrero que daban cuenta de la caída en poder de los franceses de la ciudad de Sevilla y la disolución de la Junta; que casi todo el territorio español ya había sido tomado y que algunos diputados se habían refugiado en la isla de León en Cádiz, al amparo de la armada inglesa.

Aquí en Buenos Aires y a esta fecha -mediados de mayo- y a tenor de aquellas noticias se estimó que la derrota y ocupación de España ya era un hecho consumado y se temió que estas tierras cayeran también bajo dominio francés y así en el Cabildo Abierto que se celebró el 22 de mayo, la mayoría de los vecinos asistentes votaron por la cesación en el mando del Virrey Cisneros, por no existir ya en España, la autoridad que lo había nombrado y se dispuso también la elección de una Junta gubernativa. En la decisión tomada por los vecinos, tuvo mucho que ver la actuación de las milicias criollas, especialmente el cuerpo de Patricios al mando de Saavedra, quienes ocuparon la plaza de la Victoria y controlaron que quienes asistieran al Cabildo Abierto, fueran los vecinos invitados y en muchísimos casos impidieron la entrada a quienes -no obstante haber sido invitados a participar- fueron considerarlos partidarios del virrey. En la plaza, hubo ostentación de fuerzas militares armadas, con el objeto de intimidar y mostrar fuerza, luciendo sus integrantes cintas blancas en sus pechos para identificarse y un gran retrato de Fernando VII, reclamando la suspensión del Virrey e imponiendo la lista de integrantes de la futura Junta, presididos por Cornelio Saavedra. 

La nueva Junta Gubernativa, elegida el día 25, que reemplazó a Cisneros en el mando, denominada "Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII" y que la historia llama "Primera Junta", fue presidida por Saavedra, militar prestigioso quien contaba con el apoyo de todas las fuerzas militares. Sus miembros -su presidente, los dos secretarios y sus seis vocales-, ese mismo día por la tarde, juraron frente a la Biblia, comprometiéndose a conservar "íntegra esta parte de América a nuestro augusto soberano el señor don Fernando VII y a sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del reino".

La revolución del 25 de mayo, no tuvo por objeto romper los vínculos con España y lograr la independencia, sino mantener estos territorios a resguardo y para que no cayeran en manos francesas, los que serían restituidos a la autoridad real un vez que el monarca recobrara su libertad. Sí se quiso conquistar mayor autonomía, creyendo que una vez que "nuestro amado" Fernando VII -como así se lo llamaba en Buenos Aires al rey cautivo- hubiera sido repuesto en el trono, en reconocimiento a la lealtad de sus vasallos americanos, les concedería mayores libertades, estableciéndose así con la Metrópoli mejores vínculos.

Día de la Independencia
Antigua fotografía de la Sala donde se juró la Independencia

De la Revolución a la Independencia

Desde el punto de vista político, el período comprendido entre 1810 y 1816, fue de inestabilidad, con un ejecutivo que fue variando de la Primera Junta, de nueve miembros, ampliándose su número a partir de la incorporación de los representantes de los pueblos del interior, conformándose así la llamada Junta Grande que se hizo inoperante por su alto número de integrantes, reemplazada en setiembre de 1811 por un órgano que si bien también fue colegiado, se redujo a tres miembros, llamado el Triunvirato, para pasar en enero de 1814 a un ejecutivo unipersonal, con el título de Director Supremo.

En esos años, hubo enfrentamientos entre los ejércitos enviados por Buenos Aires a las provincias del Alto Perú, Banda Oriental y Paraguay, por fuerzas que se les opusieron porque no reconocían como legítimas y con derecho a gobernar el virreinato a las autoridades residentes en Buenos Aires. Debemos decir que ambas fuerzas luchaban en nombre de un mismo rey y bajo su misma bandera y conformada ambas por españoles europeos y criollos, siendo en realidad una guerra civil.

Un atisbo de independencia se dio con motivo de la Asamblea del año XIII, que convocada por el segundo Triunvirato, comenzó a sesionar el 30 de enero de 1813, ya que tenía dos claros objetivos: Declarar la independencia y dictar una Constitución. Sus miembros no reconocieron poder superior al suyo y por primera vez tampoco se juró fidelidad a Fernando VII.

Los problemas que tenía el ejército patrio para imponerse en el Alto Perú con las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma infligidas por las fuerzas realistas, unido esto a que en Europa, con la derrota de Napoleón en 1814 se produjo el ciclo de las restauraciones monárquicas que significó el regreso al trono de las antiguas Casas reinantes, cuyos poderes habían sido usurpados por el Emperador ahora en desgracia. Así, en España, Fernando VII de regreso del exilio, derogó la Constitución liberal de Cádiz y se convirtió en un monarca absoluto, cuya intención fue recuperar de cualquier forma y por la fuerza todos los territorios americanos que se habían insurreccionado contra el poder español. Ello causó también cierto temor en esta parte de América, por las expediciones que pudieran despacharse desde la Metrópoli, para intentar la recuperación de estas tierras. Todo ello también influyó en el ánimo de los diputados a la Asamblea, quienes no se animaron a declarar una independencia que se presentaba difícil de defender y por ello no cumplió con ninguno de los dos objetivos propuestos, si bien por otro lado tomó algunas decisiones importantes como ser la libertad de vientres, la supresión de elementos de tortura, de títulos nobiliarios y del mayorazgo, la declaración como fecha patria el 25 de mayo, la adopción de una canción patriótica -himno nacional-, la acuñación de nueva moneda y otras que eran muestra de un espíritu independentista.

A fines de 1815 y principios del año siguiente, desde el punto de vista político y militar se presentó muy difícil para las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Debemos decir que en aquél tiempo, la reacción realista triunfaba en todos lados desde Méjico al norte, hasta Chile al sur, (ver artículo de Guillermo M. Masciotra en esta misma edición), solo se mantenían en libertad las Provincias Unidas -con excepción del Alto Perú-, la Liga Federal y el Paraguay. 

Pero tampoco la revolución originada en Buenos Aires en Mayo de 1810 -salvo el caso de la Banda Oriental- no solo no pudo extenderse fuera de sus fronteras, sino siquiera pudo abarcar todo el territorio de lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata.

En el norte, la tercera expedición al Alto Perú, al mando de Rondeau, enviada una vez más, con el objetivo de recuperar las provincias altoperuanas y derrotar a las fuerzas realistas que permitiera la llegada al corazón del Virreinato de Perú, fue un fracaso. Después de la derrota de las tropas patriotas en Sipe-Sipe a fines de noviembre de 1815, el ejército para salvar lo que quedaba del mismo y evitar una derrota total, se retiró hacia Tucumán, quedando la defensa de Salta a cargo de las fuerzas irregulares de Güemes.

En el oeste, Chile estaba dominada otra vez por los realistas como consecuencia de su victoria en la batalla de Rancagua, hecho acaecido el 1 y 2 de octubre de 1814, que había producido la derrota total de la revolución chilena poniendo fin a la llamada Patria Vieja y el comienzo de un nuevo período histórico denominado la Reconquista, por lo cual los líderes de la emancipación chilena debieron exiliarse, dirigiéndose la mayoría de ellos a las Provincias Unidas.

En el nordeste, el Paraguay, se había considerado independiente en 1811, no solo de España, sino también de Buenos Aires, viviendo a partir de entonces en un estado total de aislamiento, con respecto a sus ex provincias hermanas.

Billete de diez pesos
Billete de diez pesos moneda nacional. Vigente desde 1942 a 1969

En el este, existía siempre la latente y posible amenaza portuguesa.

En las provincias Unidas, la situación interna también era muy compleja, por las peleas y enfrentamiento entre provincias, entre caudillos -con ideas federales- y gobiernos directoriales -con ideas unitarias-, provincias que se alzaban contra el gobierno centralista de Buenos Aires, como la Liga Federal o Liga de los Pueblos Libres integrada por las provincias que estaban bajo la influencia de José Gervasio Artigas: Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba, en lucha contra el poder directorial. 

El país se encontraba prácticamente en un estado casi de anarquía.

Pero tampoco todo era negativo, ya que en Cuyo su gobernador intendente, José de San Martín, lograba reforzar las defensas y se encontraba abocado a la conformación de un ejército que según su estrategia, debía proceder al cruce de los Andes, derrotar a los realistas de Chile y desde allí, por mar, llegar a Lima para vencerlos en su propio bastión, evitando el paso por el Alto Perú, que tantos sinsabores habían dado a los ejércitos patrios que así intentaron hacerlo. 

Tampoco los realistas podían contar ya con la plaza fuerte de Montevideo, que a mediados de junio de 1814 había caído en poder de las fuerzas criollas. La pérdida de ese bastión realista, hizo variar el destino de la poderosa expedición Morillo enviada desde España, que tenía como destino primitivo ese puerto del Plata, pero que por aquel acontecimiento se desviará y recalará en Venezuela, dando por tierra con la independencia de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, restableciendo el virreinato. 

También en octubre de 1815, Guillermo Brown al mando de la fragata Hércules, junto a los bergantines Halcón y Trinidad y la goleta Constitución, inició una guerra de corso en el Pacífico contra navíos españoles y de hostigamiento contra baluartes realistas sobre las costas de ese océano, llevando y expandiendo las banderas revolucionarias y creando la zozobra en todo el litoral marítimo bajo dominio realista.

En el norte, Martín Güemes caudillo indiscutido de Salta, con su guerra gaucha y al frente de sus "Infernales", mantenía la resistencia e impedía el avance de los realistas. 

En 1815, siendo Director Supremo interino Ignacio Álvarez Thomas, la Junta de Observación dictó el 5 de mayo, el Estatuto provisional para Dirección y administración del Estado, llamado más comúnmente Estatuto provisional de 1815, reglamentando el funcionamiento de los tres poderes del Estado, para regir en el territorio del antiguo Virreinato del Río de la Plata, hasta que se reuniera un Congreso General.

Si bien la mayoría de las provincias lo rechazó, por no haberse contemplado sus opiniones, quedó en pie la convocatoria a un Congreso General a realizarse en la ciudad de San Miguel de Tucumán, para dictar una constitución y organizar el país y al cual todas las provincias debían enviar sus representantes.

Álvarez Thomas, a su vez trató de "solucionar" los problemas con Artigas y para ello envió dos representantes que entrevistaran al caudillo oriental, a quien ofrecieron el reconocimiento de la independencia de la Banda Oriental, mediante la firma de un Tratado de paz y amistad, lo que representaba la secesión de esa provincia argentina, propuesta que Artigas dignamente rechazó.

En junio se reunió en la villa de Concepción del Uruguay, también conocida como Arroyo de la China -que era la capital de Entre Ríos-, el denominado Congreso de Oriente, llamado también Congreso de los Pueblos Libres o Congreso del arroyo de la China, presidido por Artigas -ferviente defensor de la declaración de la independencia- y con participación de diputados de cinco de las seis provincias que conformaban la Liga de los Pueblos Libres o Liga federal: Banda Oriental -excepción de Montevideo-, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba, pues los de Misiones no llegaron a tiempo para incorporarse. El Congreso sesionó en dos oportunidades, en su apertura el 29 de junio y en la sesión de clausura del 12 de agosto. Según algunos autores, el Congreso fue convocado por Artigas para tratar el envío de cuatro delegados a Buenos Aires, para llegar a un arreglo ante la eventualidad de la arribada de una expedición naval española -lo que se creía muy posible-; según otros historiadores en esa primera sesión inaugural se declaró la independencia nacional, lo que no había cumplido la Asamblea del año XIII. 

Pero las actas de ese Congreso -en caso de haber existido-, nunca aparecieron o se perdieron, pero en realidad nadie puede asegurar a ciencia cierta lo que ocurrió o lo tratado en esas sesiones.

A fines de 1815 y principios de 1816, los diputados van llegando a la ciudad de Tucumán a caballo o en galeras, muchos de los cuales eran egresados de las universidades de Charcas, Córdoba y Santiago de Chile. Los civiles se alojaron en casas de familia y los religiosos lo hicieron en los conventos de la ciudad. 

Ante la falta de edificios oficiales aptos para sesionar, ya que el Cabildo se encontraba en malas condiciones edilicias, se eligió la  casa de doña Francisca Bazán de Laguna, a la cual se le hicieron algunas reformas y era la más adecuada para ser la sede del Congreso.

Con la excepción de Córdoba, la otras cinco provincias de la Liga Federal -que prácticamente se encontraban en guerra con el gobierno central-, no enviaron diputados al Congreso, que se formó con los 4 enviados de aquella provincia mediterránea junto a los de 7 de Buenos Aires, 2 de Catamarca, 3 de Charcas, 2 de Chichas, 1 de Jujuy, 1 de La Rioja, 2 de Mendoza, 1 de Mizque, 3 de Salta, 2 de San Juan, 1 de San Luis, 2 de Santiago del Estero y 2 de Tucumán. Con excepción de las de Charcas, Chichas y Mizque las demás provincias del Alto Perú, no enviaron representantes por estar ocupadas por los realistas. El Paraguay que prácticamente y de hecho era un territorio independiente, tampoco lo hizo (en 1813 un Congreso Nacional celebrado en Asunción había cambiado el nombre de Provincia del Paraguay, por el de República del Paraguay). 

Dieciocho de los congresales eran abogados, había nueve sacerdotes y dos frailes y otro cuatro que eran militares. 

Por fin el domingo 24 de marzo de 1816, inició sus actividades el Congreso. "Al amanecer de ese día varios cañonazos despiertan a la población. A las 9 de la mañana, 21 diputados de varias provincias se reúnen para elegir las autoridades y prestar el juramento de práctica. La presidencia recae en Pedro Medrano representante de Buenos Aires, y José María Serrano, representante de Charcas, es designado secretario. Luego pasan a la iglesia de San Francisco para oír misa, y al día siguiente se oficia el Tedéum. Durante cinco días consecutivos el pueblo de Tucumán festeja la instalación del Congreso que, según El Redactor, representa 'el único asilo que nos queda'. El mismo periódico destaca la importancia de esta reunión inicial de los diputados 'que al fin darán la grande obra de una Constitución sabia y política que será la base del colosal edificio de un Estado libre e independiente' ".

Las primeras decisiones del Congreso tuvieron que ver con el reglamento y políticas internas. El presidente duraría un mes y sería rotativo, y estaría secundado por dos secretarios.

Muchos de los diputados dudaban en declarar la independencia, mientras que San Martín apuraba esa decisión, así en carta que envió el 12 de abril de 1816 al diputado por Mendoza, Tomás Godoy Cruz, le decía: "¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia ¿No le parece a Usted una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener pabellón y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al Soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo, por otra parte? ¿Qué relación podremos emprender si estamos a pupilo? ¿Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos... Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Vamos claro, mi amigo: si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir a Fernandito".

El 3 de mayo, el Congreso designó Director Supremo al general Juan Martín de Pueyrredón, quien participaba como diputado por San Luis.

En la reunión secreta del 6 de julio, concurrió el general Manuel Belgrano, quien durante dos años había sido embajador de las Provincias Unidas en Europa, aconsejando se declarara inmediatamente la independencia y se adoptara un gobierno monárquico constitucional y como se pensaba incorporar el Perú a dicha monarquía opinaba también que la capital del reino debía estar en Cuzco, nombrándose como rey a un descendiente del Inca. Tengamos en cuenta que en esa época la idea de la instauración de una monarquía en América estaba en la mente de muchos patriotas, pues ese sistema es el que más se imponía (por los sucesos que ocurrían en Europa) en aquellos momentos.

Independencia argentina
El Inca

El día 8 en reunión privada, los diputados acordaron declarar solemnemente la independencia y así se estableció en el orden del día siguiente, insertándose el pertinente proyecto.

Al fin, el 9 de julio, por la mañana, en una sesión solemne, presidida por el diputado por San Juan, Francisco Narciso Laprida, el secretario Juan José Paso, leyó a los presentes la pertinente proposición y les preguntó si querían "que las Provincias de la Unión sean una nación libre e independiente de los Reyes de España y su metrópoli" y puestos de pié los 29 diputados presentes, la aprobaron por aclamación general y luego, uno a uno, ratificaron el sufragio, todo ello en medio de aplausos y vivas hacia la Independencia y felicitaciones al Soberano Congreso. Luego el presidente ordenó se extendiera el Acta pertinente, separada de la del día. Ese libro de Actas en la que fue redactada el acta firmada por los diputados presentes, fue extraviado y se encuentra perdido.

El Acta quedó reflejada en el facsímil que fue impreso en Buenos Aires por la "imprenta de Gandarillas y socios" para ser enviado a todas las poblaciones de las provincias -que se publica en la pág. 7-, que actualmente se encuentra en el Museo Histórico Nacional.

Es muy ilustrativo para saber de lo ocurrido en esa jornada, lo contado por el diputado por Buenos Aires, José Darregueira en carta a Tomás Guido: "Después de una larga sesión de nueve horas continuas desde las ocho de la mañana en que nos declaramos en sesión permanente hasta terminar de todo punto el asunto de la declaración de nuestra suspirada independencia, hemos salido del Congreso cerca de oraciones con la satisfacción de haberla concluido, y resuelta de unanimidad de votos nemine discrepante (sin que nadie discrepe) en favor de dicha independencia que se ha celebrado aquí como no es creíble, pues la barra, todo el gran patio, y la calle del Congreso han estado desde el medio día lleno de gente, oyendo los que podían los debates, que sin presunción, puedo asegurar a Ud. que han estado de lo mejor".

Al día siguiente los diputados concurrieron a Misa en acción de gracias por la Independencia y en una sesión posterior otorgaron al Pueyrredón el grado de brigadier.

El 12 el diputado por Catamarca, Manuel Antonio Acevedo propuso la adopción del régimen monárquico, tal como lo había aconsejado días antes Manuel Belgrano. Se discutió el tema durante las siguientes cinco sesiones, pero no se llegó a ningún acuerdo, pues el diputado por San Juan, fray Justo Santa María de Oro, manifestó que antes de tomarse tan importante resolución, debía requerirse la opinión de los pueblos.

Por esos días se tuvo conocimiento que los portugueses habían iniciado la invasión de la provincia Oriental. En Buenos Aires ciertos círculos gubernamentales vieron con buenos ojos la invasión lusitana, pues consideraban que de esa forma se destruía el poder de Artigas -tan molesto a las ambiciones centralistas de Buenos Aires-, no importándoles en absoluto la pérdida de tan importante territorio, dejando a su propia suerte a una población leal a la nacionalidad argentina. También era vox populi que esos círculos no solo alentaba la invasión portuguesa a la Banda Oriental, sino que auspiciaban la sumisión de las Provincias Unidas a la Corona portuguesa, lo que significaba la entrega del país a los portugueses.

A fin de dar por tierra con esos rumores y como una forma de ratificar la declaración independentista del 9 de julio, en día 19 en sesión secreta y a instancias del diputado por Buenos Aires, Pedro Medrano, se hizo un importantísimo agregado al Acta ya que además de disponerse la independencia "del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli", lo sería además "y de toda otra dominación extranjera". La propuesta de Medrano fue aceptada unánimemente por los diputados y luego en sesión pública se fijó la fórmula de juramento de la Independencia. Pero no obstante ello, el Congreso omitió declarar la guerra por la agresión portuguesa -como correspondía- y tampoco dispuso ayuda alguna a los argentinos orientales que le hacían frente.

Al día siguiente, el Congreso dispuso que en todos los lugares del país, se procediera a proclamar y jurar la Independencia, conforme a la fórmula aprobada. En esa ciudad la jura fue el día 21 con grandes festejos y en Buenos Aires, la ceremonia se desarrolló el 13 de setiembre.

Un hecho importantísimo para el futuro de la emancipación americana, se produjo el 21 de julio con la reunión que durante tres días mantuvieron en Córdoba, Pueyrredón y San Martín, para tratar la inconveniencia de insistir en la guerra en el Alto Perú que tanta oposición habían encontrado los ejércitos patriotas y por el contrario se analizaron los planes de San Martín, de atacar por el occidente, traspasando los Andes y una vez liberado Chile, por mar llegar a Lima, centro vital de la resistencia realista. El Director aprobó los planes de San Martín y comprometió la ayuda del gobierno para alcanzar aquellos fines.

El día 25 el Congreso sancionó la siguiente ley: "Elevadas las provincias Unidas de Sud América al rango de nación, después de la declaración solemne de su independencia, será su peculiar distinción la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, hasta que sea decretada, al término de las presentes discusiones, la forma de gobierno más conveniente al territorio y se fijen conforme a ella los signos de la bandera nacional mayor".

Pueyrredón regresó a Buenos Aires el día 29, donde fue recibido con muestras de júbilo y el 1° de agosto firmó un decreto nombrando a San Martín general en jefe del Ejército de los Andes.

El 23 de setiembre los diputados, consideraron inconveniente para la gobernabilidad del país que el Congreso se encuentrara separado del Director Supremo, por 300 leguas de distancia y así se decidió su traslado hacia Buenos Aires, pero no obstante siguió sesionando en Tucumán hasta el  17 de enero de 1817. Recién y después de un receso, el 12 de mayo de ese año, comenzará a hacerlo en Buenos Aires.

Independencia argentina
Manuel Belgrano

Fuentes: 

"Crónica Histórica Argentina", Editorial Codex S. A., Buenos Aires, 1968. 

Lafont, Julio A. "Historia de la Constitución Argentina", Tomo 1, Editorial FVD, Buenos Aires, 1953.

Luna, Félix. "Historia Integral de la Argentina", Tomo 6, Editorial Planeta de Argentina S.A., Buenos Aires, 2000.

Sierra, Vicente D. "Historia de la Argentina", Tomo VI, Editorial Científica Argentina, Buenos Aires, 1965.